Templo de Acuario.

Camus y Milo partieron al templo del primero luego de la función improvisada. El galo debía volver pronto ya que Danna estaría ocupada por la mañana preparando el asunto de las grabaciones y él debía cuidar a su retoño en su lugar. Mientras preparaba algo para tomar, Milo se entretenía jugando con la pequeña Mikeyla en la sala a la espera de su amigo.

-¡Muy bien pequeña! Eres bien inteligente. - felicitó Milo. La niña había logrado introducir correctamente todas las formas en un cubo.

-¿Qué esperabas de mi hija? - ironizó Camus orgulloso entregando un jugo a su amigo de cabellos morados.

-Siempre he creído que la inteligencia la sacó de la blanca. - bromeó refiriéndose a Danna.

Camus solo le hizo mal gesto y tomó a la niña en brazos para que tomara su biberón. La pequeña Mikeyla se acomodó en los brazos de su papá y tomó el biberón con sus pequeñas manitas. El francés sonrió con ternura. Su mini chérie era tan perfecta. Después de casarse con Danna, su hija era lo mejor que había hecho.

Milo observaba a su amigo con un deje de nostalgia y celos. En el fondo de su ser, envidiaba a su mejor amigo; encontrar una mujer como Danna y formar una familia había sido una bendición para Camus, y desde el nacimiento de la pequeña Mikeyla él mismo se había contagiado de eso que tanto evitó: el querer una familia.

Siempre quiso disfrutar de la vida, especialmente de los placeres que ésta ofrecía, pero admitía que había llegado a un punto de su vida en la que ya no se veía a sí mismo saliendo a encuentros casuales.

-Milo, hay algo que quiero preguntarte. - tomó la palabra el francés, sacándolo de sus pensamientos. Cuando supo que tenía la atención de su amigo continuó. - ¿Qué traes con esa muchacha, la bailarina?

-¿Uh? ¿De qué hablas? - preguntó sin entender. Él no había dicho nada a nadie sobre su recién descubierta atracción hacia la chiquilla bailarina.

-Tenías una cita con esa mujer, Natasha, ayer por la noche y no fuiste…Además, Afrodita me contó que llevaste de compras a la chica el otro día. - acusó el francés.

-Tsk…esa vieja chismosa de Afrodita…- se quejó el griego. Sabía que la mirada que le dirigió tenía intenciones ocultas. - En primer lugar, no fui con Natasha porque estaba cansado por la misión, y nosotros no somos nada. - aclaró. - Y, en segundo lugar, "no la llevé de compras", la ayudé, que es muy diferente. La topé en Rodorio y la estaban molestando unos bastardos.

-No recordaba que fueras tan buen samaritano. - dijo el dorado de acuario mientras acariciaba los cabellos plateados de su hija.

-Oye…con esa clase de comentarios empiezan los chismes, eh. - el de escorpio se acomodó mejor en el sillón echando la cabeza hacia atrás. - Ella…es menor de edad, sabes… Y no tengo idea de cuando cumpla la mayoridad. - Camus le prestó total atención. – Pero es curiosa y muy inocente. No tiene maldad en su corazón, no ve la maldad en el mundo, no es como las otras chicas que he conocido. Ella brilla mucho…

-La mitad que has conocido son "trabajadoras sociales". - comentó el francés con doble sentido. - No tengo nada contra ellas, también son mujeres dignas de respeto, Milo, pero esta jovencita apenas está conociendo el mundo. Aunque no parezca que le lleves tantos años, sigues siendo mayor que ella…

-Lo sé. - Milo cortó el inminente regaño de su amigo. - Créeme que soy consciente de eso.

El galo suspiró con pesar. Danna solía decirle que: "nadie elige de quién se enamora"; y él estaba de acuerdo. Es decir, él mismo era la personificación de esa frase. Estaba ahí, casado con un ángel y siendo padre de una pequeña. Nunca se esperó tal cosa, pero la chica se le metió en la piel. Ahora por lo visto era Milo quien estaba inmerso en esa encrucijada.

-Si yo conociera a una persona que "brilla mucho", haría hasta lo imposible por ser digna de ella. - la voz de Danna interrumpió la charla masculina.

Ambos dirigieron su mirada hacia la peliblanca que entraba al templo y colocaba sus cosas en la mesa. Había escuchado un poco la conversación de su marido con Milo y sintió mucha alegría en su corazón. Aunque Camus se quejara de las actitudes irresponsables de Milo, era quién más se preocupaba por él y su bienestar; y, lo mismo sucedía con Milo. Ella oraba para que el griego sentara cabeza y por lo visto, sus plegarias habían sido escuchadas.

-Ma…ma - en cuanto la pequeña Mikeyla reconoció la voz de su mamá, se incorporó como un resorte inquieto.

-Ni siquiera sentí tu presencia, das miedo. - se quejó Milo mirando hacia otro lado. Ahora resulta que hasta la Blanca lo había descubierto.

