El resto ya se lo saben…
Los personajes no me pertenecen son creación de Rumiko Takahashi,
Sin embargo esta historia es invención mía.
Nota de la autora: Este mini fic es para celebrar El día de todos los Santos. Si hay una época que más me gusta es sin duda el ambiente alrededor de Samhain, Halloween y Día de Muertos.
La historia está dividida en capítulos que se subirán en Octubre y Noviembre.
Disclaimer: Se habla de temas que pueden resultar sensibles para algunos públicos, se recomienda discreción.
—Pecados suaves—
La música seguía sonando porque esta vez reconocí entre los vinilos a los Goo Goo Dolls. Cuando comenzó Iris caminé intoxicado todavía por el beso con Akane de vuelta hasta los portarretratos.
Ella tenía razón, había varios.
Pero antes de ponerme a fisgonear en las otras fotografías regresé a aquella donde había visto a la muñequita.
Nada.
Ahí en esa foto solo estaba Akane y el templo y las luces del festival.
A lo mejor lo había imaginado, no era tan descabellado con mis nervios a flor de piel. Seguí el recorrido por las repisas hasta donde había tres fotos en un combo unido de marcos.
En la primera Akane estaba vestida con un disfraz de bruja, escoba en una mano y caldero en la otra. Tras ella había un grupo de chicas de su misma edad usando atuendos similares aunque con claras variantes propias del gusto de cada una de ellas.
La enorme casa a espaldas de todas estaba adornada como una mansión del terror, luces exageradas y calabazas escarbadas en el jardín. Y en la puerta, recargada observando a las chicas estaba la mujer de la cafetería, la que parecía modelo.
Supuse que entonces a quien veía Akane con tanto interés horas antes no era al hombre de la mesa, sino a la mujer.
Deslicé los ojos a la derecha. De las otras dos fotos restantes la primera era de un paisaje parecido a donde las amazonas vivían, sin duda algún pueblo en China que no lograba ubicar. Yo había pasado muchos meses deambulando en el país, entrenando con mi padre de villa en villa y reconocía esa clase de paisajes montañosos. Eran clásicos.
Akane estaba sentada de espaldas a la cámara, la cara ligeramente de lado, observando el paisaje con las piernas colgando al borde de una barda que daba seguramente hacia el vacío.
De solo mirar sentí un vértigo producto de imaginar que tomar esa foto había sido algo estúpido dado el riesgo de caer por causa de un mal movimiento. Pero admitía que era muy buena, la forma como los colores y la luz del amanecer abrazaban el cuerpo de Akane. Me deleité contemplando los detalles.
En la última fotografía Akane estaba de rodillas sobre un piso de madera, en un pasillo a mitad de una casa grande con otras dos mujeres a cada lado.
La de su derecha la reconocí de inmediato, Kasumi había dicho que se llamaba, era la joven que también aparecía en la foto en la playa, pero a diferencia del rostro amable de Kasumi la joven que estaba sentada a su izquierda tenía el gesto duro, la mirada filosa, anillos de oro repartidos en los dedos y brazaletes a juego, cabello castaño oscuro y corto.
Al ver a las tres mujeres ahí estaba casi seguro que esa segunda joven entonces se trataba de su otra hermana, lo que hacía a Akane la más pequeña de las tres.
—Los genes no pueden negarse, aunque son distintas tienen un aire familiar.
Mamá siempre quiso tener más hijos, incluso llegó a comprar ropa de niña una vez cuando pensó que estaba embarazada de nuevo y aunque al final no fue así era una historia que le gustaba contar.
Pudiste haber tenido una hermana, solía decir, seguramente pelirroja como yo.
La luz en la sala parpadeo y cuando volví a ver la foto vi a la muñeca del templo sentada al fondo, tras las tres mujeres. Pero ahora la figura, que antes no había notado, miraba hacia otro punto más allá de la lente.
Me sentí un imbécil pero seguí su mirada tras de mi.
—¿Algo interesante?
Akane estaba a mi espalda, colocando una botella de sake y un par de copas en la madera del kotatsu.
Las charolas de comida y la tetera quedaron a un lado para hacer espacio suficiente.
El escalofrío al verla, silenciosa en cada movimiento, recorrió mi espina dorsal como un frío susurro de la muerte.
—No te escuche entrar —murmuré con los ojos muy abiertos.
La puerta estaba cerrada y yo estaba seguro que siempre había escuchado el crujido de la madera cada vez que la abría o la cerraba.
Yo era un estudioso de las artes marciales, está clase de tonterías con los sonidos lo seguía percibiendo aún cuando tenía rato sin entrenar.
—No quería asustarte, creo que fui demasiado sigilosa.
Akane caminó hasta donde estaba todavía petrificado observándola, observando la puerta, tenía ganas de salir corriendo, todo mi cuerpo me pedía irme. Luego mis ojos colapsaron con su mirada incisiva, significativa pero para mí era por mucho insidiosa.
—Son mis hermanas —dijo tomando de mis manos el marco con las tres fotos —Kasumi y Nabiki.
—Mayores que tú ¿cierto?
—Cierto, aunque nunca se lo digas a Nabiki o podría arrancarte la cabeza de un mordisco.
Akane hizo una amago de sonrisa sin dejar de observar la fotografía pero la broma dio la impresión de una advertencia que no se debía tomar tan a la ligera.
—¿Quieres un poco de sake? —preguntó dejando en su lugar los retratos.
—Viajaste a China —afirmé —¿Qué aldea?
Se giró, regresando hasta el kotatsu y acomodando su vestido bajo sus rodillas y muslos mientras se sentaba de nuevo.
—Jusenkyo —respondió con seriedad —hace algún tiempo.
