Estoy contenta por tener de a poco nuevas seguidoras de este fic, le estoy poniendo todo mi empeño; y para aquellos que ya me conocen, les prometo que trabajaré en mis otros fics, no dejaré que mueran con el fin de año, he dicho...
Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki
Capítulo 7
Creando el camino de flores...
1864
Primavera
Aquella noche, flores de sangre flotaron hacia el cielo. Sus vivos colores, resplandecían en el cielo nocturno creando un espejismo de intensos atardeceres. El naranja, el rojo, el amarillo danzaban transmutando de un tono a otro mientras consumían todo a su paso. Si se olvidaba el peligro de aquél infierno, casi podría hasta resultar hermoso.
Había un canto de brasas ardientes, madera y tela, crujiendo y siseando respectivamente. Los gatos corrían aterrados, sumando sus maullidos a la música que anunciaba la muerte.
Nadie sabía cómo había iniciado el incendio.
Un instante la luz tenue de las lámparas de aceite habían cubierto el santuario en su moribunda luz amarilla, y al instante siguiente el corazón naciente de un sol había encendido el firmamento. La llamarada se había elevado por encima incluso del segundo piso del recinto, casi como si un volcán hubiese despertado desde su centro.
-¡De prisa! ¡Traigan agua del pozo!
-No será suficiente, necesitamos llevar agua del lago.
Desde la ciudad, aquello era un espectáculo de luces anaranjadas, rojos escarlata y amarillos intensos. Los lengüetazos de fuego parecían querer tocar las estrellas al estirarse. La gente miraba con terror, dudando siquiera que hubiera algo que pudiesen hacer. El santuario estaba casi en lo alto de la montaña, incluso el camino de su base al Tori tomaba cerca de una hora a paso firme…
-¡Hay gente todavía dentro!
-¡Cuidado con los ronin!
En el santuario el caos que se vivía era el mismo que el de una guerra. Había sido un evento especial, el clero se había estado preparando para recibir nuevos sacerdotes y sacerdotisas, el kuchiyose de la vidente estaba a días de distancia…
Ahora todo ardía en llamas.
Mas el fuego no era el único enemigo…
-¡Kaoru dono!
La vidente miraba aquella tragedia desenvolverse ante sus ojos, totalmente sobrecogida por las incontables vidas que se estaban perdiendo y que seguramente continuarían extinguiéndose.
Sólo horas atrás, ¡había estado tan contenta…!
Kaede finalmente la alcanzó. La tomó con fuerza de ambos brazos, primero uno y luego el otro, fijo su mirada en ella.
-¡Kaoru dono debes escapar! ¡Kaoru dono! -sollozó.
Pero la niña no la veía. Su ser estaba hundido en una marea de angustia y de tristeza que ahogaba cualquier noción de que su vida corría peligro, de que debía moverse.
-¡Kaoru dono!
¿Cómo había pasado esto?, interiorizaba… Una parte de sí misma estaba consciente de la respuesta… Ella había interferido, después de todo. Así que entendía cómo y por qué había terminado recibiendo aquella sentencia.
…
Todo había comenzado con una carta.
…
Mi querido Kenshin:
Han pasado casi dos meses desde la última vez que nos vimos. Y no me avergüenza el confesar que he estado preocupada por ti.
Entiendo por el mensaje que dejaste con tu maestro, que ahora eres una espada libre. Estoy consciente de que lideras tu propia búsqueda en medio de la guerra que está por desatarse. Y no tengo intenciones de interferir, te lo prometo. La razón por la que te escribo en realidad tiene más que ver conmigo y con el deseo de mi egoísta corazón.
Entrando la primavera, voy a ser ascendida. La última vez que nos vimos no pude decírtelo. Estaba preocupada sabrás, por una prioridad diferente…
Originalmente mi ritual sería completamente privado y aislado de mis compañeros chokka, pero Yumi sama consiguió convencer tanto a Guji sama como a Momiji sama y ahora, mi ritual será al mismo tiempo que mis compañeros.
Kenshin… estoy feliz.
Después de nuestra última conversación, me dediqué yo misma a romper aquella barrera que me separaba de los demás. No ha sido fácil, y la verdad es que no todos me han tomado confianza; pero al menos Hikari y Fuu se han vuelto íntimas mías. Y me he encontrado a mí misma, desde entonces, deseando que estuvieras aquí y pudieses verme.
Lo que me lleva de vuelta a mi deseo.
Para mi Kuchiyose, quiero verte.
Sé por el maestro Seijuro, que ahora te encuentras en Edo; y estoy consciente de que continuarás viajando hasta dar con la respuesta que buscas… Aún así, me haría muy feliz que pudieses hacer una pausa en tu largo viaje y venir la primera semana de Abril a hacerme compañía y a despedirme tras el ritual. Pues debes saber que una vez haga mis votos, perteneceré por completo al santuario.
Deseo verte una última vez antes de que eso suceda. Ojalá mi deseo pueda ser el mismo que el tuyo…
¿Sabes? Hace unos días conocí a una mujer proveniente de Edo que había seguido a quien consideraba su destinado hasta Kyoto. La pareja no podría haber sido más peculiar. El hombre resultó ser el general de la tercera división del Shinsengumi. Estaba sorprendida. Él era frío y ella era tan, alegre… Aunque era algo obvio que había un lazo fuerte entre ambos. Pero lo más extraño sucedió tras la boda. Dos días después de la ceremonia en el santuario, la mujer volvió a Edo. No entendí por qué tuvieron que separarse y cómo ella pudo irse tan pronto, después de todo lo que había pasado para conseguir estar con su ahora esposo. Fue este último el que me dio la respuesta:
"Ella es la esposa de un samurai", me dijo, "No me habría casado con ella, si no fuera capaz de entenderme y soportarlo."
Al principio creí que era cruel…
Después lo hallé incluso hermoso…
Kenshin, estoy por convertirme en una miko. Tú eres un samurai, y tus deseos por ayudar a aquellos que sufren te envolverá en un camino lleno de constantes luchas y sacrificios. Y aunque no podamos caminar el mismo camino… quiero mantener el juramento que te hice.
