Ya por fin, la confrontación del templo.
Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki.
"Y todo arde hasta volverse cenizas pt.1"
Abril, 1864
Aquella había sido una mañana agitada. La gente de Kyoto sabía de la próxima coronación de la vidente de ojos azules como Miko oficial del santuario a Inari -además de la visita de una de las facciones de la corte del shogun-, y estaban por tanto, preparándose a su manera para tan grande evento.
Se respiraba un aire de emoción y felicidad en el ambiente. Muchos eran los que buscaban prepararse espiritualmente para poder comulgar con Kamisama durante el evento, incluso si no podían ser parte de la ceremonia principal. Así que resultó una gran sorpresa el que la gente de Kyoto encontrara el acceso al santuario cerrado.
-¿Cómo que no podemos entrar? -cuestionaba uno de los residentes -¡es absurdo!
-Lo lamentamos mucho -dijo uno de los administradores- pero es necesario preparar el santuario para la visita de la corte del shogun
Muchas de estas respuestas se dieron a todos los que preguntaban, aún más al descubrir que varios samurai entraban en el patio principal y no se les detenía en su acceso.
-¿Son ronin? -cuestionaron varios en la multitud.
-¿Y por qué no el Shinsengumi? -murmuraban otros
-No seas imbécil, el Shinsengumi sólo sirve para suprimir a los que están en contra del régimen Tokugawa.
Quizá por miedo o por intimidación, la gente dejó de presionar al ver a los samurai entrar al santuario, y es que eran demasiados para ser sólo una escolta de protección; mas siendo el camino a la subida bastante largo, la gente comenzó a justificar la cantidad de hombres.
Okita Soji pensaba lo mismo, mientras veía desde las sombras. Al ser aquello parte de los designios del shogun no podía intervenir, pero eso no significaba que estuviese de acuerdo. Su sentido del deber le presionaba para ir en contra de lo que veía.
-Será mejor informar a Saito -dijo. -Es una trampa, sin duda.
Estaba en lo correcto, como siempre. Una jugada que, de ser en coalisión con el clero, presagiaba una tragedia interna, la cual empezaría con una traición…
Fue una pena que -al estar los cuarteles del shinsengumi del otro lado de la ciudad- para cuando llegaran al santuario, éste ya estaba siendo consumido en llamas.
Kaoru
Ella estaba en medio de una tormenta de nieve.
Las fuertes ventiscas golpeaban su cuerpo incesantemente, revolviéndole las ropas y el cabello. Tenía la punta de la nariz y las de los dedos de las manos entumidos y fríos. Las zori (zapato tradicional y elegante de suela plana-baja) se hundían en la mullida nieve cada que el fuerte viento la obligaba a detenerse.
Kaoru levantó la vista con dificultad, intentando mirar por entre sus pestañas y el cobijo que creaban sus manos sobre su rostro.
Delante de ella, caminaba una figura encorvada, sus pasos eran lentos y pesados, sus ropas mullidas y ensangrentadas.
-Kenshin… -murmuró reconociéndolo.
Y al instante siguiente ya había salido corriendo tras él.
-¡Kenshin!
Él pareció escucharle, pues se detuvo casi de golpe; giró el rostro hacia ella.
-¡ah!
Y Kaoru tuvo que contener el sentimiento que le oprimía el pecho.
Ahí, en la mejilla izquierda de Kenshin, dos cicatrices marcaban su rostro con una X aún brillando en sangre roja. Sólo entonces, ella lo miró a detalle. Su desgastada imagen evidenciaba el que había estado envuelto sino uno, en varios conflictos. Su mano derecha llevaba aun arrastrando la ensangrentada katana.
Karou estuvo a punto de correr a abrazarlo, tenía la fuerte necesidad de reconfortarlo, de susurrarle que todo estaría bien, que ella se encargaría de que él estuviese bien.
"No es el momento aún."
Una voz distante la obligó a detenerse. De pronto estaba atrapada en el encantamiento de inmovilización, montones de hilos invisibles se aferraban a su cuerpo impidiéndole moverse.
El Kenshin de su visión parecía no poder verla; tras no seguir escuchando su voz, se giró de nueva cuenta y volvió a avanzar en dirección a los ecos de batalla que se escuchaban a la distancia.
El corazón de la aprendiza se quebró.
-¿¡Estás diciéndome que el debe sufrir aún más?! -Reclamó llorando-. ¿Cuál es el punto de todo esto?
La voz se mantuvo en silencio un instante, el mismo que le tomó a la joven el contener su llanto.
"Lo sabes bien." Habló el ser de nuevo. "Una catarsis es necesaria para lograr un cambio, un crecimiento es necesario en el flujo de esta historia."
Kaoru lo sabía. Lo entendía.
Después de todo, ella misma había sufrido un cambio dos días atrás, cuando el regalo de la sangre se había hecho presente. Cuando Fuu había dicho que la primavera finalmente había llegado para ella, y únicamente fue capaz de pensar en Kenshin y en la injusticia de no poder unir su vida a la de él.
Había tomado una decisión entonces, y planeaba mantenerse firme en ésta.
-¿Por qué debe de sufrir? -Cuestionó, no sin cierta molestia, observando la imagen de Kenshin perderse entre la nieve.
"Cada criatura tiene un llamado, cada uno tiene la libertad de decidir responder o no. Pero algunos otros…"
Una fuerte ventisca volvió a soplar, llevándose consigo la imagen de aquél paisaje y pintando uno nuevo. Cuando Kaoru volvió a abrir sus ojos, la recibió un campo de guerra con el eco de cañones y escopetas, de gritos de guerra y de llanto frente a la muerte, con el chocar del metal contra el metal. Y entre todos estos, fue capaz de encontrar la imagen de su amigo; moviéndose como un demonio frío, vacío de emociones, mientras iba apagando vidas a su paso.
