Capítulo 5: "El Benefactor"

Miró a su alrededor y frunció el ceño. La verdad no esperaba estar tan desorientada ¿dónde se suponía que estaba? Caminó un par de pasos hasta llegar a una esquina, la villa en general era bastante elegante, grandes casonas con amplios jardines predominaban en el lugar. Kagome entonces volteó y para su alivio el hombre había salido hasta las afueras de su casa, buscándola. Ella volvió a caminar hasta su lado y lo miró con sorpresa.

-Pero... ¿dónde se supone que estamos?

Inuyasha se pasó la mano por el cabello algo nervioso desviando su mirada interrogativa, luego creyó que tartamudearía, sin embargo la voz salió natural de sus labios.

-En Roppongi Hills.

-¿Qué!- Kagome lo miró sin creer y luego miró a su alrededor. No podía, ser, no podía estar tan lejos del conservatorio de música-... bueno... - Dijo intentando tranquilizarse-... deberías... haberme dejado en un hospital antes que traerme a tu casa... ¿porqué?- Aún no entendía como era que aquel sujeto, que apenas la conocía, la había llevado a su casa, estaban algo lejos del conservatorio, lo más prudente hubiera sido haberla dejado allí... o en el hospital...

-Lo siento... ya te dije que no quería que estuvieras en un frío hospital... no pensé en nada más.- Respondió con seriedad, esta vez mirando directamente a los ojos de la muchacha. Kagome lo observó sin desviar la vista, lo encontraba algo incomprensible, pero... sabía que los ricos tenían formas bastantes extravagantes de pensar. Suspiró y levantó una ceja ya más calmada, pero sin dejar de mirarlo sin expresión.

-Supongo que no me habrás cargado todo el trayecto ¿verdad?

-Tomé un taxi.- Respondió él sin más. Kagome enrojeció, tanta sinceridad la pasmaba.

-Un taxi... - Masculló la chica mirando de reojo la cartera y pensando si tenía el dinero suficiente para irse ahora por el mismo medio. Sabía perfectamente que por aquel lugar residencial los buses no llegaban. Antes que pudiera decir algo vio al hombre levantar el brazo y enseguida un taxi paró a su lado, él habló unos segundos con el conductor y luego abrió la puerta trasera. Kagome se le quedó mirando, impresionada, parecía que sabía lo que pensaba.

-Te llevará hasta tu casa... - Dijo sin más, pero la mirada de aquel hombre era bastante diferente a cuando estaban en la casa, ahora la observaba directo a los ojos, casi, que la hacía sentir incómoda. Luego de titubear no le quedó otra más que entrar al automóvil, él cerró la puerta y ella hizo una pequeña mueca inclinándose hasta la ventana semi abierta.

-Muchas gracias- Dijo sin más. Él asintió con levedad y en segundos el vehículo partió. Se quedó de pie al lado de la calle mirando como se alejaba de él. Aún no podía creer lo que estaba sucediendo, cómo concebir que las cosas estuvieran en ese punto. Le dañaba tanto, pero estaba convencido de una cosa: No sería la última vez que la vería.

&&&&&&&&

El aroma a limón llegaba claramente a su nariz, a pesar de su condición. Ella miró de reojo la taza que humeaba sobre el velador y se preguntaba si realmente aquella medicina casera podría mitigar el dolor de garganta que sentía. Escuchó voces, se sentó sobre la cama, atenta, y los pasos se hicieron más sonoros hasta que la puerta de su habitación fue abierta. La joven levantó las colchas hasta la altura de la barbillla flexionando las rodillas y mirando a la expectativa a sus visitantes. Arrugó el ceño, ladeó el rostro y luego de mirar los ojos azules y serios, casi arrogantes del hombre, miró a su madre que sonreía levemente.

-Doctor... ¿Koizumi?- Preguntó sin creer que su antiguo médico de la ciudad de Kurama se encontrara precisamente ahora en su habitación, junto a su madre. No lo hubiera reconocido sin su delantal blanco pero ahora vestía casi de manera casual, aunque en su mano llevaba su infaltable maletín negro de galeno.

-Vaya... creí que no me conocerías- Sonrió él acercándose hasta la joven y sentándose a su lado, la muchacha lo miró aún impresionada y su madre fue quien respondió a su comprensible inquietud.

-El doctor Kouga Koizumi llamó esta tarde preguntando por tu salud... - Dijo mirando con seriedad a la joven-... y he aprovechado para decirle que tienes gripe...

-¿Vino desde Kurama a... - La joven había abierto impresionada los ojos y miraba al doctor sin creer que él hubiera viajado tanto, por ella.

-No, no Kagome... me trasladaron hace poco al hospital de Tokio... – Respondió él abriendo el maletín y sacando una pequeña paleta de madera que acercó a la boca de la chica-... abre tu boca que quiero ver que tan dañada estan tus admigdalas.

