Aviso: Además de los desajustes históricos y culturales por el bien de esta historia, a partir de este capítulo la historia se torna bastante seria y el drama comienza, con uno que otro desahogo cómico por aquí y allá. No necesariamente tendré descripciones gráficas de temas violentos o sexuales, pero la historia será pesada por el simple hecho de mencionarlos.
Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki.
Chapter 4: Memorias en la nieve.
Invierno de 1863
La primera vez que Tomoe conoce a la sacerdotisa de ojos azules es a principios de invierno, todavía faltan cinco meses para que cumpla los dieciséis años. La ceremonia de su compromiso está pronta a realizarse. Aún no ha caído la primera nevada, pero el frío domina el ambiente y los días se han hecho más cortos.
Durante los últimos días ha habido una especie de tensión en el aire. Más y más enfrentamientos se han suscitado por todo Japón, pero de momento -y contrario a lo que se esperaría- Kyoto permanece en silencio, relativamente a salvo. Mas para una joven enamorada poco importan las cuestiones políticas, y menos interés se tiene en tratar de comprenderlas.
Tomoe siempre ha sido callada, reservada y tímida; por eso está verdaderamente agradecida y contenta con la bendición que su unión con Akira recibió hacía ya casi dos meses. Esa es la razón por la que ahora se encuentre caminando rumbo al santuario -para agradecer a los dioses de su buena fortuna-, ya han subido poco más de la mitad de los peldaños que llevan al Tori, va en compañía de su hermano menor Enishi y la tía Kagome quien los ha acogido desde que su madre muriera tras el nacimiento del menor.
-Hermana, ¿no estás emocionada? -Pregunta Enishi a su lado, un crío de esos que en estos tiempos ya casi no existen, uno que sigue siendo un niño a pesar de faltarle menos de cinco años para la ceremonia que lo coronará con el título de hombre.
-Lo estoy -Asiente la pelinegra con una sencilla sonrisa.
A su lado, su tía se da cuenta del ligero temblor en la postura de la joven, tras años de fungir como su madre es normal que sepa interpretar el corazón de ésta.
-No debes preocuparte, tu unión ha sido bendecida por los dioses -asegura.
-Como era de esperarse de mi hermana. -Declara el niño con orgullo. -Los dioses han concedido tu deseo y Akira sama será tu esposo.
-Eh… -Tomoe vuelve a asentir, aunque esta vez un tanto más insegura.
Incluso si Akira ha confesado estar enamorado de ella, Tomoe ha sido incapaz de expresar sus sentimientos con libertad. Aun no consigue superar su vergüenza, mas sabe que el muchacho que la ha elegido debe entenderla, o al menos eso se dice cada que él sonríe comprensivo ante su silencio.
Enishi se adelanta unos pasos, cuando la tia Kagome se inclina ligeramente sobre si misma y suelta un quejido.
-¿Está bien, honorable tía?
La mujer se ve pálida, y tras un forzoso suspiro consigue hablarle.
-Disculpáme Tomoe chan, parece que el bebé vendrá pronto.
El corazón le salta en alarma. Enishi regresa sobre sus pasos al escucharle, hay pánico en su rostro.
-¿Estás segura?
La mujer asiente una vez, y la joven es capaz de notar el dolor en la expresión de ésta. No hay tiempo para volver a la aldea, ni para bajar los peldaños hasta donde han dejado el coche en el que han venido, sin mencionar que están más cerca del Tori. En ese momento, Tomoe toma una decisión.
-Enishi, corre al santuario, de prisa.
El niño sale corriendo escaleras arriba como alma que lleva el diablo.
…
Desde su llegada al santuario hace casi dos meses -al final del otoño-, Kenshin ha caído en una especie de rutina, la cual consiste en seguir a Kaoru por todo el santuario.
Aquello, hasta cierto punto, era de esperarse. Todavía comparten habitación, con la pantalla separando ambos futones; el chico la acompaña en sus deberes en el templo y la escucha cuando tiene algo que enseñarle o explicarle que él desconozca sobre la religión. Salvo los momentos en los que ella tiene que asistir a alguna de las mikos o al mismo Guji (sacerdote principal) en alguna ceremonia, es fiel a seguirla como una sombra -excepto que es una sombra muy animada que disfruta de sacarla de quicio la mayor parte del tiempo-.
