Ahora el capítulo SMUT xD.
Largo para compensar el tiempo de espera.
Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki.
"El sueño que nos prometimos."
Abril, 1864.
Kaoru se había presentado antes de tiempo en el punto de encuentro, demasiado ansiosa por la posibilidad de que su amigo no se presentara.
Durante varios minutos reflexionó sobre este concepto: amigo.
La aprendiza de miko había tenido muchas amistades en su corta vida, pero había sido cierto que tras su entrada al santuario había sido relegada a vivir tras una línea invisible, alejada del resto. Kenshin había sido el primero en cruzar esa línea, aunque no sabría decir si ella misma había borrado aquellos límites, todo en ellos había ocurrido de manera tan natural que parecía absurdo pensar que hubiese podido ser diferente.
La única otra persona con la que los límites se había desdibujado había sido Akira, aunque entonces el muchacho de ojos oscuros tenía otro interés, la niña no había podido evitar notar la honestidad en los sentimientos de éste. Shinji había venido después, más ése avance había sido cortado con la presencia del pelirrojo, casi como si el mismo destino le estuviese queriendo decir algo en aquellos encuentros.
-¡Kaoru dono!
-¡Kenshin!
El corazón de la joven se aceleró, levantándose de pie casi al instante se giró para recibir de brazos abiertos a su compañero, quien la envolvió en sus brazos y la levantó del suelo, girando con ella una vez.
Rieron exudando alegría, incapaces de hacer nada más durante esos primeros instantes.
-Estoy tan feliz de que estés aquí -soltó ella todavía aferrada a él, con sus brazos rodeándole el cuello.
La misma felicidad se reflejaba en los ojos de su amigo. Un instante en el que sus almas conectaron a través de sus miradas.
-¿Y bien? -Preguntó Kenshin, aflojando el abrazo, pero renuente a deshacerlo totalmente. -¿Cómo va a funcionar ésto?
Kaoru estuvo a punto de estallar en carcajadas, pero se contuvo mordiéndose el labio inferior; aunque quedaba evidente en lo pícaro de su mirada que tenía un secreto. Kenshin le miró ligeramente confundido, pero incapaz de deshacer su sonrisa.
...
De eso hacía un par de horas. Kaoru le había explicado que había recibido un "regalo" por parte del Guji, además del resto de sus compañeros Chokka -o al menos eso les habían dicho las tres sacerdotisas del santuario a Inari-, el cual consistía en llevar un periodo "extra" de reflexión antes de su desconexión del mundo material para pasar a lo espiritual.
Desde luego que Kenshin ignoraba si aquello estaba permitido o no, él sólo había entendido por boca de su maestro que quizá le permitirían permanecer dentro del santuario durante el periodo de retiro de Kaoru; pero mientras más y más explicaba su amiga, menos parecía un retiro y más se asemejaba a unas vacaciones.
-¿Y yo podré ir contigo? -Cuestionó el pelirrojo, no muy convencido de cómo embonaba él en aquél arreglo.
Kaoru sonrió de oreja a oreja.
-¡Por supuesto! -Asintió -Serás nuestra escolta personal.
-¿Oro?
Aquel "trabajo" consistía más en ser una especie de "guía" o "maestro" a cargo del grupo; una especie de chaperón que evitaría el que los alumnos se descarriaran. Si bien aquello tenía sentido, el joven no entendía porqué se mandaba a él y no a alguien mejor capacitado, mas por supuesto no lo cuestionó.
Aquello era un regalo que no pensaba devolver.
-Todavía puedo arreglar su matrimonio, si lo deseas.
Incluso con las constantes insistencias del hermano de su amiga, Kamiya Koishijiro.
Tan pronto habían llegado al santuario el hombre se había hecho notar. Y tras la cena grupal, vino el momento de tomar el baño. Momento en qué el mayor acorraló al samurai.
-Debes aprovechar el momento Himura kun, ahora es cuándo -insistió con rebeldía.
El aludido estaba que pedía ahogarse con el agua, si con eso conseguía ahorrarse aquél bochorno delante de todos los chokkas presentes quienes no paraban de reír.
-Aunque agradezco el ofrecimiento, me temo que tendré que negarme. -Contestó con una sonrisa incómoda.
Al final Koishijiro había cedido, dando una que otra queja aquí y allá, pero respetando igualmente la decisión del chico.
-Es una pena -dijo cuando salieron rumbo a las habitaciones -Estoy seguro de que si mi hermana te hubiese conocido desde antes de recibir su don, lo habría pensado dos veces antes de aceptar unirse al santuario.
Kenshin no supo qué contestar. Le miró anonadado un instante, el corazón pendiendo de un hilo.
El mayor suspiró, le dedicó una sonrisa triste y se retiró a su habitación. El menor se quedó un instante debatiéndose en el pasillo. De pronto no estaba seguro de qué estaba haciendo ahí.
Suspiró igualmente y decidió ir a buscar habitación en la cual quedarse.
-¡Himura kun! -Le habló Koga, caminando por detrás de él, el aludido volteó a verlo de inmediato. -¿A dónde vas?
Kenshin se descubrió a sí mismo algo confuso.
-A, ¿los dormitorios comunes…? -Inquirió inseguro.
Koga enarcó una ceja.
-¿Por qué irías allá? -Dijo más en tono sarcástico que de pregunta. -Kaoru dono está esperándote en su alcoba -informó, como lo más natural del mundo.
-¿Oro? -Kenshin por su parte le miró aún más descolocado.
Koga negó con la cabeza mientras sonreía.
-En serio, Himura kun, eres de lo más cómico -rió, y luego se fue dejándolo solo.
-¿Ororo?
"¿Podría ser tan fácil?" Se cuestionó el samurai. Que él recordara, tras su último encuentro -incluso si no se dijo nada en palabras- había tenido la sensación de que ambos habían llegado a un acuerdo y que lo mejor era marcar distancias. ¿Se habría equivocado? Se cuestionó, brazos cruzados y ojos cerrados. Después se rindió.
Si Kaoru lo esperaba, quizá simplemente tenía que ir a ella y no cuestionar más, sentenció, comenzando a caminar de memoria hacia la habitación de su amiga. Era evidente que los demás no lo veían impropio, si bien tampoco eran tan indiferentes. Pero igualmente, él se había ganado aquél lugar, se dijo, llegando finalmente a las puertas de la habitación de la aprendiza de miko.
Las puntas de los dedos se le pusieron frías y un hormigueo le recorrió la espalda.
¿Por qué de pronto se sentía tan nervioso?
La puerta se abrió de golpe entonces.
-¡Ah! / ¡Estás aquí! -soltaron ambos.
Mientras que Kaoru se veía serena, Kenshin sentía que el corazón amenazaba con salírsele del pecho, el bam, bam de éste le retumbaba en los oídos y poco entendía de lo que ella le estaba hablando. De momento sólo fue consciente de que ella lo había jalado adentro de su habitación, cerrado el fusuma y vuelto a tomar su mano en dirección al cuarto privado, cuando lo soltó para cerrar las segundas puertas.
Sólo entonces, con la imagen de la habitación de su amiga, Kenshin por fin consiguió liberarse de su sorpresa y nerviosismo.
El joven miró en awe el espacio íntimo que sin saber había extrañado durante los meses de ausencia, notando todavía todas y cada una de las pocas pertenencias que había cargado consigo entonces, ocupando todavía su propio lugar repartidas por todo el espacio
-Sigue igual -susurró, ella fue capaz de escucharle.
-¿nani? (¿qué?) Ah, hablas de la habitación. -Concluyó. -Bueno, es lo justo ¿no? Después de todo, nunca te fuiste, al menos no realmente. -Dijo, un leve sonrojo le coloreaba las mejillas y él pensó en ese momento que no había visto nunca una niña más hermosa que su amiga. -Además esta será, sin duda, la última noche que ambos pasaremos en esta habitación. Me pareció adecuado. -Terminó, manos detrás de su espalda en un gesto claro de timidez.
Él avanzó hasta quedar de frente a ella.
-Realmente te quiero, Kaoru dono -confesó embelesado y conmovido.
La pelinegra sonrió comprensiva.
-Yo también te quiero, pero esa no es razón para deprimirnos. -Dijo, tomándole ambas manos en las suyas propias. -Ambos estamos siguiendo el camino que elegimos -le recordó.
