Buenas tardes :)
Es grato saber que están leyendo la historia (me sorprenden las estadísticas), eso me hace feliz. Y bueno, quizás no todos los que la siguen me dejan su comentario, pero al menos las opiniones que me llegan, me ayudan mucho. Gracias por eso.
A continuación les dejo el 5to capítulo, dado que terminé la revisión antes. Como han leído anteriormente, me gusta manejar recuerdos para ir explicando parte de la trama, así que hoy leerán los de Albafica y Agasha, de ésta manera iré construyendo su relación.
De antemano agradezco el tiempo que le dedican al fanfic y los reviews que gusten regalarme ;D
Sobre sus comentarios:
Lucy-Lu: Bienvenida al fanfic. Tienes razón, hay poco material de esta parejita, espero que la historia te guste. Sobre la opción de emparejar a Shion con Agasha, no lo había pensado... y creo que me has dado una idea interesante ;D. Por lo regular actualizo cada 2 semanas, depende de sus comentarios :D. Gracias por leer.
Leyla: Gracias por tu opinión y es cierto, Tánatos engañó a Luco, sólo que yo me extendí un poco más para explicarlo por parte de Deméter. Y si, yo también tuve mi momento de sensibilidad al ver la reacción de Albafica ante una posible cura.
Yista: Me alegran tus comentarios ;) y que bueno que te gusta tanto el fanfic, eso es un gran aliciente para los escritores ;D. En éste capítulo verás unos recuerdos que ayudan a entender la relación de Agasha y Albafica, para que te emociones más ;)
antares ascorpii: Bienvenido lector, muchas gracias por tus bonitas palabras :D. No sabes lo feliz que me hace leer comentarios así, es un gusto enorme saber que provoco emoción con la historia. No me considero experta en el manejo de personalidades, me falta mucho, pero ojala sea de tu agrado como plasmo a los personajes ;D. Aún falta para el reencuentro de ambos, pero ya lo estoy preparando. Gracias por leer.
Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por gusto y diversión.
Capítulo 5: El Recuerdo
Rodorio.
Agasha caminaba pensativa, mientras su padre jalaba el pequeño carromato que usaban para llevar las canastas. No podía sacarse de la cabeza la visita de la diosa y lo que le había dicho.
–En verdad no sé qué pensar– meditó la situación. –Si todo es cierto y el señor Albafica regresa… ¿Qué es lo que voy a hacer?, ¿Qué le diré?, ¿Cómo lo trataré? –
Soltó un suspiro.
–Hija, concéntrate y deja de divagar– llamó el señor Estelios.
Ya habían llegado al mercado y debían colocar las flores para su exhibición, mientras esperaban al cliente que recogería el pedido de tulipanes amarillos.
–Si papá, ya voy– respondió la florista, mientras comenzaba a bajar las canastas.
…
El tiempo pasó con rapidez, el cliente llegó por sus tulipanes y pagó generosamente. El resto de flores que llevaban también fueron vendidas muy pronto, así que terminaron antes de la hora de la comida.
–Bien, será mejor regresar, ya tengo hambre– dijo el hombre mayor.
–Adelántate a la casa papá, tengo que ir por la ropa que le encargué arreglar a la señora Calíope. –
Estelios asintió, alejándose con la carreta. Entonces Agasha se encaminó hacia la casa de la costurera y mientras llegaba, su mente seguía remembrando lo que había sucedido anoche. A pesar de lo real que era toda la situación, la sensación de no poder creerlo permanecía latente.
–Ver de nuevo al señor Albafica… no… ya no podría llamarlo así, ya no soy una niña y probablemente él ya no sea un santo de Athena, después de todo, estamos en tiempo de paz– recapacitó, teniendo en cuenta que ya habían pasado seis años. –Entonces… ¿Me pregunto cómo tomará él esta situación? –
Volvió a suspirar largamente y siguió andando. De repente, una sonrisa se le escapó de los labios al evocar el momento en que vio por primera vez al guardián de Piscis.
*:*:*:*:*
La jovencita caminaba despistadamente por las calles empedradas del pueblo.