El resto de los presentes parecen haberse acostumbrado a su constante presencia con la aprendiz, e incluso disfrutan de las pequeñas discusiones que tienen de repente. Él critica su falta de habilidad para cocinar, y ella le ataca señalando la patética caligrafía de él.
"Son un par hecho en el cielo", mencionó alguna vez el Guji, sonriendo. A su lado, Yumi asintió con él, ambos han estado vigilando de cerca la interacción de la pareja, atentos a cualquier complicación.
Sin embargo, había un área en la que no discutían, por el contrario, se profesaban mutuo respeto.
-Separa más las piernas -ordenó Kenshin, por delante de Kaoru. La aludida hizo como le dijo.
El arte de la espada.
Desde temprano, el santuario se había vaciado de la mayoría de sus inquilinos, dispuestos a apoyar a sus compañeros de otras prefecturas ahora que la situación de los refugiados se había ligeramente controlado. De entre las aprendices que quedaron, Kaoru era la de mayor rango, la única por tanto que podía decidir cambiar sus horarios en su favor.
-Corrige tu postura. Endereza la espalda, no tanto -Kenshin seguía dando órdenes y Kaoru lo escuchaba.
Fascinado por descubrir que todas las mikos se entrenaban como guerreras, Kenshin se había involucrado en el entrenamiento de su amiga más reciente -por no decir que la única-, y Kaoru, deseosa de aprender el arte de la espada, había sucumbido sin mucha protesta a la ayuda del chico que, sin bien no le enseñaba su propio estilo, se encargaba de corregir las katas de la escuela sintoísta.
-Primera kata -ordenó.
Kaoru adoptó la postura y comenzó la danza.
-Demasiado lenta -sentenció Kenshin, y al instante siguiente se había lanzado a contestar los movimientos de su compañera.
En menos de dos golpes, Kaoru había terminado en el suelo.
Su respiración era irregular, se sostenía por los codos, cara al suelo, sudor resbalando de su frente hasta mojar la superficie de madera.
-Otra vez -pide ella.
El pelirrojo niega con la cabeza.
-Ya ha pasado una hora
-Otra vez -vuelve a interrumpir, esta vez mirando a su compañero directamente a los ojos.
Kenshin pelea de vuelta con su propia mirada, pero la determinación en los zafiros de su compañera es mucho más fuerte y atrayente que sus enseñanzas sobre el dominio del cuerpo. Así que termina asintiendo.
-Muy bien, una última vez
Y al instante es bendecido con la sonrisa de su compañera. Una sonrisa a la que se ha venido acostumbrando en los últimos días, una por la que siente que haría más de una cosa con tal de conseguirla.
Últimamente ha descubierto que decirle 'No' a Kaoru era como decirle 'por favor insiste', y ella insistía.
Kaoru se vuelve a acomodar. Repite la kata y una vez termina se prepara para volver a empezar, esta vez lista para recibir a su compañero.
Kenshin no ataca, únicamente recibe y defiende. Kaoru está empeñada en atacar en la abertura que fue capaz de identificar en el enfrentamiento previo.
-No te distraigas -le ordena.
Mas Kenshin es capaz de ver a través de ella y hacer trastabillar a su compañera. En el último giro, Kenshin adelanta un pie, Kaoru se tropieza y él aprovecha para darle un golpe en la cintura, el cual termina haciéndola caer al suelo.
-Mou, justo cuando creí finalmente tocarte -dice con un puchero, al tiempo en que se soba la baja espalda. Él no la ha golpeado propiamente, sino arrojado con cuidado al suelo, lo que la enoja y la enternece al mismo tiempo.
-Estuviste bastante cerca. -Le sonríe y ella no sabe si está siendo honesto o no-. Aunque no había visto esa última postura
-Es una creación de mi hermano -le informa emocionada, aceptando la mano de él para levantarse.
-¿Koishijiro?
Kaoru asiente, y Kenshin es capaz de ver el sentimiento de cariño bailar en sus orbes azules.
-Mm, vendrá para mediados de invierno, sé que te agradará conocerlo. Es un buen hombre.
-Debe serlo si es como tú. -Dice con sinceridad.
-Los halagos no te llevarán a ningún lado. -Ríe ella.
Incluso si el tiempo que llevan juntos ha sido relativamente poco, ambos lo han compartido en la forma en la que las parejas suelen hacerlo -exprimiendo hasta el último minuto del día-, por lo que es una consecuencia natural el que hayan desarrollado esa camaradería. El samurai quizá no tenga mucho de sí mismo para compartir, pero Kaoru compensa su silencio con su historia propia; y las experiencias que recientemente han compartido se han encargado de formar puentes en su relación.
