Buenas noches :3

Les dejo el nuevo capítulo con más romance, o algo así XP :D Quería publicarlo ayer, pero no me dio tiempo de hacer la corrección final, dado que la inspiración me llegó tarde XP

Debo aclarar una cosa, que seguramente ya tienen presente desde hace algunos capítulos, pero por si las dudas: La "relación sentimental" de Agasha y Albafica se estableció desde antes de que él muriera en la guerra santa. Por eso, una vez revivido, yo dejo en claro que ambos únicamente tienen que aceptar sus sentimientos para dar el siguiente paso y como el ritual de Deméter es en menos de una semana, todo esto tiene que avanzar rápido.

Así que, no se extrañen de que vaya "forzando" las situaciones románticas entre ellos, porque en realidad, no tienen tiempo para un cortejo lento. Por lo tanto, esto comienza cómo algo romántico y luego pasará a ser un poco más sensual hasta llegar al Lemon. No tengo la intención de alargar el fanfic, así que vayan haciéndose a la idea de que iré más rápido con la parejita XD

Pasen a leer y de antemano agradezco su tiempo y sus reviews.


Sobre sus comentarios:

Natalita07: Me gusta mucho leerte y ver la emoción que sientes con la historia. Es cierto, apenas comienza su interacción, pero aquí veraz hasta donde avanzan cuando paseen por el pueblo ;D Espero que la manera en que llevo su relación no se vea muy melosa, pero tengo que acelerarla un poco, por lo del ritual. Por esto mismo, al inicio del fanfic conté su pasado, para facilitar lo romántico en su reencuentro :D:D:D Muchas gracias por leer y comentar :)

Melka1: Me alegra saber que te gusta mi historia :D :D Si bien, la relación entre ambos se nota romántica, trataré de que Agasha le dé las bases a Albafica para desenvolverse en la cama y se deje guiar por sus instintos también :D:D El trato con Deméter acelerará la cosas, pero eso sí, ellos tendrán su final feliz :D :3 Muchas gracias por tus comentarios ;)

Leyla: Es divertido leerte, me alegro que te pongas tan feliz con la linda pareja. Los sonrojos estarán a la orden del día, son inevitables y en éste capitulo habrá más :D:D Ya veraz lo que hace Shion al respecto, tú no te preocupes :D Gracias por comentar :D

charaja22: Bienvenido(a) al fanfic, gracias por seguirlo y comentar. Espero que siga siendo de tu agrado y éste nuevo capitulo también :) :D

Lucy-Lu: Bienvenida nuevamente, no sabía nada de ti desde el año pasado. Es grato leerte de nuevo y ver que la historia te sigue gustando :D:D Gracias por tus palabras de apoyo. Un gran saludo para ti también ;3


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por gusto y diversión.


Capítulo 17: El Cortejo II

Edificio Patriarcal.

Shion terminó de cenar y ya se encaminaba a sus aposentos, cuando escuchó el sonido de alguien entrando al salón principal. Regresó sobre sus pasos para encontrarse con Teneo de Tauro, quien apenas regresaba de su misión en el pueblo.

–Buenas noches, gran patriarca– saludó respetuoso.

–Hola Teneo, me alegra verte, ¿Qué reporte me tienes? –

–Le comento que ya fueron expulsados los piratas con todo y barco, asimismo, asigné a un grupo de diez soldados rasos distribuidos por turnos para vigilar los alrededores de Rodorio– explicó el joven santo. –Por último, hay rumores de que el forjador Zarek huyó a la siguiente aldea, así que ya se giró un comunicado por parte del alcalde, ofreciendo una recompensa por él. –

El lemuriano escuchó atentamente y después asintió.

–Excelente trabajo– colocó una mano sobre su hombro en gesto de felicitación. –Y ahora, quiero pedirte un favor– Tauro prestó atención. –El día de mañana vas a… –

Shion le dio un par de indicaciones fáciles de realizar, las cuales se le hicieron curiosas al muchacho, pero teniendo en cuenta que el patriarca se lo pedía con algo de seriedad, decidió no cuestionar.

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Zona de enfermería.

Albafica permanecía despierto después de quedarse solo. Se quitó la sabana de encima y lentamente bajó de la cama. Aún tenía débiles las extremidades, pero afortunadamente ya no se sentía mareado y los escalofríos desaparecieron por completo. O al menos eso era por ahora, dado que la nueva dosis todavía no hacía efecto en su organismo. Decidió caminar por la habitación para quitarse el entumecimiento y hacer un poco de digestión.

Mientras iba de un lado a otro, pensaba en cómo sería el día de mañana.

Si era sincero consigo mismo, debía admitir que los nervios le estaban jugando una mala pasada. Jamás había tenido la oportunidad de salir con alguien o, mejor dicho, con una mujer. Es decir, bajar a Rodorio por unas cervezas con Manigoldo y Shion era una cosa, pero ir a la fiesta del pueblo con Agasha era otra muy diferente.

–¿Qué debo hacer?, ¿Cómo debo actuar? –

No tenía la respuesta, pero de alguna manera se las arreglaría, después de todo, había leído suficiente sobre muchos temas en los libros de Lugonis y en los compendios de la biblioteca patriarcal. Así mismo, también se había cultivado un poco en literatura y las novelas que llegaban del extranjero, le resultaban bastante entretenidas. Un ejemplo de cómo eran las relaciones sociales entre las personas.

Sin embargo, el tema de los sentimientos y lo que seguía en una interacción de pareja, era un tema desconocido para Albafica. Él no dudaba de sus sentimientos por Agasha, pero no tenía ni la más mínima idea de cómo enfocarlos en una relación. Se sentía como un adolescente ignorante y demasiado ansioso.

–Creo que… tendré que dejarlo a la suerte y confiar en mis instintos– suspiró resignado. –Supongo que ella tiene más experiencia en estas cosas que yo. –

Se quedó en silencio, meditando esa idea, y de pronto, algún pensamiento travieso se escabulló en su mente, consiguiendo que la vergüenza le coloreara las mejillas. Se frotó insistentemente el puente de la nariz sin poder disimular una extraña sonrisa.