Aquello les supo agridulce a ambos.
-Lo estamos. -Aceptó él, sorprendido en cierta medida por el hecho de que ella pudiese leerlo tan bien todavía. -¿Cómo supiste? ¿Lo viste acaso?
Ella negó con un movimiento de la cabeza.
-Mmm. Fue sólo un presentimiento. -Dijo soltándose de él en dirección a la amplia cómoda del fondo, para sacar los futones. -Ahora preparemos las camas.
Kenshin sonrió con cierta nostalgia.
-Incluso sacaste la pantalla -señaló al verla a los pies de ella.
-Ah. Sí. -Contestó evasiva, pero fue evidente el rubor en sus orejas.
El corazón del muchacho volvió a latir de dicha. Se sentía amado.
Trabajaron en silencio, afortunadamente ambos ya estaban en sus yukatas de dormir y Kenshin sólo tuvo que colocar sus ropas sobre el mueble junto a la ventana, por aquella vez su espada descanso junto a ésta. La pantalla volvió a colocarse en el medio de ambos futones, como una muralla gigante e impenetrable que hacía aún más evidente la línea que los separaba. Con el corazón pesado, ambos se dieron las buenas noches por encima de la pantalla antes de recostarse y meterse dentro de su respectivo futón.
Era una paz un tanto inquietante. La cabeza de Kaoru daba vueltas con tantos pensamientos que no pudo evitar soltarse a hablar nuevamente.
-Mañana iremos al centro de Kyoto, a la casa del daimyo, como un recordatorio de quienes fuimos. -Dijo, y esperó un instante.
-Jamás he puesto un pie en la casa de un aristócrata, tengo algo de curiosidad por ver cómo es -soltó su compañero, ella sonrió en alivio y continuó más tranquila.
-Luego iremos a una de las granjas principales, la intención será recordar nuestra promesa de servicio y humildad. Ah, ¿no te molesta el trabajo extra o sí?
-Viví contigo durante casi tres meses, ¿o no?
-Bueno sí, ¡hey! -Se quejó, al entender la broma de él, Kenshin rió por lo bajo. -No soy tan mandona.
-No siempre. -Soltó él, todavía entre risas. Aún en la oscuridad el joven era capaz de imaginar el puchero que sin duda se había plantado en la boca de su amiga. -¿Y? ¿qué sigue después?
-El retiro en el Onsen -respondió ella.
El Onsen del santuario estaba un poco más de media subida de la montaña.
-¿Es el que está cerca del lago?
-Ése mismo.
Ahí era donde se llevaría a cabo el verdadero retiro. Kenshin sabía que si bien podían asignarle el papel de chaperón del grupo, no había cábida para él en un lugar tan recluido y destinado exclusivamente para el uso del clero. Lo más seguro sería que lo despedirían incluso antes de dirigirse hacia el lugar.
El silencio de él por su parte, representó una cierta ansiedad para ella.
-Dormiremos separados a partir de mañana -dijo, cortando de golpe los pensamientos de él.
-Entiendo -contestó con algo de sensación de opresión en el pecho.
-Quizá sea diferente en la granja -trató de animar ella-, pero quizá sea un cuarto para todo el grupo -reflexionó.
Hubo un silencio antes de que Kenshin volviera a contestar.
-Entiendo.
Ella sintió la misma opresión en su pecho que él sentía entonces.
-Tal vez en el Onsen pueda ser diferente -volvió a intentar animar, insegura ya de para quién daba aquellos ánimos.
-Mmm
-Aunque, lo cierto es que no lo sé, ya que jamás he ido.
-Kaoru dono -le interrumpió.
Ella sintió que el corazón le pendía de un hilo.
-¿Sí, Kenshin?
El silencio se hizo entonces, y por un momento Kaoru se convenció de que lo había hecho enfadar. Mas cuando Kenshin habló por fin, ella entendió que él simplemente había necesitado de aquél momento para darse valor y soltar aquellas palabras.
-Podríamos retirar la pantalla -Sugirió. -Igual a la última vez. Si lo crees correcto.
Kaoru sintió que a su corazón le salían alas. Sonrió para sí misma.
-No puedo considerarlo incorrecto ahora, después de haberlo permitido aquella vez.
-Bien. -Dijo él.
Y tras esa respuesta, el pelirrojo se levantó, tomó la pantalla con ambas manos y la llevó al fondo de la habitación, junto a la cómoda donde se guardaban los futones y las sábanas, mientras Kaoru le miraba anonadada, sentada sobre su propio futón, el corazón haciendo bum, bum en su pecho.
Kenshin volvió tan pronto terminó, conteniendo los nervios lo mejor que pudo. Volvió a meterse en su futón, recostándose de lado, miró a su compañera y la invitó con la mirada y el brazo extendido a hacer lo mismo.
Ella tomó su mano y volvió a recostarse, quedando de frente a él.
-Mucho mejor. -Dijo Kenshin, sonriendo hasta con los ojos y todavía sosteniendo la mano de su compañera.
Los ojos azules de Kaoru le miraron con emoción viva.
-Te extrañé. -Confesó.
-Y yo te extrañé a ti, Kaoru dono.
Pasaron la mayor parte de la noche hablando de todo y de nada. En algún punto cayendo dormidos bajo el arrullo de su propia conversación.
…
Paralelo a estos eventos, aquella misma tarde se había llevado a cabo una reunión del consejo del clero, junto con la administración del gobierno del shogun a cargo de los eventos de la ciudad de Kyoto.
-Hace mucho que no se tenía una prodigio como Kaoru dono, de modo que la corte imperial ha decidido formar parte de la ceremonia. -Informó el Jokai(rango más alto en el sintoismo) de Kyoto, un hombre mayor de gesto duro. -Normalmente no permitimos extraños, pero viendo la situación, no podemos negarnos, es una oportunidad para que los santuarios recuperen su grandeza.
El delegado, representante del actual gobierno asintió.
-Se han confirmado todos los lugares, recibiremos apoyo de los santuarios vecinos para la preparación del festival que se hará en honor de la vidente de Inari.
-Aunque aún no se sabe si será en efecto Inari quien la reclame -Dijo el Guji, quien todavía se sentía renuente a cortar relación con el actual gobierno, ejemplo de esto era el haber accedido para permitir que intervinieran en la preparación del Kuchiyose.
-Sus compañeros chokkas irán primero, empezando por los varones dejaremos a las aprendices justo después -explicó el Jokai.
-En cuanto al retiro-
-Ya se ha arreglado todo. -Le cortó Momiji con autoridad. El Guji le miró perplejo, aunque fue rápido en disfrazar su reacción. -No habrá interrupciones, ni tampoco cambio de planes, así que su excelencia puede estar tranquilo.
Udo se sintió incómodo, no podía refutarla delante del consejo, por el bien de ambos no podían verse como un frente fragmentado.
-Muy bien. -Asintió, ya resolvería el resto en el santuario. -Confío en que las mikos de nuestro santuario junto con el Maekkai mantendrán centrados a nuestros aspirantes al sacerdocio.
Los demás asintieron.
…
Al día siguiente, los jóvenes chokka fueron llevados en carretas en dirección de la casa del daimyo.
Al llegar, fueron recibidos por la esposa del antiguo general y la servidumbre de la mansión. La mayoría de los jóvenes miraban con asombro aquella casa tan elegante al ser la primera vez que entraban en un lugar así, incluido Kenshin.
Se les fueron dadas sus habitaciones. Las mujeres en una, los hombres en otra, justo como lo había sospechado la aprendiza de miko, y luego se les invitó a pasear por los jardines. Este primer punto, era el primer lujo al que renunciarían después de todo.
Se les dio la libertad de hacer uso de su tiempo a su gusto, acordando la mayoría permanecer juntos, la casa recibió, sin embargo, una visita inesperada justo entonces. Kaoru, al ser cercana al recién llegado, salió a recibirlo en cuanto le vió, separándose del grupo.
-¡Akira! -Exclamó.
El muchacho le saludó con la misma alegría aunque con menos emoción. Kaoru estaba contenta de verlo, pues tras su boda no había vuelto a tener noticias de él y deseaba saber cómo iban las cosas para éste y su bella esposa.
Akira tuvo a bien sonrojarse ante las preguntas sobre sus recientes nupcias, explicando que si bien residían de momento en Edo, ambos buscaban volver a Kyoto, considerando el puesto que se le había ofrecido en la corte del shogun. Aquello puso ansiosa a Kaoru.
