Hola a todos :)

Les dejo el decimoctavo capítulo, lo terminé antes de tiempo, supongo que la inspiración a veces no es tan evasiva XD XD Continuamos con la convivencia entre Agasha y Albafica, también veremos a Pefko y Teneo comiendo dulces y un poco más de la diosa de la agricultura XD

Sean bienvenidos los nuevos lectores(as), de antemano les agradezco su tiempo de lectura y por favor, háganme saber su opinión con un review :3

Minueto, Gavota y Contradanza: Son los bailes de moda que existían en la Europa del siglo XVIII. Eran muy populares entre la clase alta, pero también en zonas menos urbanas existían variantes de los mismos. Se caracterizaban por ser ejecutados en pareja con pasos elegantes y agraciados.


Sobre sus comentarios:

Natalita07: Que gusto saber que el cortejo de la parejita te ha hecho desmayar :D:D Claro que sí, ese beso y esa confesión eran necesarias, así como hacer sentir a gusto al santo. Agasha haciendo su mejor esfuerzo, ella puede, definitivamente :D:) No te preocupes por Teneo y Pefko, aquí verás que andan muy contentos. También verás un poquito más del progreso entre la florista y piscis. Gracias por comentar :)

Leyla: Me alegra ver que te gusta la relación de ambos y sí, parecen adolescentes, pero todos sabemos que deben pasar a otra cosa :P XD Ya verás que poco a poco Albafica se sincerará más con sus sentimientos. Me hace feliz que seas tan feliz XDXDXD Gracias por comentar :)

Melka1: Bueno, sólo espero que te siga gustando la historia :P

Lucy-Lu: Gracias por seguir aquí Lucy y por tus palabras, me levantan mucho el animo :D:D Es cierto, Albafica es un amor y pues la florista es su apoyo. No te preocupes, trataré de que Agasha lo guie de la mejor manera. Sobre Shion y Agasha como pareja, claro que sí, estoy bosquejando la idea y sí, voy a escribir un fanfic de ellos dos ;D Muchas gracias por comentar :3

Roses Girl: Me alegra leerte por aquí :) Que bueno que te gusta la interacción entre Agasha y Albafica :D:D La escena que vimos en el anime/manga se me hizo muy llamativa y siempre imaginé que se había tratado de una promesa hecha por él :):) Te recomiendo que ten pongas al día con los demás capítulos para que leas más de esos acercamientos tiernos entre ellos ;3 Gracias por comentar :)


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por gusto y diversión.


Capítulo 18: El Cortejo III

Rodorio.

El agradable aroma del dulce ya comenzaba a empalagar a Pefko. Teneo y el sanador habían estado un buen rato visitando los puestos de dulces y otras conservas, degustando todas las muestras de frutas locales y exóticas. El chiquillo en verdad estaba encantado ya que no siempre podía disfrutar de dichos productos, debido su elevado precio cuando los llevaban a la isla de los curanderos.

–Suficiente, ya no puedo comer nada más– exhaló el santo de Tauro, después de terminarse el último pedazo de una fruta cristalizada.

Teneo también había disfrutado bastante de comer dulces, algo que siempre hacía cuando podía, dado que, en su niñez, él y los otros huérfanos no pudieron hacerlo. Así que no había tenido problema alguno en aceptar la encomienda del patriarca Shion.

El día de mañana vas a llevarte a Pefko contigo, cuando lleguen a Rodorio, lo convencerás para que vayan al área de dulces, necesito que ambos estén apartados de Agasha y Albafica, ellos deben tener libertad para iniciar su cortejo– había mencionado Shion.

Tauro no tardó demasiado razonar de qué se trataba el asunto. Era muy probable que el amigo del patriarca, Albafica, ya conociera a Agasha desde antes y ahora que por fin había vuelto al Santuario, se establecería una relación entre ambos. Cosa que alegró al guardián zodiacal, dado que la florista había enviudado muy joven.

–Yo tampoco, ya me empalagué– mencionó Pefko con una sonrisa. –Espero no me duela el estómago al rato. –

–Entonces vayamos a caminar un poco para hacer algo de digestión– propuso Teneo, al mismo que se levantaba del banquillo. –Veamos que venden lo artesanos, necesito comprar una que otra cosa. –

El adolescente asintió y ambos emprendieron el camino entre la gente.

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Monumento de Athena.

Agasha y Albafica se mantuvieron en silencio por un par de segundos, perdiéndose en la mirada del otro. Ella aún tenía sus manos en el rostro de él y por un instante se quedó así, observando su expresión sorprendida y al mismo tiempo emocionada. El santo de Piscis tenía un brillo especial en las pupilas, casi podría jurar que ese breve acercamiento había provocado un cambio en su persona.

