Hola a todos :)
Bien, esto ha sido complicado, la inspiración se volvió algo evasiva y más por el tema del romanticismo. Pero bueno, aquí está el capítulo nuevo, que continua justamente con el sensual acercamiento de Agasha. Si bien Albafica es virgen, eso no quiere decir que sea de piedra, así que sus instintos comenzaran a responder XD
Sean bienvenidas las nuevas lectoras(es) y de antemano agradezco su tiempo y comentarios, eso me anima a escribir más ;3
*Cravat: Es una tira de tela para el cuello que complementa el uso de la camisa. Es el precursor de la corbata moderna, proveniente de un estilo empleado por los miembros de la unidad militar del siglo 17 conocidos como los croatas.
Sobre sus comentarios:
Natalita07: Sí las diosas son un poco locas, pero de ahí me agarré para inventar lo del nombre de Afrodita para los santos de Piscis. Tienes razón, Shion es a todo dar, aunque sea chismoso XD El búho será recompensado después de su misión, claro que sí :D Gracias por contestar a mi pregunta, tienes razón, hay que ir de poco a poco y aquí lo verás XD Y sí, todo sucederá en el templo de Piscis, pero más adelante ;D Muchas gracias por comentar.
Leyla: Me alegra que te emociones tanto. Es cierto, la parejita es encantadora :D y Albafica también se me hace muy inocente en esta situación. Las diosas son buenas después de todo XD Shion es metiche y chismoso, pero es por una buena causa ;D Espero que disfrutes éste capitulo y gracias por comentar.
Roses Girl: Que bueno que te guste cómo Agasha guía al santo. Y sobre la pregunta que hice, tienes razón, hay que manejar más sentimientos y amor, pero como sabemos, es poco tiempo el que tienen. Así que aquí verás su declaración y un avance de lo que viene. No puedo ser más romántica en esto jaja, perdón por eso XP XD Espero haber conseguido un poquito de romance y pasión en éste capítulo ;D Pero eso si, ya no habrá más preámbulos en lo que viene después. Gracias por comentar.
fabiolaosorio88: Bienvenida :D Es un gusto leer comentarios así, más que nada porque me hace feliz saber que mi historia les entretiene. Es cierto, Albafica y Agasha se merecían una historia de felicidad y esa en la razón de éste fanfic :D:D Que bueno que te animaste a leer y te felicito por hacerlo en un par de días, yo no hubiera podido conseguirlo ;3 Muchas gracias por comentar, me alegraste mucho. Y que viva el amor de esta parejita :D
Melka1: Que bueno leerte por aquí :D Y como dices, Agasha también irá aprendiendo conforme guie el santo. Tal vez si deba hacer hincapié en su anterior matrimonio, pero será más adelante. En éste capitulo dejó en claro que ambos se aman y aunque la situación va rápido, también se demuestran los sentimientos que tienen el uno por el otro. Me cuesta trabajo manejar romance, así que alguna cosa se me escapará, ni modo XDXD Muchas gracias por comentar.
Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. Los OC son de mi autoría personal, así como la historia, la cual solamente escribí por gusto y diversión.
Capítulo 20: El Acercamiento II
Ausencia del pánico.
Extraño, realmente extraño.
Albafica ahora tenía ambas manos en la cintura de Agasha y ese breve segundo en que sintió la forma de su cuerpo, más el calor que se filtraba por la tela, fue suficiente para hundir al santo en una fugaz remembranza de cuando llegó al Santuario siendo un jovenzuelo todavía.
Por ese entonces, ya era muy consciente de la atracción que el género femenino ejercía en él, algo normal en cualquier adolescente. Y la curiosidad por conocer un poco más, lo había llevado a observar a las mujeres de su entorno en sus ratos libres, tanto en el Santuario, como en el pueblo cercano.
Ya fueran amazonas, doncellas o civiles, él se dedicó a observar y aprender, dado que todos los años de aislamiento con su maestro no fueron suficientes para suprimir la curiosidad natural que tenía en ese momento, así que cuando empezó a mirar, siempre lo hizo de forma muy precavida y respetuosa, desde la lejanía.
