El resto ya se lo saben…
Los personajes no me pertenecen son creación de Rumiko Takahashi,
Sin embargo esta historia es invención mía.
Nota de la autora: Este mini fic es para celebrar El día de todos los Santos. Si hay una época que más me gusta es sin duda el ambiente alrededor de Halloween y Día de Muertos.
Disclaimer: La historia habla sobre temas que pueden ser sensibles para algunos públicos, se recomienda discreción.
—La voluntad del cazador—
Si pudiera dormir estoy segura que no hubiera necesitado del aviso de las aves sobre la próxima alba acercándose en el horizonte, pintando todo el cielo de lavanda y mandarina, para despertarme.
No hubiera sido necesario porque al menos un par de horas antes a las aves matutinas ya se escuchaba la respiración agitada y el gruñido bajo de alguien practicando las artes marciales en la cercanía del campamento.
—¿No te da curiosidad echar un vistazo? —preguntó divertida Ukyo después de un rato al notar mi casi completa atención dirigida a aquella secuencia de sonidos masculinos.
—No —respondí volviendo mi concentración a nuestro juego de cartas.
—Es muy guapo —insistió.
Vi la intención en sus palabras así que algo en mi interior me movió a decir aquellas palabras absolutas y permanentes que eran como la profunda tinta sobre la piel.
—Lo reclamo como mío.
—¡Ah! —abrió mucho los ojos regocijándose por lo que había salido de mi boca —esto se va a poner interesante.
—No sé porque habría de ponerse interesante.
—Sin duda lady Hinako estaría muy orgullosa de que su heredera proclamada no solo cumpliera con su misión sino que además lo hiciera con el corazón de uno de nuestros más grandes enemigos.
El estómago se me revolvió de solo escuchar las palabras de Ukyo, de solo imaginar el órgano vital de aquel coronel en mis manos, de solo…
—Retrae las uñas Akane.
—¿Qué? —parpadeé repetidamente, como saliendo de un trance.
Ukyo señaló con su vista mis manos que aún sujetaban las cartas de la partida y noté como las filosas y mortíferas estructuras en las puntas de mis dedos se habían alargado.
—Lo lamento, fue involuntario.
—¿Tan nerviosa te pone hacerlo?
Ukyo ya había pasado por aquel rito el año anterior, pero solo lo había realizado por el deseo y la ambición de amplificar sus dones; tales como la lectura de mentes y la rapidez de movimientos. Había rechazado la idea de tener un aquelarre propio que cuidar y proteger, brujas novatas que educar.
Yo ni siquiera tenía la opción de rechazarlo. Aunque tampoco quería rechazar tener brujas a mi cargo. Siempre había sentido esa necesidad de transmitir el conocimiento de la Diosa de la noche a mis hermanas.
Mis hermanas. El pensamiento que fue fugaz al recordar a Kasumi y Nabiki nubló mi cabeza con un extraño y desubicado pesar.
Kasumi tenía años con su aquelarre propio y Nabiki recién había asumido la responsabilidad de proteger brujas novatas. Ellas eran mis verdaderas consanguíneas, nacidas como yo del mismo vientre.
Llevaba décadas de no verlas, un tiempo que para los humanos se tomaría como algo largo y significativo para nosotras las brujas se sentía como solo un suspiro.
—Si —respondí relajando mis dedos para que las filosas garras volvieran a su estado neutral —Jugar con la muerte, aunque sea la de estos seres indeseables, no debería tomarse tan a la ligera. Somos hechas de la naturaleza y la naturaleza se alimenta de estos hombres mortales.
Kasumi había llorado meses enteros luego de su ascensión, estaba devastada por lo que había sido capaz de hacer. Kasumi siempre había tenido la intensión de ser una bruja herbolaria pero las amenazas constantes contra los aquelarres le dieron una causa. Un deseo. Proteger a la mayoría de las brujas que pudiera como nuestra propia madre lo había hecho en su tiempo antes de morir a manos de soldados del templo.
Para Nabiki tampoco había sido sencillo el ritual, aunque ella no había derramado ni una sola lágrima mantuvo un silencio absoluto por años tras lo sucedido.
Sabía que Ukyo tampoco lo había pasado bien. Pero ella todo lo disfrazaba con sarcasmo y buen humor.
Siendo un evento que causa tanta angustia en toda bruja le pregunté una vez a Lady Hinako ¿por qué era necesario hacerlo?
La Diosa de la noche consiguió su venganza, capturó al Dios Celestial y le arrancó el corazón dejando un rastro sanguíneo en su bello cuerpo. Es nuestro deber honrar dicho pacto, mostrar nuestra lealtad y ella nos recompensa entregándonos todo nuestro potencial.
Es por ello que las lunas de sangre son los mejores momentos para que una bruja le recuerde a los humanos sobre su traición siempre que se pueda.
El aroma de comida caliente llegó arrastrándose hasta nuestra tienda de campaña, por lo que ambas guardamos las cartas y nos cubrimos con las mantas. Y fingimos estar dormidas.
Las botas resonaron quebrando las hojas secas alrededor de nuestra tienda asignada y el frío se coló brutal en el interior cuando alguien abrió empujando la tela que hacía las veces de puerta.
—Buen día damas, el desayuno casi está listo.
No era el coronel, por supuesto. Este hombre era su segundo al mando.
—En seguida salimos… —hablé por debajo de la manta observándolo sigilosamente en la puerta. Aunque no sirvió de mucho pues la luz que le pegaba desde la espalda no me permitía realmente verlo, tampoco lo había visto bien por la noche.
—El teniente coronel Ryu Miyamoto, mi señora. —Se presentó nuevamente de la manera más educada que pudo para ser un soldado, luego gimió divertido cuando agregó el resto — No tarden, mantendré un lugar cerca de la fogata para las damas entonces.
Hizo una reverencia doblando solo el torso y salió de la tienda.
—No tengo hambre —dije sin ánimos cuando nos quedamos solas de nuevo y Ukyo me miró igual de preocupada por las palabras finales del teniente coronel. Por la posible intimidación que estaban ejerciendo.
Mantendré un lugar cerca de la fogata para las damas.
Él seguramente no se había conmovido con lo que sea que su superior le hubiera contado. Tendríamos que estar atentas al hombre.
Salí de la cama y me dedique a elegir uno de los dos vestidos que cargaba adicionales al que llevaba puesto el día anterior.
—¿Qué vamos a hacer respecto al ofrecimiento del coronel? —preguntó Ukyo todavía metida entre las cobijas.
—Sal y ayúdame con esto —le arrojé a la cara el vestido que tenía más tela al frente y cubría mejor mi escote.