–Contrólate Albafica– se regañó a sí mismo. –No deberías pensar en eso ahora, no es muy adecuado. –

Si no era ahora, sería después, pero el tema de la intimidad, era algo que no podría evadir por más que quisiera. No tenía opción, su palabra estaba de por medio, y a una diosa, jamás se le debe incumplir un trato.

Volvió a exhalar cansadamente, regresando a la cama para dormir, ya mañana se preocuparía.

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Zona de habitaciones.

Agasha permanecía recostada de lado mientras observaba la rosa en el florero. Se había dado una ducha rápida para descansar un poco del ajetreado día. Si bien eso relajó su cuerpo, su mente no estaba igual. Mañana bajarían a Rodorio y haría todo lo que estuviera en sus manos para lograr que Albafica se sintiera en más confianza con su nueva vida.

No podía negar que se sentía emocionada como una chiquilla. Es decir, el hecho de que Albafica estuviera aquí de nuevo y que hubiese recordado su promesa, era un gesto muy importante para ella. Independientemente de la petición de la diosa, la florista notaba cómo su corazón bailaba jovialmente ante lo que estaba sucediendo. Ahora los pensamientos, inocentes y fantasiosos, que tuvo de adolescente, en verdad se estaban haciendo realidad.

–Creo que lo primero, será asegurarme de que no se ponga nervioso con la gente o conmigo– se dijo a sí misma. –Aunque pensándolo bien, quizás él ya comenzó a superar su ansiedad, por eso visitó hoy Rodorio– sonrió, recordando que, gracias al santo, ella estaba a salvo.

Soltó un ligero bostezo y se reacomodó para cerrar los ojos, ya mañana sería otro día.

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Miércoles 10 por la mañana.

Área de baños termales de la enfermería.

Albafica se había negado rotundamente a que las enfermeras lo asistieran el día de hoy y el joven sanador no comprendía bien su renuencia. Piscis despertó algo mareado y con un ligero dolor en los músculos, el antídoto había tenido efectos nuevamente, pero como estuvo dormido gran parte de la noche, estos fueron menos evidentes. Y ahora el hombre se sentía con la suficiente fuerza para asearse por sí mismo.

En otras palabras, no soportaría la vergüenza que le provocaría el estar rodeado de mujeres y él completamente desnudo. Aunado también a su todavía latente miedo al contacto físico.

Pefko le explicó que ya había sucedido anteriormente en más de una ocasión, cuando estuvo inconsciente. Fue necesario estar duchándolo con infusiones de lavanda para disminuir la temperatura corporal y controlar los espasmos musculares. Incluso el curandero tuvo que hacerlo beber con mucho cuidado el té de sauce blanco, y sin las asistentes, no lo habría conseguido.

–He dicho que no– gruñó Albafica, negándose a dicha asistencia. –Si es necesario que alguien me ayude, será Pefko– finalizó, con los brazos cruzados y un gesto serio en su rostro.

Las mujeres se miraron entre sí un poco inexpresivas, decidiendo respetar su decisión. El patriarca no estaba en ese momento, pero si el sanador se quedaba, podrían permitirlo entonces. El chiquillo les hizo una señal con la mano, indicándoles que los dejaran solos, él se haría cargo. Todas salieron de la sala de baño.

–Ya se fueron, señor Albafica– la sonrió el adolescente. –¿Por qué no quiso que lo asistieran?, es decir, todavía se le nota el cansancio y apuesto a que le dio un poco de fiebre por la noche– dictaminó con sólo ver las líneas de fatiga en el rostro del santo.

–Eres muy joven para entender ciertas cosas, Pefko– resopló, agitando un poco su fleco azulado, mientras caminaba hacia la piscina y se quitaba la bata que lo cubría. –Simplemente… aún me cuesta trabajo interactuar con otras personas, es un poco estresante para mí. –

Se adentró con cuidado en el agua preparada con antelación. Inmediatamente el agradable aroma de la lavanda lo relajó y su cuerpo reaccionó positivamente al calor que emanaba el líquido. El adolescente se aproximó con un banquillo y una anforita, sentándose en el borde posterior de dónde permanecía recargado.

–Supongo que tiene razón– dijo tranquilamente, vaciando un poco de la sustancia en su mano, era un extracto herbal para la limpieza del pelo. –Entonces déjeme ayudarlo con su cabello. –

Albafica asintió, permitiendo que el chiquillo lavara su melena mientras él se aseaba con un paño, retirando todo el sudor y el estrés que había acumulado a lo largo de la noche. Si bien el contraveneno no le impidió dormir, si lo había dejado un poco cansado debido a las reacciones físicas. Algo de temperatura, nuevos dolores musculares y la sensación de que su sangre ardía, fue lo que detalló para los registros Pefko.

–En base a lo que me ha dicho, creo que podrá soportar la siguiente dosis– murmuró el sanador. –Pero si bajamos a Rodorio y se siente mal… –

–Pefko– lo interrumpió con suavidad. –No puedo posponer esto, Agasha ya me esperó demasiado tiempo y yo deseo cumplir con mi palabra– lo miró de soslayo con media sonrisa. –No te angusties, estaré bien. –

–De acuerdo– confirmó el sanador, terminando de enjuagar el largo cabello.

Rato después.

Comedor del edificio patriarcal.

Shion ya se encontraba sentado a la mesa, esperando a sus amigos. Ya había sido informado que Albafica estaba mejor, así que comerían todos juntos. Entonces escuchó pasos y al levantar la vista vio a la florista entrando al lugar.

–Buenos días patriarca Shion. –

–Hola Agasha, bienvenida, siéntate por favor, en un momento desayunaremos– la miró tomar asiento y quedarse en silencio. –¿Estás bien? –

–Estoy muy nerviosa– suspiró por lo bajo y luego hizo una pequeña sonrisa. –Pero haré mi mejor esfuerzo para que Albafica se sienta más seguro. –

El lemuriano sonrió, sintiéndose aliviado al ver la seguridad reflejada en los ojos de la florista, él podía confiar en ella. Y también tenía el presentimiento de que Piscis haría lo mismo, esforzarse por ser feliz.

–Todo queda en tus manos, Agasha– murmuró en un tono reservado, indicándole lo importante que era esto.