De esta manera pudo conocer lo fuerte que podía ser una guerrera, aunque no pudiese ver su rostro. También se entretuvo viendo la dedicación y el compromiso de las doncellas con sus labores, ellas tenían lindas sonrisas. Y, por último, cuando conoció Rodorio, aprendió que tan variadas podían ser las féminas, tanto físicamente, como en su personalidad.
Pero todo ese conocimiento empírico, también lo llevó al despertar de sus instintos masculinos. Y obviamente, en algún punto de su curiosidad, sus pensamientos fueron más allá, imaginando cómo sería el poder apreciar al natural, y bajo su tacto, algo tan hermoso como una mujer.
Piscis sabía perfectamente cómo era el cuerpo humano.
Gracias a los libros de la biblioteca del patriarca, los cuales eran muy variados, él pudo leer compendios de medicina, donde se detallaba la anatomía masculina y femenina. Albafica aprendió bastante acerca de cómo funcionaba el organismo de la especie humana. En parte, porque su propio entrenamiento se lo exigía al usar rosas demoníacas, y en parte, por su propio interés de conocer.
Sin embargo, un libro no puede compararse con la realidad y en éste momento, el doceavo santo comprendía que lo que sabía, no era suficiente para aplicarlo a lo que estaba viviendo con Agasha. Por otro lado, el miedo a tocar y ser tocado, permanecía lejano y eso lo desconcertaba bastante… pero no al grado de querer detenerse a razonarlo.
Sin apenas dudar un poco, sus manos se estrecharon suavemente sobre la cintura femenina, dispuestas a obedecer la petición de la florista. Tragó un poco de saliva y sus ojos se enfocaron en dicha actividad cuando inició un recorrido hacia arriba. Prestó completa atención al delineado de ese cuerpo.
Agasha era una mujer delgada, pero con una figura formada y fortalecida por el trabajo, con las proporciones normales de alguien de su edad. Y eso comenzó a fascinar al santo, quien lentamente ascendió por sus costados, sintiendo el ligero estremecimiento de ella ante su toque. A pesar de la tela del vestido, Albafica podía notar claramente esos sutiles contornos.
Subió un poco más, a lo largo de su espalda hasta llegar a los hombros, escuchando una pequeña risa por parte de ella.
—Tengo cosquillas, pero quiero que continúes— dijo Agasha en suave tono. —No tengas miedo, yo te doy mi consentimiento para tocarme— le dirigió una sonrisa amable.
El santo se sonrojó al mirar sus lindos ojos y su tierna mueca, volviendo a tragar saliva inquietamente. Entonces, sus manos iniciaron el descenso, la tela de la manga se terminó y de repente, ya estaba tocando la piel desnuda de sus brazos. Un poderoso estremecimiento le sacudió el cuerpo, al mismo tiempo que se asombraba por la información cutánea que las yemas de sus dedos estaban recibiendo: Una textura suave y cálida.
Inmediatamente su mente regresó al pasado una vez más, al momento en que ella le regresó su capa y sucedió ese inesperado roce con el dorso de su mano. Lo que sintió aquella vez, ahora lo volvía a percibir de manera incrementada. Su mente se quedó en blanco por un segundo y la respiración se le pausó abruptamente. Esa caricia era elemental para cualquier persona, pero para él, era todo un descubrimiento emocional.
Se quedó ensimismado al grado de que Agasha tuvo que sacarlo de su ensoñación.
—¿Por qué te detienes? — preguntó, agachándose hacia él para que sus rostros quedaran cerca.
El guardián del pez dorado parpadeó rápidamente y abrió la boca para hablar, pero las palabras no salieron. Ella sonrió de nuevo y sin decirle nada, sus labios se acercaron a los suyos para robarle otro beso. Albafica respondió de inmediato, permitiendo que la emoción del momento comenzara a crecer más y más.
