Mi computador murio y se llevo consigo gran parte de lo que habia escrito TT estaba quedando bonito nyo... El día siguiente saludó a Hogwarts con viento y nubes grises sucediéndose veloces en el cielo. Harry, Ron, Neville y Seamus agradecieron tener clases al interior del castillo ese día pues las gruesas gotas que traía el ventarrón no anunciaban nada bueno.

-Le entregaste tu tarea al profesor la semana pasada, Ron? O te entiendes con él directamente?-preguntó Seamus, sarcástico. Ron había sido el blanco de muchas bromas últimamente porque Bill había sido contratado para el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.

-Cállate, Seamus- gruñó Ron mientras se vestía. Se veía más pálido que de costumbre y miraba por la ventana, examinando el cielo.-Supongo que con este viento no llegarán muchas lechuzas…

-Desde Bulgaria no, por lo menos- comentó Dean con aire inocente.

-Van a callarse o tendré que enviarlos a detención?-ladró Ron furioso, aunque sus amigos sabían que era la ansiedad la que hablaba por su boca.

Harry examinaba el pergamino que recién le había entregado Dobby; era de Dumbledore, concertando otra lección privada para esa noche. Las clases con el director se habían convertido en una caja de sorpresas, pero Harry no había dedicado muchas horas a meditar sobre el enigma de los Horcruxes o de la ascendencia de Voldemort, ocupado como estaba con las clases y su reciente amorío con Ginny. Ahora que el segundo factor estaba prácticamente eliminado de la ecuación (Harry sintió una puntada de dolor en el pecho) podría preocuparse más de su tarea. Dumbledore era realmente un mago brillante, pues había elaborado una lista de Horcruxes bastante confiable, aunque seguían sin poder descifrar cuáles serían los dos últimos objetos embrujados. La lista incluía al propio Voldemort, el espejo que Rowena Ravenclaw adoraba en sus días de estudiante, la copa de Helga Hufflepuff, el anillo de Slytherin que Dumbledore ya había destruido con un gran costo físico y el diario que Harry había destruido en segundo año. Sabían que debía haber algún legado de Gryffindor embrujado como Horcrux, pero no atinaban a dar con cuál era, y Harry tenía la tarea de buscar cualquier información relacionada con Godric Gryffindor; Hermione lo había estado ayudando antes de su viaje, y prometió seguir buscando en las bibliotecas de Durmstrang; algo le decía a Harry que sería allí donde encontrarían la respuesta. Sin embargo, aún quedaba un objeto por descubrir, y Harry y Dumbledore carecían de pistas para empezar a buscarlo.

En la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras Harry se sentó con Ron en la última de las mesas del salón para poder observar a Malfoy sin llamar su atención, y Ron aceptó sentarse allí sin siquiera preguntar por qué (para gran alivio de Harry) y así poder escribirle una carta a Hermione. Malfoy entró con una leve sonrisa que descolocó a Harry por lo inusual que era en la cara del chico: una expresión que no era ni de arrogancia, ni de burla, ni de crueldad, sino que era una sonrisa de simple felicidad.

-Qué pasa, Potter? Has desarrollado tu buen gusto y te has enamorado de mí?- le espetó Malfoy cuando pasó por su lado, y sin esperar respuesta fue a sentarse a su puesto habitual cerca de la ventana.

La clase pasó sin mayor novedad, y Bill se lució con sus conocimientos sobre encantamientos no verbales: los hizo sentarse en sus asientos y concentrarse sobre el caldero que tenían sobre la mesa. La sala se llenó de bufidos y caras rojas por el esfuerzo; nadie logró que el caldero se moviera más que unos centímetros excepto Malfoy.

-Muy bien, sr. Malfoy- dijo lúgubremente Bill, mirando preocupado a Harry, que seguía sin poder efectuar el encantamiento convocador en silencio.- Ha progresado bastante desde el año pasado, por lo que consta en los registros de sus profesores anteriores.

Hasta Malfoy parecía sorprendido de su repentina habilidad: miraba alternativamente al caldero que había caído en sus manos y a Bill, incrédulo. Pansy reía con una risita tonta tras de él. Tres alumnas de Alla-Am-Zar parecían también muy impresionadas, pero no con la hazaña de Draco, sino con el color de pelo de Ron, que seguía escribiendo con el pergamino bajo la mesa.