Estaré aquí, siempre.
Rogaré porque esta carta te encuentre con bien. Rogaré porque tu corazón siga latiendo igual que el mío y que su constante palpitar te convenza de volver a mi lado una vez más. Rogaré por poder verte antes de coronarme como miko.
E incluso si mis plegarias no tienen respuesta. Quiero que sepas que, en mi corazón, siempre estaré esperando.
Kamiya Kaoru.
…
Febrero, prefectura de Chosu.
Habían habido múltiples reportes de ataques clandestinos. Aunque ninguno había representado una significativa baja, los hechos en sí generaron ansiedad entre las filas del ejército del shogun. La brigada del Shinsengumi apenas y tenía menos de medio año comprometiéndose a las rondas por todo Kyoto, por lo que era fácil asumir entre los altos mandos que la situación no era tan precaria como podría parecer. Después de todo, ningún funcionario político había estado en verdadero peligro.
Lo que el shogunato ignoraba era que aquellos aparentes fallidos ataques, eran en realidad una distracción de la verdadera amenaza. Desde finales del año anterior, se habían comenzado a congregar montones de voluntarios para formar el ejército que derrocaría al shogun. Un ejército que pretendía actuar desde las sombras para evitar un conflicto largo y asegurar el control desde el interior del mismo gobierno.
Cosa que en ese momento para Katsura Kogoro estaba lejos de ser cierto.
-No se te ve muy feliz, Katsura
El aludido apenas y dirigió una mirada furtiva sobre su recién llegado acompañante. Shinsaku era algo más que su mano derecha o compañero de lucha, era ante todo su mejor amigo de toda la vida, y en ese punto, era prácticamente familia. Quizá por eso le resultaba irritante tener que escucharlo entonces.
-Si sigues esperando por el perfecto asesino, mucho me temo que el ejército de Chosu será por siempre el ejército de Chosu -bromeó, haciendo alusión a que jamás saldrían de la región.
Katsura gruñó por lo bajo.
-Lo haría yo mismo si pudiera, lo sabes bien -contestó.
-Eso sí que no -contradijo Shinsaku -si lo haces, tus manos estarán llenas de sangre y tu credibilidad como posible dirigente en el nuevo gobierno se iría por el traste. Te creía más inteligente.
Mutismo.
No tenía nada que refutar. Sabía que su amigo estaba en lo correcto. Viendo a los ronin entrenar frente a sí, o al menos eso parecía que estaban haciendo, quedaba evidente que sus filas eran algo más que débiles. No, débiles no. Torpes. Sin duda eran torpes y carentes de disciplina. Un montón de hombres sin razón ni destino en un mundo que los había abandonado.
Y todo por culpa de la debilidad del shogun.
-He estado pensando que quizá pudiéramos reclutar en Kyoto.
Katsura se sorprendió por aquella sugerencia, finalmente alejó su mirada del patio para centrar toda su atención en su compañero. Éste al sentir su mirada en él, decidió ir directo al punto.
-Sé que suena como una propuesta sin sentido. -Katsura bufó por lo bajo, era ciertamente algo más que eso. -Pero piénsalo bien. Una vez comencemos con los asesinatos, nuestro hitokiri(asesino) deberá ser un experto en los caminos de Kyoto, de otro modo podría arriesgarse a perderse en su propia trampa. Y no es ningún secreto que existen aldeas ronin rodeando la ciudad; sin mencionar las casa de placer que han ido en aumento.
Katsura empezaba a entender lo que su compañero decía.
-Si buscas a alguien con resentimiento, lo encontrarás bastante cerca de tu enemigo.
-Sería una medida bastante arriesgada. -Habló el mayor al fin. -Lo que estás pidiendo no son simples espías o dobles agentes. Ni siquiera un traidor.
Su mirada se fijó en la de su compañero, éste no le rehuyó y por el contrario mantuvo la misma intensidad en sus propios ojos.
-Lo que tú buscas es un héroe -concluyó.
-Yo no lo llamaría un héroe, lo llamaría un patriota -refutó burlón.
-Aún así, pides demasiado. No creo que exista una espada libre.
Shinsaku volvió a reír.
-Por el contrario, escuché que el camino a Edo ha ido siendo segado por el filo de una katana sin dueño.
Katsura arrugó el gesto.
-¿Una sola? – cuestionó incrédulo.
-Aa -asintió. -Aunque lo interesante es el lugar de donde se rumora empezó su travesía.
-¿Kyoto? -inquirió.
-No sólo Kyoto.
-Amigo, me matas con el suspenso -apremió ante la pasividad de su nakama.
Shinsaku se dejó caer al suelo, de espaldas al fusuma antes de responder con una lacónica sonrisa.
-El santuario Fushimi Inari.
-¡Estás de broma! -soltó desconcertado.
-¿No es genial? -inquirió todavía divertido. -Ya habíamos dicho que había que incluir a todo el Shintoismo en el movimiento contra los bárbaros, así que resulta una especie de señal de los dioses, si eres creyente, claro.
El silencio se hace entonces, para Shinsaku es evidente que su compañero ya se ha perdido dentro de su propia mente, atando cabos y maquinando planes, por lo que decide levantarse y buscar su shamisen(guitarra cuadrada); tan pronto sus manos tocan el instrumento comienza a tocar una melodía.
Por su parte Katsura sopesa si valdrá la pena correr un riesgo e intentar una conexión directa con el santuario, pedir apoyo para sus tropas. Hasta entonces no han involucrado a ningún sacerdote en el movimiento, incluso si el apoyo ha sido entregado a voces, es evidente que son ellos quienes dependen del clero y no al revés.
"Pero quizá si pudiesen orillarlos a tomar acción en su empresa", piensa.
-Shinsaku -le llama, pues ha recordado un dato aún más importante, su compañero le mira sin dejar de tocar. -¿No es ése el santuario donde reside la doncella bendecida por la visión?
Su amigo le ofrece una sonrisa de oreja a oreja.
