La suma de todas sus partes
Draco Malfoy, al cubo.
El dolor de cabeza de Harry estaba aumentando minuto a minuto. Aunque había logrado despertarse a tiempo para desayunar, el ruido del Gran Comedor estaba molestándolo cada vez más.
No ayudaba que Ron y Hermione estuvieran charlando animadamente con Ginny sobre las maravillas de haber terminado su noviazgo. Harry sospechaba que estaban tratando de convencerla de terminar con él. No era algo que le cayera muy en gracia, pero no quería arruinar las paces que había hecho con Hermione esa mañana. Por su parte, las miradas de Ginny resultaban incomprensibles. Súbitamente le llegó un pensamiento. Se levantó de la mesa y con una mueca suave les dijo a su novia y a sus amigos:
—Creo que tengo jaqueca. Iré a la enfermería por una de esas pociones curativas.
Y sin esperar respuesta se dirigió a la salida del Gran Comedor.
Mientras caminaba hacia la enfermería, Harry continuaba cavilando sobre su relación con Ginny y el efecto que había tenido el rompimiento de Ron sobre su buen ánimo. Al parecer, Ron se había pasado toda la mañana sonriendo; muy diferente a la actitud que había tenido desde… bueno, desde el final de la Batalla de Hogwarts.
Al girar en un pasillo, Harry creyó a ver una figura alta y delgada que se alejaba de la enfermería con uniforme de Slytherin. Le reconoció de inmediato como su archienemigo. Con un suspiro, decidió entrar por la poción incluso si se habían arruinado sus posibilidades de ver a Draco de nuevo con su semblante tranquilo.
Harry se acercó al escritorio principal de la enfermería para tomar otra poción curativa cuando, echando un vistazo rápido pudo observar que el mismo Draco Malfoy se encontraba estirándose como si hubiera despertado de un sueño reparador. ¿Se había equivocado anteriormente? Quizás no había visto a Draco sino a otro, que se le parecía.
La delgadez del cuerpo de Draco Malfoy desaparecía en la inmensidad de la bata que le habían colocado. Sus brazos largos se estiraban al techo y una sonrisa ligera adornaba sus facciones. Tenía los ojos cerrados pero su cuerpo estaba girado hacia donde se encontraba Harry.
La mirada del Gryffindor había vagado por todo el cuerpo del chico, contemplando las largas piernas que la bata no alcanzaba a cubrir.
Draco abrió los ojos y contempló a Harry con sorpresa.
—Potter —exclamó—, ¿qué haces aquí?
El tono neutral de Malfoy no había logrado sacar a Harry de su estupor. Por tercera ocasión en menos de veinticuatro horas se encontraba incapaz de mover su cuerpo o articular palabra.
—Poción curativa —murmuró suavemente.
Draco caminó lentamente a Harry que seguía inmóvil y colocó las manos en sus hombros.
—¿Te encuentras bien? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
El tono amable de Draco era a la vez seductor y tranquilizante. Sin embargo, Harry se encontraba en un estado hipnótico causado por los ojos grises de Draco Malfoy.
—¿Potter? ¿Estás bien? —inquirió con tono preocupado — ¿Ha- Harry?
Al escuchar su nombre, Harry se sobresaltó. Dando un paso atrás, las manos de Draco cayeron de sus hombros.
—¿Quién eres tú? —preguntó Harry con un tono inseguro —. Draco Malfoy jamás sería tan amable, mucho menos me llamaría por mi nombre.
—¿De qué hablas, Har- Potter? Creo que ya hemos pasado la fase de odiarnos. Después de todo, es gracias a ti que no estoy en Azkaban…
Harry consideró sus palabras y la razón comenzó a volver a él. Volteándose hacia el escritorio con las pociones curativas tomó una y trató de abrirla. Pero, en medio de su confusión, le estaba resultando imposible sacar el maldito corcho. Sus manos resbalaban y no hallaba el ángulo correcto para acomodar la botella.
—Permíteme —dijo Draco tomando la botella de entre las manos de Harry con un exceso de rozamiento entre ellos.
Draco abrió la botella sin mayor problema y se la dio a Harry con una media sonrisa.
—Listo —dijo suavemente.
