Hola a todos :D

Les dejo el siguiente capítulo donde veremos que hace la diosa Deméter para ayudar a la pareja XDXD También habrá más convivencia entre Agasha y Albafica para luego tener un acercamiento interesante ;D

Sean bienvenidos los nuevos lectores y de antemano agradezco sus reviews, me hacen muy feliz :D


Sobres sus comentarios:

Natalita07: Siempre me alegra leerte :D Y sí, ambos se divirtieron y eran necesarios esos besitos para que Albafica comenzara a dejarse llevar. A todas nos gustaría un poco de ayuda de una diosa ;D XD Aquí verás lo que hace Deméter, y efectivamente, está enfocado en apoyar a Albafica y facilitar el acercamiento de Agasha ;D;D Muchas gracias por comentar :3

Melka1: Gracias por el apoyo para la linda pareja :D Y es verdad, lo que Deméter hará es un poco travieso y aquí lo leerás. Gracias por comentar.

Roses Girl: Muchas gracias por tus reviews, me alegraron el día :D :3 Que agradable es saber que el fanfic los hace sonreír, eso es una motivación más para mi :D:D Aquí verás lo que hace la diosa ;D;D Muchas gracias por comentar.

Leyla: Varias quisiéramos un novio como Albafica definitivamente ;D;D Que bien que te gustó la fiesta y el romance de la parejita. No te preocupes, Deméter no hará nada malo ;D;D Gracias por comentar.

Lucy-Lu: Comprendo lo del corrector ortográfico, no te preocupes ;) :3 Gracias por leer, es grato saber que te gusta cómo redacto las situaciones, me ayuda mucho saber su opinión. Albafica es lindo y Agasha es una suertuda ;D;D En éste capítulo verás lo que hará la diosa y aunque parezca travieso, lo hace para ayudar a la linda pareja :D:D Gracias por comentar.


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por gusto y diversión.


Capítulo 19: El Acercamiento I

Isla de Chipre, mar mediterráneo.

Esa misma noche.

En la antigua tierra de Pafos, donde aún se erigen los restos de un templo que se reúsa a desaparecer, la diosa Deméter andaba en un solitario y silencioso recorrido por la playa, con las olas del mar meciéndose en un sosegado compás.

Después de visitar a la florista y pedirle que continuara su acercamiento con Albafica, la deidad había tomado la decisión de intervenir un poco más en la misión que Athena le había encomendado. Y para ello, necesitaba la ayuda de alguien más.

Sus pasos la llevaron a lo largo de los sedimentos pétreos hasta que finalmente llegó junto a una de las pocas columnas principales que permanecían en pie. Su fino acabado se mantenía distinguible a pesar del deterioro que ocasionaba el tiempo. Entonces levantó una mano y tocó la piedra, haciendo una invocación al mismo tiempo.

–¡Afrodita, diosa del amor, escucha mi llamado! –

Su voz generó un extraño eco de la nada, el cual retumbó contra la columna y en las demás piedras adyacentes.

–¡Afrodita, representante de la belleza, ven a mí! –

La vibración se incrementó, recorriendo la columna y unos segundos después, ésta comenzó a brillar en intermitentes fulgores rosáceos. Algunos fragmentos minúsculos se desprendieron y por un instante parecía que la estructura se caería bajo su propio peso. La diosa apartó su mano y retrocedió algunos pasos sin dejar de mirar la pilastra, que se mantuvo firme a pesar de la sacudida.

Poco a poco dejó de temblar y el resplandor fue cediendo de igual manera. Todo quedó en silencio de repente. La deidad de las cosechas tomó un poco de aire y lo soltó despacio, esperando paciente a que su llamado fuera respondido.

Y así fue.

–Querida… – se escuchó una melodiosa voz al otro lado del pilar. –¿Por qué osas despertarme? –

La madre de las flores sonrió con picardía.

–Afrodita, por un momento pensé que ya no escuchabas éste altar. –

Una fémina de voluptuosa figura y largo cabello rubio apareció caminando lánguidamente. Tenía un gesto adormilado en su fino rostro, el cual no opacaba para nada su excelsa belleza. Sus ojos eran de un intenso gris plateado, cuya mirada inquietaría a más de uno. Vestía una túnica rosa que se movía vaporosamente con la cadencia de la brisa nocturna, resaltando la mítica aura que desprendían las deidades de la fertilidad.

La representante de los bellos placeres había acudido al llamado más rápido de lo esperado.

–Cariño, que molesta eres, acabas de interrumpir mi sueño de belleza– reprochó Afrodita, cruzándose de brazos y sin disimular un ligero bostezo. –Además, sabes perfectamente que éste lugar está vinculado a mi nacimiento, por lo tanto, es imposible no escuchar las plegarias y los llamados que me hagan desde aquí. –

Deméter volvió a sonreír. Definitivamente había venido en buen momento, interrumpir el sueño de un dios no era buena idea, pero en el caso de Afrodita, no había tanto problema, la divinidad era lo suficientemente tolerante y ella necesitaba pedirle un gran favor.

