Hola a todos :3

Por fin les traigo otro capítulo y esta vez no demoré tanto jaja XDXD Bueno, mi otro fanfic ha concluido, así que me enfocaré en éste, pero no puedo prometer no distraerme con otras cosas :P

Aquí veremos otra referencia al anime/manga, la escena donde la florista recuerda cuando Piscis le dio la rosa y susurra algo que nadie supo que fue. Yo me tomo la licencia creativa para imaginar que se trató de una promesa :D:D y es que eso queda muy bien con lo que vamos leyendo en la trama. Espero les guste :3

Sean bienvenidos y de antemano agradezco su tiempo de lectura y los reviews que gusten regalarme ;3


Sobre sus comentarios:

Natalita07: Me alegra saber que te encanta esta linda pareja :D:D Albafica estará bien y claro, debe pagar su deuda con Deméter XDXD Agasha está sorprendida, pero también asimilará esto rápidamente y aquí leerás que ella comienza a hacerlo, aunque sea sutilmente :P :D Pefko y Shion, no se puede pedir mejor amistad XDXD Espero sea de tu agrado éste capítulo y gracias por tus lindos comentarios :3

Melka1: Espero que seas feliz nuevamente con éste capítulo ;) :D Gracias por comentar, aunque sean unas cuantas palabras, me alegra leerlas :D

Roses Girl: Encantada de leerte :D:D y sí, ya se acerca la plática entre ambos, pero aquí dejo un adelanto de sus primeras interacciones :):) espero te guste y ojala haga más llevaderas tus labores :D:D Gracias por comentar :D

Leyla: Comprendo la emoción por verlos platicar, pero hay que tener paciencia, ya pronto lo leerán :D:D Y sí, tal vez ponga una escena donde Albafica deba enfrentar a su suegro XDXD Respecto a Agasha, verás que ella comienza a tomar las riendas de esto, no te preocupes. Gracias por tus reviews y lealtad querida lectora.


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por gusto y diversión.


Capítulo 14: La Promesa

Santuario, zona de enfermería.

Albafica permanecía dormido en una cama, vestido únicamente con una toga sencilla para facilitar su cuidado y revisión. Estaba cubierto por una manta ligera, dado que sentía escalofríos a pesar de la ligera fiebre que aún persistía en su cuerpo. Las enfermeras habían recibido órdenes muy específicas por parte de la encargada principal, la cual ya había sido puesta al tanto de que el joven sanador Pefko, estaría a cargo del control de medicamentos que el hombre de cabello azul recibiría.

El doceavo santo se removía inquieto, quizás sufriendo algún tipo de sueño inquietante, dado los gestos que hacía. Entonces, una de las cuidadoras se acercó, llevando entre sus manos una bandeja con agua y unos paños. Retiró la compresa que tenía en la frente y remojo la nueva, para después colocarla. La humedad relajó al hombre brevemente. Con otro pedazo de tela, se encargó de limpiar el sudor de su rostro y cuello.

–Agasha… – murmuró suavemente, haciendo que la enfermera se acercara un poco para confirmar lo que oyó. –Agasha… –

La mujer terminó su actividad y se retiró para reportar con su jefa lo sucedido.

Edificio patriarcal, comedor.

Shion, Pefko y Agasha terminaban de comer en ese momento. Su plática había sido amena en temas se índole cotidiana, en lo que esperaban el despertar de Albafica.

–Entonces tú te especializas en plantas endémicas ¿Verdad? – preguntó ella.

–Así es, son especies que sólo existen en la isla de los curanderos, es más, estoy escribiendo un compendio sobre ellas, para futuras referencias– explicó el sanador.

–Me parece muy bien, siempre es una ventaja tener documentada esa información– sonrió ella. –Mi padre y yo, solamente cultivamos plantas comunes para malestares cotidianos, cómo el dolor de estómago, garganta, gripe y otras cosas, ya que estamos más enfocados a la flora ornamental. –

–Pude ver algunas de las flores que vendes, son muy bonitas– dijo el chiquillo, mordisqueando una manzana.