Ella y su padre tenían un mes de haber llegado a vivir a Rodorio y aún no se familiarizaba con las rutas y la ubicación de los comercios. Estaba buscando la casa del panadero para comprar unas cuantas piezas de trigo. Lamentablemente, no era muy buena buscando direcciones porque ya llevaba diez minutos dando vueltas por las mismas calles.
Entonces escuchó algo de alboroto al doblar en una esquina. Pudo distinguir a varias personas murmurando y saludando a distancia a un grupo de hombres que caminaban por la calle principal. Eran tres personajes que portaban brillantes armaduras doradas. Agasha se acercó un poco más para escuchar.
–Son los santos de Athena– murmuró alguien.
–Creo que están en su descanso y por eso vinieron al pueblo– contestó una mujer. –Vaya que son imponentes. –
– ¿Los santos de Athena? – se preguntó a sí misma la jovencita. –Seguramente son los guardianes de ese lugar llamado el Santuario. –
Tanto ella como su padre, se habían integrado rápidamente a la población, por lo que era común que otros los pusieran al corriente de las costumbres y el estilo de vida en Rodorio. Eso incluía enterarse de que la villa se ubicaba muy cerca del Santuario, el sitio donde la diosa de la guerra y la sabiduría, tenía su hogar. Y por obvias razones, también debían conocer a quiénes eran los santos dorados, los de plata y los de bronce, todos guardianes de la deidad.
–Sus armaduras parecen de oro, que bellas son– pensó con una sonrisa.
Los tres guerreros del zodiaco caminaban tranquilamente, indiferentes al alboroto que provocaban a su paso. Su porte y elegancia eran innegables, así que definitivamente, siempre llamarían la atención.
–Ya te lo dije Shion, el viejo no lo sabrá si nadie le dice, no seas miedoso– dijo uno de ellos con aire burlón.
–He dicho que no Manigoldo, si alguien nos ve entrando a la taberna entre semana, le dirán al patriarca– contestó el de Aries.
–Que aburrido eres– rodó los ojos el guardián de Cáncer, entonces miró a su derecha. – ¿Y tú qué opinas, pelos azules?, o también me vas a decir lo mismo que el borrego. –
En ese momento, Agasha prestó atención al guerrero de largo cabello azul, que a diferencia de los otros dos, su atractivo físico sobresalía por mucho. El trío se detuvo y la joven pudo tener una mejor perspectiva del hombre, porque justo en ese momento, se giraba para responder a la pregunta de su compañero.
–Creo que podríamos entrar, comprar y salir rápidamente– contestó con algo de indiferencia.
– ¡Albafica, tú también! – rumió Shion, cruzándose de brazos.
–Perdiste borrego, son dos contra uno, así que, si no quieres entrar a la taberna, nos esperas afuera– sonrió Manigoldo, comenzando a caminar de nuevo.
Albafica miró al santo de Aries con una sutil sonrisa y luego se alzó de hombros sin decir nada más. Al parecer, le agradaba la idea de comprar algo de vino a escondidas del patriarca. Antes de seguir a Cáncer, sus ojos azules hicieron un breve recorrido de la bolita de gente que los veía con curiosidad.
Agasha claramente pudo sentir su mirada por un breve instante. Después vio que los tres guerreros se encaminaban hacia otra calle y desaparecían al dar la vuelta en una esquina.
–Ese hombre es muy apuesto– dijo en voz baja.
–Así es– suspiró una mujer a su lado. –Es tan hermoso, lástima que no permite que nadie se le acerque. –
La joven florista se sorprendió por lo dicho y se le hizo un poco extraño, pero no pudo preguntar nada porque todos los curiosos ya se dispersaban, volviendo a sus actividades. Se alzó de hombros y decidió seguir buscando la casa del panadero, la cual pudo distinguir algunos metros más adelante.
*:*:*:*:*
Agasha continuó sonriendo.