Todo mientras Kenshin miraba desde la distancia, incapaz de poder descubrir qué estarían diciendo, y negándose a intentar descifrarlo por miedo a hacer una ofensa. Mas no podía calmar la ansiedad de su corazón.
-Cala, ¿no es cierto? -Kenshin se giró para ver al nuevo recién llegado.
Shinji estaba de pie a pasos de distancia detrás de él, semi recargado en uno de los árboles del jardín principal.
-La manera en la que su rostro se ilumina -concluyó el chico.
El aludido se sobresalto.
-No-
-No trates de excusarte -le cortó.
Kenshin arrugó el gesto, pensando sus palabras antes de soltarlas.
-Kaoru dono es así. -Aseguró. -Lejos de ser una actitud todavía infantil, creo que es simplemente genuina inocencia y sinceridad. No juzga y acepta a cualquiera sin importar su pasado. -Concluyó.
Shinji le miró un instante, analizándolo.
-Derrocha amor, es algo natural para ella, es lo que quieres decir -Kenshin iba a asentir cuando Shinji prosiguió, caminando hacia él su mirada fija en su amiga, se detuvo al quedar justo a su lado. -Y luego están las personas que son cercanas y por tanto mucho más importantes para ella.
-No entiendo qué-
-Choca saber que no eres el único, ¿cierto? -Volvió a cortarle, mirándole al fin de frente con la mirada clavada en la de él.
Kenshin por un instante fue incapaz de responder, demasiado sorprendido por la fuerza de aquella respuesta.
-No es -empezó pero Shinji volvió a cortarle.
-Es normal cuando se desea a alguien para uno mismo. -Dijo, dándose la vuelta otra vez. -Descuida, la mirada que te dedica a ti, no se la otorga a nadie más. -Le aseguró.
El samurái no supo exactamente qué sentir entonces.
-¡Kenshin!
El pelirrojo despegó la mirada de Shinji para ver a Kaoru quien le saludaba a la distancia, haciéndole una seña para ir donde ella. Él sonrió a medias, regresándole el saludo, pero decidiéndose a ir en dirección opuesta tras pensarlo un instante. Tenía un par de cosas que meditar.
Kaoru se extrañó por su parte de aquello creyendo que quizá no le había entendido.
-Fue una verdadera sorpresa encontrar a Himura kun en el grupo. -Akira volvió a atraer su atención. -Dime, ¿acaso ha decidido cambiar de profesión?
-Ah, no. No, no, no, no. Nada de eso. -Negó ella sonriendo nerviosa. -Simplemente me está acompañando.
Akira parpadeó confuso.
-No sabía que eso fuera posible.
Las mejillas de Kaoru se tiñeron de rojo.
-Fue un regalo del Guji.
-Ah, ya veo. -Aceptó Akira. En su ensoñación, Kaoru fue incapaz de notar la mirada calculadora que tenía su compañero.
No era un secreto para él, después de todo -y gracias a Shinji-, que las mikos del santuario Fushimi Inari buscaban desesperadas un camino diferente para su protegida. E incluso si ignoraba la razón tras tales miedos -porque eran miedos, como si una tragedia estuviese por ocurrirle a la aprendiza-, podía simpatizar con éstas.
Así que no le cuestionó nada más, y el encuentro siguió sin problemas.
…
Por la tarde tuvieron un gran banquete, casi similar a una fiesta, recibieron incluso invitados externos. Los jóvenes chokkas fueron incluso premiados con una botella de sake que compartieron entre ellos, apenas y alcanzó para dos copas por cabeza.
Hubo risas y juegos y una que otra apuesta; dos geishas fueron incluso invitadas a entretener a los invitados. Los jóvenes estaban ebrios de vida y lujo que llevaban años privados de.
En algún momento Kenshin juraría haber escuchado a Kaoru preguntar "¿Te habría gustado si hubiese sido una geisha?", aunque el momento y la pregunta se habían perdido en el eco de las risas y las voces de los demás presentes, Kenshin había contestado igualmente "Habría pagado por ser tu Danna(amante)". Si ella lo había escuchado o no, no lo sabía, se había negado a mirarla entonces, demasiado avergonzado por su osada confesión.
Horas después, bien entrada la noche, Kenshin había huido al segundo patio -aquél donde las habitaciones de huéspedes se encontraban, en un jardín semi privado-, había decidido escapar de los hombres mayores que tras varias botellas de sake habían considerado prudente el embriagar a los menores.
El alcohol incluso -en un forcejeo- le había mojado las ropas y la melena. Kenshin se deshizo la coleta, desenredándosela como kamisama le dio a entender.
Un par de manos le detuvieron las suyas propias de repente.
-Déjame ayudarte.
Su corazón se saltó un latido, y el resto de su cuerpo se rindió ante la voluntad de su amiga y compañera. Mirando el cielo un instante, cerró los ojos dejándose llevar por las sensaciones de las atenciones de la joven.
Kaoru, de pie todavía en la engawa, aprovechó la diferencia de altura para peinar el cabello de su compañero. Uno a uno, deshizo los nudos con amabilidad y manos suaves. No por primera vez, Kenshin se maravilló ante el amor que era capaz de sentir ser irradiado de una sencilla tarea, siempre de parte de ella.
-Listo. -Informó, acomodando un poco la melena roja una vez hubo terminado.
Kenshin casi lamenta el final de aquél toque. Se giró de frente a ella y le sonrió complacido.
-Arigatou(gracias) Kaoru dono
Kaoru le sonrió contenta y satisfecha, sus mejillas coloradas debido al alcohol. Sus ojos azules brillaban como piedras preciosas bajo la luz tenue de la luna.
¿Por qué aquél encuentro se sentía tan íntimo?
-Oyasumi (buenas noches) -dijo.
-Oyasumi -respondió él, sonriendo con todo su ser.
Ella se fue primero y él fue incapaz de evitar seguirle con la mirada.
-¿No estás haciéndote más daño? -Preguntó Akira por detrás de él, quien había observado aquél encuentro.
Kenshin se giró hacia él tan pronto le escuchó, la burbuja rota tras aquella simple, pero tan complicada pregunta.
Akira le miraba con cierta pena; comprendiendo al fin la profundidad de la conexión de ambos jóvenes y lo improbable de que la misma Kaoru hubiese podido elegir a alguien más que no fuera el joven que en ese momento estaba frente a él.
-Al permanecer de esta manera tan cerca de ella, notas aún más la distancia que los separa. -Señaló. -Te torturas a ti mismo.
El aludido reflexionó sobre esto.
-Es mi amiga. -Aseguró tras pensarlo un instante, incluso si era consciente de lo improbable de su deseo antes de aceptar ir con ella, nadie podía negar su amistad con ésta. -Mi primera y mejor amiga. No quiero perderla.
-Por eso no pides más que su amistad. -Entendió Akira.
-¿Qué más podría pedirle? -Cuestionó el pelirrojo y el mayor pudo notar la desesperación en éste. -Incluso si lo hiciera, he elegido un camino difícil para mí mismo, uno al que no deseo arrastrarla. -Confesó.
Akira lo sabía por supuesto. En el mundo en el que vivían las castas, el rango social, era algo que no se podía ignorar si se deseaba el asegurar una vida de providencia. Un samurai y una sacerdotisa, por muy romántica que la historia pudiera sonar, jamás harían una buena pareja. Uno era sirviente de los hombres, la otra servía a los dioses.
-Puedo entender el sentimiento. Fue igual para mí. -Confesó el mayor, recordando su propio deseo de volverse alguien que fuera capaz de proveer a Tomoe. Avanzó hasta Kenshin, bajando la engawa, colocó su mano sobre el hombro de éste en señal de apoyo. -Es un amor honorable, el que ustedes tienen. Rogaré porque sus caminos siempre converjan al del otro.
Los ojos del joven se abrieron en asombro un instante. Luego se inclinó en señal de respeto.
-Muchas gracias.
…
-¡Rápido chicos!
Dos días después, eran andaleados por la menor de los chokkas, Hikari, rumbo a la granja en la que debían pasar los días siguientes. Su estancia en la aristocracia había terminado y ahora se dirigían a una zona periférica de la ciudad de Kyoto, en la zona de agricultura.