Me obligué a sentarme en mi lugar temporal asignado a su lado, dejando que mi mente pensara en que aquella coincidencia era solo eso, una coincidencia, en tanto que Akane servía la bebida para los dos.
—¿Lo conoces? —alzó una ceja sin desatender su actividad con el licor.
—Fui con mi padre a entrenar. ¿Tú?
—No, yo tuve que ir por otros motivos.
—Me gana la curiosidad.
—Así parece.
—Presiento que no me lo contarás —tome de sus manos la copa de cerámica fría cuando me la ofreció.
Inclinó su cabeza, debatiéndose entre que responder, que contarme, o tal vez si decirme la verdad. Porque algo en mi interior me estaba diciendo que mentía.
—Seguro escuchaste el mito de los hombres híbrido, aquellos que habitan en la cima de las montañas que rodean las fosas de Jusenkyo y que poseen poderes de fuerza incomparables.
Parpadeé sin mostrar reacción alguna que me delatara, que delatara lo que yo sabía.
Todo debido a que mi padre se había hecho amigo del guía de las fosas de Jusenkyo, por lo que por supuesto que conocía el mito de los hombres aves ya que al final de aquel último viaje con mi progenitor había conocido al emperador renacido de la tribu y hasta la fecha podía contarlo como uno de mis amigos.
De modo que al escucharla mencionar a aquellos hombres y mujeres con dones que ninguna persona creería ciertos me di cuenta que tal vez no había sido el azar lo que la puso en mi camino.
—Mis amigas y yo decidimos ir a buscar que tan ciertos eran los rumores.
Sentí el palpitar de mi sangre contra mi piel, la necesidad de proteger aquel secreto me sentó como un golpe en el estómago.
—¿Y encontraron algo? —traté de parecer inocente e ignorante.
Akane estiró su cuello hacia mí —Tal vez —las comisuras de sus labios se estiraron hacia arriba en una sonrisa traviesa, provocativa —era una misión personal para una de mis amigas.
—¿Una fan de los mitos?
—Está obsesionada con los huevos que controlan a las personas.
La charla se volvió extraña. Yo había visto lo que aquellos huevos de Kiema, la segunda la mando del emperador, eran capaces de hacer. Así que me reí, una carcajada sonora para relajar la tirante expectativa por el conocimiento del pueblo de Saffron.
—Por supuesto —decidí ir con la corriente —¿A quien no le gustaría controlar a los demás?
Los ojos de Akane brillaron de una manera impía —Por supuesto ¿a quien no le gustaría?
Ambos bebimos de un solo golpe el sake servido y me acerqué a la botella para tomarla y rellenar los dos vasos.
—¿Qué hay de ti? ¿Era importante conocer si era real o falso aquel mito? —pregunté con un tono de voz más severo de lo que pretendía.
—Yo no necesito de huevos mágicos para controlar a alguien.
—No —mi boca se ladeo como un desafío —Tú solo necesitas sonreír para que cualquiera se rinda a tus pies.
Ella bebió su trago nuevamente de golpe —¿Tú lo harías? —preguntó de forma descuidada sirviéndose otra copa.
—¿Rendirme a tus pies?
Sus ojos buscaron los míos, sus dedos apretaron la botella rodeando con meticulosa forma el cuello mientras su respiración se volvió agitada —Ponerte de rodillas ante mí, cumplir mis caprichos, darme placer.
Mi quijada se tensó agradablemente ante la propuesta, ¡Carajo! Estábamos jugando de nuevo con fuego y tenía tantas ganas de arder con mi boca puesta entre sus piernas.
—Separa tus muslos y te lo demuestro —arremetí sin dudas, dejando que el sake se deslizara en mi lengua para luego colocar mi cuerpo de manera amenazante con las palmas sobre el tatami e inclinarme hacia ella.
Mantuvo mi mirada, veía el brillo danzar en sus ojos avellana. La respiración agitada. Su cuello tensarse. Sus pechos llenarse y los pezones bajo la tela de su vestido asomar erectos.
Luego se inclinó más en mi dirección, dejando que su mano se resbalara de forma precisa por el cuello de la botella, sugerente, provocándome tragar saliva al imaginar ese mismo movimiento sobre mi miembro.
—Acabemonos la botella y si aún sigues en pie entonces hablaremos.
Una risa ronca se escapó de mi pecho, esta mujer estaba jugando conmigo. Provocaba a la bestia en mí, me había besado de forma exigente y luego me había cuestionado el besarla del mismo modo en el lugar más sensible de su anatomía.
Y cuando yo le había dado una orden ella volvió a amurallarse.
La deseaba, aún más que al inicio.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
Los dos reíamos con las anécdotas de las peleas que había tenido con Ryoga, le conté como me había retado una vez por haberle robado los almuerzos en la escuela y que la falta de dirección en el compas interno de mi amigo lo había hecho perderse los encuentros que él mismo había agendado en el patio de su propia casa.
—Pero ahora está con una chica que parece quererlo tal como es ¿no? —afirmó lo que le había contado.
—Akari es demasiado buena para él —suspiré por las risas y luego me sentí extrañamente mal por mi comentario.
—Pareciera que te da envidia —Akane jugaba con la orilla de su copa, la botella de sake todavía tenía suficiente para un vaso para cada uno de modo que la tomé con confianza y serví el restante.
—No, no es envidia, es admiración.
—Tu falta de fé en tu amigo es curiosa.
Negué sirviendo la bebida primero en el vaso frente a ella —Nunca pensé que no encontraría a la indicada —sentí como las arrugas en mi rostro mostraban el horror de que Akane lo hubiera percibido de ese modo mi comentario.
—Pero algo te molesta de su relación.
—No, por supuesto que no.
Recordé lo disgustado que me había sentido horas antes cuando le llamé y mi mejor amigo no respondió.