De nuevo se escucharon pasos y la risa alegre de Pefko. Albafica y el sanador ingresaron, saludando con un ademán a los presentes. La florista sintió un cosquilleo en el estómago al ver a Piscis. El hombre vestía de civil con el elegante traje que usaban los santos en sus misiones, exceptuando la larga gabardina. Su porte era impresionante y su atractivo físico era demasiado llamativo. Ella sintió con claridad las mariposas revoloteando en su interior.

–Buenos días Agasha, ¿Dormiste bien? – el doceavo santo rectificó su saludo a la joven después de tomar asiento.

El rubor se asomó en las mejillas femeninas antes de contestar.

–S-sí, dormí bien, gracias– sonrió inocentemente, mientras sus pensamientos brincaban inquietos. –Pero que atractivo se ve… creo que… esto será más complicado de lo que pensé.

El guardián se Aries notó esa pequeña interacción, claramente se podía percibir el cambio en el comportamiento de ambos y eso era una buena señal.

–Bien, procedamos a desayunar– dio la indicación para que sirvieran las viandas.

La convivencia fue tranquila, platicando algunas cosas triviales por parte de Agasha y Pefko, poniendo a Albafica al tanto de una que otra cuestión relacionada con el nuevo estilo de vida en Rodorio y en la isla de los curanderos. Shion también participó con los pormenores del Santuario y las noticias de ayer, acerca de los piratas ahuyentados y la fuga del herrero.

Rato después, todos terminaron sus alimentos y Pefko acercó la botella con el antídoto. Piscis procedió a tomar la dosis y el sanador a registrarlo en sus tablas de control.

–¿Cómo te sientes en éste momento?, ¿Cuál es la sensación que más persiste? – preguntó el lemuriano.

–El malestar general y la fatiga ya disminuyeron– respondió Albafica. –Solamente siento como si algo caliente me recorriera las venas, no es molesto, pero ahí está. –

El curandero anotó sus palabras y procedió a buscar algo en su morral.

–Creo que eso es normal, el antídoto está eliminando las moléculas del veneno de las rosas, pero por si las dudas, le recomiendo llevar esto– colocó un par de frascos pequeños sobre la mesa. –Son trocitos de Jengibre para evitar el mareo y algo de corteza de Sauce para contrarrestar la fiebre. –

El doceavo santo sonrió, el adolescente era todo un experto y en verdad estaba agradecido con él por sus atenciones.

–Entendido, Pefko– dijo, tomando los frascos.

El desayuno concluyó y todos se pusieron de pie para abandonar el comedor y alistar su próxima salida.

Más tarde.

Shion los acompañó hasta las escaleras de Aries.

–Váyanse tranquilos– observó a cada uno. –Cualquier contratiempo, puedes llamarme con tu cosmos– le dijo a Albafica. –Y una cosa más… –

–¡Buenos días a todos! – saludó alguien que venía corriendo desde el primer templo. –Hola Pefko, vengan esos cinco. –

–¡Hey Teneo! – el chiquillo respondió al ademán amistosamente. –¿Tú también vendrás con nosotros? –

–Así es. –

El joven santo de Tauro llegaba vestido de civil y con una expresión muy animada.

Agasha se sorprendió un poco pero no dijo nada y solamente le sonrió al muchacho. Por su parte, Albafica hizo una ligera expresión de desconcierto, mirando inmediatamente al lemuriano con la intención de hacerle un reproche. Pero éste, mantenía una extraña sonrisita en la cara, lo que le hizo intuir que algo se traía entre manos.

–Teneo los acompañará a Rodorio, por si las dudas– le guiñó un ojo disimuladamente a Albafica. –No me mires así, yo sé por qué lo hago– le dio una palmadita en el hombro. –Ahora, vayan a divertirse. –

No teniendo más remedio que confiar en el borrego, el santo de Piscis no dijo nada y los cuatro partieron rumbo a la festividad.

Rodorio.

El recorrido no fue tedioso para nada, las anécdotas de Teneo y sus historias del orfanato de Elliniko se le hicieron entretenidas a Albafica. El muchacho tenía un corazón bastante noble al querer ser un ejemplo para los huérfanos que cuidaba Serinsa. Incluso escuchó interesado cuando la bella florista platicó sobre sus propias experiencias ayudando a esos niños.

El guardián del pez dorado pudo aprender un poco más y conocer lo que había sucedido después de la guerra santa. Si bien el único santo de oro nuevo que había en la orden de Athena era joven todavía, se notaba que era un digno portador de la armadura de Tauro.

Llegaron al arco de piedra de la entrada principal, el tránsito de gente ya se notaba en su apogeo, la música se escuchaba en la plaza central y el olor de la comida nuevamente inundaba el lugar. Las festividades apenas iniciaban, por lo que todo se pondría muy interesante.

–Bien, creo que a partir de aquí todos podemos ir a curiosear lo que nos gusta– habló Teneo, dirigiéndole una mirada a la florista. –Oye Agasha, que tal si llevas al señor Albafica a dónde están los saltimbanquis, en lo que Pefko y yo vamos a la zona de dulces típicos. –

–¡¿Dulces?! – la mirada se le iluminó al curandero. –¡Oh sí, vamos, quiero probar las conservas locales! –

Por su parte, Agasha parpadeó confundida, no entendía porque de pronto el santo de Tauro le daba esa recomendación, pero cuando notó que él hacía una pequeña inclinación de rostro, señalando a Albafica y luego le guiñaba un ojo, lo entendió todo.

Teneo no había ido con ellos sólo por coincidencia.

–Claro, es una buena idea– asintió ella, confirmando que había captado el mensaje. –Nos vemos más tarde en el monumento de Athena. –

–Entendido, tómense "todo el tiempo" que quieran– sonrió Tauro para luego palmear la espalda del adolescente. –Ven Pefko, tienes que probar los higos cristalizados o tal vez quieras unos dátiles. –

–¡¿Traen dátiles aquí?! – casi gritó emocionado el chiquillo. –¡Vamos, vamos, ya quiero probarlos!, ¡Nos vemos al rato señor Albafica, Agasha! –

El joven sanador se vio tan distraído con la propuesta de los dulces, que realmente no se dio cuenta de que se lo llevaban a propósito para darle espacio a la pareja. Así que, tras despedirse, siguió a Teneo rumbo a la calle donde se instalaban los locales de conservas y otras artesanías culinarias.