No quería admitirlo, pero debía reconocer que ese primer vistazo de Albafica la había dejado sorprendida. Es decir, pocos hombres tenían esa combinación de rasgos finos y al mismo tiempo, sutilmente masculinos. Además de que era imposible ignorar ese largo y llamativo cabello aguamarina.
–Quizás sólo fue mi imaginación, pero podría asegurar que él me vio esa primera vez. –
Dio la vuelta en una esquina, ya estaba cerca de la casa de la costurera, cuando de pronto, alguien le habló desde el otro lado de la calle.
–Hola Agasha, por fin te encuentro– dijo la voz de un hombre.
La joven volteó y saludó tranquilamente con un gesto de mano, pero sin detenerse.
–Hola Zarek, mi papá me dijo que fuiste a buscarme ayer. –
El muchacho se apresuró a alcanzarla para luego caminar a su lado. Se le notaba una sonrisa coqueta en el rostro cuando reveló el motivo de su presencia.
–Así es, quiero invitarte a la próxima celebración del pueblo. –
Agasha le sonrió levemente y luego negó despacio con la cabeza.
–No puedo aceptar tu invitación Zarek, ese día voy a estar fuera, ya que mi padre y yo vamos a ir al puerto para surtirnos de nuevas semillas con los comerciantes. –
Él resopló y se cruzó de brazos.
–Pero Agasha, puedes ir después, los barcos se quedarán atracados toda la semana, seguramente los comerciantes también vendrán a la fiesta anual– entonces desvió levemente la mirada, haciendo un gesto de resignación. –Pero bueno, tu nueva negativa me hace pensar que nunca vas a dejar de extrañar a tu difunto marido ¿Verdad? –
La joven parpadeó extrañada por dicha pregunta. Era evidente la molestia en el muchacho por el sutil rechazo que ella le daba. Y es que no era la primera vez, la florista ya se había negado a otras dos invitaciones, pero Zarek parecía ser muy paciente.
–Todavía estoy de luto y debes respetar eso– respondió Agasha, usando el tema del esposo fallecido como una evasiva.
El muchacho rodó los ojos y resopló de nuevo. Era cierto eso de que las viudas guardaban un año de duelo por sus maridos muertos, pero la florista realmente nunca mostró demasiado dolor por el deceso de Alexander.
–Está bien, lo entiendo– se despidió con un gesto de mano. –Pero no creas que me rendiré– le guiñó un ojo antes de alejarse.
Ella suspiró con aburrimiento, no quería ser grosera con él, ya que no le caía mal. Simplemente lo veía como un amigo y no estaba interesada en nada más. A pesar de que el chico era alto, fornido, con rasgos muy masculinos y tenía su misma edad, Zarek no era su tipo.
Su oficio también era la herrería, incluso trabajó con el difunto Alexander en su taller. Agasha era consciente de que él había comenzado a desarrollar cierto aprecio hacia su persona, incluso antes de que muriera su marido. Sin embargo, Zarek nunca le dijo nada hasta recientes fechas, cuando empezó a insinuar su interés por ella. Así que no le quedó más remedio que rechazarlo.
Negó con la cabeza despacio, quizás no estaba razonando bien las cosas. El herrero era la única opción que tenía ahora que era viuda. Dado que en el pueblo la tachaban de "no poder engendrar hijos", sus posibilidades de volver a encontrar marido eran casi nulas. Siendo mujer, esto era preocupante para ella, ya que tratar de sobrevivir sin el apoyo de un compañero era complicado en estos tiempos.
Pero, si la diosa Deméter no mentía respecto al caballero Albafica, su vida daría un tremendo giro y Zarek quedaría definitivamente fuera de discusión.
…
El crepúsculo ya cubría al pueblo, anunciando el final del día.
Agasha terminó de regar la huerta de comestibles y el jardín de flores, dejando al último el imponente rosal. Se aproximó con el balde llenó de agua y un tazón pequeño, con el cual empezó a humedecer la tierra. Mientras lo hacía, no pudo evitar acariciar con el dorso de la mano los pétalos de las flores.