—No puedes mentirme, te he estado observando un largo rato y ya detecté tu forma de esconder la verdad.
Respiré animado —¿Me has estado observando? —entorné la mirada divertido.
—Definitivamente eres un ególatra.
—Sé como me veo, no voy a disimular que no me gusta que otros piensen que soy atractivo. Quien diga lo contrario… ese si es un mentiroso.
Comenzó a beber y yo la imité, saboreando lo que nos restaba del precioso líquido.
—¿Puedo saber qué hacia la mujer de aquella foto en tu cafetería? —señalé la fotografía de noche de brujas con el índice sin soltar mi copa.
Akane siguió el camino que mi dedo señalaba y cuando observó a que foto me refería su postura cambió como el día a la noche en un parpadeo.
Se puso recta de nuevo, tensa como la cuerda de un arco lista para disparar.
—¿Dije algo malo? —le tomé la mano que reposaba en el tatami junto a su rodilla y acaricie el dorso con mi pulgar —no quería ser entrometido.
Akane tragó saliva —Es mi… tutora.
—¿Tan joven?
Respiró como si hubiera dicho algo todavía más idiota que mi pregunta —A Hinako le gusta… conservarse joven, cuida mucho su apariencia.
—¿Te puedo confesar algo?
Asintió.
—Allá abajo creí que estabas observando al hombre que estaba con ella, pero luego de ver la foto me di cuenta que era a ella a quien veías.
—No, no estabas equivocado. Lo miraba a él.
En ese segundo fui yo quien se puso tenso.
—¿Es algo tuyo?
—Hinako ha estado presionando para que… —se detuvo mordiéndose los labios —mmm… para que lo conociera. Me había hablado de él, ella cree que es perfecto para mí.
—Y tú no quieres —afirmé seguro de que de eso se trataba.
—No estaba segura de que fuera a quien yo buscaba —alzó su mirada de nuestras manos y comenzó a analizarme.
—¿Buscas a alguien Akane?
Suspiró, de un modo ahogado que me conmovió. Solté la copa sobre el kotatsu con delicadeza y dejé que mis dedos buscaran los mechones libres que caían junto a su rostro.
—Yo sé que te lo he repetido muchas veces esta noche pero es lo que pienso Akane, eres hermosa de una forma que no puedo explicar —pasé los mechones tras su oreja como un pretexto para acariciar su piel —demasiado hermosa para mi propio bien.
Ella cerró los ojos empujando su cabeza hacia mi dirección y yo hice el resto. La bese de nuevo, deslizando mi lengua por su boca antes de deambular por entre sus dientes.
Comenzó como un beso de descubrimientos que con cada respirar, con cada suspiro y jadeo fue creciendo y creciendo y creciendo hasta ser una necesidad imperdonable el abandonar su boca.
Nuestras lenguas empujaban y tiraban, se tocaban húmedas, frías por la bebida, con el sabor intenso de las especies aún en el aliento de los dos. Sabía dulce y yo quería más de ese sabor.
—Ranma —gimió mi nombre y yo aferré su rostro entre mis manos para evitar que abandonara nuestra actividad dedicada exclusivamente por esos instantes a la recreación de nuestros labios —Ranma —me llamó una segunda vez y mi corazón comenzó a bombear con más fuerza, un remolino de agitación —Ranma.
Cerré los ojos con más fuerza, dispuesto a entregarme en aquel beso que se había construido de poco en poco hasta ser una voraz necesitada de pasión rugiente. Mordí, lamí, succioné y yo quería… la quería a ella.
Luego de horas de charla había olvidado los sonidos extraños y las cosas que no estaban ahí, como la muñeca. Había olvidado lo comentado sobre Jusenkyo, sobre nuestros amigos, sobre nuestras pasiones. Solo quería estar con ella y en ella.
Y entonces el golpe en mi cabeza fue seco, como un interruptor que apagó todo. Y perdí el conocimiento con un calor repentino en donde el dolor comenzó a expandirse.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
Recuerdo como mi madre solía curar las heridas que los duros entrenamientos me provocaban. La manera en como limpiaba la sangre, la paciencia y dedicación con la que untaba ungüentos en mis moretones, las bandas que decoraban a veces mis manos o mis brazos por técnicas nuevas que me empeñaba en aprender en un solo día.
Siempre fui muy cabezota para no dejar que alguna técnica difícil se impusiera, no importaba que tan poco tuviera que dormir o comer, yo necesitaba aprender, necesitaba dominar.
¿Por qué comencé a pensar en mi madre?
Cuando abrí los ojos vi a Akane, bueno en realidad no la vi, la escuché. Estaba tarareando una melodía mientras gotas de agua brillaban en el paño que tenía en sus manos.
El cuenco donde lo estaba enjuagando ya era rojizo.
—¿Qué pasó? —pregunté con la voz ronca, los labios hinchados, un dolor punzante el la coronilla.
—Se ha caído uno de los portarretratos de mis repisas, lo siento tanto —respondió con tranquilidad sin dejar de escurrir el excedente de agua del paño antes de dedicarse a limpiar de nuevo mi piel.
Siseé cuando sentí que no era agua común, algo ardía cuando entraba en contacto.
—Estarás bien, no ha sido grave solo muy aparatoso porque una esquina del marco se ha clavado contra la piel de tu craneo.
—Me desmaye —señalé.
—Sí —sonrió un segundo —pero ya estas despierto. Lo lamento.
Observé la habitación donde estábamos ahora —¿Es tú recamara?
Akane se mordió los labios, dejando el paño colgando a un lado —sí —alzó las cejas como en una disculpa silenciosa —te he traído para cuidar mejor de ti.
—¿Cómo…?
Ella era pequeña, menuda. ¿Cómo había podido cargar conmigo?