Pero después de la locura inicial, la comprensión le llegó de golpe: Había besado a Albafica sin su consentimiento. Entonces la vergüenza la hizo retroceder de inmediato y desviar la mirada, no comprendía porque había hecho eso y temía haberse equivocado.

–Yo… yo lo siento, no… no debí hacerlo– murmuró nerviosa.

–Gracias– pronunció en voz baja el santo, haciendo que ella volteara a mirarlo sorprendida. –Gracias por haberlo hecho… –

De pronto, Agasha sintió cómo los brazos masculinos la envolvían y antes de poder entender qué sucedía, ya se encontraba apretada contra el pecho de Albafica. El caballero de Piscis la estaba abrazando con una devoción tan intensa, que ella podría asegurar que ni siquiera se daba cuenta. En ese momento, pudo escuchar su corazón, el cual latía muy rápido, prueba inequívoca de que se encontraba sumamente agitado por el beso.

Sin lugar a dudas, esa breve caricia había desencadenado una intensa emoción en Albafica y aunque no tenía experiencia en relaciones con otras personas, sospechaba que quizás sus instintos lo guiarían.

¡Esto es… muy intenso! – pensó la florista.

Se quedó quieta, permitiendo que él la envolviera, que experimentara lo que era abrazar a otro ser humano, otorgándole la oportunidad de aprender y disfrutar. Tal vez era un poco intenso su apretón, pero de ninguna manera la dañaba, por el contrario, esa cercanía comenzaba a ponerla un poquito inquieta. Es decir, Piscis era alto, tenía el físico de un guerrero y su elegante porte dejaba si aliento a cualquiera. Todo en conjunto, estaba abrumándola.

–Agasha… yo no sé cómo expresar mi sentir– volvió a murmurar el santo, hablándole muy cerca del oído, provocándole un sutil escalofrío. –Por favor guíame… quiero saber, deseo aprender. –

El corazón femenino tuvo otro vuelco ligeramente doloroso. Albafica se expresaba con una sinceridad que casi le dolía a ella. Sin lugar a dudas, la florista estaba muy lejos de imaginar lo difícil que había sido su solitaria vida y lo increíblemente duro que debió ser para él ver la interacción de otras personas y no poder experimentarlo en carne propia.

Su petición no podía tomarse a la ligera y ella debía pensar con mucho cuidado su siguiente paso. El guerrero de Athena requería de ayuda para superar su pasado, precisaba de una guía para aprender a relacionarse y más que nada… necesitaba mucho contacto humano. Así que, finalmente, asintió contra su pecho, llevando al mismo tiempo sus brazos alrededor del torso masculino para corresponder al abrazo.

–Lo haré, yo te ayudaré– dijo con voz suave.

Albafica sonrió al escucharla, su bella florista era todo lo que necesitaba para adaptarse a su nueva vida.

Poco a poco aflojó sus brazos, siendo consciente hasta ese momento, de que la había abrazado con demasiada efusividad. El color tiñó su rostro cuando sus manos recorrieron automáticamente la cintura de ella antes de retirarlas. Todo era tan nuevo para él, que se sentía avergonzado por el más mínimo comportamiento inconsciente que hacía. Pero ya era tarde para arrepentirse y el hecho de que Agasha mantuviera su cercanía con su propio abrazo, le decía que no estaba disgustada en lo más mínimo.

La joven alzó el rostro tan pronto se sintió libre, encontrándose con la mueca apenada del santo.

–P-perdón, yo… –

–Albafica– lo interrumpió con una sonrisa. –Abrazar a otra persona no tiene nada de malo, en especial si es alguien cercano a ti y que te ha dado la confianza para hacerlo. –

–P-pero tú no… – quiso disculparse otra vez.

–Te acabo de robar un besito– el rubor se expresó en sus mejillas, mientras se apartaba lentamente. –Creo que el abrazo ha sido muy equitativo. –

El doceavo santo sólo atinó a sonreír de nuevo, percibiendo cómo las emociones se agitaban erráticamente dentro de él. La florista se expresaba con mucha serenidad a pesar de ver sus mejillas sonrojadas, entonces, definitivamente debía confiar en ella.

–Yo… es decir… no me importaría repetirlo– las palabras se le escaparon sin querer y cuando se dio cuenta, su rostro ardió incluso más.

Ella abrió los ojos en grande, sorprendiéndose de su sinceridad, la cual no tenía nada de malo. Albafica estaba ansioso por aprender y ella sabía perfectamente que los nervios pueden ser traicioneros con los pensamientos y las palabras, así que no había una razón para juzgarle. Le sonrió con suavidad y asintió despacio.