-Ése mismo. -Contesta -Y tengo el presentimiento de que nuestra espada libre tiene relación con ella.
Katsura arruga el gesto confundido, el corazón ha comenzado a latirle con fuerza. Si establecen una conexión con el último milagro del shintoismo, sería lo mismo a conseguirse un símbolo a su causa, uno que podría mover grandes masas e inclinar la balanza de la guerra en su favor.
-¿Por qué lo piensas?
-Hmm… Si los rumores son ciertos. Es una espada que no mata… al menos hasta ahora.
Aquello lejos de desmotivarle, le genera más interés. Shinsaku lo sabe, lo ve en el brillo que se ha instalado en los ojos negros de su amigo, los mismo que hasta entonces habían estado opacados. Él ve también, sin embargo, la duda y la culpa pasar cual estrella fugaz en esas mismas orbes.
-Conozco esa mirada -le dice, tras un instante de analizarlo -vas a hacer algo carente de honor.
Katsura se ve verdaderamente contrito.
-No podemos retrasarnos más -asegura, más para sí mismo -E incluso si sé que no es lo más loable, no puedo ignorar que he pactado por una guerra.
Su amigo asiente.
-Harás que otros se ensucien de sangre las manos por ti. -Lamentó, todavía con la sonrisa en su rostro, aunque ya no alcanzaba sus ojos- Haz lo que tengas que hacer, pero sé consciente de que será sólo tu culpa y tu condena.
Shinsaku se entrega entonces de lleno a la música, su voz acompañando las notas del instrumento de cuerdas. Katsura por su parte, siente el peso de las palabras de su amigo, como flechas que se clavan a su espalda.
"Es muy tarde para retractarse", asegura internamente. Se ha decidido. -Mañana partiremos al santuario. -Informa.
Pero su compañero está demasiado perdido en su canto como para escucharle.
…
Kyoto.
Hajime Saito se encuentra de muy mal humor.
Desde la mañana ha estado atendiendo reuniones para determinar cuál es el objetivo de los rebeldes, si es que se les puede llamar así. Fastidiado de tener que discutir en círculos, había decidido permanecer en silencio, consciente de lo patéticos que resultaban sus superiores en ese momento.
Él mismo había sido un samurai perteneciente a un daimyo, no era ajeno a los sentimientos de vergüenza que dominan a un guerrero a permanecer fiel hasta el señor más loco, si con eso consigue mantener su honor. Había conocido hombres desesperados por la ruina de no tener un nombre con qué dar cobija a sus familias.
Y sabía por tanto, que aquellos supuestos ataques carecían de un verdadero motivo.
-Se te ve muy pensativo -le dijo Okita Soji, con su habitual sonrisa. Era el único compañero al que Saito consideraba verdaderamente cercano.
Un verdadero nakama (compañero de lucha), uno que no estaba podrido en los mares de la corrupción.
-Me conoces -contestó -Debes saber lo que estoy pensando -le dijo, señalando el montón de reportes esparcidos sobre el tatami.
Soji asintió divertido. La razón por la que ambos se entendían era que tenían mentes similares. El general había sido capaz de notar la arbitrariedad de los ataques cometidos durante el último mes, considerando la importancia de Kyoto para el shogunato aquello pecaba de descuido.
-Piensas que esto son sólo distracciones. -Dijo. -Aunque es difícil ver las conexiones que propones.
-Hm -bufó. -Básicamente gritan 'distracción' en la facilidad con la que comunan con la muerte.
-Ah, pero ¿no lo hacemos todos? -sonrió el menor.
-Ése es exactamente mi punto -advirtió Saito con la mirada afilada.
Soji hizo la suma entonces. Un movimiento demasiado 'descuidado', pero cuyos protagonistas tenían un compromiso tan intenso, sólo podía ser una cortina de humo de algo mucho más grande y siniestro.
-¿Deberemos pedir a Kondo dono patrullar las calles de nuevo? -Cuestionó con interés, sin verdadera preocupación.
El mayor lo sopesó. Aunque en realidad tenían una diferencia de meses, Soji era de complexión pequeña, contrario a Saito, y el primero siempre le había tratado como superior, incluso si su rango estaba ligeramente por encima del último. Pero Soji era un lobo confiable.
-No -soltó tras un pequeño debate interno -Bastará con nosotros y Heisuke -aseguró. Éste último junto con ellos dos, conformaban los miembros más jóvenes del Shinsengumi.
-¿Qué tienes en mente?
Saito se puso de pie, dispuesto a abandonar el cuartel en dirección al correo, tenía una carta que enviar a Edo, se recordó; Tokio jamás lo perdonaría sino la mantenía informada de sus movimientos. Soji le siguió con la mirada, su compañero se detuvo a un paso del fusuma.
-Una cacería -sonrió.
Luego abandonó la sala, dejando a su compañero con la emoción a flor de piel.
…
Durante las noches siguientes el trío de oficiales se dedicaron a llevar a cabo su propia investigación de los hechos. Pero ya fuera que su sospecha hubiese sido la equivocada o que, en el peor de los casos, los rebeldes se hubiesen sabido descubiertos, no hubo nuevos incidentes.
Fueron semanas llenas de frustración.
Kondo sama incluso desechó las preocupaciones sobre el asunto, asegurando que no había nadie que pudiese hacerle frente al Shinsengumi, ni siquiera los traidores imperialistas a quienes culpaba de las agresiones del último mes.
Saito no podía sentirse más desesperado. Él sabía que era sólo cuestión de tiempo, su sangre de asesino se lo cantaba. Había un cambio en el aire que llevaba tensando el ambiente desde el comienzo del año, y sabía que sólo era cuestión de tiempo para que una chispa detonara aquél incendio.
-¿Deberemos seguir patrullando, Saito san? -Cuestionó Soji a su lado.
-Aa… No debemos dejar de hacerlo nunca. -Sentenció.
Ni siquiera él mismo sabía lo acertado de sus temores. Incluso meses después, cuando la puerta del mismo infierno parecía abrirse, podía dar crédito a que sus sospechas no habían estado infundadas.