-Muy bien, chicos, eso es todo por hoy, pero quiero que dediquen al menos una hora al día hasta que hayan logrado realizar el hechizo tan bien como el señor Malfoy, y además quiero un ensayo de una hoja de pergamino sobre la importancia de los encantamientos no verbales…

-Viste eso?- preguntó Harry a Ron para ver si así salía de su ensimismamiento: había redactado un rollo entero de pergamino, proeza nada menor para Ron, que con suerte si tomaba la pluma para algo más que escribir su nombre.

-Sip, si lo vi- respondió Ron.- Disculpa, Harry, debo ir a la Lechucería. Pigwidgeon todavía no vuelve con la respuesta de la carta que envié ayer…

Y se fue a grandes zancadas, dejando a Harry solo. Seamus y Katie invitaron a Harry a almorzar con ellos, pero él se disculpó; necesitaba ir a la biblioteca y ver si encontraba algo que le fuese de utilidad para la clase de esa noche. Llegó a su destino y se sentó en una de las mesas, convocando los libros pertenecientes al área restringida que había estado revisando gracias a una autorización especial del director. Estaba empezando a continuar sus anotaciones cuando una lechuza golpeó la ventana, asustando a los alumnos que estaban ahí. Harry abrió la ventana rogando para que Madam Prince no lo viera, y recibió la carta de la lechuza desconocida. Estaba dirigida a él y reconoció la pulcra letra de Hermione.

Querido Harry:

Llegué muy bien a Durmstrang y Viktor ha sido muy amable en enseñarme el castillo.

"Me lo puedo imaginar! Cuidate de que te enseñe su torre demasiado pronto…" Pensó Harry, reprimiendo una carcajada.

Aquí se especializan en artes oscuras; te volverías loco si vieras la biblioteca. Allí encontré un libro que contenía una información muy interesante: él era un gran amante de los animales, y mantenía en el Bosque Prohibido una colección de ejemplares de animales raros y exóticos… Creo que deberías preguntarle a Dumbledore dónde consiguió su mascota.

Un abrazo muy grande, y cuídate, Harry! (Viktor te manda saludos también).

Tu amiga

Hermione

P.D.: No le digas a Ron que te escribí, apenas pueda responderé alguna de sus cartas.

La carta no decía una palabra más, y Harry se sintió aliviado al comprobar que Hermione no había arriesgado información confidencial al enviar la carta por correo aéreo. Un poco más tranquilo, recogió sus cosas y partió a buscar a Ginny.

Mientras tanto, en la oficina del profesor Snape reinaba un silencio absoluto, roto sólo por el ligero rasgar de la pluma sobre los ensayos que el profesor corregía.

"Oh, por Merlín, quien puede ser tan estúpido como para confundir semillas confundidoras con granos de arroz? Apuesto que es de Hufflepuff…No, es de Draco…qué más da, un punto más, un punto menos…Además, ya tendrá su oportunidad de mostrarnos lo valioso que es" pensaba Snape mientras tachaba pergaminos.

La chimenea lanzó un ruido extraño, y sin siquiera darse vuelta, Severus pregunto:

-Quien tiene la valentía de molestarme?

Una voz suave llenó la habitación.

-Sev, soy yo, Cissa… podemos hablar?

Snape se levantó como impelido por un resorte, dándose vuelta hacia el fuego para observar una mano que salía de ella. La tomó sin quemarse y tirando de ella ayudó a Narcissa a salir de la chimenea.

-Cissi? Qué haces aquí? Estás arriesgando demasiado para venir hasta Hogwarts! Después de lo que pasó el año pasado en el ministerio…

-Si no me equivoco, tu chimenea y la de Dumbledore son las únicas que no son controladas por el ministerio, Sev. Decidí pensar como tu querido director y confiar en su confianza en ti.

Narcissa Malfoy sacudió su larga cabellera platinada, limpiándola de los pequeños restos de ceniza que quedaron en ella. Vestía una ajustada túnica verde oscuro, con un camafeo adornando el escote que Severus no pudo evitar mirar disimuladamente mientras hacía un movimiento con su varita para acercar dos pequeñas copas y una botella que contenía un líquido verde y fragante. Luego lanzó un hechizo insonorizador y uno inviolable para que nadie entrara a la puerta y se sentó con ella frente al fuego.