"Su respuesta es necesaria para que la historia avance"
El estandarte del emperador se levantó entonces entre las filas, ecos de victoria se escucharon por el campo; enemigos huyeron, otros cometieron seppuku, otros más cayeron bajo hojas enemigas.
Kenshin por su parte, levantó y clavó la espada sobre el terreno de tierra, nieve y sangre. Abandonando la espada, se dio la vuelta y se alejó del campo de batalla.
"Ten fe, pequeña. Al final, siempre estarás para él."
Las lágrimas de Kaoru, parecían no tener fin, más aun al verle caminar en su dirección; observar como poco a poco el filo de su mirada se desvanecía para dar paso a unos ojos cansados y tristes.
"Eres tú su salvación"
-Kenshin…
Él volvió a escucharla, y esta vez fue capaz de verla, el desconcierto pintado en su rostro.
-Kaoru dono…
"Sé valiente."
La joven corrió hacia él sin pensárselo, le envolvió en un abrazo que él correspondió. Su cuerpo embonando en el de su compañero, como cada vez que se habían enlazado de la misma manera, aferrándose, apretando la tela de las ropas en sus manos…
El sueño a su alrededor se desvaneció en una intensa luz, y de pronto estaba de vuelta en la casa de retiro del Onsen.
-¿Kaoru dono?
La aludida parpadeó una y dos veces, sacudiéndose los ecos de aquella visión. Porque había sido una visión, reflexionó, aunque no había esperado recibir una ahí en la engawa, donde se había quedado dormida al medio día.
Era ya entrada la tarde.
-¿Mal sueño? -Cuestionó Fuu, con la preocupación marcada en su rostro.
Para Fuu era fácil entender que lo que acongojaba a su amiga era la partida de Kenshin; el haber tenido que entender por fin que ambos no podrían seguir compartiendo el mismo camino. Si tan sólo supiera los planes de la aprendiza, habría entendido que la ansiedad de ésta se debía más bien a la respuesta que el pelirrojo pudiera darle. Aunque sabía que no la rechazaría, Kaoru seguía preocupada del posible escenario de un rechazo, más ahora con la visión que había recibido.
-No es nada grave -aseguró, negando con la cabeza- es sólo la falta de sueño.
Fuu estaba por decir algo cuando Kago entró corriendo como alma que lleva el diablo, seguido de Sato.
-¡Tenemos problemas! -gritó, una expresión de horror le transfiguraba el rostro.
-¿Qué sucede? -preguntó Yuta saliendo del interior de la casa seguido de Hikari.
-¡Han cerrado el santuario! -Advirtió Sato.
Chiaki se unió al grupo al salir de los baños de agua termal, había escuchado a sus compañeros y se había apresurado a salir.
-Bueno, es normal si consideramos que la facción del shogun presenciará el Kuchiyose -dijo- considerando que son básicamente nobles, debe de ser una medida de seguridad.
-Lo sería si fuera la guardia del shogún, o de menos el Shinsengumi -refutó Kago desesperado.
-Espera -habló Fuu- ¿quieres decir que son ronin?
Tanto Sato como Kago asintieron, Fuu palideció. Los demás los miraron confundidos.
-No entiendo -dijo Kaoru- ¿Por qué es malo que sean ronin? ¿No es bueno que se tomen en cuenta a toda esa gente que quedó sin nombre?
Fuu le detuvo.
-Kaoru dono, estamos en medio de un golpe político, en el límite de una revolución -explicó- no es secreto que el Maekkai se reunió hace poco con los rebeldes de Chosu, mientras que al mismo tiempo sostuvieron reuniones con el shogunato.
El corazón de Kaoru se sintió pesado en su pecho.
-¿Quieres decir que esto es una trampa?
-Más bien una purga -señaló Yuta.
-¿Qué hacemos? -preguntó Hikari, aunque a nadie en particular.
-Tenemos que volver al santuario y advertir a los demás -presionó Kago- Yumi sama sabrá qué hacer.
Aquello tenía sentido. Estaban a mitad de la cuesta de la montaña, mucho más cerca del Tori que de las oficinas del santuario, sin duda convendría llegar a la capilla, aún más si los ronin estaban al pie de la escalinata.
-¿Cómo se enteraron? -cuestionó Chiaki de repente.
Tanto Kago como Sota palidecieron de golpe, mientras rehuían la mirada.
-No importa -dijo Sato- lo que importa ahora es salir de aquí.
Hikari, que desde siempre conocía a Kago, fue capaz de entender lo que su compañero estaba ocultando.
-Los sirvientes de esta casa de retiro bajaron la montaña temprano en la mañana -dijo
Kago la miró con una súplica en sus ojos.
-Hikari, no. Por favor, no. Sólo vámonos.
-Ustedes bajaron a encontrarlos en el altar del lago… -continuó ella.
-Es mejor si no pensamos en esto ahora -suplicó Sato, entrando en la casa a rebuscar entre sus cosas.
Los demás entendieron.
-¿Cómo escaparon? -Cuestionó Kaoru.
Kago, resignado, les contó lo que había acontecido horas atrás.
Sobre cómo habían sido sorprendidos por una cuadrilla de ronin que habían estado haciendo campamento cerca del lago. Los dos sirvientes -instruidos en el arte de la guerra- habían servido de distracción, pero quedaba claro que no habrían sobrevivido. Sato y Kago habían conseguido sacar ventaja y tomar un atajo directo a la casa de retiro; pero estaban seguros de que aquella cuadrilla habría deducido ya hacia dónde se movían.
-Tenemos que huir cuanto antes -apremió Chiaki, corriendo igualmente a vestirse con el uniforme.
