Capitulo 13: "Al calor de la chimenea"

Houjo se acercó con lentitud al ventanal que daba a la sala de expresión corporal. Dentro de ella en donde no había más que grandes espejos en las paredes y algunas colchas en el suelo, el hombre pudo distinguir entre los numerosos jóvenes que se encontraban allí a la que buscaba. El cabello negro y sedoso recogido por completo y solo algunos mechones que se habían soltado caían bajo el cuello. Ella estaba vestida casi igual a las demás, una malla ajustada y zapatos deportivos y sus ojos estaban serios y concentrados en la instructora que mostraba la elongación de la columna, sentada en el suelo. La música clásica inundaba el lugar y él pensó si estaban haciendo lo correcto. Kagome era al fin y al cabo una novata, y la re-inauguración del teatro Art Sphere iba a ser un gran acontecimiento, tanto cultural como social, de las ventas del estreno y su posterior éxito dependían muchas cosas, como luego la directora les había confirmado a todos en una reunión. Estaba la apertura de más conservatorios, conseguir más aportes de nuevos benefactores y por supuesto un fondo de dinero que permitiera otorgar becas al extranjero a alumnos destacados. El joven profesor movió la cabeza al recordar cada una de las cosas que dependían del desempeño de su alumna ¿no sería demasiado pedir? Kagome ni siquiera era capaz de cantar sola en un escenario ¿porqué arriesgarse tanto?

La sala se abrió y las voces de los jóvenes alegres comentando mil cosas lo hizo despertar de su meditación. Él dirigió nuevamente su vista hacia la chica que se miraba en el espejo mientras estiraba sus manos como si quisiera alcanzar una estrella del cielo. Pronto se dio cuenta que estaba sola y que estaba siendo observada y el rubor se tiñó de inmediato en las mejillas. Tomó una toalla y se secó el cuello y caminó con lentitud hasta el hombre.

-¿Sucede algo profesor?

A pesar del corto tiempo que llevaba entrenándose para ser la protagonista, ella había madurado y asumido la situación de una manera formidable. Estaba haciendo cosas que no creyó nunca haría.

-No, sólo observaba... has progresado mucho... - Murmuró con una leve sonrisa. Ella se afirmó en la pared y suspiró.

-He puesto toda mi energía en esto... sé que es muy importante... no sólo para mí... sino para todos... aunque... - Lo miró a los ojos algo atemorizada- No puedo negarle... que esto... me aterra...

Él sonrió, estaba seguro de lo que ella sentía con respecto a la obra.

-¿Cómo haces entonces para darte valor?- Preguntó divertido. Ella soltó el elástico de sus cabellos dejándolos caer con gracia tras su espalda, las pequeñas ondas negras se movían como una cascada llena de vida.

-Porque... me gusta... y la señora Kaede tiene confianza en mi... - Murmuró. Ambos se quedaron en silencio, Houjo la estudió nuevamente. Tal vez su fuerza de voluntad crearía un milagro. Aunque era bastante riesgozo lo que la directora del conservatorio había hecho. Sin contar con el odio de Kagura declarado hacia Kagome. Carraspeó incómodo y centró su vista en ella.

-El señor Taisho estuvo hace un rato en la dirección.

Ella se estremeció por completo, bajó la vista turbada, sentía que temblaba demasiado ahora. Nerviosa pasó un mechón de su pelo tras la oreja y miró a su alrededor evitando mirarlo a la cara.

-¿Sí?- Murmuró como si no le importara, Houjo hizo una mueca.

-Preguntó por ti... otra vez...

Ella no respondió. La verdad es que todo aquel asunto sólo la estaba dañando. Si intentaba pensar más en el accidente, recordar algún detalle, alguna pista, la cabeza comenzaba a doler tanto que le era insoportable. En su casa se empeñaban en no decir nada más y ya el asunto la estaba agotando. Hasta en sueños aparecían los fragmentos de aquella vez, volviéndose en terribles pesadillas. Y su madre, siempre insistiendo que fuera al médico. Ese doctor Koizumi, que parecía querer saber siempre más... Tal vez no sería conveniente buscar más allá... tal vez no había nada más en ello y ella sólo imaginaba cosas ¿podría ser? El caso es que sólo intentaba con las arduas clases que estaba tomando, olvidar la situación... pero Inuyasha Taisho siempre estaba presente de alguna forma... siempre...