La muchacha miró a su madre como si no creyera en la respuesta del doctor. Había algo en él, siempre lo había sentido. Era su manera demasiado amable para su gusto, también era la forma en que la trataba, y la curiosidad a veces fastidiosa de querer saberlo todo. Sabía que hablaba mucho con su mamá. Y que la señora Higurashi confiaba al cien por ciento en él. Seguía al pie de la letra sus consejos, de él precisamente había sido la idea de que hiciera algo que ocupara su tiempo libre, algo que fuera como una terapia, algo como el canto.

-¿Y?- Preguntó la mujer acercándose hasta la pareja. Kagome cerraba la boca y miraba algo avergonzada al médico. No le era del todo rechazable, lo encontraba bastante guapo. Enrojeció más cuando él notó su mirar y sonrió ampliamente, Kagome de inmediato miró a su madre.

-Ya te dije que me siento mejor.

-Es cierto... sólo hay un leve enrojecimiento... – Se levantó y miró a la señora Higurashi- Le recetaré algunas medicinas... creo que deberá tomar reposo un día más... – Dijo mirando a la mujer y después se volvió hasta la chica-... luego puedes seguir con tus clases... aunque no abuses con el canto... - Sonrió y le guiñó un ojo a la muchacha, que intentaba no tomar muy en cuenta sus actitudes-... Me alegra haber llamado... usted sabe señora Higurashi... cualquier cosa que necesite me llama a este teléfono- Sacó de uno de los bolsillo de su chaqueta un pequeño pedazo de cartulina rectangular en donde con letras impresas color dorado salía su nombre y numero móvil.

-Es usted muy amable- Respondió la mujer algo emocionada.

-Pero la terapia terminó, así que no creo que lo necesite más- Interrumpió Kagome desde la cama. Su madre arrugó el ceño y él volvió a mirarla con una sonrisa.

-Tranquila... estoy seguro que no me necesitarás... como médico, así lo espero.- Respondió y luego salió de la habitación seguido de su madre que no sin antes la miró algo enojada. Minutos más tarde ella volvió a entrar en la habitación y se sentó en la cama.

-No debiste ser tan mal educada con el joven Kouga.

-Es que... se supone que aquella etapa estaba superada, tú misma me lo dijiste mamá...

-Pero él dice que eres su paciente favorita... te estima mucho... no deberías ser tan descortés con alguien al cual le debes casi la vida.- Las palabras se tornaron poco a poco en solemnes y entonces Kagome sintió que la piel se erizaba. Era cierto, él había sido el médico que la había ayudado allá en Kurama, fue la primera persona que vio luego de despertar del accidente, sus consejos habían sido muy válidos, asertivos, pero aún así, le disgustaba saber que su madre confiaba ciegamente en ese hombre... y que sus palabras eran tan sobreprotectoras como las de ella... a veces sentía que habían muchos secretos entre ellos dos... y ahora, con él en la misma ciudad, sentía que estaba siendo doblemente protegida... no, vigilada.

&&&&&&&&

Los rayos de sol se colaban por los amplios ventanales del conservatorio de música y Kagome, aprovechando que todos estaban en la sala principal recibiendo una charla de la ópera que pronto se iba a montar en el teatro Art Sphere, se encontraba sentada sola en el piso recibiendo los rayos como una caricia tranquilizadora sobre su cara.

-La forza del destino... La fuerza del destino... - Murmuró mirando el piano solitario ahora. Escuchaba a lo lejos los primeros solfeos de Kagura, la soprano que interpretaría a Leonora, en la opera y sonrió.

-¿Qué haces sola aquí?- Preguntó su profesor cuando entró a la habitación. Ella suspiró y cerró los ojos.

-No hago absolutamente nada- Respondió con gracia. Escuchó los pasos del joven que se acercaba a su lado y luego notó que tomaba una de sus manos y la instaba a levantarse. Ella abrió los ojos y lo observó algo irritada.- ¿Qué hace?

-Debes ir al salón- Respondió con seriedad y Kagome entonces se levantó del suelo- Ha llegado una comitiva de benefactores, estan viendo los preparativos de la obra.

-Pero... yo no tengo nada que ver con eso... no participo en ella.

-Es igual, todos los que estamos aquí debemos saludar a estas personas... son los ricos quienes nos ayudan en todo esto... además... un benefactor preguntó por ti. – Aún de la mano la llevó casi a rastras hasta el gran salón. Todos conversaban y al parecer la reunión se había convertido en una pequeña velada. Kagome pudo notar que la gran mayoría sostenía una copa de lo que parecía champán.

-Vaya... las cosas que hay que hacer para... - No alcanzó a terminar la frase, porque tan pronto como había aparecido en el salón, notó que un hombre se acercaba a ella. Él tenía la mirada dorada clavada sobre la suya, vestía un muy formal traje sastre negro con camisa blanca y sobre su mano una copa de champan. Cuando estuvo frente a ella venía con una sonrisa que desapareció al instante al ver que su acompañante sostenía de la mano a la joven. Kagome no pudo menos que sonreír, encontraba que era una casualidad el volver a ver de nuevo a aquel hombre tan gentil.- Señor... Taisho... - Saludó casi en broma. Inuyasha se había quedado estático frente a ellos y dio una nueva mirada rápida hacia sus manos aún enlazadas. Houjo lo notó y la soltó de inmediato.