Mi hermana bufó pero hizo tal lo que le había dicho mientras yo me amarraba las enaguas cuando me quité el camisón.
—Akane ¿qué…? —insistió pero yo gruñí.
¡Argh! ¡Era molesta cuando no se lo proponía!
—No lo sé Ukyo, no lo sé. No podemos escapar de él y no podemos tampoco negarnos a su ofrecimiento —me puse la ligera camiseta de lino por encima del torso desnudo.
Me miró con los ojos llenos de nerviosismo cuando se paró frente a mí con el corsé abierto para poder colocarlo alrededor de mi cuerpo —¿Y si envenenamos al regimiento durante el desayuno y le sacas el corazón al coronel y listo?
—Sabes que no es tan simple, el corazón del coronel debe estar sereno para poder retirarlo. Si se encuentra asustado o alerta mis uñas no van a atravesar la piel.
—Eso es un mito —chasqueo fastidiada —Ya te conté que yo no tuve problemas con mi elegido.
Eso era lo que Ukyo me había contado, que el hombre a quien había elegido para el ritual de ascensión no había encontrado jamás la paz o el placer, no se había dejado llevar por la canción que ella le dedicó como parte del rito. No fue capaz de seducirlo o encantarlo. Y aun así, aun con aquel temeroso rugir de su corazón ella consiguió atravesar su pecho y arrancar lo que necesitaba del hombre.
—Fue suerte de principiante. La misma lady Hinako te lo dijo. Te usó de ejemplo ante las novatas sobre lo que no se debía hacer.
—Pero es posible…
—No —la callé —no voy a aventurarme a descubrir si es o no posible. Estamos a mitad de una legión de soldados del templo —apreté los dientes enfatizando cada palabra.
—Y si permitimos que nos lleve hasta el templo ahí si no tendremos escapatoria.
Metí mis brazos por el corsé y Ukyo giró a mi alrededor para amarrarlo.
—Si vuelve a insistir —dije con la respiración siendo cada vez más trabajosa ante los tirones de Ukyo —intentaré ganar tiempo, decirle que no estoy lista para hablar con el obispo.
Mi amiga se detuvo y me observó por detrás de la espalda al inclinarse hacia un lado de mi cuerpo —Más te vale mostrarte encantadora para que eso funcione, no puedes revelar tu don aquí, son demasiados.
—Eso también lo sé.
Mi don para domar las mentes de los humanos no era de tan largo alcance. Exigía tres simples reglas…
Mirar directamente a los ojos a mis víctimas, hacer una pregunta que disfrazara lo que yo quería de ellos, y el máximo de personas que había podido encantar al mismo tiempo era un promedio de solo cinco.
—Será mejor apresurarnos o vendrá de nuevo ese teniente coronel.
Ukyo no respondió nada, simplemente pasó por encima de mi cabeza la pesada prenda rojiza.
Estábamos metidas en la boca del lobo.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
En realidad desconocía el mecanismo mediante el cual un soldado del templo era capaz de descubrir si una mujer era o no una bruja. Sabía que cada uno tenía su propio método.
Algunas fuentes cercanas a juicios que se habían llevado acabo contra inocentes humanas decían que solo bastaba una acusación con el obispo de algún templo y esta se tomaría tan en serio con pruebas que solventaran dicha acusación como sin ellas.
Pero yo suponía que la renuencia a estar cerca del fuego debía ser la alarma número uno. A lo mejor el coronel Ranma lo había notado y le había pedido a su segundo al mando ponernos a prueba.
—Señoritas por favor tomen asiento, hace demasiado frío todavía —el hombre sonrió enigmático sin apartar sus ojos de nosotras cuando nos vio llegar hasta donde el fuego crepitaba en el medio de una rotonda elaborada por troncos que servían de asientos improvisados.
El desgraciado en realidad sí había cumplido con su palabra dejando cerca de la fogata un par de espacios libres para ambas.
La noche anterior fue imposible determinar cuan grande era aquel regimiento, pero tener a hombres empezando su desayuno y otros terminando me dio una idea general. Al menos un centenar de almas estaban ahí reunidas y todas nos miraban desde la contemplación, la lujuria, la sospecha hasta la lástima.
—¿Y el coronel Ranma? —me aventuré a preguntar mientras me rodeaba mejor el cuerpo con la chalina que Ukyo había encantado para nuestra protección.
Las brujas tampoco éramos tan descuidadas ya que no todas poseían dones que pudieran ayudarlas a escapar. Teníamos objetos mágicos que se activaban con el cántico correcto.
—Está tomando un baño me parece —sonrió el teniente divertido de mi pregunta —No todos los días tenemos el lujo de estar tan cerca de un lago.
—¿Y por qué acampar en el bosque, teniente? —Ukyo decidió obtener respuestas de todo lo que habíamos comentado como sospechoso por la noche mientras el mundo se detenía para los humanos.
—Somos demasiados me temo —la respuesta provino de la voz del coronel cuando irrumpió a la distancia, y el estado de animo de todos sus soldados se agitó. El cambio fue sutil pero a pesar de la obvia camaradería que debía existir entre todos estos hombres con su superior se podía palpar el respeto que le tenían —Nosotros aquí somos un tercio del regimiento.
—¿Y por qué ustedes decidieron permanecer aquí en el resguardo del bosque? —esta vez quien había preguntado había sido yo, alzando la vista al coronel.
El agua goteaba de su cabello, que se derramaba por los hombros y se le pegaba al cuello y a las mejillas, empapando su camisa dejando ver algunos de los músculos bien formados en su cuerpo cuando algunas zonas de la tela se traslucieron gentilmente para mi deleite personal.
Si por la noche con la poca luz que le alumbró me había parecido atractivo… ahora a plena luz de su Dios me parecía magnífico.
El coronel me sonrió de forma cálida y eso me sonrojó, algo que no debía suceder en realidad.
—Somos el mejor tercio del regimiento, —habló arrogante —y el obispo nos pidió seguridad para la villa mientras esperamos su bendición.
—¿Habrá una ceremonia de bendición? —la voz de Ukyo sonó más aguda de lo natural.
Segundo error.
Al igual que mi hermana la preocupación por la revelación dicha por el coronel martilló en mi mente. Sabía que estábamos en peligro en medio de un regimiento de soldados del templo, pero una ceremonia de bendición era cuando el obispo desangraba a una bruja para proclamar consagraciones sobre el precioso líquido obtenido.
Según la costumbre se podía purificar con dicho acto la sangre maldita. Luego se ungían las armas de los soldados de un regimiento para que, mediante dicha acción, el acero y el hierro encontraran y purificaran a las brujas que llegaran a herir a su vez.
