Holi!
Este capítulo es smut y laaaaaaargo. En parte para compensar la ausencia y en parte porque era necesario para la trama cubrir todo esto en un solo capi. A partir de aquí la historia se desenvuelvo como Drama (el género en sí), y sube de tono en muchos, muchísimos aspectos, volviéndose mucho más madura y hasta cierto punto cruda.
He de resaltar que como retrasé los eventos de 1864 un año, el resto de los eventos históricos por ende también sufrirán cambios (Ya les había dicho que iba a ser históricamente incorrecta, ¡vamos que es ficción!)
Agradezco a los que aún leen y siguen esta historia, y si se animan a un review adelante. Btw, tengo una duda, ¿prefieren capítulos largos? ¿o cortos y actualizaciones más cercanas? =O
"Ya no somos niños pt.1"
Marzo, 1865
Siempre le había resultado difícil el conciliar el sueño en lugares ajenos, especialmente después de que la comitiva de esclavos a la que había pertenecido hubiese sido tan cruelmente masacrada frente a sus ojos. Las pesadillas lo seguían ahí donde la luz no alcanzaba a llegar, haciéndole más fácil dormitar durante el día que descansar por la noche.
Pero entonces había conocido a Kaoru.
Y aunque las pesadillas seguían visitándolo de vez en vez, ya no le robaban el sueño. Saber que las almas de sus hermanas descansaban por fin, le había traído paz. Aún así, permitir que su mente se sumergiera en el sueño con facilidad era una habilidad que se le escapaba. Aún más cuando se había decidido a formar parte del movimiento revolucionario.
Salvo aquellas noches en que había compartido habitación con su amiga, su sueño siempre había sido ligero. De modo que era normal el que aun ahora, Kenshin siguiese moviéndose bajo la colcha del futón, aunque las razones distaban de ser las antes mencionadas. El muchacho sabía perfectamente -mientras cambiaba de posición nuevamente- que la razón de su ansiedad tenía un nombre, uno que pronunciaba siempre como una caricia.
"¡Gobiérnate Himura!", se recriminó a sí mismo. "Debes dormir, no puedes, no debes, ¡por nada del mundo!"
A pesar de sus recriminaciones, Kenshin arriesgó una mirada por encima de su hombro, en dirección a la habitación contigua, donde Kaoru dormía; aquél jalón de su corazón se había despertado con inmensurable fuerza.
"¿Está realmente dormida?", pensó para sí, internamente reclamando el que él fuese el único con tal desasosiego. "¿Cómo puede dormir tan tranquila?", volvió a cuestionarse.
Durante tres meses y cinco noches, habían compartido habitación, dormido uno al lado del otro separados apenas por una pantalla, y -la últimas noche- incluso llegado a compartir cama. Ahora por supuesto, aquello sería un agravio si llegase a repetirse. En cierta forma quizás ella seguía siendo muy niña, pero él ya era considerado un hombre ante la sociedad, sin mencionar que Kaoru era ahora una sacerdotisa prometida al santuario. Aunque, considerando que estaba escondiéndose y que nadie sabría…
"No", se dijo. "No", se reprochó. Habían renunciado ya a tantas cosas… muchas más de las que en un principio había concebido. Había sido la decisión de ambos, además.
¡Pero ella estaba ahí ahora…!
¡Tan cerca!
Kenshin suspiró, su mirada momentáneamente perdida en el cielo nocturno que se podía ver a través de la ventana, la cual seguía abierta debido al calor. Cerró los ojos un breve instante, recordando la cercanía del momento previo -horas atrás- cuando se había permitido descansar su rostro en la curva del cuello de su compañera. Saboreó por ese fugaz momento la caricia de su mano sobre la de ella, la cadencia de su ki mezclado con el suyo.
Cuando volvió a abrir los ojos su cuerpo se movió por sí solo.
La había extrañado terriblemente… Tanto, que ahora necesitaba comprobar que de verdad estaba allí, tan cerca y tan inalcanzable al mismo tiempo.
Irguiéndose, avanzó a la habitación contigua. Aquella era una habitación de dos salas, la primera era de uso común, la segunda -donde residía la miko- era la habitación privada, reservada para el descanso. El muchacho había tenido que reñir con ella un rato hasta convencerla de que ella debía tomar la habitación, misma que no tenía un shoji para separarla y razón por la que usaran una pantalla para cubrir el acceso a la misma. Kenshin llegó al borde y miró desde arriba.
Suspiró.
Dejando salir el aire que sin saber había estado conteniendo. Sus ojos bebieron la imagen de su amiga. Su corazón se ensanchó con la vibración del ki de la joven.
Kaoru dormía plácidamente, con su cuerpo ligeramente inclinado hacia su izquierda, y el pelo sujeto en un una floja trenza. ¡Era real y estaba ahí…!
El joven samurai sintió que podría pasar horas mirándola.
-¿No tienes vergüenza, kozo?
Kenshin se sobresaltó al instante, alejándose de su compañera para mirar de frente a su maestro.