Que decidan cruzar dichos puentes todavía queda por verse.
Kaoru se remueve incómoda en su hakama de entrenamiento, pero es demasiado temprano para un baño. -Iré a limpiarme -Le informa a su compañero quien asiente.
-Limpiaré la sala.
Kaoru ríe para sí al notar que las orejas todavía se le ponen rojas a Kenshin.
Como una de las tantas cosas que Kenshin desconocía, estaba el rito de purificación. Había tenido que sufrir el bochorno de su ignorancia dos días después tras su llegada, cuando Kaoru le había informado que no podía seguirla a su siguiente rito. El chico desde luego había preguntado por qué no y ella había contestado que realizaría la purificación de su cuerpo.
"Estoy familiarizado con eso", le había dicho él sin realmente entender de lo que se trataba en realidad -Shisho y yo solemos meditar bajo la cascada.
Kaoru había puesto los ojos en blanco.
"No es lo mismo", le había dicho con fuerza, "este es un baño de agua fría"
Él había parpadeado todavía confuso y algo irritado.
"¿Cuál es la diferencia?" El agua de la cascada también estaba fría.
Yumi se había dignado entonces a intervenir para alivio de su compañera, quien no quería tener que ser explícita en su explicación por muy niña que todavía fuera.
"La diferencia Kenshin kun, es que Kaoru dono no vestirá nada más que una delgada y corta yukata blanca cuando el agua fría caiga sobre ella, absolutamente nada más."
Sobra decir que el chico se había puesto de los mil colores.
"Yo – eh – lo siento – quiero decir… veré si puedo ayudar en la cocina"
¿Cómo era que habiendo vivido en Japón -y siendo japonés, además- era ignorante a las tradiciones más antiguas? Se había preguntado Kaoru, aunque supuso que debía ser su sangre mixta, la niña seguía firme en su convicción de que ese cabello rojo -a menos que fuera un oni- era una marca de su parentaje extranjero.
…
Kaoru recién había terminado de purificarse cuando escuchó los gritos de ayuda llegar del recinto.
-¡Ayuda! ¡Alguien – por favor - ¡ayuda!
Kaoru se apresuró a vestirse en una sencilla yukata.
-¿Qué ocurre? -Preguntó tan pronto entró en el recinto principal
Varios chokkas y dos de sus compañeras aprendices se encontraban presentes junto con Kenshin, y había un niño en el centro, cercano a su edad -suposo al menos-, con el rostro palidecido en angustia.
-Kaoru dono, al parecer viene una pequeña comitiva, una mujer está a punto de dar a luz y el santuario es el lugar más cercano -Informó Kago.
El niño saltó todavía alterado.
-¡Mi tía necesita ayuda, mi hermana está con ella!
Ella era la del rango más alto en ausencia de Yumi, se recordó Kaoru a sí misma al notar las miradas de todos en su persona. Internamente asustada, lamentó el que aquel encuentro se diera justo durante el tiempo de peregrinación. Mas se serenó al instante siguiente, avergonzándose de ese asomo de debilidad.
Ella había elegido este camino.
-Kago, ve a buscar al maestro Takani lo más rápido que puedas -Ordenó, y el resto de las palabras fluyeron una tras otra.
Para esto se había entrenado y no era la primera vez que le tocaba presenciar un parto. Si bien no había asistido como tal a ninguno, no era ignorante de lo básico.
-Yuta, prepara la habitación cerca del pozo, que dos chokkas te ayuden
Ante sus órdenes, el tiempo volvía a correr al ritmo en que sus compañeros hacían como les ordenaba. Giró entonces hacia sus compañeras -Hikari, Fuu, encárguense de calentar una olla de agua y preparen algo que la mujer pueda comer para reunir fuerzas, algo ligero. Traigan agua para beber también.
-Kenshin, lleva al gosenkai (auxiliar administrador) contigo -dijo, y luego recordó al niño -por favor guíalo en dirección de tu familiar para que pueda ayudarte a traerla -el chico le miró con los ojos grandes llenos de lágrimas, tenían casi la misma estatura-, y descuida -le aseguró con una sonrisa -todo estará bien.
La sala se vacía y la aprendiz de miko deja salir el aire que sin saber había estado conteniendo. Las manos le tiemblan, pero se asegura de que todo saldrá bien. Los partos suelen durar bastante, por lo que está convencida de que no tendrá que hacer mucho más que procurar alivio a la mujer que está por dar a luz.