-Debes estar muy preocupada para arriesgarte así, Cissi – su voz se había suavizado, como si quisiera acariciar con ella a la mujer. Ella sirvió el ajenjo en las dos copas, sin mirar a Severus, pero con las mejillas teñidas de un pálido color rosa.- Estoy atento a lo que sucede y he vigilado a Draco muy de cerca, no debes preocuparte por él.

-No me preocupa lo que le suceda aquí dentro, Sev…lo que me quita el sueño es lo que pueda sucederle afuera, cuando tenga que cumplir su misión.

Severus tomó su copa y vació el amargo líquido de un trago.

- Narcissa, tú y yo sabíamos exactamente lo que hacíamos cuando hicimos el pacto inviolable con el Señor Oscuro hace 16 años, y ahora no es el momento de arrepentirse. No quiero perderte a ti, soportaría cualquier cosa, menos perderte a ti.

Ella por fin levantó la vista y observó al hombre que no le quitaba la vista de encima: Severus Snape, su eterno amigo de la infancia, y el amor que no había podido superar pese a su matrimonio concertado con Lucius Malfoy. El hombre que la sedujo con su oculta ternura y su inteligencia, superior a la de todos los hombres que había conocido. Lucius era un triste intento de hombre al lado de Severus.

-Severus, amor mío…no aguanto más esta vida, no soporto vivirla así a escondidas, no soporto a un marido que compite conmigo para ver quien tiene el pelo más lindo, no soporto tener a un hijo que es como si no fuera mío, no sé que voy a hacer cuando llegue el momento de entregarlo.

-Es lo que decidimos juntos y ya no podemos hacer nada más que darle la mejor vida posible a Draco mientras podamos ocultarle su verdadera ta… para, me estás diciendo que Lucius compite contigo? Está loco? Qué bicho se le metió?

Narcissa no pudo evitar reírse, y acercándose a Snape le dijo al oído:

-Te morirías si vieras el bicho que se le metió a Sucius- dijo con una sonrisa maligna.- El otro día estuve mirando su pensadero, Sev, y está como para cobrar entrada, es un buen negocio si algún día salimos de esto!

-Cissa, qué mala eres!- respondió él riendo, y sin aguantarse más, se inclinó y la besó. La caricia se prolongó más y más, hasta que Narcissa se detuvo.

-Sev… te queda todavía algo de ese ungüento prolongador?

-No, desapareció misteriosamente de mi armario, pero tengo una poción sensibilizadora que encargué del catálogo erótico de los Weasleys, debo admitir que esos chicos saben lo que hacen. Tenemos veinte minutos, amor mío, pero te aseguro que los recordarás durante mucho tiempo.

Y cumplió su palabra, enviando a casa a una mujer que no pudo borrarse la sonrisa del rostro durante días.

………………………………………..

Esa tarde en el invernadero n° 4 del castillo un chico hacía reír a una chica pelirroja y de ojos azules con su recién adquirido poder.

-Draco, para! –dijo Ginny cuando una flor carnívora pareció cortarse sola y levitó hasta ella. El se rió a carcajadas con la mezcla de risa y pánico que apareció en la cara de Ginny cuando la flor, enojada, intentó morderle la nariz.

-Es sólo una florcita! Pensé que a las chicas les gustaban las flores!

-Yo no soy como las chicas que conoce, sr. Malfoy, sobre todo si las que conoce se parecen a esa espantosa Pansy Parkinson- dijo ella, recordando a esa víbora abrazando a Harry, pero misteriosamente el recuerdo no le hizo tanto daño como el que pensó que le haría.

-No conozco a todas las chicas que quisiera, a diferencia de otros que están más paseados que la varita de Potter- respondió Draco clavando los ojos sobre Ginny. Ella dejó de reír súbitamente, viéndose dolida.- Lo siento, no puedo evitar pensar que eres mucho para Potter, Ginevra, sobre todo porque sé que hasta con chicas de Hufflepuff se ha metido.

-Ah, si? Y qué te dice que a mi no me toma en serio?

-Espero que no te tome en serio- dijo él, mirando nerviosamente hacia otro lado.