Los demás se sumaron, tomando las armas de las que disponía aquella casa. Debían irse, antes de que aquél grupo les alcanzara. La aprendiza por su parte no pudo evitar pensar en Kenshin.
…
Salieron por la parte de atrás del Onsen, por un pequeño acceso en el muro de madera que lo bordeaba, pendientes del camino que dejaban atrás. El sol había comenzado a menguar, era imperativo llegar al santuario lo más pronto posible. A buen paso llegarían en menos de veinte minutos -considerando el desvío para evitar un encuentro directo-.
Kago y Sato iban al frente junto Fuu; Kaoru, Hikari and Chiaki iban en medio, y Yuta iba al final. Había una incertidumbre general sobre lo que pasaría.
-¿No debía el Maekkai encargarse de la limpieza de los altares de la escalinata? -Preguntó de pronto Hikari, recordando los preparativos de purificación y limpieza que debían culminarse antes del Kuchiyose.
Fuu asintió por delante de ella.
-Momiji sama, Kaede sama, Guji sama, y algunos chokka.
Hikari sonrió complacida.
-Todos ellos son expertos en defensa, quizá tengamos un punto a nuestro favor -dijo.
-O quizá la mala suerte de que acaben con ellos al tomarlos por sorpresa -intervino Yuta-, y así perdimos una gran fuerza.
Chiaki gruñó y le miró de forma represiva.
-No seas pesimista, eres un Chokka, debes de tener fe.
-No me culpes por ser realista -refutó él-, peores cosas han pasado frente a los dioses.
Kaoru tembló internamente, ella había visto las visiones, sabía que Yuta tenía razón, mas no dijo nada.
-Sí, pero ninguna en los santuarios -defendió Hikari.
-Más por respeto de los hombres -contestó Yuta.
-Yuta, suficiente -Regañó Fuu.
Luego Sato y Kago se detuvieron de golpe, obligando a los demás a detenerse con ellos.
-Ssshh -Les silenció Sato.
Se quedaron quietos, escuchando… Había el murmullo de voces al frente, bajando una pequeña pendiente hecha de raíces de árboles sobre la que ellos se encontraban. Todos entendieron entonces que había un grupo tras el borde. Kago se arrastró por el suelo tan silencioso como una serpiente, ocultándose entre los troncos cuyas raíces soportaban la pendiente en la que se encontraban, miró entre éstas y las hojas secas.
Sus ojos fueron de hombre en hombre, contándolos.
-Son doce -informó en un susurro. Sato se posicionó entonces a su lado.
-Todos son ronin -dijo éste último, notando las katanas y las wakizashi (katana pequeña) amarradas a sus hakamas.
Los demás se concentraron cerca de los dos, pero a una distancia segura.
-¿Creen que son todos? -Cuestionó Fuu.
Ambos chicos negaron.
-Parece un grupo rezagado -dijo Kago.
-¿Pero qué hacen en esta zona? -cuestionó Hikari desesperada.
-O estuvieron escondiéndose hasta ahora para asediar el santuario -razonó Kaoru- o están aquí afuera buscando algo, o a alguien.
-Cualquiera de las dos opciones nos obliga a actuar -sentenció Koga.
Uno a uno, asintieron; entendiendo lo que tendrían que hacer si deseaban sobrevivir.
Todos tendrían que matar.
-Son más que nosotros -señaló Sato- debemos levantar una trampa, no podemos vencerlos de otro modo, sólo contamos con sais y wakizashis, ninguno de nosotros tiene una katana real.
-Tengo las espinas -dijo Chiaki, sosteniendo el instrumento tubular en sus manos.
Yuta le detuvo.
-Sí, pero incluso así, bastará con que mates a uno para que los demás entren en revuelo.
-Mauri (encantamiento) entonces -concluyó Fuu.
Kago asintió.
-¿Podrás sostenerlo? -Preguntó, más por miedo que por preocupación.
Fueron segundos tensos de una conversación silenciosa entre ambos chokkas, al final Fuu asintió.
-Tengo qué. -Dijo-. No tengo otra opción.
-Vamos, entonces.
Quedaba claro que buscaban por todos los medios el método menos sangriento, evitando así una confrontación directa que efectivamente no ganarían. Pero también que buscaban -Kago, Fuu y Sota- evitar que los más chicos mancharan sus manos, se dio cuenta Kaoru.
En toda su vida, ella nunca había tenido un enfrentamiento fuera del dojo de su padre o la sala de entrenamiento del santuario. Y sabía que la situación era similar para sus compañeros, así que trató de mantener su autocontrol a pesar del miedo que sentía.
Fuu juntó sus manos entonces, con una pulsera de cascabeles similar a un rosario entre sus manos y comenzó con la incantación. Sus compañeras sumaron sus rezos a los de su compañera. El aire se volvió más denso. El trance comenzó.
-Ahora -indicó Kago.
Fuu respondió extendiendo sus manos al frente, haciendo sonar los cascabeles, los hilos se tensaron alrededor de los cuerpos de los hombres.
-¿Qué es esto? -cuestionó uno de ellos al sentir los músculos de su cuerpo ser aprisionados.
-¡No puedo moverme! -gritó otro con desesperación.
-¡Ahora! -gritó Kago.
Sato y Yuta saltaron junto con su compañero, dagas desenvainadas, atacando directamente a la yugular de cada hombre con el que se cruzaban.
-¡Mocosos insolentes! -Gritó otro que consiguió liberarse del hechizo de Fuu.
La joven sintió una punzada de dolor ante la pérdida, y su agarre en los que quedaban de pie se aflojó un instante. Dos hombres más se liberaron. Uno fue tras Kago quien estaba más cerca. Fuu volvió a intentar retenerlos pero sólo consiguió alentar los movimientos de estos. Kago apenas y logró escapar saltando hacia atrás y rodando por el suelo. Uno de los hombres estaba por lanzar una daga en dirección de Yuta, más una de las espinas de Chiaki le golpeó justo en ese momento en el cuello. El hombre se quedó estático un instante antes de caer inconsciente al suelo. Sato y Kago aprovecharon la distracción para acabar con los ronin que quedaban.