…
No tiene certeza de exactamente cuánto tiempo pasa -aunque está segura de que ha sido muy poco- cuando regresa Kenshin en compañía del gosenkai con la mujer embarazada sostenida por ambos; el niño y una joven más van detrás de ellos.
-Por aquí por favor -Informa Yuta, uno de los chokkas.
Acaban de atravesar la engawa cuando agua cae al suelo de entre las faldas de la mujer; la comitiva se queda quieta de pronto, sorprendidos de ver el charco caer sobre la madera.
-Acabo de romper fuente -informa ésta, y se nota el esfuerzo que le resulta el hablar
-Kaoru dono -Es la voz de Kenshin la que la saca del estado de perplejidad en el que se había sumergido.
Respira profundo, se dice; sigue su propio consejo y luego logra dominarse.
-De prisa acomódenla sobre el tatami, Hikari trae toallas limpias, Fuu ¿el agua está lista?
El movimiento se reactiva, manos a la obra, reaccionan todos.
Kenshin no puede evitar mirar con admiración a Kaoru, es un tipo de fuerza que no había presenciado antes y se encuentra completamente conmovido.
-Por favor recuéstese -pide el gosenkai, los demás asisten.
Kago entra entonces en la habitación y Kaoru sonríe antes de saber que lo hace.
-El maestro Takani viene en camino -informa.
Mas ante el gesto de preocupación que hace el chokka, la morena se da cuenta de que algo va mal.
-¿Qué sucede? -Kago niega con la cabeza.
Kaoru agacha la mirada y vuelve a apostar con las opciones en su cabeza. Al final se gira hacia la joven que sigue en la entrada abrazando a su hermano.
-Tu nombre -ordena.
La aludida parpadea sorprendida de ver de repente a la niña, porque es una niña, se da cuenta, apenas unos centímetros más baja que ella.
-Tomoe, Yukishiro Tome -Contesta.
-Tomoe -asiente y luego la lleva hasta donde se encuentra la mujer, -sostenla, vuelvo enseguida -La aludida hace como le dice, Enishi se sienta detrás de ella.
Kaoru no pierde el tiempo y avanza hasta Kago, saliendo al pasillo.
-¿Qué rayos ocurre?
-El maestro Takani está en la villa, pero el acceso de vuelta al santuario está bordeado por ronins
Kaoru maldice. Incluso si el parto normalmente suele durar horas y está segura de que éste en particular apenas empieza, necesita al doctor, no puede hacer esto ella sola, todos los que se encuentran en el santuario en ese momento son aprendices.
Y esos malditos ronin, maldice, es entonces cuando vislumbra la respuesta.
-Kenshin -Le llama con premura, y él se dirige a ella al instante -Necesito tu ayuda.
…
El chico prácticamente vuela rumbo a la aldea. Se ha asegurado de tomar un caballo al salir de los terrenos del santuario, mas cuando entra a la aldea vuelve a hacerlo a pie.
Siguiendo las instrucciones de Kago, Kenshin ubica la choza en la que el doctor da consultas a los granjeros que carecen de ingresos. No se detiene con explicaciones, tan pronto ubica al hombre le dice que hay una emergencia en el santuario y que le explicará en el camino. Ambos salen por el paso por el que el samurai logró evitar el cruce con los ronin.
El resto del camino, el chico se encarga de explicar los detalles, y una vez llegan a la base del santuario comienza la larga subida. Para su fortuna el maestro Takani es un hombre en forma. Apenas y necesita un breve instante para recobrar el aliento a la entrada del Tori.
Kenshin lo guía a la habitación en la que descansa la mujer -esperando estar en tiempo-, mas cuando abre las puertas del shoji, el asombro lo deja clavado en el suelo.
-Kaoru dono…!
Kaoru está ahí, con un bebé bañado en sangre en sus manos y el rostro lleno del más puro terror; el infante llora con vehemencia. Hay un saco sangriento en el suelo que parece una bolsa -hecha de venas y carne-; el resto de los presentes se dividen entre los que ayudan a limpiar, los que se preguntan qué hacer y los que prefieren no estorbar.
-¿Qué se supone que tengo que hacer? -murmura la aprendiza de miko en un susurro que tiene notas de ser un sollozo, tan pronto ve al maestro Takani.
El hombre sonríe acercándose a ella.