Harry tomó la botella y apuró el contenido sin siquiera pensarlo.
—¿Cuál es el problema? —volvió a preguntar Draco juntando sus manos por detrás de la espalda en un gesto galante.
—Sólo un dolor de cabeza —respondió Harry aún con precaución.
—Potter, creo que no he tenido la oportunidad de agradecerte propiamente por tu testimonio en el juicio de mis padres y en el mío.
Harry se encontraba jugueteando con la botella entre sus manos. Le dirigió una mirada decidida y respondió con firmeza:
—No es necesario que me lo agradezcas; sólo me pidieron que me presentara y dijera la verdad —. Luego añadió en un tono más bajo —: Y la verdad es que ni tu madre ni tú hicieron algo digno de Azkaban.
Draco tomó titubeante su mano y suavemente lo dirigió hacia la puerta.
—Podemos seguir hablando de esto en un espacio más tranquilo, Potter, en otro momento, ¿quizás?
Un sonrojo profundo se apoderó del rostro de Harry. ¿Qué quería decir Malfoy? ¿Acaso le estaba pidiendo una cita?
—¡HARRY! —resonó a lo lejos la voz de Ginny en el pasillo.
Apresuradamente Draco soltó la mano de Harry y ambos voltearon hacia donde se originaba el grito.
—Ah, es verdad… —se lamentó con suavidad—, creo que la señorita Weasley te está buscando, Potter.
Harry mantuvo su mirada en los ojos de Draco. Debía levantar un poco el mentón pues el Slytherin era ligeramente más alto.
—Gracias— dijo Harry impasible.
La mirada extrañada que le dedicó el rubio hizo que el brillo de sus ojos se aligerara.
—Por la poción —continuó Harry levantando la botella vacía.
Con una última mirada, Harry Potter corrió por el pasillo para encontrarse girando la esquina a Ginny.
—Te estabas tardando demasiado en la enfermería —explicó ella en un tono neutral—. Hermione pensó que quizás algo te habría pasado.
Ginny dirigió un vistazo hacia el pasillo de donde venía Harry para explicarle.
—Al parecer Malfoy ha estado maltratando alumnos. Dos chicos de Gryffindor de sexto llegaron con las orejas colgando —dijo Ginny mientras tomaba la mano de Harry y comenzaban a caminar en dirección a las escaleras que los llevarían a sus primeras clases.
Harry no pudo evitar comparar la mano de Ginny, delgada y pequeña, pero ligeramente rasposa por el Quidditch contra los dedos suaves y afilados de Draco. La mano de Ginny era tibia, y Harry siempre había encontrado ligeramente molesto que su propia mano sudaba contra la de la chica. En cambio, la mano de Draco era fría. Durante el tiempo que había tenido contacto con ella, Harry no había reparado en lo increíblemente cómoda que se sentía contra su propio tacto. Ahora, con la mano de Ginny apretándole ligeramente la palma, comenzaba a encontrar la mano de la chica un tanto molesta.
Frunció el ceño al escuchar las palabras de la pelirroja.
—¿Dra- Malfoy? Pero…
—Sí, a mí también me sorprendió —lo detuvo ella —. Se había estado comportando muy bien recientemente. Al parecer el accidente debió liberar su lado malvado de nuevo.
Harry no dijo nada. Su mente se encontraba a mil por hora pensando. "Pero si cuando lo encontré estaba apenas despertando de la poción".
—O quizás —prosiguió la chica— ese numerito de niño bueno era sólo un engaño para sobrevivir este último año. No me sorprendería de un Slytherin, mucho menos de Malfoy.
"Sí, un buen engaño proviniendo de un Slytherin" caviló Harry sintiendo un aguijón en el pecho.
—Eso no tiene mucho sentido —terció el moreno —. ¿Por qué dejar el engaño ahora? Aún queda medio año de clases.
La chica se encogió de hombros y comenzó a subir las escaleras hacia el tercer piso donde ambos se separarían pues Harry tomaría Defensa contra las Artes Oscuras en ese mismo piso y Ginny se dirigiría hacia la torre de Adivinación para tomar clase con la Profesora Trelawney.