-Buenas tardes.- Saludó al fin Inuyasha sonriendo a medias, casi cínicamente.

-¿Se conocen, verdad?- Preguntó el profesor mirando de reojo y con curiosidad a su alumna. Kagome sólo sonrió pero fue finalmente Inuyasha quien habló.

-Es amiga... de unos amigos...

Ambos se miraron casi de manera cómplice y luego de unos segundos Houjo caminó hacia la mesa de un costado tomando una copa.

-Conque eres un benefactor... - Murmuró Kagome y mirándolo aún divertida. Él aún estaba algo disgustado por haberla visto tomada de la mano de aquel profesor pero no tuvo tiempo de decir nada porque el otro ya estaba a su lado y le daba la copa a la muchacha.

-La verdad es que soy benefactor hace mucho... aunque nunca había venido.- Respondió el joven de ojos dorados dándole un sorbo a su bebida y mirando de igual forma a la joven.

-Sí, Kagura siempre habla de usted.- Respondió Houjo con algo de malicia. Kagome sólo levantó ambas cejas, divertida buscó con sus ojos a la mujer que se encontraba rodeada de otros empresarios, aunque los miraba directo a ellos, y su mirada no le agradó del todo. Ya estaba, iba a seguir teniendo problemas con ella.

-Es que la conozco... un poco... – Sonrió él volteando y mirando a la mujer que le dio una semi sonrisa-... es novia de mi hermano. - Respondió con convicción y entonces Kagome sonrió más.

-Ah, vaya... ya veo...

Houjo se alejó de ellos no sin antes inclinar la cabeza ante Inuyasha en señal de respeto. Kagome dejó la copa de champán casi llena y el hombre se posó a su lado.

-Me alegra volverte a ver.- Dijo sin más. Kagome ladeó el rostro y lo miró, en ese momento, sintió algo extraño, su corazón comenzó a latir algo apresurado y eso la incomodaba, enrojeció y se pasó un mechón tras la oreja, era algo que solía hacer cuando estaba nerviosa.- ¿estas mejor?

-Oh, claro que sí... no fue nada, en todo caso...

Ninguno de los dos volvió a hablar, Kagome dirigió sus ojos hacia el salón, todos conversaban animadamente y de pronto vio que Kagura se acercaba hasta un gran piano quedando la habitación en completo silencio. La voz de su canto comenzó a llenar el lugar y Kagome pudo reconocer la canción, era parte de un fragmento de la opera que iban a representar. Todos estaban tan silenciosos y casi conmovidos, ella era sin dudas una excelente soprano y lo demostraba con creces ahora en entonar algo casi a capella. Cuando finalizó las personas aplaudieron a rabiar y el orgullo y satisfacción en la cara de la mujer era completamente notorio, dio una mirada rápida de desdeño a Kagome pero ésta, como era casi usual, no le importó.

-Es una excelente soprano... - Dijo sin embargo la muchacha y miró al hombre. Ahora que se encontraba cerca suyo llegaba hasta su nariz un delicioso perfume varonil que le evocaba a naturaleza. Inuyasha se acercó casi más a ella, estaban lado a lado, pero sus siluetas casi se rozaban.

-Y.. ¿qué papel interpretarás tu?

Kagome lo miró casi pasmada. ¿Ella?. Sonrió nerviosa y negó rápidamente con la cabeza.

-No, yo no participo, apenas llegué hace unas semanas a este conservatorio... además... soy una novata.

-Me gustaría... escucharte.- Dijo él sin más y Kagome volvió a mirarlo rápidamente. Sus mejillas estaban algo enrojecidas, se sentía inquieta de pronto, como un cosquilleo en el estómago.

-Ah, jajaja... bueno yo... no me gusta cantar para extraños.- La cara de seductor del hombre se ensombreció de pronto, la miró adolorido, frustrado. Se había inclinado hacia ella pero en cuanto escuchó esas palabras volvió a erguirse y tragó con algo de dificultad.

-Entiendo... - Musitó. Extraño, él era un extraño para ella. ¿Qué hacer si él mismo lo deseaba así? Hubiera querido derramar tal vez una lagrima pero se repuso con rapidez. La pequeña recepción estaba llegando a su fin y ya comenzaban a retirarse, un hombre anciano se acercó a ellos y miró al joven historiador.

-¿Te vas ya?

Kagome lo miró y él también lo hizo, luego volvió hacia el hombre y negó.

-Acompañaré a la señorita a su casa.

La joven hubiera querido rechazarle pero de alguna manera no dijo nada, es más, deseaba poder estar un momento más a su lado. Luego de unos minutos en que el cuarto se fue vaciando, ella salió y al rato volvió con su abrigo y una pequeña cartera que cruzaba el pecho, Inuyasha la siguió y ambos salieron a la calle. Para Kagome aquello había sido algo completamente espontaneo, pero no para Inuyasha, su intención era clara desde el principio, no importaba nada ahora, necesitaba recuperarla.

Continuará...