Shion se entretenía viéndolos conversar, interviniendo cada poco, si le preguntaban algo. Se sentía contento de ver cómo ambos parecían haber simpatizado, después de todo, quedarían "emparentados" una vez que la relación de Piscis y la florista se concretara. Y es que era necesario, Albafica se merecía una familia, necesitaba conocer y sentir el contacto con los demás. Así que, porque no tener un hermanito, una esposa, un amigo y un suegro. Sonrió para sus adentros, esto era el comienzo de una nueva historia para el linaje del pez dorado.

De repente, se escucharon pasos, atrayendo la atención de todos. Se trataba de una enfermera que saludó en general con una inclinación.

–Su ilustrísima, le traigo un aviso de la enfermería, el paciente está llamando a alguien con insistencia– explicó la mujer. –No ha vuelto a la vigilia todavía, pero se nota bastante inquieto, el nombre que repite es: Agasha. –

La florista se levantó inmediatamente de su silla, sintiendo una opresión en el pecho.

–Soy yo, él me está llamando, tengo que ir a verlo. –

Aries pudo notar la inquietud de la joven, así que lo mejor sería visitar a su amigo. Asintió con el rostro y luego miró a Pefko.

– ¿Habrá algún inconveniente si ella va? –

Pefko negó con rapidez, mientras buscaba en su morral y luego extraía su cuaderno de trabajo.

–No lo creo, solamente debemos ocuparnos de darle de comer, ya es tiempo de que tome el antídoto de nuevo– señaló su tabla de datos. –En caso de que no pueda consumir nada, tendremos que esperar hasta la cena, pero no podemos omitir la dosis. –

–Vayamos entonces– indicó Shion.

Todos iban saliendo del edificio patriarcal, cuando escucharon el sonido metálico de una armadura. Dirigieron su mirada hacia las escaleras y vieron que Teneo venía subiendo desde la casa de Piscis.

–Buenas tardes su excelencia, Pefko– saludó el muchacho con una media sonrisa. – ¡Hola Agasha, que gusto verte por aquí! –

Shion y el curandero también saludaron con un ademán, mientras que la florista le regresaba la contestación. Ella tenía una buena amistad con el caballero de Tauro y Serinsa desde hace seis años, dado que se conocieron cuando todos ayudaban en la reconstrucción de Rodorio y en el cuidado de los huérfanos después de la guerra santa.

–Hola Teneo, ¿Cómo has estado? –

–Muy bien, gracias por preguntar– terminó de subir las escaleras y se acercó a ellos. –Serinsa te manda saludos y espera que la visites pronto en Elliniko. –

–Claro que sí, más adelante iré a verla– confirmó ella.

Teneo asintió y luego se dirigió a Shion.

–Gran patriarca, le traigo el reporte general y también debo comentarle un par de cosas más. –

–Adelántense, yo voy después– pidió el lemuriano, mientras se encaminaba con Tauro al interior del edificio nuevamente.

La florista y el adolescente se fueron rumbo a la enfermería.

Albafica aún se removía inquieto.

Tan pronto llegaron, Agasha solicitó permiso para ser ella quién cambiara las compresas y limpiara el sudor de su rostro. Lo hacía con delicadeza, sentada a un lado de la cama, mientras notaba cómo el corazón le latía nerviosamente. Por su lado, Pefko tomaba el pulso, la temperatura y miraba a detalle las pupilas dilatadas del santo dormido, anotando todo en su cuaderno.

–Creo que no podemos darle de comer todavía– dijo el chiquillo, revisando la botella del antídoto que permanecía en una mesa cercana.

–Por lo que veo, los efectos del contraveneno son muy fuertes, ¿Es necesario que lo tome en éste momento? – preguntó Agasha.

–Sí, tiene que hacerlo– suspiró despacio Pefko. –La diosa Deméter fue muy clara, debe tomarlo lo más pronto posible, pero desconozco que tan rápido limpiará su sangre. –

–Comprendo… –

La florista acomodó el largo cabello azul a un lado, despejando el cuello y la nuca de Albafica, para que no se generara tanto calor. Luego remojó un nuevo paño en agua y procedió a limpiar sus mejillas y mentón. Se quedó embelesada por algunos segundos, distrayéndose con los finos rasgos del hombre. Sonrió para sus adentros, jamás se imaginó que en algún momento tendría la oportunidad de estar tan cerca de él y menos de poder… tocarlo con sus propias manos.