Aunque sabía por experiencia propia que eso de purificarnos con sus armas era una mentira que se contaban para tranquilizarse entre ellos o para aliviar sus consciencias por los sangrientos actos cometidos.
Me toqué impulsivamente el hombro, sobando por encima de las gruesas telas que me cubrían la vieja herida que me había hecho uno de estos soldados del templo cuando era una niña.
—¿Tienen a una bruja cautiva? —pregunté contra todo razonamiento. Me convencí de que hubiese sido absurdo que una señorita que se suponía nacida bajo la religión del Dios Celestial no sintiera curiosidad por el enemigo.
—No aún —respondió el teniente coronel —para eso estamos nosotros aquí, para cazar a una bruja.
Ahora las sospechas que pensábamos tenía el hombre sobre nosotras cobraban algo más de sentido. Y cobraba más sentido que pensáramos en él como un potencial peligro.
Me obligué a bajar la vista y mostrarme temerosa —Espero no tener que toparme con alguna.
—No tienen nada que temer —dijo con calma el coronel mientras se daba la media vuelta —están bajo mi protección ¿lo olvidan? —caminó hasta donde su teniente y algo le susurró antes de volver a poner atención en nosotras.
Nuestras miradas chocaron y sentí como si el tiempo se detuviera sin tener que ejercer mi magia sobre este.
El coronel pareció relajarse de una forma apacible, como si confiara ciegamente en nosotras, mientras tomaba aire con los labios ligeramente entre abiertos antes de hablar —El teniente Ryu las llevará al pueblo luego de que hayan desayunado, a una de las posadas cercanas al templo. Por la tarde yo iré a buscarlas —dijo sin despegar sus ojos de los míos —. Por mucho que me guste tener mujeres entre mis filas no creo que sea un lugar apropiada y decoroso para dos damas.
Mi corazón retumbó con cada palabra, no era miedo a ser descubierta era algo diferente.
—Le agradezco las atenciones, coronel. No son realmente necesarias.
Se llevó una mano al pecho y me miró con mucha más intensidad y determinación logrando que me comenzaran a sudar las manos —Insisto. Y quisiera saber más de lo que ha pasado, dama Akane.
Incliné la cabeza a modo de respuesta y él hizo lo mismo, como un caballero. Más allá de ser un guerrero el coronel era un hombre de buenos modales.
Sabía que provenía de una familia acomodada y muy cercana al emperador; y aunque deberían sorprenderme sus atenciones por que su padre también tenía cierta reputación como guerrero se sentía natural su actuar. La cálida y amorosa mano de una mujer en su educación.
No despegué mis ojos de él hasta que se perdió más allá de las tiendas de campaña.
—Espero que la sopa no esté demasiado caliente —dijo de un modo más amable el teniente al acercarnos dos cuencos con comida. Olía delicioso y el estómago me gruñó, lo cual pareció hacer efecto en el teniente pues su dura mirada se volvió de alguna forma un poco más blanda.
Si nos había puesto a prueba con el fuego frente a nosotras la prueba la habíamos pasado de manera satisfactoria.
—Gracias —respondí inspirando el aroma de las especies, del pescado y las verduras en el fondo de mi plato.
—Les traeré un poco de pan y veré si consigo algo de vino bueno —guiñó un ojo y mientras se alejó Ukyo suspiró.
—También es guapo —dijo acariciando los laterales de su cuenco —y tiene pensamientos pecaminosos que me agradan.
Abrí mucho los ojos golpeando su brazo con mi codo —¡Ukyo!
Las dos reímos antes de tomar el primer bocado, el fuego bailaba a una distancia segura gracias a las chalinas que llevábamos y de repente sentí que podríamos salir de este embrollo con facilidad. Así que me dediqué a llenarme el estómago con los alimentos pero todavía con mis pensamientos fantaseando en el coronel.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
El coronel tuvo la galantería de pagarnos toda la estadía que ocupáramos en la posada del pueblo, de hecho era justo la posada que estaba atrás de la taberna donde nos había dejado el heredero dragón el día anterior.
Y si algo sabe una bruja es que nada es coincidencia.
Si bien antes podríamos habernos quedado en la posada y averiguar que tramaba el heredero de la dinastía Musk no planeábamos quedarnos mucho tiempo cerca de la villa y yo no planeaba inmiscuirme en sus asuntos con la idea de que dejara en paz los míos.
Pero ahí estábamos, de nuevo a un paso de distancia, de nuevo en medio del camino del heredero. A lo mejor valía la pena meter las narices. Causar un poco de caos en su dinastía.
—Deberíamos ir a dar un paseo por la villa, ver si podemos encontrar algún candidato óptimo para…
—Espera —me interrumpió Ukyo desde su lado de la habitación —creí que ya habías decidido tomar el corazón del coronel.
—¿De verdad te parece algo sabio? Su padre es el monstruo de quien él hablaba anoche y si algo le sucede al único heredero varón del general Genma ¿Crees que no irá tras nosotras?
Se cruzó de brazos —Creo que lady Hinako estaría orgullosa, además sería una declaración abierta de guerra.
—No estamos preparadas para una guerra Ukyo, tú misma viste cuantos hombres había tan solo en el bosque. Las brujas no somos aún rivales para enfrentarlos.
—Con los dones que vas a adquirir si, una vez que realices la ascensión tu poder de dominar a todos será implacable.
—Si fuera un hecho que sucederá tras el ritual tal vez Ukyo, pero sabes que por la incertidumbre de lo que ocurra con mis dones existen patrullas que viajan año tras año hasta el pico más alto de Jusenkyo con la esperanza de encontrar aliados en los hombres ave. Solo el don de Kiema nos garantizaría la victoria inmediata.
—¿Ahora quien glorifica a quien? El emperador de fuego renacido no ha vuelto a mostrar signo de vida desde hace más de tres siglos. No podemos seguir aferradas a esa opción.
—No voy a hacer tu voluntad.
—No es solo mía, tú lo deseas del mismo modo. He visto como lo observas y he visto como te observa. Prácticamente lo tienes embelesado. ¿Quieres saber que es lo que piensa de ti?
Abrí los labios para responder y entonces alguien golpeo a la puerta de nuestra habitación.
Miré con enfado la madera por la interrupción pero era mejor atender.
—¿Sí? —sonreí mostrando los dientes a la esposa del posadero tras la puerta cuando abrí.
—Hay un hombre allá abajo preguntando por ustedes dos. ¿No son prostitutas, cierto? —me dio una larga y severa mirada —porque está prohibido en esta posada y además eso le daría muy mala reputación al coronel.
Negué moviendo la cabeza de un lado al otro, deseando tener paciencia para no hechizar a esta mujer y obligarla a dejarse rodar por las escaleras.