Se cruzó la pequeña cartera al cuerpo y anudó la bufanda de color carmín en su cuello. Tenía que abrigarse mucho y protegerse del frío, a menos de una semana del estreno tenía que estar en las mejores condiciones. Cuando salió del edificio notó que el cielo seguía aun gris y caía una lluvia incesante, las calles estaban algo anegadas y suspiró irritada por el mal clima. Miró con tristeza los arboles que poblaban el jardín del conservatorio y a la luz de la oscuridad las formas de aquellas ramas ya negruzcas y sin un ápice de vida le parecieron deprimentes, siniestras.

-Esta acabando... el otoño... - Murmuró con nostalgia. Abrió el paraguas y se dispuso a caminar algo apresurada hasta su casa, aunque lo más probable era que tendría que tomar el autobús, sin embargo de pronto se detuvo y pensó nuevamente en él. Como siempre sucedía ¿porqué tenía la imperiosa necesidad de estar a su lado? Porque tal vez extrañaba lo bien que se sentía estar junto a aquel hombre. Oh, jamás se había sentido tan bien, tan bien... ¿cómo controlar el corazón cuando sentía tantas cosas por él?

Ni siquiera lo supo muy bien, estaba frente al museo, su corazón latió aprisa, miró de reojo hacia el estacionamiento y pudo identificar su automóvil. Seguro debía estar allí aún, las luces de su oficina seguían encendidas, pero pronto se apagaron y ella experimentó una sensación de gran tristeza. ¿Pero qué estaba haciendo ahí, parada junto a la calle mirando el museo bajo la torrencial lluvia y el horroroso frío sin importarle nada?

Kagura y Kikyo la habían seguido esta vez, cuando ella tomó el camino al museo estaban seguras de su propósito.

-Pero se quedó de pie... parece que duda... - Dijo Kikyo esta vez en el asiento de copiloto pues era la soprano la que hacía de conductor.

-Tal vez estan peleados, ya te he dicho que Inuyasha va mucho al conservatorio pero no los he vuelto a ver juntos.- Repicó Kagura apretando más las manos en el manubrio y recordando la humillación que se había llevado cuando la directora del conservatorio les había anunciado a todos que el papel de Leonora lo interpretaría Kagome y no ella. Esta vez tendría que conformarse con el rol de Preziosilla, la segunda voz femenina de la obra.

-Oye... - Murmuró Kikyo y cuando Kagura la miró vio el brillo maligno casi en sus ojos oscuros. - ¿qué es lo más importante para una soprano?

-Qué tonterías... - Murmuró Kagura fastidiada y encogiéndose de hombros-... por supuesto que la voz.

-¿Y que pasa si pierde la voz?... por ejemplo... por un resfriado... – Susurró la mujer teniendo de forma inmediata la atención de su amiga. Kagura levantó ambas cejas y luego miró a Kagome de pie junto a la calle.-... o lo suficiente para no cantar tan bien... la opera sería un fracaso... y ella.. de pura vergüenza.. se tendría que ir... pues todos la culparían...- Finalizó Kikyo.

Kagura sonrió divertida. Qué más daba si la opera fracasaba si la detestaba, así la directora aprendería que nunca había que darle el protagonismo a una novata. Retrocedió el automóvil casi una cuadra y luego acelerando tomó impulso y pasó a toda marcha. Una cascada de agua semi sucia cayó como una enorme ola sobre la muchacha sin tener tiempo siquiera para evitarla. Ambas mujeres se alejaron a toda velocidad dejando a Kagome completamente empapada. Ella se miró furiosa y luego desvió sus ojos hacia el automóvil que ya estaba bastante lejos.

-Arggg... - Refunfuñó en contra de aquel que imaginaba era un conductor distraído. Inuyasha en ese momento salía con su paraguas negro hacia su automóvil y alcanzó divisar cuando la joven era completamente mojada por las aguas de la cuneta de la calle. Corrió hacia ella, Kagome bajó el paraguas que ahora ya no servía para nada.

-Pero Kagome!

Ella pegó un brinco y alzó la vista viendo al hombre tan solo a centímetros de ella mirándola preocupado. Las mejillas se enrojecieron de vergüenza. Sabía que este no era un buen momento, debía lucir horrible, el cabello empapado de agua sucia goteaba por la cara y los mechones se pegaban molestosos a su rostro.

-Yo... yo... - Murmuró quitando nerviosamente un mechón de cabello húmedo de la frente.