-Lo está haciendo todo perfectamente -Le asegura sonriendo satisfecho, hay un deje de orgullo en sus ojos -¿Por qué llora Kaoru dono? Ha hecho un trabajo excelente, ha recibido un bebé por si sola, ni siquiera me necesitó para hacerlo. -Le asegura, y luego, tras lavarse las manos, toma una toalla y retira al bebé de las manos de la aprendiz- Ahora bien, si me permite continuar a partir de aquí.
-Claro, por supuesto -asiente ella, entregándole al bebé.
El doctor comienza a dar nuevas instrucciones. Pero Kenshin es incapaz de escuchar o mirar a nadie más que a Kaoru, quien no ha parado de mirarse las manos.
-¿Kaoru dono?
Su voz consigue sacarla de su estupor, aunque no nota el tono de preocupación en la voz del chico
-Iré a limpiarme -informa ella, pero sigue sin moverse.
-Asegúrese de tomar un té para la impresión -le aconseja el doctor, todavía sonriendo, mientras corta y ata el cordón umbilical, los chokkas ya se han llevado la placenta- es una lástima que kamisama haya dispuesto de usted, sin duda sería una buena doctora -asegura.
A Kaoru se le hace un nudo en la garganta, y el hombre lo nota.
-Himura kun -le llama, hay una orden silenciosa, a pesar de no decir nada más y de ni siquiera mirarle.
Kenshin la entiende.
-Hai -asiente, acercándose a la morena -Vamos.
Y posando delicadamente una mano en la espalda de su compañera, la guía fuera de la habitación rumbo al patio donde se encuentra el pozo de agua.
Kaoru se deja guiar, dejando el alboroto de la sala donde recibió una vida en sus manos. Las manos le tiemblan, las cierra en puños sobre su pecho, en un intento vano de controlarse. Kenshin va justo a su lado. La mano con la que la guía por la espalda apenas y roza la tela de la yukata de su compañera, pero Kaoru siente el roce como un susurro de electricidad que la mantiene fija al suelo.
Kaoru se detiene ante el pozo y se aferra a éste, apretando el borde rocoso con ambas manos, y no lo suelta sino hasta que su compañero le acerca la cubeta llena con agua. Tras un instante de duda, la joven se lava las manos.
-¿Kaoru dono? -Kenshin la mira preocupado.
Tiene un montón de palabras atoradas en el pecho, tanto que quisiera decirle, tanto que quiere alabarle. Porque es de alabarse lo que ha hecho, terminando el invierno apenas y cumplió once el mes pasado y tiene mucho más valor y determinación que muchos adultos que Kenshin ha conocido.
Está pensando en todo esto cuando de repente la niña toma la cubeta llena de agua y se la echa encima.
-¡¿Kaoru dono!? -La aludida deja caer la cubeta al suelo, la cual rebota con un sonido sordo y rueda unos pasos lejos de ella. Está empapada de pies a cabeza. -¿Estás bien?
-Mm -Asiente ella y se da la vuelta para regresar al interior del santuario. -Será mejor regresar, ¡ah!
Kenshin está ahí para sostenerla tan pronto las piernas le han falseado a su compañera.
-Te tengo -asegura, sosteniéndola tanto de los hombros como de la cintura.
-Lo siento, no sé qué me ocurre… -Murmura ella, la voz y el cuerpo le tiemblan- …mis piernas no reaccionan -Solloza.
-Te llevaré a tu habitación
Él se prepara para cargarla pero ella le detiene.
-No, sólo dame un instante.
-Estás temblando -señala elevando la voz con evidente preocupación.
-Lo sé… -susurra y se cubre el rostro con las manos.
-Kaoru..
-No dejes que me vean… -pide con voz ahogada.
-Hai
El pelirrojo entiende de dónde viene aquella plegaria. Kaoru es orgullosa. Ha conseguido mantenerse firma hasta ese momento y no desea flaquear ahora, permitir que los demás la vean es un golpe duro para ella. Se supone que es la de mayor rango en ausencia de los maekai. No puede permitirse verse débil.
Y Kenshin decide que puede concederle aquél capricho después de toda la valentía que ha mostrado la misma esa mañana. Se escurre entre los pasillos del patio y los jardines y consigue depositarla sana y salva en su habitación sin que nadie más la viera.
…
Hikari y Fuu -sus compañeras aprendices- se han encargan de dominar la situación entonces, con apoyo además del maestro Takani, permitiendo el que Kaoru descanse mientras Kenshin le hace compañía. Se ha avisado a la familia y se espera que por la tarde, puedan volver a su hogar en el centro de Kyoto.