Había enemigos por todas partes.
…
Marzo
Kenshin había comenzado a viajar a principios de enero, perdiéndose la ceremonia del santuario y con ello, la oportunidad de ver una vez más a Kaoru. El chico entendía que aquello era un deseo para sí mismo, y que haberlo cumplido habría sido más un capricho que una necesidad. Y considerando el suplicio que había sido el tenerse que someter a las constantes acusaciones de su maestro, no quería tener que darle la razón sin importar lo mucho que éste último la tuviera.
Ambos habían sido fieles, además, a concentrarse en lo que representaba el deber de cada uno; incluso si él mismo no ubicaba aún cuál era el suyo, entendía que no podía colgarse por siempre de la aprendiza de miko, especialmente si al hacerlo podría ocasionar el que la misma se desviase de lo que por siempre había considerado su más grande sueño.
Kenshin no podría hacerle tal ofensa a Kaoru. Por muy tentador que resultase el pedirle que lo eligiera, estaba dispuesto a jamás confesar tal sentimiento.
Llevaba dos meses viajando desde entonces, visitando cada una de las prefecturas desde Kyoto hasta Edo, siguiendo la línea de trasgresiones ocurridas al país desde la caída de la economía décadas atrás, podía entender al ver de cerca cada aldea las verdaderas implicaciones de lo que un levantamiento contra el shogun representaban.
De pronto ya no se sentía tan convencido de entrar a la guerra con aires de grandeza tan ingenuos, tan ridículamente absurdos como la idea misma de una lucha tan ciega del bien contra el mal. Ningún bando era excusable. Ahora lo sabía, porque ahora le constaba. Debido a esto, constantemente agradecía el haber conocido a Kaoru, cruzarse en el camino del otro y haber cosechado el valor por la vida, y la nobleza de las segundas oportunidades.
Había visto mucho de esto último durante su recorrido, y se sentía agradecido de que su relación con la aprendiza de miko de algún modo, le hubiesen permitido hacer su viaje sin tener que matar.
Ahora sus pasos lo llevaban de vuelta al hogar de su maestro, en las afueras de Kyoto, a menos de un kilómetro de distancia del santuario. El tirón que lo hacía querer girarse en su dirección seguía siendo igual de fuerte, y el muchacho, lejos de sentirse contrariado por la fuerza de su empuje, se sentía agradecido de que éste prevaleciera. Era un camino de dos vías, después de todo, lo cual significaba que su compañera seguía sintiéndose igual que la última noche compartida.
Su corazón dio un vuelco en emoción.
Se decía que la distancia hacía crecer el cariño, y en los últimos meses transcurridos él podía dar fe de esto. Ahora cada que la pensaba el sentimiento con el que la recordaba era ligeramente diferente. Mucho más intenso sí, pero con una connotación de afecto que no había estado presente durante su último encuentro. Como si sus sentimientos hubiesen transmutado del cariño al amor, y al mismo tiempo, el amor siempre hubiese estado ahí.
Ésa era la razón, sin embargo, que lo mantenía firme en su decisión de no volver.
No aún.
Kenshin se detuvo de pronto, sentidos alerta, sintió el ataque antes de que éste se llevase a cabo; siendo el sonido de la katana al desenvainarse lo que lo empujó a su postura defensiva.
Metal chocó con metal, el pelirrojo terminando casi hincado sobre el suelo tras la fuerza de su agresor, que no era otro que su propio maestro.
La irritación se hizo evidente en el semblante del chico.
-Seijuro Hiko -gruñó, con los dientes apretados -un hombre que en vez de saludar como es debido ataca a su aprendiz sin reparo alguno.
Por toda respuesta el mayor rió.
-Tienes el descaro de quejarte cuando es tu culpa por haberte retrasado en tu regreso.
La vena se hizo aún más evidente en la frente del aprendiz.
-Habría llegado a tiempo de ser por su ridículo encargo, shishou -refutó, marcando la última palabra con toda la amargura de la que era capaz de sentir.
Hiko elevó elegantemente una ceja, contrario a su aprendiz, aquél encuentro no le procuraba ningún esfuerzo ni molestia.
-¿Lo trajiste? -cuestionó más como advertencia que como curiosidad.
Kenshin volvió a gruñir.
-¿Habría regresado de no haberlo hecho? -cuestionó en su lugar con evidente molestia.
El mayor finalmente dejó de presionar a su alumno, deshaciendo el ataque, arregló su postura y enfundó la espada; su aprendiz le imita.
-Considerando lo idiota que eres, es natural el tener dudas al respecto.
Kenshin hace entonces un esfuerzo descomunal por permanecer apacible, aunque sus manos están cerradas en puños -una todavía sobre la empuñadura de la espada- y su quijada apretada lo suficiente para provocar el que sus dientes rechinen.
Esto, sin duda, no lo había extrañado durante todo su largo viaje.
-Aprieta el paso kozo(chiquillo), tenemos un invitado.
Por un instante el pelirrojo se siente descolocado, no es normal el que su maestro reciba visitas en su choza, normalmente es él el que deambula y hace visitas a conveniencia.
"Debe ser importante", se dice, luego, sigue los pasos de su maestro hasta la humilde morada de éste.
En la habitación principal se encuentra un hombre de edad aparentemente igual a la de su maestro, pero su presencia es totalmente diferente, se da cuenta Kenshin. Mientras que su maestro inspira un deje de admiración y miedo, el invitado genera un tipo de admiración que raya en el respeto a un mayor. En el regazo del mismo lleva una caja rectangular larga, el aprendiz puede pensar únicamente en una espada al mirarla.
-Es apenas un niño -son las palabras inmediatas del hombre sentado en el recinto.
-¿No te lo dije? -Contestó Hiko, tomando su lugar en el tatami, sentándose frente a la pantalla que dividía la habitación principal a los aposentos privados.
Kenshin se debatió un instante antes de decidir sentarse frente al invitado, el cual no dejó de mirarle ni cuando le tuvo enfrente. El chico se removió incómodo, incapaz tampoco de alejar la mirada.