–Claro que sí, lo repetiremos– subió sus manos hacia el cuello de la camisa y empezó a acomodarlo. –Pero no es recomendable que sea aquí, por la cantidad de mirones y chismosos. –

El santo de Piscis echó un vistazo a su alrededor, era cierto, la cantidad de gente había aumentado muy rápido y no era buena idea estar en medio de la plaza, besuqueándose en el monumento de Athena. Una sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro.

–Perdón, no fue mi intención ponerte en una situación tan comprometedora– se disculpó.

Agasha terminó de acomodar los olanes de la tela.

–No te preocupes, a estas alturas de la situación, alguien ya debió haberle dicho a mi padre que me vieron con un hombre muy apuesto, paseando por las calles de Rodorio– soltó una risita. –Y créeme, no me importa en absoluto lo que digan, es más, esto resulta benéfico para mí, después de todo, muchos de los habitantes creían que yo… –

Repentinamente, se quedó en silencio, bajando la mirada y no queriendo decir nada más.

–¿Qué sucede? – preguntó él. –¿Hay algo que deba saber? –

Ella lo dudó por un momento, pero quizás era conveniente ir aclarando algunas cosas, dado que, si iban a formar una pareja, los secretos no debían guardarse.

–Si no me equivoco… Shion ya te platicó algo de mi pasado– respondió sin alzar la cara. –Él debió haberlo hecho antes de reencontrarnos. –

Albafica recordó de inmediato la anécdota, el patriarca le había platicado que la florista estuvo casada y que ahora era viuda. Eso no era complicado de entender para él, pero por la reacción que mostraba, seguro que había algo más en esa historia personal.

–Así es, Shion me dijo una que otra cosa– colocó su mano bajo el mentón de ella para hacer que lo mirara. –Dime que ocurre, porque te pusiste así. –

La joven dirigió sus ojos hacia los de él. Su llamativo color azul reflejaba muchas intenciones, pero la que más resaltaba en ese instante, era la preocupación por ella. Tal vez se debía a un reflejo inconsciente, pero le agradó mucho el poder distinguirlo y eso le otorgó la confianza para hablar.

–Años atrás, hubo personas que me juzgaron por no poder darle hijos a mi difunto marido, incluso él mismo me reclamó– su expresión se volvió triste. –Y cuando enviudé, las burlas pasaron a ser comentarios sobre mi nefasta situación, ellos decían que me quedaría sola por el resto de mi vida… que ningún hombre se fijaría en una mujer incapaz de procrear. –

Albafica sintió una fuerte contracción en el estómago. Comprendía bien a qué se refería la joven, los tiempos eran difíciles y sin un compañero, lo eran todavía más para una mujer sola. Y si a eso se le agregaban los rumores de que no podía concebir, simplemente el destino de esa persona quedaba marcado permanentemente.

El portador del pez dorado entendía en buena parte el sentir de Agasha. Él mismo conocía lo que era el rechazo de los demás y la soledad que eso traía. Si bien la situación era diferente entre un hombre y una mujer, el guerrero de Athena no estaba dispuesto a permitir que la tristeza se apoderara de ella.

Sin pensarlo dos veces, sus brazos nuevamente se ciñeron alrededor de la florista, quien respingó ante sus acciones. La atrajo hacia él, en un gesto evidentemente protector.

–Tú nunca te quedarás sola– susurró Albafica. –Yo no lo permitiré… y si alguien se atreve a decirte algo o a burlarse de ti, se las verá conmigo. –

La joven sintió que el corazón se le detenía. Escucharlo hablar de esa manera en verdad que le provocaba una sensación agradable, porque era inevitable que un santo dorado siempre expresara su deber como protector. Pero en éste caso, su voto no era para la diosa de la sabiduría, sino para ella, una sencilla aldeana a la que abrazaba con indudable calidez. Sonrió contra su pecho y no pudo evitar que los ojos se le humedecieran.

–Agradezco tu promesa– contestó ella finalmente. –Pero por favor, no golpees a nadie. –

Piscis soltó una pequeña risita sin dejar se abrazarla. Por Agasha haría cualquier cosa, lo que le pidiera. Pero si alguien osaba decir algo que ofendiera a su futura esposa, él no se contendría para ponerlo en su lugar.

–Cómo tú desees– dijo, mientras la soltaba despacio.

La florista tomó un poco de aire, se frotó los párpados y luego le sonrió dulcemente.

–¿Sabes bailar? –

El santo abrió los ojos en grande y no supo cómo responder a eso. Él no sabía bailar, pero en varias ocasiones pudo ver cómo lo hacían las parejas en otros lugares. Es decir, en sus misiones, no solamente cumplía con su deber, sino que también se tomaba pequeños recesos para observar el mundo, a los demás, sus costumbres, sus acciones cotidianas, etc. Así que, tenía conocimiento de muchas cosas, pero no práctica.