Ambos desaparecieron entre la gente y hasta ese momento, Piscis pudo reaccionar ante la curiosa escena.

–¿Qué fue eso? – preguntó intrigado. –No entiendo que sucedió. –

Ella se rio suavemente y lo miró con un gesto tierno.

–Creo que Shion… simplemente busca ayudarnos– un sutil sonrojó decoró sus mejillas mientras tomaba la mano del hombre y empezaba a caminar. –Ven conmigo Albafica, te llevaré a ver los espectáculos que te mencioné hace seis años. –

El guerrero de Athena sintió cómo el corazón le brincó alocadamente. Ese delicado toque nunca dejaría de sorprenderlo, así que simplemente se dejó guiar, permitiéndose el placer de cerrar sutilmente sus dedos alrededor de la mano femenina. Un acto muy sencillo, pero que le pareció de lo más emocionante que podía experimentar en éste momento. Tan fascinante, que su alma se sintió gratamente reconfortada.

¿Dónde quedó el miedo y el recelo al contacto humano?

Tal vez tirado por ahí.

Y Albafica estaba agradecido que así fuera, porque ahora también entendía la verdadera intención del patriarca. Ese borrego metiche, ese gran amigo que no dejaba de apoyarlos en ningún momento. Ahora le debía un par de cervezas por esta oportunidad, sin lugar a dudas.

Exhaló despacio y permitió que sus emociones lo guiaran, era momento de cumplir con su promesa. Era tiempo de dejar sus temores atrás y comenzar a tomar la felicidad.

El tumulto de gente no impedía que ambos avanzaran por las calles.

Si bien Albafica se sentía un poco ansioso por la cercanía de las personas y las inevitables miradas que caían sobre él, dado que no iba cubierto, esta vez se sentía mucho más seguro que el día anterior. Y eso era en parte gracias a la bella florista, quien caminaba con mucha seguridad sin soltarlo ni un solo momento. Casi haciendo hincapié con su lenguaje corporal que él iba con ella y que nadie se atreviera a interponerse.

Afortunadamente había tantos visitantes, locales y extranjeros, que Piscis pasaba muy desapercibido a pesar de su atractivo natural.

–Allá están– habló Agasha.

En una calle amplia, un grupo de cinco carromatos formaban un semicírculo y en medio, instalado con tarimas y decoraciones, el escenario se levantaba a medio metro del suelo. Varios artistas hacían gala de sus habilidades dancísticas. Hombres y mujeres ejecutaban un acto al ritmo de la música, zapateando con elegante coordinación. Eran extranjeros y aunque no sabían de dónde provenían, el espectáculo era muy llamativo.

–Son muy hábiles, ¿Verdad? – reconoció ella, una vez que encontraron un área libre para ver mejor.

–Así es– confirmó el santo, distrayéndose momentáneamente con la danza.

El show era entretenido, los bailarines realizaban varias formaciones ordenadas y conforme avanzaba la música, iban cambiando de vestuario y de ritmo. El público en general comenzó a aplaudir, siguiendo el sonido y al mismo tiempo animándolos. Y en ese instante, Agasha soltó despacio la mano de Albafica para unirse a los demás, regalándole una sonrisita, que lo invitó a hacer lo mismo.

El santo de Piscis tuvo una sensación extraña.

No recordaba la última vez que hizo semejante gesto con las manos. En el momento en que comenzó a chocar sus palmas, tuvo una vaga remembranza, en la que recordaba a su maestro Lugonis haciéndole gestos divertidos con la cara para entretenerlo cuando era un niño pequeño. Él aplaudía alegremente en su inocencia, encantado con lo que hacía su padre adoptivo. Y ahora, ese sentimiento de alegría de su infancia, nuevamente se extendía por su pecho, otorgándole una agradable dicha.

El espectáculo terminó y los bailarines agradecieron con una inclinación. La gente aplaudió animadamente y algunos comenzaron a dispersarse, mientras otros se quedaban a esperar al siguiente grupo de artistas.

–¿Qué te pareció? – inquirió la florista.

–Fue grandioso– dijo Albafica con sinceridad, dado que nunca había tenido la oportunidad de ver algo así antes. –Ellos son muy hábiles, me ha gustado bastante. –

La joven sonrió, escuchar eso le alegraba, pero esto apenas comenzaba y ella tenía la intención de mostrarle más cosas.

–Ven, vamos a ver a los saltimbanquis, ellos ejecutan actos de acrobacia increíbles– de nuevo lo tomó de la mano para guiarlo hacia otra calle.

El guardián de Piscis no pudo sentirse más alegre, así que de nuevo se dejó llevar y mientras avanzaban, no pudo evitar mirarla con más detenimiento. Agasha era una mujer preciosa, su cabello castaño era mucho más largo que antes, siempre sujetado en una coleta sencilla que permitía el libre movimiento de sus mechones. Sus rasgos faciales se habían perfeccionado, su piel lucía un curioso y sutil bronceado, sus ojos verdes seguían siendo igual de llamativos y finalmente, su aspecto en general… bien, no sabía cómo expresarse respecto a eso.

No es que Albafica no hubiera notado la bonita figura que poseía ella, a pesar de llevar un vestido algo suelto y una pequeña capa sobre sus hombros, sino que no había tenido la oportunidad de admirarla con una luz diferente a la que ofrecían las velas. Pero ahora, a pleno día, se daba cuenta que la florista poseía un encanto muy especial, que lo atraía bastante.

Y de nuevo, se sintió sumamente agradecido con Deméter y Athena, por brindarle esta oportunidad.

–¿Gustan una manzana acaramelada? – una voz infantil los llamó. –Son cortesía de la alcaldía. –

La misma chiquilla de ayer estaba ofreciendo de nuevo frutas en su charola de madera.

–Gracias pequeña– contestó Agasha, aceptando el postre.