–Vaya, no puedo creerlo, ya dormiste doscientos años y aún tienes sueño, te vas a arrugar si no sales a que te dé un poco el sol. –

Afrodita hizo un gesto indignado, llevándose inmediatamente las manos a la cintura.

–"Pequeña" Deméter, te recuerdo que soy tu "tía" y me debes respeto, te guste o no– regañó la mujer rubia en un tono levemente serio. –Ahora dime para qué diablos me llamaste, sabes que está prohibido que andemos husmeando en la Tierra cuando Athena descansa en el Olimpo. –

La aludida rodó los ojos, pero también tomó una postura seria.

–Quiero pedirte un favor y tiene que ver con Athena precisamente. –

Afrodita alzó una ceja y se cruzó nuevamente de brazos.

–¿Qué tiene que ver esa chiquilla con tus ocurrencias? – preguntó intrigada. –Querida, por favor no me involucres en alguna travesura y menos si es en relación con la hija de Zeus, ya vez cómo le fue a Hades por andar molestándola a ella y a sus protegidos. –

Deméter se llevó un dedo a la boca, haciéndole un ademán para que bajara la voz. Ella realmente no estaba haciendo nada malo en contra de la representante de la guerra y la sabiduría, sino todo lo contrario.

–No te preocupes, esto no afecta en nada la vida de los humanos, más bien, se trata de un favor para Athena y uno de sus santos dorados– explicó.

Casi de inmediato, la mujer rubia cambió su expresión, sonriendo alegremente al escuchar la mención de los guerreros atenienses.

–¿Te refieres a los lindos soldados que tiene la chiquilla a su servicio? – su mueca se volvió sumamente traviesa. –Dime, ¿Cómo están esos guapos mancebos?, ¿Qué necesitan?, yo encantada de ayudarlos. –

La madre de la agricultura rodó de nuevo los ojos, su "tía" era un caso imposible de tratar. Su naturaleza afectuosa nunca pasaba desapercibida y la influencia de su poder jamás dejaría de envolver al mundo. No por nada era la diosa de la belleza y el… amor carnal. Y es que era innegable, la mayoría de los humanos la adoraban sin siquiera darse cuenta. Todo el tiempo, en todos lados, a todas horas.

Afortunadamente, Afrodita era una diosa tratable hasta cierto punto y su mito estaba estrechamente relacionado con los caballeros de Piscis. Justamente lo que necesitaba Deméter para completar su misión con Albafica.

–Todos están muertos– cortó de tajo la posible fantasía de su homóloga divina. –Pero hay uno al cual yo he revivido por petición de Athena, él tiene una misión importante que cumplir. –

La rubia rodó los ojos y soltó una exhalación de fastidio.

–Vaya, pero que decepción, seguramente fue el imbécil de Hades, ¿Verdad? – la otra diosa confirmó y ella suspiró una vez más, alzándose de hombros en un gesto de resignación. –Muy bien cariño, entonces vamos al grano, ¿Qué hay con ese santo dorado?, si tú lo reviviste, es tu responsabilidad, así que, ¿Para qué me necesitas? –

–Requiero unas cuantas gotas de tu "Esencia de Amor"– contestó la divinidad de las cosechas. –El soldado de Athena pertenece al linaje zodiacal de Piscis, así que cómo sabrás, su "maldición" no le permitía tener contacto con nadie y menos con una mujer– explicó rápidamente. –Yo me he encargado de solucionar eso, pero ahora necesito que se desinhiba ante su nueva esposa para engendrar descendencia y así, evitar que se pierda el arte de las rosas demoníacas… además, también es para recompensarlo, debido a la dura existencia que tuvo. –

La deidad de la belleza abrió los ojos en grande, sorprendida por semejante petición y no pudo disimular otra sonrisa pícara.

–Oh, pero que ideas tan traviesas se les ocurren a ti y a la chiquilla– comenzó a pasar las manos por su largo cabello rubio. –Pero me alegra saber que por fin alguien se dignó a ayudar a los pobres santos de mi constelación favorita, pobrecitos de ellos, han tenido que sacrificar demasiado a diferencia de los otros signos zodiacales. –

Deméter contuvo la respiración, esperando haberla convencido.

–Entonces, ¿Me ayudarás, Afrodita? –

La otra detuvo el acicalamiento de su pelo y la miró fijamente.

–Claro que sí cariño, comprendo perfectamente la importancia de salvaguardar las rosas demoníacas, pero más que nada, valoro que tú y la chiquilla Athena les den semejante oportunidad a los futuros guerreros de Piscis para poder vivir una vida normal– sonrió con sinceridad. –Te ayudaré, pero… con una condición. –

La madre de la naturaleza exhaló cansadamente, sabía que no sería tan fácil negociar con ella.

–Por favor Afrodita, no pidas algo imposible, ni nada que tenga que ver con el santo revivido. –

–Querida, no voy a pedirte nada del otro mundo– le guiñó un ojo con travesura. –Pero sí, si tiene que ver con él o más bien, con sus futuros descendientes– la otra diosa escuchó atentamente, deseando que la petición no fuera algo complicado. –Teniendo en cuenta que los herederos de Piscis son bastante hermosos, algo que de por sí me complace mucho, lo que deseo es que… porten mi nombre. –

Deméter parpadeó desconcertada, evidenciando que no estaba entendiendo su petición.