-¡Shishou! -Exclamó con el rostro rojo como tomate. -Yo no… no estaba… es decir…
Había sido atrapado con las manos en la masa, por así decirlo. Y no ayudaba la expresión que el hombre frente a sí tenía en su rostro, dura y penetrante pero sin pasar juicio realmente. Y aunque Kenshin solía estar acostumbrado ya al fuerte ki de su maestro había ocasiones, como ésa, en la que le era imposible no incomodarse.
Hiko al final soltó el aire en algo parecido al cansancio, mientras se ponía cómodo en la habitación.
-Sé que todavía eres demasiado chiquillo como para entender siquiera de lo que estoy hablando -dijo.
-¡Oi! -Reclamó el menor, de ser posible aún más abochornado.
Hiko se sentó en el tatami, katana en mano, ligeramente fastidiado de la inmadurez de su pupilo. Había una razón por la que había decidido no tener familia, se dijo. Aún así, él era su responsabilidad y su compañera estaba bajo su protección.
-Ahora pregúntate, si la chiquilla se despertara y te viera, ¿qué diría de ti?
Kenshin parpadeó, anterior emoción momentáneamente olvidada. Su mente dibujó al instante lo que hubiera ocurrido si hubiese sido Kaoru quien le hubiese descubierto. Habría abierto sus ojos azules y lo habría mirado directamente, y entonces.
"¡Kenshin no hentai…!"
El aludido arrugó el gesto, casi sintiendo el golpe imaginario en su cabeza.
-Probablemente me golpearía -concluyó.
-Ahí lo tienes. -Contestó Hiko, liberándose al fin de la capa blanca, ésta cayó al suelo en un siseo, dejando entrever las heridas que el hombre presentaba.
-¡Shishiou! -Kenshin se escandalizó.
Los brazos del hombre estaban adornados con moretones, el pecho presentaba varios cortes, aunque las heridas parecían superficiales. Entre todas éstas, sin embargo, había una que resaltaba. En la coyuntura del hombro había una herida semi redonda, la cual resultaba evidente seguía sangrando aunque no era una herida propiamente abierta, y la sangre que manaba de ésta apenas había conseguido hacer una mancha alrededor de ésta, resbalando en una línea que se perdía por debajo del hakama.
-No es tan grave como parece -le aseguró su maestro, procediendo a usar el tanto para sacar la bala que afortunadamente se había quedado relativamente incrustada sin atravesar el tejido.
-¿Un arma de fuego? -Cuestionó Kenshin, quien ya se había puesto a calentar agua caliente para ayudar a limpiar la herida de su maestro.
-Varias en realidad. -Contestó éste para angustia del menor-. Aunque fue un enfrentamiento clandestino, no puede considerarse a la ligera.
Kenshin arrugó el gesto, tenía un torbellino de emociones y no sabía cuál de todas resaltaba por encima de las demás. Durante el último año el descontento y las intervenciones extranjeras habían sido mucho más marcadas que en años pasados, cuando el conflicto recién empezó. No había tomado parte, entendiendo tras su primer encargo que no estaba mentalmente listo para llevar dicha carga.
Y sin embargo, no podía evitar sentirse frustrado al saberse ajeno de los eventos que llamaban a la revolución. Comprendía mejor ahora, lo que significaba ser un samurai y moverse bajo el código, así como las diferencias en lo que se consideraba una espada libre, pero ésta última le seguía siendo difícil de entender. Incapaz de seguir cuestionando los preceptos del Hiten Mitsurugi cuando aún no superaba su propia intervención, se decidió a seguir a su maestro como antes: participando sólo cuando él se lo indicaba y manteniéndose al margen cuando la misión requeriría un esfuerzo mayor. Pero esto también le había permitido estar al tanto de las relaciones y contactos que Hiko tenía.
-¿Esto es por la carta que recibió? -Cuestionó al fin.
Hiko suspiró, se notaba molesto, aunque sería más correcto decir que estaba cansado. Harto de las inquietudes de su pupilo.
-Puede que para ti parezca que no hay gran cambio en movernos así, pero créeme, lo hay. -Declaró, mirándolo fijamente. -De nada sirve matar sin fundamentos.
El pelirrojo pasó saliva contrito.
-Lo sé. -Respondió.
Quedaba claro a qué evento se refería su maestro. El agua comenzó a hervir justo entonces, Kenshin retiró la olla y vertió en un primer pocillo cierta cantidad, el restó lo colocó en otro que contenía plantas medicinales. Mientras el chico trabajaba, su maestro le miraba con atención.
-¿Se lo has dicho ya? -Cuestionó, con tono serio.
Kenshin apretó las manos, inspirando y exhalando con fuerza, puso la bandeja con las cosas previas frente a su maestro y se dispuso a limpiar la herido. Hiko no le quitó la mirada y al final, el menor cedió.
-No -confesó con dificultad.
Hiko bufó.