—No me pidas que desentrañe la torcida mente de Draco Malfoy, Harry —rió Ginny —. Sólo te pido que tengas cuidado. Si Malfoy ha vuelto a su yo usual seguramente tratará de hacerte algo.
La mente de Harry comenzó a divagar sobre las muchas cosas que el Draco Malfoy de la enfermería podría hacerle.
—¿Te veo en la comida? —preguntó la chica inesperadamente amable
Harry parpadeó un momento. Deseó ver unos ojos grises brillando con amabilidad y no los grandes ojos seductores marrones de Ginny. Con un golpe de culpa en el pecho, Harry se apresuró a besarle la mejilla a la chica.
—Por supuesto —dijo en un tono que intentaba ser de casanova.
El rostro de Ginny se iluminó antes de seguir por las escaleras con una sonrisa de oreja a oreja. Harry la miró desaparecer en el siguiente piso con una media sonrisa.
Sí, quizás si se esforzaban un poco podrían volver a ser felices.
Con ese pensamiento en mente, Harry se dirigió al salón de clases.
Una vez llegado a él, Harry observó a Hermione, Ernie McMillan y Hannah Abbot en el centro de un círculo conformado por los Hufflepuff y los Gryffindor de séptimo año que tomaban la clase doble.
—Les digo que yo lo vi. Estuve toda la mañana en la biblioteca y ahí estaba Draco Malfoy leyendo libros —decía el chico con los brazos cruzados con testarudez.
—Pero, Ernie —comentó Hannah con suavidad—, los chicos juran haber visto cabello platinado antes de que les cayera la maldición. Además oyeron a Malfoy murmurar que pagarían por haberse burlado de él.
—A ver, ¿es que acaso esos chicos conocen la voz de Draco Malfoy? —terció Ernie —. Yo he pasado una buena parte de mi vida conociéndolo y estoy seguro que la persona que estaba en la biblioteca esta mañana era Draco Malfoy.
—Bueno, si Ernie logró ver su cara —apuntó Hermione— no hay razón para no creer que estuviera en la biblioteca.
El chico respondió con nerviosismo.
—Eh… verle la cara directamente, la verdad… —titubeó.
—¿No estás seguro ahora, Ernie? —preguntó Hannah con sorna.
—Estaba de espaldas, ¿de acuerdo? Pero reconocería su cabello en cualquier lado a cualquier hora.
Hermione notó de repente a Harry detrás de dos chicos Hufflepuff de séptimo.
—Harry fue a la enfermería esta mañana —notó con interés gesticulando hacia el Gryffindor —; quizás él podría decirnos si Malfoy estaba aún ahí.
Harry se sonrojó profusamente y comenzó a preguntarse si era un efecto secundario de la poción curativa.
—¿Eh?, sí yo… eh… fui a la cama… digo, enfermería —comenzó con nerviosismo— y ahí en su cama, quiero decir, la cama de la enfermería, estaba Draco… Draco Malfoy.
—¿Tú sí viste su cara, Harry? —inquirió Hannah con una mirada significativa hacia Ernie.
—Yo… eh, sí, vi la cara… SU cara… de Malfoy. Sí.
Era bien consciente que Hermione lo observaba con mucho interés pero decidió ignorarla por el momento. Se dirigió hacia el primer asiento libre y se sentó con su mochila frente a él.
El círculo se había dividido en pequeños grupos de dos o tres alumnos que continuaban discutiendo con la información que les había provisto Harry.
Hermione, sin embargo, se sentó junto a él.
—¿Y… como estaba Draco… Draco Malfoy? —preguntó usando las mismas palabras que había empleado anteriormente el chico.
Harry gruñó levemente. Sabía que no se libraría de esa pequeña charla. Aunque…
—Hermione… Tengo jaqueca —aventuró pensando que la chica le tendría un poco de piedad; aunque, en realidad, la poción había surtido efecto desde hacía tiempo.
—Oh, pensé que la poción ya te habría quitado el dolor, a menos que —conjeturó— no hayas tomado ninguna poción.
Harry no sabía qué era lo que se proponía y su humor había mejorado bastante gracias a su encuentro con Ginny así que simplemente cedió.
—De acuerdo, no me duele la cabeza. Fui a la enfermería y ahí estaba Dra-Malfoy —dijo apresuradamente.