–¿Tu nombre?, perdóname, pero no comprendo. –

–Sí, lo que oíste– sonrió Afrodita, jugando con su cabello otra vez. –Lo que quiero es que cambien su nombre humano por el mío una vez que se conviertan en santos de Piscis, para mí eso sería un gran homenaje. –

La divinidad de las cosechas lo meditó un instante. No era algo complicado lo que le solicitaba, así que podría aceptar dicha petición. Ya después vería cómo explicárselo a Athena, dado que, por ahora, el tiempo apremiaba.

–Está bien, si eso es lo único que deseas, acepto tu petición. –

–Perfecto, entonces procedamos– extendió un brazo al frente con la palma hacia arriba.

En ese instante, Afrodita empezó a soplar suavemente su aliento, el cual comenzó a brillar con fulgores rosas y azules, creando una pequeña nube que fue tomando una forma conocida. Todos los dioses tenían habilidades especiales y algunos de ellos poseían la capacidad de materializarlas como objetos físicos. La diosa de la belleza no era la excepción y su hálito se transformó en un pequeño frasco de vidrio transparente, dentro del cual, se podía distinguir una pequeñísima cantidad de un líquido intensamente rosado.

Era la "Esencia de Amor" de la diosa Afrodita, una sustancia divina imbuida con su poder.

Deméter se acercó y tomó el frasquito.

–Tenemos un trato, yo me encargaré de que tu nombre sea portado por los siguientes santos de Piscis. –

–Bien, entonces me retiro a dormir otra vez– se dio media vuelta, encaminándose hacia la columna. –Y espero que cumplas, porque, aunque esté en letargo, me daré cuenta si no escucho mi nombre en los labios de esos futuros santos… y una cosa más– ladeó el rostro levemente. –Ten cuidado con la cantidad que uses, la esencia está concentrada. –

La diosa de las flores asintió, sabía que el poder de Afrodita no era cualquier cosa, así que debía tomar precauciones. La observó desaparecer lentamente tras tocar la pilastra y cuando ya no percibió su cosmos, soltó un largo suspiro.

–Esto no estaba en los planes, pero sé que Athena lo entenderá– dijo, mirando detenidamente el pequeño frasco.

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Santuario, esa misma noche.

Albafica dormía profundamente, tanto así que no se percató de la presencia que se manifestaba en la habitación. A esa hora, la mayoría de las enfermeras dormían y la que estaba de guardia, no se encontraba cerca, así que nadie se daría cuenta de la visita de Deméter. Ni siquiera el santo, dado que la divinidad había ocultado su cosmos.

–Muy bien mi querido floricultor– dijo en voz baja, acercándose a la cama donde reposaba el hombre. –Sé que estás demasiado nervioso por lo que te pedí, así que debes tranquilizarte un poco y dejarte llevar por las atenciones de la linda Agasha. –

Extrajo el pequeño frasco de entre sus ropajes y lo examinó indecisa.

–Si está concentrada, una sola gota podría ser excesivo– meditó un poco, observando la curiosa refulgencia del líquido. –Entonces tendré que dosificarla lo más que pueda– concluyó, retirando el corcho que lo sellaba.

Una vez destapado el contenedor, colocó su dedo índice en la embocadura para evitar que callera el contenido y lo inclinó un poco, humedeciendo sólo la superficie de su yema. Acto seguido, comenzó a menear la mano, permitiendo que la "Esencia de Amor" se evaporara ligeramente gracias a la fricción del aire.

Cuando se redujo la cantidad, acercó la mano a la frente de Albafica, retirando parte del flequillo azulado, para luego dibujar una etérea línea horizontal con los restos de la sustancia. Era tan mínima, que la piel humana la absorbió de inmediato, sin apenas notarse. El santo no hizo ningún tipo de reacción, simplemente continuó durmiendo.

–Perfecto, eso fue suficiente– sonrió la deidad. –Ahora podrás estar más relajado y desinhibirte con facilidad cuando llegue el momento. –

Nuevamente tapó el frasquito y lo guardó entre sus ropajes.

–Esa muchachita se ganó la lotería, eres un mancebo realmente atractivo mi querido floricultor– hizo un gesto pícaro, al mismo tiempo que removía suavemente el cabello de Albafica. –Y también eres una persona con un corazón muy noble a pesar de tu cruel pasado. –

Se apartó de él sin dejar de sonreír, entonces comenzó a caminar rumbo a una esquina de la habitación, pero antes, dirigió su mirada hacia la ventana, la cual estaba semiabierta.

–Ya sabes qué hacer, sólo mantente discreto– habló al aire, para luego desaparecer en medio de una estela de luces.

Posado en el marco de la ventana, el pequeño búho giraba su cabeza de un lado a otro, atento a las órdenes de la diosa Deméter, como buen mensajero que era.