Esta vez el doceavo santo no dudó en tomar la manzana, sonriéndole amistosamente.

–Gracias. –

La niña se le quedó mirando con una gran insistencia.

–Vaya, usted es un hombre muy guapo– dijo, con una inocente sonrisa. –Y tiene el cabello más largo que mi mamá, ¿Cómo hace para cuidarlo, señor? –

Albafica sintió claramente cómo el color tiñó sus mejillas rápidamente y no supo que decir ante el comentario de la repartidora. Así que sólo atinó a ampliar su sonrisa, sin saber qué hacer. El comentario no le molestó, simplemente se sintió un poco extraño escuchar que le dijera "guapo" y no "hermoso". Quizás aún no podía superar la molestia que esa palabra le generaba. Pero bueno, sólo era una nena expresando su opinión.

–¿Verdad que sí? – intervino la florista al ver que no reaccionaba. –Él tiene un cabello muy bien cuidado y es gracias a las infusiones de Romero, es una planta muy benéfica para hacerlo crecer. –

–¿En serio?, se lo tengo que decir a mi mamá. –

–Claro que si pequeña, yo vendo esas plantas también, puedes buscarme en el mercado dominical o ir a mi casa, vivo en la calle norte, en mi porche hay un letrero con una flor dibujada– finalizó amablemente.

–Gracias por decirme, adiós– se despidió la chiquilla, alejándose con su charola.

Una suave risita se dejó escuchar.

–Deberías ver tu cara, Albafica– dijo, tratando de no reír. –Estás completamente sonrojado. –

El portador del pez dorado parpadeó sorprendido por lo que había sucedido. Para él, todo era nuevo y en verdad necesitaba adaptarse a todos los cambios que la convivencia con otros le traería. Tomó un poco de aire y lo liberó despacio, relajándose y permitiendo que su temple volviera.

–Esto es… un poco raro para mí– dijo finalmente, dándole una mordida a la manzana. –Creo que necesito algunos consejos para convivir con todo tipo de personas– miró a la florita con media sonrisa. –Gracias por apoyarme. –

Ahora fue la mujer quien se ruborizó rápidamente.

–N-no fue nada… ven, sigamos adelante– comenzó a caminar, tratando de no mirarlo, mientras comía su propia fruta.

También para Agasha esto era nuevo… pasear con el hombre que le despertó sentimientos de adolescente y que había vuelto para confirmarle que no fueron platónicos, sino muy reales.

Llegaron a la zona donde los acróbatas hacían su presentación.

Portaban trajes multicolores que se asemejaban un poco al vestuario de los arlequines. Algunos de ellos usaban pelotas de cuero para hacer malabares, otros empleaban aros metálicos y los más atrevidos, esgrimían antorchas encendidas. Pero todos se coordinaban perfectamente para hacer sus atrevidas piruetas en una demostración de habilidad y concentración total.

Albafica se sintió impresionado al ver el nivel de control que esas personas tenían sobre sus cuerpos, demostrando un alto grado de flexibilidad y reflejos muy desarrollados para ejecutar sus acrobacias y trucos con los objetos que utilizaban. En cuanto a Agasha, ella estaba emocionada con el espectáculo. Cada año siempre los veía, porque se le hacía extraordinario su acto.

Después de ver a los saltimbanquis y aplaudirles hasta cansarse, ambos se encaminaron a la plaza central, donde la música sonaba animadamente y el olor a comida invitaba a darse un atracón.

Ya habían pasado unas horas desde su llegada a Rodorio y aunque todavía no era la hora de comer, tuvieron curiosidad por probar algunos de los platillos típicos, así que comenzaron a husmear por aquí y por allá, quedándose en la mesa donde la comida se veía más llamativa.

Agasha optó por tomar un guiso elaborado con carne de ave, mientras que Albafica se decidió por un platillo de patatas con un aderezo que no supo identificar, pero que su sabor agridulce le encantó. Se apartaron del tumulto de gente para sentarse en un par de banquillos bajo la sombra de un árbol.

–Esto es delicioso– comentó la florista. –¿Y qué tal está el tuyo? –

–Agridulce, pero muy bien combinado con las patatas, ¿Gustas probarlo? – ofreció su tenedor.

Ella aceptó y recogió una porción de la comida, deleitándose luego al degustar el bocado.

–Vaya, los sabores son increíbles– asintió, mirando con atención el platillo. –Debo pedir la receta, seguro que a mi padre le encantará, a él le gustan las patatas– entonces, con su propio tenedor, ensartó un pedazo de carne. –Prueba esto, es muy suave– se lo ofreció directamente a la boca.

El hombre se sonrojó súbitamente por el proceder tan natural y confiado de ella. Hacer eso demostraba una gran confianza de su parte, y de pronto, él no sabía cómo manejar lo que eso le provocaba, dudando por un instante en abrir la boca. Los ojos de ella se encontraron con los suyos y pudo ver un sutil brillo en ellos que lo encandiló al instante. En automático, su mandíbula se separó para recibir el alimento.

La joven tenía razón, la carne de ave era muy suave y estaba perfectamente condimentada. Pero eso pasó a segundo plano cuando notó que ella no dejaba de mirarlo con intensidad. No sabía si era a propósito o no se daba cuenta, pero Albafica percibió cómo su corazón se aceleraba al perderse en sus iris verdes.

Me alegra verte así… – pensó para sí misma la florista. –Tu alegría es notoria y eso me hace sentir tan feliz… espero que poco a poco puedas olvidar tu sufrimiento pasado… – le sonrió cálidamente.

–Yo… – el santo pasó saliva despacio, no sabía que decir debido a sus traviesos nervios.

–Tranquilo, no es necesario que digas nada– susurró ella. –Sólo acepta el momento. –

El portador del pez dorado únicamente atinó a sonrojarse de nuevo y asentir con el rostro. Siguieron comiendo de sus respetivos platos en un silencio que no era para nada incómodo. Después de unos minutos, él hablo por fin.

–Agasha… ¿Tu padre ya sabe que he regresado? –

Ella parpadeó sorprendida por la pregunta.