Un repentino sonrojo la traicionó.

El caballero de Piscis siempre le había parecido un hombre muy atractivo. Las líneas de su rostro, los ojos azules, sus largas pestañas, el tono de su piel e incluso ese simpático lunar en el lugar correcto, todo en conjunto, le daban un aspecto en verdad seductor. Y ella no podía negarlo, porque ya no era la chiquilla de quince años que bien podría haber tenido pensamientos soñadores con él. Ahora ella lo miraba cómo una mujer vería a un hombre en plenitud de fuerza y juventud. Y eso comenzaba a darle ideas… muy diferentes.

Pefko seguía entretenido en sus notas.

El adolescente registró una que otra cosa y luego se quedó mirando la escena. Se le hacía grato ver cómo la bella florista atendía con dedicación a Albafica. Y es que tenía una vaga idea de lo que el hombre pudo haber sufrido en su juventud. El contacto humano es muy importante en muchos aspectos de la vida y aunque el doceavo santo tuvo a Lugonis desde su infancia, cuando éste murió, el vacío que le dejó debió ser enorme.

Dicha situación no se podía comparar con la de otras personas. Por ejemplo, el joven sanador se quedó solo a los ocho años de edad, sin embargo, las personas del pueblo lo acogieron y él podía convivir con todos sin el temor a dañarlos. Cosa que no sucedió con Albafica, ya que desde niño empezó a estar aislado de los demás y al quedar huérfano, eso empeoró.

Realmente Pefko no podía imaginar el dolor que vivió su "hermano mayor", pero guardaba la esperanza de que por fin se le retribuyera todo ese sufrimiento con esta nueva oportunidad y con el cariño de la mujer de ojos verdes. Sonrió para sí mismo, quizás aún era muy joven para opinar sobre esos temas, pero tenía el presentimiento de que Agasha era la felicidad que Piscis necesitaba.

–Oye Agasha– se sentó al otro lado de la cama. – ¿Puedo preguntarte algo? –

Ella alzó la mirada, mientras dejaba una nueva compresa húmeda sobre la frente de Albafica.

–Claro que sí. –

– ¿Tú sabes de qué se trata el ritual de fertilidad de la madre de las cosechas? – preguntó con genuina curiosidad.

El chiquillo sabía que la florista y el santo de Athena debían unirse antes de la próxima luna llena porque la deidad así lo requería para su ritual, pero desconocía de qué se trataba todo eso, no había tenido tiempo de investigarlo. Por lo que creyó conveniente preguntarle a la futura esposa, después de todo, algo debía saber al respecto ¿O no?

Los ojos verdes de ella se abrieron en grande y por un instante se quedó en blanco. No estaba segura de cómo tomar la pregunta que le hacía el adolescente. Dirigió la mirada hacia el hombre de cabello azul y un nuevo rubor coloreó sus mejillas. El ritual de la diosa implicaba ciertas cosas que no podía decirle al chiquillo, ya que no estaba segura cuál era su nivel de comprensión respecto a esos temas de adultos.

De pronto, recordó parte de las palabras de la deidad: "Mi querida Agasha, necesito que entiendas esto: Volverás a encontrarte con Albafica, es importante que lo comprendas y lo aceptes porque… ambos van a encargarse del linaje de Piscis y de sus correspondientes rosas…"

Las rosas demoníacas reales.

Dichos ejemplares se perdieron cuando el doceavo caballero murió en batalla hace seis años, o casi… porque ella conservó el ejemplar que Piscis le regaló. Parte del ritual mencionado por la diosa Deméter, consiste también en la recuperación de las mortales flores rojas, he ahí el hecho de mencionar fertilidad y regeneración, habilidades naturales de la deidad. Entonces, eso es lo que le explicaría al curioso sanador.

Tomó un poco de aire y regresó a mirarlo, ya más tranquila.