Por su lado, la florista estaba emocionada al ver como el santo hacía lo que le pedía. Desconocía cómo fue la intervención de la diosa Deméter, pero en verdad deseaba que esto pudiera ayudarlo. Era obvio que ella debía mantenerse tranquila para guiarlo, pero también le era inevitable reaccionar al sentir las manos de Albafica. El reconocimiento sobre la tela simplemente le provocó cosquillas, pero ahora que tenía sus manos palpando su piel… no sabía cómo sentirse.
Las manos del santo eran cálidas, fuertes y con varias cicatrices en toda su superficie. Dichas marcas eran la historia de su vida y de su entrenamiento como guerrero. Esas líneas, talladas a punta de dolor, eran un recordatorio de lo difícil que fue su existencia pasada. Pero también eran un símbolo de fortaleza que siempre resaltarían el valor y compromiso de éste hombre. Y por curioso que pudiera parecer, dichas heridas no eran incómodas para ella.
Quién mejor que Agasha para comprender que, el amar a una rosa, también implicaba aceptar sus espinas. Sonrió para sí misma ante esa reveladora verdad, el caballero de Athena aún podría tener "púas dolorosas" en su interior, pero ella se encargaría de que poco a poco desaparecieran.
El beso terminó y la joven pudo ver la expresión de Albafica brevemente antes de que abriera los párpados: El hombre irradiaba una notoria felicidad.
—Eres hermosa— murmuró, abriendo los ojos para mirarla con devoción.
—Sigue tocando— respondió, al mismo tiempo que llevaba sus manos al rostro masculino. —No vaciles, sólo relájate y déjate llevar— sus dedos comenzaron a delinear los finos rasgos del santo.
La respiración de él fue calmándose, disfrutando del mimo que le daba. Entonces, sus manos reanudaron la exploración, tocando lentamente los antebrazos y las muñecas, para luego regresar sobre la marcha, alcanzar sus hombros y descender por sus costados una vez más, todo mientras Agasha se entretenía con su cara y su azulado cabello.
Dudó un poco cuando llegó a la cintura, pero a sus manos no pareció importarles dicha reacción, así que el toque descendió, siguiendo la tenue línea de sus caderas. La tela de la falda caía con suficiente pesadez, por lo que Albafica no sintió resquemor de tocarla tan directamente mientras dibujaba sus muslos. Sí, ella le dio permiso de hacerlo, pero su educación y valores eran muy fuertes. Quizás el temor a dañarla con su sangre ya no pesaba tanto, pero eso no quería decir que permitiría que sus impulsos lo dominaran.
¿Deseaba tocar más?
Por supuesto que sí, pero como ella misma dijo: Con calma, no había prisa.
Así que, por el momento, sólo quería corroborar la anatomía que había visto plasmada en los libros. Confirmar con su propio tacto la silueta femenina, deleitarse al saber que por fin estaba viviendo algo que antes estuvo prohibido para él y finalmente, llenarse de esas emociones que ella le despertaba: Confianza, ternura, respeto, aprecio… amor.
Albafica ya era bastante consciente de sus sentimientos. La hermosa florista se metió a su corazón desde que la conoció años atrás. Y aunque en ese momento tuvo miedo de reconocerlo y aceptarlo, ahora mismo ya no tenía importancia alguna, dado que su presente era completamente distinto.
Un pequeño sobresalto y otra risita por parte de ella lo sacó de sus cavilaciones. Sus manos habían llegado al borde de la falda y alcanzado sus pantorrillas, palpando su tibia piel. El nuevo estremecimiento se arrastró por su columna vertebral, reafirmando que el simple hecho de palpar su dermis, era suficiente para que perdiera el control de su respiración.
Todas las sensaciones físicas ahora cobraban más relevancia para Albafica, ya que era la primera vez que las experimentaba con otro ser humano. Y esto era sólo el comienzo.
