Capítulo 2: "Secretos"
-¿Kagome?
La joven volteó bajando la vista. El anciano vestido con su traje de sacerdote y la escoba entre sus manos lucía bastante mejor. Ella lo miró quietamente, aunque sentía que el dolor se acrecentaba cada vez al intentar recordar, no podía dejar de pensar que había cosas de las cuales ahora sentía curiosidad.
-Abuelo...
-¿Qué sucede Kagome?- Preguntó intrigado.
-Yo... – Calló sintiendo que el corazón latía con fuerza-... me ha sucedido algo muy raro abuelo...
El anciano arrugó el ceño mirándola con algo de inquietud.
-¿Sí?
Ella alzó nuevamente la vista al cielo ya casi oscuro, dejando entrever algunas estrellas en lo alto. El viento sopló con algo de fuerza, ninguno de los dos movió un solo músculo, a pesar de lo gélido que el ambiente estaba.
-Me he encontrado con alguien... y sólo en el momento que la vi... pude recordar quien era... - Murmuró al fin, bajando el rostro hacia el hombre. El abuelo abrió los ojos inmensamente y tragó saliva con algo de dificultad.- ¿porqué?... ¿porqué de pronto... tengo la sensación... que algo extraño sucede?
-Oh! No hables boberías pequeña - Respondió el hombre intentando retomar la postura.- Mejor será que entres a la casa, esta helando demasiado.
Ella lo vio voltear y dirigirse hacia la casa, unos instantes mas tarde lo siguió, pero convencida que si no obtenía una respuesta satisfactoria de él, sería entonces de su madre.
La cabeza le dolía enormemente, pero los recuerdos llegaban de pronto a su mente, aquella muchacha en cada etapa de su vida aparecía. La conocía, habían sido amigas desde la infancia ¿y porqué sólo ahora lo recordaba?
Las respuestas que intentó buscar en su madre fueron en vano. Derrotada creyó que estaba volviéndose loca. Era inútil dormir con tanta intriga ahora, tenía la sensación de haber estado dormida y que aún no despertaba del todo. Se volteó varias veces en la cama y a pesar de que era de madrugada finalmente decidió levantarse a beber un poco de agua y tal vez disipar en algo la angustia que sentía y que estaba dañando su corazón. Con los pies desnudos avanzó apenas tocando los maderos del limpio suelo de su alcoba, avanzando poco a poco hasta el pasillo. Bajó las escaleras sintiendo escalofríos, la noche estaba demasiado helada pero en nada le extrañaba, ya era otoño y faltaba muy poco tal vez para la primera nevada de la temporada. Al estar ya al pie de la escalera notó que la luz en la cocina estaba encendida y que de no haber puesto extrema atención, como cuando tenía que ponerla al escuchar la nota del piano de profesor y luego entonarla ella, se dio cuenta que los murmullos del viento de allá afuera se mezclaban con otros susurros que parecían guturales y humanos. Arrugó el ceño y siguió avanzando esta vez más lento, quedándose quieta antes de llegar a la cocina, tras la puerta. Ahora escuchaba apenas audible a su propia madre y al abuelo.
-Deberías contarle lo que le sucedió, no es justo que Kagome viva sin saber...
-No papá!- Lo interrumpió ella casi con descontrol. La mujer miró al anciano que la observaba asombrado y entonces ella se sentó pesadamente en la mesa.- No debe saberlo ¿para qué?... sabes que es muy sensible...
El anciano se quedó callado y luego de unos segundos suspiró derrotado.
-Pero... no es justo... algún día lo sabrá...
-Por eso no quería que volviéramos!- Reprochó la mujer mirándolo estaba vez adolorida.
-Puedes volver si quieres... - Murmuró el anciano esquivando su mirada triste-... pero aún así creo que estas siendo egoísta al no revelar a mi nieta lo que sucedió en aquel accidente...
-Déjela así... no quiero verla sufrir... deje las cosas como estan...
Kagome sintió que su corazón se paralizaba por momentos, estaba allí, de pie, escuchando aquella conversación tan extraña ¿qué estaba sucediendo?... ¿le estaba siendo ocultado algo?... ¿pero qué? Sin saber cómo avanzó hasta el lugar y fue el abuelo quien primero la vio, abriendo la boca y mirándola con inusitada sorpresa, luego su madre la vio y se levantó de un brinco de la silla, arrugando el ceño algo enojada y también asustada, pero Kagome parecía demasiado tranquila, aunque eso no era de extrañarse.
-Kagome... - Musitó la mujer.- Estabas escuchando...
-Fue casualidad mamá... - Respondió y los miró a ambos alternadamente- ¿porqué me ocultan las cosas?
-Oh, cariño... - Respondió la mujer avanzando hacia ella y abrazándola con fuerza. Kagome miró impasible al abuelo que esquivaba su mirar-... es que son cosas... muy fuertes...