Su intenso color carmesí era hipnótico y parecían desprender un curioso brillo. Su deliciosa fragancia era encantadora y la florista disfrutaba mucho al dejarse llevar por ella. Las rosas le recordaban al guardián de Piscis y su imponente habilidad para manipularlas. De nuevo sonrió levemente y suspiró por décima vez.
–Ustedes son hermosas– susurró hacia las flores. –Sigan creciendo por favor– entonces comenzó a tararear, siguiendo con su actividad.
Desde una ventana, el señor Estelios observaba a su hija con un gesto curioso.
–Me pregunto si lo que dijo es verdad– pensó para sí mismo. –Esa rosa ha sido su más preciado tesoro desde que el santo Albafica se la regaló. Tengo que reconocerlo, no es una flor normal y probablemente los rezos a la diosa Deméter han sido lo que también la ha mantenido con vida todos estos años– sonrió ligeramente. –Quién lo diría, Agasha ha visto a la madre de las cosechas. Bueno, tendré que intentar creerle– entonces llamó a la joven. –Hija, la cena ya está lista. –
La muchacha volteó y asintió.
–Si papá, ya voy. –
Terminó de humedecer toda la zona del rosal y luego entró a casa.
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Isla de los curanderos.
La noche se acercaba y la hora de cenar también. El olor de un caldo de pollo se podía percibir por toda la cocina y el joven Pefko no podía estar más encantado. Pocas veces tenía la oportunidad de comer carne de ave y en muy raras ocasiones cenaba acompañado. Más temprano, los santos de oro habían ido al almacén del pueblo para comprar algunas cosas que le llevaron como gesto de amabilidad.
Después de que Albafica superó el momento de consternación que sintió cuando Pefko habló de un antídoto para su sangre envenenada, le pidió a Shion que lo acompañara. Necesitaba despejarse un poco, ya que aún no estaba listo para afrontar la conversación que tendría con el muchachito.
Regresaron cargados de enseres básicos y una despensa para que el joven curandero no se preocupara por al menos un par de semanas. Entre esas cosas había leguminosas, pastas, mermeladas, pan de trigo, carne seca y un delicioso pollo.
Pefko no se esperaba algo así, pero su sonrisa emocionada al verlos llegar con todo, fue algo que Albafica disfrutó mucho. Y en éste momento, el santo dorado estaba demostrando sus dotes para la cocina. Tantos años viviendo con su maestro Lugonis y luego en solitario, habían hecho de él un hombre bastante independiente. Y eso incluía cocinar para sí mismo.
Shion, por otro lado, se había ofrecido a ayudar al chiquillo con las reparaciones de la casa y el invernadero. Así pasó el resto de la tarde y después de concluir con dichas actividades ambos se encaminaron a la cocina.
– ¡Huele delicioso! – dijo el adolescente, lavándose las manos en una tina con agua. –No sabía que usted también cocinaba, señor Albafica. –
El aludido lo miró de reojo y con media sonrisa le contestó.
–Me imagino que no soy el único, tú también sabes, ¿Verdad? –
–Así es, mi maestro Luco me enseñó desde pequeño, porque no siempre podía estar en la casa, ya que salía a otros lados para visitar a los enfermos, entonces yo debía encargarme de la comida y la verdad es que me queda muy bien– presumió inocentemente.
El patriarca se acercó a la estufa de hierro para olisquear el estofado y luego hizo un comentario gracioso.
–Bueno, yo soy el único inútil aquí porque necesito de las doncellas, no sé preparar absolutamente nada. –
– ¿Es en serio, Shion? – interrogó Albafica, alzando una ceja.
El de Aries asintió y se cruzó de brazos.
–Oh vamos, ahora te vas a burlar, ya lo puedo ver– se alzó de hombros. –Pero en mi defensa diré que la mayoría de los santos de Athena no saben cocinar para nada. –
Pefko se acercó a la mesa para colocar tres tazones y cubiertos, luego sirvió té verde en unas tazas. Tomó asiento y con voz baja agradeció.
–En verdad les doy las gracias por esto, es muy amable de su parte– por un momento su voz flaqueó.