–Sí, se lo dije al día siguiente que la diosa de las cosechas me visitó– hizo un gesto de meditación. –Pero no cree del todo en tu resurrección y eso se mantendrá así hasta que te vea de frente y se dé cuenta que eres real. No lo culpo, a mí también me costó aceptarlo… ¿Por qué lo preguntas? –

Albafica desvió el rostro, se sentía un poco apenado por no saber cómo manejar la situación. Es decir, sabía que su relación con la florista debía empezar a cultivarse, pero tenía miedo de no saber cómo desenvolverse en todo este nuevo mundo que implicaba la convivencia con una mujer y su familia. Y aún faltaba el espinoso tema de lo que deseaba la madre de las flores.

De pronto, el santo de Piscis comenzó a sentirse abrumado.

–Yo sólo… es decir… ¿Crees que tu padre…? –

–Albafica– lo llamó para que la mirara. –Mi padre se dio cuenta de la gran admiración que te tenía hace seis años, él sabe que nunca dejé de pensar en ti a pesar de que me casé… y también aceptará que tú has vuelto a la vida y que… nosotros estaremos juntos… – se quedó en silencio de pronto, notando cómo el pecho se le contraía ante las palabras que acababa de decir.

El hombre la miró detenidamente, el brillo en sus ojos verdes se mantenía constante. Lo que ella expresaba era real y una muestra de lo comprometida que estaba con esta situación. De nuevo tragó saliva torpemente, comprendiendo que Agasha era quién guiaría esto con su amable y cálida forma de ser. Él solamente debía seguirla y permitir que todo fluyera, haciendo a un lado su temor al fracaso.

Asintió con un movimiento y de nuevo inquirió.

–¿Crees que sea conveniente que me presente de una vez con él? –

Una gran sonrisa se dibujó en los labios de la florista, al mismo tiempo que hacía una negación. Ella sabía que probablemente su padre estaba en éste momento en su lugar asignado, vendiendo flores y platicando con la señora Calíope. Pero no tenía la intención de ir a verlo por ahora, porque tal vez podría ser un poco rara la situación, ya que ni ella ni Albafica, estaban listos para revelar su relación ante nadie.

–No, mejor no– tomó otro bocado de carne. –Será mejor esperar un poco, primero debemos evitar que los nervios te ganen, de lo contrario, podrías hacer una escena graciosa ante él. –

Piscis no pudo evitar dejar salir una leve risa de su boca. Ella tenía razón, no había prisa por enfrentarse a su futuro suegro. Lo mejor sería prepararse con antelación para saber qué decir y cómo hacerlo. Ahora lo relevante era su convivencia con la bella florista.

–Que agradable es oír tu risa– reconoció la mujer.

Albafica se detuvo súbitamente. Era verdad, esa risa había salido de él sin que se percatara de ello.

¿Hace cuánto no reía con naturalidad?

La revelación lo dejó bastante sorprendido, porque sin darse cuenta, todo estaba fluyendo con soltura desde su interior, con sus propias emociones expresándose abiertamente. Y todo era gracias a ella, a la manera en cómo lo trataba y lo bien que lo hacía sentir. De nuevo, sus labios hicieron otra mueca alegre.

–Trataré de reír más seguido, si eso te hace feliz, lo haré encantado– la miró atentamente.

Por un breve instante la florista sintió que se desmayaría. Esto parecía un bello sueño del que no quería despertar. Albafica tenía una expresión adorable, lo que reafirmaba sus sentimientos hacia él. Y como ya no tenía caso intentar controlar sus sonrojos, optó por ignorarlos y seguir con el paseo.

–¿Qué te parece si vamos a ver a los gitanos? – terminó de comer. –Tal vez puedan leer tu fortuna. –

El doceavo guardián asintió, poniéndose de pie y ofreciéndole la mano al mismo tiempo. No supo porque lo hizo, pero antes de poder reaccionar, ese caballeroso gesto ya era bien recibido por ella. La mano femenina se posó sobre su palma y él cerró los dedos sin apenas dudar. El contacto les provocó un estremecimiento mutuo que poco pudieron disimular. Nadie dijo nada, simplemente comenzaron a caminar entre la gente.

Llegaron al otro lado de la plaza, a una de las calles asignadas para los gitanos.

Albafica realmente no estaba interesado en la lectura de cartas o de las líneas de la palma, pero si Agasha deseaba hacerlo, él aceptaría. Andaba mirando distraídamente los diferentes carromatos donde nuevamente los titiriteros divertían a los niños con sus cuentos. En otros espacios, había locales de mercancías, en los cuales se vendían vestidos decorados, perfumes exóticos, artesanías de barro y marionetas talladas en madera. Se le hizo curioso observar esos objetos, que eran un poco diferentes a los que él vio junto con Pefko el día anterior.

En uno de esos locales había un par de mujeres comprando y junto a ellas, una niña pequeña jugaba con algo entre sus manos, una marioneta llamativamente blanca. No supo porque, pero ver específicamente ese objeto le hizo recordar su última batalla y, por lo tanto, al juez Minos de Grifo. Un sutil escalofrío lo recorrió cuando se quedó mirando el movimiento de la figura. Era evidente que algunos recuerdos desagradables persistían en su memoria.

De repente, sintió un tirón en su brazo que lo hizo olvidarse por completo de dicho tema.

–Mira, son los "pajaritos de la suerte"– señaló la florista a un hombre maduro que estaba instalado junto a un árbol y tenía una mesa pequeña con un par de jaulas encima.

–¿Pajaritos de la suerte? – interrogó extrañado, jamás había escuchado algo así.

–Sí, consiste en depositar unas monedas como pago y un canario se encarga de sacar un pequeño papiro del cofre, ahí está escrita tu fortuna– le sonrió levemente. –Nada más es un juego, pero vamos a intentarlo. –

Albafica la siguió sin dudar, realmente se le hizo curiosa dicha situación y quería ver de qué se trataba. Ya fuera una anciana con una bola de cristal, un hombre con cartas del tarot o un pajarillo con pergaminos, él no se tomaba demasiado en serio esas cosas.