–Conociste las rosas demoníacas de Albafica ¿Cierto? – el muchachito asintió rápidamente a su pregunta. –Bien, esas flores dejaron de existir cuando el santo de Piscis murió tiempo atrás, así que la madre de la agricultura es la encargada de traerlas de vuelta, con sus poderes divinos, lo que requiere de un ritual especial– explicó lo más simple que podía.

El curandero se cruzó de brazos, llevó una mano a su barbilla e hizo un gesto de meditación.

–Ahora entiendo, las flores de Piscis… – rodó los ojos y luego su mueca reflejó duda nuevamente. –Pero ¿Cómo lo hará?, ¿Acaso no necesita una rosa original?, si se perdieron hace seis años, no podrá hacerlo. –

Agasha sonrió, había conseguido desviar la atención de Pefko. Realmente no le estaba mintiendo, la diosa hizo mención de rescatar el arte de las rosas venenosas, así que no tenía nada de raro que el adolescente supiera un poco más. Y aunado a esto, su mente empezó a rememorar un recuerdo.

–Existe esa flor– dijo ella, dándole otro vistazo al guardián del pez dorado. –Él me la regaló y ahora se ha convertido en un hermoso rosal, el cual será usado por Deméter si no me equivoco. –

El chiquillo abrió la boca asombrado.

– ¿En serio?, ¿Cómo es posible?, yo sabía que eran rosas muy peligrosas. –

–Me imagino que el señor Albafica se encargó de cultivarla de otra manera, porque no es una rosa demoníaca original, creo que se trata de un mestizaje con una especie salvaje, conocida cómo Escarlata. –

–Conozco la especie, es muy parecida a las que él usaba– confirmó Pefko. – ¿Y cuándo te la regaló? –

Una sonrisa se dibujó en el rostro femenino.

–Eso sucedió hace seis años, en la fiesta anual de Rodorio… –

*:*:*:*:*

Hace seis años.

La fiesta estaba en su fase final, pero no por eso, dejaba de ser muy animada. Todos los pueblerinos y los visitantes extranjeros iban y venían de un lado a otro. Algunos bailaban en la plaza central al ritmo de la música tradicional, otros comían hasta reventar en alguna de las mesas centrales de alimentos. Los demás platicaban entre sí o simplemente observaban el movimiento general.

El padre de Agasha estaba departiendo tranquilamente junto con sus vecinos, mientras comía uno de los platillos ofrecidos. El tema de conversación eran las trivialidades del pueblo y alguna que otra mención sobre la guerra santa que se avecinaba. No obstante, la gente no quería pensar en eso, si estos eran los últimos días de paz que tendrían, los disfrutarían tanto cómo pudieran.

– ¿Escucharon los rumores?, dicen que apareció un espectro en la isla de los curanderos– dijo un hombre mayor.

–Eso es terrible, cada vez se acercan más– contestó preocupada la costurera Calíope. –Me pregunto si el Santuario ya estará previniéndose. –

–No lo dudes, los santos de Athena han estado haciendo sus rondas correspondientes en los alrededores del Santuario y del pueblo– explicó Estelios. –Es más, ahí pueden verlos– hizo un gesto con el rostro en una dirección.

Efectivamente, un grupo de tres santos dorados iba caminando entre las personas. Parecían andar curioseando en los locales. Por sus armaduras, pudieron ver que se trataba de los santos de Capricornio, Acuario y Piscis. Ellos eran los últimos que habían bajado a Rodorio de acuerdo al turno que les había tocado.

–Creo que simplemente andan paseando, debe ser su tiempo libre– comentó Calíope. –Sólo espero que estén atentos a cualquier cosa, no vaya a ser que algún espectro se cuele por aquí. –

–Ya vine papá– detrás de ellos se oyó la voz de Agasha.

Todos voltearon y vieron a la joven florista llegando con un pequeño ramo de flores variadas. Era la mercancía que había sobrado de la venta de ese día.

– ¿Es todo lo que quedó? – inquirió Estelios.

–Así es, lo demás ya se vendió– confirmó la chiquilla. –Creo que las voy a dejar por aquí, de todas maneras, ya no durarán mucho– empezó a colocar las flores en uno de los ornamentos que decoraban el lugar.