—¿"Dra-Malfoy"? —repitió Hermione enarcando la ceja.
Dándose una patada mental, Harry decidió que sería mejor ignorar ese pequeño tropezón de lengua.
—Y tomé la poción y salí. Luego vi a Ginny y todo está bien.
La chica suspiro audiblemente. Harry de verdad deseaba que Ron estuviese ahí para desviar la conversación. Sin embargo, a todos los estudiantes de octavo que habían participado en la Batalla de Hogwarts se les había ofrecido la oportunidad de no cursar Defensa contra las Artes Oscuras. Harry había decidido tomar la clase como preparación para el examen de admisión en los Aurores, mientras que Hermione había preferido tomar el currículo completo de séptimo año ("No podemos ignorar nuestra educación formal, por mucha experiencia que tengamos"). Ron había decidido no tomar la clase pensando en que ya tendría suficiente con pociones avanzadas, transformaciones y encantamientos. "De todas formas ya sabemos cómo defendernos de las artes oscuras" le había dicho a Harry antes de empezar el curso.
Las únicas dos personas de octavo que habían decidido seguir tomando la clase además de los dos Gryffindor eran Ernie y Hannah. Ernie decía con frecuencia que era una asignatura que mejoraría sus notas en general, mientras que Hannah le había confiado a Harry que sólo había aceptado la clase porque no quería que Ernie se sintiera sólo. "De haber sabido que Hermione y tú la tomarían me habría librado de ella. Ahora tendría tiempo libre para ese ensayo eterno de McGonagall" se había lamentado la chica luego de una larga sesión en la biblioteca buscando información sobre artefactos malditos.
—Harry… —comenzó Hermione—, ¿hay algo que quieras decirme respecto a Malfoy?
Harry maldijo a sus mejillas por su reciente habilidad de enrojecerse por las más simples razones.
—Eh… no —respondió fingiendo meditarlo—, no creo que haya nada.
"No sé si lo haya, Hermione" quiso decir el chico, pero no sabía por dónde empezar a hablar de ello.
Hermione mantuvo su mirada fija en el pizarrón de la clase.
—Me parece muy extraño —continuó—; los chicos de esta mañana describieron a la perfección el cabello de Malfoy, su ropa y su estatura.
Harry soltó un ligero suspiro aliviado al escuchar que Hermione dejaría en paz sus problemas personales por esa ocasión.
—Por otro lado, Ernie no se equivocaría tampoco en identificar a Malfoy, incluso si no le vió la cara. Y tú —dijo volteando finalmente a verlo— no tienes ninguna razón para fingir haberlo visto. La biblioteca, el pasillo del quinto piso y la enfermería. Tres lugares demasiado alejados para poder andar entre ellos tan rápidamente.
La mirada de Hermione escaneaba el rostro de Harry como buscando la solución al rompecabezas de Draco Malfoy.
—¿Cómo puede una persona encontrarse en tres lugares a la vez? —consideró Harry entrando al enigma que se le presentaba.
Hermione tomó aire y Harry estaba seguro que explicaría toda la situación; pero en ese momento la profesora entró al salón y comenzó a hablar acerca de los embrujos que se usan en edificios.
La noche caía sobre los terrenos de Hogwarts. Harry había sido arrastrado por Hermione a la biblioteca mientras que Ginny y Ron habían ido al campo de quidditch para preparar una estrategia para el partido que se acercaba contra Ravenclaw.
Caminaba cuidadosamente entre los estantes llenos de libros, buscando información sobre la transformación de animales en otros animales. Ginny se había despedido de Harry con un fogoso beso francés que había hecho a Ron voltear su rostro y a Hermione sonrojarse. Sus hormonas estaban a tope y, aunque la túnica ocultaba su erección, nunca se podía estar seguro de que alguien lo viera excitado y lo acusara de ser un pervertido.
Habían elegido una mesa cercana a la entrada de la biblioteca porque Hermione tenía mucha prisa por terminar el ensayo de Transformaciones. El Gryffindor no había insistido con el tema de Malfoy en parte porque estaba seguro de que Hermione trataría de indagar más en su mente y, honestamente, no estaba preparado para desenmarañar el lío que significaba la erección que le había provocado Ginny y la sonrisa que le traía la sensación persistente de los delgados dedos de Draco.