—No señora —sonreí de nuevo, con los dientes muy apretados —¿Le dio su nombre esa persona que nos busca? No esperamos a nadie salvo al coronel, pero dijo que vendría más tarde.
La mujer suspiró fastidiada de tener que hacer esta clase de mandados —No, no lo dijo. Y no, no le pregunté. No soy tu sirvienta niña bonita.
Sin más que agregar la mujer dio media vuelta y se alejó por el pasillo haciendo crujir la madera a cada paso.
—¿No me dejas hacerlo a mí? —deseo que dijera que si Ukyo tras mi espalda. Podía saborear sus ganas de salir tras la mujer y cortarle la garganta. Sería perfecta para algún maleficio, tenía esa clase de alma amargada y corrompida por el despecho y la decepción.
Y por muy tentador que fuera tuve que negarme.
—No, no quiero llamar la atención del regimiento del coronel. Las dos estamos conscientes que buscan al menos una bruja para su ritual. De hacerlo les estaríamos entregando dos.
Gruñó por lo bajo y yo me reí de su frustración, eco de mi propia frustración.
—Será mejor no hacer esperar a quien tiene la amabilidad de visitarnos —sonreí con fastidio en los labios y los ojos de Ukyo brillaron en respuesta a la promesa de que no dejaríamos que nada o nadie nos capturara.
Seguimos los pasos de la mujer del posadero cerrando con magia la puerta de nuestra habitación alquilada.
Pudiera que las pertenencias que cargábamos en realidad no fueran del todo nuestras pero ya habíamos usado las prendas, habíamos dejado una marca de magia en aquellas ropas y aquellas cosas; lo que nos hacía un blanco fácil para quien pudiera leer la magia.
Esos eran los sacerdotes de la orden de la noche, monjes que no servían ni al Dios Celestial o a la Diosa de la noche, sino a las sombras entre ambos.
En donde hubiera un templo seguro había alguna casa de sacerdotes de la noche. En donde se estableciera un aquelarre algún sacerdote nómada le seguiría a la distancia. Así eran ellos, buscando la paz y ser el punto intermedio.
Bajamos las escaleras y el ruido de la taberna bañaba incluso el exterior lo suficiente como para llamar la atención de quienes se hospedaban en la posada. Algunos de nuestros vecinos de cuarto pasaron a nuestro lado para ir directo a donde la bebida y la comida rugían llamando a todo hambriento y curioso a su cátedra.
Pero fuera de esta, recargado en el muro de piedra y madera, estaba cierto heredero de fuego y caos.
Con su mirada helada y una rimbombante reverencia pude ver la burla en su rostro.
—Sabía que no eran simples campesinas y tampoco simples damas de sociedad. Algo escondían. Algo... perverso y oscuro y viejo.
—¿A penas te diste cuenta? —saqué mi labio inferior en un gesto exagerado de pena y lástima —Ya veo que la calidad de entrenamiento en el clan no es lo que solía ser.
—Cállate bruja —gruñó y sus fosas nasales se inflaron, molesto. Estaba tan molesto.
Alce el mentón con orgullo y él rodó los ojos.
—¿Que quieres? —pregunté indiferente.
Su pose cambio, se paró recto y se acercó tanto a mí que si daba un paso más mi pecho rozaría el suyo. Me observó desde arriba, era muy alto y me miraba como si no fuera más que una bruja. Una bruja del montón.
Podría haberle mostrado quien era yo pero mi intención no era desafiar a nadie, yo tenía una misión.
—Tu ayuda.
—¿Mi ayuda? —el asombro y la burla danzaron en mi lengua saboreando la muerte con su petición. Algo no saldría bien en nuestra empresa si aceptaba ayudarlo —No me interesa ayudarte.
Estaba lista para darme la media vuelta, mi torso ya había girado y mis caderas estaban siguiendo el rumbo cuando sentí un agarre en mi brazo.
—Tengo algo que podría interesarte, heredera.
Abrí los ojos un segundo, él sabía quien era yo.
—No me interesa tu juego, no estoy dispuesta a jugar contigo —lo miré por encima de mi hombro, contemplando su mano alrededor de mi brazo mientras lo seguía sujetando con más fuerza ante mi negativa. Balanceé la posibilidad de cortarle la mano, incluso me imaginé haciéndolo —. Nada bueno saldrá si acepto, por lo que nada que ofrezcas me interesa.
Con su mano libre se abrió la camisa empujando por cada ojo de la tela dos o tres botones y me mostró una marca en su pecho. Hecha de una quemadura que parecía reciente.
—Busco el caldero de la liberación y sé que tu aquelarre lo conserva como una reliquia. Vine a esta villa porque escuché el rumor de que un regimiento recibiría una bendición. Y donde hay una ceremonia así hay una bruja. Por ella vine.
Escuché toda su explicación pero yo solo pensaba en lo que quería de dicha bruja al azar. Estaba familiarizada con la leyenda del caldero, un premio que lady Hinako había obtenido de su guerra siglos atrás con la dinastía Musk. Antes de nuestro acuerdo silencioso de paz.
—¿Y yo debo dártelo por qué…?
—Esta quemadura la hizo una bestia en mi pecho con la olla de la conservación. Si no me libero de la marca jamás podré estar con una mujer y eso significa que no tendré descendencia.
Lo miré aburrida.
—Si me ayudas y me dejas tener la descendencia para mi clan yo mismo te llevaré con Kiema y ella te enseñará los secretos para controlar a los hombres mortales.
No era un mal trato, pero no era suficiente.
—Tu linaje me tiene sin cuidado y sabes perfectamente que hay brujas constantemente buscando a Kiema. ¿Tú que tienes para obligarla a enseñarme?
—Lo que impide que su soberano se levante de las cenizas es una reliquia que puedo conseguirte, algo que llaman el Kinjakan. Una llave que abre los estanques de Jusenkyo hasta el interior de la montaña. Yo te la daré a ti para que puedas ofrecérsela si así lo deseas cuando te lleve con ella.
Sonaba… demasiado bueno. Demasiado bueno en verdad.
Miré la quemadura en su pecho y noté la marca en forma de luna menguante al centro. La sonrisa ladina de una maldición.
—¿Cómo te hiciste esa marca? —me acerque más, observando cuidadosamente la piel destruida por el calor —¿Quién te la hizo?
—Ya te lo dije, fue la olla.
Algo no cuadraba con el trato que me estaba vendiendo el heredero de la dinastía Musk. Él era un dragón, su propia reliquia familiar no podría haberle hecho esa marca.
—Lo pensaré —dije al final, indiferente.
—¿Qué tienes que pensar bruja? —preguntó con los dientes apretados —te estoy ofreciendo el trato de tu vida.