-Hikari chan está muy emocionada -Señaló Yutaro.
-Es normal, la granja a la que vamos pertenece a su familia -informó Koga.
-No lo sabía.
Una emoción indescriptible bailaba en el pecho de Kenshin, sin embargo, volver a los campos de cultivo le había sacudido viejas memorias, que no sabía decir si buenas o malas, simplemente tenía una sensación de nostalgia y deja vú mientras avanzaban por el camino de tierra.
Justo entonces, Kaoru le tomó de la mano, deshaciendo con este gesto cualquier sensación de ansiedad y nerviosismo. Kenshin entendió entonces, que ella estaba tan aturdida como él.
Sonrió.
"Estamos juntos en esto", se convenció.
…
El tiempo en la granja hasta ese momento, había sido el que más habían disfrutado. Sin tanta etiqueta o lenguaje formal o reglas, los jóvenes habían podido correr libres por el campo y mezclarse con el resto de los habitantes como si fuesen simples plebeyos.
Hikari les había presentado a su familia, la cual era tan cálida como la niña misma, y les había dado un tour el primer día, dedicándose el segundo a familiarizarlos con la zona y los mejores lugares para pasear y divertirse.
Para el tercer día, los jóvenes tuvieron que hacerse cargo de las tareas de la granja. Aquello había sido bien recibido y todos estaban conformes con aquella pacífica convivencia.
Era en momentos como ésos cuando Kenshin dudaba sobre la revolución que se venía. En zonas como ésa era fácil olvidar que había otras en hambruna. Y él no debía olvidar. Estaba apenas al inicio de su camino...
-Aah -suspiró Hikari, estaban todos en uno de los campos de cultivo. -Había extrañado esto.
-No estarás arrepintiéndote -señaló Kago.
-Por supuesto que no, sólo estoy siendo nostálgica -refutó ésta con fuerza.
En poco tiempo ambos se habían envuelto en una ardua discusión, mientras los demás negaban con una sonrisa.
Kenshin se giró hacia Kaoru entonces, su amiga se dedicaba a sacudir la tierra de unos nabos.
-¿Te habría gustado visitar a tu familia? -Cuestionó.
La aludida negó con la cabeza.
-Aunque los extraño no habría sido posible, Edo no es accesible en estos momentos. -Señaló, él tuvo que morderse la lengua, se había olvidado de que la ciudad estaba bajo asedio no declarado. Nadie entraba ni salía. -Y además… tanto mi padre como mi hermano me estarían esperando con una boda preparada -concluyó con cierta irritación -dispuestos a casarme con el primero que se me cruzara.
Kenshin rió internamente.
-No me hubiera molestado acompañarte de haber sido ése el caso. -Confesó.
-¡¿Eh!?
Tarde se dio cuenta ella de lo que él había sugerido, pues él ya se había levantado, canasta en mano.
-Vamos, será mejor que llevemos las verduras que nos encargaron para la cena -dijo, caminando en dirección a la casa de los padres de Hikari.
-¡Espera, Kenshin! -Le llamó dispuesta a seguirlo y regresando sobre sus pasos para recoger su propia canasta, luego volvió tras él -¡Kenshin! ¿Qué quisiste decir?
Él no le dijo, por supuesto.
…
Tras volver todos después del mediodía, los padres de Hikari les informaron de la celebración que se llevaría a cabo durante la noche siguiente, sugiriéndoles que debían atenderlo como parte de su despedida de vida material.
-¿Al festival? -Cuestionó Fuu algo insegura.
-Será después de todo en su honor. Y es el último día antes de que tengan que ir al Onsen. -Trató de convencerlos la madre de Hikari.
El esposo de ésta asintió.
-Será una excelente forma de despedirse de la vida común para entrar a una vida en comunión espiritual. ¿Qué mejor manera de experimentar todo por última vez que con un festival?
-Pero nuestras ropas -Señaló Kaoru, siendo consciente de pronto de lo inadecuados que estaban. Apenas y tenían una muda.
Chiaki, una de las más recientes chokkas, golpeó la mesa con ambas manos.
-Nos dieron dinero, ¿recuerdan? No hemos usado nada todavía, quizá era para esto -Señaló.
-Conociendo a Yumi sama, seguro que así fue -reflexionó Koga con una sonrisa, recordando a su mentora con orgullo.
Los demás comenzaron a asentir.
-Pero, Kenshin... -Kaoru le miró.
Él sonrió de oreja a oreja.
-Descuida, también recibí mi paga -dijo, sacando de su gi las dos grandes bolsas de dinero.
-¡Es demasiado! -Exclamaron todos, notando que era por mucho más de lo que a ellos les habían otorgado.
Kenshin se sobó la nuca en un acto de clara vergüenza.
-Como me debían varios veces, se acumuló como ahorro -explicó.
Los demás entendieron, después de todo ésa había sido la excusa para que él y Kaoru compartieran alcoba en un inicio. Su trabajo como guardaespaldas. Y el Hijo había accedido desde un inicio a pagar por dicho servicio.
Kenshin le dedicó una mirada a su amiga. Aún recordaba su última charla con el hermano de la misma.
"Deberías comprarlo. A mi hermana le encantará." Había dicho éste, la noche en que lo había encontrado deambulando en el mercado nocturno de Kyoto.
-Kaoru dono, ¿no es genial? -exclamó Hikari.
-Eh, sí, sí lo es. -Asintió ésta.
Su compañera, junto con Fuu la abrazaron orillándola lejos del grupo.
-Alegráte, podrás salir con Himura kun -le recordaron ambas.
Las orejas de la aprendiza de ojos azules se pintaron de rojo.
Aprovecharon aquella tarde para pasear por la noche yendo de compras. Las chicas con las chicas y los chicos con los chicos; aunque en realidad los grupos no estaban lejos el uno del otro. Cada uno buscando una buena yukata que vestir para la noche siguiente. Kenshin dirigía miradas de vez en vez en dirección a las aprendices.
Kago fue el primero en darse cuenta.
-¿Qué pasa Himura kun? -le picó. -¿Deprimido porque no serán sólo tú y Kaoru dono?
-¡Oro! -Saltó éste siendo atrapado en el acto. -No, por supuesto que no, sería impropio -refutó con fuerza avergonzado.
Yuta se unió a la carreta tan pronto se dio cuenta de ésta, su compañero Sato sonriendo con la misma picardía, se alejó con el resto del grupo.
-Bueno, no es como que alguien se vaya a enterar, ¿sabes? -le aseguró, rodeándolo por los hombros. -Nos dieron completa libertad
Kenshin arrugó el gesto.
-Preferiría que no dudaras de mi honor -se quejó.
Ambos chokkas lo miraron sorprendidos, luego se dedicaron una mirada telepática para después volver la mirada al pelirrojo con amplias sonrisas.
-Pues, ¿qué piensas que vamos a hacer, eh? -cuestionaron ambos al mismo tiempo, rodeándole les hombros uno de cada lado.
Ante el comentario, de ser posible, Kenshin se avergonzó aún más.
-Himura kun es todo un pillo -cantaron a coro ambos, riendo al instante siguiente.
Kenshin tenía la cara aún más roja que su propio cabello.
…
El siguiente día se fue en un parpadeo y pronto ya era de noche.
…
Los chicos por supuesto, estuvieron listos antes que las chicas. Los jóvenes llevaban rato platicando en la engawa de la entrada principal cuando la exclamación de Hikari los tomó por sorpresa.
-¡Wow! ¡Se ven increíbles!
Los cuatro giraron en dirección de sus compañeras.
-Por una vez se ven decentes -picó Hikari.
Kago bufó, cruzándose de brazos
-Mira quién fue a hablar, apenas ahora descubro que eras una niña -refutó burlón
-¡Mou, Kago kun! -gruñó Hikari persiguiéndolo por el patio principal mientras los demás reían.
La mirada de Kenshin por su parte permaneció clavada en la imagen de Kaoru, desde el momento en que había salido al pasillo él no había retirado la mirada de ella. La aprendiza por su parte, le miraba de reojo, siendo consciente tanto de su propio aspecto como el de su compañero. La yukata verde esmeralda de él hacia juego con la rosa palo de ella. Kenshin reparó en que las Sakuras le quedaban tan bien como los Jazmines a su compañera.
Se sonrieron el uno al otro, embonando como si fuera un baile ensayado desde tiempos inmemoriales. Con esa comodidad que desde siempre habían tenido.
