El resto ya se lo saben…

Los personajes no me pertenecen son creación de Rumiko Takahashi,

Sin embargo esta historia es invención mía.

Nota de la autora: Este mini fic es para celebrar El día de todos los Santos. Si hay una época que más me gusta es sin duda el ambiente alrededor de Samhain, Halloween y Día de Muertos.

La historia está dividida en capítulos que se subirán en Octubre y Noviembre.

Disclaimer: Se habla de temas que pueden resultar sensibles para algunos públicos, se recomienda discreción.


Jugar con fuego

Había algo salvaje en Akane, algo que me gritaba que debía salir corriendo pero que a la vez eso mismo me tenía embelesado, fascinado, bajo un embrujo.

Mientras ella se movía por la sala de estar no paraba de pensar todos los posibles escenarios que ocurrirían a partir de qué entramos en el departamento.

Sabía que la noche prometía, posiblemente me atrevería a besarla ahora y con suerte, con algo más de suerte ella dejaría que mis dedos acariciaran su piel de alabastro antes del té.

Porque aunque parecía una obvia situación que terminaríamos envueltos en las sabanas de su cama yo no deseaba que sucediera. O bueno no así, no aún, y tampoco que fuera lo único entre los dos.

Incluso si el camino para llegar a descubrir los secretos que había entre sus piernas fuera largo yo quería disfrutarlo, ansiaba disfrutar todo el proceso.

Tal vez aquella noche contenerme en solo charlar y ganarme el conocimiento de su apellido. Por la mañana le enviaría un arreglo de rosas, la llamaría para saber como estaba y la invitaría a cenar y luego la llevaría a mi casa porque era lo justo.

Con el ardid de las pasiones me dejaría llevar y le haría el amor de todas las maneras correctas e inapropiadas. Al amanecer, mientras ella siguiera envuelta en mis sábanas le cocinaría el desayuno para impresionarla. Tomaríamos un baño largo antes de salir al trabajo.

A lo mejor las cenas se convertirían en salidas al cine, al teatro, a algún espectáculo de moda o de culto.

La haría reír, mucho. Porque sabía que aunque todavía no la había escuchado reír su risa sin duda debía ser tan maravillosa como todo lo demás que ya ofrecía a la vista.

Akane era… perfecta, sin siquiera conocer los detalles importantes, los menos obvios, aquellos escondidos para todo el mundo. Yo sabía, ella era perfecta para mí.

Al fin, sin proponérmelo, la había encontrado. La chica ideal.

—Este té no es tan bueno como el que prepara Satsuki en la cafetería —explicó devolviéndome al presente en tanto que servía en una taza un brebaje humeante —aunque ella misma hizo la mezcla soy un desastre en la cocina.

—Muy graciosa, el té solo se trata de agua caliente. ¿Qué puede salir mal?

Sus ojos rodaron al mismo tiempo que tomaba aire —ya lo verás, soy pésima en prepararlo y me disculpo de antemano por ello.

Hice amago de sujetar la taza pero ella produjo un ruidito con su boca, una advertencia —todavía no.

Se encaminó a su lugar al lado mío en el kotatsu y se sirvió una taza de la bebida también para ella. Luego colocó la tetera de hierro en el medio. Era un objeto chino, sin duda alguna, ya había visto varias del mismo estilo en la casa de la abuela de Shampoo.

—Es una tetera curiosa ¿reliquia familiar? —señalé con el mentón.

—Algo así.

Apoyé mi brazo sobre la superficie de madera y dejé caer mi cabeza sobre mi palma extendida —¿Me dirás ya tu apellido?

—¿Acaso importa?

—Yo te dije el mío.

—Esa fue tu decisión.

Asentí, tenía toda la razón. Una inquietud llenó mi estómago.

—¿Por qué me has traído a tu casa? Pudimos haber bebido algo en la cafetería.

Ella miró a nuestro alrededor, como si buscara algo, como si buscara la respuesta a mi cuestionamiento.

—Bueno… —entrelazó sus dedos con garbo colocándolos por encima de su regazo —imaginé que era mejor un poco de privacidad.

—¿Debería preocuparme Akane? —intenté sonar relajado pero ella se tensó y mi propia calma se vio perturbada unos segundos antes de que su semblante cambiara tras un hondo respirar.