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Jueves 11 por la mañana.

Zona de enfermería.

Albafica despertó lentamente, sintiendo un ligero entumecimiento en el cuerpo. El antídoto continuaba generando efectos secundarios, pero en menor medida. Sentía un poco amarga la boca y una sensación de pesadez en el estómago, seguramente por todo lo consumido el día de ayer. Pero no se arrepentía de nada, había valido la pena arriesgarse a bajar a Rodorio. La experiencia vivida al lado de Agasha fue única e irrepetible, y siempre la guardaría en su memoria como un bello recuerdo.

Unos toquidos se escucharon en la puerta.

–Buenos días señor Albafica, soy Pefko. –

–Adelante– contestó el santo, incorporándose de la cama para estirarse un poco y despabilarse.

El adolescente entró con una gran taza humeante en las manos y un gesto de incomodidad en el rostro.

–Ya vine para que actualicemos los registros de su tratamiento– sonrió y luego bebió un sorbo.

–¿Qué te sucede?, ¿Por qué esa cara? –

El curandero se sentó en el banquillo junto a la mesa, dejando la taza encima, para luego abrir su cuaderno de trabajo.

–Me indigesté un poco, creo que si fueron muchos dulces– se rascó graciosamente la cabeza. –Ahora estoy tomando un té de manzanilla para las molestias– agarró la pluma del tintero para comenzar a escribir. –¿Y usted?, ¿Qué tal pasó la noche, alguna otra molestia por el antídoto? –

Albafica sonrió, era de esperarse que algo así sucediera, después de todo, la comida ofrecida en la fiesta resultó ser demasiado tentadora. Acercó la silla y se sentó a un lado para ponerlo al tanto de su estado y síntomas desde ayer hasta que despertó. El chiquillo anotó horas, cantidades y otros detalles pertinentes, luego acompañó al santo a las aguas termales para tomar una nueva ducha que terminara de despejar el cansancio matutino.

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Zona de habitaciones.

Agasha ya estaba despierta y terminando de acicalar un poco su cabello. Se sentía nerviosa por las palabras de la diosa Deméter. Sin bien no le dijo nada extraño, no estaba segura de lo que podría haber hecho respecto a Albafica. Se miró detenidamente en el espejo y por un breve instante se quedó meditando qué es lo que haría con el santo el día de hoy.

–Quizás podríamos volver a pasear por Rodorio– negó rápidamente. –No, eso ya no tiene caso, necesitamos platicar en un lugar más tranquilo– de nuevo acicaló su pelo y después lo amarró con un cordel. –Tal vez… le gustaría ver el rosal. –

Soltó un largo suspiro, no estaba segura de cómo buscar el mejor momento para hablar con él. Lo complicado del asunto era que ella debía llevar la iniciativa, porque Albafica no parecía tener el suficiente valor para hacerlo. Y no podía culparlo, la maldición de su sangre había truncado su interacción con los demás, por lo tanto, debía aprender de nuevo a expresarse adecuadamente y eso tomaría tiempo.

Se levantó del taburete y salió de la habitación, dispuesta a continuar con esto. Decidió ir directamente al área del comedor, pero cuando salió al patio interno, escuchó un aleteo. Giró la cabeza, observando las ramas de un árbol que estaba sembrado ahí. Entre el follaje, pudo distinguir a un pequeño búho que se acicalaba sus grisáceas plumas.

Se le hizo curioso verlo de día, dado que era un ave nocturna, pero no le prestó demasiada atención.

Área del comedor.

Agasha ingresó al lugar, percatándose de que no había nadie todavía. Se alzó de hombros y tomó asiento, esperando a que los demás llegaran. No pasaron más de cinco minutos cuando escuchó pasos.

–Buenos días Agasha– saludó Shion con una media sonrisa. –Justamente quería hablar contigo a solas– se acercó para después tomar asiento junto a ella. –¿Cómo viste a Albafica ayer?, ¿Si te ayudó el que Teneo distrajera a Pefko? –

La florista se sonrojó. Obviamente el buen patriarca necesitaba saber sobre el avance del cortejo y no podía negárselo, dado que, gracias a él, su acercamiento con Albafica fue muy agradable.

–Yo… estoy agradecida por el apoyo– finalmente sonrió, expresándose con más confianza. –Albafica no lo entendía al principio, pero después de que le expliqué, comenzó a relajarse rápidamente y luego… –

Algunos minutos después, el lemuriano ya estaba enterado de todo, mientras que la florista ahora tenía bastante ruborizadas las mejillas. Pero al mismo tiempo, se le notaba la emoción a flor de piel y la felicidad estaba presente en cada una de sus expresiones. Shion en verdad se sintió contento por tan gran avance, tanto para ella, como para Albafica.

–Es grato saberlo, me alegra mucho– dijo Aries con otra sonrisa. –Ahora me gustaría saber si tienen planeado bajar de nuevo a Rodorio. –

–Yo creo que sí, quiero mostrarle en qué se convirtió la rosa que me regaló– confirmó la joven.

