Título: El que cae.
Rating: PG – 13
Advertencias: incesto, pederastía, insinuaciones de sexo y de muerte, malas palabras.
Estiró un brazo, acariciándole el borde de la áspera mejilla y dejándole devorar por unos instantes su pulgar. ¿Por qué hacía eso?
No lo sé, no lo sé, pensó Edward, con los ojos abiertos a la evidencia, a la mentira que se le imponía como forma de vida.
-¿Por qué hacemos esto? –Dijo el otro, sin preguntar, ya con la boca vacía.
Por qué, por qué, repitió Edward en su cabeza, los párpados fijos casi con dolor a su frente sudada y temblorosa.
Los labios finos, delirantes en la inexistencia, de aquel hombre rubio que lo dejaba hacer, se curvaron en una especie de sonrisa, en una mueca de hilarante teatralidad.
-No sé si te das cuenta, hijo... que no soy yo el que está cayendo.
-Eso... –Respiró, agitado, el niño disfrazado de adulto. -...es porque ya estás en el fondo, viejo.
Risas reverberaron contra las paredes degradadas en insensibilidad, tal vez de ellos, tal vez de las sábanas manchadas que se les burlaban, divertidas.
-Pero... –Hohenheim le pasó una mano por la frente, buscando rastros de fiebre o de locura. –Vos todavía estás a tiempo... de salir de este abismo, de esta farsa, de esta...
-...de esta mierda.
-Eso mismo.
La confirmación cayó sobre ellos como silencio. La muerte, o la soledad, pues estas cosas se confunden al final, acechaba, infinita. Edward se levantó y se abotonó la camisa ajena, símbolo estéril de ese mundo que odiaba.
-Decís que debería irme.
Su padre se apoyó en una rodilla, sonriendo con la nostalgia de quien nunca ha tenido nada. Con la resignación pendiéndole de las arrugas y las ojeras, la vejez brotándole del pecho, hizo resonar su voz una vez más.
-Probablemente.
Edward tomó todo el dinero que pudo, revisando carteras, bolsos, billeteras y sobretodos arrugados. Hohenheim lo miraba con desinterés.
-Entonces, ni te atrevas a tratar de encontrarme. Yo voy a decir que estás muerto. Decí lo mismo de mí.
La vida tuvo que continuar, así vacía e inútil como estaba, con ellos o sin ellos. Hohenheim cumplió con el pedido desesperado, aunque ofreció sus sevicios a la causa hasta el último segundo. Quizás Edward recordara el gusto de su piel deteriorada cuando lo viera ahí, sangrante entre los dientes de su otro hijo.
Ojalá que no, pensó el hombre, antes de dormirse, exahusto.
+ owari +
Lila Negra
Martes, 17 de Enero de 2006
PD: Haré lo que pueda por subir hoy mismo el capítulo 19 de YaRaC. Seh.