Un trueno gigantesco retumbó y las plantas en el invernadero se revolvieron inquietas cuando la lluvia torrencial como nunca antes había caído sobre Hogwarts se dejó sentir. No se habían dado cuenta de lo rápido que había caído la noche y ahora las únicas luces que alumbraban la creciente oscuridad eran las Foresti Lumini, una especie de flor fosforescente multicolor que crecía en pequeños almácigos; eran las favoritas de la profesora Sprout. Ginny se envolvió mejor en su capa, en parte por el frío y en parte por el nerviosismo que la invadía cuando estaba con Draco…era una sensación que nunca había sentido con Harry, porque con él todo era locura e intensidad, incluso habían veces en que no encontraba las palabras para decirle cuanto lo quería y se abalanzaba sobre él para demostrárselo. En cambio, al estar con Draco se sentía segura pese a su extraño y difícil carácter, de alguna manera se entendía a las mil maravillas con él y veía en sus ojos una ternura y una calma que igual le producían mariposas en el estómago.

-No sé por qué, pero me encanta estar contigo, Ginny.

-A mi me pasa lo mismo, y eso que recién te estoy conociendo.

-Crees que te seguirá pasando lo mismo, si me conoces un poco más?

Ginny no respondió, pero tomó su mano mientras ambos contemplaban las extrañas flores luminosas. La voz de Draco había sonado insegura, y por primera vez ella comprendió lo solo que debía estar aquel chico como para aprender a escudarse en una máscara fría y cruel. Se imaginó a la pequeña familia Malfoy y la comparó con la suya, alegre y revoltosa, temblando ante la diferencia que se le reveló entre ellos. No supo cómo terminó abrazándolo tiernamente, hundiendo la nariz en su pecho y sintiendo por primera vez su olor, que le pareció metálico y cálido. Draco no supo muy bien como reaccionar ante esa inesperada muestra de cariño y le acarició torpemente el cabello, aspirando el extraño aroma a miel que sintió.

Estuvieron abrazados un largo rato con el sonido de la lluvia arrullándolos, sintiendo que por fin estaban en el lugar al que pertenecían; y cuando por fin la tormenta se suavizó un poco, se dirigieron al castillo, despidiéndose con un simple pero significativo beso en la mejilla.

En esos momentos Harry salía de la oficina de Dumbledore, cansado pero satisfecho porque por fin habían logrado avanzar en la resolución del acertijo que les planteaban los Horcruxes de Voldemort. Dumbledore casi no podía creer que Fawkes fuera el sexto Horcrux, pero tuvo que reconocer que no conocía exactamente su procedencia y se dispuso a la tarea de comprobar si el fénix perteneció a Godric Gryffindor. Harry esperaba que para erradicar el trozo de alma de Voldemort no fuera necesario matar al Fénix, pues si ese era el caso tendrían un serio problema.

En la sala común de Gryffindor reinaba el desorden. Los gryffindor habían armado una pequeña fiesta con los alumnos de Alla-Am-Zar; los hombres habían sacado sus pipas y les enseñaban a fumar, y las chicas bailaban la danza típica de su país mientras el elfo doméstico que habían traído desde Marruecos tocaba un pequeño tambor. Harry sospechó que ese sería un panorama muy común durante la estadía de los extranjeros y se sentó en una silla vacía al lado de la ventana, con los recuerdos de una noche similar a esa acosándolo.

--------------Flash Back-------------------

Esa noche de invierno la sala común estaba casi desierta, solamente Ginny y Harry estaban despiertos, echados en el suelo frente al fuego, en silencio y abrazados. Esa noche cumplían un mes juntos, un mes que se les había pasado volando. La mente de Harry vagaba muy lejos de allí, pensando en el enfrentamiento que tendría que mantener con Voldemort tarde o temprano. Harry sabía que ella lo admiraba por la valentía que asumía su destino; nunca se quejaba, desde que supo que estaba en sus manos la venganza a la injusta muerte de sus padres. Claro, a veces deseaba ser un chico normal para poder compartir todo su mundo con ella, pero eso no era posible, y ella había aceptado estar tras él para hacer lo único que podía hacer: ayudarlo y hacer sus días más felices.

Ginny se incorporó un poco y sacó una pequeña bolsita de terciopelo de su sujetador, y le hizo cosquillas a Harry para lograr que se sentara en el suelo.

-Harry, te tengo un regalo- dijo ella alegremente.

-Er… Ginny, lo siento…yo no te tengo nada…

Ella hizo un gesto con la mano restándole importancia.

-Leoncito, estás plenamente excusado. Sé que estás muy ocupado…y un poco triste todavía por la muerte de Sirius… lo único que quiero es alegrarte un poco, así que toma- y le extendió la pequeña bolsa. Harry la abrió sonriéndole coquetamente a su novia y soltó una carcajada cuando sacó una cadena con un colgante lleno de pequeños brillantes que decía "PIMP".