Al dar la vuelta en un pasillo se encontró de frente con el mismísimo dueño de esos dedos. Se encontraba leyendo un viejo libro en la mesa más alejada de la entrada. La tranquilidad que emanaba estaba cautivando de nuevo a Harry, tal como lo cautivó mientras se encontraba recostado en la cama de la enfermería.
Sin levantar la vista del libro, Malfoy se dirigió a él.
—Si estás buscando "Transformación zoológica avanzada" está en el tercer nivel de la repisa D; pasillo cuatro. Muy lejos de esta sección.
—¿Cómo…? —empezó a decir Harry aún cautivado por la imagen de Malfoy leyendo. Había notado que la tranquilidad de su lectura no había cambiando mientras hablaba.
—Slytherin tiene clase con McGonagall antes que Gryffindor. Entregué el ensayo hace dos días. Deberías enfocarlo hacia las diferencias en los sistemas digestivos de rumiantes y otros animales. Eso le gustará.
Harry se mantuvo en su lugar contemplando a Draco quien no levantaba la vista del libro.
— ¿Algo más en lo que pueda ayudarte, Potter?
La forma en que Draco soltó su apellido se sintió como un golpe seco en el estómago.
—Eh… supongo que no, Malfoy —respondió extrañado y dolido.
—Bien, entonces, por favor, no interrumpas mi lectura.
Harry comenzó a caminar en la dirección opuesta con una mueca de confusión. ¿Qué había sido del Draco Malfoy que había intentado invitarlo a salir? Quizás no hubo nunca una invitación y Harry había malinterpretado su mensaje. Pero… ¿y la manera en la que había tomado sus manos?
Harry había llegado a la mitad del pasillo cuando escuchó a lo lejos.
—Por cierto, Potter —se oyó suavemente la voz firme de Malfoy —, gracias por… tu apoyo en el proceso criminal de mis padres y el mío.
Harry se detuvo en seco. Quiso ir a decirle que no había necesidad de agradecerle de nuevo; pero lo pensó dos veces antes de continuar caminando hacia Hermione. Aterrado por lo que sentía o no, era mayor la confusión por ese encuentro con Draco Malfoy y Hermione era la única que podía ayudarle a desentrañar ese misterio.
Caminando lo más rápido que le daban las piernas, Harry se apresuró a la mesa donde Hermione cerraba un pesado libro con aire triunfal.
—¡Hermione! —exclamó sin recato el moreno ganándose un sonoro bufido por parte de la señora Pince.
—¡Harry! ¿Qué ocurre? Parece que hubieras corrido un maratón…
Entre jadeos, Harry le contó a Hermione acerca de los dos encuentros con Malfoy, maquillando un poco la versión de la enfermería para dejar de lado todo rastro de coqueteo que hubiera podido interpretar el chico.
—¿Entonces te agradeció dos veces? —preguntó la chica una vez que hubiera terminado el relato.
Asintiendo con la cabeza, Harry continuó:
—Sí, es lo más raro de todo, ¿cuál es la probabilidad de que Draco Malfoy agradezca a Harry Potter algo? Ya no digamos dos veces.
—Me es más interesante lo que dices sobre que no parecía recordar el encuentro de esta mañana.
—¿Cuál es tu opinión? -inquirió.
—No lo sé, sólo tengo teorías, conjeturas —comentó desanimada.
—Normalmente tus conjeturas y teorías son acertadas —le animó Harry.
Con una ligera sonrisa, Hermione lo miró para luego cambiar el semblante a calculador.
—No es gran ciencia; la pócima duplicadora tuvo efecto y lo dividió en dos, quizás tres personas diferentes que comparten memorias sólo hasta el momento en que se separaron.
Harry contempló en silencio la información que le daba Hermione.
—Entonces… ¿Por qué no se encuentran y se juntan?
—No es así como funcionan las pociones duplicadoras. Los duplicados se mantienen separados hasta que el objetivo de cada una de las partes es alcanzado.
La mirada de confusión de Harry le indicó a Hermione que necesitaba elaborar más en aquella explicación.