-¿Te refieres al accidente que tuve?- Preguntó como si nada, la mujer se irguió y la miró asintiendo apenas con la cabeza- No recuerdo mucho de eso... dijiste que... me atropellaron¿no? Allá en Kurama...
Su madre dio una leve mirada al abuelo y luego a Kagome.
-Claro... - Musitó.
Kagome volteó el rostro para observar al abuelo que se sentaba pesadamente en la misma silla en que segundos antes había estado su hija, suspiró nuevamente y levantó el rostro al sentirse observado por su nieta.
-Pero entonces... ¿qué es lo que no debo saber?
Un silencio profundo y casi sepulcral se hizo en la habitación, los dos mayores bajaron la vista sin saber enfrentar la verdad o no, la joven esperó pacientemente y luego de unos segundos esperando una respuesta se asustó más aún.
-Mamá!- La llamó al ver que la mujer intentaba salir de la habitación.
-Anda hija, díselo... no puedes ocultarle eso... - Dijo de pronto el abuelo. Al sentirse acorralada su madre supo que no tenía escapatoria. Los ojos de Kagome estaban casi fijos en los suyos, esperando ansiosamente esta vez una respuesta.
-Bueno yo... no quise que lo supieras... sólo fue para protegerte... - Murmuró al fin y entonces el abuelo esperó expectante, aunque no tanto como la muchacha que seguía atenta cada palabra de la mujer.-... eres muy sensible pequeña... y... bueno... no quería que te torturaras al saber que...- Se silenció un momento y Kagome movió la cabeza exasperada.
-Qué?... Qué cosa?- Gimió angustiada.
-Es que estuviste muy grave... al borde de la muerte... estuviste en coma una semana... y es por eso que olvidaste algunas cosas...
-¿Qué?... ¿En coma!- Gimió horrorizada, nunca pensó que aquel accidente había sido tan grave, nadie se lo había revelado, aunque era cierto, tampoco recordaba mucho de aquel acontecimiento...
El abuelo volvió a suspirar derrotado y moviendo la cabeza negativamente se levantó de su silla mirando de reojo a la madre de Kagome, que se mordió el labio sin decirle nada. Cuando ambas se encontraron solas Kagome que permanecía con la vista fija en el suelo, al fin la levantó y miró a su madre contrariada.
-Pero... ¿me ocultaste eso?... ¿Porqué?...- Preguntó sin entender.
-Eres una niña muy sensible... no quería que te atormentaras con cosas así.
-No entiendo mamá... ¿cómo crees que me iba a traumar con algo así? Todo lo contrario... además, sabía que había sido grave aquel accidente pero... no sabía que había estado en coma... y ¿porqué no me dices lo que no recuerdo?
-No sé que más pueda contarte, salvo de esa amiga tuya... Sango...
-Ella me habló de mas personas... ¿quiénes son?
La mujer desvió la vista haciendo una pequeña mueca.
-De eso no sé más... pero lo mejor será que no te juntes con ella... fue tu amiga la que te llevó a ese paseo y... - Se calló de inmediato sabiendo que había cometido una imprudencia, Kagome entreabrió los labios, contrariada, volvió a arrugar la frente.
-¿Qué?... ¿no habías dicho que había sido en Kurama?... mamá!
Su madre carraspeó incómoda deseando querer terminar de una vez con el interrogatorio, pero sabía que no tenía escapatoria, miró al fin a Kagome que sujetaba uno de sus brazos fuertemente y la observaba confundida.
-Bueno... no... no fue en Kurama... fue en un viaje que realizaste con ella... le dije antes que partieran que te cuidara mucho... pero ella te dejó sola porque andaba tras un joven... tu te perdiste en el bosque... y te asustaste porque se hizo de noche y había tormenta. Le temes a los relámpagos y varios de ellos cayeron sobre los árboles... - Kagome escuchaba atenta el relato y esta vez algunas imágenes volvieron a su mente, de inmediato el dolor en la sien se agudizó tanto como una tortura, pero se vio a si misma en aquella negra noche corriendo desesperada por el bosque mientras la lluvia caía inclemente sobre su cuerpo. Otra vez la angustia del momento se coló en su ser, era como si hubiera retrocedido en el tiempo, se sentía sofocada, cansada y con una profunda tristeza.-... y de pronto llegaste a la carretera, estabas tan aturdida que un vehículo te impactó sin darte tiempo a reaccionar...
-Oh... - Gimió al sentir el choque duro nuevamente de la mole de metal contra su cuerpo y de ahí ya no había más recuerdos. Los ojos se inundaron con lagrimas por unos momentos y finalmente alzó la vista hacia la mujer que esperaba expectante.- Sí... así fue... - Musitó apenas- no debiste ocultarme eso... no debiste... soy fuerte... y estoy viva...