La florista seguía concentrada en los apuestos rasgos del caballero, quien había cerrado los ojos mientras sus palmas exploraban. Esto era muy íntimo e interesante para ella. Por un lado, conseguía que él se relajara, por el otro, ella misma se complacía de tener a un hombre como Albafica enfrente y poder tocarlo a su antojo. Volvió a sonreír en su interior, ya no tenía caso negar esa traviesa ansiedad que la carcomía desde que lo estuvo cuidando.
Tocarlo sin su consentimiento fue algo que no pudo evitar, pero afortunadamente él no se molestó, por el contrario, eso facilitó su acercamiento. Y en éste preciso instante, siendo Agasha consciente de que el santo deseaba plenamente eso, ella no se contendría para disfrutarlo también. Entonces, sus manos dejaron de palpar las mejillas del hombre y iniciaron un sutil descenso hacia su cuello.
Suavemente se deslizó hasta alcanzar su camisa, pero en el momento en que se disponía a aflojar el nudo del cravat, un cosquilleo la hizo respingar. Las manos del guerrero habían llegado a sus pantorrillas, incitando más cosquillas y una emoción que poco a poco ganaba fuerza. Lo sintió arrastrar las yemas con curiosidad, bajando un poco y luego subiendo otra vez. Pero cuando la tela de su falda comenzó a retraerse debido al toque en ascenso, Albafica se detuvo justo sobre sus rodillas.
Estaba dudando, así que debía darle un pequeño empujón.
El doceavo santo abrió los ojos, quería decirle algo a la joven, pero ella se le adelantó y sus palabras no hicieron más que agitar sus pensamientos.
—Lo haces muy bien y quiero ayudarte— retrocedió un poco, haciendo que él apartara las manos. —¿Me dejarías sentarme sobre tu regazo? — preguntó en una encantadora entonación.
Albafica sintió que el estómago se le contraía. Pero antes de que su cerebro pudiera formular una respuesta, su cuerpo ya se había movido instintivamente para permitirle sentarse. Ambas piernas se cerraron un poco y la florista se aproximó con un movimiento lento y elegante. Para cuando el hombre tomó aire de nuevo, Agasha ya estaba sobre su regazo, frente a frente y mucho más cerca de lo que jamás nadie estuvo de él.
La mujer respiró con calma para mantener la compostura.
Nunca se imaginó que estaría viviendo una situación como esta. Todo era emocionante y nuevo para ella, ya que ni siquiera con su difunto marido alguna vez tomó una iniciativa de éste tipo. Ella era bastante consciente de lo que estaba haciendo y su determinación no podía flaquear debido a las inseguridades. Tal vez podría sentir un poco de vergüenza y duda, pero sabía que su comportamiento no sería juzgado por el santo, sino todo lo contrario.
Teniendo en cuenta que el inexperto era él, la iniciativa que demostraba era para ayudarlo y hacer más fáciles las cosas. El guerrero de Athena simplemente debía seguirla y ella le trazaría el camino.
—No tengas miedo— le sonrió, al mismo tiempo que posaba las manos sobre sus hombros. —Continua por favor— sus dedos se deslizaron hacia el nudo del cravat, comenzando a deshacerlo.
Albafica hizo otro intento para decir algo, pero de nuevo, las palabras se le atoraron en la garganta. Nuevamente, sus manos se movieron solas, colocándose sobre las rodillas de la joven. La falda se había fruncido debido a la posición de ella, así que ahora tocaba directamente la piel. Sus ojos azules se desviaron en automático hacia abajo, observando fijamente el recorrido de sus palmas.
Jamás en la vida pensó que una sensación cutánea como esa fuera tan esplendida.
El guardián de Piscis se perdió en un onírico trance, mirando cómo la tela se levantaba en su avance, sintiendo el calor y la suavidad femenina. Toda la información que recibía, escalaba por sus nervios sensitivos, erizaba el cabello de su nuca y llegaba a su mente para crear ideas, sensaciones y placeres. Esto era fascinante para Albafica, encantador en todos los aspectos y algo que deseaba prolongar con vehemencia.