-¡Vámonos! -gritó Koga desde fuera, sacándolos de la burbuja en la que habían entrado.
El grupo avanzó en dirección al parque Murayama, donde se llevaría a cabo el festival de las luces, por esta ocasión en honor a los futuros sacerdotes y sacerdotisas a unirse a sus respectivos santuarios como parte oficial del clero. Por fortuna, la casa de los padres de Hikari quedaba cerca de la zona, apenas hicieron media hora de camino.
El grupo se detuvo a la orilla del parque, donde ya la congregación de gente era notoria.
-No es necesario que sigamos juntos, podemos ir a donde queramos y cuando dé la hora volveremos aquí, ¿está bien? -Sugirió Fuu, consciente de los distintos gustos de todos.
Los demás asintieron. Siendo Kenshin y Kaoru quienes se quedaran atrás.
-Bien, ¿vamos? -invitó ella.
-Kaoru dono -Kenshin le detuvo. -Si me permites, tengo un presente para ti.
La joven le miró con interés y el corazón se le aceleró. Kenshin buscó en la manga de su yukata hasta sacar una cinta de tela azul zafiro, la cual extendió a su compañera.
-Kenshin es bellísima -exclamó emocionada al verla, pasando sus dedos por la fina y suave tela.
Hacía años que ella no había usado ningún adorno para el cabello...
-¿Puedo? -Pidió él, señalando el cabello suelto de su compañera. Ella asintió gustosa.
Se volteó para permitirle recogerle el pelo y peinarlo como días atrás lo hiciera ella con él. Kenshin se maravilló con ella de aquél momento de intimidad, tomó en sus manos las negras hebras e hizo lo mejor que pudo para amarrarlo en una coleta alta con ayuda de la cinta.
-No estoy seguro de haber hecho bien el moño -dijo él una vez terminó.
Karou sacó un pequeño espejo de mano de su kinchaku (bolso japonés) y miró su reflejo. La imagen que vio la dejó un instante sin palabras, al grado de sentir que podía llorar ahí mismo. Era recordar una época antes del santuario.
-Es perfecto -aseguró ella conmovida, se giró a verlo. -Kenshin, es perfecto.
Y Kenshin opinó lo mismo entonces.
"Es normal sentirlo cuando se desea a alguien para uno mismo." -en su mente las palabras de Shinji hacían eco y por fin era capaz de entenderlas, de abrazarla y reconocerlas.
Quería a Kaoru para sí mismo.
-¿Vamos? -Ofreció, extendiendo su mano, y haciendo bolitas el deje de sentimientos que reverberaban en su pecho.
-Hai. -Asintió ella con una sonrisa.
Sin embargo, Kenshin prefería verla libre, incluso si era lejos de él. Quería verla, feliz y plena, realizada y contenta de haber logrado su meta. Él estaría contento de estar ahí cuando aquello sucediera.
Porque así de grande era como la amaba.
…
Es difícil definir lo que sucedió entonces. En qué momento y bajo qué gesto las emociones comenzaron a cambiar. El tono del ambiente...
"Un inocente roce de mano."
Quizá en eso consistía toda la experiencia.
"El valor que toma uno y motiva al otro."
Saborear con las puntas de los dedos una vida diferente…
"Dos manos que finalmente se entrelazan..."
Y decidir después el camino que tomarían.
"El miedo a que esa felicidad no sea eterna."
Pero conforme la noche avanzaba, las emociones se volvieron tan intensas, que ambos sentían que se ahogaban.
"La premicia de una próxima separación."
Era un evento que debía ser completamente lleno de felicidad, y sin embargo, el sabor era agridulce y a ratos hasta amargo.
…
La noche aún era joven, cuando Kenshin y Kaoru decidieron tomar un descanso de su caminata por los pasillos del santuario.
Sentados en el borde delimitado por una muralla baja de piedra, miraban sin verdadero interés la escena frente a ellos, sin saber del todo definir lo que sentían entonces.
La nube que se vernos sobre ellos ya les había invadido el pensamiento.
-Creo -Empezó Kaoru, todavía algo insegura. -Creo que finalmente entiendo a lo que Yumi sama se refería... Sobre todo esto.
Montones de personas desfilaban por delante de ellos, algunos niños corriendo mientras jugaban a atrapar.
-¿Te arrepientes? -Cuestionó Kenshin, todavía sereno, casi entumecido.
-Mentiría si dijera que no. -Confesó ella, su mirada se había vuelto aún más distante y hasta triste. -Supongo que es normal desear otra vida en algún punto de nuestra existencia. Es sólo que no pensé que fuera a desearla tan pronto.
"Huye conmigo" Quiso decir él, pero no lo hizo. -Algunas veces, siento la misma envidia. -Confesó con la misma expresión de ella. -Mi familia eran granjeros, antes de murieran por el cólera.
El corazón de Kaoru se encogió de pena.
-Lo lamento.
Kenshin le restó importancia.
-Fue hace mucho, si soy honesto recuerdo más a mis hermanas que a mi familia de sangre. -Admitio. Y luego, finalmente se giró a verla. Ella, al sentir su mirada correspondió el gesto. -Por otro lado, pensar en una vida en la que no se me permita conocerte… es ahora mucho más impensable.
Agonía.
Los ojos de Kaoru se cristalizaron, algo en su pecho se sentía como si se estuviese rompiendo en miles de pedazos.
-Yo también -Confesó con la voz en un susurro, casi un lamento.
Él al ver su expresión, se preocupó al instante. Se bajó de un saltó de la barda y se puso frente a ella.
-¿Qué pasa?
Kaoru negó con la cabeza, dando a entender que estaba bien, incluso si se veía descolocada. Se limpió el asomo de las lágrimas, negándose a dejarlas caer.
-¿Sabes? -Habló al fin. -Creo que, en realidad, nunca me pregunté qué era lo que yo quería. Lo que yo quería para mí. -Confesó. Sus manos en su regazo jugueteaba con la tela de la yukata.
Kenshin le miró con sorpresa, era la primera vez que ella asomaba una confesión sobre un deseo diferente de su meta de convertirse en sacerdotisa.
-Recibí mi don siendo tan pequeña que la sola idea de convertirme en sacerdotisa era suficiente para sentirme satisfecha. -Continuó, con una triste sonrisa. Él le miró con pesar. -Todavía ahora siento esa misma fascinación.
Luego... Aquello que de había fracturado en su pecho comenzó a romperse en serio.
Los ojos de Kenshin se fueron abrieron como platos al notar el quiebre en sus emociones.
-Demo… (Pero) -La voz se le quebró. El temblor de sus labios respondía a la inmensa tristeza que su alma sentía. -¡Demo…!
"Llévame contigo" - decía su corazón.
E incluso si él no escuchó aquél latido, igualmente entendía... Porque el sufría en la misma medida.
-Estoy feliz, de haberte conocido… -le dijo, luego bajó la mirada a su regazo, tomó ambas manos de su compañera con suavidad, acariciando la piel con sus propios pulgares, en un silencioso gesto por tratar de reconfortarla a ella y a sí mismo también. -incluso si… Esto es todo a lo que tengo derecho -concluyó, apretando el agarre.
Las lágrimas finalmente corrieron libres por las mejillas de la aprendiza.
Era demasiado.
-Yo también. Demo Kenshin… -forcejeó con las palabras.
Eran tantas emociones tan intensas que no sabía cómo explicarse. Cuando al fin logró controlarse lo suficiente, volvió a mirarle con el atisbo de una sonrisa en sus labios.
-En otra vida, me gustaría haber sido tu familia.
-Kaoru dono…
Fue como si un rayo lo partiera en ese momento. Kenshin le miraba estupefacto. Sentía que se ahogaba.
"Tengo el mismo deseo" Pensó, incapaz de decirlo en voz alta, incapaz de cruzar aquella línea.
Pero… ¿Y si…?
-¿Y si por esta noche… -Comenzó, sintiendo de pronto las palabras mucho más pesadas que antes; se armó de valor una vez más. -¿Y si por esta noche jugamos a que tal deseo es posible? -Pidió. Llevó las manos de ella hacia su propio pecho y presionó con suavidad y a la vez con desesperación. -¿Me aceptarías?
Las lágrimas volvieron a caer.
-Siempre… -Susurró.