-Así que, el samurai del que me hablaste con interés en el movimiento, quien es además tu pupilo, es poco menos que un hombre. -Soltó.
El aludido gruñó por lo bajo, la molestia evidente en la forma en la que su mirada se frunce. Aquello no había sido un insulto, pero sin duda sonaba como uno.
Hiko por su parte soltó una carcajada, procediendo después a servirse sake. La copa del invitado sigue llena, y Kenshin no se ha ganado aún el derecho a que su maestro le llene una copa.
-Déjame hacer las introducciones o si no mi baka deshii permanecerá tan callado como un mudo -musitó.
-No estoy mudo -gruñó Kenshin, cayendo sin quererlo en la trampa de su maestro.
-Oh -exclamó éste último -Entonces podrás presentarte tu solo.
Ahora fue el turno del invitado de reír aunque por lo bajo, no en burla sino verdaderamente divertido de aquél intercambio.
-Disculpa a tu maestro -dice éste -Nunca fue uno que supiera cómo demostrar afecto.
-¡Oi! -reclama Hiko, mas su amigo le ignora.
-Mi nombre es Arai Shaku y se me conoce como uno de los mejores forjadores de katanas en todo Kyoto.
Kenshin, totalmente sorprendido, le mira con admiración. Y al instante siguiente se inclina en una reverencia con el mayor respeto posible que es capaz de mostrar.
-Es un honor, mi nombre es Himura Kenshin, aprendiz del Hiten Mitsurugy Ryu.
-Lo sé -contesta Shaku -He venido a petición de tu maestro.
Ante esto, Kenshin le mira con sorpresa, primero al forjador y después a su maestro. Este último le mira con un deje de fastidio, como si le molestara las pocas expectativas que su aprendiz tiene para con él.
-A reserva de lo que puedas pensar en esa dura cabeza tuya, tengo a buena cuenta los intereses de mi pupilo -asegura con cierta molestia- Soy tu maestro después de todo, eres mi responsabilidad.
-Lo siento, Shishou -se disculpa, resulta tan difícil descifrar al hombre, se lamenta.
-Incluso si no comulgo con tu ridículo deseo de involucrarte en la lucha, no soy ajeno a los problemas de la gente -continúa Hiko- y he estado pendiente del crecimiento que has logrado. Si has de partir de este sitio, será al menos con la mejor de mis disposiciones. Sin embargo, ten en cuenta que no podrás volver a depender de mí.
El muchacho pasa saliva con cierta dificultad. En sus últimas cartas, Kenshin ha mantenido informado a su maestro de sus descubrimientos sobre la situación del país. No iba a negar que aquellas letras habían sido un vano intento de convencer al mayor de, si no bien unirse a la lucha con él, permitirle involucrarse con su bendición, y no como una aseveración de su relación maestro-alumno. Mas él sabía que aquello era ser demasiado optimista, especialmente cuando el hombre no contestó ninguna carta.
Aún así, no había esperado aquella muestra apoyo, si bien fría, no del todo desligada de su intención de al menos prepararlo para su destino.
-¿Qué tanto sabes del movimiento Himura kun? -Pregunta Shaku.
Los ojos del pelirrojo miran de reojo la caja sobre el regazo del hombre, mientras piensa en cómo resumir todo de lo que se ha enterado hasta entonces.
-Sé sobre la precaria situación internacional en la que se encuentra Japón -empieza-. El debate sobre cómo mantener a flote la economía del país y los extranjeros a raya, y cómo este mismo debate ha generado descontento desde el castillo de Edo hasta las castas más bajas de japoneses. Sé sobre las dos facciones, los daimyos destituidos del gobierno y cómo esto último ha contribuido a la imagen de debilidad que el gobierno del shogun se ganó tras sus derrotas con la flota americana.
Shaku asiente.
-Hay una necesidad de un gobierno más fuerte -Prosiguió Kenshin. -Ése es el motivo tras el movimiento de Chosu, aunque sus filas de momento constituyen en su mayoría ronin y clanes destituidos; hay una noción de que una revolución interna es necesaria.
-Yo diría más bien inevitable -interrumpe Shaku. -Como le he dicho a tu maestro, estaré uniéndome al movimiento con un ideal que raya en lo fantástico, pero toda utopía se fundamente en un deseo frívolo, supongo -Bromea, aunque el pelirrojo no está seguro de que haya algo sobre qué bromear-. A mí no me ata, además, ninguna obligación como la de Hiko. Forjo y vendo mis espadas a quien se me da la gana y por la razón que me plazca. ¿Cuáles son tus motivos, Himura kun?
Éste era el momento en el que él debía dar su respuesta, y lo que él dijiera en ese momento determinaría si seguiría siendo digno de llamarse pupilo de Hiko. Este último le miraba con evidente interés.
-Un año atrás, habría dicho que no puedo seguir permitiendo el que la gente sufra frente a mis ojos -confiesa.
Hay un ligero silencio en el que el muchacho recuerda aquellos tormentosos meses, donde la hambruna y la violencia habían azotado a todo Japón.
-Ahora quisiera pensar que no sigo siendo tan ingenuo.
-¿Pero? -Presionó Hiko.
-Todavía creo que es posible crear una nueva era en la que la gente no esté atada por su estatus siéndoles imposible aspirar a algo mejor. -Aseguró. -Sé que un enfrentamiento es necesario, y aunque aún no decido si he de tomar partido en un bando, deseo usar mi espada para ayudar a aquellos que sufren.
Los dos hombres absorben las palabras del muchacho, y al final ambos terminan por dar la misma reacción. Con un deje de satisfacción ambos ríen para sí.
-Incluso si no es una respuesta completa, es un buen comienzo. -Sonrió el forjador de espadas. Sus manos recorren la superficie de madera donde el regalo está cuidadosamente guardado. -Deseo que mis espadas ayuden a forjar una nueva era. Himura kun, esta espada es para ti. Entrena cuidadosamente con su peso. Sé consciente de que colectarás algo más que sólo sangre.