-¿A qué esperas? -Gruñó-. Sólo se hará más difícil mientras dejes pasar más tiempo, haciendo que este encuentro sea motivo de dolor y no de dicha.
-Estoy consciente de ello. -Refutó ligeramente molesto-. Tuvimos la oportunidad de hablar… más no el tiempo suficiente.
Hiko bufó nuevamente.
-Haciendo excusas como de costumbre, veo.
-No es tan sencillo. -Gruñó Kenshin.
La herida estaba limpia. El silencio se hizo un instante.
Al final el menor prosiguió con su labor y se dedicó a vendar la herida de su maestro. Hiko le seguía observando, sin embargo, no había despegado la mirada de éste. Sólo cuando ambos hubieron terminado de recoger la habitación y preparado los futones, Hiko se decidió a volver a hablar.
-Puede que ella ya lo sepa, Kenshin. Y que lo único que está esperando es que seas sincero con ella.
En cierta forma el joven lo sabía, por supuesto, pero a esa edad es mucho más fácil ser pesimista cuando se es retado por un adulto, hay un deseo nato de ir contra corriente.
-¿Y qué si más bien, se aferra a una esperanza? -Inquirió, la molestia marcada en sus palabras y su postura.
-¿De que le digas que no es cierto? -Inquirió Hiko, aunque era más una declaración con un tono de burla. -Dime algo, ¿de verdad la consideras tan débil? -Acusó, y el pelirrojo no tuvo más que alejar la mirada contrito, casi hasta avergonzado. La sonrisa del moreno se extendió de medio lado. -Eso pensé.
Abatido y frustrado, Kenshin volvió a meterse al futón, resistiendo el deseo de volver a dirigir una mirada de vuelta a su compañera, sintiéndose incluso más ansioso que al inicio.
-Por ahora duerme. Mañana vendrás conmigo. -Le indicó Hiko. -Si planea quedarse con nosotros, deberá permanecer aquí en nuestra ausencia -señaló, refiriéndose a Kaoru.
El muchacho volvió a suspirar con pesar. Kaoru había dicho que les acompañaría de vuelta a Kioto, lo cual lo había hecho feliz, mas tuvo que recordarse que hacía un año que cada uno tenía responsabilidades diferentes, y mientras tiempo pasaran juntos más se marcarían estas diferencias.
Y él, tenía miedo de eso.
…
Kioto.
Shinji suspiró con cierta irritación. No había dormido mucho la noche anterior, envuelto igualmente en reuniones con los líderes y representantes del clan. Últimamente parecía que aquello no tendría final y que sólo se le permitiría descanso para atender necesidades primordiales, lejanamente pensó si salir a dar palazos por ahí contaría como primordial, supuso que no.
Tamborileaba su dedo índice sobre la mesa, nota clara de la irritación que sentía al haber tenido que madrugar tan temprano, y al mismo tiempo atento estaba al tema que seguía, si tan solo porque se trataba de ella.
-Se han elegido ya a los reemplazos -Declaró Toriyama, un hombre entrado en la vejez que era el líder de la tercera rama y que entonces se dedicaba a llevar los asuntos políticos dentro de la religión-. El nombramiento se hará en tres días, por el shogún.
Shinji asintió. Tras el asesinato masivo de partidarios del shogún casi un año atrás, los puestos habían sido cubiertos por meros suplentes que no habían conseguido llenar de todo el perfil, mientras se buscaba y/o preparaba nuevos candidatos. El proceso había durado más debido a lo difícil -casi imposible- que resultaba encontrar a alguien capaz y que encima fuese leal al régimen.
-Sin embargo, varios de ellos no son favoritistas del régimen -apuntó Misato, una mujer joven perteneciente a la primera rama y que estaba al frente de llevar los asuntos sociales dentro de la aristocracia y la nobleza japonesa.
-Una movida atrevida para alguien que ha estado siendo acorralado -dijo Shinji, calculando en su mente las posibles repercusiones de tal movimiento y cómo aprovecharlo.
Sería una misión delicada, si dado un solo paso en falso todo su clan podría perecer.
-Los disturbios no se han presentado de momento en Kyoto -declaró Satomo, quien era uno de los líderes de las líneas de samuráis a su disposición-. La mayoría se han presentado en localidades cercanas del puerto, y hay muchos temiendo por una segunda intervención extranjera.
Shinji bufó al escuchar esto último.
-De momento será imposible dada la falta de insumos del shogunato. -Dijo confiado. -Más pronto que tarde se dará cuenta de que no tendrá modo de pagar la deuda.
Aquello era verdad, a diferencia del shogunato los daimyos del sur habían aprendido a comercializar con los extranjeros para modernizar sus zonas apresuradamente; habiendo aprendido que no serían capaces de enfrentarse a la modernización extranjera con sus armas tradicionales. Pero primero debían eliminar al shogun.
-Por otro lado está la división del Shinsengumi. -Retomó Satomo. -Fue un claro golpe a su moral, y ahora existen distintas facciones intentando armar levantamientos.