–Come algo Agasha, está deliciosa la comida– Calíope le acercó un plato.

Ella lo aceptó y mientras degustaba el guisado, se puso a observar a su alrededor. En ese momento pudo distinguir a los caballeros que se separaban cada quién por su lado. De inmediato su atención se centró en el hombre de largo cabello azul y no pudo evitar sonreír.

–Por fin vino a la fiesta– pensó animadamente. –Creí que se quedaría en la soledad de su templo. –

Era verdad, en los días anteriores de la celebración, ella había visto a los demás habitantes del Santuario pasear por Rodorio, incluyendo a guerreros de todos los rangos. Respecto a los dorados, estos únicamente se hacían presentes en grupos de tres, por lo tanto, los últimos de las casas zodiacales apenas bajaban hoy. Entonces esta era su oportunidad para saludar a Albafica.

Su padre seguía platicando con Calíope y el otro vecino, así que tal vez ella podría aprovechar para irse por un momento.

–Papá, voy a saludar al santo de Piscis, ya lo vi que anda por ahí– dijo, al mismo tiempo que terminaba de comer.

–Está bien Agasha, ve con cuidado y no te alejes mucho, recuerda que hay varios extranjeros y es mejor andarse con cuidado, uno nunca sabe– indicó el florista.

–Sí papá, vuelvo enseguida. –

La jovencita se fue siguiendo la ruta por dónde creyó ver al doceavo guardián. Había muchas personas recorriendo los comercios, comprando cosas o simplemente paseándose, dado que el ambiente era muy agradable en toda la plaza central. De pronto, le pareció notar un destello dorado alejándose rumbo a una esquina apartada. Quizás el santo de Piscis no se sentía muy cómodo en medio del tumulto y necesitaba algo de espacio.

Ella avanzó un poco más, pero se sorprendió al no ubicar al hombre cuando dio vuelta, a pesar de que llevaba su armadura dorada al descubierto. Eso era raro, dicho color no se perdería tan fácilmente entre los demás. Decidió seguir escudriñando, alejándose cada vez más sin darse cuenta, hasta que las calles comenzaron a verse despejadas, casi solitarias.

Estaba tan distraída en su búsqueda que no se percató de que alguien iba siguiéndola desde hace unos momentos.

– ¿A dónde se habrá ido?, podría jurar que lo vi caminar hacia acá– observó en todas direcciones.

Repentinamente, tuvo una sensación extraña y un escalofrío le erizó el cabello de la nuca. Algunos metros atrás, pudo distinguir a un sujeto de apariencia inquietante que la miraba detrás de un arco de piedra. Su sexto sentido la puso en alerta, así que se dio media vuelta para alejarse rápidamente.

Escuchó pasos, lo que la inquietó bastante, esa persona estaba siguiéndola. Miró sobre su hombro y efectivamente, el individuo vestido con viejas prendas de arriero, se le acercaba peligrosamente. De nuevo miró al frente y empezó a correr para evadirlo, pero se preocupó al notar que transitaba por una de las calles más estrechas y que no había ni un sólo pueblerino en ese momento.

El miedo le estrujó el estómago con fuerza y estaba a punto de comenzar a gritar por ayuda, cuando súbitamente, escuchó un quejido de dolor y luego el sonido de algo chocando contra el suelo. Frenó de golpe su carrera para mirar a sus espaldas, lo que vio, la dejó sorprendida.

A escasos metros, estaba tirado de bruces y desmayado, el extraño hombre que la perseguía y alguien lo arrastraba de un pie hacia el interior de una callejuela. La capa blanca, una larga melena aguamarina y el inconfundible tintineo metálico de la armadura, le dijeron a Agasha que estaba a salvo.

Se quedó esperando unos cuantos segundos y entonces lo vio, el santo de Piscis salió caminando como si nada. Se detuvo a cierta distancia de ella, mirándola con un gesto impasible.

– ¿Te encuentras bien? – interrogó en un tono sereno.

Ella parpadeó rápidamente sus ojos verdes, se había quedado muda por un instante. Pero ahora le quedaba en claro que había sido salvada de una posible agresión. Albafica no se había escabullido de ella a propósito, más bien, estaba emboscando a ese extraño sujeto, que a leguas se veía, era un extranjero de sospechoso proceder.