—Toma —ignoró deliberadamente la pregunta entregándome un par de pastillas —son analgésicos para el dolor.
Miré las pastillas con desconfianza, no por Akane sino porque el dolor era demasiado fuerte para que un par de pastillas cambiaran la situación.
—Anda, prometo que te sentirás como nuevo —colocó los medicamentos entre mis dedos y yo me los llevé a la boca para luego tomar de sus manos un vaso con agua.
El agua estaba deliciosa, fresca. La terminé toda de un trago.
—De verdad lo siento mucho.
—Es muy extraño que se haya caído algo de tus repisas. No pensé que estuviera tan cerca de estas.
—Hay una que está mal colocada, un poco inclinada. Creo que ha sido culpa de los ductos también.
—Claro. Los ductos.
—¿Quieres que llame a alguien? —preguntó derrotada buscando su teléfono celular sin atreverse a decir que no quería que me marchara. Yo tampoco quería irme, no así. No aún. No con tantas promesas todavía en el ambiente.
—Puedo quedarme —afirmé y ella abrió los ojos enternecida.
—No te sientas obligado.
La sonrisa jugó en mi boca —no quiero irme.
—Tampoco quiero que te vayas.
Bien.
—¿Podrías acurrucarte entre mis brazos?
—¿Qué? —preguntó con un grito agudo, sonrojada, avergonzada sin saber a donde huir —te voy a lastimar, si quieres quedarte es mejor que reposes un rato.
—Quiero abrazarte, te he querido abrazar desde el inicio de la velada.
Comprendí que en su silencio Akane estudiaba las ventajas y las desventajas de mi petición. Se levantó, supuse que diría que no era correcto, pero entonces camino a mi alrededor y se tendió en el espacio a mi lado sobre el futón.
—Hola extraño —dijo con su cabeza apoyada en la almohada, mirándome de frente, el cabello desparramado, el vestido arremolinado a la altura de sus muslos, los pechos… sus pechos, benditas pepitas de piel se veían mejor desde esa posición. Podía distinguir con algo de esfuerzo los picos sonrosados en las cúspides —no me mires así.
—Lo siento —respondí volviendo mis ojos a los suyos y sonreí como un granuja a quien habían atrapado en algo indebido —Hola extraña.
Nuestras manos estaban cercanas, las puntas de los dedos se cuasi tocaban entre sí. Era un idiota, yo le había pedido que se tendiera a mi lado para abrazarla y me había distraído y ahora sentía una cobardía propia de un crío de 16 recorriendo cada tramo de mi cerebro gritando alarmado que había una chica hermosa a su lado, con pavor.
Pero a pesar de mi inmovilidad esto entre los dos, ese silencio, era disfrutable.
Akane me veía, veía mis rasgos tanto como yo la había visto a ella. Y me sentí en paz. Me sentí en el lugar correcto. Esta cuasi extraña.
Suspiré, como un idiota embelesado.
Ella sonrió divinamente.
Y cuando me incliné para besarla, porque sus labios robaban toda la escena frente a mí, un timbre sonó.
—Debe ser Hinako —dijo Akane como si yo supiera que significaba aquello. Se levantó con rapidez —No te muevas, ya me deshago de ella.
—¿Le pediste ayuda? —mis cejas se juntaron al centro de mi ceño con asombro. Hasta entonces pensé en lo aterrador que debió ser para Akane tener a un extraño, desangrándose en el tatami de su sala, totalmente noqueado.
—Sí, pero no hace falta ya. No tardo. No salgas de aquí por favor.
De nuevo esa advertencia de permanecer en el sitio donde me dejaba. Asentí, viendo como corría prácticamente para salir de la recamara.
Una sensación intranquila comenzó a picotear mi mente. Entendía su renuencia para dejarme entrar a su cocina, no era descabellado, pero ahora mantenerme en este lugar otra vez confinado.
¿Qué me estaba ocultando realmente? ¿Qué verdad era la que encerraba Akane cada vez que me pedía no abandonar el lugar donde me dejaba?
—No seas ridículo —me dije en voz alta —no vive sola, tiene compañeras de departamento y seguramente es una regla.
No era descabellado. Yo solía vivir con roomies antes de poder independizarme. Tomé aire y me acomodé.
Cerré los ojos, atento al palpitar en mi cabeza. Me dolía pero un poco menos que al inicio.
De la nada escuché un estruendo al otro lado de una de las puertas de la habitación. Creí que provenía del pasillo pero cuando otra cosa similar se escuchó desde el mismo lugar que la primera vez caí en cuenta que algo posiblemente se había caído dentro del armario más próximo.
Me senté, me levanté y con pasos cautos abrí la puerta del armario.
La ropa de Akane se movía de los ganchos, justo a mitad del tubo metálico la unión que se sujetaba al mueble se había roto. El lado que no había resistido seguía amontonándose de manera inclinada contra la cajonera bajo los vestidos.
—Demonios —susurré, suspiré, me puse manos a la obra.
Con cuidado tomé las ropas que se vieron afectadas para determinar que tanto se habían arruinado, dejándolas sobre el gancho que había en una de las puertas. Luego alcé la mitad de tubo y descubrí que el tornillo que unía todo había sido el culpable. La cabeza estaba rota, desgastada por el tiempo.
Yo podía repararlo si Akane me tendía un desarmador y un nuevo tornillo. Así que separe la pieza para revisarla más de cerca y entonces la vi, al fondo, oculta con la cara contra una esquina, la pequeña muñeca que aparecía y desaparecía de las fotos de Akane.
—¿Tú que haces aquí? —pregunté como si fuera a responderme.
Y entonces la muñeca se movió, se levantó y mientras mi respiración se agitaba trémula yo no podía dejar de verla.