Ésa era la pieza clave. Había habido demasiadas deserciones y "suicidios" dentro de las filas del shinsengumi, sin mencionar el levantamiento del clan de Satsuma. Contrario a lo que el shogun había deseado -que el shinsengumi representara el orden y la paz- la gente le tenía miedo a la cuadrilla del shogunato.
-Debemos unificarlos en un solo movimiento o de lo contrario Japón será reducido de nuevo a una pelea de clanes. -Concluyó Shinji. -¿Qué hay del grupo de Chosu?
-Nada aún -Respondió Toriyama-. Contrario a lo que se esperaba, ha permanecido a raya en cuanto a sus deberes dentro del gobierno.
Lo que significaba que Katsura no había abandonado aún sus deberes como samurai, negándole al shogun razón para dudar de sus aspiraciones políticas si tan sólo en la falta de evidencias.
-Una sabia postura ante tanta ambigüedad.
-Es el grupo de Satsuma el que continúa en armas -añadió Satomo.
-Y no será el único según veo -dijo Misato.
Toriyama miró largamente al futuro líder del clan.
-¿Está seguro de esto? -Preguntó.
Shinji le miró fijamente por el lapso de dos segundos, luego se irguió en su asiento.
-Estando en Kyoto no puedo darme el lujo de declararnos en su contra, ni mucho menos neutral, eso sólo nos marcaría como indignos. Pero hay otras maneras de aparentar alianzas, Kiyosato está al tanto de esto; él y su familia se dirigen aquí mientras hablamos. -Explicó.
Incluso si en principio estaban del lado del shogun, quedaba claro que era una pelea perdida.
-¿Qué hay del santuario? -Interrogó Misato.
-El apoyo continuará -declaró el castaño-. Mientras Kaoru miko sama esté al frente, las facciones del shogún no podrán intervenir. "No mientras tenga el apoyo del pueblo", pensó para sí.
La reunión terminó cerca de media hora después, y shinji agradeció que en ese momento entraran los sirvientes con su desayuno, estaba hambriento. Tan pronto las charolas se hubieron dispuestas y las puertas cerrado, el general Kiyosato se decidió a acercarse.
-Una excelente demostración de liderazgo, hijo mío -le dijo sonriendo-. Y una osada pero acertada jugada.
Shinji se detuvo un instante de comer para darle el saludo correcto.
-Has sido tú quien me ha preparado para esto, honorable padre.
El mayor rió.
-Siempre es un orgullo para un padre el ver la madurez de sus hijos. -Dijo, meses atrás no había estado del todo convencido de adelantar las responsabilidades de su heredero, pero dado el avance en Edo, no podía permitirse seguir al frente sin antes verse obligado a prestar juramento, de esta forma podía dar una pauta que les permitiría evadir posible conflicto- ¿Estás listo para la boda?
Shinji gruñó y luego suspiró con desagrado.
-¿Tengo otra opción? -Se burló-. Aunque no seré el primero cuya esposa sea más grande, no puedo evitar sentirme inquieto.
Ni siquiera había pasado un mes desde que cumpliera los quince, pero aquello no podía evitarse, después de todo con la amenaza de la guerra tan cerca, no podía permitirse morir sin un heredero. Así que la boda se había dispuesto para dentro cuatro meses más y su papel pasó de ser heredero de nombre a tomar el puesto de líder, uno que debía aprender sobre la marcha.
-Todo irá a bien, es parte del plan que has designado -le aseguró su padre, sirviendo el té.
Planes, planes, planes. Todo se resumía en apuestas, se quejó mentalmente Shinji. Si quería sobrevivir debía permanecer de ser posible tres pasos por delante de sus enemigos, sino era que estos ya le habían rebasado a él y en tal caso estaría muerto.
-¿Qué hay de Enishi? -Preguntó, decidiéndose a retomar su desayuo.
-Según los informes de Kiyosato, se ha estado preparando en las artes marciales, no es tan bueno en el arte de la espada pero sin duda ha demostrado cualidades en otras áreas, como el judo.
Shinji asintió.
-Si lo peor va a peor, ese niño será la única herencia que le quedará a la segunda rama del clan.
"Si Akira muere en servicio." Fue lo que realmente había dicho. Se había dispuesto que el mismo se uniese al shinsengumi como simple guardaespaldas. En realidad debió de haberse unido hacía un año, pero sus nupcias le habían permitido alejarse de tal responsabilidad, sin mencionar que el augurio del santuario le había prevenido de que de integrarse antes acabaría por morir antes de trascender. Y el clan no podía permitirse tal desafortuna. Akira sería ese doble agente que necesitaban para estar listos en el momento en que debieran descubrir sus intenciones idealistas.
-Esperemos que no. ¿Qué hay de Kaoru chan?
Shinji casi se atraganta.
-Harías bien en cuidar no dirigirte a ella de esa forma -advirtió tan pronto se recuperó-, ni siquiera conmigo.