Kaoru sonríe al despertar de su siesta y ver que ahora es Kenshin quien duerme cerca de la ventana de la habitación, justo en el escalón del marco que hace las veces de banquillo; tiene la espada entre las manos, recostada en el hombro derecho. El cuarto de la aprendiz, al haber sido bendecida con el don de la visión, cuenta con una antesala que es de mayor tamaño -el área en la que normalmente recibe visitas-, es ésta sala la que está conectada con el pasillo del edificio de habitaciones.
Entonces las puertas están entre abiertas, por lo que alcanza a escuchar los suaves golpes sobre la madera de shoji del pasillo.
-Adelante -dice, tratando de no elevar tanto la voz para no despertar a Kenshin.
-Kaoru dono -es Koga quien le habla-, Yukishiro san desea hablar con usted.
Asumiendo que la recién madre todavía no tiene la fuerza para ir a buscarla a sus aposentos, la aprendiz determina que se debe de tratar de la joven que la acompañaba. Dirigiendo una última mirada a Kenshin, y tras comprobar que sigue dormido, Kaoru sale de su habitación privada, deslizando las puertas cerrándolas; y se acomoda en uno de los cojines de su antesala -justo en el área de entrada-.
-Déjala pasar -ordena, cuando se ha acomodado y está lista para recibir a la visita. Agradeciendo mentalmente el haberse cambiado a un iromuji (kimono de un solo color) antes de quedarse dormida por el cansancio tras la experiencia del parto.
La puerta del shoji se desliza, Kago deja espacio para que la invitada pase y haga la tradicional reverencia.
-Es un honor conocerla, Kaoru dono
La aludida no puede evitar sonrojarse ante la imagen de la joven que tiene en frente, es muy bonita, se dice, al tiempo en que contesta el saludo. Pide al chokka un servicio de té y el chico se retira cerrando el shoji a su partida.
-Quería agradecerle, por su ayuda -Dice Tomoe, humilde y tímida.
-No hay nada qué agradecer, hicimos lo que cualquiera habría hecho, fue una suerte que el santuario estuviese cerca.
La sonrisa que le dedica la aprendiza es capaz de tranquilizar los nervios de la pelinegra.
-En realidad veníamos camino hacia acá -informa.
-¿Prontas oraciones de año nuevo? -cuestiona sonriente.
-No, no realmente. -Niega sonriendo igualmente-. Yo, quería conocerla. -Confiesa sorprendiendo a su compañera-. Después de todo, Kaoru dono fue quien bendijo mi deseo.
-Puede ser, ¿la prometida de Akira san?
-Hai. -Afirma, tan contenta que deja pasar la familiaridad con la que la niña se ha referido a su prometido-. Así que como podrá ver, tengo mucho que agradecerle. Mi tía me ha solicitado además, interceder por ella ante usted
-¿oh?
-Ella desea que su bebé reciba su bendición
El corazón de Kaoru baila en su pecho.
-Será un honor -Contesta-, sin embargo, aún soy una aprendiz. Yumi sama volverá hoy al atardecer, estoy segura de que ella bendecirá a su bebé y me permitirá asistirla.
-Lo agradezco.
El té llega entonces, Kago se encarga de servir y llenar las tazas antes de retirarse y dejar la charola en la mesita opuesta a donde se sienta la aprendiza de miko. Las jóvenes conversan un poco más sobre temas de cortesía. Mas ninguna, en especial la niña, ha parado de sonreír.
Kaoru todavía puede sentir la vida que recibió en sus manos. Cómo algo tan pequeño rebosaba de vida y transmitía esperanza. ¡Había estado tan asustada…! Y al mismo tiempo tan conmovida. Pedir una bendición directamente, representa el solicitar apadrinamiento del infante, la niña está que no cabe de gozo en su propio cuerpo.
Y es quizá por esto que termina haciendo un atrevimiento que tiempo atrás había prometido no volver a hacer.
-¿Qué tal un último regalo?
Tomoe parpadea sorprendida, la chica es lista y está educada además en lo que dicta la tradición, por lo que entiende el significado de lo que la aprendiz le ofrece.
-¿No es demasiado? -Pregunta, no atreviéndose a aceptar de inmediato por riesgo a parecer grosera.
Mas Kaoru no para de sonreír.