La muñeca era idéntica a Akane, vestida ahora igual que Akane, señalando algo en mi dirección con sus pequeñas manos y los ojos abiertos de par en par.
—Te dije que no te movieras —escuché la voz de Akane por encima de mi hombro y cuando me di la vuelta todo se volvió negro mientras los focos de la lámpara estallaban al mismo tiempo, dejándonos en una penumbra vacía como un pozo sin fondo.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
Algo filoso entraba y salía de mi piel, encima de mi cabeza. Quería gritar por el malestar pero lo único que hice fue gemir dolorido.
—No te muevas —escuché una voz distinta, una mujer de más edad —Akane pásame las pinzas por favor.
—Vas a estar bien Ranma, no te muevas, solo faltan unas puntadas más y listo.
Sentía la lengua pastosa, la boca seca.
—Akane ve por más agua limpia y trae la gaza —de nuevo la voz de aquella mujer.
Escuché el crujir de la tela y luego pasos sigilosos.
—Vas a estar bien muchacho, tuviste suerte de que solo fuera un rasguño.
—¿Qué ocurrió?
—Una de las repisas de la sala se cayó y la maceta sobre esta se rompió encima de tu cabeza.
—¿La maceta? Creí que había sido un portarretratos.
La respuesta fue una risita cómplice —Te he inyectado un analgésico y un antibiótico para evitar alguna infección. Trata de mantenerte despierto un rato ¿Sí?
Abrí por fin los ojos y sobre mí apareció la cara de la mujer despampanante de la cafetería.
—Eres Hinako.
—Ah, así que Akane te habló de mí.
—Estaba haya abajo en la cafetería. Yo pregunté.
—Cierto, —parecía comprender que había preguntado realmente cuando agregó —invité al hijo de un viejo amigo para que conociera a Akane. Le he estado pidiendo a la chica que se reúna con él pero ella ha estado renuente así que esta noche lo traje.
—¿Por qué quería que lo conociera? —arrastraba cada maldita palabra con la lengua perezosa.
—Porque Akane necesita conocer gente, salir, tener citas —otra risa ronca —aunque veo que lo ha hecho muy bien por su cuenta contigo.
Sus ojos se desviaron al kotatsu, a la botella vacía de sake y las charolas con restos de comida. A la tetera olvidada y las tazas a juego.
—Pensé que estaba en la habitación de Akane.
—Todavía no, aunque dudo que te falte mucho para llegar hasta su cama —me miró de forma cómplice e insolente —espero te sientas lo suficientemente mejor pronto como para darle al menos una alegría.
No pude evitar reírme también —Yo también lo espero.
Tal vez el golpe me había hecho imaginar que todo lo anterior había sido real, que me había despertado en el futón de Akane y que su armario estaba arruinado por una falla en el mueble. También debí haber soñado a la muñeca, la enigmática figurita que creí ver en las fotografías.
—¡Oh cielos! Ya estas despierto —Akane se arrodillo a mi lado con sus manos tomando mi rostro y luego sus labios besando mi boca sin preocuparse por la mujer que me curó siguiera ahí, tan cerca —Gracias Hinako.
—No hay de que, tuviste suerte que todavía estuviera allá abajo.
—Gracias —dije a la mujer que se retiraba los guantes con estudiada elegancia.
Ella asintió y luego se levantó con la misma pose seductora sin duda natural en ella —será mejor irme, no quiero quitarte más el tiempo. Las chicas ya han cerrado la cafetería pero no debes preocuparte por Ukyo o Satsuki ellas no volverán hasta que hayas terminado.
Akane abrió mucho los ojos —¡Hinako!
La mujer le guiño un ojo divertida.
—Vamos, te acompaño —respondió con premura Akane y luego se acercó a mi oído para susurrar —No tardaré.
La miré fascinado, a pesar de tener la cabeza rota todavía tenía ganas de pasar la noche con ella, por lo que en cuanto salieron de la sala hice el esfuerzo de sentarme.
La música seguía sonando de fondo, esta vez un cover de la canción Take Me Out, la reconocía porque era de mis favoritas de Franz Ferdinand. Me pregunté con que canción recordaría Akane esta noche.
Y mientras analizaba el desastre en el tatami vi de reojo la repisa en el suelo. En efecto ya no estaba la maceta en su lugar y la figurita de cerámica de globo en forma de perro se encontraba junto al tocadiscos. Lo que no pude localizar fue el portarretrato con la foto de Akane y ese templo.
—A lo mejor también se rompió —me dije y luego me llevé las manos a la cabeza para tentar que tan grande era realmente la herida. Aunque ahora ya estaba cubierta por una fina gaza era capaz de percibir el tamaño —parece realmente no ser tan grave.
La cabeza me dolía, las sienes punzaban con cada respiro. Inspiré y el cuerpo me dolió, la boca la tenía seca aunque estaba seguro que eso se debería al alcohol y no al golpe.
Me levanté y caminé hasta la ventana, moví la persiana rígida y conseguí ver un automóvil a pie de calle. Un chofer salió y recordé a la joven bajo la lluvia. ¿Qué habría pasado si me hubiera ido con ella?
Aparté la idea, no había querido irme con ella pero sí había aceptado irme con Akane. La diferencia en lo que ambas me hicieron sentir era abismal y reconocía que la primera era despampanante pero Akane… ella era una hermosura para la cual no tenía un solo concepto.
El chofer abrió la puerta a Hinako, quien había estado hablando con Akane en la acera. Para entonces la lluvia era una ligera brizna solamente. Antes de subir al vehículo la mujer alzó el rostro y nuestras miradas chocaron. Estaba mortalmente seria, parecía incluso preocupada.
¿Por Akane? Claro, yo era un extraño que su protegida había invitado a su casa a solas cuando ella le había traído a un prospecto que evidentemente pasaba su sello de aprobación.