Por toda respuesta su padre sonrió con un deje de admiración en sus ojos.
-Creí que precisamente contigo podría tomarme tal libertad, considerando lo cercanos que se han vuelto durante el último año.
Shinji tuvo a bien no sonrojarse, pero su expresión irritada lo descubría delante de quien podía leerlo como un libro. Cierto era que él había quedado a cargo de resguardarla durante los seis meses que pasó en reclusión en el atrio sagrado de Inari en las afueras de Kioto, mas era demasiado acusar de alguna posible intimación. Especialmente tratándose de Kaoru.
Al final el muchacho suspiró resignado.
-Aunque no es como lo describes, no voy a negarlo -contestó.
Su padre sopesó las palabras.
-Sin duda la ausencia de Himura ayudó, pero no lo suficiente me temo.
-¿Oh? -Exclamó el mayor elevando una ceja. -He de suponer que está con ella ahora.
Shinji asintió.
-Si sus planes salieron como ella esperaba, sí. Regresarán a Kyoto en el transcurso de estos tres días, justo a tiempo para el nombramiento. Claro, si no presentan demoras.
El padre del muchacho volvió a analizarlo, dirigió una mirada al escritorio de éste donde permanecían los múltiples pergaminos de asuntos políticos así como una serie de cartas, mismas que él sabía tenían relación con la joven sacerdotisa.
-Te niegas a aceptar la cercanía -le dijo tan pronto terminaron el desayuno y los sirvientes entraron a limpiar-. He igualmente serás tú quien la escolte.
Shinji arrugó el gesto.
-Himura no puede entrar al santuario, al menos no de momento, su espada es una espada libre. -Señaló-. También está el problema de lo que ocurrió durante la coronación del Kuchiyose, más de alguno de los involucrados podría reconocerle a la luz y eso sería un problema. Hubiera sido mejor si los hubiera matado.
-Entonces hubiese sido sacrilegio, era terreno sagrado.
-No estoy diciendo que lo hiciera ahí -Refutó cándido-. Es frustrante porque ni siquiera se da cuenta de lo que sus actos provocan. Aunque en este punto supongo que da igual.
Al general le sorprendía la gravidez de la molestia y quizá enojo que sentía su hijo. ¿Por qué estaba tan molesto?
-Incluso si él no es del todo consciente de las interpretaciones políticas, tiene a Kaoru consigo para guiarle. -Le recordó. -Entiendo que fue ella quien lo dispuso así.
El castaño por fin pareció serenarse, no así su expresión.
-No presiones, padre -advirtió-. Como lo has dispuesto, he de casarme, pero la novia no será la joven sacerdotisa.
El general bufó divertido.
-La vida es impredecible. -Le dijo-. Ciertos imposibles, pueden hacerse realidad. -Señaló, poniéndose de pie para irse. -No debes dar nada por sentado; pues ésa, hijo mío, es una terrible debilidad.
Tan pronto su padre salió, Shinji se dejó caer sobre el tatami. Molesto como estaba no podía pensar con claridad. Por mucho que quisiera, se había sentido sofocado durante el último año, por todo lo que había y seguía sucediendo a su alrededor.
En principio había odiado la posible sugerencia de una unión entre él y Kaoru, sin importar las ventajas políticas; se había irritado aún más cuando Akira había demostrado un interés genuino en la entonces aprendíz de miko, uno que rivalizaba incluso con la que éste sentía hacia su propia prometida, Tomoe. Llegando incluso a escucharle decir una vez, que ahora entendía el por qué algunos hombres "esperaban" a que ciertas flores maduraran.
Había estado tan alterado por aquél desarrollo que a fuerza de dientes había decidido seguir las instrucciones del padre y metidose en medio de la aprendiza y su hermano. Mas nada más allá de una amistad basada en rivalidades había surgido entre él y Kaoru. Luego, había llegado Himura y la apuesta parecía verse perdida, aún más tras las nupcias de Akira.
Sin embargo, tras el incendio y la ascensión de Kaoru en su jerarquía, se habían cosechado otro tipo de intereses entre los nobles y la aristocracia. Solo hasta entonces, cuando le había tocado resguardarla había podido empezar a entender qué era lo que la hacía tan especial, al grado de él hallar su propio camino.
Uno al que igualmente habría tenido que renunciar. E incluso si aún hubiese una oportunidad, él jamás recorrería tal camino.
"Incluso así…", pensó. "Incluso entonces, ella no elegirá a nadie más. Y mientras Himura esté cerca, nadie más podrá siquiera acercarse."
…
"Estaré esperando." Había dicho Kaoru cuando abandonaron la posada.
Hubo un choque de espadas que sacó a Kenshin de sus pensamientos.
-¡No te distraigas! -Le recriminó su maestro, tras haber conseguirlo salvarlo de recibir un corte.
Estaban a considerable distancia de la posada, pero aún en la periferia de Owari. Se había llevado un conflicto armado dos prefecturas hacia el oeste, pero los disturbios causados por oportunistas rezagados de estos grupos se habían incrementado al grado de alcanzar las provincias cercanas.