–Sí… muchas gracias, señor Albafica– habló por fin.

–No te alejes de esa manera de tu padre, es arriesgado en éste tipo de eventos– explicó el atractivo hombre, mirando de reojo la callejuela. –Ha habido reportes de una que otra persona desaparecida en los días anteriores y él estaba siguiéndote desde hace unas cuantas calles. –

Agasha tragó saliva nerviosamente, había sido muy descuidada. Ella y su padre apenas iban a cumplir un año de estar viviendo en Rodorio y aunque ya se habían integrado bien a la amable comunidad, ese tipo de confianzas no aplicaban para las personas provenientes de otros lugares. Gente mala siempre ha existido, así que debía estar más alerta, en especial porque la villa se ubicaba cerca del Santuario de Athena y eso implicaba estar en la mira de los enemigos de la diosa.

Afortunadamente el amable caballero de Piscis estaba aquí.

–No volverá a suceder, señor Albafica– dijo con firmeza. –Tendré más cuidado de ahora en adelante y de nuevo, gracias por ayudarme– le sonrió amistosamente.

Por un breve instante, pudo notar un muy sutil sonrojo en el rostro del doceavo guardián y un leve intento de corresponder a su sonrisa. Pero algo lo detenía, ella podía notarlo en sus líneas faciales. Piscis no solamente se presentó de esa manera tan sorpresiva para salvarla, sino que también, parecía tener otras intenciones, pero quizás por su retraída personalidad, no lograba expresarlas.

Y no era necesario que lo dijera con palabras, su mirada azul hablaba por si sola. Él estaba demostrando preocupación por su seguridad.

–No tienes nada que agradecer, es mi deber protegerte… – hizo una pausa abrupta y luego se corrigió rápidamente. –Protegerlos, es mi deber proteger a todos los habitantes… –

Su vacilación no pasó desapercibida para la florista, ni la palabra "protegerte". Algo dentro de su corazón brincó y su inocencia adolescente la hizo sonreír aún más. La sensación era linda y casi quería suspirar, sin embargo, optó por mantenerse ecuánime, porque seguramente para Albafica, había resultado un poco incómodo decir eso. No porque no quisiera, sino porque no debía.

Agasha era consciente de lo difícil que era para el guerrero de Athena convivir con los demás. Y si en éste momento estaba demostrando cierto esfuerzo por no parecer una persona grosera, al menos con ella, entonces no debía hacerlo sentirse avergonzado por su básica capacidad de interacción social. Tan sólo el hecho de estar aquí, ya era un gran logro para él. Por lo tanto, decidió intentar ser cordial también.

– ¿Le gustaría comer algo?, toda la comida que prepararon está deliciosa– ofreció cortésmente. –O tal vez preferiría ver los espectáculos locales, hay bailarines y saltimbanquis. –

Liberando un suspiro pausado, el santo se relajó de su tropiezo con las palabras. Sin embargo, hizo un gesto de negación con el rostro.

–Realmente no puedo quedarme, es un poco complicado de explicar y… aún no me acostumbro a la gente– reveló Albafica. –Pero gracias por tu invitación. –

La jovencita pudo notar que sus palabras eran sinceras. Quizás él en verdad deseaba estar aquí y convivir con los demás, pero obviamente el recelo que sentía por la maldición de su sangre, se lo impedía. Llevó una de sus manos hacia su pecho y la cerró en puño, sintiendo una sensación dolorosa en su interior. A veces, la vida era demasiado injusta con algunas personas que no se lo merecían.

– ¿Puedo hacerle una pregunta? – solicitó repentinamente, él asintió. –Cuando termine la guerra santa y ya no exista el peligro para todos nosotros… ¿Vendrá a la siguiente festividad?, es decir, todos merecen una oportunidad para divertirse y… –

Se quedó en silencio y desvió la mirada hacia el suelo. De pronto la florista no supo cómo explicarse, ella en verdad quería ofrecerle su amistad, pero tampoco sabía cómo expresarse abiertamente. Entonces, escuchó el tintineo de sus pasos y cuando alzó el rostro, lo vio buscando algo por debajo de su capa blanca, mientras avanzaba en su dirección.