Alcé la mano para despedirme y ella entonces entró al auto.
Respiré, aliviado de estar bien. Aliviado de seguir con Akane.
Los pasos al otro lado de la puerta de madera se fueron haciendo más marcados y yo me alejé de la ventana. Cuando la puerta se deslizó Akane se recargó en el marco.
—¿Cómo te sientes? Hinako es médico por lo que te ha administrado algo para que te sientas mejor pronto.
Inspiré —Bien. Me siento bien. Solo tengo un poco de sed.
Ella movió la cabeza de arriba abajo comprendiendo —Vamos, necesitas descansar.
Como en la cafetería extendió un brazo ofreciéndome su mano para tomarla. Miré sus dedos y noté algo en el interior de su muñeca, algo que por la manga de su vestido no había visto antes.
—¿Tienes un tatuaje?
Akane se puso recta al segundo, estirando sobre su brazo la tela que le cubría la piel —Fue una cosa imprevista.
—¿Me lo muestras?
Supuse que de cualquier modo terminaría viéndolo si lo que restaba de la noche mejoraba, pero sentí que era correcto preguntarle si me dejaría verlo tomando en cuenta que en todo el rato que habíamos charlado y que nos habíamos besado no lo noté.
Podía ver la renuencia de Akane, me mordí el interior de las mejillas suponiendo que lo había liado.
Vi como tragó saliva y con un cambio en su rostro descubrí una honestidad inquebrantable en su cercanía. Este acto era más íntimo que lo que prometía la noche.
—Es algo que compartimos mis hermanas y yo.
En la piel había un par de diminutas alas alineadas como si estuvieran tras una espalda de perfil, no el típico tatuaje de alas abiertas que se podría ver en cualquier chica que quisiera algo femenino y aventurero. Esto era… una elección suya.
—Fue luego del viaje sobre los mitos de Jusenkyo.
—Ah —comprendí que ese viaje había sido más significativo de lo que la charla arrojó. También había sido significativo para mí por mi padre —es muy hermoso Akane —dije convencido de cada palabra con la verdad al desnudo.
—Gracias, es lo que soy.
—Entonces sí no eres real, debes ser sin duda una hada —bromeé con respecto a aquellas primeras palabras que le había dicho en cuanto se acercó a mí.
Akane me devolvió la sonrisa —Creo que soy algo más mortífero.
Pensé en los besos que nos habíamos dado ya. Definitivamente era mortífera.
—Vamos, necesitas recostarte.
Asentí y tomé su mano, nuestros dedos se entrelazaron y yo caminé a su ritmo dejando atrás el caos de la sala con la música aún sonando. Ahora otro cantante.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
Bebí casi una jarra de agua y luego me mantuve recostado en su cama, no un futón como había soñado, con Akane hablando más sobre los hombres aves.
Me contó que ella si creía en su existencia, evidentemente no habían visto nada, pero estaba segura que en el mundo debían vivir criaturas con destrezas incomprensibles para los humanos.
—¿Crees en los monstruos de las leyendas y los cuentos entonces?
—¿Tú no? —suspiró alisándose arrugas inexistentes en su vestido, el armario a su espalda seguía cerrado pero cuando lo había abierto para sacar un par de almohadas adicionales comprobé que ni siquiera había ropa colgada en la puerta que según en mi sueño yo había abierto.
Y sin embargo todo aquello se sintió tan real.
—Creo en cosas que la gente no considera posibles, soy hijo de un artista marcial después de todo. Pero no todos piensan así.
—Pues yo sí, en el café vendemos artículos esotéricos.
—Cierto —recordé al sacerdote de la noche.
Akane se acercó más para dejar el vaso que tenía en sus manos en la única mesita de noche que curiosamente estaba de mi lado.
—Hueles delicioso —susurré casi sobre su piel cuando su cuerpo quedó por encima de mí.
—Deja los coqueteos para otro día, no te encuentras bien.
Enredé mis manos en su cintura y la obligué a sentarse sobre mi regazo, enterrando mi nariz en su cuello murmuré sobre su piel mi objeción —Me siento de maravilla a tu lado. Lo ocurrido en la sala fue un accidente.
—Lo lamento, en serio.
—Un accidente —insistí besando el pulso que brincaba en su yugular y entonces ella jadeo y ya no hubo vuelta atrás.
Conforme mis manos recorrían codiciosas la piel que dejaba expuesta comprobé por los gemidos de Akane que sin duda era un monstruo exigente, lujurioso y abrasador que pedía ser saciado.
Deslumbrante.
Yo estaba embelesado por el desenlace. Si bien me había propuesto que cualquier camino para llegar a ella, sin importar lo largo que fuera sería cautivante, una parte de mí, la parte del hombre de las cavernas me pedía también mi propia liberación.
Besé cada tramo de su piel provocando que se estremeciera y sonrojara, sentí en mi lengua como los vellos diminutos que habitaban ese cuerpo glorioso se erizaban ante mi toque.
Las manos de Akane trataban de ser cuidadosas, sobre todo cuando en respuesta se enterraban en mi cabello.
—Lo siento —repitió un par de veces cuando me deslindé de lo que le hacía al sentir una punzada o dos de dolor por algún tirón impuesto.
Mi manos se posaron a cada lado de su cadera cuando me quedé desnudo del torso al arrancarme sobre la cabeza la camiseta. Ella contempló cada músculo en mis pectorales y abdomen y suspiró extasiada y eso elevó mi ego a los cielos pensando en lo mucho que quería impresionarla.
Descendí por su vientre, con mi boca caprichosa a cada centímetro de piel de alabastro. Y conforme me abría paso entre sus piernas con mi lengua los jadeos y estremecimientos de Akane trastocaban mi razón.