—Prometo no romperte el corazón —su boca se abrió en una sonrisa fácil que iluminó todo su rostro, parecía esperanzada —tengo planes para él.

—Entonces si debería preocuparme —bromeé acercando mi mano libre hasta tocar su brazo, delineando con los dedos la curvatura de su hombro —nunca me ha importado lo que una mujer le haga a mis sentimientos hasta esta noche.

—¿Por qué soy yo? —preguntó como si esta no fuera la primera vez que charlábamos, como si esta noche no fuera la primera vez que nos viéramos.

—Supongo, desde que te vi a lo lejos… —me mordí los labios reacio, desesperado por frenar ese impulso por hablar.

—¿Qué viste?

Fije los ojos en las puertas de papel y madera, su pregunta talló una sensación extraña en mí, en el peso que podría infligir mi respuesta.

Al final opté por decir la verdad sin importar lo tonto que pudiera sonar.

—Algo que jamás había encontrado en otra mujer.

Su cabeza se alzo por efecto de su risa melodiosa, hermosa como imaginaba que sería —Seguro es una frase que le dices a todas ¿verdad?

—No —insistí sosegado con el ritmo de nuestra charla, luego alejé mi mano de su brazo y tomé la taza frente a mí para evitar que sintiera el temblor en mis dedos —soy pésimo para seducir o flirtear con una chica.

—No te creo —fue determinada su afirmación —¿y quieres saber por qué no te creo?

—¿Por qué?

—Porque eres demasiado apuesto, hueles delicioso, además eres un caballero como los de antaño. Seguro no eres de los que les gusta que les digan lo que deben hacer sino de los que hacen lo correcto. Exudas seguridad y sinceridad.

Fui yo quien esbozó una risa franca ante su descripción —No soy tan caballero como crees. Las mujeres son quienes se acercan primero a mí.

—Ah, —sus ojos brillaron —de modo que como yo di el primer paso ¿ahora también tienes planes esta noche para conmigo? ¿Ya te imaginaste que me harás?

Sentí la boca seca de repente ante su casi obscena sugerencia. ¿Qué si ya me había imaginado que le haría? No de un modo íntimo, no había permitido que mi mente deambulara por aquel camino peligroso que bien podría provocar que mi organismo, más puntualmente dicho, que mi miembro despertara.

Algo que sería doloroso y vergonzoso por partes iguales.

—Los hombres tenemos que auto infligirnos ciertos límites cuando estamos en presencia de hermosas mujeres como tú.

Chasqueo la lengua, parecía convencida y disfrutaba la respuesta —ya veo —sus ojos descendieron con lentitud hasta mis labios, lo que me hizo sentir la piel caliente. Luego continuó su viaje visual por mi cuello, pectorales, hasta recaer y recrearse en la parte de mi anatomía oculta por debajo de la cintura —bien pensado entonces, hombre de las cavernas.

Esboce una leve sonrisa tras el apodo antes de permitir que mi lengua por fin probara la bebida.

El regusto era… amargo, intenso. Una bomba de clavo y cardamomo en exceso, seguido luego de un suave rastro de manzanilla, naranja y vainilla, pero esta última no en la esencia mezclada sino como si mi lengua tocara directamente la especie.

Intenté contener mi cara de asco.

—Te dije que era pésima para cocinar, seguramente he confundido alguno de los frascos.

Tragué con notable, imposible de disimular, esfuerzo —creo que esta demasiado concentrado —conseguí hablar con la voz entrecortada y ronca —aunque es una mezcla interesante —carraspeé.

—Es receta de Satsuki. Ella etiquetó todo en distintos frascos y yo pensé que no era justo que al final de la noche no lo probaras. Es su especialidad.

Su mirada era severa, un reclamo de lo ocurrido con la bebida en la cafetería. Mi torpe actuar al tirar la taza.

—Lo siento de verdad, no fue mi intención que se me cayera. Te lo he dicho, estaba distraído —la señalé como si fuera excusa suficiente.

—Lo sé, esto no es un castigo —sus ojos se movieron un segundo hacia la derecha, como si hubiese visto algo de reojo.

Yo mismo volteé hacia la misma dirección esperando ver algo, pero solo estaba la puerta de papel y madera un poco abierta, dejando ver la oscuridad del pasillo de fondo. Creía que estaba cerrada por completo, supongo que no lo noté antes.

Un timbre sonó a lo lejos, rompiendo la tensión del oscuro vacío, y Akane se levantó enseguida.

