¡POR FIN!
Por Cris Snape
Disclaimer: Kono Oto Tomare! Es una serie escrita e ilustrada por Amyū y publicada en la revista Jump Square.
Advertencia: Puede contener spoilers hasta el capítulo 107 del manga.
¡Por fin!
Suzuka Takinami se siente aliviado.
Cabe la posibilidad de que esté actuando de forma un tanto negligente. ¡Al carajo! Lleva meses soportando a duras penas esa situación, así que, en lugar de amonestar a los jóvenes, cierra la puerta del baño y se da media vuelta.
Que pase lo que tenga que pasar.
No va a soltarlo jamás. Nunca. Ni siquiera después de muertos, cuando sus cuerpos se conviertan en polvo y se deshagan en el suelo de ese lavabo público.
Le da igual que su cara esté ardiendo. El temblor que la sacude entera carece de importancia. Incluso opta por ignorar la resistencia inicial de Takezō. Es normal. Hiro también está sorprendida. No suele ser tan impulsiva, pero es que ya no puede más.
Demasiado tiempo conteniéndose, poniendo el bienestar del club de koto por encima de sus propios sentimientos. ¡Menos mal que se ha acabado! Claro que va a echar de menos tocar con sus amigos, pero necesita eso. Sentir la piel helada de Takezō bajo sus dedos, los labios suaves sobre los suyos. Podría morirse en ese momento y no le importaría ni un poco.
Deja que las emociones se desborden. Agarra con firmeza el cuello de Takezō, decidida a no darle ni un segundo de tregua. Cuando él le rodea la cintura con los brazos, el alivio hace que le flaqueen las rodillas. Le daba tanto miedo ser rechazada. Ha sufrido tanto.
Cierra los ojos. Pierde la noción del tiempo. Cuando el beso termina, aún tarda un poco en alejarse de él. Está a punto de desmayarse, sin duda. Respira hondo varias veces mientras el corazón late veloz dentro de su pecho. ¿Va a darle un infarto? ¿Cómo demonios va a afrontar lo que está por venir?
Tratar con el koto es muchísimo más fácil. Takezō alza una de sus manos y le acaricia una mejilla. Es suave cuando la toca y cuando habla.
—Hiro.
¡Ah! El nombre de pila. Eso es prometedor. Basta ya de usar los apellidos. No desea una relación tan formal entre ellos. Quiere mil cosas de Takezō que hasta ahora no ha podido tener.
Cuando alza la cara, siente que va a explotar de la vergüenza. Él también está muy rojo, aunque por una vez parece controlar la situación. No es el mismo idiota de siempre. Se ha pasado meses sin darse cuenta de cómo de profundos son los sentimientos que Hiro le profesa y, ahora, de pronto, se ha hecho mayor ante sus ojos.
¿Acaso ha estado fingiendo todo ese tiempo? ¿Es posible que él también optara por proteger el club sobre todo lo demás?
—Takezō yo… Creo que me gustas.
¡Ha sonado tan estúpida! Ha invertido el orden natural de las cosas. Primero debió hacer la confesión y luego darle el beso. ¡En fin! ¿Tiene algún sentido torturarse por eso? Lo que ha hecho ya no tiene solución. Y Takezō está sonriendo, como si disfrutara de la situación.
—Yo… Tú también me gustas.
Ya está.
Meses de tortura que culminan de la manera más sencilla posible. Se sonríen. Se miran a los ojos. Vuelven a besarse.
La puerta del baño se abre y una voz conocida destroza la magia del momento.
—¡Ey, Cuatro Ojos! ¿Has terminado ya?
A Hiro Kurusu le cae bien Chika. De verdad que sí. Pese a las apariencias, es un amigo en el que puedes confiar. No obstante, está a punto de matarlo con sus propias manos.
Cuando hace su entrada, Hiro y Takezō se separan. Sus cuerpos queman de repente y se sienten como dos polos positivos repeliéndose. Comprueban que ambos pueden estar más ruborizados que antes. Miran a Chika al mismo tiempo. Está pálido y perplejo. No necesita ser muy listo (y él no lo es) para darse cuenta de lo que estaban haciendo. Da un paso atrás, se rasca la nuca y se pone a tartamudear.
¡Ah! Odioso Chika Kudō.
—Esto… Yo… Verás, Cuatro Ojos… ¡Tú no deberías estar aquí!
Señala a Hiro. Si las piernas no dejan de temblarle, se caerá al suelo.
—¿QUÉ?
Su voz suena muy aguda. Seguro que hay alguna nota de koto similar, sólo que no es capaz de recordarla.