Por su lado, la florista mantuvo la mueca alegre, permitiendo que la calidez de las manos masculinas la sobresaltara. Una caricia de ese tipo no era algo ajeno para ella, pero sí era completamente única por tratarse del santo. Exhaló despacio y enfocó de nuevo su atención en la tira de seda, quitándola por completo y dejándola caer en la cama. El cuello de la camisa se aflojó y los pliegues se abrieron hacia los lados.
Con sumo cuidado y parsimonia, posó las manos sobre sus clavículas y se quedó quieta, esperando su reacción.
Albafica sintió un escalofrió bajar por su espalda cuando notó el tacto de Agasha, palpando directamente sobre un área de piel que no era su rostro. Eso lo sacó de su ensoñación, llevando sus ojos hacia los de ella, donde un brillo especial resaltaba notoriamente en sus pupilas.
—¿Te molesta mi toque? — preguntó la joven con suavidad.
Una firme negación por parte de él, le confirmó que podía continuar. Y así lo hizo, arrastrando con delicadeza sus manos a lo largo de su dermis, llegando a sus anchos hombros y regresando a la base del cuello. Repitió esta acción un par de veces, notando cómo el guerrero de Athena liberaba un sutil jadeo, mientras los párpados se le hacían pesados. Sin lugar a dudas, la caricia le provocaba algo muy intenso.
Piscis estaba maravillado ante las gratas reacciones de su cuerpo. Su sistema nervioso reaccionaba rápidamente, valorando la estimulación física, sorprendiéndose con ella y disfrutándola enormemente. Ese calor humano, la suavidad de su piel, el tenue trazo de sus yemas… todo era exquisito para él. Y de nuevo, su instinto se manifestó automáticamente, haciendo que sus manos reanudaran la caricia sobre los muslos de Agasha.
Y por un instante de silencio y contemplación mutua, ambas miradas se perdieron la una en la otra, siendo cómplices de un momento muy especial. La recíproca exploración se volvió lánguida, etérea, relajante, permitiendo que los dos olvidaran el mundo a su alrededor. Únicamente existiendo ellos en un breve intervalo, detenido en el tiempo.
Albafica intentó hablar una vez más.
—Agasha… — susurró sin dejar de mirarla fijamente. —Quisiera poder expresar todo lo que siento por ti… — suspiró por lo bajo. —Pero no tengo las suficientes palabras para hacerlo y quizás lo único que puedo decirte, aquí y ahora, es que… te amo… te amo con toda mi alma… —
Por fin lo hizo.
Finalmente había conseguido pronunciar por primera vez esas palabras que tanto tiempo guardó para sí mismo y que nunca pudo expresar en el pasado. Algo que había ansiado tanto y que, para conseguirlo, tuvo que morir y esperar seis largos años. Al fin el doceavo santo logró manifestar, de forma sencilla pero sincera, el poderoso sentimiento que tenía por la bella mujer.
Los ojos verdes de la florista se abrieron en grande al escucharlo y después adquirieron un brillo húmedo, mientras que sus labios se curvaron en otra linda sonrisa. Sus manos se quedaron quietas y agachó el rostro por un segundo. Estaba completamente atónita al escucharlo… por primera vez oía la declaración que le confirmaba totalmente que su amor platónico del pasado, nunca lo fue.
Albafica la amaba.
El corazón le dolió y claramente sintió cómo se le detuvo por la emoción. El aire se le atoró en los pulmones y comenzó a respirar entrecortado. Sin pensarlo, se arrojó hacia él, abrazándolo con fuerza mientras hundía su rostro en su largo cabello y un pequeño sollozo se le escapaba de la garganta.
Él correspondió al gesto, rodeándola con ambos brazos, atrayéndola más hacia su pecho y posando su barbilla en su delicado hombro, perdiéndose en la aromática fragancia de su pelo mientras cerraba los ojos y también se dejaba llevar por la increíble situación.