—Deja que te ayude —me dispuse a levantarme para seguirla pero ella se detuvo y empujó mi hombro hacia abajo para evitar que lo hiciera.

—Yo puedo sola —dijo inalterable.

Luego se puso en cuclillas a mi lado como si se hubiera arrepentido de hablarme así —por favor no me sigas ¿entendiste? Oigas lo que oigas.

—¿Qué?

Sin darme oportunidad a responder Akane salió de la sala cerrando tras su espalda la puerta.

Tome aire mientras dejaba en su sitio la taza con aquel brebaje intomable. Observando precariamente el espacio donde me encontraba, no quería ser un fisgón pero estando ahí solo no me quedaban opciones.

La habitación era más grande de lo que esperaba para tratarse de un departamento con claras modificaciones.

Era la sala de estar y aunque no había televisión si había un tocadiscos en un mueble largo, repleto de muchos discos de vinilo perfectamente alineados.

Yo sabía que ella me había pedido no ayudarla y permanecer donde estaba, pero no dijo nada sobre no poder explorar al menos esa habitación. Así que me puse de pie de todos modos.

Decorada con sencillez en tonalidades claras que podrían parecer casi distintos colores de blancos si uno no observaba con atención que se trataba de escalas en grises de rojos muy suaves.

El mobiliario era de madera rojiza, oscura, evidente que se trataba de imitación porque al tacto había una sensación plástica. Para ser justos decir muebles en plural era demasiado ya que además del kotatsu solo se trataba de aquel donde descansaba aquella cuantiosa colección musical.

Tras de mí había algunas repisas empotradas en una pared tapizada con enormes flores en colores y texturas diferentes de plateado. Aunque eran flores que no distinguía realmente.

Lo importante estaba en las repisas, sobre las cuales se veían portarretratos genuinamente ocupados y la curiosidad me empujó a observar más de cerca.

Se trataban de imágenes a color.

Akane con dos chicas en la primera foto, una de ellas era la socia con quien tomaba café abajo en su negocio. La otra mujer se trataba de una joven de cabello castaño que parecía un poco mayor a las dos primeras, peinada con una coleta que caía sobre su hombro derecho. Las tres seguramente acababan de pasar un día agradable bajo el sol de la playa, tras ellas se extendía el mar y la arena de un día de verano.

En otra de las fotos Akane estaba con una espada de judo entre sus manos y el uniforme para practicar el deporte. A la distancia se veía un hombre alto con la boca abierta y un gesto ceñudo, seguramente dándole indicaciones. Akane miraba concentrada algo que no salía en la fotografía. Posiblemente aquella era la foto de un torneo, imaginé que debía serlo por los banderines que colgaban de las gradas.

Me moví a la siguiente repisa donde además del portarretratos había una planta en una maceta plateada de metal y un adorno de cerámica pintada del mismo tono simulando un globo doblado en forma de perro, una replica del Balloon Dog de Jeff Koons.

Pase al portarretratos, en la foto estaba Akane de pie frente a un templo muy viejo y desgastado. El templo estaba oscuro por la noche, parecía abandonado, alumbrado parcialmente solo por las lamparas de un festival de verano. Akane vestía una yukata azul oscuro con flores amarillas y un cinturón rojo a juego con el adorno en su cabeza.

Se veía intranquila en la fotografía. Temerosa. ¿Quién no estaría temerosa en aquella locación? ¿Por qué tener una foto de ese sitio?

Y mientras más miraba la foto el vello de la base de mi nuca comenzó a erizarse.

A los pies de Akane daba la impresión de estar una pequeña muñeca con la misma vestimenta que ella sujetando su pantorrilla. La muñeca tenía los ojos puestos en la lente de la cámara lo que la hacía ver perturbadora porque parecía estar mirándome directamente a mí.

Me giré al escuchar un repentino ruido dentro de la habitación.

—¿Todo bien Akane? —grité, mitad preocupado, mitad asustado. Pero no obtuve respuesta.

Sé que ella dijo que no debía ayudarla pero… ¿Y si estaba en problemas?

Solté en su lugar el portarretratos y me dispuse buscar a Akane a la cocina aunque eso fuera desobecer sus deseos cuando respondió gritando a todo pulmón —¡Todo bien! ¡Yo puedo sola!

—De verdad no es molestia ayudarte.