Kaoru se bajó de la barda de un salto, dejándose caer a los brazos de Kenshin, quien la recibió eufórico.
Las luces de las farolas cercanas, creaban un efecto de sombras color naranja, simulando un falso atardecer. En medio del barullo de la música y la muchedumbre, en un mar de luces y sombras, dos almas permanecían abrazadas la una a la otra, reencontrándose. Descubriéndose por vez primera, se forjó un lazo irrompible que unía ambos corazones.
-¿A dónde me llevarás entonces? -Cuestionó ella, todavía aferrada con fuerza a su compañero.
-Al mar. -Contestó él al instante, con la voz llena de emoción.
-¿Será tan hermoso como se siente en tus relatos? -Inquirió, manos apretando la tela de la yukata de él, sus pies ligeramente por encima del suelo.
Él la respiró.
-Incluso más, porque estarás ahí para verlo -Aseguró, apretándola más a él.
Ella elevó el rostro, ojos aún cerrados.
-¿Dónde viviremos?
-Podemos construir una casa cerca del mar… -Sugirió, abriendo los ojos al fin, sin punto fijo. -O podemos ser errantes primero y viajar por el mundo hasta que encontremos dónde asentarnos a compartir nuestros días.
Kaoru fue capaz de verlo, de respirar aquél sueño, de acariciarlo y sentirlo vibrar en la punta de sus dedos. Abrió los ojos y la recibió la vista del profundo azul del cielo, la noche estaba salpicada de estrellas.
-Todo lo que dices suena tan dulce.
-Puede ser cierto -Se apresuró a recordarle, sus manos resbalando de su agarre.
Los pies de ella fueron tocando de a poco el suelo.
-En mi corazón, siempre lo será. -Prometió, su mirada al fin se reencontró con la de su compañero. Ella le acarició el rostro con las manos. -Arigatou, Kenshin.
Incapaz de decir nada más, abrumado por sus sentimientos y el ruido de su corazón al romperse al saberse rechazado… Kenshin volvió a abrazarla, escondiendo su rostro entre la curva del cuello y hombro de Kaoru.
"Viviré sólo para ti. Te ayudaré a hacer realidad tus sueños." Juró dentro de sí.
"Incluso si no puedo tenerte."
Fueron los primeros en volver a la granja. Pasaron la noche en el pasillo del jardín privado de la habitación en la que dormían. Sentados uno al lado del otro sobre la engawa, recargado uno en el otro y con las manos enlazadas, encontraron el sueño bajo el calor de aquella noche de primavera.
…
Hajime Saito leyó el reporte que Okita le había entregado.
-Kiheitai, el clan de Chosu.
Finalmente después de casi un mes de perseguirles, por fin parecían haber dado con un punto de partida, algo que evidenciaba que había un movimiento clandestino.
-Esto confirma que el plan de la revolución sigue en marcha -señaló Okita.
-La pregunta es ¿dónde se encuentran ahora? -Señaló el lobo de Mibu. -El grupo que estaba en Chosu eran menos que granjeros.
-Sin duda pensado para confundirnos.
-Sin mencionar el problema de los instigadores dentro de nuestro propio grupo -añadió el tercero de ellos, Heisuke, entrando en la pequeña oficina de uno de los jardines del castillo del shogún.
-¿Qué sabemos al respecto? -Presionó Saito.
Okita negó con la cabeza.
-Aún nada, siguen desaparecidos de la aldea bajo el santuario, del otro lado del monte.
Hacía una semana exactamente que los ronin de la aldea contigua al santuario Inari se habían dispersado sin aviso alguno, y sin evidencias de en qué dirección se habían ido.
-Esto no es bueno, es propaganda para poner a la gente en nuestra contra -concluyó.
-Debemos dar con ellos y debemos hacerlo pronto -dijo Heisuke -Y puede que tenga una idea de dónde comenzar a buscar.
Sus compañeros asintieron.
…
El último día en la granja, Kenshin se había levantado antes que el resto. Se había encaminado al río que alimentaba los campos de cosecha, cerca del inicio de su cauce. Llevaba una caña de pescar y se dispuso a estar solo durante toda la mañana.
Tenía después de todo el corazón roto.
Tras varios peces que dejó ir tras éstos picar el anzuelo, y con la mirada perdida en las ondas del río, Kago lo encontró horas después. Siendo el mayor y por tanto el más intuitivo de todos, había sido capaz de notar el cambio en la actitud de sus compañeros.
-Te ves más contrariado que cuando recién llegaste al santuario. -Soltó, invitándose a sentarse a un lado de Kenshin.
Llevaba su propia caña de pescar y se acomodó para la actividad. El pelirrojo ni siquiera le dedicó una mirada, totalmente perdido en sí mismo.
-Tengo demasiadas cosas en mi mente -dijo.
Kago asintió, dejando que la calma de aquél lugar los envolviera.
De pronto rompió el silencio.
-¿Sabes Himura kun? -Empezó, con el mismo semblante que su compañero. -A veces el Cielo nos manda pruebas para que descubramos si el camino que elegimos es realmente el que queremos. Y si es el que queremos, para descubrir si estamos listos o no para seguirlo.
La luz del sol rebotaba contra la superficie del agua y marcaba reflejos en las figuras de ambos chicos, dando la sensación de que también estaban dentro del río.
-¿Estás dándome un consejo? ¿Tan obvio soy? -Bufó el samurai, aunque sin verdadera molestia.
-Se necesita uno para conocer a otro.
Aquello lo destanteó.
-¿Cómo?
Kago le sonrió al rostro lleno de asombro de su compañero, con un gesto tan desafiante que parecía cuestionarle por qué la sorpresa.
-Hikari ha sido mi amor desde que éramos niños y vivíamos uno al lado del otro en la granja de sus padres. -Confesó para el mayor asombro de Kenshin. -Pero yo vengo de una familia de sacerdotes, se esperaba de mí el que eligiera este camino. Durante mucho tiempo estuve convencido de que Hikari era sólo una prueba para probar mi fortaleza y mi deseo de unirme al sacerdocio.
Kenshin podía simpatizar con esto, él también se había cuestionado si tan sólo todo fuera una prueba para tentar su honor y su deseo de pelear.
-Desde luego que no esperaba que ella me siguiera e aunque igualmente pensé que era una prueba más grande no esperé que ella se confesara a mí. Y mucho menos… -Suspiró, con una sonrisa contrita. -Descubrir que mi corazón desea una vida con ella, no importa en qué condiciones, mientras pueda vivir a su lado.
De lejos podría pensarse que ambos chicos eran parientes, y que el mayor estaba regañando al pequeño, siendo Kenshin el último si su incredulidad eran una marca clara de ello.
-Entonces fui un tonto… -Continuó Kago, con risa en sus palabras. -Ahora doy gracias de que su amor por mí fuera lo suficiente fuerte como para seguirme hasta aquí.
El corazón de Kenshin se oprimió.
Él ni siquiera podía considerar la idea.
-Te admiro. -Dijo al fin. -Yo no puedo seguirla. Y tampoco puedo pedirle que venga conmigo. -Confesó con cierta vergüenza.
Él jamás se interpondría entre Kaoru y los sueños que ésta tenía. Sería incapaz de arrancar esa posibilidad, de pedirle que abandonara todo y la siguiera. Mucho menos aún, cuando su propia lucha seguía sin definirse del todo.
Kago lo miró un instante, midiéndolo.
-Igualmente… -Dijo tras quedar satisfecho con su análisis. -Puedes prometerte a alguien y honrar esa promesa cada día de tu vida, incluso si esa promesa se reduce a esporádicas visitas.
"Incluso si esa persona no se promete a ti." Era lo que realmente le decía.
El samurai sonrió con pena.
-No suena muy alentador.
-¿Por qué no? -Retó Kago. -Si vas a pelear en la guerra, ¿no te sentirías más tranquilo sabiéndola libre y a salvo? Siempre en el mismo lugar esperando y al mismo tiempo no, por tu regreso.
"Estaré aquí por la eternidad." Le había dicho Kaoru en su primera carta.
-A veces debemos conformarnos con lo poco que tenemos. No. No sólo conformarnos, sino buscar ser feliz y sacar lo mejor de ello.
¿Podrían ambos hacerlo? Se cuestionó. ¿Podrían estar unidos en la distancia? ¿Les sería suficiente?