–Bienvenidos jóvenes– saludó el hombre con un notorio acento extranjero. –¿Desean conocer su fortuna? –

–Sí señor– confirmó Agasha, depositando cuatro monedas en un plato de cobre que estaba sobre la mesita. –Los dos queremos saber. –

–Muy bien– el hombre procedió a abrir la pequeña puerta de una de las jaulas. –Hora de trabajar chicos, por favor, díganle a esta bella pareja cuál es su fortuna. –

Dos canarios de bonito plumaje rojo y amarillo respectivamente, salieron dando pequeños brincos. Las aves miraron a su alrededor y después de un momento, se encaminaron a un pequeño cofre de madera abierto que estaba junto al plato de monedas. En su interior se podían notar muchos rollos diminutos de papiro, acomodados en filas uniformes.

El santo sonrió divertido, jamás en su vida había escuchado o leído sobre semejante espectáculo hecho con pajarillos. No pudo evitar seguir con atención el actuar de las aves, su nivel de entrenamiento era notorio.

Los animalitos brincaron al borde del cofre y como si estuvieran buscando detenidamente el pergamino correcto, se demoraron un par de segundos en tomar un rollo cada uno con su pico. Después se aproximaron al borde de la mesa y depositaron los papiros cerca de Agasha y Albafica, para luego regresar a su jaula tranquilamente.

–Por favor, lean su fortuna– sonrió el hombre mayor, mientras colocaba un poco de alpiste para sus avecillas.

La florista de inmediato tomó el pequeño pergamino y lo desenrolló para leerlo en voz alta.

–Dice así: "Hoy habrá una gran sorpresa para ti, presta atención a tu alrededor" – sonrió divertida, mostrándole el texto a su acompañante. –Oh, vaya, eso suena muy bien, ahora veamos el tuyo, Albafica. –

Piscis procedió a tomar su papiro y desplegarlo con curiosidad. Pero tan pronto leyó el contenido, el color se le subió al rostro.

–¿Qué dice? – quiso saber ella, pero Albafica escondió rápidamente el papelito detrás de él. –¡Oye, eso es trampa! –

–Yo… no creo que sea buena idea que lo leas– dijo nerviosamente, mirando para otro lado.

El hombre mayor hizo una mueca divertida al ver cómo se ponía nervioso.

–Vamos muchacho, no te inquietes, la fortuna siempre se cumple, sea cual sea– dijo tranquilamente. –Los canarios no se equivocan y seguramente lo que te tocó, está relacionado con lo que leyó la señorita. –

El guerrero de Athena tragó saliva nerviosamente. En verdad que esto parecía una broma y le resultaba extraño que esa persona se expresara con tanta seguridad respecto a lo que hacían sus aves.

–Albafica, dime cuál es tu fortuna– pidió la florista, acercándose para tratar de quitarle el pergamino.

–No Agasha, mejor no lo leas– se negó de nuevo, retrocediendo hacia atrás. –Mejor vamos a ver otros espectáculos, por favor– el sonrojo se mantenía muy visible en sus mejillas.

El dueño de los animalitos emplumados soltó una risa, pensando que eran una pareja de novios un poco inocentes. Los miró alejarse entre las demás personas, ella persiguiéndolo a él para saber lo que decía el papiro.

Un par de calles más adelante.

–No es justo, yo pagué para que los pajaritos nos leyeran la suerte, así que quiero saber qué te tocó a ti– dijo la joven con voz agitada, luego de perseguirlo por las calles.

Albafica tenía una sonrisa inquieta, no quería que Agasha se enojara, así que se dejó acorralar en un arco de piedra para que ella lo alcanzara. Estaba dispuesto a permitirle leer el dichoso pergamino.

–Está bien, no te enojes– suspiró, extendiendo la mano para mostrarle el mensaje. –No sé qué pensar al respecto… –

La florista tomó el papel, el cual tenía letras rojas y claras con la siguiente frase: "Hoy recibirás un beso de la persona que más te importa".

Se quedó con la boca abierta, sintiendo cómo el estómago se le contraía y el corazón le brincaba. El color rojo tiñó furiosamente sus mejillas y de pronto no sabía para dónde mirar, ahora comprendía la reacción nerviosa del santo. Pasó saliva despacio y sólo atinó a medio sonreír, llevándose las manos a la cara.

¿Hoy tenía que besar a Albafica?

Tomando en cuenta la presión que Shion y Deméter ejercían sobre ella… obviamente el asunto con el guerrero zodiacal no podía retrasarse demasiado. Esos mañosos canarios también conspiraban contra ella, empujándola a una situación que si bien, sonaba muy interesante, la florista no estaba segura de poder llevarla a cabo por los nervios que la invadían.

–¿Estás bien Agasha? – preguntó él, sacándola de sus pensamientos. –Oye, no era mi intención incomodarte. –

Ella se destapó la cara y le sonrió lo más serena que pudo fingir.

–Tranquilo, no pasa nada– soltó una lenta exhalación. –Dejemos esto de lado por ahora y vayamos a buscar a Pefko y Teneo. –

El doceavo guardián se relajó momentáneamente. Todo esto resultaba un poco tenso, porque era consciente de que Agasha estaba al tanto de lo que Deméter quería de ambos. Seguramente ella también lidiaba con sus propios conflictos e inseguridades. Pero había una gran diferencia: La florista ya tenía experiencia en esos menesteres… y él no.

Eso le preocupaba.

Y mucho.

Pero también sabía que una situación cómo esa, no se podía planear. Tal vez Piscis no tenía experiencia de primera mano en relaciones sociales, pero había leído bastante y observado lo suficiente a los demás, dándose una idea de cómo debía ser ese tipo de interacción. Suspiró de nuevo, tratando de no inquietarse otra vez.

Ambos llegaron al monumento de Athena. La gente circulaba de un lado a otro, pero todavía no eran tantos como para impedir el libre paso. Se acercaron a los escalones que precedían el pedestal de la estatua y ella se sentó en uno de ellos.

–Esperemos un poco, a ver si aparecen– dijo, mirando distraídamente hacia otro lado.

–De acuerdo– confirmó Albafica, manteniéndose de pie.