Negó con el rostro sin poder evitar otro sonrojo.

–No importa, yo te enseño – la joven mantuvo su expresión amable. –Ven, iremos al otro lado de la plaza– su mano aferró la del hombre.

Albafica tragó saliva, no estaba seguro de poder complacerla. Le encantaba verla sonreír, pero se sentía nervioso con este tipo de cosas y temía equivocarse. Pero, aun así, la siguió, proponiéndose intentarlo y quizás ahora se arrepentía de no haberle prestado atención al modosito de Dégel cuando, años atrás, éste le había propuesto enseñarle a bailar para que se distrajera de su soledad.

Ambos llegaron al otro lado de la plaza, la cual estaba un poco despejada. No muy lejos, se hallaba el escenario principal, donde un grupo de músicos ejecutaba canciones tradicionales con un ritmo ligeramente tranquilo. Había muchas parejas siguiendo la melodía, ensimismados en su propio mundo.

Piscis se sintió aliviado al ver cómo se movían, dándose cuenta que en realidad, no estaban realizando un baile complejo como el minueto, la gavota o la contradanza. Simplemente se dejaban llevar por la oscilación natural de una pareja abrazada muy cercanamente. Entonces sintió que Agasha se detuvo y cuando volteó a mirarla pudo notar su lindo sonrojo.

–Primero, coloca tus brazos aquí– pidió ella. –Y por favor, no te pongas nervioso, que no estás haciendo nada malo– le aclaró una vez que lo hizo abrazarla por la cintura.

El hombre sintió cómo la saliva se le atoró en la garganta al notar la proximidad de la joven y su silueta delineándose bajo su tacto. Ella permanecía bastante cerca, demasiado para él, provocándole otro tipo de nervios en su interior. Pero se obligó a sí mismo a no reaccionar tontamente, aceptando que lo rodeara por el cuello, reafirmando esa cercanía que, de un momento a otro, se le hizo fascinante.

–Ahora vamos a comenzar– volvió a explicar en un tono cordial. –No te preocupes, esto no es una danza elegante, sino más bien, algo sencillo e informal, así que, da un paso a tu derecha. –

La florista se deslizó pausadamente, dándole tiempo al caballero de imitarla. Albafica, dudando un poco, dio ese paso lateral y claramente notó cómo sus manos se aferraron más a ella, casi como otro reflejo involuntario. Se quedaron quietos.

–Muy bien, ahora regresamos con otro paso a la izquierda– de nuevo la joven se movió.

Él volvió a repetir la acción que le pedía sin dejar de mirarla con atención. Esto era un poco raro para el guerrero zodiacal, pero poco a poco, se dio cuenta que no era tan difícil, y que las otras parejas, estaban haciendo exactamente lo mismo, oscilar calmadamente.

–De nuevo, derecha y luego izquierda– se aferró un poco más a su cuello. –Es todo lo que haremos, permite que el movimiento nos haga girar. –

Albafica confirmó al mismo tiempo que hacía una pequeña sonrisa. De un lado a otro con calma, consiguiendo que sus pasos los fueran llevando en una rotación parsimoniosa, tranquila y cercana. Toda una experiencia para recordar, ya que era la primera vez que él bailaba con una mujer, la primera vez que sujetaba una cintura femenina… la primera vez que no se sentía solo entre tanta gente.

A decir verdad, todo lo que hiciera con la florista a partir de ahora, sería su primera vez.

Ese pensamiento lo tenía muy en claro y a pesar de que le generaba ansiedad, sabía que era algo que en verdad deseaba, vivir todas esas nuevas experiencias con Agasha.

Por su parte, la joven no cabía en sí misma de la felicidad que le calentaba el corazón. Estar aquí y ahora, bailando con un hombre como Albafica, rodeados de personas y viendo que él se relajaba poco a poco, era un sueño hecho realidad. Efectivamente, los nervios le cosquilleaban en el estómago, su respiración se pausaba por breves momentos y el color de su rostro se había quedado en el rojizo. Pero todo eso podía soportarlo, y más, tan sólo por la satisfacción de verlo feliz.

Sus ojos azules tenían ese lindo brillo desde hace rato, el cual indicaba que Piscis estaba contento. Ya no había rastro alguno de la triste melancolía que alguna vez opacó su mirada. Tal vez estaba inquieto por lo precipitado de la situación, pero era normal y eso iría esfumándose lentamente. Tenía que reconocerlo, él santo dorado había hecho notorios progresos en muy pocas horas, sorprendiéndola bastante.