De momento tan solo dos granjas habían sido afectadas.
Tan pronto cayó el último bajo la espada de Hiko, ambos se acercaron al edificio que servía de bodega, donde los aldeanos se escondían.
Tras abrir la puerta, sin embargo, el horror dominó a ambos.
-¡Por kami, esto es…! -Exclamó Kenshin.
Sólo cuerpos destrozados decoraban el espacio: granjeros y samurai, hombres, mujeres y niños por igual.
-Esto es la consecuencia de la Rebelión de Mito, o al menos así es como la llaman ahora. -Indicó Hiko, entrando para revisar los cuerpos, investigando al tiempo en que buscaba algún posible sobreviviente. -En su mayoría son renegados que huyen del conflicto en Kanto. Hasta ahora la balanza había permanecido del lado de los rebeldes, pero el shogunato consiguió apoyo extranjero y no ha parado de enviar a sus hombres a la región. Es cuestión de tiempo antes de que la rebelión se vea sofocada.
Kenshin apretó el agarre en su espada, el corazón le martilleaba en el pecho.
-Aunque entiendo el por qué estamos aquí, no estoy seguro de que sea lo correcto -dijo, en su voz se podía percibir el bullir de sus emociones.
-Ser una espada libre, Kenshin, significa que no verás por intereses ajenos ni políticos; significa que serás capaz de juzgar una acción buena de una mala pero sin catalogar a los hombres bajo esta división -Declaró-. Son las necesidades básicas, después de todo, las que sacan lo peor de las personas. Una espada libre no puede permitirse ser ahogada por esa desesperación. Lo entiendes, sé que debes hacerlo. Si te consagras a un bando, no eres diferente del resto de los criminales a los que tanto deseas erradicar.
Kenshin lo entendía, mas no comulgaba del todo con este precepto, sentía que a veces se debía elegir un bando.
-¿Por qué me está diciendo esto?
-Porque si ella -Kaoru- ha de seguir en el camino de vuelta a Kyoto con nosotros, no tardara en descubrir esa parte de ti con la que aún no consigues hacer las paces.
A Kenshin el corazón se le fue hasta el suelo.
-Te daré sólo un día. -Remarcó el moreno -Piensa bien lo que harás con el tiempo dado. Después de todo, ahora son dos clanes más los que se han unido a la lucha junto con el clan Chosu. Y si has de seguir como mi alumno, deberás aprender a mantenerte fuera de las guerras de los hombres.
Al fondo se escuchó un gemido y unos cuántos cuchicheos, Hiko fue el primero en descubrirlos.
-Parece que al final de todo, sí hubo sobrevivientes -señaló a los niños que temblaban al fondo, consiguiendo distraer de pronto al pelirrojo de su abatimiento.
Mas al verlos fue tan sólo más consciente de la destrucción que había dejado aquél encuentro.
…
No muy lejos de allí avanzaba una comitiva del clan Kiyosato. Akira y Tomoe se encontraban al frente de la caravana.
-Tomoe -Le habló su esposo, ayudándola a bajar del coche. -Ya no estamos tan lejos, descansaremos en la siguiente prefectura y retomaremos el camino mañana al amanecer -indicó.
La morena sonreía.
-Hai. -Respondió. -Estoy contenta de estar de regreso.
Había sido un viaje sin eventualidades, para su suerte. Pronto ambos estarían instalados de vuelta en Kioto y Akira ingresaría a las filas del shinsengumi tras un mes de entrenamiento.
"Tan pronto lleguemos a la ciudad, presentaré mis respetos a Kaoru dono." Pensó el hombre.
…
Owari.
Kaoru había estado zurciendo el gi azul de Kenshin, sentada a un lado de la ventana para aprovechar la luz de la mañana, cuando la puerta del fusuma se deslizó revelando a su compañero.
-¡Kenshin! -Exclamó sonriente al verlo, poniéndose de pie al instante y escondiendo tan rápido como pudo la tela por detrás de sí.
-Kaoru dono -Saludó él con una sonrisa.
La aludida reparó en el estado en que se encontraba el pelirrojo, con las ropas sucias y el cabello aún más despeinado con la coleta no tan alta como cuando recién había partido.
-¿Hiko san? -Inquirió al notar igualmente la ausencia del mayor.
Kenshin negó con la cabeza.
-Debía terminar un negocio. -Dijo, avanzando hacia ella. -Mientras tanto debemos preparar las cosas y abandonar la posada.
-¿Tan pronto?
Él le sonrió comprensivo. A pesar de haber salido a primera hora de la mañana no habían tardando más de dos horas en volver.
-Es mejor viajar al atardecer, así llegaremos al siguiente punto por la noche. -Explicó y luego rebuscó entre las mangas de su gi, hasta sacar una bolsita de masitas. -Te traje esto.
Los ojos de Kaoru se abrieron en asombro y felicidad, soltó la tela sin darse cuenta y tomó el regalo en sus manos.