-Por otro lado, si ambos lo desean… -Comenzó, deteniéndose a sacar el pez que había picado. -Pueden renegar de sus respectivos destinos y huir juntos.
-No podría hacernos eso a ambos -contestó Kenshin al instante.
Por encima de todo, su relación estaba fundamentada en una amistad, en una fe inquebrantable en el otro y un apoyo mutuo a cumplir sus sueños, cuales quiera que éstos fueran. No para cortarse las alas.
-Entonces, sonríe mi amigo. -Le dijo Kago, sonriendo igualmente. -Y dale ánimos. Su sueño está por cumplirse.
"Sí, lo está." Pensó. El corazón apretujándosele en el pecho.
¡Él no quería soltarla aún…!
…
Kenshin se sorprendió de que le permitiesen acompañarlos hasta el Onsen, al día siguente. Una vez ahí, se sorprendió aún más cuando le informaron que él también entraría al igual que el resto y que podría permanecer cerca del grupo.
Aquella zona de aguas termales estaba cerrada exclusivamente para ellos.
-No me des esa mirada. -Le recriminó Kago al notar lo incómodo y ansioso que el pelirrojo se veía. -No estamos rompiendo el decoro ni poniendo en duda el honor de nadie. -Aseguró con voz grave. -Hoy, somos hijos de la noche. -Declaró.
Después de todo ya era tarde cuando habían arribado al lugar.
-Todos dormiremos en el mismo cuarto -informó Fuu. Tras haber entrado en el recinto principal en donde permanecerían.
Únicamente habían dos sirvientes presentes, los cuales estarían en una choza diferente, justo a la entrada del Onsen. La casa principal en la que se hospedarían los jóvenes chokka, aunque austera, poseía un aire noble. La zona de aguas termales estaba completamente rodeada por la estructura del edificio principal, ocultando con éxito el acceso a nadie externo.
-También necesitaremos cambiar nuestras ropas -continuó. Notando con algo de pena y comprensión la instantánea reacción de sorpresa y renuencia ante lo que ya debían de comenzar a renunciar.
Por tercera vez, Kenshin se sintió incómodo. Aunque estaba agradecido de poder acompañar a Kaoru incluso ahí, sentía que estaba siendo intrusivo en algo sagrado que nada tenía que ver con él. Se obligó a apagar estos pensamientos, de nada le serviría deprimirse entonces. Y a pesar de tener el corazón fragmentado, fue capaz de sonreír de forma honesta, de disfrutar incluso aquél último día en compañía de su amiga como su igual.
Por la tarde, tras una última cena elegante, los jóvenes se bañaron en las aguas del onsen vestidos en sus yukatas. Para entonces, el grupo se había vuelto mucho más cercano y unido; las bromas eran más naturales y las risas más frecuentes.
Kago y Hikari seguían llevándose la escena con sus constantes discusiones, haciendo reír a los demás con sus ocurrencias. Kenshin vio diferente aquella dinámica tras su conversación con el Chokka. Entendiendo que el "molestar" a su compañera con aquellos comentarios era la única forma en la que éste podía acercarse a su gusto a la aprendiza sin llegar nunca a cruzar la línea que marcaba la distancia que él debía respetar.
Lo notaba ahora. El sonrojo en las mejillas de la menor, los pequeños gestos acompañados de roces… sin duda el chico era correspondido. Se preguntó si él y Kaoru serían iguales, si incluso ya lo eran… Robándole tiempo al tiempo y compartiendo secretos cuando creían que nadie los miraba…
¿Podría vivir una vida así? ¿Estar satisfecho con admirarla en la distancia? Sin darse cuenta había tomado la mano de su compañera, ella en respuesta se había recargado en él, descansando la cabeza en su hombro.
-¿Así sería si viajáramos errantes por el mundo? -Preguntó ella. Las risas y voces de sus compañeros encubrían sus propias voces.
-Menos concurrido espero, pero sí. -Bromeó Kenshin.
Kaoru rió con él.
-Entonces, estoy feliz -Confesó, luego lo miró a los ojos. Estoy feliz de que al menos pudimos experimentarlo una vez.
Incluso si dolía, pensó él, podía ser feliz tan sólo con ése recuerdo. Los dos tenían la motivación de querer mejorar el mundo, aunque las formas que habían elegido eran diferentes, reconocían en el otro el mismo aprecio por la vida; que podían entender que el mismo amor que se tenían, era el que les daría el valor para dejarse ir el uno al otro.
Y estaban agradecidos de que sus vidas se hubiesen enriquecido con su encuentro. Ambos habían crecido juntos en esos meses compartidos y aún más durante el tiempo separados.
"Esto es suficiente." Pensaron ambos.
…
Despertaron abrazados el uno al otro a la mañana siguiente.
No habían sido los primeros, Chiaki, Fuu y Yutaro ya estaban de pie y haciendo ruido en la cocina, la cual estaba en la sala siguiente pero al ser la casa un área de espacios abiertos no se podía disimular el ruido.
Kaoru se despertó con una sensación de plenitud, incluso si horas más tarde tendría que separarse de Kenshin, en ese instante se sintió con una sensación de estar en casa. Algo había cambiado durante la noche aunque todavía no podía definir qué.
Abrió los ojos casi al mismo tiempo que su compañero, ambos dándose un par de segundos para acostumbrarse a la luz para luego buscar la mirada del otro. Kenshin fue el primero en sonreír. Sintiendo una dicha que sólo se evidenciaba cuando ella estaba involucrada.
La aprendiza de miko correpondió la sonrisa. Iba a decirle algo, acercándose a él, cuando al moverse notó algo entre sus piernas.
Una sensación ligeramente incómoda y de consistencia pegajose, como si estuviese mojada. Su expresión cambió al instante cuando su mente le informó de las posibilidades.
-¿Qué? -Cuestionó Kenshin evidentemente preocupado ante la expresión de angustia en su compañera.
Kaoru levantó de golpe y con prisa el cobertor del futón, sentándose para descubrir lo que se encontraba entre sus piernas. Kenshin se levantó con ella y observó con la misma fascinación y desconcierto la mancha roja que manchaba la yukata de su compañera.
La joven se levantó de prisa y salió de la casa rumbo al onsen. Kenshin se levantó dos segundos después detrás de ella.
-¡Kaoru dono! -gritó.
Mas Fuu le detuvo jalándolo del brazo.
-Yo me encargo, Himura kun -Le aseguró, dándole la silenciosa orden de permanecer al margen.
Él aceptó en silencio, pero quedaba claro lo aturdido que estaba. ¿Qué significaba aquello? ¿Y por qué justamente ahora? No sabía qué hacer ni si debía hacer algo.
-Himura kun -le habló Chiaki, atrayendo su atención al instante -Ayúdanos con el desayuno -pidió.
Él agradeció la distracción. Dedicando una última mirada por donde había salido su compañera, se dirigió al espacio de la cocina.
…
Kaoru por su parte, recién había llegado al cuarto de baño, se había sacado la yukata y limpiado con ésta los remanentes de sangre entre sus piernas.
-¿Por qué ahora? ¿Por qué ahora? -murmuraba una y otra vez abochornada y entre lágrimas.
Fuu entró un instante después, llevaba toallas pequeñas en una mano y un tazón con agua caliente en la otra, dejó esta última en suelo, se acercó a su compañera y la tomó por los hombros.
-Kaoru dono, cálmate. -Le ordenó con voz firme, la aludida apenas y detuvo sus acciones, estaba totalmente acongojada.
Fuu le pidió respirar hondo junto con ella y ésta le imitó hasta conseguir calmarse, limpiándose las lágrimas un instante después. Su amiga fijó su mirada en la de ella y le sonrió con ternura y comprensión. -Es normal. Casi tienes doce, es normal.
Las lágrimas volvieron a salir.
-Es normal. -Repitió.
-Respira. -Volvió a ordenar. -Ahora déjame limpiarte.
Kaoru se dejó hacer, mientras Fuu la procuraba como lo haría una madre a una hija, una hermana a su hermana pequeña. La llevó de regreso a las aguas termales instruyéndola de la ventaja del calor bajo aquellos días para evitar dolores.
-Quizá sea una señal de los dioses. -Dijo, una vez Kaoru se hubo relajado y estaba hundida en el onsen hasta los hombros. -Tu primavera ha llegado -Concluyó.