Kenshin acepta el regalo ofrecido, asintiendo al tomarlo y revelando después la katana que descansa dentro del estuche de madera. Es un poco más larga que la espada que había estado usando hasta entonces. Y aunque resulta pesada, se siente mucho más ligera que su anterior katana, al balancearla entre sus dedos. El joven admira el filo de la hoja a la luz que entra a raudales por las ventanas.
Shaku se quedó un pequeño instante antes de retirarse, terminó una segunda copa y se marchó no sin antes decirle a Kenshin que fuera a buscarlo tan pronto se decidiera a participar activamente en la lucha. El pelirrojo había asentido con una ligera emoción de ansiedad en su centro, sacudido porque resultaba evidente para quien fuera que lo analizara hacia dónde terminarían llevándole sus pasos… No por vez primera volvió a preguntarse si la finalidad de su destino era un hecho, ¿había realmente razón alguna para alejarse de Kaoru?
-Oh, eso me recuerda -habló Hiko entonces a sus espaldas, como si fuese capaz de ver a través de la mente del chico-, tienes una carta de la chiquilla del templo. -Soltó, sirviéndose más sake.
Kenshin saltó al instante.
-¿Kaoru dono? -Interrogó no sin cierta esperanza.
-Aunque no recuerdo dónde la guardé -murmuró el hombre.
-¿Qué quieres decir? -Cuestionó Kenshin, sin entender con qué facilidad se olvidaría de dónde dejó un objeto que había recibido recientemente, a menos… -¿Desde cuándo la mandó? -cuestionó con sospecha.
-La dejó conmigo a mediados de febrero -soltó.
-¿¡Febrero?! -Exclamó desconcertado -¡Shishou! ¿Por qué no me la envió desde entonces?
El hombre lo miró como si estuviese tonto.
-¿Por qué debería gastar dinero cuando podrías leerla al regresar? -Inquirió.
Kenshin estuvo a punto de jalarse el cabello.
-¿Es ésa la verdadera razón por la que no contestó ninguna de mis cartas?
-En tu caso no me apetecía contestarte -declaró, dando un largo trajo al tarro de sake.
Kenshin usó toda su fuerza entonces para mantener alejado el tarro de la boca de su maestro, presionando con ambas manos la de su maestro.
-¿Dónde? -gruñó.
-¿Dónde? -Repitió sin interés su maestro, consiguiendo casi regresar sus labios a la botella, tan sólo para perder el contacto bajo la presión de su pupilo -debe estar en mi habitación p…ack, ¡kuso! -maldijo tras golpearse la boca con el tarro.
No había terminado de hablar cuando su baka deshii había corrido tras la pantalla que separaba las habitaciones, soltando de golpe el tarro que había estado sosteniendo hasta entonces, resultando en la herida de su maestro.
-No te atrevas a romper nada -advirtió el hombre.
Pero el muchacho volvía a salir de nueva cuenta como hombre que lleva el diablo, la carta evidente en sus manos.
-Maldito chiquillo -maldijo Hiko al quedarse solo, con todo el evidente desastre en el que el su pupilo había dejado su habitación.
Kenshin esperó hasta llegar a la zona de bambús cerca del río que bajaba por la montaña, el mismo que se concentraba en forma de lago cerca del santuario. Una vez sintiéndose a salvo en su soledad, rompió el nudo de la carta y extendió las dos hojas frente a sí. Empezó a leer desde el saludo, y sus piernas cedieron al leer las palabras de cariño con las que su amiga se refería a él.
Terminó de leer la carta sentado el pasto. Releyendo una y otra vez las líneas donde Kaoru era directa con sus sentimientos, con su ferviente deseo de verlo una vez más. Se sentía dividido, entre la alegría y la angustia.
Ella lo quería de vuelta… si tan sólo para verlo una última vez antes de volverse definitivamente inalcanzable para él.
Ella mantenía su juramento aún a pesar de su destino… pero lejos de ser un puerto seguro no podría otorgarle más una vez se entregara al santuario.
Se mordió los labios, tras instantes de debatirse entre un sentimiento y otro, se convenció en seguir un paso a la vez. Por ahora, se convenció, sólo tenía intenciones de cumplir su deseo, y quizá al hacerlo podría pedir por que se le concediera el suyo propio.
Ya era bastante tarde, así que llevaría su respuesta al día siguiente. Después de todo, todavía quedaba una semana antes de que el mes terminara. Y sin duda su amiga no pondría queja a que él se diera el gusto de pasar más de una semana con ella como originalmente le había pedido en su carta.
Ella quería verlo, después de todo.
Y el sentimiento era mutuo.
…
La asamblea había concluido hacía una hora, el recinto se había vaciado y únicamente Momiji permanecía dentro de éste. Sentada frente a las puertas del shoji abiertas de par par hacia el pasillo del segundo piso, la joven tenía la mirada perdida en la vista que ofrecía la altura. Su semblante era uno de preocupación, no habían llegado a un acuerdo, después de todo.
El Guji entró entonces por el segundo acceso, el que llevaba a otra sala, donde normalmente se daban pequeños banquetes a personajes importantes durante los festivales.
-Se te ve bastante conflictuada Momiji san -señaló, tan pronto estuvo cerca de ella.
La aludida ni siquiera volteó a verle.
-No intentes señalar en mí lo mismo que sientes Udo -acusó.
El hombre dejó salir el aire que había estado conteniendo en un afligido suspiro. La sacerdotisa sólo olvidaba el keigo cuando estaba o muy contenta o muy molesta con él.
-Ojalá pudiera convencerte -Lamentó. -Me sorprende tu inclinación a hacer caso de sus peticiones.
El rostro de ella se giró hacia él como un látigo.
-¿Puedes juzgarme? -Retó con fuerza. -Cuando continúan apagando la vida de mis hermanas.
De vuelta a contener el aliento por ese instante en el que ambos peleaban con la mirada, el hombre no pudo más que rendirse ante las palabras de su compañera. Después de todo, no era secreto que incluso si los patriotas juraban defender el sintoísmo, la realidad era que muchos no apoyaban el peso y poder de las mikos, bajo la excusa de protegerlas bajo un abuso que hasta entonces se había considerado un deber sagrado.