—No —se apresuró a hablar —no vengas.

—Ok —murmuré.

Quise ver de nuevo la curiosa foto y cuando me giré a observarla no encontré a la muñeca en su lugar.

—¿Qué? ¿Lo imaginé?

De repente la puerta se abrió.

—¿Tardé mucho? —Akane apareció actuando como si no me hubiera advertido no salir de la habitación, como si el sol brillara por las ventanas iluminando cada esquina y el ambiente no se hubiera vuelto tenso por el miedo creciente en mí.

Sus brazos estaban tirantes por la fuerza que aplicaban a causa de los platos que cargaba en cada mano, así que dejando a un lado el extraño suceso con la fotografía y la muñeca y corrí hasta donde estaba para ayudarle tomando uno de los platos, al hacerlo quise asomar la cabeza al largo pasillo oscuro tras ella.

—¿Por qué no me dejaste ayudar? —pregunté observando oscuridad y nada más que esa negrura propia de un espacio desprovisto de vida.

No sé que esperaba ver, al fantasma que seguramente ocultaba Akane en aquella casa supongo.

Descubrí entonces que lo que me estaba molestando o dando recelo no era el encontrar un ente del más allá o un ser cuya aparición no tuviera una explicación coherente. Lo que me estaba frustrando era la tensión de no saber que ocurría. El secretismo de Akane no ayudaba tampoco.

Yo no era un cobarde, mi padre a veces colaboraba con los templos cercanos a casa para investigar sucesos paranormales debido a su formación de artista marcial. Cosas no tan relevantes como pequeños duendes o almas en pena que aún no descansaban por asuntos pendientes.

Era increíble pero yo no dudaba que esa clase de cosas fueran verdades absolutas como que la Tierra gira alrededor del sol. Lo paranormal era de las pocas creencias que no cuestionaba, jugar a manipularlo ese era otro debate.

—La cocina es un desastre —respondió con naturalidad resoplando cansada provocando que el fleco que caía sobre su frente se alzara —no quería que tuvieras esa impresión de mí.

—Nada que hagas podría alejarme, presiento que estoy demasiado cautivado con tu sola existencia para que algo me disturbe.

—Eso dices ahora. Pero te advertí que soy una mala cocinera —empujó un dedo en mi abdomen —y presiento que tienes buen diente.

—Lo tengo, pero eso es lo grandioso porque debido a ello yo soy un excelente cocinero. Podría enseñarte con gusto algunos trucos para facilitarlo.

—Siempre has sido buen cocinero —dijo y pasó de largo junto a mí.

Cerré la puerta sin que ella me lo pidiera y volví sobre mis pasos para dejar el plato, algo caliente por los hojaldres recién salidos del horno, junto al que Akane ya había colocado en el kotatsu cerca de la tetera.

—Esto no puede ser un desastre —suspiró aliviada a los platos de comida —el horno ya está programado para estos bocadillos —explicó orgullosa —literalmente solo tuve que presionar un botón y esperar.

Me entregó un plato pequeño para que me sirviera alguno de los variados aperitivos que olían delicioso.

—Una de nuestras cocineras es francesa —explicó —suele hacer muchos de estos y yo soy muy adepta a comerlos a media noche. Así que siempre tengo una reserva suficiente en el refrigerador.

—Así que duermes tarde ¿insomnio o desvelo?

Se removió en su lugar tomando para ella unos cuantos de los bocadillos mientras yo la imitaba —La cafetería cierra a media noche y cuando subo a casa a veces tengo antojos.

—¿Y tus compañeras de vivienda te acompañan a esas cenas nocturnas o algún afortunado de quien deba estar celoso?

—¿Crees que traigo aquí a cuanto hombre conozco? —la pregunta no sonaba a que la hubiera ofendido con mi insinuación.

Pero sí, yo sentía un capricho necesitado por saber que tan común era para ella invitar a alguien como a mí a su casa. A un desconocido.

—No dirás que soy el primer extraño que traes a tu casa.

—No.

Un sabor amargo, recuerdo del té que acababa de beber, invadió mi boca con la respuesta y la ferocidad en su mirada. Desafiante, así se veía. Gritando que me atreviera a decir algo al respecto y sería mi ruina.

—Es tú casa —elegí con cuidado que responder.

—En efecto, lo es.