—A-Albafica… — dijo despacio. —Yo… también te amo… te amo desde el instante en que me ayudaste… desde el momento en que supe quién eras en verdad… —
Las palabras se le terminaron de repente.
Santo y florista se quedaron en silencio, permitiendo que únicamente sus corazones hablaran, latiendo en una curiosa sincronía que ambos pudieron escuchar después de unos segundos, dada la cercanía que ahora compartían. No era necesario aclarar nada más, sus sentimientos eran sumamente reales, tal y como la diosa Deméter les había dicho.
La pausa de tiempo se fue diluyendo, no podían quedarse de esa manera, así que con una sencilla calma se apartaron poco a poco. No obstante, sus rostros quedaron frente a frente, para observar las emociones que sus pupilas reflejaban. Agasha aún tenía la mirada ligeramente empañada pero su enorme sonrisa resaltaba por mucho, invitando a Piscis a que le correspondiera de la misma forma.
Las frentes de ambos se encontraron y las puntas de sus narices friccionaron suavemente.
—Eres la flor más hermosa que alguna vez tuve entre mis manos— dijo Albafica con ternura.
Ella se sonrojó por completo.
—Tú eres la persona más noble que he conocido y también el hombre más guapo— respondió coqueta, acercándose hasta rozar los labios masculinos con los suyos. —Y si te soy sincera… no puedo evitar querer besarte hasta… quedarme sin aliento— sus bocas se unieron.
El doceavo caballero aceptó gustoso la invitación, definitivamente le encantaba que ella le robara esos apasionados besos, lo disfrutaba bastante, al grado de que ya casi había olvidado su temor al contacto físico.
El ósculo, tierno al inicio, comenzó a volverse más intenso conforme pasaban los segundos. Y de un momento a otro, leves jadeos empezaron a escapar de ambos. Sus labios se fusionaron con más pasión y de pronto, el instinto tomó el control, llevándolos a profundizar su unión. Cada boca dio espacio a la otra e inevitablemente sus lenguas iniciaron el primer reconocimiento mutuo.
Para Agasha resultó sorprendente notar cómo él seguía sus movimientos, imitándola perfectamente, aprendiendo con una velocidad pasmosa. Y también se preguntó si esa falta de miedo por parte del santo era normal. Es decir, en otros tiempos, ni siquiera hubiera conseguido que entrara a su habitación y aceptara su cercanía.
Pero ahora… Albafica parecía otro.
El beso se tornó más sensual cuando sus respiraciones se hicieron más rápidas y sonoras. Asimismo, las manos de ambos reanudaron su respectivo camino. Agasha ahora deslizaba sus dedos sobre el fuerte torso, deleitándose con su marcada anatomía. Por su parte, Albafica arrastró las manos por la cintura femenina para luego aventurarse a bajar por sus caderas, no la tocaba directamente, pero la tela del vestido le permitía conocer sus formas sin problema alguno.
El ambiente comenzó a impregnarse de tensión y deseo.
Piscis ya no estaba razonando demasiado. Las nuevas sensaciones dérmicas lo arrastraban cada vez más a un punto de no retorno. Y aunque deseaba pasar ese límite, aún sentía la zozobra de no saber cómo hacerlo. No obstante, algo continuaba atenuando sus miedos hasta minimizarlos, dejándolo en un estado paliativo.
La florista se apartó perezosamente para que ambos recuperaran el aliento. Estaba agitada, ese ósculo había resultado muy agradable, pero no podía permitir que sus deseos tomaran el control, no hasta que el caballero zodiacal estuviera lo suficientemente preparado para avanzar a la siguiente etapa. Así que debía enfocarse: Primero las caricias sencillas para que se acostumbrara al tacto de otro ser humano y su necesaria cercanía.
—Me encanta que hagas eso— susurró, llevando ambas manos al rostro de la mujer. —Cada vez me sorprendes más, Agasha— sus pulgares rozaron las mejillas ruborizadas.
