Capítulo 04.

.

.

.

Silvana bajaba las interminables escaleras del Santuario haciendo un gracioso puchero que denotaba su molestia. ¿La razón? Ella le había pedido a su hermana Savana que la acompañara al pueblo a comprarse unas cosas con el dinero que ganó la noche anterior; le rogó por alrededor de 30 minutos para que al final ésta le dijera que estaba muy agotada por los entrenamientos por lo que prefería dormir. ¡Ush! Qué traicionera era, pero si a ella le pasaba algo durante el trayecto, la culparía por el resto de su vida.

A Josh lo descartaba olímpicamente porque ella quería paz y si iba con el muchacho latino no tendría paz. A Aria la vio conversando con un guapo muchacho, si mal no recordaba se presentó como Shura, así que no iba a interrumpir. Y finalmente, a Taylor no lo encontraba desde el almuerzo. Desconocía dónde estaba.

Resignada ante la falta de atención decidió irse por su propia cuenta y riesgo. Pensándolo mejor, debió dejar algún testamento por si no volvía con vida.

Caminó alrededor de veinte minutos hasta que por fin encontró el pueblo de Rodorio. Se felicitó por el logro, el problema era que, ella no conocía nada de ese lugar y buscaba un lugar donde comprar ropa y otros suplementos personales que necesitaba.

A simple vista, la monera se notaba algo desorientada por lo que llamó la atención de varias miradas; especialmente la de una pareja de varones que se le acercó con aires de casanovas.

-Disculpa bonita, pareces algo perdida. ¿Necesitas algo? – habló uno de ellos mientras se recargaba sobre una moto que, a criterio de Silvana era horrible.

-Si, estoy buscando una tienda de ropa. ¿saben dónde puedo encontrar una? – preguntó la chica de cabellos rizados.

-Mmm…con que ropa. Creo que conocemos una. – comentó el otro joven a lo que la morena sonrió con emoción. – Aunque…¿no te parece que sería mejor ir a tomar algo? Parece que lloverá pronto…

-Te pregunté por ropa, no por algo para tomar. Si no van a decirme entonces piérdanse. – Silvana interrumpió el molesto joven tomándolo por sorpresa. Si bien ella era la que tenía el carácter más sueve, le molestaba que la hicieran perder el tiempo. A su vez, cuando se enojaba, solía ser bastante grosera al hablar, de ahí que siempre trataba de mantener la calma, pero claro, este no era el día de suerte de esos jóvenes ya que, venía irritada de antemano.

-Oye, oye, tranquila. Mi amigo suele ser algo molesto a veces. ¿Qué te parece si para compensarlo te llevamos a la tienda? – sugirió el otro tratando de calmar los ánimos. Estaban ante una chica visiblemente extranjera, no iba a permitir que la oportunidad se le fuera de las manos.

-No quiero. Les dije que se pierdan, ya no me interesan. – respondió Silvana restándole importancia a la presencia masculina y optando por irse.

Sin embargo, cuando se dio la vuelta uno de los jóvenes, el grosero, la tomó con fuerza de la mano y empezó a insistirle en que no fuera tan terca y los acompañara. La mirada de la joven era de enojo puro. Iba a golpearlo muy fuerte si no la soltaba aprovechando los restos de paciencia que le quedaban, pero, una mano en el hombro de su captor la hizo voltear.

-Ey idiota, qué tal si yo también me uno. – la grave voz del caballero dorado de escorpio los hizo voltear. Al notar la altura del sujeto, soltaron a Silvana y se disculparon retirándose. La morena miró con interés al dorado que estaba de pie junto a ella observando al par de cobardes irse. - ¿Estás bien? – preguntó. Diablos, él solo quería aprovechar las horas libres que tenía antes de su misión para disfrutar de alguna bebida y con suerte, ir a visitar a alguna de las chicas, pero no, justo se topaba con la chiquilla bailarina.

El punto de su salida era sacarla de su cabeza al menos por un rato no toparla.

-Sí, lo estoy. Gracias. ¿Conoces una tienda de ropa? – preguntó la chica sin importarle nada de lo que había pasado escasos segundos atrás.

-…- Milo suspiró. - ¿Vas a gastarte mi dinero en ropa?