-Gracias Fuu, Chiaki -dijo Yuta.
Sus compañeras bajaron entonces. Fuu se veía cansada, casi sin aliento al igual que sus compañeros.
Estaban por tomar un instante para asimilar lo que harían en ese momento, cuando se escuchó una voz a la distancia, proveniente del camino del que venían.
-¡Los encontré! -Gritó, trayendo el sonido de presurosas pisadas por detrás de éste.
Los chokka comenzaron a correr.
-¿Una emboscada? -Cuestionó Kaoru.
-No -contestó Kago a su lado-, este fue el grupo que se quedó atrás, el resto fue el que nos siguió a la casa.
Continuaron corriendo, aprovechando la ventaja de conocer el terreno, se adentraron entre follaje, consiguiendo ocultarse entre las raíces, dejaron que el grupo les adelantara.
Las jóvenes se ocultaron lo mejor que pudieron con el dorso de la mano presionando el cuello, bajo la quijada, evitando con esto el que cualquier sonido saliera de ésta. Quietos como las mismas raíces entre las que se escondían. Permanecieron así, minutos incluso después de que el nuevo grupo hubiese pasado.
-Kaoru dono -Le habló de pronto Fuu, quien estaba sentada a su lado entre las sombras. La aludida le miró sobresaltada tras aquél silencio. -Debemos hacer el mauri (hechizo de protección) juntas, no tenemos el poder de una sacerdotisa aún.
Un encantamiento de protección podría bendecirlos con una distracción, algo que obligara a sus perseguidores a desviarse del camino que ellos seguían. O a simplemente no mirar hacia atrás. La aprendiza lo entendió entonces, seguirían al grupo por detrás de estos. Kaoru sabía que no tenía el mismo poder espiritual que Yumi o Kaede, mucho menos de Momiji, pero el poder de su visión era una bendición en sí misma, y tendría que tener fe en que funcionaría.
-Hagámoslo -dijo.
-¡Los atrapé!
-¡Yuta!
Uno de los ronin se había quedado atrás a propósito, descubriendo el escondite del grupo, su katana no esperó en hundirse entre las raíces, apuñalando a Yuta en el lado izquierdo del abdomen.
-¡No pierdan concentración, hagan el hechizo! -presionó Kago, saltándo fuera de su escondite se lanzó contra el ronin.
Fuu y Kaoru se apresuraron a seguir rezando, aún cuando la última deseaba salir a pelear igual que su compañero.
El ronin era dos cabezas más alto que Koga, un hombre adulto vistiendo una armadura roja antigua. Éste, liberó su espada para poder detener la del chokka, consiguiendo detener el ataque. Hikari corrió a ayudar a Yuta, intentando detener el sangrado de la herida.
-Resiste -rogó.
Sato saltó junto con Koga y atacó por un frente distinto, pero el ronin era un auténtico exsamurai, sería cuestión de tiempo el que los venciera, bastaría con cansarlos para acabarlos con un golpe. Consiente de esto, Chiaki se apresuró a poner veneno en nuevas espinas, lista para lanzarlas a la primera oportunidad, pero asustada de herir por error a alguno de sus compañeros se quedó quieta esperando por una oportunidad.
-Necesito una abertura -dijo desesperada, al ver que no se conseguía aquella ventana.
Kaoru escuchó los cascabeles entonces, éstos retumbaron en ecos de tres; el trance ya estaba hecho, cuando sus ojos se abrieron hubo una resonancia en el bosque.
Y entonces, una infinidad de gatos comenzaron a reunirse alrededor de ellos. Un eco de maullidos que creaban una sinfonía en el aire.
-Los gatos… -susurró Fuu admirada.
-¿Qué es esto? -gruñó el ronin, al notar que los felinos se concentraban en rodearlo.
Kago y Sato permanecieron quietos, sintiendo escalofríos cuando algunos de los gatos se les restregaban en las piernas, pidiendo internamente el que no los vieran como amenaza.
-Es ridículo -gruñó el ronin, aunque se notaba el tilde de temblor en su voz; comenzó a agitar su espada, logrando golpear con esta uno que otro felino.
Grave error.
Los gatos, con sus fluidos movimientos, se movieron como uno sólo y le saltaron al tiempo. Giseando y arañando, lanzando mordidas sin reparo alguno. Y cada vez eran más.
No pasó mucho antes de que el hombre perdiera su espada, sus ataques desesperados le hicieron falsear sus pasos, Chiaki aprovechó entonces para lanzar una de sus espinas, ésta se clavó en una de las mejillas del ronin, el hombre apenas y pudo quitársela antes de caer al suelo -débil-, donde más gatos aprovecharon para recibir a su presa.
Los chokka se quedaron quietos, anonadados mirando la escena frente a sus ojos. Los felinos por su parte continuaron con su banquete.
-Funcionó -susurró Kaoru, todavía sumergida en el trance, su mirada carente de brillo.
Su voz bastó para despertar a los demás, sin embargo.
-Por ahora -completó Kago.
-Vienen más, debemos irnos -advirtió Sato, intentando mantener los ojos lejos del ronin, se acercó hasta Hikari-. Yo lo cargaré -le dijo.
-Le hice un vendado improvisado -dijo ésta- pero no creo que dure por mucho, necesita atención médica.
Kago ayudó al igual que el resto a poner con cuidado a Yuta a la espalda de Sato, usando cintas para mantenerlo lo más fijo posible -sin lastimarlo- para evitar una posible caída.