Incluso ella misma estaba desconcertada con su propio comportamiento. En otras circunstancias, no se hubiese tomado tantas confianzas con un hombre. Pero Albafica no era cualquier hombre y todo lo que hacía en éste momento, era con el objetivo de que se adaptase a la nueva vida que le habían otorgado. Casi podría asegurar que esto también era un regalo para ella. Sonrió encantada con ese pensamiento, manteniendo la vista en el rostro masculino.

Él ya no desviaba la mirada, a pesar del intermitente sonrojo que lo asaltaba. Eso era una buena señal, el doceavo santo se sentía en confianza, lo que le facilitaría asimilar los siguientes pasos de su relación. Así que ambos continuaron bailando lánguidamente, dejando que un par de canciones pasaran. No había prisa, la tarde apenas llegaba y Agasha se sentía a gusto posando su rostro en el pecho de él. No era necesario hablar, sólo disfrutar.

Pasaron los minutos y la música finalizó, los artistas se tomarían un descanso.

La pareja se detuvo.

–Creo que ya no podremos seguir bailando– dijo él, mirándola detenidamente.

–Bueno, quizás más al rato continúen tocando, por ahora, podemos seguir recorriendo los puestos de artesanías– se apartó despacio sin dejar de sonreírle.

Ambos estuvieron de acuerdo, encaminándose hacia otra calle. Esto había sido entretenido y Piscis estaba agradecido con la florista por su paciencia. Así que hizo una nota mental para sí mismo: Pedirle ayuda a Shion para aprender a bailar y más adelante, darle una sorpresa a Agasha.

–¡Señor Albafica, Agasha! – una voz conocida los llamó.

Pefko y Teneo se aproximaban por una de las otras calles. Ambos cargaban algunas cosillas y una canasta de bollos.

–Hola muchachos ¿Cómo les ha ido? – preguntó ella.

–Muy bien, ha sido bastante divertido, ¿No es así Pefko? – explicó Teneo, mientras el curandero confirmaba con una mueca alegre y mordisqueaba uno de los panes. –Tienen que probar esto, los trajeron de la isla de los curanderos, son panecillos de miel y están deliciosos– ofreció.

La pareja aceptó los bollos y comenzaron a comerlos. Eran suaves y muy aromáticos, lo que de inmediato agradó al santo de Piscis.

–Son muy dulces, creo que deberíamos comprar unos también– miró a la florista, quien asintió.

–Señor Albafica, espere un momento– Pefko buscó algo en su morral. –Tenga, ya es hora de la comida, así que tiene que tomar la dosis que sigue– le ofreció un pequeño frasco con la porción correspondiente del antídoto.

–Es verdad, gracias Pefko– tomó el contenedor y lo guardó en su bolsillo.

Ahora que lo pensaba, era buena idea comer algo más para acompañar la dosis y de esa manera continuar con el tratamiento. Afortunadamente, en todo el tiempo que llevaban ahí, no había tenido molestias evidentes. Sólo el ardor en sus venas persistía, pero no era algo que le incomodara demasiado.

–El local de los bollos está en esa dirección– señaló Teneo. –Les recomiendo que vayan de una vez, porque se están acabando, nosotros vamos a ver a los gitanos. –

–¡Uy sí, quiero que me lean las cartas! – el joven sanador parecía bastante emocionado. –Nos vemos después– se despidió de la pareja.

Albafica sonrió para sí mismo, definitivamente le debía más que un par de cervezas a Shion. Miró a la florista y no pudo evitar suspirar al verla terminar de comer su panecillo, ella era linda en todos sus gestos, incluso comiendo.

–¿Vamos? – le preguntó.

–Claro, voy a comprar unos cuantos para mi padre también– se acercó y le rodeó un brazo.

De nuevo el sonrojo se hizo patente en el rostro del santo, pero poco le importó, así que se dirigieron hacia el lugar indicado para comprar los bollos de miel.

Un par de horas después.

Albafica y Agasha no sintieron el paso del tiempo, centrándose en curiosear por cada local, en disfrutar de otras demostraciones artísticas y en olvidarse de todo lo demás.

Consiguieron lo que querían antes de que se acabara y Piscis aprovechó para tomar el antídoto junto con unas piezas de pan y un poco de jugo de frutas, que también andaban ofreciendo gratis. Más tarde, los dos recorrían las calles menos ajetreadas, llegando a una plazuela, donde había una gran fuente de agua que el doceavo caballero reconoció de inmediato.

–Este lugar… – murmuró.