—Lo pensaré, ya te lo he dicho.
—No tientes mi paciencia, puedo ser amable cuando me lo propongo.
—¿Esto es ser amable? —lo señalé con la palma extendida de arriba abajo —tienes que redefinir tu sentido de amabilidad entonces, principito.
—Te doy 24 horas, bruja, o lo vas a lamentar. Y si intentas huir… —su garganta vibró en una risa ronca —ya verás que será muy difícil escapar de mí. Lo que le pasó a tus amigas, colgadas en las afueras de la villa te parecerá un sueño comparado con lo que te haré.
—Tus amenazas no son nada, estás marcado, maldito, tú me necesitas más a mí que yo a ti. Así que lo pensaré —dije con toda la calma fría de la que fui capaz y me di media vuelta con Ukyo siguiéndome los pasos.
No fue hasta que nos perdimos entre las calles aledañas a la plaza frente al templo que Ukyo por fin se atrevió a hablar.
—¿Cómo vamos a quitarle el Kinjakan?
Había reconocido también como yo el nombre en la boca del heredero.
—No lo sé aún, pero tenemos 24 horas para averiguarlo.
—.—.—.—.—.—.—.—.—.—.—
Deambulamos por la villa, robando objetos de valor y otros de poder de las manos de aquellos que ni siquiera conocían los tesoros que poseían.
Libros viejos forrados con cuero, piedras preciosas que la gente mantenía en frascos como protección.
Me daba gracia las casas cuyos marcos en las ventanas estaban hechos con grandes bloques de sal en el exterior. Una creencia que tenían contra las brujas. Algo que no era del todo falso pero estaba mal empleado.
—Akane mira eso —dijo Ukyo mientras se recargaba en la pared de un callejón observando la plaza principal.
En la rotonda, justo donde estaban los puestos de verduras y otros alimentos, una procesión de sacerdotes de la noche hacía gala de su existencia.
—Parece que aquí son respetados por la gente —comenté guardando en los bolsillos de mi vestido las joyas de la mujer que había engatusado unos pasos atrás y que ahora dormitaba plácidamente dentro de su casa.
Los sacerdotes eran recibidos con ofrendas, charolas con alimentos, flores, especies y granos. Todo eso era recolectado por los pequeños acólitos al final de la procesión. Y mientras caminaban por el sitio los hombres vestidos con túnicas oscuras bendecían a aquellos que así lo solicitaban.
De repente las puertas del templo se abrieron, dejando salir a la luz del sol de la tarde un joven enfundado en su traje de coronel, el cuero y el metal envolviendo ese bello ejemplar masculino. Seguido de cerca por un grupo pequeño de media docena de soldados.
—Será mejor que se retiren —dijo Ranma desde la parte alta de las escalinatas a los sacerdotes de la noche —saben bien que no son bienvenidos en las inmediaciones del templo.
Un hombre mayor caminó más cerca de las escaleras blanquecinas —Los mercaderes nos pidieron venir a bendecir las provisiones que serán otorgadas a la causa de su ceremonia, coronel.
El hombre no hizo una reverencia, no demostró ser inferior al coronel. Yo esperé el golpe de alguno de los soldados que acompañaban a Ranma a modo de ejemplo por la insolencia del sacerdote pero nada ocurrió.
Ranma relajó el gesto —sabe que no pueden estar aquí —insistió —por favor retírense a discreción antes de que me vea obligado a enviar a mis hombres y sacarlos a la fuerza de la periferia.
—Coronel, no debería dejar que el obispo desangre a una mujer.
—Una bruja no es una mujer, usted lo sabe tan bien como yo.
Un malestar empujó mi pecho, las palabras del coronel habían lastimado mi orgullo por algún motivo.
—Una bruja es un ser vivo, como usted, como yo. Merece consideración.
El coronel rió —Váyase, buen hombre. No lo volveré a advertir.
El sacerdote asintió y le dio su bendición a la lejanía al coronel —Deseo que pueda abrir los ojos, su destino está más unido a aquellas a quienes tanto detesta de lo que piensa.
Después se dio la media vuelta y para entonces sus hermanos de la orden ya estaban alejándose de la plaza.
Ranma miró al sacerdote unos momentos más y luego alzó su vista tras su espalda hacia el campanario. No, no era el metal reluciente en la punta del templo lo que veía, era al hombre asomado desde el balcón superior. El obispo.
Me pregunté si alguien, además de nosotras, el coronel y sus hombres había sido capaz de escuchar las palabras del viejo sacerdote.
Abogando siempre por ambos bandos, rogando por terminar esta batalla.
Estaba tan absorta en la escena que no me di cuenta cuando un jovencito de ojos hundidos y figura esquelética se acercó hasta nosotras. Vestido como los acólitos de la orden nos entregó una bolsa de yute con fruta dentro —Su eminencia les pide que se marchen, corren peligro.
El chico nos ofreció además una sonrisa tímida y luego salió corriendo de regreso con el resto de sus hermanos de cofradía que al igual que él habían repartido estos obsequios a más gente.
Tanto Ukyo como yo parpadeamos perplejas por el gesto, no era la primera vez que alguno de los sacerdotes de la orden se mostraba atento con nosotras pero era la primera vez que alguno nos advertía del peligro.
—Guarda la bolsa —le dije a Ukyo nerviosa de que el coronel o alguno de sus hombres o el obispo mismo hubiera visto a quienes los acólitos favorecían con los obsequios.
Eran una ayuda pero también a veces clavaban en nuestras espaldas un blanco, volviéndonos un centro de atención para cualquiera que sospechara.
—Tal vez sea mejor idea regresar a la posada —expuso Ukyo cuando escuchamos el marchar de los soldados encabezados por el coronel mientras bajaban por las escaleras.
—Carajo —gruñí en voz baja —la posada está al otro lado de la plaza.
—¿Y si estiras el tiempo?
Contemple al obispo, quien seguía mirando la plaza fuera del templo con atención.
—Es demasiado arriesgado.
Miré sobre mi hombro, al otro lado de la calle había algunas tiendas de comida ambulante.
—Será mejor comer algo para justificar porque no estamos en la posada.
—¿Qué hacemos con esto? —alzó tras su espalda la bolsa con fruta.
—Puedo compensar a la joven de las esmeraldas —sonreí tomando de sus manos el pesado regalo y abriendo la ventana cercana a nosotras para colocarla en el mueble más próximo —esto es igual de valioso que lo que yo le he quitado.
Ukyo asintió —más valioso, creo —después entrelazó su brazo con el mío y nos dirigimos al puesto de pescado frito más próximo.