—Solo…

—¿Solo? —chasqueo la lengua incrédula antes de meterse entre los labios lentamente un trozo de hojaldre que cortó con los dedos de uno de los aperitivos —Ya sé que dirás. Que debería tener cuidado.

—Pues sí. No deberías tomar tan a la ligera quien está tan de noche contigo.

Tragó el bocado —Entonces dices que ¿debería no confiar en ti?

Respire con dificultad.

—Pues no, no deberías. Pero solo porque aún no me conoces. La realidad es que el mundo es un desastre.

—Eso es verdad, pero siempre lo ha sido.

—Una chica como tú…

—¿Cómo yo? ¿Qué tengo yo? —me interrumpió, parecía interesada en mi planteamiento.

—Eres bonita.

—Ajá… ya lo habías dicho.

—Y vives sola.

—Vivo con mis amigas.

—Pero ahora estas sola.

—Eso no es cierto —se metió otro bocado a la boca —estas aquí conmigo —continuó con la boca llena.

—Pues sí.

—Y tú no me harás daño, eso ya lo habíamos establecido. Y yo prometí no romperte el corazón a cambio.

—Eso prometiste.

—Entonces no hay necesidad de inventar situaciones alternas —extendió una palma —Situaciones que no sucederán.

—Supongo que no.

Los dos asentimos conformes con la conclusión.

—Cuéntame Ranma —se metió otro trozo de comida a la boca —¿Qué haces para vivir?

Me senté recto, con la espalda derecha y el pecho hinchado. Siempre me he sentido orgulloso de mi profesión, me permite abrirle a la gente los ojos a las cosas que no sabían podían necesitar. No es que salve el mundo, pero facilito la vida de muchos cuando los productos de las campañas que planeo mejoran las circunstancias de algunos.

—Soy publicista.

Ella se quedó callada, nada impresionada.

—No es una profesión tan vacía como se cree, en realidad… —sentí la necesidad de defenderme, de defender lo que hacía.

—Eso es lo que haces para ganar dinero —me calló y yo me detuve de hablar como si me hubiera estrellado contra una pared transparente. Alzó ambas cejas con una mirada astuta. —Te pregunte lo que hacías para vivir.

Parpadeé y sé que fruncí el ceño porque ella torció su boca como si estuviera decepcionada de que no entendiera su pregunta.

—Yo colecciono recuerdos, —señaló con el mentón el mueble de discos —a través de la música. Eso es lo que me mantiene viva.

Tomé aire, no había notado que lo estaba conteniendo.

—Ya, —moví la cabeza —entiendo. Bueno siendo así…

Pensé que era lo que me hacía vivir, lo que me hacía sentir pleno y feliz. Y la primer imagen que acudió a mi cabeza fue el último viaje que había hecho con mi padre a Jusenkyo, un entrenamiento complejo pero satisfactorio.

—Las artes marciales —me decidí y la respuesta pareció ser suficiente cuando Akane asintió de manera comprensiva —. Mi padre me enseño el estilo libre desde que tuve mis primeros pasos.

—¿Era un maestro en dicha disciplina?

—Si, en realidad él y un viejo amigo tenían un Dojo donde enseñaban.

—¿Y por qué no fuiste un maestro como él? Creí que esa clase de cosas son importantes, generacionales.

—Pues… no lo sé. Papá siempre quiso que lo fuera pero a la larga no me imaginé viviendo así.

—Creí que dirías que algún hermano se había hecho cargo de tal herencia.

Negué —No, no, soy hijo único.

—Pero ya no practicas ¿verdad?

Me quedé confundido por la pregunta.

—No —titubeé —¿Cómo… lo sabes?

Comenzó a reírse —Suspiraste aliviado cuando llegamos al departamento luego de subir las escaleras.

—Claro —confirmé lo obvio —tiene más de un año que no practico.

—¿Falta de tiempo? —buscó a tientas otro bocadillo sin retirar su mirada de mí. Mi plato estaba tal como lo había servido. Así que me relaje un poco más, esto era lo usual cuando conocías a alguien nuevo.

La gente se pregunta sobre su vida, su trabajo, sus pasiones. Akane había comenzado con la parte que te llena el alma de verdad, las cosas que nos gustaban a ambos.

—Falta de tiempo, falta de ganas también —tomé un hojaldre y me lo lleve a la boca. En cuanto di el primer mordisco y mi lengua envolvió los sabores de la pasta. La explosión del sazón me hizo gemir extasiado —¡Oh vaya! No había probado algo tan delicioso antes.