De pronto sintió una mano sobre su hombro. Era Albafica, sonriéndole, mientras colocaba la olla de comida al centro de la mesa, lista para ser servida.
–Es hora de cenar y no hay nada que agradecer. –
Todos se sentaron a comer. Pefko empezó a contarles sus anécdotas de curandero de los últimos años. Aries y Piscis escucharon atentamente, contagiándose de la felicidad que rebosaba el adolescente por ese agradable momento.
…
Más tarde.
Albafica y Shion se instalaron en la habitación extra que Pefko tenía para cuando lo visitaban o algún paciente debía permanecer bajo su vigilancia. Era necesario quedarse, ya que al día siguiente, comenzarían con las pruebas del antídoto.
Desde la puerta, el adolescente se asomó.
–Señor Albafica… – su rostro tenía una expresión seria. –Antes que nada… debo decirle algo muy importante… – pasó saliva con nervios y sus manos se entrelazaron en un gesto inquieto.
El santo de Piscis lo miró atentamente.
–Dime Pefko, ¿Qué sucede? –
–Como sabe, yo he basado mi investigación en las muestras de sangre que quedó impregnada en los pedazos de su capa– explicó despacio. –Los últimos años he cortado cuidadosamente cada fragmento en partes más pequeñas para las pruebas realizadas con la calavera verde, pero… – se quedó en silencio.
El doceavo caballero se aproximó, agachándose frente a él.
–No tengas miedo de decirme todas tus dudas, yo sé a qué debo enfrentarme– dijo Albafica con voz serena, infundiéndole confianza al chico. –Pase lo que pase, estoy preparado, sea cual sea el resultado. –
Pefko asintió, pero continuaba preocupado.
–Lo que pasa es que… – hizo una pausa y tomó aire. –El antídoto que he creado, ha funcionado con esas muestras de sangre vieja, sin embargo… desconozco cuál será el resultado cuando utilice sangre viva– exhaló con cierto desánimo, dirigiendo sus ojos avellana a los de Albafica para sincerarse. –No es lo mismo trabajar directamente con un veneno a usar muestras degradadas de éste… podría haber efectos secundarios… –
El hombre de cabello azul se mantuvo tranquilo, entendía perfectamente a qué se refería el adolescente con su advertencia.
–No te preocupes por eso ahora– se incorporó y le colocó la mano sobre el cabello, alborotándolo suavemente. –Ya te lo dije, estoy preparado, así que no debes tener miedo, recuerda que también cuentas con la bendición de la madre de las cosechas, ella te facilitó la flor correcta, así que… continuemos con esto. –
El chico sonrió y asintió un poco más animado.
–Que pasen buena noche, señor Albafica, patriarca Shion– se despidió.
Una vez la puerta se cerró, Piscis tomó asiento en una de las camas y exhaló con cierto cansancio. El miedo no sólo inquietaba al chiquillo, sino a él también. Comprendía perfectamente que la ciencia tenía mucho camino por recorrer y que sanar un veneno como el de las rosas demoníacas, no sería tan fácil.
Shion se sentó en la otra cama y lo miró comprensivo.
– ¿Tienes miedo de que no funcione? – preguntó.
–Claro que tengo miedo– se quitó las botas y se recostó con un brazo bajo la nuca. –No sé qué pensar de todo esto, la diosa Deméter parece muy segura de su plan, pero incluso las deidades se equivocan a veces. –
Aries también se acomodó en su cama para dormir.
–Bueno, yo sólo puedo decirte que confío en lo que me dijo Athena y creo que deberías darle más crédito a la diosa Deméter, su poder es impresionante, por eso estás aquí ahora. –
Albafica se frotó el puente de la nariz, suspirando resignado.
–Sí, lo sé, no debo quejarme, pero me preocupa el no poder saldar mi deuda con ella… –
Shion se rio levemente, llamando la atención de su compañero. No entraría en discusión acerca de un tema tan especial como ese, que incluso entre hombres, debía manejarse con cierto cuidado. Así que trataría de distraerlo con otra cosa.