-Por lo visto perdí mis poderes, pero no mis habilidades. - respondió la chica sonriendo. Se acercó a Camus y se sentó a su lado tomando a la niña en brazos. - Milo…sabes lo que tienes que hacer, y nunca es tarde para empezar a cambiar aquellas malas conductas que tenemos. - aconsejó Danna.

Camus sonrió y acarició los largos cabellos blancos. Estaba totalmente orgulloso de tener una esposa tan sabia.

. . .

Salón de ensayos.

Por la tarde, el grupo de bailarines retomaron los ensayos. Tenían mucho que trabajar de previo a las pruebas de vestuario, ya que estas la hacían perder muchísimo tiempo usualmente.

-¡Savanna! Debes ser menos expresiva. No fuerces los gestos. - dijo Aria llamando la atención a la gemela de ojos verdes. - Silvanna vas muy rápido, debes ajustarte al ritmo.

-¡Sí! - respondieron ambas a la vez.

-Están dominando las coreografías muy rápido. Es excelente. - comentó Taylor observando al trío de jóvenes.

-Si. Me siento muy orgullosa siendo sincera.

Ambos estaban absortos en los movimientos de los jóvenes en busca de algún yerro de su parte. Todo iba relativamente bien, hasta que Savanna chocó contra Josh; cayendo al suelo luego de recibir un buen golpe. Taylor y Aria corrieron rápidamente a auxiliarlos.

-¿Están bien? - preguntó Taylor preocupado. Levantó la cabeza de Savanna dándose cuenta que tenía la boca un poco rota.

Aria por su parte revisó a Josh notando que tenía una herida leve en su cabeza, pero que sangraba.

-Fue un golpe fuerte. - comentó Aria. A sus oídos llegó el llanto de la gemela. - Silvanna, ve rápido y trae a la doctora.

La chica de ojos azules, de inmediato salió corriendo. Debía buscar a la doctora de cabellos rizados y, sin mal no recordaba, el centro médico quedaba arriba del coliseo. Tan ensimismada iba, que, al pasar por el coliseo, no notó a cierto peliverde que iba en busca de Aria. La morena rebotó en el cuerpo masculino cayendo de inmediato a la arena.

-¿Estás bien? - preguntó Shura con preocupación. Sintió apenas un pequeño golpe contra su espalda.

Milo, que estaba al otro lado terminando su instrucción, se acercó de inmediato.

-Auch… - se quejó la chica. Fue un golpe algo fuerte. - N-Necesito buscar a la doctora. Quítate. - dijo mientras se incorporaba.

Antes de reanudar su carrera, Milo la tomó del brazo y examinó por encima su rostro. Su frente tenía un pequeño raspón.

-Espera un momento, pequeña fiera. Mira lo que te pasó. - dijo el joven de cabellos morados revisando la diminuta herida.

-¡Suéltame! - pidió de inmediato la chica. Su tarea principal era otra.

-¿Para qué buscas a la doctora? - preguntó Shura interesado. Su primer pensamiento fue, que quizá algo le había sucedido a Aria, lo cual generó un pequeño pánico en su interior.

-Mi hermana se lastimó la boca al golpearse con el idiota de Josh. - informó mientras sentía las manos de Milo levantar su rostro y acariciar suavemente la herida.

-Yo iré, soy más rápido. - el peliverde se dirigió a Milo. - Tú ayúdala a limpiarse. Me disculpo de nuevo.

Milo asintió. Silvanna quedó perpleja al ser testigo de cómo el muchacho desapareció frente a sus ojos.

-¡Eso fue genial! - comentó la ojiazul emocionada.

Milo rió.¿De verdad algo como eso la sorprendía? Iba a quedar maravillada cuando viera la totalidad de sus poderes.

-Ven, limpiaremos la herida y te buscaré una bandita. - respondió mientras se dirigía a los baños del coliseo.

En cuanto encontró lo que necesitaba, regresó a la banca donde dejó a Silvanna. Tomó un trozo de algodón y agua limpia para limpiar la herida. Se sentía un tanto nervioso por la cercanía con la morena y, le llamaba la atención que ella, por el contrario, estaba sumamente tranquila dejándose hacer.

-Gracias, Milo. - sonrió la morena con amabilidad. Se levantó dispuesta a volver al salón. - Te compraré un jugo como recompensa.

-¿Con el dinero que cobraste por la función? - preguntó el chico divertido.

Silvanna sonrió con complicidad y se puso en marcha.

Una vez estuvo solo, Milo suspiró mientras ocultaba su rostro sonrojado entre sus manos. Su piel era suave y olía a frutas…

. . .

-Tranquila, querida. Ya casi vuelve tu hermana. - trataba de consolar Aria. La herida en los labios de Savanna empezaba a tornarse morada a la vez que sangraba.

La chica de ojos verdes lloraba en silencio. Cuando escuchó pasos acercarse, volteó para recibir a la doctora. Sorpresa se llevó al notar que ésta venía acompañada de Shura y no de Silvanna.

-Vinimos lo más rápido que pudimos. - se disculpó Sofía acercándose de inmediato a revisar a la chica.