El sabor de su boca fue una maravilla pero el de su centro, el de su humedad e intimidad eran algo que desconocía pudiera existir en el mundo.
Su aroma, su sabor, su reacción. La forma como se contonearon sus caderas cuando mi lengua comenzó a pasear de arriba abajo, en círculos, succionando, tirando, mordiendo levemente su clítoris.
Los gritos iniciaron y fueron música para mis oídos. Sus partes se contrajeron y distendieron y entendí entonces su pasión por coleccionar momentos con la asociación de las melodías.
Sonaba a la distancia Venus in Furs que en conjunto con el sonido de su voz a causa de mis afectos era todo lo bueno y correcto en la vida. Todo lo que tenía sentido.
El orgasmo de Akane empezó como una chispa en una fogata que prometía arder y quemarnos a ambos. Y aunque ella trataba de quitarme de encima empujando con sus manos mis hombros yo no desistí. Seguí en mi tarea, incesante torturando aquel nudo de nervios que palpitaba en respuesta, como el metrónomo que marca el ritmo en medio de una sonata en crescendo.
Tic, tic, tic.
Akane gimió, gimió, gimió y se estremeció y sus piernas se tensaron, sus muslos bajo mis manos se tensaron, toda ella se estiró con la gracia de una bailarina. Curvas elevadas, los picos de sus pequeños senos saludando a la luna y las estrellas, sus ojos estaban cerrados y sus labios abiertos en un grito maravilloso.
Y yo canté victoria.
La capacidad de haberla hecho tocar el cielo me sentó como una batalla ganada por el guerrero más hábil del planeta. Un triunfo caliente que limpie con mi pulgar de mis labios y barbilla. Akane se había corrido como una diosa en mi boca y yo lo había bebido con desesperación.
Pero no era suficiente para mí, yo quería sentir esa presión de su interior alrededor de mi erección. Así que tras dejarla respirar lo que consideré suficiente tiempo me quité los pantalones y los bóxers, me coloqué uno de los condones que había sacado Akane de su mesita de noche y me acerqué de nuevo a ella.
—Hola extraña —gruñí en voz grave y ella me respondió con la sonrisa radiante y la respiración agitada.
—Hola extraño.
Sujeté su cintura y espalda y tras sentarme en la superficie acolchada alcé el cuerpo de Akane para que me rodeara con sus piernas abiertas.
La humedad restante acaricio el cuerpo de mi erección, me mordí la lengua para no gemir.
—Eso fue… —Akane habló con la voz ronca y la respiración casi regular. Rodeo también con sus brazos mis hombros y yo contemplé la belleza en sus ojos iluminados, repasando con una mano su espalda baja y bordeando la aureola de uno de sus pezones con el pulgar libre.
Ella jadeo apretando su cuerpo al mío, con la cabeza alzada —eso se siente bien.
—¿Te gusta?
—Sí. Sí. Sí.
Sonreí maléfico.
—Te va a gustar más esto.
Sujeté contra mi cuerpo su cintura, como si quisiera enterrarla en mi piel. Ella clavó sus dedos entre mis hombros y mi espalda y antes de hacerla descender sobre mi miembro palpitante fui un caballero.
—¿Estás segura de esto, Akane?
Abrió mucho los ojos. Y yo temí que dijera que no, que lo había pensado bien. No me molestaría pero sería… decepcionante y me obligaría a buscar como llegar a ella, como si fuera una técnica nueva de arte marcial. La más importante hasta ahora, la más significativa.
—Sí —murmuró contra mi oído cuando su cabeza se pegó a la mía, mejilla contra mejilla —sí, estoy segura —lamió el cartílago de mi oído y yo alcé mi cadera para encontrar la entrada al paraíso.
Ambos gemimos al compás.
Era estrecha, satisfactoria, mucho mejor de lo que había sentido con la lengua. Estaba cálida y yo quería perderme en su interior con cada movimiento, con cada entrar y salir.
Akane tomó el mando, yo dejé que lo tomara y entonces empujó mi cuerpo hacia atrás con sus brazos y sus manos presionando mis pectorales.
Cuando me montó a su gusto el roce de sus partes con las mías provocó un deseo insaciable de lujuria, algo conocido y agradable. Era como una marca antigua.
—Di mi nombre —habló ella en un tono suave y prometedor —jadea mi nombre.
Suspiré sin proponérmelo —Akane —mugí sintiendo como me ponía más duro.
Abrió la boca ante la nueva presión y se movió más aprisa, con más premura y necesidad.
Le sujeté en un arrebato desesperado la cadera con las dos manos, observando enardecido su ombligo y más abajo. Lamiéndome los labios tentando en las comisuras aún el sabor de aquella misteriosa y candente mujer. Su calidez en mi boca.
Ella sonrió maliciosa, juntando sus cejas mientras me detenía de hacer cuando intenté alzarla para penetrarla más profundo todavía con la idea de cambiar de posición.
—Ah, que impaciente eres mi adorado amante —ella me impidió hacerlo empujando de nuevo mi cuerpo contra el colchón.
El vaivén y la promesa de esa recompensa me estaban volviendo loco. Akane disminuyó sus movimientos. Adelante, atrás, adelante, atrás. Adelante… atrás…
Aupé con mis manos sus senos, pequeños pero suficientes, hermosos como ella. Rosados, perfectos. Apreté con fuerza los montes y ella gritó de nuevo, recuperando el ritmo en su galopar. Quería… necesitaba, que acelerara pero a la par no quería que lo hiciera.
Esta tortura, jamás en toda mi vida había deseado tanto a alguien.
—Eres perfecta Akane —me atreví a confesar —eres lo que siempre estuve buscando.