El patriarca asintió con la cabeza y le hizo un ademán de guardar silencio, otros pasos ya se aproximaban al comedor. Shion cambió de silla, guiñándole un ojo en gesto de complicidad. Agasha solamente rodó los suyos, conservando su expresión alegre.

–Buenos días a todos– saludó Pefko, corriendo a sentarse a un lado del patriarca y dejando cerca la botella con el antídoto.

Albafica se acercó a la florista, tomando asiento junto a ella.

–Hola Agasha, ¿Dormiste bien? – preguntó con bastante naturalidad.

–Sí, todo bien, pero veo que tú no– observó la gran taza de té en las manos del santo, las ramitas de manzanilla se asomaban por los bordes. –¿Te hizo daño la comida? –

–Tuve un poco de malestar estomacal, pero no te preocupes ya pasó, quizás Pefko y yo comimos demás ayer– explicó tranquilamente.

El chiquillo asintió, mientras se sobaba el abdomen.

–Uy sí, esos dulces estaban deliciosos y los panecillos también, pero ya no voy a volver a comerlos hasta el próximo año, lo prometo– alzó la mano, tratando de parecer serio.

Todos se rieron debido a lo gracioso que era Pefko, quien también soltó una risilla, sabiendo perfectamente que no podría dejar de comer frutas cristalizadas por tanto tiempo.

–Bien, entonces pediré que nos traigan un desayuno ligero– habló Shion, llamando a una de las doncellas que esperaba en la puerta.

El desayuno fue tranquilo y el patriarca escuchó atentamente cómo les fue en la fiesta de Rodorio. Aunque lo más interesante ya se lo había platicado Agasha.

Más tarde.

Shion le solicitó a Pefko que apoyara a las enfermeras a categorizar la nueva tanda de plantas medicinales y algunos medicamentos nuevos que habían traído unos comerciantes de España. De esta manera mantendría ocupado al adolescente, mientras él seguía revisando los asuntos del Santuario y le daba espacio a la pareja para continuar con su convivencia.

Agasha había dicho que irían a su casa, ya que deseaba mostrarle el hermoso rosal a Albafica. El santo aceptó de inmediato, estaba muy intrigado por saber qué había sucedido con la rosa que cultivó hace seis años.

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Rodorio, casa de los floristas.

El recorrido hasta el hogar de Agasha fue tranquilo, ambos estuvieron platicando sobre lo entretenido que resultó ser el paseo por el pueblo y luego ella comenzó a contarle acerca de la rosa que le había regalado.

–¿Entonces la flor no murió? – preguntó inquieto el santo.

Ambos estaban a punto de llegar a la casa, la cual ya se podía distinguir por el colorido letrero que colgaba del porche, el cual tenía una bonita flor dibujada en su superficie.

–No, la rosa continuó viviendo una vez que la coloqué en una vasija con tierra y después de la bendición de la diosa Deméter, ésta siguió creciendo– explicó emocionada la joven. –Al mes, ya había desarrollado suficiente raíz, nuevas hojas y un par de ramitas. –

Albafica estaba sorprendido al escucharla. Cuando él cultivó dichas rosas, deseaba que fueran flores comunes, así que no se esperaba que vivieran más allá de lo normal. Sin lugar a dudas, eso se debió a la rosa demoníaca que usó para el mestizaje.

–Me intriga lo que dices, necesito verlo con mis propios ojos– comentó el doceavo guardián. –Me preocupa que comience a volverse peligrosa su esencia. –

–No te alarmes por eso– sonrió ella. –El rosal empezó a liberar su esencia una vez que mi padre y yo lo plantamos en el suelo hace seis años– él volteó a mirarla sobresaltado. –No te asustes, ten por seguro que, si esa flor hubiera sido tan mortal como las tuyas, no estaría yo aquí platicando contigo. –

Piscis detuvo su marcha, denotando pesar en la mirada.

–Perdóname, no era mi intención que algo así pasara, jamás me perdonaría si algo te sucediera a ti o a tu padre por mi culpa. –

La florista también frenó sus pasos, acercándose al hombre y posando las manos sobre sus mejillas, obligándolo a mirarla directo a los ojos. No iba a permitir que se hundiera de nuevo en sus temores del pasado.

–Albafica, escúchame– llamó con voz firme. –Si tú no hubieses cultivado esa flor para mí, la técnica de las rosas demoníacas se habría perdido para siempre, lo que tú conseguiste no fue sólo crear una flor inofensiva en su mayoría, sino que también lograste mantener viva la especie que usan los santos de Piscis– le sonrió abiertamente. –Y eso es algo muy importante y valioso para las diosas… y también para mí. –

–Agasha, yo… – quiso decir algo, pero ella lo interrumpió con suavidad.

–Gracias a esa rosa, yo tengo la dicha de tenerte nuevamente a mi lado– se sinceró. –Y gracias a esa flor, tú tienes la oportunidad de vivir una nueva vida. –

Se levantó de puntitas, atrayéndolo para darle un pequeño beso en los labios. Albafica correspondió de inmediato, sintiéndose muy reconfortado con las palabras de la bella mujer. Sus bocas se rozaron con suavidad y ternura, desencadenando múltiples cosquillas en la nuca de ambos. Un par de segundos después, se separaron.