Una preciosa rosa roja apareció en la mano derecha de Albafica.

El guardián del pez dorado no detuvo su andar, sino que, al pasar a su lado, le susurró algo que jamás olvidaría.

–Siempre los protegeré a todos del peligro, te lo prometo y también te doy mi palabra de que la próxima vez, vendré a la celebración… contigo. –

Al finalizar dichas palabras, arrojó la rosa sobre su hombro y Agasha quedó tan sorprendida al escucharlo, que apenas pudo atrapar la flor entre sus manos a tiempo. Parpadeó desconcertada y cuando miró de nuevo a Piscis, él ya se alejaba por la calle, con el viento agitando su melena azulada y la melancólica plasmada en la mirada.

Sí, el santo dorado le había hecho una promesa a ella, una chiquilla soñadora. Pero por alguna extraña razón, tuvo el presentimiento de que Albafica no podría cumplirla.

*:*:*:*:*

Lamentablemente así fue.

El caballero de Athena murió en la guerra santa, incumpliendo su palabra y dejando lastimado el corazón de la joven florista. En ese entonces, Agasha ni siquiera sabía que sus sentimientos platónicos eran reales, pero ahora, recordando todo esto, la avalancha de emociones la golpeaba con bastante fuerza. Ahí estaba nuevamente, esa agitación cálida, que crecía imparable.

Liberó un llamativo suspiro y no se dio cuenta de ello hasta que escuchó a Pefko aclararse la garganta, se había quedado pensativa después de finalizar su relato.

–Que interesante historia– sonrió el adolescente. –El señor Albafica es una buena persona y creo que esa rosa, aparte de ser un regalo, fue como una promesa de verse nuevamente en el futuro… osease, ahora. –

Agasha abrió los ojos en grande, no lo había visto de esa manera. Pero si comenzaba a hilar las circunstancias que se habían suscitado desde entonces, resultaba impresionante ver cómo encajaba todo: La rosa de Piscis, su promesa, el encargo de la diosa Deméter y el retorno de Albafica. De pronto el destino parecía moldearse de una forma muy interesante para ella y el santo dorado.

–Tienes razón, quizás sea verdad lo que dices– asintió ella.

Tomó un nuevo paño humedecido en agua y procedió a cambiar el otro. Albafica ahora parecía más relajado y ya no se agitaba sobresaltado. Quizás inconscientemente escuchó la voz de la florista, lo que le hizo sentirse más tranquilo.

–Voy a calentar un poco de agua, necesitará más té de sauce blanco cuando tome la siguiente dosis del antídoto– dijo el curandero, poniéndose de pie y encaminándose a la salida.

La mujer asintió, quedándose a solas con el doceavo guardián.

:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:

Edificio patriarcal.

Teneo terminó de dar su reporte general de las actividades cotidianas en el Santuario. Shion escuchó atentamente mientras revisaba un pergamino con los pendientes que faltaban y no eran urgentes.

–Y eso es todo en cuanto a los entrenamientos y las guardias, gran patriarca. –

–Buen trabajo Teneo, ahora dime que sabes del barco pirata, ¿Ya te dieron algún informe los soldados? –

–Todavía no regresan del puerto, les pedí que también recorran la villa para ahuyentar a los filibusteros que quieran esconderse ahí– explicó el santo de Tauro. –Pero no se preocupe su excelencia, nos encargaremos de ellos. –

El lemuriano asintió, sabía que podía confiar plenamente en el muchacho.

–Voy a estar en la enfermería, así que mantenme informado por favor. –

Teneo hizo una reverencia y después salió del gran salón.

Shion se encaminó a la enfermería, pero iba muy pensativo.

Hoy era martes 9 y la próxima luna llena estaba demasiado cerca, el ritual de Deméter no podía posponerse de ninguna manera. Y eso significaba que Albafica y Agasha tenían muy poco tiempo para acoplarse como pareja. Lamentablemente, él no podía hacer nada para ayudar a su amigo. Piscis rechazó su propuesta de que una doncella lo instruyera en los menesteres carnales por primera vez.