-No. No puedo. -Concedió al fin. -Pero Momiji, nuestras vidas no nos pertenecen. -Le recordó, no eran más que servidores de los dioses y los hombres.
-Hubo un momento en que lo hicieron -murmuró resentida.
"Siglos atrás", lamentó el hombre en su mente, siglos atrás habían sido dos personas diferentes. -Ese momento ha pasado -sentenció con fuerza, obligándose a apartar de su mente aquellas vivencias.
-Yo lo revivo cada instante que respiro -le retó ella elevando la voz.
Contrario a una respuesta en contra, el Guji la miró con una triste sonrisa en el rostro.
-Eso es algo bochornoso, ¿no lo crees? -dijo, en un triste intento de hacer una broma para así levantar los ánimos.
El efecto fue el contrario.
-Udo…
El aludido se alejó del contacto de ella, irguiéndose salió al patio, acercándose al barandal.
-¿Tan malo es tu posición que deseas erradicarla para siempre incluso de otros? -Inquirió.
Udo sabía la insatisfacción que la muchacha había sentido desde su coronación como miko, y cómo el resentimiento la había ido orillando a pensar igual que los miembros del grupo Chosu. Había entendido hasta qué punto estaba dispuesta a comprometerse cuando Katsura Kogoro había llegado un mes atrás con aquella ridícula propuesta.
Misma que hasta entonces él seguía denegando, para la frustración no sólo del Chosu, sino también el de ella.
-No podrías entenderlo -se quejó Momiji decidiéndose a abandonar la sala.
-Lo que entiendo es la desesperación que parecen sentir todos por Kaoru dono -soltó consiguiendo el que ella se congelara en su sitio.
Momiji apretó los labios.
Kaoru. Inocente Kaoru.
En los últimos meses su popularidad había ido en aumento tras la evidencia de su poder y su capacidad como aprendiz. La joven tenía además una virtud de empatía, la cual permitía ser capaz de simpatizar y ayudar a la gente en un nivel que no era tan común.
Y Momiji sabía lo que el fanatismo podía hacer a una prodigio de los dioses, había oído los murmullos tras las paredes del castillo de Edo, en los santuarios hermanos incluso. La niña se estaba convirtiendo en el as bajo la manga de los altos puestos, la carta de salvación que usarían para salvar la religión y crear un símbolo de lucha en el movimiento de los patriotas. Salvo que éste último podía salvarla, mientras que el primero la condenaría.
-Fui ella una vez, ¿lo olvidas? -Dijo al fin.
El Guji sintió el corazón saltarse un latido.
-Si tú no hubieses interferido, me pregunto si hubiese un niño de los dioses recorriendo los pasillos de este santuario -sentenció.
-No puedes comparar uno con otro -rugió él. -Estás hablando de una guerra.
-Una que igualmente no podrá evitarse -le recordó. -¡Deja de engañarte! En cualquier caso estamos en peligro y lo sabes. Al menos esperaría que hicieras algo, por pequeño que fuera, para evitar la tragedia que se avecina.
Él únicamente pudo desviarle la mirada, lo cual sólo acabo de enrabietarla más y romperle el corazón al mismo tiempo.
-Al menos el hombre que me salvó entonces, lo habría hecho.
Momiji abandonó el recinto, dejándolo sólo con sus arrepentimientos.
-Siglos atrás -susurró para sí. -Siglos atrás Momiji, debí haberte llevado conmigo -Confesó.
Pero no había poder humano capaz de volver el tiempo atrás, así no era como funcionaban las "segundas oportunidades" de los hombres. Incluso siendo un Guji, él no poseía ninguna conexión con los dioses. Sin importar cuánto rezara, sólo tenía las habilidades de un simple guerrero, no había nada especial sobre él.
"Quizá" -se dijo. -Quizá tengas razón Momiji…
Durante las siguientes dos semanas, el sacerdote se debatiría entre mantenerse firme en el camino al que se había comprometido siglos atrás o en si romper aquella promesa y arriesgarse a conseguir un futuro diferente tras apostar por una guerra que bien podría no sobrevivir… sin saber que al final, la decisión sería arrancada de él por alguien más.
…
Dentro del edificio de habitaciones, se encontraba la sala de entrenamiento. Todo el clero debía saber cómo luchar para poder ser capaces de proteger el santuario. Aunque los enfrentamientos generalmente se llevaban en el patio central, de vez en vez los encuentros podían darse dentro del improvisado dojo.
En ese momento sin embargo, el encuentro era más bien un juego entre hermanos.
Kaoru se cubrió al recibir el golpe, mientras que su oponente aprovechó la postura para atacar con un movimiento de jijutsu. La joven, sin embargo, fue capaz de evadir el movimiento decidiéndose a girar por debajo de su oponente y atacar con sus caderas.
Dicho ataque no fue suficiente para derribar a su adversario, pero consiguió al menos liberarla del agarre de éste.
-Has mejorado considerablemente. -Aplaudió Koishijiro, el pecho hinchado en orgullo ante el progreso de su hermana.
-Gracias niisan
Ambos hermanos rompieron la postura, se irguieron con los brazos a los costados y se saludaron con una reverencia para concluir el encuentro.
Hikari y Fuu, que en ese momento se encontraban observando animadas el encuentro, vitorearon a su compañera. El muchacho se unió a ellas tras un instante.
-No puedo creer que en un par de meses nos darás el adiós definitivo – dijo con tono dramático y para nada creíble.
Kaoru arrugó el gesto.
-Suenas como si fuera a morirme -se quejó, dejando los bokken en manos de Fuu quien se encargó de guardarlos.
-El sentimiento es muy parecido -refutó su hermano, dramatismo elevado.
La joven rodó los ojos con fastidio.