—¿Deseas continuar? — las manos de ella volvieron a moverse, tocando los costados del hombre, quien de inmediato respingó. —¿Tienes cosquillas aquí? —
—Sí, muchas— se rio levemente y luego hizo una mueca dubitativa. —A decir verdad, no sabía que tenía tantas, es decir, es la primera vez que alguien me toca las costillas de esta manera— sonrió con asombro.
La mujer sintió inmensa ternura. Él era tan especial e inocente en esta situación tan particular e íntima, que por un instante se sintió rara. No es que estuviera aprovechándose del guerrero de Athena, pero definitivamente el comportamiento de un hombre virgen sí que era interesante.
—Entonces lo haré con cuidado— ella se aproximó de nuevo para darle otro beso.
Pero antes de poder tocar sus labios, escuchó unas llamativas risas.
Oh no.
Ambos se quedaron quietos, agudizando el oído para escuchar. Las risas procedían de la calle y poco a poco se acercaban a la casa. Piscis vio claramente cómo la florista palidecía.
—¡Es mi padre! — susurró inquieta.
Albafica abrió los ojos en grande y sintió cómo los nervios se arrastraban por su nuca. El señor Estelios llegaba en un momento muy inoportuno, pero no venía solo, había alguien más con él, ya que una risa femenina también se oyó acompañándolo.
—¡Viene con la señora Calíope! — la joven se apartó rápidamente del santo y se puso de pie para correr hacia la ventana.
Asomándose con cuidado por entre las cortinas, pudo ver a la pareja caminando en dirección de la casa, venían platicando y riendo de algo, sin embargo, no traían nada consigo, es decir la mercancía que vendían, se había quedado en los locales de la feria.
¿Por qué estarían aquí si todavía no era ni mediodía?
No importaba, tenía que pensar en algo y rápido. Entonces miró a Albafica quien ya estaba de pie, terminando de arreglarse la camisa y colocándose el cravat rápidamente.
—Será mejor que no te vean aquí, todavía no es el momento adecuado— dijo ella.
—Lo entiendo perfectamente— contestó Albafica, acercándose a la ventana. —Tan pronto entren a la casa, saldré por aquí y me escabulliré a la calle— le sonrió de manera cómplice. —Lamento haberte puesto en esta situación. —
Ella negó con la cabeza y sonrió abiertamente.
—Para nada, aquí yo soy la "traviesa" por haberte traído a mi casa— soltó una risita alegre y luego lo miró con picardía. —Parecemos adolescentes haciendo cosas indebidas— se acercó a él y lo atrapó de sus largos mechones azules, atrayéndolo. —Pero no me importa… te amo— se alzó de puntitas y le plantó un fugaz besito.
El santo de Piscis se sonrojó notoriamente por lo divertido que era toda la situación. Quizás no debería pensar de esa manera, pero la bella mujer lo encandilaba demasiado. Entonces, se escuchó la apertura de la puerta principal. Agasha le hizo una seña para que saliera por la ventana y así lo hizo, con un ágil salto.
Tan pronto Albafica se esfumó, ella salió rápidamente de la habitación.
—¿Por qué la puerta está sin seguro? — inquirió Estelios preocupado.
Repentinamente se escucharon pasos bajando las escaleras, ambos voltearon asustados.
—¡Hola papá, señora Calíope! — saludó la florista.
—¡Hija, que susto me disté!, pensé que alguien se había metido— el hombre se llevó una mano al pecho. —No dejes la puerta sin llave, casi me da un paro cardiaco cuando bajaste de esa manera. —
—Lo siento, no era mi intención— se disculpó.
La costurera se acercó para abrazarla y darle un beso en la frente.
—Querida, cómo estas, no te había visto desde el otro día, nos quedamos preocupados después de que arrestaron al pirata y el imbécil de Zarek desapareció. —
—Estoy bien señora Calíope, alguien me salvó de esos sujetos y ahora estoy cuidando de esa persona en el Santuario— explicó tranquilamente. —Sólo vine a dejar algunos panecillos de miel y para avisarle a mi padre que no se preocupe, ya que voy a quedarme un poco más— miró a Estelios.