Akane pareció aliviada —te dije que son lo mejor.

Cerré los ojos, disfrutando cada movimiento de mi boca al masticar la comida. Sabía a romero y a pimiento, sabía a salmón y un toque de limón. La masa era suave pero crujiente a la vez. Y la salsa de tomate dulce del relleno le daba un renovado gusto mientras terminaba de masticarlo todo.

—Ahora entiendo tus antojos nocturnos. Podría comer esto todos los días.

Cuando abrí de nuevo los ojos Akane tenía los labios entre abiertos, con los dedos de su mano derecha acariciando la piel de su boca. Me miraba como si yo fuera de hojaldre y estuviera relleno de salmón y tomate.

Y antes de que pudiera decir o hacer algo se lanzó hacia mí besándome. Su lengua se introdujo en uno o dos movimientos de nuestras bocas en la mía. Yo la recibí como si fuera otro bocado de esos.

Sabía dulce, sabía a romero y al tomate. Su lengua estaba caliente y húmeda y la imagine acariciando de la misma forma habilidosa mi miembro y entonces sentí el tirón dentro de mis bóxers. ¡Joder! ¡No aún!

Intenté… detenernos pero el cuerpo de Akane se recargó más de la cuenta encima del mío, sus manos se acomodaron en mi nuca lanzando un gemido que me puso a tope, y luego sus dedos se introdujeron con firmeza entre mi cabello, jalando la piel de mi cuero cabelludo.

Gemí, mitad adolorido por lo que había hecho y la otra mitad excitado ante la idea de sexo salvaje encima del kotatsu.

¿Sería demasiado tirar todo y subirla a la mesa? Tomarla de manera brusca, húmeda y comenzar a balancearme dentro de ella sin respiro hasta agotarnos a ambos.

—Entonces están buenos ¿no?

Abrí de nuevo los ojos, poniendo atención a la voz de Akane otra vez. Ella seguía en su lugar junto a mí, jugando con los dedos en el plato ahora ya vacío frente a ella.

¿No se había arrojado a mis brazos y a mi boca? ¿Todo fue producto de mi caliente imaginación?

Escuché una risita y la vi limpiándose los labios con el dedo medio e índice sin dejar de mirarme a los ojos, como si lo sucedido hubiese sido un pensamiento compartido demasiado vívido.

El labial de Akane estaba ligeramente descorrido y al observarla haciendo aquello yo sentí algo pegajoso en la comisura de la boca.

Cuando me toque la piel y vi mis dedos vislumbré una mancha rosa. ¿Había ocurrido? ¿Lo había imaginado?

—Cuéntame de tus amigos —colocó sus codos sobre el kotatsu y sus manos acomodadas con gracia bajo su barbilla —Si fuiste hijo único sin duda te rodeaste de muchos hermanos de otras madres.

—Yo… yo…

—¿Ocurre algo? —preguntó irguiendo su espalda.

—No, solo que… —sentí que algo se movió en el mueble donde estaba el tocadiscos y puse atención en el sitio —pensé haber visto algo —murmuré inseguro.

Akane se levantó —Tal vez alguno de los discos se desacomodó, las vibraciones de los ductos en la cocina de la cafetería suelen moverlos a veces.

—Los ductos —repetí monótono.

—¿Entonces?

—¿Qué cosa?

Ella se inclinó sobre el tocadiscos para abrirlo, tal como estaba podía ver el largo de sus piernas y como las caderas se mostraban amplias a cada lado de su cuerpo en aquella posición comparadas con su diminuta cintura.

El vestido se infló por el frente de ella y yo creí que si se inclinaba un poco más sería capaz de ver su ropa interior. Y de repente sentí ganas de que se inclinara más.

—Creo que esto te puede gustar —habló alzando de nuevo su torso y luego arrodillándose para buscar un disco de entre toda aquella colección.

—Yo creo que ya me gusta.

Akane rio, por supuesto no podía no hacerlo con aquel doble sentido.

Suspiró. Se levantó. Colocó el disco sin mostrármelo en el aparato y la música inundó la habitación. Debía haber bocinas escondidas por todo el sitio porque fluía por todo el espacio sumergiendo al oyente.