-Ya no es tuyo, ahora es mío. Pero sí, es el dinero que te gané. ¿Conoces la tienda o no?

El peliazul reconoció de inmediato que la misma pregunta se la había hecho a los tontos de antes. Notó que la joven reitera las preguntas únicamente cuando empieza a perder el interés, por lo que intuyó que la chiquilla estaba valorando si seguir hablando con él o no.

-Sí la conozco, ven. – comentó resignado.

.

.

.

Entraron a un complejo departamental amplio que recientemente construyeron en Rodorio. A él le servía porque en la parte inferior del edificio se encontraba el bar que quería visitar, y bueno, si a la chiquilla le gustaba la ropa se entretendría un rato.

-En ese piso están las tiendas, puedes ir. – señaló el escorpio. Silvana miró con ilusión las tiendas que se veían desde su posición. Se daría un shopping de ensueño.

-¡Gracias por la ayuda! ¡Adiós! – dijo sin más antes de emprender su camino. Milo la observó irse corriendo directo a las tiendas. En cuanto decidió emprender su camino, se detuvo en seco.

¿Sería prudente dejar a la chiquilla sola en ese centro? Bueno, a él no le importaba en lo absoluto lo que le pasara, pero…si le joven no llegaba al Santuario y se descubría que él fue el responsable, era probable que el viejo Shion lo crucificara. Al final, optó por seguir a la chica de colochos.

En cuanto la encontró, esta lo miró seria.

-¿Ahora qué quieres?- preguntó sin tacto.

-Qué no ves que vine a acompañarte. Como eres extranjera es seguro que te pierdes. – renegó el peli azul mientras se sentaba en un sillón de espera.

-Ya veo. Entonces toma – mencionó la chica para, acto seguido, darle un montón de bolsas con ropa. – Si vas a estar conmigo, al menos ayúdame. Te compraré un jugo como recompensa. – sonrió con alegría.

¿Un jugo? ¿En serio le daría un jugo? Iba a ser su mula de carga, sacrificó su preciada tarde y le dará un jugo. Athena, Athena por favor que su suplicio acabara pronto.

Bajó su mirada hastiado y se detuvo al notar que la bolsa que estaba en sus regazos contenía la ropa interior de la chiquilla. En un acto poco común de su persona, apartó la bolsa y desvió la mirada. Sentía su rostro arder por la vergüenza. Esperen…¿El sintiendo vergüenza por algo como eso? ¡Jamás! Intentó tomar nuevamente la bolsa, pero antes de tocarla se detuvo. Bufó molesto y se dedicó a mirar unas revistas viejas que estaban a su lado.

Luego de una hora de espera, en la que deseó morir, dicho sea de paso, la chiquilla volvió, pero con las manos vacías, es decir, sin su jugo.

-¿Dónde está mi "recompensa? Llevo una hora aquí sentado sabes. – la hostilidad que usualmente desprendería la cambió por un ceño fruncido.

-Sé cuanto te he hecho esperar, por lo que pensé que un jugo no sería suficiente. Hay una cafetería abajo, prefiero invitarte a comer. – informó la chica con sinceridad.

El gesto lo descolocó un poco. Usualmente era él quien ofrecía eso a las chicas bonitas, no al revés. Tan impactado estaba que no notó que una bellísima chica, alta, de cabellos rubios y vestido ajustado se acercó.

-¡Milo! – llamó la joven con voz alegre. El aludido volteó y palideció.

-N-Natasha…-murmuró el escorpio con nerviosismo.

-Qué rico verte por aquí. ¿Vas al bar?

-Eh…

Silvana miró captó la evidente incomodidad en el caballero, por lo que, en un acto de bondad de su parte, decidió intervenir.

-No, vino conmigo de compras. Ahora vamos a comer algo. – en cuanto las palabras salieron de su boca, la bella mujer reparó en la jovencita. Era bonita, no lo negaba, su figura estaba bien, pero se notaba a leguas que no era el tipo de ese dios griego de Milo. Ella por el contrario, sí.

-¿Y tú eres?...

-Mi nombre es Silvana, un placer. – se presentó.

-Silvana…- murmuró la rubia acercándose. - ¿Eres amiga de Milo?- preguntó.