La pequeña no dijo nada entonces, aunque la palabra primavera hizo eco en su mente.
-Te traeré un cambio -dijo antes de salir y dejarla sola.
La palabra se había sembrado en su mente y ya estaba echando raíces en su subconsciente; una y otra vez hasta que las palabras salieron por su boca.
-Mi primavera… -susurró. Y su siguiente pensamiento la llevó inevitablemente a una persona. "Kenshin".
Incluso si era su propio deseo egoísta, el regalo de la sangre le había llegado estando con él, después de todos los momentos compartidos entre ambos, ¿podría realmente alguien negarle la conexión que ella estaba sintiendo en esos momentos entre su despertar y su encuentro? ¿Qué significaba aquél despertar? ¿Era la forma en la que los dioses le recordaban que como hombre y mujer no debían compartir tal cercanía, tal intimidad?
Y de ser así, ¿por qué hasta ahora? Si de todas maneras tras el Kuchiyose a menos de dos días de distancia, quedaba claro el que sus caminos se separarían -si incluso ellos lo reconocían al grado de irse despidiéndose del otro desde el primer día de retiro-, ¿por qué mandar una advertencia ahora?
Como lava de un volcán, un torbellino interno se agolpó en su centro y fue subiendo cada vez más y más rápido. La emoción de su frustración salió a la superficie bajo la forma de furiosas lágrimas.
¡Estaba furiosa!
Desesperada, confundida, decepcionada, rota, desilusionada y… ¡furiosa!
Lloró con la boca abierta… dejando salir todo lo que ardía en su pecho, sintiéndose incapaz de parar, sollozó todas aquellas ilusiones construidas en silencio, de la mano de su compañero. Por su mente bailaron los sueños, las imágenes de ese mundo tan hermoso que recién habían construido y al que le habían dicho adiós la noche del festival.
Esto era una muerte.
Un luto que llevaría consigo tras entregarse a los dioses. Reconocía la esperanza de querer creer que se le estaba abriendo otro camino; la desesperación de pedir que se le estuviese ofreciendo otro camino y reclamar al mismo tiempo tal oferta.
Ella estaba bien antes de él, no tenía dudas... ¿Por qué ahora? Gritaba. ¿Por qué ahora? Cuestionaba.
-No me arrepiento de conocerlo -dijo entre lamentos. -¿Pero por qué ahora?
¿Por qué ahora cuando sentía que no podía dar marcha atrás?
-¡Kaoru dono!
Fuu entró corriendo al ver a la joven en llanto, justo cuando la misma se había dejado caer. Se metió en la piscina aún con la yukata puesta y levantó a su compañera.
-Lo siento, Kaoru dono. -Murmuró, mientras abrazaba con fuerza a su compañera y lloraba con ésta -Lo siento.
…
Aquél día, la aprendiza de miko de ojos azules, permaneció recluida en una habitación privada.
Durante horas lloró, mientras sentía los remanentes de su roto corazón deshacerse cual polvo.
…
Al día siguiente, Kenshin decidió partir.
"Sólo te estás lastimando a ti mismo." Le había dicho Akira, y el pelirrojo había encontrado aquellas palabras volverse más certeras durante los últimos días.
-Te vas hoy -no era una pregunta, incluso si Kaoru lo había dicho como una.
El joven había sonreído con tristeza.
-Creo que es lo mejor -aseguró.
Le había roto el corazón ver el la evidencia de las lágrimas en el rostro de su amiga. De pie en la engawa, con el negro cabello suelto y descalza. Hermosa como siempre la encontraba, incluso si esta vez no había sonrisa adornando su rostro.
¡¿Cómo era posible sentir tantas veces tu corazón quebrarse!?
Kenshin apretó el gesto, una acción con la intención de retener lo que sentía. Sonreír en el borde del llanto.
-Prometo estar durante la ceremonia.
Kaoru apenas y asintió.
-Sayonara.
El sol apenas y había comenzado a salir, la ligera niebla -un rezago del invierno- empezó a disiparse bajo el calor procurado. Kenshin se veía cubierto en sombras, un contraste con la luz por detrás de él.
Se dio la vuelta y empezó a andar.
"Ve"
Había una voz interna que había comenzado a hacerse escuchar en la consciencia de Kaoru. Un impulso del alma ha intentar mover el cuerpo.
"Muévete"
Las emociones volviendo a subir desde su centro igual al día anterior. Las lágrimas asomándose a sus ojos.
La carta todavía oculta en su mano.
"Vas a perderlo".
-¡Kenshin! -Gritó.
Con todas sus fuerzas.
-¡Kenshin!
Y corrió detrás de él hasta alcanzarle.
-¡Kenshin!
Él se había detenido tras el primer llamado, girado en el segundo, y corrido a su encuentro en el tercero.
Colisionaron en un abrazo.
-No puedo. No puedo dejarte ir -sollozó, aferrándose a él como si se le fuera la vida en ello.-No puedo dejarte ir, Kenshin, no puedo… ¡No quiero!
Él lloró con ella.
-Yo tampoco puedo.
¿Por qué era, que incluso si se estaban ahogando en tristeza, sentían que finalmente podían respirar tras aquella confesión?
De repente alentada al ser correspondida, Kaoru rompió con gentileza el abrazo y por primera vez tras la mañana del día anterior, le regaló una sonrisa sincera.
-Kenshin -le habló -seré egoísta ahora.
Le mostró el pergamino entonces, el papel que apretaba en sus manos, y se lo entregó. Cerrando las manos de él con las suyas propias, le miró con un mensaje oculto en sus zafiros.
-Kaoru dono… -él se sentía tan confundido y feliz, e inseguro.
-Ésta es la única forma -le aseguró con premura -por detrás de ellos, los demás habían comenzado a levantarse dentro de la casa. -Confía en mí.
-Siempre. -Contestó él.
Ella se puso de puntitas y le besó la mejilla.
Luego, dio media vuelta y se marchó.
…
Había sido acertado, se recordó Kenshin. Si hubiesen salido huyendo aquella mañana, habría manchado el honor de su compañera, un estigma que no estaba dispuesto a hacerla sufrir. "Pero al menos estaríamos juntos" pensó. "No", se recriminó. Si se hubiesen ido esa mañana, ahora tendrían aún más arrepentimientos.
Aquél tiempo era una consideración de ella hacia los sentimientos de él. Le daba la opción de negarse, le daba una salida, incluso si él deseaba todo menos irse. Y quizá su error había sido justamente ése. Había llegado demasiado tarde, cuando el santuario ya estaba envuelto en llamas.
A tiempo pero tarde.
Kenshin elevó el rostro, esforzándose por recordar aquél último encuentro antes de la tragedia. Antes de que sus manos se mancharan de sangre como justo en ese momento, en el que una decena de hombres estaban muertos a sus pies.
Aquél beso había sido dulce, se recordó.
Sus palabras aún más…
Había sido un plan para escapar con el honor intacto.
…
Kenshin…
Después del Kuchiyose, cada nueva sacerdotisa es enviada al atrio del kami que la ha elegido. Ahí, esperará la visita de éste… Pero durante la noche, la sacerdotisa se encuentra en soledad…
Kenshin, te dije que desde niña he deseado entrar al santuario, pero también es cierto que antes de esto tenía otro deseo. Y ahora, deseo algo diferente de lo que me fue ofrecido cuando niña.
Si tu corazón late igual que el mío, Kenshin… Ven por mí la noche del Kuchiyose, encuéntrame en el atrio, y correré contigo.
Kaoru.
…
"Ella pudo haber elegido diferente." Se repitió. Un lamento que aún ahora le servía para llevar a cabo el papel que había adoptado en la lucha por una nueva era. Un sentimiento de haber sufrido una injusticia al que se aferraba con uñas y dientes.
Limpió su katana antes de volver a enfundarla. Sacó de su manga el cartel que debía dejar sobre el cuerpo del líder de aquél clan, dejándolo caer sobre el rostro del mismo.
Si deseaba crear un mundo libre para Kaoru -se dijo, debía primero destruir el viejo.
El hitokiri se escabulló en la noche hasta perderse entre las sombras.
Una vez más, había hecho llover sangre.
A/N: Ya, ahora sí, el incendio en el siguiente capi... ¡Mucho ANGST! TT_TT Y bueno, no quedé muy convencida con el final del capi... sigh...