Fuu levantó a Kaoru y la sostuvo, paciente a que se recuperara del trance en el que había sumergido durante la incantación. Lanzó una última mirada al grupo de felinos a sus espaldas, sintiendo escalofríos al hacerlo. Hizo una pequeña inclinación, agradeciendo a los dioses que habían respondido a su llamado, y se alejó junto a su compañera.
…
Kago recordó entonces que había una casa de descanso en un camino paralelo a la escalinata principal, era una desviación que debían hacer si querían evitar otro enfrentamiento, sin importar el tiempo que les retrasaría.
Estaban cerca de llegar, cuando Kaoru -ya libre del trance- cayó en cuenta de que estaban cerca del bosque de bambús, en la zona en la que se encontraba la desviación hacia la choza donde Kenshin vivía con su maestro. El corazón le latió en el pecho.
"Si voy en aquella dirección…" Pensó, ambos eran samurai, y si Kenshin era formidable sin duda su maestro sería un genio. Si iba por ellos… Pero y si éstos no estuviesen… "No." Se recriminó. "Me arriesgaría a perderlos." Y no podía darse el lujo de abandonar a sus compañeros.
-Kaoru dono -Le llamó Fuu de pronto, la aludida le miró al instante -Eres tú quien corre más peligro.
-¿Eh?
-Eres un símbolo, Kaoru dono. -Fue Chiaki quien habló.
A pesar de ser la más reciente aprendiz, era una noble de Edo, el palacio imperial había sido su hogar y conocía por tanto lo que se susurraba entre los pasillos del sintoismo imperial. Kaoru miró a una y luego a otra, consternada.
Fuu asintió.
-Si esto es una purga, hay dos opciones: volverte un sacrificio o convertirte en estandarte. -Le dijo, con total seriedad-. Y ya sea uno o el otro, ambos grupos irán tras de ti. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Kaoru pasó saliva con dificultad.
-Debo separarme del grupo y si es necesario entregarme.
-No. -Gruñeron sus compañeras con fuerza, sobresaltándola.
-Eso sería si quisiésemos volverte una mártir. ¿Y cómo podríamos? -Reclamó Fuu-. Eres nuestra compañera. Lo que trato de decir, es que nosotros debemos protegerte. Si lo peor llegase a ocurrir, debes abandonarnos y correr. ¿Lo entiendes, verdad?
Correr era lo que menos quería hacer. ¿Cómo podría? Pero había vivido tanto durante los últimos dos años, que entendía las razones de Fuu, sabía lo que el honor le dictaba a hacer.
-Hai… -asintió resignada.
Consiguiendo llegar a la casa de descanso, sobre el camino alterno en el bosque de bambú, los chokka recostaron a Yuta sobre el suelo de madera. El inmueble estaba vacío de personas además de ellos, pero contaba con lo necesario para que pudiesen atenderse.
-¿Cómo sigue Yuta? -preguntó Kago.
Chiaki no se había separado de su lado.
-Se ha quedado dormido -dijo.
-¿No es eso malo? -cuestionó Hikari.
Kago negó.
-Mientras no se esfuerce, es mejor que descanse.
-Yo lo atenderé -dijo Fuu, en su mano llevaba uno de los botiquines que se encontraban en aquella choza.
Los demás le abrieron espacio.
Cuando cortó la tela para limpiar la herida, Kaoru contuvo el espasmo que sintió. Era más grave de lo que habían previsto, aún a pesar de que el corte parecía haber sido limpio. Chiaki y Hikari asistieron a Fuu mientras ésta se dedicaba a limpiar, desinfectar y coser la herida. Una hora entera pasó, hasta que Fuu hubo terminado.
-Alguien debe adelantarse -dijo Kago tan pronto Fuu terminó.
-Kago -Le recriminó Hikari, demasiado asustada todavía.
-Soy el mayor y el que tiene más dominio del terreno -señaló-. Iré al santuario y les advertiré, buscaré ayuda para Yuta.
-¡No puedes ir tu solo! -Reclamó Hikari.
-Yuta necesita quedarse a descansar -Presionó él-. La herida no es profunda pero no podemos dejarlo solo ni tampoco en pobre compañía o sería un suicido.
-Lo mismo en tu caso -refutó la menor.
Kaoru se puso de pie entonces.
-Yo iré con él.
Hikari le miró escandalizada.
-¡Kaoru dono…!
Afuera el sol se había comenzado a ocultar.
-Yo también estoy familiarizada con el terreno. -Dijo la aprendiza-. Y de todas aquí, soy la única que sabe cómo blandir una espada.
Kago la miró un instante, midiéndola.
-Bien. -Dijo al fin-. Vamos entonces. Consideren una hora para nuestro regreso -les dijo a los demás- más allá de ese tiempo, significará que estarán solos.
Los demás asintieron.
Hikari iba a refutar, mas Sato la retuvo. Le dedicó una mirada, negando con la cabeza y al final la joven cedió.
...
Abandonaron la casa conscientes de que el grupo que los había perseguido ya habría llegado al santuario, y rezando porque el clero de éste hubiese tenido la fuerza necesaria para confrontarlos. Subieron lo que quedaba de la escalinata con prisa, retomando el camino principal en uno de los puntos en el que ambos se cruzaban.
"Estamos cerca" pensaron ambos con cierto alivio, mas al estar cerca del Torii divisaron el grupo de ronin y sacerdotes sumidos en conflicto.
-Maldición -gruñó Kago, deteniendo a Kaoru por detrás de él, se obligó a ocultarse con ella. Regresaron corriendo sobre la segunda escalinata, pegándose a los árboles de bambú-Llegamos tarde. Pero si conseguimos llegar a la entrada…
-Kago kun…
No había modo de que los dos pudieran cruzar juntos. Kago pareció llegar a la misma conclusión que ella, mas parecía haber ideado ya un plan.