–Además, tanto mi padre como yo, nos volvimos inmunes a su esencia después de unos meses– aclaró la florista para conseguir que se tranquilizase por completo. –La rosa puede resultar algo incómoda para otras personas, pero créeme, no es tan peligrosa como temes. –

Él asintió despacio, confiando en sus palabras.

–Vayamos adentro– lo tomó de la mano. –Ahorita mi padre ya no está, él se va temprano a la feria para comenzar a vender. –

Momentos después, Albafica ingresaba por primera vez a la casa de la florista, la cual era bastante acogedora. No poseía grandes lujos, pero si lo necesario para vivir tranquilamente. En ese instante, recordó alguna que otra cosa mencionada por Shion, donde le aclaraba que cuando Agasha se casó con el herrero Alexander, se había ido a vivir con él, dado que el hombre tenía hogar y negocio propio.

Pero una vez que enviudó, regresó a vivir con su padre, debido a que no tenía potestad sobre los bienes del difunto. Y es que, siendo mujer, no era nada fácil mantenerse sola. Así que únicamente tomó lo que le correspondía como esposa, algo de dinero y algunas pertenencias materiales, y se marchó, dejando que la familia política se ocupara de lo demás.

Albafica tenía en claro que eso sucedió hace un año y que la florista vivía y trabajaba con su padre desde entonces.

Y justamente en éste momento, una sensación de nervios le recorrió todo el cuerpo al ser consciente de que estaban completamente solos en ese lugar. Ni siquiera se notaba algún vecino por la calle, la mayoría se habían ido a la plaza central para continuar con el jolgorio.

–Ven, te llevaré al jardín y la huerta– llamó ella, sacándolo de sus pensamientos.

Ambos salieron al patio trasero, donde el guardián del pez dorado se quedó sorprendido al ver las parcelas de flores ornamentales y medicinales. Se notaba el cuidado y la dedicación de los floristas para con las plantas, asimismo, pudo apreciar el área de las hortalizas y otros comestibles. Su olfato se llenó de los aromas y sus ojos se maravillaron con el colorido espectáculo.

De repente, por el rabillo del ojo captó un intenso color escarlata que atrajo toda su atención.

–Quiero que lo veas– solicitó Agasha, guiándolo hasta la parte más alejada, donde permanecía el hermoso rosal. –He aquí el regalo que me diste, Albafica. –

Piscis quedó estupefacto ante la imponente masa floral.

Las ramas nacían de la tierra y se distribuían en entramados cubiertos por hojas verdes y flores rojas, desprendiendo vida a lo largo de toda su extensión. Su fragancia era intensa, dulce, tan placentera como lo fue la de sus rosas demoníacas, con la excepción de que no era mortal. El caballero se acercó despacio y con sus dedos acarició los suaves pétalos, sintiendo cómo la emoción le llenaba el pecho.

–Son… preciosas… – su voz flaqueó por un instante, al mismo tiempo que los ojos se le humedecían.

Incluso Agasha estaba sorprendida.

Ella ya se había percatado de que el rosal cobró más vida después de la visita de la diosa Deméter, pero en éste momento, lo que veía la dejó sin palabras. El increíble muro de flores estaba brillando sutilmente, casi como si le diera la bienvenida al doceavo guardián. Tal vez las descendientes de la rosa original podían "recordar" a su creador y ahora se lo demostraban de ésta manera.

–Las flores más hermosas del universo… – murmuró Piscis. –Gracias Agasha… gracias por protegerlas– volteó a verla, reflejando en su mirada una infinita gratitud.

La joven sintió un vuelco en el corazón. El hombre tenía la mirada empañada por algunas lágrimas, pero manteniendo una sonrisa tan sincera, que no supo cómo responderle. Comprendía perfectamente el valor que esas rosas tenían para Albafica y era consciente de que ahora ella también estaba vinculada a ellas.

–Recuerda que tú la cultivaste– dijo por fin. –Yo sólo la cuidé por ti… en lo que volvías. –

El santo confirmó con otro movimiento de cabeza y regresó su atención al rosal. Entonces, levantó ambas manos y comenzó a invocar su cosmos. El brillo dorado se manifestó en sus palmas, interactuando con la planta de manera extraordinaria y de repente, algo impresionante sucedió: Los botones en pleno crecimiento comenzaron a florecer despacio, dando un hermoso espectáculo a los dos.

–No lo puedo creer… – musitó Albafica, completamente asombrado. –El rosal responde perfectamente a mi cosmos, tal y como lo harían las rosas demoníacas originales. –

–Si no me equivoco, hiciste un mestizaje perfecto y si le agregamos la bendición de la diosa Deméter, pues, tenemos esta maravilla– mencionó la joven, acercándose a su lado para admirar la belleza de las nuevas florecitas.