-Para nada, siento que hasta podríamos ser amigas.
Y lo dice enserio. En sus ojos azules, Tomoe no encuentra otra cosa más que sinceridad.
-Eso me gustaría -sonríe.
-Dame tus manos.
La chica hace como le pide. Sentadas de frente una a la otra, la diferencia de estatura no es tan notoria. El corazón de Tomoe tiene una vibración parecida a la de Kaoru, se da cuenta esta última, y sostiene las manos de su compañera, cerrándolas entre el borde de la mano y la muñeca.
Es sólo un segundo -su cuerpo se dobla al frente-.
Sólo uno.
-¡Kaoru dono!
Pero para la aprendiz de miko se siente como si llevara años padeciendo de un dolor terrible en el pecho -apenas y respira-.
-¡Kaoru dono, ¿está bien?!
Tiene que soltar las manos de su compañera pero no puede…! El aire apenas y le llega al pecho.
-¡Kaoru dono!
Es Kenshin quien logra separarla. Tomoe apenas y es consciente de que la han arrojado al suelo, lejos de la aprendiz de sacerdotisa.
-Kaoru…! -El chico la sostiene entre sus brazos, hay ternura en la manera en la que la toca.
La niña se aferra a los brazos de su compañero, su cuerpo se sacude en temblores mientras intenta recuperar el aliento en varios jadeos. Por el pasillo se escuchan pasos apresurados, Kago -acompañado de Hikari- llegan justo cuando Kenshin está por llevarse en brazos a Kaoru, mas ésta le jala por los hombros en una silenciosa plegaria de que se detenga un momento.
-Kaoru dono, ¿qué sucedió? -pregunta Hikari, todavía en el pasillo.
La aludida se toma un instante para poder contestar sin tanto esfuerzo.
-Lo lamento -dice-. parece que no medí el cansancio de mi cuerpo -su sonrisa no alcanza los ojos-, estoy exhausta…
Tomoe reacciona entonces, con el rostro pálido y el corazón contrito.
-Me retiraré para dejarla descansar, ¿qué puedo hacer para apoyarla?
Kaoru niega ligeramente con la cabeza, Kenshin aprieta su agarre en ella -jalando la tela-, apremiándola con el gesto a que deben retirarse, no necesita dar explicaciones. Pero ella le ignora, por supuesto.
-Mantente cerca de tu familia -le dice a la joven- te necesitan.
-Hikari, Kago -les llama Kenshin por encima del hombro, sin realmente voltear a verlos, su atención está fija en la niña que tiene en sus brazos- escorten a la invitada de vuelta al recinto.
-Hai -asienten ambos.
-Este humilde ser le está agradecido -Dice Tomoe con una última reverencia.
-Perdona -murmura Kaoru, atrayendo la atención nuevamente, con el rostro oculto en el pecho de su compañero -perdona que no pueda darte una visión.
Tomoe apenas y sonríe, conmovida y triste.
-No, me ha dado más que suficiente.
-Kago -vuelve a insistir Kenshin, su voz con un barítono distinto, casi fiero.
El aludido se adelanta para guiar a Tomoe fuera de la habitación. Esta última no puede evitar volver la mirada atrás al salir; hay muchas emociones que le bailan en el pecho -tristeza, miedo, pena, curiosidad-, es difícil creer que aquella aprendiz apenas y es dos años más grande que su hermano pequeño; y aún más difícil descubrir a aquél chico -cuyo rostro permaneció oculto- salir al rescate de la misma, desde dentro de la habitación principal.
Ambos jóvenes hacían un cuadro llamativo, por todas las razones incorrectas. Y no sabía por qué aquello la perturbaba.
…
Kenshin no pierde el tiempo y toma nuevamente -igual que esa mañana- en brazos a Kaoru directo a la habitación privada; la niña está temblando, apretando la tela del iromuji a la altura del pecho. El muchacho la deposita sobre el futón, mas ella sigue recargando el peso de su cuerpo en él.
-¿Estás bien? -cuestiona preocupado, una parte de él está temblando de miedo.
Yumi ya se lo había advertido antes.
"Kenshin kun, ¿sabes lo que le sucede a Kaoru dono cuando recibe una visión?"
Kaoru niega débilmente con la cabeza, su rostro está pálido y su respiración sigue siendo acelerada.
"Hay dolor. Dolor y una sensación de miedo puro."
-¿Qué puedo hacer para ayudarte?