-No. ¿Usted lo es? – devolvió la pregunta.

-Oh cariño, Milo y yo somos…

-¡Grandes amigos! – interrumpió el griego mientras se interponía entre las mujeres. Evitaría que Natasha se acercara a la chiquilla, definitivamente esa mujer hablaría de cosas no aptas para menores si le permitía un segundo más de participación. – Natasha es una amiga con la suelo tomar unas copas en un bar que frecuento, es todo.

La aludida miró con molestia al peli azul. Cómo decía eso después de la noche apasionada que tuvieron apenas hace una semana.

-Cierto. Son adultos. – mencionó la chica. – Entonces…Natasha, ¿quieres ir a comer algo tú también? – invitó la joven con inocencia ajena al arranque de celos y envidia que la rubia estaba teniendo en esos momentos.

Milo sonrió con ternura. Es la segunda mujer en su vida a la cual le veía una mirada tan cálida. Le recordaba a la esposa de Camus. Mujeres que no albergan odio, sino amabilidad y calidez. Sintió una agradable presión en su estómago al darse cuenta de esto.

-Ella no irá. – negó Milo. – Natasha tiene una vida ocupada y justo ahora, debe irse a trabajar. ¿Cierto?

-Cierto. – la rubia le dio la razón y se retiró no sin antes dirigirle al varón y a la chica una mirada de infinito rencor.

.

.

.

En la cafetería, Milo aguardaba sentado en la mesa a la chiquilla. Quería darse contra la mesa por su actitud tan rara. ¿Cómo fue a rechazar a Natasha de esa forma solo por seguir de compras con la bailarina? Definitivamente hablaría con Camus, él estaba enfermo.

-Aquí tienes. – la voz de Silvana lo sacó de su recriminación interna. Notó que en su bandeja había una taza de café, crema y unos panecillos dulces que se veían apetitosos. En el de ella, había jugo de naranja y un postre de chocolate.

Vaya, el plato de él, lucía como lo típico que comería un adulto, mientras que el de ella, lucía como lo que un adolescente – porque lo era – comería.

-¿Asumiste que esto me gustaría porque soy adulto? – preguntó incrédulo. Tampoco estaba tan viejo, maldición.

-No. Afrodita comentó que a todos ustedes les gustaba comer panecillos dulces con café y crema durante nuestro almuerzo que tuvimos hoy. Por eso lo traje. – respondió la chica de forma tranquila mientras devoraba una cucharada generosa de pastel.

Milo solo rio por lo bajo y se dispuso a comer. Maldita sea, estaba disfrutando eso más de lo que imaginó.

.

.

.

-Lo siento, fue grosero de mi parte decir eso. – se disculpó Shura ante el gesto triste de la peliazul.

-Está bien. Se que te di todos los motivos para desconfiar. – Aria se refirió a su despedida. En ella le había dicho cruelmente al dorado que su "relación" era solo un pasatiempo para ella, por lo que lo mejor sería no ilusionarse. Ella tenía un sueño que alcanzaría sin importar la forma.

-Pero han pasado 10 años. La gente cambia. – continuó el español. Su intención nunca fue tratarla mal, de hecho, en ese tiempo se mentalizó en que esa etapa de su vida debía sanarla.

-¿Crees que cambié, Shura? – preguntó con ilusión la joven mientras se acercaba de forma encantadora al rostro del dorado. Lo que más amaba del dorado de capricornio era lo atento y galán que era a la hora de hablar. Siempre sabía que decir para halagar a una mujer y lo mejor de todo era que lo hacía de forma natural.

Shura miró los bellos ojos de la joven quedando embelesado, sin embargo, justo cuando estaban a escasos milímetros de besarse, el español la detuvo. No era correcto si ella estaba saliendo con su compañero.

-Esto no es correcto, Aria. – dijo mientras se levantaba de la banca y volvía a su templo.

-¿Tanto me odias? – preguntó molesta acercándose nuevamente. - ¿Qué mi actitud es muy poco para un caballero?

-No hablo de eso. – dijo tomándola por lo hombros y llevándola a su templo. Debía asegurarse de evitar miradas chismosas si quería continuar en el caso de las pandillas. – Te dije que estoy en medio de algo importante. Además, fuiste tú quien acabó con todo, no vengas a hacerme ver como el malo de la historia.