Entonces… todo quedaría en las manos de la joven florista.

Pero también estaba inquieto por eso. Agasha había estado casada por unos años, ahora ella era una mujer hecha y derecha con la suficiente experiencia en esos temas. No obstante, decirle de sopetón que debía emparejarse con un hombre virgen, al cual debía enseñarle más de un par de cosas y luego concebir hijos con él…

Ese no era un tema sencillo de tratar, definitivamente no.

Llegó al área dónde reposaba su amigo y lo que vio, le confirmó que quizás estaba preocupándose demás.

Una vez que Agasha ya no escuchó los pasos de Pefko cerca, se levantó de la silla y se sentó en la cama.

Su mano retiró uno que otro cabello del rostro de Albafica. Él dormía sin inmutarse, respirando lentamente, expresando cierta tranquilidad en sus finos rasgos. La florista no pudo resistir la tentación y con sumo cuidado, comenzó a delinearlos con un par de dedos. Tan sutilmente, que quizás no se daría cuenta.

Recorrió su mentón, subió por su mejilla izquierda y alcanzó el lunar debajo de su ojo. Éste momento era tan extraño y especial al mismo tiempo, que Agasha se sintió fascinada. Siempre supo que no debía acercarse a él por el peligro de su sangre envenenada, pero eso nunca la convenció del todo. Por alguna razón intuitiva, ella imaginaba que sí era posible un contacto tenue con sólo la mano.

Por algo se produjo ese etéreo roce entre ambos cuando ella le devolvió su capa hace seis años.

Y ahora nadie le podía decir que no lo tocara o que mantuviera cierta distancia. Ella no se detendría, ni siquiera si el propio Albafica se lo pedía.

Su toque ascendió un poco más, rozando las largas pestañas y después sus finas cejas. Una primero y luego la otra, retirando el paño hacia atrás para mantener apartado su rebelde flequillo. Agasha sonrió para sí misma al notar la calidez y suavidad de su piel. Si estuviera despierto, quizás él se quedaría atónito debido a las sensaciones cutáneas que lo estarían asaltando en éste preciso instante.

Los dedos viajaron por otras partes del rostro, nuevamente pasando sobre un párpado, bajando por la fina nariz y después hacia su boca, deteniéndose un momento ahí. Esos labios eran muy llamativos, bien delineados, con la proporción adecuada para complementar el semblante de un hombre atractivo, tan suaves, cálidos… e incitantes.

Se detuvo y alejó rápidamente la mano. No podía creer que esos pensamientos hubiesen brincado sorpresivamente en su cabeza. ¿Qué sucedía con ella?, apenas había visto a Albafica hace un par de horas atrás, después de seis años de ausencia, y de pronto, ¿Ya pensaba en besar sus labios?

Esto era una mala broma, producto de las emociones que se generaban por el retorno del doceavo santo.

–Agasha… – susurró Piscis repentinamente.

Ella se sobresaltó, pensando que tal vez lo había despertado. Pero, observándolo detenidamente, se dio cuenta que no era así. El hombre continuaba dormido y quizás estaba soñando con ella, por eso la llamaba. De nuevo sonrió emocionada, esa idea se le hacía curiosa y divertida.

–Aquí estoy– se inclinó sobre él. –No me iré a ningún lado– dijo en voz baja.

De pronto, no supo qué estaba haciendo. Antes de poder razonarlo, se aproximó un poco más y sus labios depositaron un suave beso en la frente de Albafica.

Shion, desde el umbral de la puerta, sonrió encantado con dicha escena.


Continuará...

Espero no se sorprendan demasiado por el desliz de Agasha :3 :D sólo fue un inocente besito XD

Ella está un poco indecisa por lo que le dijo Deméter, pero eso no quiere decir que no pueda sobrellevar y aceptar sus emociones y sentimientos por Piscis. Así que a partir de aquí, verán que ella empieza a tomar las riendas de esto, simplemente porque Albafica es quién está aprendiendo y ella lo guiará :D:P

Espero me dejen sus comentarios, eso me motiva bastante :3

Cuídense mucho en estos tiempos difíciles ;)

15/enero/2021