-Por eso no quise contarte de ella... no es una buena amiga, te dejó sola aquella vez, sola en un lugar que no conocías... es mejor que no la veas nuevamente...
Kagome no respondió, sólo podía recordar nuevamente los sucesos olvidados extrañamente y que solo evocaban tristeza infinita, más que dolor...
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Las clases de canto en el conservatorio se realizaron sin inconvenientes, salvo un pequeño detalle, su garganta estaba algo débil. Y como no estarlo, había permanecido gran parte de la noche en pie con el frío aire de otoño colándose en sus huesos sin darse cuenta, pero todo había sucedido por conocer su pasado. Suspiró derrotada cuando Houjo dijo que lo mejor sería que descansara, caminó con lentitud y se sentó en las afueras de las escalinatas del recinto de color marfil con grandes ventanales. El jardín era realmente hermoso y se entretuvo mirando una pequeña libélula posarse sobre un rosal enano, sin flores. Pronto el insecto voló lejos, más allá de los arboles que debido a la estación sus hojas secas caían en silencio y de forma pausada al piso, la voz de una mujer vibró en el aire y Kagome entendió que se trataba de Kagura, aquella primera soprano que era la favorita para representar la opera de apertura en el Art Sphere en un mes más. ¿Cómo había llegado a cantar? Sabía que nunca se había dedicado a eso, hasta después de salir de hospital y, sugerido por su mamá, se inscribió en el conservatorio de Kurama. Recordaba la primera sesión, nerviosa hasta la médula la profesora de música tocó un pequeño silbato y ella tuvo que solfear algunas notas y luego, seguir la entonación de un piano. Jamás había cantado, y de un día para otro se volvió en una imperiosa necesidad.
-Cantar cura el espíritu- Dijo su doctor en el hospital de aquella ciudad, Kouga Koizumi- Alivia el dolor del alma... no debería decirlo, se supone que las cosas que alivian son los analgésicos que debo recetarte... - Sonreía divertido.
La joven se llevó la mano al bolsillo de su chaqueta sin importarle la brisa helada que desordenada sus negros cabello, los trazos eran largos y distinguidos y solo una dirección. Había sido su amiga, y aunque su madre guardaba rencor hacia ella, Kagome no podía sentir lo mismo, si eran amigas entonces debía estar a su lado en el día más importante de su vida. Además la joven se había emocionado de verla... y había cosas muy extrañas aún que sentía no concordaban. Se levantó al fin y luego de sacudirse un poco el polvo de las ropas se dirigió hacia la Avenida Konami 1522.
La casona antigua tenía un amplio jardín decorado con flores blancas y un pequeño altar al final con la joven pareja tomados de las manos mirándose con intensidad mientras el ministro señalaba las ultimas palabras de la ceremonia. Eran pocos los invitados, todos sentados en sillas correctamente ubicadas tras ellos, Kagome que se había detenido en la entrada, caminó con lentitud sin apartar la vista de su amiga, hasta posarse en la ultima corrida de sillas. En el momento en que lo hizo el hombre les dio la bendición y el joven, Miroku, el chico que llevaba aquella inconfundible coleta, le dio un leve beso en los labios a la que ahora era su esposa. Cuando voltearon todos se pusieron de pie y aplaudieron felices a la pareja, los cuales caminaron con lentitud por el pasillo recibiendo los saludos de sus amigos y parientes. Kagome observó sin expresión ahora la escena, ninguno de los rostros que ahora observaba se le hacía conocido, tal vez, aquella vez, habían ido de viajes sólo ellas dos y el joven Miroku lo habían encontrado en el camino... quien sabe... Cuando ambos se detuvieron enfrente de ella, Sango abrió los ojos con sorpresa. Miroku pestañeó sorprendido sin saber si estaba viendo un fantasma o no, sólo cuando la que ahora era su esposa la abrazó con fuerza y murmuraba un gracias una y mil veces, se convenció que aquella joven era de carne y hueso, que estaba viva, y que al parecer, su querida esposa lo sabía.
Un joven de ojos dorados volteó nuevamente al escuchar la voz emocionada de su amiga Sango, vio que abrazaba a una joven con fuerza mientras Miroku tenía el rostro tan pálido como si hubiera visto un fantasma. El joven arrugó el ceño preguntándose de quien podría, sólo su curiosidad se disipó al ver que la novia se erguía y la otra joven también, levantando el rostro lo primero que vio fueron sus labios carnosos y casi rojos, contrastado con la palidez de su cara y todo enmarcado con aquellos inconfundibles y dóciles cabellos negros, esos ojos castaños, inconfundibles, nostálgicos, él los conocía, a aquella muchacha él la conocía. Su corazón se paralizó, entreabrió los labios y creyó que hasta la sangre había dejado de correr en sus venas... era ella, inconfundible... igual... era ella, era Kagome...
Continuará...