-¿Pero cómo puede haber gente así?- Gruñó el hombre desviando la vista hacia el final de la calle pero sin ver rastros del vehículo, como era de suponer. Ella comenzó a temblar, sentía el horrible frío en su cuerpo, intentó mantener tensa su mandíbula pero era demasiado, sentía como si pequeñas agujas le estuvieran clavando el cuerpo. No pudo evitar temblar más fuerte, estaba muy pálida y se estremeció. Inuyasha la miró asustado y de inmediato se sacó el abrigo y lo puso sobre sus hombros, ella quiso rechazarlo, pero fue inútil, el hombre la abrazó por los hombros y con el paraguas la cubrió. Kagome pudo recibir un pequeño calor que agradeció en silencio- Ven... ven a mi casa, esta cerca... podrás cambiarte de ropas...

-No... no quiero... - Murmuró sintiendo vergüenza, pero la verdad no se imaginaba tampoco viajando en el bus a su casa completamente empapada. Y su casa estaba más lejos que la de Inuyasha.

-Vamos... - Murmuró abriéndole la puerta de su vehículo.

La ducha de agua tibia fue un alivio enorme para su cuerpo gélido. Lavó sus cabellos que goteaba solo agua oscura y finalmente se plantó la camisa del hombre color celeste que le llegaba más bajo de los muslos. Al menos la ropa interior no estaba mojada, lo que facilitaría las cosas, ahora casi toda su ropa estaba en la lavadora y en un par de minutos más estaría lista con el proceso final de secado. Cuando salió del baño recién pudo reparar en la habitación masculina. Amplia, de techos altos, la cama ocupaba el centro de ella. Y a través de las ventanas Kagome pudo ver que aún seguía lloviendo. Ella se estremeció al imaginarlo dormir allí, solo. Intentó quitar aquel pensamiento de su mente y amarró la toalla al cabello esperando de esta forma secarlo. Caminó con los pies desnudos y salió a la sala, se percibía un calor tenue, agradable y enseguida notó que la chimenea estaba encendida. Se dirigió hacia ella y se sentó apoyando la espalda en la parte trasera del sofá recibiendo la tibieza del fuego y de pronto se quedó mirando los leños que se consumían por las llamas color dorado que parecían hipnotizarla... dorados...

-Toma... - La voz varonil la hizo dar un brinco, llevándose la mano al corazón sonrió avergonzada y recibió la taza de aromático té de canela en sus manos.

-Gracias... - Murmuró. Posó sus labios en la loza fría y el calor de aquel delicioso líquido calentó aun más su cuerpo. Lo miró luego de reojo, Inuyasha se sentaba a su lado, tomando algo de distancia y mirando muy fijo los leños de la chimenea.

-Espero... - Y nuevamente su voz ronca y varonil la estremeció por completo.-... que no te enfermes...

-No... espero que no... - Murmuró la muchacha fijando también su vista en las llamas de la hoguera. Podía escuchar aun la lluvia repicar sobre el techo de su gran casa.

-He visto lo mucho que ensayas... - Dijo de pronto y entonces ella volteó asombrada el rostro, mirándolo-... lo siento, no pude evitarlo... - Acotó mirándola ahora.

-Bueno... la señora Kaede tiene mucha confianza en mi... – Respondió apenas desviando la mirada-... ha puesto toda su confianza en una novata como yo... debo esforzarme al máximo.

-Sí, la señora Kaede hizo bien en darte el papel principal... – Agregó el joven y ella se ruborizó nuevamente.

-¿Lo crees?- Preguntó mirándolo otra vez. Él sonrió y ella le correspondió.- No debería tener dudas a una semana del estreno.- Acotó burlándose de sí misma.