–Es la fuente comunal más grande que tiene Rodorio, todos venimos aquí por agua– explicó la florista. –Es de las pocas cosas que se salvaron luego del ataque del espectro. –

Caminaron hasta la construcción de piedra y el hombre se le quedó mirando. No tardó más de unos segundos en ubicar la pared, detrás de la cual, se escondió para mirar por primera vez a la florista.

–Hace seis años, desde aquí te observé con tus flores, les estabas cantando mientras las regabas– le sonrió abiertamente.

La mujer hizo una mueca sorprendida.

–¿Tú me oíste cantar? – se avergonzó otra vez, llevándose las manos al rostro. –¿Cuándo fue eso, porque no me di cuenta?, ¡Ay no, seguramente fue horrible escucharme! –

–Agasha– la llamó con un tono cariñoso. –Tu voz es una de las cosas más bellas que he escuchado en toda mi vida– se acercó y bajó el rostro para quedar a su altura. –Y desde que les hablaste con ternura a tus flores, supe que tú eras muy especial. –

La joven retiró sus manos para encontrarse frente a frente con el guapo hombre. La respiración se le detuvo por completo y sintió que se desmayaría de nuevo. Él estaba tan cerca, que de inmediato se sintió inquieta y ansiosa por volver a besar sus labios.

¿Sería muy pronto para hacerlo de nuevo?

Albafica dijo que deseaba intentarlo otra vez, entonces…

No lo pensó demasiado y nuevamente sus manos se movieron solas, tomando las mejillas del santo y antes de que se arrepintiera por su nuevo desliz, volvió a besarlo. Pero en esta ocasión, Albafica no se quedó inmóvil por su sorpresiva acción, ya que un segundo después, él imitó el mismo gesto, correspondiendo abiertamente al beso.

Ambos cerraron los ojos, mientras sus labios se encontraban en un roce superficial que poco a poco se intensificó.

–Sígueme… – susurró Agasha. –Sólo imita lo que yo hago… –

Y eso hizo el portador del pez dorado, sintiendo a su corazón brincar descontroladamente, advirtiendo cómo su nerviosismo inicial se transformaba en otra cosa que no estaba seguro qué era. Pero no quiso razonarlo demasiado, simplemente se dejó guiar por el instinto, adaptándose rápidamente a la manera en que ella acariciaba sus labios, encandilado con los efectos generados.

Ahora comprendía que jamás podría volver a privarse de tan sublime contacto.

La suave fricción de sus bocas se mantuvo por unos instantes más, reconociéndose mutuamente, permitiendo que los nervios sensitivos transportaran los estímulos eléctricos a sus mentes, provocando una agradable y etérea sensación que les recorrió todo el cuerpo.

Hasta que finalmente, esa breve unión, finalizó con un lento distanciamiento.

Albafica tenía la respiración alterada y el corazón le dolía de la emoción. Agasha estaba encantada con lo que acababa de suceder, el santo de Piscis respondía cada vez mejor al acercamiento físico. Y era evidente que, en ambos, los sentimientos latían cada vez más fuerte, reafirmando su relación.

Una risita tierna delató el nerviosismo de ella, así que desvió el rostro una vez más.

–Perdón, lo volví a hacer– se disculpó, pero su voz no tenía nada de arrepentimiento.

–No me molesta– su mano se acercó a la mejilla femenina para hacer que lo mirara de nuevo. –Tú puedes robarme los besos que quieras… no sabes lo feliz que eso me hace. –

Ella se perdió momentáneamente en los iris azules, la mirada de Albafica destilaba ternura y en verdad se podía apreciar algo diferente en él.

–No sé qué decir– suspiró. –Esto ha sido muy precipitado y emocionante. –

–Estoy de acuerdo contigo, te parece bien que sigamos paseando– Piscis le ofreció su brazo para que lo tomara. –Creo que un poco de distracción hará que disminuya tu rubor. –

La florista mantuvo su expresión divertida, se abrazó a él y luego ambos reiniciaron su recorrido por las calles. No era necesario entrar en detalles, sino dejar que todo fluyera naturalmente.

El crepúsculo llegó.

La celebración continuaba y aunque muchos ya se habían ido, otros más llegaron. La música alegre se dejó escuchar y el baile nocturno inició. Pero ahora había demasiadas parejas, niños y personas en general danzando por toda la plaza central. Los espectáculos artísticos terminaron por ese día, así que los gitanos y otros comerciantes se unieron al jolgorio.

No obstante, para esa hora, Agasha ya estaba agotada y el santo de Piscis, aunque no lo hacía evidente, también necesitaba un descanso. Es decir, las emociones habían sido bastantes por ese día, así que quizás era momento de volver al Santuario, además de que, la florista deseaba evadir a su padre, porque él y la costurera Calíope gustaban de ir al baile final. Entonces, tenían que escabullirse.