—Es decir, si yo tuviera que tomar una poción duplicadora para ir a una reunión en la madriguera y, al mismo tiempo, ver a mis padres, mi duplicado se mantendría en efecto hasta cualquiera de las dos reuniones se acabara.
Harry contempló la información de nuevo.
—¿Por qué no te ofrecieron la poción duplicadora en tercer año, entonces? ¿Y por qué no la tomaste para salir con Ron y ver a tus padres?
—Recuerda lo que dijo Slughorn, Harry, tomar la poción con demasiada frecuencia podría tener efectos devastadores; yo necesitaba estar en dos lugares a la vez todo un año —. La chica se calló de repente—. Y con respecto a Ron, no sabía aún cómo hacer la poción.
Harry sintió un poco de culpa al traer el tema a la mesa. Pensaba que Hermione se sentiría tan liberada como Ron al haber terminado pero, al parecer, no era así.
—Lo siento, Hermione.
—No es nada, Harry… —La chica respiró profundo antes de continuar —Volviendo al tema, creo que hay varias partes de Draco Malfoy en el colegio.
—Debemos ir a decírselo a McGonagall, de inmediato —sugirió Harry.
—¡Espera! —disentió Hermione—. Aún no sabemos si nuestras suposiciones son ciertas; quizás sólo sea un caso de amnesia temporal. Debemos estar seguros antes de ir a McGonagall.
Harry meditó por tercera vez las palabras de Hermione.
—¡Al menos habría que decirle a las partes de Draco para que estén alerta!
—Tampoco funciona así, Harry —dijo la bruja con una sonrisa—, ¿qué no has leído sobre las pociones duplicadoras?
Harry le dedicó una sonrisa tímida.
—Los duplicados no son conscientes de que hay otras partes de ellos en el mundo; es un efecto negativo de la poción que aún no se ha superado —prosiguió Hermione—. Deben mantenerse separados hasta que uno de ellos desaparece llevando de regreso las memorias al otro duplicado para volver a completar al mago o la maga que los generó.
—¿Qué pasa si se enteran de la existencia del duplicado? —inquirió Harry
—No está bien documentado. En algunas ocasiones, uno de los duplicados se negó a terminar el objetivo de su duplicación y, cuando el efecto de la poción terminó, le causó migraña al mago original por un año —Harry se encogió de hombros murmurando "no parece demasiado grave"—; en otra ocasión, el duplicado entró en estado de histeria, trató de alcanzar a su otra mitad y casi la asesina con una maldición. Cuando el efecto de la poción terminó, la bruja terminó en estado de coma hasta que finalmente falleció.
Harry se estremeció ante esta última información. Un silencio cayó entre los dos Gryffindor hasta que Harry se atrevió a preguntar:
—¿Y entonces qué hacemos?
Hermione lo volvió a mirar como buscando la respuesta en su rostro.
—Creo —admitió finalmente— que debemos monitorear a Malfoy, hasta estar seguros de los efectos que están teniendo. Quizás —sugirió — el efecto desaparezca sólo.
"Sí, quizás" pensó Harry dirigiendo la mirada hacia donde sabía que se encontraba Malfoy, preguntándose si volvería a ver la expresión tranquila de Draco Malfoy en algún momento.
Hermione quería quedarse a buscar más información sobre la poción duplicadora; pero Harry estaba demasiado cansado para seguir cavilando sobre la situación. No ayudaba en nada que seguía pensando en el beso francés de Ginny y las manos frías de Draco.
—Creo que me iré a dormir— dijo Harry con un medio bostezo.
Supuso que Hermione asintió pues alcanzó a ver el cabello de la chica menearse por detrás del enorme libro que estaba leyendo.
Recogió su mochila y se encaminó a la torre de Gryffindor.
La oscuridad de los pasillos se veía interrumpida por las llamas bailarinas de las antorchas que formaban extrañas sombras de los estudiantes caminando. Aún no era tan tarde como para considerarse fuera del tiempo establecido así que todavía se veían grupos de chicos cada tres o cuatro pasillos.
Al pasar por una puerta cerrada, Harry creyó escuchar el inconfundible sonido de golpes en la pared.