—¿No se te ha ocurrido enviar un mensaje a lady Hinako? —preguntó mi hermana luego de que tomáramos las tablas de madera pulida con el pescado frito y un poco de arroz para acompañar.
No respondí nada hasta que conseguimos sentarnos en un lugar alrededor de la fuente para poder comer —sería una tontería molestarla por la propuesta absurda de Herb. Tiene una maldición.
—Sí, la vi. ¿Pero quien..?
—Una bruja conjuradora —me adelante a responder.
La marca que semejaba ser una quemadura tenía la forma de la luna. Una maldición por algún daño a una bruja. No podía ayudarlo, ni aunque lo quisiera de todos modos, porque de hacerlo la maldición me castigaría a mí por entrometerme.
—Debiste decirle la razón por la cual no puedes intervenir.
Me llevé a la boca un trozo del pescado caliente, las especies picantes estallaron en mi lengua.
—¿Tú crees que lo iba a entender? Dudo que sea consciente de lo que carga. Piensa que es una quemadura de su reliquia.
—Si, pero ¿por qué piensa eso? Recuérdame que hace la olla de la conservación.
—Los Musk solo se han apareado con mujeres creadas en el estanque que se encuentra desde hace siglos en su territorio. Uno de los tantos que existen por las aguas de Jusenkyo. La olla de la conservación fija la maldición que adquieren esas falsas mujeres.
Me metí otro trozo de alimento a la boca. Pensando en las palabras del heredero.
—Se apiadó de nosotras cuando le dijiste que yo huía de un compromiso —hablé sin dejar de tomar con los dedos un poco de arroz y más pescado frito —lo que me hace pensar que es sin duda un mal que él sufre.
—Un compromiso es algo usual para un heredero de cualquier clan.
—Sí, pero… a lo mejor nuestro príncipe en cuestión se sentía intimidado. ¿No escuchaste sus pensamientos?
Ukyo negó —tiene su mente blindada.
—Eso imaginé.
—¿Dices que a lo mejor era mucha responsabilidad para un tímido príncipe cumplir con su deber como hombre casado?
Suspiré —Lo sé, lo sé, suena estúpido. Pero esa clase de temas no son tan comunes de hablar entre los humanos.
—Los Musk no son humanos, son bestias.
Comí otro poco.
—Son mitad bestias —asentí masticando, recordando que justo fue lo que dijo el heredero que una bestia lo había lastimado con la olla. Trague cerrando los ojos por ser tan tonta antes —El infeliz se trató de crear una mujer a escondidas para practicar su hombría, pero no hizo uso de una bestia como dijo. Seguramente tuvo la mala suerte de toparse con una metamorfa de luna menguante.
Ukyo abrió mucho los ojos cuando me incliné hacia ella esperando su reacción a mi hipótesis.
—Pobre chica.
—Pobre príncipe idiota.
—¿Y entonces puedes intervenir? De algún modo tendremos que obtener la información del lugar donde se encuentre el Kinjakan.
—No sé si creer que sepa como obtenerlo. Así como tampoco nos contó la verdad de su marca.
—A lo mejor no sabe que se trataba de una bruja.
Tomé otro poco de la comida —a lo mejor, pero omitió la parte donde explicaba los motivos por los cuales una bestia le quemó el pecho.
Ukyo apretó mi mano un par de segundos antes de que doblara la esquina el coronel Ranma y cuando lo vi sentí una alegría que hacía mucho no experimentaba. Supe que algo estaba mal y me concentré en el restante de mi plato.
—Damas —saludó cortésmente el coronel cuando se detuvo frente a nosotras —me disculpo por haber tardado en buscarlas. Esperaba… —miró nuestros platos casi vacíos —lamento haber tardado.
Incliné la cabeza con cortesía —sabíamos que tendría mejores y más importantes cosas que hacer, supuse que olvidaría nuestro encuentro.
El coronel se colocó sobre una rodilla para estar a nuestra altura y no fui consciente del jadeo sorpresivo que escapó de mis labios hasta que vi la sonrisa satisfecha del hombre frente a mí.
—¿Puedo probar un poco? —preguntó señalando mis dedos que todavía sujetaban algo de pescado y arroz.
Mi respiración se aceleró y escuché el ritmo alegre del corazón del coronel. Una melodía que jamás antes había escuchado.
Like anyone would be,
I am flattered by your fascination with me…
Like any hot blooded woman
I have simply wanted an object to crave.
But you, you're not allowed, you're univited.
—Sí —respondí con la respiración entre cortada, la sangre bombeando dentro de mis venas, extasiada, mirando su boca y su piel, sus ojos y el azul infinito en ellos.
Extendí mi mano y cuidadosamente, muy cuidadosamente, dejé que la comida se deslizara de mis yemas a su boca. El coronel no dejó de mirarme a los ojos, no dejó que el contacto se rompiera ante la íntima y pecaminosa solicitud. Esto era lo más cerca que había estado de un humano. No físicamente sino… algo más. Algo extraño. Algo profano.
El coronel comenzó a masticar, limpiándose la grasa que había quedado en sus labios con la punta de la lengua y no pude evitar que un gemido suave se escuchara desde mi pecho.
El tiempo se detuvo de nuevo. Pero no por mi causa.
—Eligieron el mejor establecimiento de pescado de la villa —comentó alegre y volvió a ponerse de pie ofreciéndome una mano —¿Volvemos a la posada para hablar?
Ukyo se puso en pie de un salto —Yo quería ir a explorar un poco más —me miró alegre, supuse que esperaba aprovechara la más que evidente atracción mutua entre el coronel y yo —¿Te parece bien si nos vemos en la noche Akane?
Asentí tontamente y dejé que mi hermana me dejará a solas con el coronel porque sabía que ella había escuchado algo en su mente, lo mismo que yo había escuchado en su corazón.
Así que deslicé mi mano por la suya y dejé que me guiara hasta la posada cuando nos quedamos solos.
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La gente de la villa no solo lo admiraba, se veía el cariño y la gratitud que le profesaban.
—Bienaventurado sea coronel —dijo una señora tras un puesto de granos y semillas cuando pasamos entramos a la plaza cercana al templo.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando la sombra del edificio santo me cubrió en nuestro andar.
—Toma —dijo el coronel Ranma conforme envolvía mis hombros con su capa —está refrescando ya y… solo toma.
Incliné mi nariz hasta el cuello de la prenda, olía a bosque, té verde y al calor de la fragua, el aroma del cuero desgastado y la madera quemada.
—Gracias —respondí llenándome los pulmones del aroma.
El coronel inclinó su rostro pero su corazón retumbó más fuerte, más rápido. Me sentí poderosa de ser la causa.
Seguimos andando, algunos niños se acercaron corriendo al coronel para preguntarle sobre sus últimas hazañas, la famosa e infame cacería de mis hermanas.