Insane, inside the danger gets me high… —cantó el inicio de la melodía antes de que el coro estallara repitiendo el gusto por jugar con fuego, lo que consiguió que Akane balanceara sus caderas de forma sensual de un lado al otro.

—¿Me estas bailando?

—Si tu piensas que te bailo a ti, entonces sí.

Tomé aire con fuerza y bajé mi espalda hacia atrás, apoyando mi peso con mis codos a cada lado de mi cuerpo sin dejar de verla. Sensual, ardiente, con las manos perdidas entre su cabello corto y la cintura contoneándose adelante y atrás bajo el ritmo de la melodía.

De solo verla, de solo pensar en ella haciendo exactamente haciendo lo mismo pero encima mío, yo dentro, ella jadeante. ¡Cielos! ¡Estrellas! ¡El universo entero!

—Cuéntame de tus amigos.

—Estas bailando de la manera más sexy que haya visto jamás y ¿quieres que te cuente de mis amigos?

Akane se giró, sin detener sus movimientos prometedores —por supuesto, cuéntame.

Le veía las nalgas y la mi mente se volvió más perversa, pero debía demostrar que era un caballero.

Inspiré —bueno… mi mejor amigo se llama Ryoga Hibiki, lo conocí cuando teníamos poco más de ocho años tal vez. Era vecino en el barrio donde crecí aquí en Tokio.

—Yo también crecí aquí, aunque era distinto cuando era niña —giró de nuevo.

—¿Vivías a las afueras de la ciudad?

—Si —sonrió de una manera bonita, distinta a como había sonreído hasta ahora. Era añoranza en su rostro.

La música cambio y ella volvió a sentarse cerca de mí.

—Me quedé sola con mis hermanas desde muy pequeña y estuvimos con una… pariente, luego de eso comenzaron las mudanzas.

—Ya veo. ¿Tu hermana es la de la foto con tu socia? —señalé la fotografía de la playa.

—Ah —rio por lo bajo —ya espiaste mis fotografías.

—No todas —me defendí.

—Si, ella es Kasumi. Mi hermana de sangre mayor y la otra joven es Ukyo, mi hermana espiritual.

—Ok. ¿Es tú mejor amiga entonces?

—Algo así. Tengo muchas hermanas espirituales, pero Ukyo siempre ha estado conmigo.

—Te entiendo. También tengo amigos que parecen haber estado conmigo de toda la vida a pesar de conocerlos de poco tiempo.

—¿Tienes amigos en tu trabajo?

—Sí, uno en particular aunque a veces es más mi enemigo o mi competencia —hablé pensando en mi relación con Ryu. Eramos casi idénticos no solo en el físico, también en nuestra forma de pensar. Pero a diferencia suya yo confiaba en la gente.

—Te comprendo —suspiró fastidiada, como si pensara claramente en alguien con quien tenía una relación extraña pero cercana.

—¿Y amiguitas? —puso los ojos en blanco —seguro tienes amigas con derecho, un chico como tú no es de relaciones estables ¿no?

Me llevé una mano al pecho —eso me dolió ¿sabes?

—¿Por qué? —preguntó alzando una ceja —¿te importa lo que piense de ti?

—La verdad… si, me importa mucho.

—¿Te gusto tanto?

—La verdad...

Ella esperó la respuesta afirmativa y yo me reí complacido —no te voy a dar el gusto de seguir besando el piso bajo tus pies.

—Pensé que estabas dispuesto a todo esta noche.

—Yo también, —me acomode erguido, limpiando mis manos sobre la tela de mis pantalones —pero te voy a ser franco Akane, me gustas demasiado, como jamás me había gustado antes una mujer.

—¿Y? —me examinó interesada —¿Qué estas dispuesto a hacer?

—¿Dispuesto a hacer?

—Si tanto te gusto.

—Bueno para empezar me encantaría invitarte a una cita, algo formal.

—Ya estamos en una cita formal.

—No solo hoy, mañana, pasado, todos los días.

—¿Y después?

—No lo sé, ver que sucede. ¿No sientes curiosidad por mí?

—La siento, por eso te estoy haciendo preguntas.

—Cierto.

La observé, la línea de su rostro y el marco de su cabello azul alborotado. Lo sonrojada que se veía por causa del baile, los labios entre abiertos, su pecho agitado, el brillo en sus ojos.

—Eres tan hermosa —murmuré inclinándome hacia ella, con mi mano sobre su mejilla —¿puedo besarte?