—¡Es el baño de los chicos!
Ya no puede más. Está demasiado abrumada por todo y por todos. Aprieta los puños y, con todo el dolor de su corazón, se aleja de Takezō y sale del lavabo. Todo queda en silencio tras ella.
Chika mira al Cuatro Ojos. Takezō recuerda aquel fragmento de su libro de Historia dedicado a las antiguas torturas que se practicaban en la Corte Imperial. Hay un par de ideas bastante tentadoras.
—Kurata-senpai.
Takezō también está al límite de su propia resistencia. Estar enamorado es tan fascinante como terrorífico y apenas es capaz de respirar. ¡Acaba de dar su primer beso, joder! Él, que tantas burlas ha recibido, que en su vida le ha gustado a nadie. Y ese cabrón acaba de destrozarle su momento. Es consciente de que Chika puede darle una paliza sin necesidad de despeinarse, pero de todas formas le agarra de la camisa y le empuja contra la pared.
—¡Ni senpai ni leches, Kudō!
Ha dicho eso de verdad. Chika incluso se ve más alucinado que antes. Claro. No ha tenido muchas ocasiones para ver a Takezō Kurata alardear de mal carácter. A lo mejor podría temer un poco por su integridad física.
Empieza a reírse. Primero es una risita tímida, baja, casi infantil. Después, echa la cabeza hacia atrás y deja que las carcajadas se le escapen por la boca. Takezō aún no le ha soltado. Tiene las gafas torcidas, el pelo revuelto y el nudo de la corbata medio deshecho. Las ganas de pegar a Chika han desaparecido. Ni siquiera entiende qué está pasando. Sólo sabe que su corazón aún late desbocado y que los labios de Hiro sabían a refresco de naranja.
—No me lo puedo creer.
—¿Por qué? ¿Acaso no puedo gustarle a una chica?
Ha dejado salir toda la amargura del pasado. Chika cierra la boca y le observa en silencio. Takezō ha recibido muchos insultos a lo largo de su vida. Siempre le han menospreciado, han procurado humillarle y, durante mucho tiempo, no fue capaz de hacer nada por evitarlo. Con Chika no comenzó con buen pie. Le llama Cuatro Ojos y ni siquiera intenta demostrarle un mínimo de respeto. Y ahora viene y le llama senpai. A él. Es la segunda vez. Lleva la cuenta.
Pese a la risa de antes, no hay ningún atisbo de burla en su expresión. Ahora que se ha recuperado del impacto inicial, parece un hermano mayor mirando con orgullo a su hermano pequeño.
Será idiota.
—Están a punto de anunciar los resultados de la competición. ¿No has visto a Takinami?
No es capaz de decir nada. Si Chika ha decidido obviar lo que acaba de pasar, él no es nadie para contrariarle.
—Vamos. No podemos perdernos nuestra propia victoria.
Le da una palmada en la espalda y abre la puerta del baño para permitirle salir en primer lugar. Takezō siente una extraña paz cuando abandona ese lugar, aunque no dura mucho. Lo que tarda Kudō en abrir su bocaza.
—Perdón por la interrupción, Cuatro Ojos. Se os veía muy entusiasmados.
A Chika nadie puede librarle de una buena colleja.
Kurusu llega primero. Ruborizada, temblorosa y con cara de estar sufriendo un gran suplicio. Es recibida con gran alborozo por sus compañeros y se sienta al lado de Hōdzuki. No abre la boca.
Después vienen Kudō y Kurata. El primero nunca ha tenido más pinta de delincuente y el segundo luce la misma cara que Kurusu.
Takinami observa la escena desde su lugar, con el rostro apoyado en una mano y esa expresión de eterno aburrimiento que bien podría patentar si le apeteciera. Los chavales son tan obvios que está a punto de echarse a reír. Kudō, aparte de muchas otras cosas, tiene el don de la oportunidad. Está ansioso por ver cómo se desarrollan los acontecimientos, aunque antes deben centrarse en el resultado de las nacionales.
Esos chavales se merecen una recompensa. Han trabajo duro y han pasado por mucho antes de llegar hasta allí. La victoria es difícil, pero no imposible. Se concentra en el veredicto de los jueces, consciente de que los asuntos amorosos se resolverán muy pronto. Kurata y Kurusu. Kudō y Hōdzuki.
Mira de reojo a Akira. Cabe la posibilidad de que sus alumnos sean un ejemplo a seguir en más de un sentido. Sólo necesita armarse de valor y hacer lo que los adolescentes han hecho antes que él.
Ya veremos, ya.
Y el ganador es…