–Primero, preocupémonos por curar tu sangre envenenada, luego nos encargamos del otro tema– hizo una pausa, pensando hacia dónde dirigir la conversación, cuando de pronto, sintió la mirada insistente de Albafica sobre él. – ¿Qué, porque me miras así? –
Piscis lo miraba con cierta preocupación, al parecer estaba nervioso de preguntar.
–Tú dijiste que después debemos regresar a Rodorio para… visitar a Agasha– se quedó en silencio por un momento. –Ella… ¿Cómo está ella? – preguntó, al mismo tiempo que desviaba los ojos hacia otro lado.
El lemuriano entendió perfectamente toda la intención que guardaba su pregunta.
Hace seis años, él fue de las pocas personas que se percataron de la curiosa "relación" que se dio entre Albafica y Agasha. Sabía perfectamente que la joven florista había desarrollado mucho aprecio y admiración por Piscis. Y también era consciente de que su compañero miraba a la muchachita de cabello castaño con algo más que la simple indiferencia.
Shion estaba bastante seguro de que Albafica anhelaba vivir una vida normal, poder acercarse a otros, convivir con ellos sin el temor de lastimarlos y seguramente también deseaba conocer lo que era el contacto humano e íntimo con una pareja.
Y él lo ayudaría en ésta misión. Por eso Athena pidió su apoyo y no le fallaría.
–Ella está bien, es una mujer muy alegre y segura de sí misma– comenzó a explicar. –Después de tu muerte y de la guerra santa, Agasha y su padre se quedaron en Rodorio, ayudando a todos y al Santuario. Se convirtió en un gran apoyo para los huérfanos junto con Serinsa, además de que también cultiva plantas medicinales y ornamentales, las cuales vende en el mercado. Igualmente, sigue llevando bonitos arreglos florales al edificio patriarcal, pero creo que eso ya lo sabías– sonrió.
Albafica prestaba completa atención, pero no miraba directamente a Shion, porque sabía que en su rostro se dibujaba un muy obvio interés por la chica de ojos verdes.
–Ella se casó hace unos años… – entonces hizo una pausa súbita, cayendo en cuenta de que no debía haber dicho eso, ya que claramente notó el desconcierto en la cara de su compañero.
– ¿Está… casada? – la voz de Piscis se escuchó dolida.
– ¡No, no, no, espera! – dijo rápidamente Shion, sentándose en la cama y agitando las manos en negación. –Perdón, no debí decirlo de esa manera, escúchame antes de que te hagas ideas extrañas… Agasha es viuda– aclaró de inmediato.
Ahora también Albafica se sentó en la cama para mirar al patriarca todavía más confundido.
–Sí, ella se casó con un herrero del pueblo, pero él murió hace un año aproximadamente, estaba enfermo del corazón– continuó el lemuriano. –Desde entonces, se ha dedicado a sus flores todo el tiempo. –
El santo de la doceava constelación zodiacal permaneció en silencio, casi había aguantado involuntariamente la respiración cuando escuchó a Shion decir que Agasha se había casado. Pero ahora, enterarse de que era viuda y que tal vez se reencontrarían… definitivamente su vida estaba dando unos giros muy inesperados.
– ¿Crees que ella… esté enterada de todo esto? – preguntó.
–Definitivamente sí– confirmó Aries. –No creo que las diosas dejaran nada al azar, recuerda que a Pefko y a mí, nos visitaron un año después de la guerra, así que probablemente Agasha también está al tanto de la situación. –
El hombre de cabello azul exhaló despacio, estaba preocupado por la reacción de la joven. No sabía si ella lo habría tomado bien, tal vez estaba asustada o incluso podría estar en contra de los planes de las deidades. Cualquier cosa era posible, pero no tenía caso especular en éste momento. Dio un largo bostezo y se recostó de nuevo, lo mejor era dormir por ahora y no estresarse más de lo debido.
–Mañana te espera un gran día Albafica, así que trata de descansar– finalizó Shion, disponiéndose a dormir también.