–Creo que debemos volver, ya me duelen los pies– dijo Agasha, sentándose un momento en una silla.

–De acuerdo, si gustas, te puedo cargar– propuso Albafica con sinceridad.

–Que amable eres, pero todavía puedo caminar, además, si me cargas aquí, podría pegarle a alguien– soltó una risita.

En ese momento, se escucharon las voces de Teneo y Pefko.

–Buenas noches– saludó el santo de Tauro. –Vaya, que rápido se fue el día, ¿Qué tal estuvo su paseo? –

–Todo ha si muy agradable– respondió Albafica. –Pefko, ¿Estás bien? – miró al chiquillo quién tenía cara adormilada.

–Creo que comí demasiado– hizo un pequeño eructo, sonrojándose sin querer. –¡Perdón! –

Todos se rieron por el chascarrillo y luego se encaminaron hacia la salida del pueblo, era tiempo de regresar y tomar un merecido descanso.

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Santuario, edificio Patriarcal.

Shion los recibió complacido, sabía perfectamente que el plan había dado resultado y más cuando notó el insistente sonrojo de Albafica cada vez que miraba a la bella florista.

–Me alegra que se hayan divertido– dijo el patriarca. –Me imagino que ya no van a cenar. –

Todos negaron, era evidente que habían disfrutado de la comida ofrecida en la celebración y al mismo tiempo aprovecharon para comprar una que otra cosa. Entonces Agasha hizo un gesto de estiramiento y liberó un pequeño bostezo, se le notaba el cansancio.

–Yo me retiro, buenas noches a todos– Agasha se despidió en general y le regaló una sonrisa al santo de Piscis.

–Buenas noches Agasha– él la observó hasta perderla de vista en el pasillo. –Deja de mirarme así, Shion– rodó los ojos al notar que su amigo lo evaluaba con una sonrisa enorme.

Aries se alzó de hombros, haciéndose el distraído.

–Yo no he dicho nada, pero bueno, ya mañana me platicarás cómo te fue– volteó hacia el santo de Tauro. –Gracias por tu apoyo Teneo. –

–De nada gran patriarca, que pasen buena noche, señor Albafica, Pefko– hizo una reverencia para despedirse y luego abandonó el salón.

El adolescente bostezó con notoriedad y también se despidió para ir a dormir.

–Tengo mucho sueño, así que también me voy– buscó de nuevo en su morral. –Le dejo la siguiente dosis, señor Albafica, creo que no habrá ningún problema si la toma sola– le entregó otro frasquito. –Mañana pasaré con usted para actualizar mis notas– otro sonoro bostezo escapó de su boca.

–Descansa Pefko, gracias por todo– le alborotó el cabello cenizo.

El sanador se fue, dejándolos solos.

Ese breve silencio motivaba a platicar de muchas cosas, pero Shion no sabía si su compañero de armas podría sincerarse ahora mismo. De lo que sí estaba seguro, era de que Agasha tuvo un efecto muy poderoso en Albafica, porque a éste, se le notaba claramente.

–Veo que tu mundo ha cambiado– dijo el lemuriano. –Se distingue en tu mirada y en todas tus expresiones. –

El doceavo santo lo miró y no pudo disimular una mueca alegre.

–Es verdad, todo está cambiando vertiginosamente para mí– soltó un suspiró, poniéndose serio. –No obstante… aún tengo miedo. –

–Debes confiar en Agasha– respondió Shion, posando su mano en el hombro de su amigo. –Y tienes que seguir adelante, recuerda que sólo quedan dos días. –

Piscis rodó los ojos y liberó un bufido frustrado.

–¿Crees que no lo sé? – con una mano se frotó la frente insistentemente. –Agasha es tan linda y paciente conmigo, pero… – hizo una pausa. –Tengo miedo de hablar con ella sobre lo que desea Deméter… me preocupa su reacción. –

El lemuriano también exhaló cansadamente, comprendía el miedo y la aprensión que sofocaban a su amigo. Lamentablemente, no había nada que él pudiera hacer, ahora todo dependía de ellos. Y aunque no deseaba ser ave de mal agüero, tenía que hacerle una advertencia.

–Albafica, si no hablas con ella, no podrán cimentar su relación para dar el siguiente paso y lamento decirte esto, pero la diosa de la naturaleza también puede tener su lado oscuro– dijo con un matiz serio en la voz. –Los mitos cuentan que sus castigos no eran muy agradables, en especial cuando usaba al dios Limos para ejecutarlos. –

El santo de Piscis rodó nuevamente los ojos.