-Arigatou. -Dijo sonriente, y acto seguido sacó una de las masitas y le dio una mordida. -¡Dulce!
Kenshin sonrió algo contrito.
-Lamento el que hayas tenido que permanecer encerrada.
-Hmm. -Negó ella. -No fue mucho tiempo, además, Hiko san estaba en lo correcto, no podía arriesgarme a que me descubrieran tras lo ocurrido ayer -Señaló.
Tras recordar su situación, Kaoru se alejó algo inquieta, notando por fin de nueva cuenta la prenda que había dejado caer, disimuladamente se sentó de espaldas a su compañero mientras doblaba la prenda y guardaba la aguja.
Para su suerte, Kenshin por su parte seguía más preocupado en descubrir los motivos tras la llegada de Kaoru que no se dio cuenta de lo que ella hacía.
-¿Por qué tenías que ocultarte? -Cuestionó.
Kaoru se tensó, luego suspiró algo resignada.
-Bueno… -Empezó.
Le tomó tan sólo una mirada para que él la entendiera. Se sentó frente a ella entonces, dejando por fin de lado su espada así como el morral que llevaba consigo.
Kaoru entonces le contó lo que había sucedido tras su coronación como miko: cómo había sido nombrada por el emperador y cómo tras esto Yumi había decidido abandonar el santuario dejándola totalmente sola y al frente de la administración del mismo. Le habló de su viaje a Edo y el cómo había sido que se había dispuesto una cuadrilla a su servicio de samuráis pertenecientes a los clanes Kiyosato y Aizu, y cómo todo esto la hacía sentir como una avecilla enjaulada.
-No es que no esté conforme con mis responsabilidades o que quiera revelarme. -Aclaró. -Pero era importante para mí que hiciera el viaje de esta manera. Contigo. -Sonrió.
Excepto que Kenshin no sonreía, notó ella. Se veía distraído, perdido en cavilaciones que escapaban de su comprensión.
-No te ves contento -señaló triste.
-No es que no lo esté… -Contestó tras un instante de duda. Había sentido aquél viejo rencor removerse en su centro, estirarse con irritación y molestia, con deseos de cuestionar y atacar; que Kenshin no sabía qué decir que no terminase en un enfrentamiento con ella, simplemente se ahogó con las palabras. -Perdóname, Kaoru dono, hay ciertas cosas con las que aún tengo que lidiar por mi cuenta. No es… -"tu culpa"-, quiso decir mas calló antes de que las palabras salieran.
Ella intentó acercarse a él.
-Kenshin…
Mas él se irguió al instante rehuyéndola.
-Perdóname -le dijo nervioso y pasando de ella-, será mejor
-Estaba enojada contigo -le interrumpió ella.
Kenshin se detuvo al instante, volviendo a girar para verla de frente.
-¿Cómo?
Kaoru le miraba con tristeza.
-Estaba enojada contigo -Repitió.
El torbellino en su centro comenzó a golpearle las paredes de su pecho.
-¿Por qué?
-Nunca me diste una respuesta. -Contestó ella, y en su voz se notaba que el enojo no había sido del todo superado. Ante la expresión aturdida de él ella se apresuró a completar -Y sé que dadas las circunstancias no estabas obligado a. Pero no hablo de lo que sucedió tras el incendio, sino antes. Nunca mandaste una respuesta.
-Yo… -Comenzó, dispuesto a refutarle con cierta indignación cuando cayó en cuenta de que no, efectivamente no tenía como refutar -No lo hice… -Se dijo a sí mismo, siendo por fin consciente de que había obviado aquello.
-No saber qué habías decidido, casi me destruye -confesó ella con voz queda-. Deseaba saber, incluso si era un deseo vacío, un imposible, necesitaba saber si me habías aceptado o si, incluso me habrías rechazado.
¿Rechazado?, se alarmó él, ¡Jamás!
-Kaoru dono -intento hablar.
Mas esta vez fue ella quien le rehuyó.
-Lo sé, sé, que no tenía ningún derecho a desear que me pidieras huir contigo aquella noche. Créeme, estaba más que consciente pero aun así… deseaba que lo hubieses dicho. Era una arrogancia de mi parte, por supuesto, ya que no podría decirte que sí pero…-Finalmente le miró, y en sus ojos Kenshin fue capaz de ver su propio tormento en ella. -Lo lamento… de verdad lo lamento…-sus ojos volvieron al suelo, había lágrimas en ellos.
Silencio.
Él había estado tan molesto. Con el mundo, con ella, ¡con todo!
Y ella había sufrido lo mismo… Al fin lo entendía.