-No, no deberías... pero esta bien que no seas pretenciosa... estoy seguro que será un éxito, en todo caso.- Aseguró. Ella volvió a mirar los leños como se consumían lentamente mientras le daba un nuevo sorbo a su taza de té. Se estremeció nuevamente al sentir un escalofrío que inundaba su cuerpo. Él la miró y ella también, sonriendo avergonzada, y sin decir nada Inuyasha se acercó más a la muchacha y pasó su mano tras su espalda, acercándola más a él. Kagome bajó la vista de inmediato, sentía que su corazón saldría del pecho, no esperaba esa reacción del hombre y tampoco la suya, vio como los vellos de sus brazos se erizaban al contacto. Era incómodo estar así, semi desnuda a su lado, pero a pesar de las condiciones también era agradable. Intentó tranquilizarse y aflojó la tirantez de su cuerpo, dejando la taza de té sobre el piso y apoyando la cabeza en su hombro. Otra vez un solemne silencio, lo único audible era le crujir de los leños consumiéndose por el fuego y la lluvia aún allá afuera, que parecía nunca terminar. El perfume de su loción llegaba claramente a su nariz y no era tanto por estar a su lado, era por la camisa que llevaba, cerró los ojos y sonrió al acercarse una vez más a él. Tenía deseos de besarlo, pero en esta oportunidad se contendría... ¿era importante acaso el que lo conociera desde antes?.. pues sí, algo.. pero dado que no lo recordaba ¿lo era? Pues no... sólo podía evocar sus momentos de ahora, a su lado y era más que suficiente. Al diablo lo del accidente, ya no podía retroceder en el tiempo... y debería hacer caso a su madre, no buscar lo inexistente.- Será un placer para mí... verte en la opera... no conozco mucho la historia que representaran... - Murmuró de pronto el joven y ella se incorporó un poco para mirarlo a la cara.

-¿No?... vaya... eres un benefactor no tan culto como creía...

Inuyasha rió de buena gana y ella le imitó, de pronto sintió que la estrechaba más contra él, casi, como si la protegiera de algo, lo miró, su rostro estaba tan serio ahora, ella sonrió nuevamente.

-Bueno... no solía ir mucho a la opera... - Murmuró. Deslizó su mano grande por la mandíbula de la chica hasta detrás de la oreja, obligándolo a mirarlo, ella tragó con dificultad y sonrió nuevamente nerviosa.

-¿Pues quieres que te cuente de qué trata?...- Alzó algo más la voz evitando lo que parecía inevitable.- Se llama la "Fuerza del destino"... trata de dos amantes, Leonora y Don Álvaro... que planean fugarse pero... la noche en que iban a hacerlo el padre de Leonora es asesinado por casualidad, por su propio amante... él debe escapar y los hermanos de ella juran vengarze... Leonora decide refugiarse en un convento... pasa el tiempo... y Don Álvaro, escapando de los hermanos de ella, llega al mismo convento. Sus hermanos descubren a Leonora allí y creen que es cómplice aun de Don Álvaro... y la asesinan...

Inuyasha levantó ambas cejas y la miró sorprendido.

-¿Muere?- Preguntó incrédulo y su rostro se tensó por completo. Ella sonrió divertida.

-La mayoría de las operas son tragedias...

Inuyasha apartó la mano del rostro de la joven y recostó la espalda en la parte trasera del sofá. Ella lo miró con detenimiento, a la luz del fuego incluso, él estaba demasiado pálido.

-Supongo que... hay una moraleja... creo que todas estas obras tiene una... - Murmuró apenas. La chica sonrió y se incorporó para posarse en cuclillas frente a él.

-Pues... claro... La fuerza del destino nos dice que hagamos lo que hagamos, evitemos todo lo que podamos, el destino ya esta trazado, y el pago de nuestras culpas deben ser concretadas... como don Álvaro... él sabe que por su culpa ha perdido lo que más quiere... no ha podido salvar su alma... y con el suicidio, se condena al tormento eterno por sus pecados...

Él había abierto sus ojos desmesuradamente, incluso Kagome podía ver el reflejo del fuego en sus ojos dorados. Estaba muy impresionado, sin duda y entonces ella volvió a sonreír.

-Lamento haberte contado la historia completa...

-No importa... esta bien... no hubiera entendido nada de todos modos- Acotó al fin refiriéndose a que las operas son cantadas en italiano y sin poder dejar de asociar la opera con su vida "el pago de nuestras culpas deben ser concretadas"... la fuerza del destino...

-Oye... – Lo llamó de pronto ella y él alzó la vista al fin, Kagome lo observaba esta vez con seriedad y casi sin poder evitarlo más acarició ella el rostro varonil- Veo que la culpa te agobia... ¿no es así?

Aquello lo había sorprendido ¿lo sabía ella?... bueno, era obvio de todas maneras. Cerró los ojos y exhaló un suspiro cansado, ansiaba tanto tener el descanso de su alma, por su culpa y la culpa de su propia sangre... estaba ya muy cansado de todo... si tan solo las cosas fueran diferentes ¿cómo retroceder y cambiar el destino?. Imposible... aquello ya no tenía arreglo. Él alzó una de sus manos y la posó sobre la de ella mirándola con intensidad.