Aunque realmente él no esperaba que eso sucediera pronto. Por alguna razón, presentía que Shion le había dado indicaciones precisas a Teneo para mantener entretenido a Pefko toda la tarde. Sonrió para sí mismo, quizás debió haberle pedido algún consejo al borrego para estas situaciones. Sus nervios seguían latentes, no eran muy notorios, pero ahí estaban.

De reojo contempló a la florista, quien mantenía una mueca alegre pero ruborizada. Se tomó un par de segundos para admirarla de nuevo, sus bellos rasgos le parecían perfectos, era una mujer que inspiraba confianza y calidez. Aunque eso ya lo sabía desde hace mucho tiempo, ella poseía un alma noble que se delataba en cada una de sus acciones: Conversando amigablemente con cualquiera, cantándole a las flores, sonriendo al hablar con niños y mucha amabilidad al interactuar con todos.

Él tenía mucho que aprender de Agasha.

De pronto, ella giró el rostro, descubriéndolo en el acto. Pero en vez de desviar la mirada, optó por sostenérsela y esperar a ver qué sucedía, a pesar de sentir que el estómago se le contraía.

–Quiero hacerte una pregunta. –

–Te escucho, eres libre de preguntar lo que desees– contestó él, sin dejar de verla a los ojos.

–¿Por qué pactaste con Deméter? –

Un extraño escalofrío bajó por la nuca del doceavo caballero, no se esperaba semejante cuestionamiento. Pero si razonaba un poco más dicha interrogante, la realidad era que no estaba seguro de por qué pactó con la deidad. En su momento, él podría decir que lo hizo para vengarse del juez infernal. Pero sus memorias le aclararon la verdad: Cuando estaba al filo de la muerte, su único pensamiento giraba en torno a la bella florista.

Entonces…

Albafica tomó la decisión de sincerarse.

–Porque deseaba… – hizo una pausa, le estaba costando trabajo dejar que las palabras fluyeran. –Yo deseaba… poder expresarte… lo que sentía… lo que siento todavía… – agachó el rostro, escondiendo su mirada detrás del flequillo. –No sé cómo decírtelo… –

Agasha sintió cómo el corazón le daba un vuelco. El guardián de Piscis realmente estaba expresando sus sentimientos por ella y se podía apreciar que lo hacía con un gran esfuerzo. Ella debía tomar en cuenta eso, dado que, al haber vivido tantos años en soledad, para Albafica no resultaba nada fácil abrirse frente a alguien. Entonces ella lo ayudaría.

–Querías defender lo que te importaba– explicó, poniéndose de pie y acercándose a él. –Deseabas protegerme, ¿No es así? – con un movimiento de cabeza el hombre confirmó. –¿Y también querías decirme algo más?, ¿Qué era? –

Quedaron frente a frente, ella alzando el rostro para observarlo y él sin atreverse a mirarla todavía. Claramente se percibió cómo sus respiraciones se entorpecieron por los nervios.

–Desde… desde que te vi por primera vez con tus flores… un sentimiento desconocido para mí, comenzó a llenarme el pecho– volvió a tomar aire profundamente. –Te volviste alguien importante en mi solitaria vida… –

–¿Soy importante para ti en éste momento? – volvió a cuestionar ella, percibiendo cómo la emoción crecía en su pecho, por fin podía confirmar que él también generó sentimientos reales respecto a su persona. –Mírame, por favor… – su mano se posó dócilmente sobre el pecho masculino.

Albafica ya no pudo evadir por más tiempo esos bellos ojos, así que por fin alzó la cara para encontrarse con ellos.

–Sí Agasha… no tienes idea de lo importante que eres para mí– su mano se movió discretamente, posándose sobre la de ella, haciendo una suave presión. –Tú evitaste que me hundiera en la oscuridad de mi maldición… me salvaste de la soledad y el dolor… –

La mirada de la florista se cristalizó y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Escuchar eso fue suficiente para no dudar más. Su otra mano subió hasta la mejilla del caballero, acariciando con ternura su piel, consiguiendo que él cerrara los ojos por un momento, expresando con ese gesto la felicidad que sentía por dicho contacto.

Todo sucedió repentinamente.

La mano que sujetaba Albafica de deslizó de su agarre, y de pronto, ambas ya estaban en su rostro, tomándolo con firmeza, guiándolo hacia ella. No le dio tiempo de reaccionar ni de abrir los ojos, simplemente Agasha lo atrajo mientras se alzaba de puntitas… para luego sentir cómo sus tibios labios se encontraban con los suyos.

Un roce suave, tierno e inocente.

El doceavo santo se petrificó totalmente. La sutil presión sobre sus labios le produjo cosquillas y una descarga eléctrica que descendió por su espalda. Su cerebro dejó de razonar y solamente se concentró en esa grata sensación de calor, suavidad y confort, la cual sólo duró un par de segundos, pero que fueron suficientes para abrirle las puertas a un nuevo mundo.

Por su parte, Agasha estaba respirando con bastante agitación, con el pecho doliéndole por la adrenalina del momento, pero también con la increíble satisfacción de por fin haber rozado los labios del guerrero zodiacal. Sí, sabía perfectamente que su comportamiento resultaba atrevido, pero no lo pudo evitar, simplemente cerró los párpados y se dejó llevar. El beso fue casi efímero, pero sabía que eso era suficiente para comenzar.

Ella había dado el primer paso y ya no habría marcha atrás después de esto.

Se apartaron lentamente, al mismo tiempo que sus miradas se reencontraban. Ninguno tenía la más mínima idea de lo que debían hacer o decir ahora. El tiempo se quedó estancado y si un pequeño besito provocaba eso en ambos… ¿Qué sucedería en otras circunstancias?


Continuará...

Originalmente, lo de la fortuna para ambos lo iba a redactar con una gitana y su bola de cristal XD pero recordé una tradición que se practica en varias partes de mi país: Los pajaritos de la suerte :D:D:D:D Obviamente es un juego, una atracción turística de las ferias tradicionales, pero a veces hay ciertas coincidencias divertidas, como aquí :D :3 No nieguen que deseaban ver un besito entre Albafica y Agasha ;D

Espero les haya gustado el capítulo y me regalen un comentario, eso me hace muy feliz y me motiva :D

Hasta la próxima :)

1/Marzo/2021