La tristeza me llenó al ver la emoción de las pequeñas sabandijas por oír como eran capturadas y enjuiciadas las de mi clase. Los monstruos potenciales en los que se convertirían algún día. Yo les daría su merecido para entonces, yo les demostraría la crueldad, sería la causa de su sufrimiento.
—Akane —escuché mi nombre en la boca de Ranma, quien tenía extendido hacia mí un pequeño ramo de flores.
Una niñita con un canasto estaba al lado del coronel, repleto de esos mismos ramos.
Negué con la cabeza —no puedo aceptarlo, no quiero que piense…
Que importaba lo que pensara, yo no estaba realmente comprometida y deseaba enredarme en su cadera y montarlo hasta el amanecer. Aunque una cosa era desear y otra muy distinta hacerlo realidad.
—Es un obsequio de bienvenida —acercó más el ramo —por un mejor mañana.
Sí, yo también quería un mejor mañana. Uno donde las mías no tuvieran miedo de ser ellas mismas.
—Esta bien —tomé el ramo con cierto recelo inevitable, una vieja costumbre de no confiar en extraños y mucho menos en un soldado del templo. El coronel le dio una moneda de plata a la chiquilla quien hizo una reverencia ante el soldado y continuo su camino tal como nosotros.
—No quiero que piense que estoy aprovechándome de su situación —explicó el coronel señalando descuidado el ramo entre mis manos.
—No es lo que creía, en todo caso yo soy quien no espera que usted crea que yo me aprovecho de mi situación.
El coronel asintió una vez —dígame ¿sus padres fueron quienes concretaron el matrimonio con ese hombre de quien huye?
—Mi abuelo.
A veces imaginaba tener un anciano amargado como pariente, en un escenario donde me encontraba sola y desamparada ante las demandas del viejo que intentaba sacar una ventaja de su única familia sobreviviente por desgraciada de alguna guerra.
Era algo usual, la esperada continuidad de un linaje.
Para las brujas no era así, vivíamos tanto como quisiéramos que tener herederos no era nunca una prioridad. Algunas tenían hijas, todas hembras, pero solo por deseo de tenerlas.
Porque en general ser bruja era desear serlo, aunque fuera de nacimiento.
Cuando una se había cansado de la eternidad la bruja que había decidido morir ofrecía sus dones al aquelarre, mismos que eran recolectados del cuerpo de la mujer y dejados al azar entre las más jóvenes para que encontraran una nueva dueña; alguna bruja novata capaz de soportarlos.
La bruja, una vez que vaciaba sus dones de su cuerpo, moría en paz. Rodeada de sus hermanas. Arrullada por los cánticos de estas. Una despedida, una promesa de encontrarnos en otra vida.
Todo fin es un principio.
—Tú prometido debe ser un noble entonces.
—Sí. Aunque preferiría no explicar mucho más. Por favor.
El coronel detuvo su andar y alzó mi mentón suavemente con sus dedos —¿Por qué no lo denunciaste a tu templo?
Exhale pesadamente —¿Crees que un obispo haría caso a las palabras de una mujer sola? Porque eso es lo que soy sin el respaldo de mi abuelo.
—¿Y huir es mejor que intentarlo? Sabes lo que terminarás siendo si no lo denuncias.
Alcé un hombro indiferente, alejando mis ojos de los suyos, contemplando la plaza que dejábamos atrás camino a la posada.
—Vender mi cuerpo al menos sería mi decisión.
Sentí como mis palabras lo habían disgustado.
—No lo voy a permitir, te he ofrecido mi protección.
—Pues no la quiero —di un paso hacia atrás, en algún momento nos habíamos acercado tanto que fui capaz de percibir el calor de su piel demasiado cerca.
Me sujetó de los hombros —Akane no seas necia.
Me mantuve cauta, analizando la posibilidad de hacer mi deber. Los dos estábamos alejados de la gente, en una calle solitaria. Nadie nos ponía atención, nadie nos veía realmente ahora. Si deslizaba mi mano por debajo de la capa podía arrancarle el corazón mientras lo besaba para que confiara en mí.
Sería fácil, sería fácil y simple y acabaría con su sufrimiento y el mío.
Pero entonces Ranma se apartó con una brusca inhalación, pasándose las manos por el cabello y los mechones sueltos de su trenza acariciando la piel de sus manos.
—Discúlpame, no quería ser tan invasor pero no puedo permitir que tengas ese destino.
—¿Por qué?
Un dolor lacerante en sus ojos azules me analizó cuando dirigió su mirada hacia mí —porque no soportaría saber que hombres indecentes acarician tu piel a cambio de unas cuantas monedas para sobrevivir. Sería indigno para un espíritu como el tuyo.
Ocurrió sin que fuera consciente.
Mis labios encontraron los labios del coronel. Aquellos labios y aquellas palabras de sufrimiento me habían atraído como el polen a las abejas.
Su boca era generosa, su lengua gentil. Sus manos respetuosas permanecieron sobre mi cintura y yo lo deseé aún más. Escuchaba el latir en su pecho, boom, boom, boom. La melodía hermosa, la canción de deseo.
Mis dedos se amoldaron al contorno de su rostro, la piel tibia… ¡ah! Deseaba sentir esa tibieza entre mis muslos y esos labios succionando mi centro como lo hacían con mi boca.
Entonces una risita infantil y luego otras más a juego nos obligaron a romper el hechizo. Un grupo de niños pequeños pasó corriendo entre ambos.
—Lo siento mucho Akane, lo siento mucho —se disculpó con el rostro enrojecido y la boca hinchada y el cabello alborotado y la respiración agitada —no ha sido noble de mi parte…
Coloqué un dedo sobre su boca para callarlo, con una sonrisa de lado cuando se atrevió al fin a mirarme.
—He sido yo quien te ha besado. Pero lo he disfrutado, no te pido que me perdones.
Ranma jadeo y luego suspiró y la sangre bajo mi piel rugió furiosa.
—Será mejor que te acompañe hasta la posada y tal vez mañana pueda convencerte de ir con el obispo.
Puse los ojos en blanco —Tal vez mañana tenga otra oportunidad de hacerte entender que pierdes tu tiempo.
Con la voz ligera y soñadora respondió —Tal vez te deje ganar mañana y así tenga el pretexto de volverte a ver después.
Se colocó casi a mi lado, agachándose un poco para recoger el ramo de flores que había dejado caer de las mías en aquel beso urgente y luego de devolvérmelo me ofreció su brazo para continuar rumbo a nuestro destino.
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Donde la luz del atardecer debería iluminar las calles eran las nubes grises las que coronaban el cielo.