Taylor prefirió quedarse ayudando a la doctora y darle privacidad a su hermana.

-¿Dónde está Silvanna? - preguntó con preocupación.

-Vendrá pronto, no te preocupes. - respondió Shura observando a Sofía limpiar la herida.

Aria suspiró mirando a Shura con recelo. En la mañana la estuvo provocando con caricias y ahora actuaba como un completo cubo de hielo. Le daba mucho coraje cuando hacía eso.

-Disculpen…- intervino Sofía. Shura y Aria dirigieron su atención a la joven médico. - Fue un golpe fuerte, sin embargo, no es nada grave. Solo necesitan descansar el resto del día y colocarse esto en las heridas hasta que cierren. Estarán mejor mañana. - finalizó la chica entregando a Aria un ungüento.

-Le agradezco muchísimo. - respondió de inmediato la peliazul.

-Bien, será mejor llevarlos a descansar. - comentó Taylor sosteniendo a Savanna.

-Les ayudaré. - intervino Shura mientras se acercaba a Josh.

El joven al notar la presencia del dorado - que lo levantó como si no fuera más que una pluma - le devolvió la mirada, sonrojado. Qué vergonzoso era que tu propio rival estuviera ahí tratándote como un niño.

Los hombres los llevaron hasta la habitación que Afrodita les había designado y, con cuidado, los recostaron en sus camas.

Afrodita se acercó preocupado.

-Ese fue un buen golpe. - comentó el agua marina.

-La doctora dijo que estarán bien mañana. - respondió Taylor sonriendo.

-¿Suspenderá el ensayo? Señorita Aria. - preguntó interesado el sueco.

Pasó toda la tarde pensando en la forma apropiada de invitar al joven Taylor a un café en Rodorio. El ser homosexual le había traído problemas en su vida privada ya que, tendían a pensar que él siempre buscaba una relación. Si mal no recordaba, el primero al que se lo dijo fue a Máscara de Muerte y de corazón, agradecía que el cangrejo nunca lo juzgó.

-"¿Te gustan los hombres? ¿Y eso qué? Solo procura no ser el que muerde la almohada; eres un dorado así que debes dominar. No puedes manchar la reputación."

Le había dicho cuando se lo confesó. Esa tarde de verano no paró de reírse como loco por las ocurrencias de su mejor amigo.

-Por desgracia…- comentó la peliazul. - Y mañana tendremos prueba de vestuario contigo.

-Por cierto, necesitaré ayuda… Ya que estás aquí, Shura, ¿por qué no me ayudas? - preguntó Afrodita inocentemente.

Por supuesto, su solicitud tenía un doble sentido. Shura estaba interesado en la maestra bailarina, lo notó - y él tenía buen ojo para eso -, Milo literalmente babeaba por la chiquilla con el mechón azul y él, bueno, estaba en proceso.

Aria iba a protestar, hasta que Shura se adelantó y aceptó. La chica lo fulminó con la mirada.

-Disculpen un momento. - se excusó arrastrando a Shura hacia la entrada del templo de Piscis. Una vez que estuvieron afuera, continuó. - ¿A que rayos estás jugando? - inquirió molesta. - Primero fue durante la presentación de las chicas y ahora esto. ¿No fuiste tú el que dijo que lo mejor era que no supieran que nos conocíamos?

-Sí, fui yo. - admitió el español. - Pero eso fue antes de saber que te alejaste de mí y tu familia dejó Rodorio porque estabas en peligro. ¿Por qué no me dijiste que eras una de esas familias que se desplazaron? - respondió con seriedad.

Aria tragó grueso.

-¿Quién te dijo eso? - inquirió.

Antes de seguir hablando, Shura la llevó hasta un lugar más privado.

-Eso no importa. No me dijiste nada de eso. ¡Pude ayudarte!

-¡No! ¡No podías ayudar en nada! - respondió con enojo la chica. - Tu única prioridad era tu deber aquí, eso fue lo que dijiste.

El español se quedó en silencio. La chica tenía razón. Aunque Aria le ocultara ese hecho, lo cierto del caso es que él había sido el primero en aclararle que no tendría una relación con ella debido a que debía concentrarse en ser un mejor caballero dorado.

-Lo siento. Aria, de verdad lo lamento mucho. Pero…no te mentí. Lo que sucedió en la guerra… Estaba muerto, 2 veces de hecho. - reveló el dorado de capricornio con sinceridad. La bailarina lo miró sin comprender. - Es una larga historia y no vale la pena reparar en ella, pero es diferente ahora.

-Si, tienes razón. Todo es diferente ahora. - respondió la peliazul mirando hacia el suelo.

Sin avisar, Shura tomó el rostro femenino y depositó un beso en los labios. No se echaría hacia atrás nuevamente. Aria abrió los ojos con sorpresa, y trató de forcejear, pero en el fondo, había deseado aquello desde la primera vez que lo vio nuevamente portando con orgullo esa armadura dorada.

. . .

¡Capítulo 7, up!

¡Qué disfruten muchísimo!