—No preguntes, yo no preguntaría —respondió con el aliento entre cortado y entonces lo hice, deje que mis labios tomaran los suyos.

Su boca impaciente ante las exigencias de la mía, mordí la piel inferior de aquel conjunto perfecto y redondo. Mi mano libre tomó su cintura deslizándose con lentitud hasta apoyarse en su espalda. Con la lengua exploré la humedad del interior de su boca y cuando fue recibida por la suya sentí la electricidad corriendo por mi columna.

Gemí, fue difícil no gruñir cuando sus brazos apretaron mis bíceps clavando sus uñas en la tela y luego en la piel bajo la camiseta. Toda ella vibraba ante aquel beso necesitado. Era como buscar desesperado respirar bajo el agua.

Nuestros cuerpos se comenzaron a inclinar más y más y más hasta que Akane quedó tendida bajo mi peso.

—No aún —su voz ronca y sus labios hinchados me ubicaron en la realidad al romper el beso angustiada por lo que podría ocurrir si nos dejábamos llevar.

—Lo siento —suspiré, deseoso de más, recargando mi frente sobre la suya —no pretendía ser irrespetuoso.

Nuestro respirar competía, el sonido del aire entrando y saliendo era lo único a lo que yo estaba pendiente. La música seguía y seguía en alguna parte de aquella escena.

Abrí los ojos de nuevo y vi el castaño en su mirada.

—Tienes unos ojos preciosos —dijo sin detener el movimiento de los suyos, atenta a cada uno de los míos —siempre me ha gustado el azul.

—Quien tiene los ojos preciosos aquí eres tú, son de un color cálido pero además son expresivos.

—¿Dices que me delatan?

—Seguro que sí —afirmé juguetón.

—¿Y que ves en ellos ahora?

—Veo las ganas que tienes de llevarme a tu habitación.

Akane rompió en otra carcajada gloriosa, empujándome con fuerza suficiente para quitarme de encima —Yo también sentí lo mismo.

—¿En mi mirada?

—Un poco más abajo —respondió entornando los ojos, poniéndose de pie —iré por algo de tomar a la cocina, espera aquí.

—¿No quieres que te ayude?

Ella negó, sus brazos tras la espalda —eres mi invitado ¿no? ¿Qué clase de anfitriona sería si dejo que tú me ayudes con las bebidas espirituosas?

—Una anfitriona generosa.

Me mostró la lengua y salió de la habitación —te dejaré solo para sigas espiando mi sala, a lo mejor encuentras algún disco que te guste.

Y la puerta volvió a cerrarse. Y entonces yo me dejé caer sobre el tatami emocionado como si tuviera 16, nervioso, como si fuera a perder mi virginidad otra vez.


Hello guapos lectores! ¿Qué les ha parecido esta segunda entrega?

Gracias infinitas a...

: Gracias por estar aquí y por tus palabras de aliento, me emociona que confíes en mi relato.

Pauvishana: Será una historia cortita pero con un poco de todo * guiño, guiño * ah! Yo también le pongo canela al capuchino por eso la referencia monstruosa jajaja. Besotes enormes!

Dakucheri: Hermosa tú ni te me estreses que aquí está todo mi catálogo jeje yo sé que luego me entran ideas malas pero no creo que algún día lo vaya a quitar, no sería justo echar a la basura todo mi esfuerzo solo por gente... ya sabes. Mua ja ja! Abrazos gorditos :)

Ana Gonzalez1: Hey! mil gracias! Me dio mucha emoción tu forma de describirlo. Creo que todo ficker siempre busca tener su propio estilo y leer tu review me llenó el corazón de esperanza.

BereNeST: Guapísima! gracias de verdad por todo tu apoyo, espero que la historia sea de tu agrado y no decepcione jeje. Te mando abrazos enormes y esponjosos!

Benani0125: Ah! Es que ahí radica la belleza de la situación, justo por que la ve frágil y pequeña se lo cuestiona, no piensa que ella sea capaz de hacerle algún daño. A lo mejor no es capaz, a lo mejor sí. Quien sabe. * risa malvada *

Niñas mil gracias por darme el placer de conocer sus opiniones. Yo la verdad es que este tema me fascina, todo lo que son cosas inexplicables y misterios de criaturas con magia me llena de emoción.

Significa el mundo que alguien lea esta idea mía de historia.