Antes de que respondiera, las miradas furiosas se encontraron. Aria estaba tan frustrada, podía decirle la verdad a Shura ahí mismo, pero de hacerlo Kostas iba a matarla, lo sabía. Ella no podría llegar a tiempo para salvar a su querida madre de las garras de ese desgraciado.

El sonido característico de su teléfono interrumpió el momento. Shura sintió como el cuerpo de Aria se tensó por completo en el instante en que la música sonó.

-Suéltame debo irme. – habló con seriedad cambiando su mirada a una dura.

El español la soltó despacio y observó como esta se retiraba al templo de piscis nuevamente hablando por el teléfono. Era su imaginación o Aria le estaba suplicando con la mirada. Resopló sintiendo el entrés invadir su cuerpo. Lo mejor sería dejar las cosas tal cual estaba por el momento.

.

.

.

Taylor terminaba de tomar un café con Afrodita, quien lo invitó mientras le mostraba las rosas no venenosas en su templo. Para el aguamarina la compañía de ese joven asiático era un sueño hecho realidad. Era atento, amable, respetuoso y demostraba genuino interés por sus cosas. Se sentía muy ilusionado porque una parte de él, sentía que el chico disfrutaba a su lado e incluso coqueteaba de vez en cuando, pero, tenía basta experiencia en saber que esa clase de actitudes no necesariamente significaban que los sentimientos fueran recíprocos.

-Esto es fantástico Afrodita. Ojalá yo tuviera esa habilidad con las plantas. Una vez tuve un cactus y murió. – comentó el joven con pena.

-Los cactus soportan temperaturas altas y bajas cantidades de agua, ¿cómo pasó eso? – preguntó incrédulo. Había que ser un tonto para que una planta como esa se perdiera.

-Le eché demasiada agua. – Afrodita sonrió. – Pero descuida, en el tiempo que esté aquí, espero que puedas enseñarme jaja. – sugirió el chico. Afrodita le parecía un chico agradable. Era pacífico estar con él.

-Claro. – sonrió.

Ante de continuar la conversación, el dorado notó que la chica Aria se acercó a ellos. Le pidió unos minutos a Taylor, el cual se disculpó y se retiró con ella. Se le hizo sospechoso lo alterada que estaba la chica por lo que decidió mantenerla vigilada.

.

.

.

-¿Qué pasa Aria? – La forma tan alterada en la que llegó su amiga lo asustó.

-Es Kostas. Llamó 2 veces en menos de 5 minutos. Le di la información y me pidió más. ¿De dónde sacaremos más? – pidió exaltada.

-Esta bien. Hay que calmarnos primero. ¿Ella está bien? – ante la afirmativa de la peliazul el chico continuó – Muy bien, entonces aún no debemos perder la cabeza. Si Kostas quiere información solo debemos darle algo.

-¿Pero qué? Shura no me dijo nada. Él solo…- Aria no terminó de hablar, no había necesidad de sacar a relucir sus momentos de debilidad.

-Cuando estaba preparando un café, Afrodita me comentó que hoy tendrían una misión. Sé que es verídico porque colocó un folder sobre un mueble.

-Espera, ¿un sobre?

-Sí.

-¡Debemos conseguir ese sobre Taylor!- sugirió tomando a su compañero por los fornidos brazos.

-¡No! ¿Quieres que robemos esos documentos? No puedo hacer eso. Aria será peor. Mira, estuve viendo a estos tipos rudos en el coliseo, ¡son fuertes! – exclamó con voz baja – Ellos pueden detener a Kostas y salvar a tu mamá. Si hablamos con ellos y les explicamos las cosas…

-¡No van a creernos! – interrumpió la chica. – Además, tú sabes que si involucramos a la policía él la matará con una llamada.

El solo hecho de imaginar que asesinaran a su madre le helaba la sangre. Después de todo el esfuerzo que ella hizo para sacarla de Rodorio, para escapar de las garras de su padre y de la mafia, no podía si quiera pensar en arriesgar su vida.

-¿No van a creernos, o Shura no va a creerte? – le devolvió la pregunta el joven.