Se detuvo y aguzó el oído para descubrir si estaba en lo cierto.
Dos golpes, luego silencio. Harry se acercó a la puerta a su izquierda. Dos golpes más, luego otro más débil y silencio.
Pegó su oreja a la puerta y escuchó con atención. Un golpe muy fuerte y una sarta de maldiciones.
Trató de abrir la puerta lentamente de forma que no hiciera ningún ruido, pero se encontró que estaba fuertemente cerrada con un hechizo.
Sacó la varita del bolsillo de su pantalón y susurró Alohomora. El sonido del seguro abriéndose se confundió con tres golpes más. Harry identificó que la pared golpeada debía estar lejos de la puerta así que bien podría sorprender a quien fuera que estaba golpeando.
Antes de abalanzarse dentro de la habitación, Harry trató de distinguir algo por entre la pequeña abertura de la puerta.
Ahí, lanzando palabrotas mientras caminaba de un lado a otro se encontraba Draco Malfoy. Nada quedaba del porte tranquilo que tenía mientras leía un libro o cuando se encontraba inconsciente en la cama de la enfermería.
Tenía el cabello alborotado, los puños ensangrentados y el uniforme desaliñado. Su cara estaba roja y mantenía el ceño fruncido.
—Maldito Potter — alcanzó a entender Harry.
Sus instintos le decían que debía buscar la varita de Draco antes de entrar así que escaneó por completo la delgada figura del Slytherin. El pantalón negro obligatorio como uniforme del colegio le entallaba muy bien, moldeando un trasero pequeño pero redondo. La camisa desfajada tenía los dos primeros botones desabrochados mostrando la piel pálida del pecho de Draco. No era, ni por asomo, un cuerpo que denotaba fuerza, pero mientras Harry lo examinaba pudo observar cómo lanzaba de dos golpes macizos, un izquierdo y un derecho, hacia la pared consiguiendo que la ventana de la misma temblara peligrosamente.
De repente, Harry notó la varita de Draco, la misma que él mismo le había devuelto después de su juicio, en el piso junto a un bulto de tela que, supuso Harry, era su túnica.
Empujándose al frente Harry entró en la habitación y le llamó:
—¡MALFOY!
El aludido se volteó con una ira asesina en los ojos dispuesto a lanzarse contra aquel que se había atrevido a interrumpirlo, pero se detuvo una vez que notó la varita de Harry apuntándole directamente.
—Potter —escupió—, ¿qué haces aquí?
—Podría preguntarte lo mismo, Malfoy— respondió éste con la voz tensa.
—Estoy haciendo lo que me viene en gana, Potter; ahora saca tu culo de aquí antes de que yo lo saque a patadas.
El sonido de la sangre goteando de las manos de Draco detuvo la respuesta de Harry.
—Estás sangrando —sentenció el Gryffindor.
—No se le va una al Elegido —respondió con sorna —. Ahora, ¡lárgate!
Harry no se movió de su lugar. Había algo que le mantenía con la mirada fija en Malfoy. El sudor caía por su cara y el semblante de pocas pulgas le daba un cierto aire animal. Harry quería acercarse a él y curar sus manos, pero su instinto le decía que se mantuviera firme.
—¿Por qué estás tan enojado? —preguntó en un desesperado intento de darle tiempo a su cerebro para encontrar una solución.
—¿Qué diantres te importa? —preguntó a su vez Draco con vileza— No tienes que ser el puto héroe siempre, Potter.
—No estoy siendo el héroe, sólo quiero saber si hay algo que pueda hacer para ayudarte —respondió Harry sin pensar en las consecuencias.
—¿Ayudarme? —dijo Malfoy volviendo a caminar de un lado a otro sin dejar de verle —¿No has hecho ya suficiente? Con tu maldita "ayuda" estoy atrapado en esta escuela del demonio.
Harry parpadeó. No cabía duda de que este era otro Draco, uno distinto del Draco amable que se había encontrado en la enfermería y diferente del Draco intelectual que le había ayudado en la biblioteca.
—Eres un imbécil, Potter. ¿Crees que porque no me enviaron a Azkaban después del juicio estaría besando tus asquerosos pies?