Piscis bajó los brazos, apagando su cosmoenergía y dirigiéndole una mirada de soslayo. De un momento a otro había comenzado a sentirse ansioso sin entender por qué. Posiblemente se debía al reencuentro con el rosal y porque eso también le recordaba el pacto con Deméter y la obligada conversación que debía sostener con la florista. Éste era un momento oportuno y ya no tenía caso posponerla por más tiempo.

–Agasha… tengo que decirte… algo muy importante– habló con vacilación.

La mujer mantuvo la vista clavada en las flores, conteniendo brevemente la respiración mientras pasaba saliva despacio. Al parece, el momento para esa platica tan especial había llegado, y de una forma u otra, debía aprovecharlo.

–Lo sé– respondió, girándose para verlo a la cara. –Mírame, Albafica. –

El hombre sintió un leve estremecimiento, pero obedeció. Ambos quedaron frente a frente y sus ojos se encontraron, revelando la agitación de sus emociones. El rubor los delató, sin embargo, ya no había espacio para el nerviosismo de adolescentes ingenuos. El asunto que los ligaba era demasiado serio y no podían perder más tiempo.

–Tengo que ser muy sincera contigo… – siguió hablando ella. –La diosa me puso al tanto del pacto que hicieron hace seis años… – desvió la mirada por un segundo, en lo que volvía a tomar valor. –Sé que tú volviste a la vida para ser recompensado y para recuperar las rosas demoníacas… igualmente, yo estoy al tanto de mi propia misión. –

El doceavo guardián se petrificó en su sitio.

Ya sabía que Agasha estaba enterada de los planes de Deméter. Pero escucharla hablar de esa manera, tan directa y hasta cierto punto tranquila, en verdad lo dejaba sin palabras. Casi podía asegurar que ella era mucho más valiente de lo que alguna vez lo fue él. La respiración se le detuvo y el estómago le dolió intensamente, lo que le obligó a quedarse en completo silencio.

–Esto es un poco vergonzoso de decir… – el rubor tiñó aún más las mejillas femeninas cuando regresó a mirarlo. –Pero no tiene caso evadir por más tiempo la situación… Albafica… tú y yo debemos… –

Antes de lograr decir algo más, el santo de Piscis la abrazó contra su pecho y claramente sintió cómo se acercó a su oído y le susurraba en un matiz nervioso, mientras la apretaba un poco más.

–Ya lo dijiste… me has ayudado a dar el primer paso, pero… no sé cómo decirte que… yo no tengo… – se quedó mudo, al mismo tiempo que comenzaba a temblar sutilmente.

Agasha pudo notarlo, así que de inmediato lo abrazó con la misma intensidad. En verdad le estaba resultando complicado al pobre hombre, por lo tanto, era el momento de dirigir esto por el camino correcto. No estaba segura de lo que iba a hacer y le preocupaba la reacción de Piscis. Pero si no aprovechaban ahora, quizás más adelante no tendrían la misma oportunidad.

El santo tomó una profunda inhalación al sentir el abrazo femenino, pero no podía hablar todavía, simplemente no tenía las palabras correctas para expresarse ante la mujer. La florista era muy paciente y sabía que comprendería su situación, pero, ¿Cómo hacérselo saber?, ¿Cómo decirle que su obligada soledad le había prohibido todo tipo de contacto con otro ser humano a nivel íntimo?, ¿Ella sabría acerca de esto también?

La respuesta llegó por si sola.

–No tienes que explicarme nada… no es necesario decir algo más acerca de esto– Agasha habló despacio y suave, acariciando su cabello azulado. –Albafica, te propongo algo, vayamos paso a paso… sólo confía en mí. –

El guardián de Piscis cerró los ojos con fuerza al sentir el intenso golpeteo de su corazón. La linda florista no dejaba de sorprenderlo y en ese preciso instante, sintió cómo una extraña relajación comenzó a crecer en su interior. ¿Estaba nervioso?, por supuesto que sí; ¿Había alguna motivación por la cual debería detenerse en éste momento?, no existía semejante moción, excepto sus propias dudas y temores, los cuales, por alguna razón, ahora parecían lejanos y sin importancia.

No entendía lo que estaba ocurriendo. Pero a pesar de lo estresante que podía ser la situación, en verdad deseaba continuar con esto y algo en su interior le susurraba que confiara en Agasha.

–La diosa… ¿Te lo dijo? – preguntó por fin.

–La madre de las flores nos necesita preparados para su ritual– contestó ella con firmeza y sin permitir que el tema se desviara innecesariamente. –Así que olvida tu preocupación y vayamos adentro– se apartó de él para observarlo detenidamente y luego sonreírle con ternura. –Permíteme ser tu guía. –

Era tan amable, empática y comprensiva, que Albafica sintió que no se merecía a una mujer como ella. Pero si eso fuese verdad, él no estaría aquí y ahora, perdiéndose en su hermosa mirada verde.

Asintió despacio, mientras la saliva se le atoraba en la garganta y el color se le subía al rostro nuevamente. No obstante, se dejó tomar de la mano, para luego ser guiado al interior de la casa. La seguridad con la que ella se manejaba le otorgó una confianza que jamás había sentido antes. La florista estaba en lo correcto, ya no tenía caso posponer el anhelado acercamiento.