-Me quieres explicar qué significa esto?- preguntó cuando se calmó el ataque de risa.

-Es para que te quede claro que tus días de pimp no se han acabado- respondió Ginny.- La única diferencia es que sólo yo soy tu putita.

Nuevo ataque de risa de Harry que provocó que varios cuadros los hicieran callar indignados; Ron nunca le había explicado lo loca que era su hermana. La abrazó y la puso de espaldas contra el suelo, dándole pequeños besos por toda la cara y el cuello. De a poco sintió crecer la urgencia de ir un poco más allá y la besó en los labios mientras su mano acariciaba las piernas de su novia, pero se detuvo cuando la sintió moverse incómoda debajo de él.

-Que pasa?

-Harry, yo… yo nunca he hecho esto antes- murmuró ella.- Y yo te quiero, pero no sé si este sea el lugar y el momento…

-Oh, er… está bien, Ginny, yo…discúlpame.

-No, discúlpame tú, yo sé que estás acostumbrado a un… trato diferente- dijo ella sin mirarlo. Harry se dio cuenta de que para ella no era fácil estar con él debido al estatus de leyenda (en varios ámbitos) que poseía, aunque tratase de tomarlo con humor.

-Amor, mírame- le dijo y le tomó la barbilla para forzarla a mirarlo.- No te voy a obligar a nada que no quieras hacer. Encuentro que ya estás un poco crecidita para hacerte la difícil, - dijo esto con una sonrisa pícara, y Ginny se rió también y trató de pegarle con la varita- pero no te quiero por lo que no sé de ti, sino por lo que ya conozco, y por lo que he podido conocer eres una hermosa mujercita.

-Gracias, Harry.

---------Fin Flash Back ------------------

Ron vino a interrumpir la meditación de Harry, acercándose a él abrazado a una chica de ojos oscuros y cabello negro y espeso que a todas luces era marroquí.

-Harry! Qué pasa? Por qué no te unes a la fiesta?

-Ron, que demon…?

Antes de que Harry terminara la frase, Ron le lanzó un ejemplar de Corazón de Bruja y se alejó con la chica en un lado y una botella de cerveza de manteca en la otra.

" Test: Qué tan bruja eres?

Los pro y los contra de usar pociones de amor.

Cocinando con Hipogrifos.

Exclusiva! El romántico encuentro de Viktor Krum y su prometida!"

-Que!- exclamó Harry y abrió la revista en la hoja del reportaje de Viktor Krum.

"Lo sentimos, chicas! Pero el astro internacional de Quidditch Viktor Krum parece haber decidido sentar cabeza y nos confesó en exclusiva su decisión de pedirle matrimonio nada más y nada menos que a Hermione Granger, una chica inglesa de origen Muggle que por estos días visitará Durmstrang en el marco de un intercambio estudiantil. Granger, 16, alumna ejemplar de la escuela de magia y hechicería Hogwarts, ha estado vinculada a otro mago famoso, Harry Potter, ya que parece desarrollar un especial gusto de este tipo de mago…"

-Qué manera de escribir tonterías! Prometo que no me convertiré en reportero!- pensó Harry, más divertido que enojado.

"…y ha dejado a varios enamorados en el camino por no dar la talla de celebridad que requiere para incluirlo en su lista de conquistas. " Hermione y yo hemos mantenido correspondencia desde que la conocí en el torneo de Los Tres Magos y es la chica que siempre desee tener a mi lado", explicó Krum brevemente durante esta entrevista, "y es mi deseo pedirle matrimonio apenas llegue a Durmstrang". Dado su gusto a los magos famosos, lo más seguro es que Hermione diga que sí y tengamos el primer matrimonio V.I.P. de la temporada!"

Y el artículo seguía haciendo un resumen de la vida de cada uno, y por los bordes de las hojas pequeños cupidos montados en escobas saludaban alegremente. Harry entendió entonces la reacción de Ron y observó mejor a la chica que lo acompañaba: era realmente hermosa y parecía divertirse mucho con su amigo mientras le enseñaba a bailar la danza del vientre, como le llamó.

Lo distrajo el movimiento del retrato al abrirse, dejando entrar a Ginny, que venía con la túnica y el pelo mojados y una extraña expresión soñadora; pasó al lado de Harry, mirándolo por un breve instante, y se dirigió apresurada a la habitación de las chicas, de donde no bajó más en toda la noche.