A Taylor le dolía esta situación tan crítica por la que ambos estaban atravesando, pero lo que más le hería era ver el ostracismo en el que su casi hermana se metió luego de lo ocurrido con su padre. Aria perdió gran parte de su brillo, estaba seguro, pero una parte de él le decía que si él hablaba con Shura y le contaba toda la verdad de su separación las cosas mejorarían para su adorada compañera. Aria merecía la felicidad que todas esas miserables pandillas le arrebataron.

-Es lo mismo Taylor. – antes de que el varón refutara tomó nuevamente la palabra. – Escucha, Kostas me pidió la información en dos días. Aprovecharemos la salida de Afrodita para buscar esos documentos y enviarlos. ¿Entendido?

-Sí. – confirmó molesto el bailarín.

.

.

.

Un rato después, ambos jóvenes volvieron al templo. Afrodita los esperaba para darles unas cuantas indicaciones sobre la cena ya que él, por obvias razones no estaría. Mientras le explicaba a la pareja todo lo que debían hacer, los dos chicos menores se unieron a la conversación.

-Yo soy buena en la cocina. – comentó Savanna con emoción. Afrodita la miró con interés.

-Si, buena para dar indigestiones. – murmuró burlón Josh. Antes de iniciar una pelea, la presencia de Silvana en compañía de lo que parecía una montaña andante de bolsas llamó su atención.

-¿Silvana? – preguntó Taylor asombrado.

-¿Milo? – secundó Afrodita al notar al dorado de escorpio cargando las bolsas. Eso no era para nada usual.

-¡Silvanna! – exclamó Savana mirando con interés la enorme cantidad de bolsas que Milo dejaba en la sala principal. - ¿Me trajiste algo?

-No. Tú no me quisiste acompañar. Por tu culpa tuve que soportar a dos chicos molestos. – se quejó la gemela iniciando una pelea de hermanas.

-¿Estás bien? – preguntó preocupada Aria. Estaba con los nervios de punta y un susto nuevo lo aguantaría.

-No se preocupen, la acompañé todo el rato. – mencionó Milo terminado de acomodar la última bolsa.

-Le agradecemos que haya cuidado a Silvana. – dijo Taylor mientras se inclinaba frente el griego en muestra de respeto.

-No tienen que agradecer, solo estaba ahí por casualidad. – mencionó el peliazul desviando la mirada. En este acto, se topó con los celestes orbes de Afrodita que lo observan con una mezcla de picardía y diversión.

Milo no era exactamente la clase de hombre que sacrifica sus cosas personales por andar con jovencitas, menos irse de compras con ellas. Es más, era de conocimiento popular que el escorpio solía frecuentar bares y tenía uno que otro encuentro casual. Una actitud tan, ¿cómo describirlo? ¿Caballerosa? Lo que sea que fuera, no era típico en él.

Ante la mirada burlone, optó por irse de inmediato, estaba cansado, irritado y mataría Afrodita si lo seguía mirando. Antes de bajar las escaleras, sintió en su espalda una mano tocándolo. Al voltear, notó que la chiquilla lo miraba con las manos detrás de su espalda.

-Esto es por el viaje. – le dijo mientras le entregaba una caja de jugo de naranja y volvía rápidamente al interior de Piscis.

Milo miró el objeto con impresión. Así que al final no lo había olvidado. Qué estúpido se sentía por alegrarse por algo tan común como una caja de jugo.

.

.

.

Capítulo 04 ¡up!

Hola de nuevo…actualizo después de 84 años jaja. En fin, aquí está el capitulito para que se entretengan y saquen conclusiones jaja.

¡Milo tsundere! Me parece super adorable la verdad. Es como cuando tienes una determinada actitud y llega alguien que es contrario a ti y de paso te hace como quiere (en el buen sentido), jaja. Así es, el playboy va a sufrir de formas muy adorables.

Cuando escribí la parte de Shura y Aria, mi interior gritó "¡Qué se besen!", pero no pude, aún no jaja. Su historia será algo triste y francamente el final de ambos me tiene con cierta duda (aún no decido si tendrán o no final feliz XD), si lo desean no dude en dejarlo en los comentarios. Igualmente amo el amor/odio que hay entre ellos jaja.

¡Nos leemos!