Antes de cruzar el umbral de la puerta, Albafica distinguió a un pequeño búho grisáceo posándose en la parte superior del techo de la casa. Se le hizo curioso ver a dicha ave ahí, pero no le prestó más atención.

Agasha sentía una extraña mezcla de emociones en su interior.

Al principio, cuando él intentó expresarse, ella temió que los nervios la dominaran, pero prontamente se dio cuenta de que no podía permitirse flaquear y menos cuando lo sintió temblar al tenerlo abrazado. En ese preciso instante, tomó la decisión de llevar la batuta y no permitir que el guerrero de Athena volviese a dudar. No deseaba que Piscis sintiera miedo al contacto humano y ya tenía una idea de cómo ayudarlo.

Subieron a su habitación y elevó una pequeña oración mental para pedir que nada los fuera a interrumpir en ese momento tan importante.

Al ingresar, ambos notaron el aroma de los jazmines que la joven siempre tenía en un florero para aromatizar el interior. La ventana estaba semiabierta y las cortinas medio corridas. Agasha sabía que su padre siempre se ocupaba de limpiar su habitación si es que ella no se encontraba. Y así era, todo se notaba pulcro y el ambiente era muy relajante. Justo lo que necesitaba.

–Siéntate, por favor– le señaló la cama. –Y escúchame con atención– pidió ella, mientras se quitaba el pequeño manto que le cubría los hombros y lo dejaba en una silla cercana.

El doceavo santo obedeció mecánicamente, apenas logrando asimilar lo que estaba sucediendo. Sin embargo, había algo extraño en sus reacciones. Él podía notar cómo se alborotaban, pero de un momento a otro, éstas mismas se amansaban por sí solas. No comprendía porque, pero estaba agradecido por ello.

–Albafica, antes de comenzar, quiero saber si estás listo para esto. –

Él negó despacio, mientras hacía el esfuerzo de expresarse.

–Quisiera decirte que estoy listo, pero sería una mentira– su mirada azul vacilaba, pero aun así no la desvió. –Nunca he estado con una mujer… mis conocimientos son nulos. –

Agasha mantenía una expresión tranquila. Ya sabía de antemano eso, así que se enfocaría en enseñarle lo básico primero. Con lo cual, tenía planeado que se familiarizara con el contacto físico.

–Iremos con calma, no es necesario abarcar todo– le sonrió de nuevo, aproximándose despacio. –Permite que me acerque un poco más– pidió, tocando sutilmente una de sus rodillas.

Albafica separó las piernas sin pensarlo demasiado. En otros tiempos, ya estaría buscando la manera de evadir la cercanía de la joven, pero éste no era el caso. Y eso era realmente extraño, tomando en cuenta que acababa de sincerarse sobre su inexperiencia. No obstante, mirarla desenvolverse de esa forma y distinguir una gran seguridad en sus ojos, provocaba mayor relajación en él.

Extraño, realmente extraño.

–Ahora dame tus manos– pidió la florista.

El santo contuvo la respiración, permitiendo que ella colocara sus manos alrededor de su cintura. El vestido lila que llevaba en ese momento era de una textura media, por lo que, a pesar de su diseño suelto, se amoldaba a su figura fácilmente. Lo que se traducía como un toque muy cercano a su piel.

–Yo… Agasha, yo… – el guerrero de Athena quiso decir algo, pero las palabras se le perdieron de nuevo.

–No es necesario que digas nada, concéntrate en sentir… – le hizo una caricia en la mejilla con la mano, invitándolo a dejarse llevar. –Quiero que dibujes toda mi silueta con tus manos, no tengas miedo. –

Piscis esperaba que el pánico se hiciera presente de un momento a otro después de escuchar su petición, pero dicha emoción brilló por su ausencia.

¿Qué estaba sucediendo con él?


Continuará...

Bien, en éste capítulo deseaba abarcar un poco más, pero se me está complicando llegar a la intimidad de la pareja XD XP Esto se debe a que casi no escribo lemon romántico y tierno, porque no tengo práctica en ello. Lo más cercano a eso se pude leer en el fanfic "Noche de Bodas" de Inuyasha y eso ya tiene algunos años que lo escribí :P

Para los que ya han leído mis historias M, sabrán que mi estilo es muy subido de tono y bastante descriptivo 0_0 así que no estoy segura de cómo manejar la situación entre Agasha y Albafica, y más teniendo en cuenta que él es virgen. He planteado su relación de forma romántica y melosa, por lo que estoy dudando cómo redactar su primera experiencia XP XP

¿Alguna sugerencia? XDXD :P Y otra cosa más, ¿Les gustaría que suceda todo de una vez? XDXD aclarando que esto sería sólo el primer encuentro y que luego habrá más ;D (Y ni siquiera he llegado a la parte del ritual de la diosa Deméter)

En fin, espero sus opiniones, me ayudarían mucho ;3

Gracias por su tiempo y comentarios ;3

31/Marzo/2021