El hombre se acercó a la mesita cercana donde estaba la bolsa de bollos, tomó uno y lo mordió.
—Están deliciosos, y dime, ¿Cómo sigue el muchacho? — le pasó un panecillo a Calíope. —El patriarca Shion me comentó que estaba convaleciente debido a su tratamiento. —
—Va mejorando, muy rápido, a decir verdad— confirmó la florista, mientras por dentro se reía de la situación. Si su padre supiera lo que había sucedido hace tan sólo unos minutos atrás en su habitación. —¿Y ustedes qué hacen aquí?, pensé que estaban en la feria, ya iba a buscarlos ahora mismo. —
Estelios y Calíope se miraron entre sí, como si esa pregunta los hubiera tomado por sorpresa, tardando un par de segundos en contestar. Y eso, no pasó desapercibido para Agasha.
—Nosotros veníamos a… — su padre no supo que decir.
—Sólo queríamos tomar un descanso, querida— intervino la costurera. —El día de hoy hace bastante sol y llegaron muchos extranjeros que llenaron todas las calles centrales, así que decidimos dejar de vender, después de todo, casi se terminó toda la mercancía. —
A la joven no le tomó más de un instante razonar lo que sucedía. Ya fuera cierto o no lo de las ventas, comprendía que su padre y Calíope simplemente buscaban un momento a solas. Nada extraño en realidad, ambos tenían años de conocerse y su cercanía se había hecho más notoria desde hace algún tiempo. Esto alegró bastante a Agasha, su progenitor llevaba demasiado tiempo viudo y la costurera era una mujer agradable, así que les daría su espacio.
—Qué bien, me alegra saber que hubo buenas ventas y ya no fue necesario ir a buscarlos— siguió la corriente de la situación. —Entonces me regreso al Santuario, quiero que Albafica se recupere muy pronto para traerlo de visita y presentarlo ante ustedes— sonrió con inocencia.
Su padre también le sonrió, ahora ya no dudaba de la resurrección del caballero dorado y bastaba con ver el brillo en los ojos de su hija para confirmar que todo era muy real.
—Vete con cuidado hija y claro que sí, tráelo contigo, deseo verlo con mis propios ojos— se acercó y le entregó su capa. —Llévate esto, ahorita hace sol, pero creo que al rato va a enfriar. —
—Gracias papá— tomó el manto y luego se encaminó a la salida. —Nos vemos después— se despidió de ambos con un gesto de mano.
Tan pronto salió de la casa, escuchó el aleteo de un ave y cuando miró al cielo, el búho de plumas grises ya se iba volando. Era extraño, ya había visto al animalito antes, pero no le prestó mucha atención, así que se fue caminando por la calle.
Metros más adelante, Albafica ya la esperaba recargado en un árbol.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Todo bien— confirmó, posando sus manos sobre el pecho masculino, medio acomodando los pliegues del cravat. —¿Qué te parece si vamos a un lugar más privado? — hizo una sonrisa pícara. —¿Deseas que continuemos? —
Él se sonrojó de nuevo, pero asintió rápidamente. No podía negar que su curiosidad estaba sumamente despierta ahora y ya no deseaba rehuir de su compromiso. Así que se dirigieron a la salida del pueblo, él ya sabía cuál lugar podría ser tranquilo y privado.
Ahora que por fin podía estar al lado de Agasha, el mundo se veía muy diferente.
Continuará...
Dado que he descrito una pareja demasiado romántica (para mis gustos personales), me ha costado trabajo acercarlos a la intimidad. Espero que esto haya quedado decente, porque no soy capaz de redactar algo más meloso ni tierno, no se me da para nada el genero romántico XDXD Como sea, la pareja ya se declaró su amor, saben que se aman y lo que desean, así que no le daré más vueltas al asunto, porque corro el riesgo de aburrirme si no avanzó en la trama XDXD
Espero no tardar con el próximo capítulo XP
Gracias por leer :)
21/Mayo/2021