La malicia con la que Malfoy hablaba se estaba juntando con el recuerdo de sus manos frías. Harry parpadeó de nuevo, esperando que el escozor en sus ojos fuera simplemente sequedad en los mismos.
—¿Qué intentabas con retenerme aquí, Potter? ¿Que fuéramos amigos? ¿Que andaría detrás de ti como el inútil de Creevey, esperando tomarte fotos conmigo?
Ante la mención de Colin, de los ojos de Harry salió una pequeña lágrima.
—¡Qué ternura! El gran Harry Potter llora por su amado Creevey. ¿Era tu puta, Potter? ¿Te lo llevabas a la cama cuando las comadrejas no estaban disponibles?
Cada palabra de Malfoy había estado acompañada de un paso en dirección a Harry. La sorpresa lo había embargado y había dejado caer el brazo con la varita a un lado de su cuerpo. Sentía el aliento cálido del Slytherin cada vez más cerca de sus labios. Su mejilla temblaba y luchaba por contener las lágrimas que amenazaban por fluir a mares.
—¿Eso era lo que querías, Potter? —siseó con sobrado veneno—, ¿querías que me volviera tu puta? Pues déjame decirte una maldita verdad, cabrón —exclamó guturalmente—: yo no soy un maldito desviado como tú.
Harry se tragó sus lágrimas y, en una muestra de valor Gryffindor, se atrevió a responderle:
—¿Me lo dices a mí o estás tratando de convencerte?
La visión de Harry se nubló por un momento. El golpe de Draco había caído justo en su mentón del lado derecho. Trastabilleó hacia atrás antes de sentir el aire de su estómago salir ante el gancho derecho que había seguido al primer golpe.
Su varita había salido disparada y se encontraba demasiado lejos para alcanzarla, incluso sin el dolor en el estómago. Sus rodillas se doblaron y cayeron al piso. Así, doblegado ante Malfoy, pudo sentir sangre en su boca.
De repente, sintió un nuevo dolor en el hombro. Malfoy lo había pateado. Cayó sobre su espalda aún con las manos en el estómago. Sintió una nueva presión en su pecho y alcanzó a ver a Malfoy sobre él levantando sus puños para propinarle aún más golpes.
Uno tras otro, los puñetazos de Malfoy se sucedían. Su visión estaba totalmente nublada, no tenía aire ni para gritar. Veía saltar la sangre frente a él pero no estaba seguro si era de él o de la mano que le estaba azotando.
De repente todo paró. Los jadeos de Malfoy eran el único sonido que Harry podía reconocer. Había un zumbido persistente en su cabeza y estaba seguro que el estómago seguía doliéndole. Pero Malfoy seguía sobre él con los puños ensangrentados, su mandíbula apretada acentuaba lo masculino de sus facciones y Harry no pudo evitar pensar en lo jodidamente sensual que se veía el Slytherin. Ese pensamiento idiota lo adjudicó a la falta de oxígeno, casi no podía respirar porque el chico estaba sentado casi sobre su pecho.
Antes de que los pensamientos de Harry empezaran a aclararse, Malfoy acercó su rostro de nuevo al suyo. Se preparó para una nueva oleada de insultos, pero, en lugar de eso, pudo sentir a Malfoy besándolo con fiereza.
No era un beso tierno. Había demasiados dientes. Malfoy mordia sus labios y empujaba su cabeza contra el suelo. Saboreaba la sangre y sentía hinchados los labios, pero también podía notar el contraste entre los moratones aún calientes y los fríos labios de Malfoy.
El Slytherin gimió y eso pareció romper el trance en el que se encontraba. Se separó brúscamente de Harry y levantó el puño. Nuevamente, Harry se preparó para recibir el golpe. Pero en lugar de eso, escuchó cómo el nudillo de Malfoy caía sobre el suelo junto a su cabeza.
—Maldito seas, cabrón —murmuró el rubio —. Me tienes hecho un maldito lío.
Se levantó del suelo dejando a Harry tirado. Después de tantos años de sortear el peligro, el Gryffindor sabía que estaba perdiendo el conocimiento. Antes de que la consciencia lo abandonara, alcanzó a escuchar "gracias por atestiguar en mi juicio, Potter".