-Tengo mayor dominio espiritual que tú. -Le dijo mirándola al fin-. Y mis manos ya están manchadas. -Señaló con tristeza-. Corre al santuario, Kaoru dono. Yo me encargo.
-¿Qué harás?
-Usaré la técnica de Momiji sama
Los ojos de ella se abrieron en sorpresa, la técnica de Momiji podía enseñarse, pero no era tan poderosa como cuando era ésta quien la empleaba, después de todo era su don…
-¿Puedes hacerla?
Kago bufó.
-No del todo, pero tendrá que ser suficiente -sonrió con pena.
Con el corazón temblando, Kaoru asintió. No había otro camino, Yuta necesitaba ayuda y no resistiría la bajada hacia la ciudad.
-Ten cuidado -le dijo, poniendo su mano sobre el brazo de él, le concedió una visión.
Era la segunda vez que Kaoru aplicaba su don a la inversa, y esperaba que fuese suficiente para ayudarlo. Los ojos de su amigo brillaron un instante antes de volver a la normalidad.
-Arigatou -Le dijo.
Kaoru echó a correr, moviéndose entre los cuerpos de los combatientes -ronin y sacerdotes por igual- notando cuando sus compañeros le reconocían. Logró alcanzar el Torii, aunque fue incapaz de sorprenderse ante el caos que la recibió en la explanada; se obligó a mirarlos como actores de una obra de una trama que no le interesaba. Miró a un lado y al otro, buscando la mejor ruta hacia la capilla o el edificio de habitaciones. Con este último seguiría en pie.
Notando el espacio abandonado a su izquierda, decidió que sería la capilla entonces y echó a correr nuevamente.
Luego la tierra se sacudió a sus pies.
-¡Ah!
Cayó de bruces al suelo, igual que lo hicieron muchos otros en el santuario.
"¿Qué fue eso?" Se preguntó internamente, todavía de cara al suelo.
Los oídos le retumbaban y el cuerpo le dolía. La cabeza le punzaba y sintió deseos de vomitar. Se sostuvo con brazos y piernas hasta conseguir recuperar el equilibrio. Hacía calor, notó. Mucho.
Luego levantó el rostro.
-No… -Sollozó.
El edificio principal estaba en llamas. Lo que había sentido y escuchado había sido una explosión.
No supo identificar en qué momento se había puesto de pie, así como tampoco era consciente de a dónde la movían sus pies en medio de aquél infierno. Pero estaba en una pendiente ahora, a la distancia, como si su subconsciente la estuviese preparando para salir corriendo en la dirección opuesta.
-¡Kaoru dono!
Todo eran ecos bajo el agua.
-¡Kaoru dono!
La aprendiza apenas y era consciente de la presencia de la miko a su lado -Kaede-, ni siquiera cuando ésta la sacudió por los hombros.
-Kaoru dono, debemos volver en la dirección en que llegaste. -Le dijo la mayor-. El santuario puede defenderse solo. Yumi sama está a cargo.
-Yumi sama…
Aquél nombre la hizo salir a la superficie.
-Tengo, tengo que ir, yo
-Sshh -Le calló Kaede, poniéndole dos dedos sobre sus labios-. Nos sirves más viva que muerta, Kaoru dono -Enfatizó con voz dulce, la aludida lloró aún más al escucharle- Vamos
Kaoru asintió, limpiándose las lágrimas, cuando por delante de sí divisó a un grupo de ronin directo a atacarles -¡Kaede sama!
Mas aquél grupo no llegó. Fueron atravesados por naginatas (lanzas con hoja de katana), para el asombro de la aprendiza. Las Arui Miko se erguían dignas vestidas con uniforme y lanzas.
Kaoru recordaba a cada una de ellas. Mujeres fuertes que se habían vuelto sus amigas durante el último año que habían estado ahí en principio como refugiadas. Su corazón se oprimió al considerar cuántas de ellas no volvería a ver.
Las mujeres hicieron una inclinación, antes de volver a lanzarse a la contienda. Dos de ellas, se quedaron a hacerles guardia. Sus nombres eran Midori y Kodashi, de la edad de Kaede, y de las primeras en haber llegado al santuario.
Kago llegó corriendo entonces.
-¡Kaoru dono! ¡Kaede sama!
Iba herido y cojeando, tenía sangre en el rostro, pero la herida venía de la cabeza, su ojo izquierdo permanecía semi cerrado debido a esto.
-No podemos ir hacia allá -informó, refiriéndose a la entrada del Torii-. Los demás venían detrás de mí, la casa de retiro fue derrumbada.
A Kaoru el corazón se le fue a los pies.
-¿Quieres decir, que también fue atacada?
Kago arrugó el gesto en angustia.
-Escuché los cañones por detrás de mí -lamentó éste- no hay duda de que fueron el blanco.
-Debemos ir del otro lado de la montaña -les informó Kaede -hay otros caminos para llegar a la ciudad.
-¿La ciudad? -cuestionó Kaoru escandalizada -¿qué pasará con el santuario?
Kaede intentó calmarla, mas fue Kodashi quien la compuso.
-Se puede defender solo -aseguró- incluso en este caos que ve, los superamos en número, ya hemos pedido por refuerzos además. Le aseguro que ahora la prioridad es apagar el fuego.
-¿Entonces por qué irnos? -refutó.
-Porque basta un descuido -le dijo fijando la mirada en ella- un sola pieza para inclinar la balanza.
No habían ganado aún, después de todo.
-También crees que vienen por mí -concluyó.
-¿Hay otra posibilidad? -Preguntó con sinceridad.
Kaoru negó, resignada.