-Exageras demasiado, ni siquiera papá fue tan dramático
-Eso sólo porque no lo has visto -Le corrigió él, abandonando cualquier tono juguetón anterior. Su hermana sintió una pequeña punzada en su pecho, la misma iba a preguntar por el padre de ambos cuando él volvió a interrumpirla -Kaoru, ¿estás segura de que no te arrepentirás?
-¿Me he arrepentido hasta ahora? -contestó ella a la defensiva, quedaba evidente que más de una vez le habían hecho aquella pregunta con mayor frecuencia durante el último mes, al grado de comenzar a ofenderla.
-No hagas berrinche, sabes bien porqué lo pregunto. -Se defendió él. -Yumi sama me informó de la oferta por la familia Kiyosato y por tus cartas hubo un momento en el que creí que terminarías uniéndote con aquél chico, ¿cuál era su nombre?
Kaoru gruñó por lo bajo, se había olvidado de aquellas cartas.
-Shinji, Kiyosato Shinji -Le dijo.
-¡Shinji kun! -Saltó sonriente, continuando a hablar con ayuda de sus manos. -¿Qué fue lo que sucedió? Aquello parecía que evolucionaría de la fijación a un verdadero flechazo, pero luego, puf, nada más después de ésa última carta.
Kaoru puso los ojos en blanco.
-Vez cosas donde las hay, niisan. Jamás dije sentir nada por Shinji más allá de irritación.
-Pero te refieres a él sin honoríficos -refutó él.
-¿Y? -Dijo con molestia. -No es el único que… -y luego se obligó a callar.
Koshijiro notó el cambio al instante, su sonrisa bufona se extendió por su rostro.
-¿Quién más entonces?
Nerviosa, la pelinegra trató de restarle importancia.
-Gente por supuesto. -Declaró.
-Hmmm… no estás siendo muy honesta -le picó-, ¿seguro que no huirás del santuario a los brazos de Shinji kun?
Kaoru saltó al instante, mejillas rojas en algo más que vergüenza.
-¡Por supuesto que no! ¡Qué tontería es ésa!
Y al instante siguiente su hermano había recibido un golpe certero al rostro, tan fuerte, que este cayo de nalgas al suelo.
-Estar en el santuario no te ha quitado el mal temperamento, veo -se quejó, sobándose la herida.
-¡Tú tienes la culpa por decir tonterías! -Contestó ella respirando agitadamente.
Mas su hermano volvió a erguirse.
-Es que no te entiendo, ¿ustedes le hayan sentido? -Preguntó a las otras dos aprendices.
-Hey, no te metas con ellas -Gruñó Kaoru
Pero Hikari y Fuu ya se habían mirado la una a la otra con cierta malicia brillando en sus ojos.
-Maa, maa, Kaoru dono, no nos molesta -admitió Fuu.
-En especial porque sabemos la razón -completó Hikari.
Koishijiro saltó emocionado hacia ellas.
-¿Y cuál es?
Mientras que Kaoru lamentó al instante.
-¡No!
Afortunadamente para ella, o al menos de momento, Kago entró corriendo al recinto.
-¡Kaoru dono, carta de Himura kun! -Informó sonriente
-¿Himura? -cuestionó el mayor Kamiya.
El chokka la alcanzó entonces, se veía que había corrido desde el tori, si su agitada respiración era algún indicio de esto.
-Kaoru dono, carta para ti de Himura kun -dijo, todavía inclinado sobre sus rodillas para recuperar el aliento.
El corazón de Kaoru se saltó un latido, se hizo rollito y brincó para salir volando al instante después. La joven prácticamente arrancó la carta de las manos del chokka, notando que la misma no estaba cerrada, era apenas un cuadrito de papel doblado.
-Gracias Kago.
Y luego salió corriendo fuera del edificio dejando a su hermano junto con sus compañeras.
-¿Quién es Himura? -preguntó confundido al oír un nombre completamente nuevo para él pero demasiado importante al parecer para su hermana.
Las dos aprendices vuelven a compartir una mirada antes de responder con un canturreo.
-El Susano de Kaoru dono -Contestaron ambas.
Koishijiro parpadeó aún más confundido.
…
La carta de Kenshin apenas era una hoja cortada. Parecía más una nota que una carta. Kaoru había desacelerado el paso tras haber salido al patio en dirección al edificio principal, mas cuando terminó de leer la carta, una vez más salió corriendo, esta vez fuera del santuario.
…
Mi querida Kaoru dono:
Me sentí feliz de recibir tu carta. Pero la verdad es que aunque me podría y me gustaría contarte todo sobre mi viaje y la respuesta a la que he llegado…
Lo cierto es que mientras lees esta carta estoy a la entrada del santuario, justo bajo el Tori, dispuesto a contarte todo de frente, si me lo permites.
Himura Kenshin.
…
Fiel a su palabra, el muchacho se encontraba de pie al tope de las escaleras, espalda al santurio, manos escondidas dentro de su gi. Una sonrisa adornando su rostro.
Kaoru sintió su cuerpo vaciarse y llenarse de vida con la sola imagen de su silueta, sintiendo de pronto que el camino era demasiado largo para sus pequeños pasos.
-¡Kenshin! – clamó su nombre, porque sentía que no llegaba a él al tiempo que ella quería.
-¡Kaoru dono! -Él por supuesto entendía aquél sentimiento, pues era el suyo propio, y salió a su encuentro.
Los dos colisionaron en un abrazo, los pies de Kaoru despegándose del suelo por un breve instante. Instante en el que él la apretó con fuerza y la respiró completa.
La había extraño demasiado y ahora la tenía entre sus brazos.
Ajenos a ellos, Momiji veía llevarse a cabo el encuentro, no sin cierto desconcierto; mas tras un instante de observarlos a detalle, una nueva idea brilló en su mente. Al instante después una sonrisa adornó su rostro.
La sonrisa de una villana.
A/N: Se me ha pasado mencionar que tengo un par de fanarts de este fic y que tengo la intención de seguir haciendo más, incluso de mis otras historias... Por si quieren checar mi instagram de una vez, son bienvenidos a hacerlo. Pueden buscarme como naru_astalina
