— ¿Sherlock? —preguntó en un susurro. El detective notó que su cuerpo lo traicionaba, estaba nervioso, pero también quería saber a qué había venido su amigo. Cambió la posición de sus piernas, removiéndose en el piso, para que John supiera que estaba justo ahí, escuchándolo. En cuanto John pudo ubicarlo, dio pasos largos para llegar hasta él. —Sherlock…—repitió.
—John…—pronunció su nombre sin sorpresa pero con un poco de curiosidad en la voz. Observó a John hincarse hasta quedar a su altura, viéndolo a la cara tanto como les era posible con tan poca luz proveniente de la ventana.
—Sherlock, yo…
—John, lo siento, si vienes a…—comenzó a explicarse el detective, creyendo que John venía a dejarle muy en claro que no quería tener nada más que ver con él y que no había esperado siquiera a que amaneciera para llevarse las cosas que le quedaban en ese departamento. Quería decirle que respetaba su decisión y que no volvería a molestarlo, que esperaba que todo fuera bien en esa nueva era de su vida, como la señora Hudson le llamaba, y que, a pesar de todo, podía buscar su ayuda si algún día la necesitaba. Quería disculparse una vez más con él, quería decirle tantas cosas, pero no alcanzó a pronunciar una palabra más.
—Sherlock, déjame hablar—lo interrumpió el doctor.
—John, sé lo que dirás, y está bien, quiero que sepas…
—No, no sabes lo que diré. Sherlock, yo…
—Sé que te molesta que me anticipe, pero, John…
—Sherlock, por dios, ¡¿quieres callarte?! —lo cortó John, alzando un poco la voz, pues hasta ese momento los dos habían estado hablando en voz baja, como si alguien los pudiera escuchar al otro lado de la habitación. Sherlock alzó la mirada y por fin se atrevió a verlo directamente a los ojos. Al ver el rostro de John, lo inquietó un poco la relajada y hasta entretenida expresión que tenía mientras lo veía a él. —Déjame hablar primero—insistió el doctor. Sherlock finalmente asintió, prestando atención a lo que John tenía que decirle.
—Sherlock, vine a…a decirte que lo siento—comenzó a decir John, esta vez con un tono de voz más decaído y una expresión en la que Sherlock pudo entrever pena. —No debí decir lo que dije, no debí correrte así de la boda…
—No te disculpes, en realidad debo ser yo quien…
—Por dios, no te vas a callar, ¿verdad? —se quejó John, comenzando a perder la paciencia. Supo que su amigo no iba a hacerlo, siempre quería tener el control de la situación, siempre quería ir un paso adelante, pero esta vez John no se lo permitiría.
Sin saber cuál sería su reacción, arriesgándose a sufrir las consecuencias de aquello y ahora importándole poco todo lo que venía a decirle y explicarle, se acercó a Sherlock invadiendo su espacio personal, lo tomó de la nuca y atrajo suave pero rápidamente su rostro hacia el suyo. Apenas dándole tiempo a Sherlock para asimilarlo, lo besó. Lo besó con una intensidad tan delicada que John apenas podía soportarlo. Ninguno de los dos estaba preparado, pero no se quejaron. Sherlock, al principio confundido y en un acto reflejo, intentó separarse. John estaba dispuesto a soltarlo, creyendo que Sherlock no estaba de acuerdo con su impulsiva acción, pero el detective volvió a jalarlo hacia él y correspondió el beso que John había comenzado. Sorprendiéndose de sí mismo, se encontró besando a John, en medio de aquella habitación donde la oscuridad no duraría mucho más. Aunque esta nueva sensación estaba gustándole a ambos, acordaron tácitamente separarse. Aunque sus labios dejaron de tocarse, John no se apartó demasiado y tampoco dejó de tomar a Sherlock por el cuello, acariciando ligeramente su cara, cerca de su oreja, en donde unos rizos desordenados caían por un lado.
—Al parecer era la única manera de que me dejaras hablar—dijo John, con la voz gentil y suave que a Sherlock lo llenaba de tranquilidad.
—John, esto no está bien. Mary…—dijo Sherlock, intentando apartar a John y desviando la mirada. Su voz ronca se escuchaba muy seria.
—Seguramente nunca me perdonará, pero eso no importa justo ahora—repuso John, restándole importancia a eso que a Sherlock sí le parecía importante.
—John, es tu esposa y es…o era, mi amiga. No podemos hacerle esto—lo reprendió el detective.
— ¿Mi esposa? —preguntó John, apartándose por completo de Sherlock para poder observar su rostro por completo. El detective notó la confusión en su rostro, su ceño fruncido le indicó que había algo que se le estaba escapando.
—John, Mary es tu esposa—rectificó Sherlock, sintiéndose estúpido al decir algo que era obvio. La expresión de John empeoró, como si apenas le estuvieran dando la noticia de que esta mañana era soltero y ahora ya no.
—Sherlock…no me casé con Mary—dijo John, con tono de incredulidad—Creí que ya lo sabías.
La mente de Sherlock se detuvo por un segundo, intentando asimilar esa nueva información. Sin poder creer lo que John decía, apartó la vista y pensó en ello. John y Mary no estaban casados.