…
Retrocedieron sobre el mismo camino, las arui miko y Kaede se encargaron de abrirles el camino entre adversarios. La morena se lamentó el no tener la fuerza para pelear y defenderlos, asustada como estaba le pesaba más el sentirse inútil.
-¡Kago kun! ¡Kaoru dono!
No tardaron en reencontrarse con sus compañeros. Se veían desaliñados y sus ropas estaban rotas y sucias igual que sus rostros, pero se veían bien; salvo que hacía falta alguien.
-¿Dónde está Yuta? -preguntó Kaede.
Los demás palidecieron, agacharon la mirada contritos, Chiaki era un mar de lágrimas. Fue Fuu quien contestó.
-No sobrevivió la explosión…
La miko sostuvo el aliento un instante, controlando sus emociones.
-Ya veo.
-¿Momiji sama? -inquirió Hikari.
Kaede negó con la cabeza.
-Me temo que fueron los primeros en caer -confesó, callándose el hecho de que ella había sido quien les había abandonado bajo instrucción de su superior.
Y luego una flecha atravesó el pecho de Kaede.
-¡Kaede sama! -gritaron todos.
Midori la sostuvo, y Kodachi se posicionó al frente del grupo. Finalmente la cuadrilla que habían dejado atrás, la que había hecho volar la casa de descanso en la que Yuta había sido sepultado, los había alcanzado.
Con fuerza y usando a Midori de soporte, Kaede se arrancó la flecha que por suerte no había penetrado lo suficiente -clavándose sobre el hueso-, aunque la sangre que le manchaba las ropas pareciese querer indicar lo contrario.
Kaoru supo con certeza en ese momento, que el santuario perdería aquella batalla. No convenía volver a la explanada, y frente a ellos se encontraban rodeados por cerca de una decena de hombres.
-Todavía podemos pelear -murmuró Kodashi
Tanto Kaede como Midori asintieron.
-Debemos derrumbar primero al que tiene el arco -señaló la miko -crearé una distracción
El cielo retumbó entonces, iluminándose con cada relámpago.
"Gracias al cielo", pensó Kaoru, la lluvia podría apagar las llamas, aquello ya era algo.
El ronin con el arco tensó una segunda.
-Estén listos -ordenó Midori.
Los chokka sabían lo que debían hacer.
La flecha se soltó y el grupo de mikos brincaron fuera del alcance, los chokka se dispersaron igualmente. Sato y Kago aferrados a sus pequeñas katanas; Midori y Kodachi con sus lanzas; Chiaki temblando, se alejó intentando dar con un punto adecuado desde donde lanzar sus espinas. Fuu y Hikari con sus sai (lanzas de tridentes). Kaoru aun llevaba la daga oculta en su obi, pero se aferro a la hoja de la wakizashi. Aunque no era estrictamente una katana, y le suponía el problema de tener que pelear más de cerca, era menos pesada y por ende podía moverla igual que su acostumbrada hoja de bambú.
Midori y Kodashi se concentraron en llegar al ronin con el arco, deteniéndose solamente cuando no podían evitar el ataque de alguno de los otros ronin en su camino. Lamentablemente esto conllevó a que las flechas alcanzaran a los chokka, consiguiendo herir a Kago en el hombro y a Fuu en la pierna derecha. Sato protegió a Kago y Kaoru a Fuu al detener la hoja de sus contrincantes, consiguiendo alejarse lo suficiente para esquivar un segundo ataque. Kaede llevaba su propia naginaga así como un wakizashi, blandía una en cada mano, logró enfrentarse con dos ronin y mantenerse de pie, logrando herir de gravedad a ambos.
Chiaki consiguió lanzar una varias espinas en dirección al ronin del arco, pero dos ronin se atravesaron, uno evadiendo con la espada y el otro cayendo bajo el control del veneno de la espina. La joven se apresuró a buscar entre sus ropas más espinas, encontrando sólo dos más. Por un momento se les quedó mirando desesperanzada, manos temblando, luego recordó a Yuta, y obligó a su ser a resistir la ola de emociones bajo la que se ahogaba.
Llenó de veneno la punta de cada espina, y se arriesgó a acercarse para dar con su objetivo. Era la única que no tenía una hoja, así que debió confiarse de que sus compañeros la defenderían. Tenían al ronin que había escapado de su ataque anterior corriendo hacia ella, mas no se detuvo. Midori estuvo frente a ella entonces recibiendo de lleno la katana en su cuerpo y aprovechando la fuerza se sostuvo al mano de esta, sacando la daga oculta en su manga perforó el cuello del hombre… todo mientras Chiaki se deslizó eludiendo a ambos y se lanzó contra su objetivo, sopló con fuerza lanzando la espina consiguiendo dar con su objetivo, al mismo tiempo en que la flecha de éste se hundió en el centro de su pecho.
-¡Chiaki! -Gritó Kaede, bajo la emoción de su rabia consiguió la fuerza necesaria para perforar el vientre de uno de sus dos contrincantes.
La aprendiza cayó al suelo. Kaede corrió hacia ella. Midori cayó después junto con el ronin que la había asesinado.
La lluvia se soltó entonces, en un fuerte torrente.
Kodashi aprovechó ese momento de distracción para matar a su oponente, el cual se había girado hacia el ronin del arco caído. Luego, Kodashi también, fue apuñalada por la espalda.
Estaban perdiendo, se dio cuenta Kaoru, notando a sus compañeros caídos, y escuchando a la distancia la llegada de más ronin.
Kaede comenzó a rezar entonces, lanzando la incantación para inmovilizarlos. Mas los hombres que quedaban rompieron el encantamiento tras un forcejo. Sato apenas y consiguió acabar con uno, antes de que los demás se liberaran.