"Se supone que debemos dejarla sola. La antesala de su habitación no es para recibir visitas externas, sino para que su cuerpo haga contacto con cualquiera que sea el kami (dios o espíritu divino) que la ha bendecido. Y todos los kamis son celosos."
-Necesito… -Kaoru habla entre jadeos y sus manos vuelven a sostenerse de los hombros de Kenshin, el chico se mantiene firme sosteniéndola por los codos- …que me hagas un favor… un favor egoísta
"Pero sabes, Kenshin kun. Yo no he sido capaz de dejarla sola. No puedo sostenerla. No es correcto, pero la acompaño durante el tormento. Las tablas me han dicho que un mal presagio se avecina."
-¿Es una visión? -Cuestiona, a sabiendas de la respuesta.
"Si una visión llega en mi ausencia… yo sé que no debe tener la compañía y mucho menos de un hombre…"
Kaoru, incapaz de formar oraciones completas, asiente con la cabeza.
Él aprieta su agarre en las ropas de ella, ahí donde la toca.
"Pero por favor-será nuestro secreto- quédate con ella."
Y habría dicho que sí desde el principio, pero una parte de él no quiere amancillara.
-¿No deberías estar sola? -Cuestiona, el calor le ha abandonado el cuerpo.
Su compañera se rompe en lágrimas.
-¡Onegai! (por favor) -Suplica.
Y el corazón de Kenshin se quiebra.
-¿Qué necesitas que haga?
-Sólo…
Las manos de Kaoru se aferran con fuerza a la tela de su haori. Hace un esfuerzo por erguirse lo suficiente para poder mirarlo a los ojos. Hay una súplica en la manera en que aprieta su agarre y luego lo suelta, una y otra vez.
No necesitan palabras, hace semanas que cruzaron ese puente.
Kenshin se inclina hacia ella.
-Entiendo -le susurra al oído y la envuelve en un abrazo.
Kaoru se aferra a Kenshin como si se le fuera la vida en ello. Las lágrimas resbalan incansables por sus mejillas, mientras su cuerpo se pega y amolda al de él como si quisiese atravesarlo. La desesperación es tal que ha contagiado a su compañero. Kenshin se aferra a ella con la misma vehemencia, dispuesto a sostenerla incluso más allá de concluido el episodio…
…
Es un lienzo blanco.
Y Kaoru corre entre la nieve.
Hay ecos y gritos de voces… Voces que se yerguen por encima de otras… voces que en lamentos y gritos se apagan igualmente.
El aire y la nieve le queman la piel. La carne le arde allí en donde ha sido herida. Y Kaoru sabe que no es ella misma…
La katana la atraviesa, un latigazo de fuego que le parte la carne ahí donde la toca... desde el hombro derecho hasta la base izquierda de su espalda.
La sangre brota...
La nieve se tiñe de rojo.
Hay un breve instante en el que todo es silencio.
Sus ojos se abren, no sin esfuerzo. El rostro de un hombre se dibuja frente a ella… Hay fantasmas y lágrimas decorándolo.
Kaoru ya no siente dolor, no físico al menos, apenas y es capaz de sentir, pero…
Debe cerrar aquella herida, se dice.
Debe terminar con lo que vino hacer, con su venganza… Aunque ya no porque le odie, sino porque lo ama…
Con esto está bien, se dice, una vez hace el corte.
"Lamento, no haber sabido amarte… Deseo, que encuentres a quien pueda amarte plenamente."
Después sólo oscuridad.
…
El cuerpo de Kaoru se relaja en los brazos de Kenshin. Ha caído inconsciente y tiene una ligera fiebre. El muchacho recuerda las palabras de Yumi, y se dedica a procurar y cuidar a la joven como la miko se lo indicó.
Yumi regresa al caer el atardecer, es informada de la situación por Kago, quien es quien está más acostumbrado a tal evento debido a su cercanía con la miko. La castaña no entra a la habitación esa noche, y por el contrario da la instrucción de que nadie debe acercarse sino hasta que la misma Kaoru consienta.
Kenshin no se separa de ella. Apenas y duerme. Dormita entre el cansancio y la preocupación.
Entrada la madrugada el sueño lo vence…
Sueña con árboles de cerezos y luciérnagas junto al río en una noche de verano...
En sus sueños una voz parecida a la suya repite una y otra vez el mismo mantra.
"Si hay alguien que merezca un deseo así, sin duda es ella."
A/N: Y seguimos sufriendo de las ediciones forzadas...