Ella se estremeció, su vaivén aumento con acelerados círculos y yo me dejé hacer y deshacer conteniendo el orgasmo que con cada rebote de mi amada amenazaba con explotar.
Dejé que mis ojos se distrajeran con la hermosura que me montaba, el cabello salvaje flotando sobre su nuca y cuello, los ojos sujetándose como a un salvavidas a los míos. El efecto era íntimo, era poderoso.
Sus labios abiertos, los sonidos de nuestra carne al chocar, la humedad de nuestras partes.
El vaivén.
Su respiración.
La mía.
Gemí, gruñí y grité su nombre de nuevo y no pude contener más el orgasmo, pero mi satisfacción no sería completa si ella no se corría casi a la par de mí así que metí una mano entre los dos buscando su clítoris con mi pulgar.
Cuanto más trataba de no acabar, más frotaba, más molestaba ese conjunto de placer en su anatomía. Fascinante, tan receptiva.
Sentí como me aprisionaba, una, dos, tres movimientos y me dejé ir. Abandonado al éxtasis que significa terminar. La satisfacción de llegar a la cima y dejarte caer sintiendo la adrenalina correr como lava por las venas.
Akane se tensaba sobre mí, los dos gritábamos, era música celestial.
Para cuando los jadeos terminaron y las respiraciones comenzaron a acoplarse la ayudé a bajar de mí y envolví su cuerpo delicado, sudoroso y poderoso con mis brazos.
—Dijiste que no me romperías el corazón pero que tenías planes para él. ¿Te referías a llevarlo al límite con tus acciones?
Sonreí satisfecho buscando su mirada. Besando su frente. Pero entonces me di cuenta como se tensó toda ella de la manera incorrecta no como segundos atrás sino por miedo o arrepentimiento.
—¿Akane? ¿Dije algo que no debía?
Su rostro salió del escondite sobre mi pecho y ví la tristeza en su mirada antes de sentir un pinchazo a la altura de mi corazón.
—Lo siento. Lo siento. Lo siento —repetía como si estuviera diciendo una plegaria —Lo siento.
Ni siquiera sentí el dolor de lo que estaba ocurriendo. Simplemente lo último que vi fue sangre y una masa palpitando en la palma enrojecida de Akane. Sus uñas parecían retraerse en las cutículas escondiéndose bajo su piel, como si guardara filosas dagas.
—A… ka…
Ella era la chica perfecta y me había arrancado el corazón.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
Dos siglos atrás…
.
.
.
.
.
Mea culpa astro en el cielo pues he sido débil y ciego.
Que el Dios Celestial que brilla sobre nuestras cabezas se apiade de mi alma.
Mi corazón tiembla, mi corazón esta atrapado, mi corazón teme…
Algo perverso se aproxima.
Y yo, tu soldado más fiel y entregado a tu causa te he fallado.
Perdoné la vida de una bruja porque la amo y por ello sé que me he condenado.
Bien recibido será el castigo impuesto y con mi vida pagaré mi falta. Solo temo por mi alma cobarde para quien el descanso eterno en tus brazos jamás conocerá.
Mi penitencia será infinita.
—Del diario del Coronel Ranma Kotaro—
Hello mis guapos lectores! Esta sería la última entrega de la primera parte. Originalmente este minific eran solo dos capítulos pero por el tamaño creí mejor dividirlos.
Espero sigan intrigados porque en unas semanas subiré la conclusión.
Como siempre gracias infinitas a ustedes que me dejan saber que piensan, me emociona no estar solita en esta locura de historia jaja
Bealtr: Y creo que este capítulo no ayudó mucho a la causa ¿no? * Le Row se lleva las manos a las mejillas en un gesto de arrepentimiento no arrepentido *
Dakucheri: Justo es un guiño pequeño a la OVA de Las Dos Akane, me encanta ese arco :D Abrazos ultra gorditos!
Benani0125: Bueno en eso tienes razón, yo no culparía a Akane por querer comérselo. Y al final si se lo dio de una manera por lo menos ;)
GabyCo: Mi Gabs hermosa! Me siento muy honrada de que te hayas animado en leer esta historia porque sé no eres muy fan de las cosas de miedo. Te agradezco tu interés y pues sí, sí, ese fantasma que Ranma vio era una versión de su padre al menos. Sigo pendiente de esa otra historia, pero necesito un poquitín más de tiempo hay un tema algo triste y personal para mí que me impide continuarla aún. Pero no la descarto. Abrazos gorditos!
Batido de Chocolate: Antes que nada ¡aaaaaaamo! Muy ferozmente tu Nick, es lo mejor que he visto hasta ahora en sobrenombres. Esta increíble! * ojitos emocionados * Mil gracias por tu comentario!
Strix0702: Ah! Que hermoso fue leer tu review, para mí significó mucho escribir Invierno porque adoro a los vampiros y siento que la historia quedó hermosa. Y sí, si tengo planeada la segunda parte pero eso será más adelante. Mil gracias por los abrazos y yo te mando igual muchos abrazos gorditos! Gracias infinitas por el interés y el cariño : )
Serena de Kou: Yo sé! Amo el rol de misterio y secretismo.
AkaneMx: Hermosa mujer! Oh! que elogio tan maravilloso, si sirve de ayuda yo he estado escribiendo el fic usando el soundtrack de The Witch como fondo musical. Y bueno creo que la sensualidad era indispensable para darle un toque más dramático a los eventos que han ocurrido. Ahora falta saber porque lo ha hecho * risa malvada * Abrazos enormes!
Emma: Oh cielos! Es un gran honor que hayas decidido darle una oportunidad de lectura a mi historia, a mi también me fascina el misterio aunque creo que es la primera vez que lo pongo más en práctica de escribirlo. Gracias, gracias, gracias! Abrazos gorditos!
Cuídense mucho! Abrazos a todos!