–Conozco sus castigos, he leído suficiente, pero no creo que Athena esté de acuerdo con eso. –

–Supongo que no, pero será mejor no averiguarlo– le dio unas palmaditas en la espalda. –Ve a descansar, no pienses más en esto, mañana las cosas podrían ser diferentes– le sonrió condescendiente.

Albafica se despidió, encaminándose a la enfermería, tomaría una ducha rápida y después se acostaría para descansar. No tenía ganas de seguir pensando en su trato con Deméter, así que solamente se quedaría repasando los agradables momentos con Agasha.

El patriarca se quedó solo.

Se dirigió a una de las terrazas para mirar el cielo nocturno y la luna plateada que casi estaba completa. Se recargó en la barandilla de piedra, pensando que esta situación era demasiado tensa para su amigo. Repentinamente, algo llamó su atención por el rabillo del ojo, cuando giró despacio para ver qué era, se encontró con un pequeño búho que lo miraba atentamente desde la otra esquina de la baranda.

–Me imagino que eres un mensajero– dijo Shion tranquilamente.

El ave torció levemente su cuello y luego desplegó las alas para salir volando, perdiéndose en la noche.

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En alguna parte del bosque cercano al Santuario.

El búho descendió lentamente hasta llegar a un claro, donde una figura femenina ya lo esperaba. Se posó mansamente en el brazo extendido de la mujer y comenzó a ulular.

–Ya veo– sonrió ella, entendiendo perfectamente el mensaje del animal. –Pobre de mi querido floricultor, no creo que pueda expresarse adecuadamente ante su futura esposa– chasqueó la lengua y se llevó la otra mano al mentón en un gesto de meditación. –Pero por lo que me dices, Agasha lo ha hecho bien, un par de besos es muy buen avance, mas no el suficiente. –

El pequeño búho se quedó en silencio y después de torcer otra vez el cuello, inició el vuelo.

–Bien, creo que debo hacer algo al respecto. –

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Zona de habitaciones.

Agasha estaba a punto de acostarse. Después de tomar un baño caliente y cepillar su cabello, se disponía a descansar, el día fue grandioso y todavía sentía la emoción constriñéndole el estómago. En su cara tenía una sonrisa de felicidad que era imposible de suprimir. Se recostó en la cama, pero un súbito aroma a flores la puso en alerta, haciéndola incorporarse.

–Eso es… – sus ojos recorrieron la recámara.

En medio de la alcoba una estela dorada comenzó a danzar. La florista supo de inmediato que la diosa de la agricultura la estaba visitando de nuevo.

–Hola pequeña Agasha– saludó sonriente.

–Bienvenida mi señora– hizo una inclinación respetuosa.

La deidad se acercó a ella y con una mano le acarició un mechón de cabello. La joven tragó saliva nerviosamente, pensando que tal vez la divinidad venía a reprocharle su falta de compromiso. Pero es que no era tan fácil, si bien el cariño por Albafica era intenso, aún no estaba segura de cómo abordar el tema de la intimidad con él.

–No te preocupes querida, sé que no es fácil tratar con un hombre como Albafica– habló Deméter, leyendo otra vez sus pensamientos. –Así que he venido para decirte una sola cosa– le sonrió cariñosamente. –Continúa tratando cordialmente al santo, lo haces muy bien… yo me encargaré del resto. –

La florista se quedó pasmada ante las palabras de la diosa. No necesitó más de unos segundos para comprender que Deméter estaba al tanto de lo ocurrido ese día y únicamente le pedía que prosiguiera con su trato afable hacia el santo, pero… ¿Qué significaba lo último?, ¿Posiblemente la madre de las flores tenía algún nuevo plan en mente?

–Mi señora, yo… – intentó decir algo.

–Nada, nada, mi querida florista, tú haz que Piscis se relaje y acepte su nueva vida, hazlo sentir la confianza para convivir con los demás y… acércate más a él– le guiñó un ojo casi con malicia. –A partir de mañana notarás algo distinto que te ayudará, así que aprovéchalo– le acarició la mejilla y luego se apartó. –Hasta luego, Agasha. –

Y tan pronto como vino la diosa de la agricultura, desapareció en medio de luminiscencias doradas y verdes, dejando con la boca abierta y totalmente desconcertada a la pobre muchacha.

–Suficiente, necesito dormir– exhaló, dejándose caer en la cama.

El sueño abrazó a la florista y la noche siguió su marcha.


Continuará...

Espero que les haya gustado la actualización y ahora un aviso: A partir del siguiente capítulo, el romance continuará, pero ya voy a comenzar con las situaciones sensuales y más por lo que hará la diosa Deméter, así que prepárense.

Hasta la próxima :)

13/Marzo/2021