-Quiero que me perdones... - Dijo de pronto con la voz llena de sentimiento y dolor. Había tanto en aquellas simples palabras y sabía que no podía revelarle aun la verdad por completo... no podía... ella lo dejaría, lo odiaría, más que eso tal vez... y sí, tendría que pagar con esa culpa toda su vida... todo por los errores de su padre... y por el suyo...

Kagome sonrió, sin lugar a dudas creyó que se refería al no haberle revelado que la conocía desde antes. Cerró los ojos y suspiró y cuando volvió a abrirlos se acercó más a él y posó sus labios en su frente.

-No debes agobiarte tanto... – Susurró.

Él la observó impasible unos instantes, luego deslizó aquella mano que sostenía la suya tras su nuca y la instó a acercarse más a él. Rozó sus labios como si tuviera miedo de besarlos, Kagome cerró los ojos respirando apenas, sentía el calor de su aliento sobre su rostro y aquello la estaba torturando, abrió nuevamente los ojos y sonrió cuando él ahora la tomaba por la cintura acercándola a cuerpo. Estando él sentado ella se vio obligada a quedar en cuclillas casi sobre él, podía sentir la tensión en ambos cuerpos, aquello era una posición comprometedora, sobre todo estando casi desnuda, pero ahora ya no sentía mas frío, sino que un calor comenzaba a nacerle desde la misma boca del estómago, como el fuego de la chimenea que estaba frente a ellos. Otra vez Inuyasha rozó sus labios, aun dudando de besarlos, pero finalmente lo hizo y para su felicidad ella le correspondió de inmediato. La toalla que estaba en la cabeza de la chica cayó al suelo entonces ella lo abrazó al cuello y él deslizó ambas ambos por su cintura acercándola más, sus labios se buscaban constantemente con movimientos que ya ambos conocían. La lengua del hombre se movió dentro de su boca una y otra vez y ella hizo lo mismo, el tiempo podía detenerse si quisiera y a pesar de la culpa que agobiaba su alma no podía evitar, sentir y reaccionar de la forma que lo hacía al estar junto a Kagome.

-Oh... Kagome... te amo... – Murmuró sin control, ella sonrió mientras el joven posaba sus labios en su mejilla y luego su oreja, descendió lentamente por su cuello, besando y depositando pequeños besos, sus ojos se entreabrieron apenas y vio el pecho de la chica que subía y bajaba agitadamente, los botones de su propia camisa comenzaban a ocultar justo bajo la clavícula. Ella también entreabrió los ojos y esta vez sentía que las manos del hombre se habían deslizado en un movimiento ascendente hasta su talle, más arriba casi en sus primeras costillas, él estaba a la altura de su pecho y luego de unos eternos momentos Inuyasha retomó el control de sus instintos, no podía seguir aunque su cuerpo la clama con desesperación. Exhaló un nuevo suspiro y dejó caer su cabeza sobre los pechos femeninos, no dijo nada y entonces Kagome comprendió que él no quería seguir. Finalmente él levantó el rostro y volvió descender sus manos hasta su cintura obligándola a sentarse. Kagome lo miró ¿porqué llevaba tanta culpa aún a sus espaldas?- Es mejor que te vayas... se hará muy tarde... y mañana tienes clases... - Murmuró sin creer lo que estaba diciendo. Kagome entonces se levantó y sonrió incómoda.

-Mi ropa ya debe estar seca... me vestiré...

Cuando él estacionó el automóvil Kagome no se movió de lugar. Él reposó la cabeza en el asiento y ladeó el rostro para observarla.

-¿Sabes?...- Dijo de pronto ella llamando por completo su atención, Inuyasha se incorporó posando ambas manos en el manubrio, nervioso.- Conocerte... a sido lo mejor de mi vida... a pesar de todo...

Él tragó con dolor y ella sonrió con inocencia, abrió la puerta del auto con el paraguas en sus manos, la lluvia ahora era tan fina que parecía invisible.

-Significa... - Dijo de pronto él y Kagome volteó el rostro para mirarlo- Significa que... ¿me perdonas? - Él sabía que realmente nunca tendría su perdón, pero al menos necesitaba escuchar una ilusión. Kagome volvió a sonreír y se acercó a él depositando un suave y leve beso en sus labios.

-¿Qué crees tu?

Él no respondió y ella entonces se irguió y salió del automóvil. ¿Qué creía él?... que no... lo hecho hecho estaba y la única forma de arreglar todo sería retroceder en el tiempo... Y aquello era imposible...

Continuará...