-Tus trucos no servirán. -Gruñó el que parecía ser el líder, avanzó hasta Kaede, quien se veía cansada y pequeña, el frente de su haori estaba manchado en sangre y su respiración era entrecortada. El hombre la levantó sosteniéndola del cabello.
-¡Kaede sama! -gritaron los chokka.
Luego el hombre le perforó el cuello con la espada, ante el horror de los demás. El cuerpo de Kaede cayó al suelo con un sordo golpe.
La lluvia arreciaba.
Los chicos se fueron acercando entre ellos, formando una especie de barrera que sabían que de nada les protegería.
-Son demasiado débiles, apenas y son chokka.
-Y apuesto a que ya han agotado sus reservas espirituales -murmuró otro, mientras lamía el hoja de su katana.
Fuu volvió a sacar su pulsera de cascabeles, en un intento por hacer otra incantación.
-Te dije que no te servirán más trucos -gruñó el asesino de Kaede.
-¿Qué tal los míos entonces?
El sonido de múltiples cascabeles resonó en el ambiente. Los hilos se tensaron y los hombres se quedaron fijos en el suelo.
-¡Yumi sama! -gritó Kago en alivio.
-Kago, perfóralos ahora -ordenó la mujer, mientras sostenía el conjuro.
El moreno recuperó el control de sí, y ajusto la hoja en su mano, saltó decidido al instante después, Sato le siguió.
Los ronin hicieron lo suyo para deshacer aquél amarre, más su ki apenas y les permitió moverse un poco. Quedaban cinco hombres. Kago saltó sobre el primero cortándole la garganta, cayó hacia atrás y se dirigió al siguiente. Sato había tomado el otro camino e hizo lo propio con los que quedaban.
Por un largo instante el silencio se hizo. Únicamente la lluvia se escuchaba. A los chicos les costó creer que estaban de momento a salvo.
-Debemos movernos -apremió la mujer -es un largo camino de regreso a la entrada.
-Chiaki -murmuró Hikari -Yumi la detuvo en su avance hacia su amiga
-Chiaki peleó valientemente, no ensucies su sacrificio quedándote a llorar aquí, debemos irnos y vivir.
La aludida asintió todavía temblando.
-Hemos perdido el santuario, ¿no es cierto? -Inquirió Sato, se veía derrotado.
Yumi no respondió. Fue Fuu quien se irguió firme como siempre.
-El santuario no es el edificio -dijo-, mientras sigamos con vida, podremos reconstruirlo una vez esto termine, podemos…
Una bala le perforó la cabeza entonces.
…
-¡Fuu!
…
Agua.
Kaoru estaba sumergida en agua.
Hundida en un profundo y aplastante océano.
-¡Corran!
-¡Yumi sama!
-¡Ah!
-¡Kaoru dono!
Habían sido rodeados otra vez, esta vez por ronin que portaban tanto armas de fuego como katanas.
-Mata a los hombres, deja las mujeres para el rato -se burló uno.
La lluvia había comenzado a ceder. El fuego en el edificio principal ya se había extinguido casi por completo.
Todo aquello último había ocurrido como si fuese un sueño, una pesadilla peor que una visión, pues la vivía sin poder controlarla, sin obtener respuestas.
-¡Hikari chan!
Estaban en la explanada, con todos los miembros del santuario que aún permanecían con vida, todos inclinados o derrumbados sobre el suelo, sometidos a inclinarse.
Algunos ronin, se habían puesto a la tarea de divertirse con las doncellas. Hikari estaba por ser sometida por uno de los hombres.
-¡No te atrevas a tocarla! -gritó Kago, consiguiendo las fuerzas suficientes para lanzarse contra el ronin, se lanzó a morderle el cuello.
El hombre intentó quitárselo, pero aún cuando el chokka fue golpeado y perforado por varias katanas, su mordida sólo se apretó más hasta matar al ronin.
Los dos cayeron al suelo.
-Kago kun… -sollozó Hikari entre lágrimas.
Algo hizo click en la mente de Kaoru entonces. Justo cuando otro ronin se disponía a llevarse a su compañera.
Recordó los movimientos de judo que Koishijiro había estado intentando integrar en su estilo de la espada. Conocía, al ser samurai, los pequeños momentos de distracción que podía usar en su favor… y fue así como usó su cuerpo para empujar al ronin que estaba a su lado, tomar la katana de éste y correr contra el ronin que sostenía a Hikari.
Éste la miró e intentó detenerla, soltando a su compañera en el acto y lanzando una estocada en dirección de la morena, mas ésta fue capaz de predecir el movimiento y deslizarse por el suelo, agachándose en el último momento, giró y bajó el arma sobre la mano del hombre consiguiendo cortarla.
-¡Ah!
Éste gritó. Kaoru levantó a Hikari instándola a correr de vuelta, su pequeño acto había causado la reacción de los demás sacerdotes quienes igualmente intentaron liberarse.
-¡Maldita perra! -gruñó el ronin sosteniéndose el brazo que había quedado sin mano.
Otro más consiguió desarmar a Kaoru con un golpe, jalándola del cabello le golpeó el rostro, y cuando ésta quiso blandir la katana, el hombre la detuvo con una mano y con otra le golpeó el vientre, haciéndola caer al suelo.
La aprendiza apenas y podía respirar.
-Esta no servirá, mejor matarlas ahora -dijo su agresor.
Kaoru le miró por el rabillo del ojo. Vio su sonrisa ladina y cómo éste se preparaba para atacarla. "Levántate" se ordenó, e hizo un esfuerzo por intentar erguirse. Pero ella misma sabía que sería inútil.
En sus últimos momentos la imagen de aquél sueño que había intentado alcanzar se pintó tras sus ojos.
"Kenshin"
A/N: El capítulo que sigue será el último que tendrá lugar en este año, ya por fin tendremos otro salto de tiempo.