Piscis intentó seguir el consejo de su amigo, pero realmente era difícil hacer a un lado toda la incertidumbre que llevaba por dentro. Entonces su mente comenzó a evocar repentinamente un bonito recuerdo: La primera vez que vio a Agasha con más detenimiento.
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Albafica tenía el día libre y por lo tanto podía olvidarse por un rato de sus responsabilidades como guardián de la casa de Piscis. Todos los santos disfrutaban de estos recesos en diferentes fechas y hoy les tocaba a los últimos tres de la lista zodiacal. Así que decidió que daría un paseo por Rodorio. Se vistió de civil con todo y capucha para no llamar la atención y luego se encaminó al pueblo.
…
Paseaba tranquilamente bajo el cobijo de su manto, observando a los aldeanos ir y venir en sus cotidianas actividades. Podía olfatear el olor del pan horneándose, escuchar el trabajo metalúrgico de los herreros y ver a los pastores arreando sus cabras rumbo al monte. Era entretenido para él, porque a pesar de no hablar con nadie, no se sentía en total soledad como estando en su templo.
Caminó por un rato más hasta que dio vuelta en un arco de piedra y no muy lejos, distinguió una fuente pública donde las personas iban para abastecerse de agua. A primera vista no había nadie alrededor, así que Albafica se aproximó. Pero conforme se acercaba, pudo escuchar el tarareo de una linda voz.
Se detuvo detrás de la pared de piedra, que también era parte de la estructura de la fuente y con cuidado se asomó discretamente. Había una jovencita de cabello café con un vestido color lavanda, que se entretenía cantándole a sus bellas flores.
Sin querer, el santo de oro sonrió.
La adolescente permanecía junto a un pequeño carromato, donde tenía varias macetas sembradas con múltiples flores. Había tulipanes, jazmines, lirios, claveles, margaritas y rosas, todas ellas en crecimiento. Comenzó a regarlas con el agua de la fuente y mientras lo hacía, les habló con ternura.
–Que bonitas están el día de hoy, aquí tienen agua para que se refresquen– dijo alegremente. –Recuerden que deben crecer mucho para que sus flores sean hermosas– acarició el pétalo de un lirio azul. –Pero que bella pigmentación tienes– luego se acercó a una rosa roja. –Tu aroma es delicioso– acomodó unos tulipanes. –Tus corolas son muy brillantes– entonces, retomó su canción.
Albafica escuchó su voz, la cual le pareció muy bella y no pudo evitar sentir una sensación agradable al ver el cordial trato que le daba a las flores. Pocas personas tenían esa sensibilidad para entender y cuidar a las plantas. Entonces cayó en la cuenta de que ya había visto a esa joven semanas atrás, estaba entre la multitud de personas que los vieron a él, a Manigoldo y a Shion paseándose por la villa.
Se entretuvo mirándola atender a todas las flores y cuando terminó de irrigarlas, ella se acercó de nuevo a la fuente para refrescarse la cara. En ese momento, Piscis pudo tener una mejor perspectiva de su rostro. La jovencita tenía facciones suaves y delicadas, su cabello café brillaba con el sol y por un breve instante, logró distinguir el verde de sus ojos, cuando los abrió después de retirar la humedad.
El doceavo santo se mantuvo en su sitio, sin hacer ruido o moverse. La chica era linda y su atención para con las flores le había encantado. Entonces la miró llenar un balde con más agua y luego subirlo a la pequeña carreta, para después comenzar a remolcarla, alejándose tranquilamente por la calle, tarareando una vez más.
Sin proponérselo, el resto del día mantuvo una sutil sonrisa, gracias a esa escena.
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Albafica sintió calidez en su corazón al recordar. Debía reconocer que, desde ese día, una emoción extraña comenzó a germinar dentro de él. La florista no había hecho absolutamente nada, ni siquiera notó su presencia detrás de la fuente, pero con el simple hecho de verla y oírla, había sido suficiente para cautivarlo.
Piscis bostezó una vez más y poco a poco se fue quedando dormido.
Continuará...
Déjenme saber su opinión por favor ;3
Hasta pronto.