—La villa está más viva en primavera —explicó Ranma.
La gente ya había comenzado a buscar refugio a causa de las primeras gotas de una lluvia de Otoño. Y yo hice algo similar recargando mi cuerpo sobre el brazo que aferraba del coronel.
—¿Todavía tienes frío? —susurró sin mirarme.
—Solo lo normal.
—Podemos cenar algo en la taberna, la comida ahí es decente y esta bien servida. No tan maravillosa como las delicias del pescado frito con arroz —rió por lo bajo por lo acontecido entre ambos y mi plato de antojito —pero es buena.
—Sí, esta bien. Muero de hambre —ronroneé lo más cercano a su oído y fui testigo de cómo su piel se erizó por mi aliento.
Su manzana de Adán se movió cuando tragó saliva. Yo estaba tan ocupada admirando cada diminuto detalle que no percibí a tiempo las palmas abiertas frente a mis hombros antes de que estas golpearan mi cuerpo para empujarlo hacia abajo.
Caí de espaldas sobre las rocas como un costal de papas.
—Te di 24 horas pero no te veo preocupada deliberando mi ofrecimiento sino jugando a la amante del coronel —la voz de Herb se clavó en mi sien como el peso de su cuerpo sobre el mío.
Mi preocupación recayó no en zafarme al príncipe de encima sino en lo que sucedía en ese instante con el coronel. Escuché espadas chocando y gruñidos bajos mezclados con los jadeos de una lucha.
—Dos contra uno no parece justo —dije al heredero al comprender que en su emboscada había puesto a sus compinches a pelear contra Ranma para distraerlo.
—Es más que justo cuando ese único soldado galante es nada más y nada menos que el famoso coronel Ranma Kotaro. ¿Sabes que él se dedica a matar a las de tu clase? Las coloca en piras de madera bendita cubierta de sangre purificada de bruja y luego les prende fuego cuando se niegan a la salvación de su Dios Celestial.
—Suéltame o pierdes la oportunidad de tu propia salvación —dije empujando con más fuerza el pesado cuerpo pero era inútil, se sentía como una lápida de rocas encima de mi pecho. El peso de un dragón, comprendí.
—Te va a traicionar tu débil corazoncito enamorado cuando descubra lo que eres. A ti, —apretó la punta de mi nariz con su índice —a ti él nació para odiarte —se burló cruelmente.
La verdad es que me sentí impresionada del actuar del heredero. Su desesperación a mi evidente negativa lo había llevado al camino de desenmascararse para darme una especie de lección o un ultimátum.
—Suéltala, en nombre del único Dios en las alturas suéltala o sufre de las consecuencias —gritó Ranma sin detenerse de su lucha con los dos secuaces guerreros de la dinastía Musk revoloteando a su alrededor.
Yo exhalé aire y al hacerlo provoqué que cayera más el peso de Herb sobre mí —Tú cobardía te llevó hasta este punto, —dije con dificultad y él me observó curioso —si hubieras afrontado tu compromiso como un hombre, como un guerrero, como un príncipe, no tendrías esa maldición en tu pecho y no tendrías miedo al agua fría —acerqué más mis labios a su oído —Sé lo que eres, maldito de Jusenkyo.
Herb gruñó como respuesta y clavó en mi abdomen la punta de una lanza que no había notado antes —entonces muérete bruja, ya encontraré a una más lista que tú.
La sangre que le escupí en la cara fue una reacción de la herida que acababa de provocarme. Y el dolor frío fue por la lluvia que cayó encima de mi desvalido cuerpo cuando se apartó asqueado.
Herb se había ido en cuanto volví a parpadear y los brazos del coronel eran los que sujetaban mi laxa figura conforme me cargaba con tanta facilidad del suelo.
—Te pondrás bien.
Una repentina ráfaga de aire cortándose me hizo estirar el cuello hacia atrás, encima de mi cabeza ví a Ukyo rompiendo la distancia con su rapidez sobre natural.
—¿Quién ha sido? ¿Quién te ha lastimado? —su desesperación eran preguntas a gritos mientras trataba de arrancarme de los brazos de un muy asombrado coronel en cuanto la vio aparecer como un fantasma a su lado.
Cuando el tiempo se detuvo al momento que chasqueé mis dedos vi el horror en el hombre que había besado con tanta dulzura minutos atrás. Vi su odio y su asombro, su incredulidad, su miedo y su tristeza.
—Lo siento —murmuré con la boca enrojecida por mi sangre antes de permitir que Ukyo me arrancara sin reparos de los brazos de Ranma —Lo siento.
En verdad, en mis cientos de años de existencia, era la primera vez que me dolía romper la melodía de un corazón enamorado.
Y cuando el tiempo regresó a la normalidad yo ya estaba lo suficientemente lejos del coronel y del calor de su cuerpo como para no derramar una lágrima de arrepentimiento.
Hello mis guapos lectores! El próximo capítulo ya es el final pero hay un epílogo así que no se me preocupen.
Espero que las cosas, con esta actualización, comiencen a quedar un poco más claras. Por si había dudas estas actualizaciones desde el POV de Akane es lo que sucedió 200 años en el pasado, contra lo contado desde el POV de Ranma que es en el presente. Solo para aclarar.
Mil, mil, mil, mil gracias por leer y seguir este relato.
Vero . Guti: Es un pequeñito dolor por un bien mayor jejeje me da mucha felicidad que te esté gustando.
BereNeST: Mmm… interesante, interesante. Casi cerca pero no, ese sería el escenario más lógico y esta vez no quería jugar con la trama lógica * sonrisa malvada * Aunque Akane si está a cargo de un aquelarre, es lo que le cuenta a Gosunkugi al inicio del capítulo anterior cuando este la enfrenta diciéndole que ahora entiende que hay un aquelarre en ese edificio. Es el aquelarre de Akane.
Sary Topai: Millones de gracias! Sentí muy lindo tus palabras. Me honra que estés dándole una oportunidad al mini fic y que además te esté gustando.
Benani0125: Jajajaja bueno es que Akane y él son destino, en cualquier realidad y cualquier trama. Les guste o no a ellos la idea ¿no?
strix0702: Je pues más bien lo que escribo últimamente ya no es del agrado de muchos, cada historia nueva o capitulo que subo tengo menos lectores siempre. Que es lo sano, en gustos se rompen géneros y nadie esta obligado a que le guste lo que no. Por eso estaba muy segura que este fic no lo iba a leer salvo una o dos personas, pero igual tenía que sacármelo de la cabeza jaja. Te mando abrazos enormes!
Pauvishana: Mil gracias hermosa! significa mucho para mi * sonrisa enorme *
Abrazos ultra gorditos a todos!