-Quería preguntarte… -Dijo al fin, todavía inseguro. -Deseaba hacerlo… -Repitió, acercándose nuevamente a ella, esta vez ella no le rehuyó, mas seguía sin mirarle. -Estuve molesto también, herido sería más exacto. Pensé que me habías desechado e ignoré por completo mi propia falta de respuesta. Kaoru dono, yo planeaba llevarte conmigo… -Confesó, consiguiendo que ella le mirara. Él aprovechó esto para tocar con dedos trémulas su barbilla y levantarle el rostro hasta que sus miradas estuvieron clavadas en la del otro -Estaba trazando el camino, asegurando que tendrías un lugar a mi lado, y en mi vanidad nunca fui claro contigo. -Reconoció. -Yo también lo lamento, no imaginas cuánto…
Terminaron acercándose sin ser realmente conscientes, Kenshin terminó recargando su frente en la de Kaoru, su mano aún en el rostro de ella, quien a su vez le acarició con la suya propia.
-Kenshin… -susurró, cerrando los ojos, disfrutando aquél contacto.
-Desearía poder abrazarte… -Susurró él respirando con dificultad, y ahora ambas manos le sostenían el rostro a su compañera por las mejillas, sus miradas volvieron a encontrarse. -Kaoru dono, hay algo más que debo decirte… por favor… dame un poco más de tiempo.
-Pensé que los encontraría listos para partir.
Y justo así, la burbuja de aquél momento se reventó.
-¡Ah! -se sobresaltaron ambos.
-¡Hiko san! -Exclamó Kaoru al descubrir al hombre de pie bajo el fusuma, golpeando sin querer el rostro de su compañero hasta tirarlo al suelo. -¡Kenshin! -gritó al darse cuenta de lo que había hecho.
Hiko enarcó una ceja, elevando las comisuras de sus labios.
-¿Oh? Ése fue un interesante desarrollo -señaló.
Kaoru se abochornó aún más y se levantó a prisa tras haber ayudado a Kenshin a volver a levantarse.
-Eh… Iré a empacar -dijo, corriendo hacia la sala contigua.
Mientras tanto, Kenshin -sentado de vuelta sobre el tatami- se sobaba la mejilla izquierda con una mirada molesta en dirección a su maestro.
-¿Cuánto tiempo llevaba ahí? -Exigió saber.
Hiko amplió su sonrisa.
-El suficiente.
Kenshin gruñó irritado.
…
Se dispusieron a avanzar rumbo a Kioto, de momento siguiendo el camino del río Sakai. Aunque en algunos tramos se encontraran con gente, la mayor parte del camino estuvo desolado.
-Parece que no es muy transitado últimamente. -Señaló Kaoru algo desconcertada.
-Es de esperase si consideras los levantamientos que han ocurrido -dijo Hiko.
Kaoru se sintió pequeña entonces, recriminándose el no recordar la situación actual del país.
-Hey -le llamó Kenshin rozándole la mano con el dorso de la suya misma, sonriéndole tan pronto ella le miró. Consiguiendo con ese simple gesto llevarse aquel mal sentimiento.
Aquél contacto permaneció durante el resto del camino.
Hiko no perdió detalle de él.
Pasado el mediodía, decidieron descansar para almorzar, cerca de una bifurcación del río. Había un sauce de gran sombra en la cima de la ladera, donde se instalaron. Se acordó que Kenshin bajaría a intentar pescar y Kaoru le acompañaría. Hiko por su parte decidió descansar.
El cauce del río era bajo ya que la época de lluvias aún no empezaba, por lo que Kenshin tuvo que improvisar una nodachi usando una daga y un palo largo para pescar dentro del río pero todavía cerca de la orilla.
Kaoru había estado sentada a la orilla remojándose los pies, cuando tras dos capturas de su compañero se había aburrido de tener que esperar. Se puso en pie entonces y, usando el listón de su coleta, se había levantado y amarrado la falda del oromuji blanco por encima de las rodillas. Sonrió cuando terminó y se encaminó hacia donde estaba Kenshin.
Éste al sentirla, le habló sin voltear a mirarla sino hasta que ésta casi le da alcance.
-No deberías ir tan adentro. Aunque el río se encuentre bajo, las piedras son peligrosas y hay áreas un tanto más profundaaa…s -señaló, ahogándose con las palabras. Se le colorearon las orejas de rojo. -Kaoru dono -exclamó sonrojado.
-¿Nani?
La ludida le miró sonriendo mientras avanzaba, sin sospechar que con el movimiento la tela se le había ido subiendo. Su cabello suelto caía sobre sus hombros como una cortina y se mecía con gentileza a la caricia del viento.
-Descuida, tendré cuidado -dijo, al notar que él no iba a decir más, aunque sin entender muy bien por qué.
-Aa … -dijo al fin.
Kenshin desvió la mirada sintiéndose tonto. No era raro que las mujeres se levantaran el kimono -especialmente en ciertas labores de limpieza- pero su vergüenza tenía que ver más con los sentimientos que albergaba por su compañera, mismos que -si bien habían permanecido dormidos- iban creciendo conforme más tiempo pasaba con ella.
"No seas ridículo, Himura." Se recriminó mentalmente, obligándose a concentrarse en la tarea de añadir más peces a su improvisada caña. Pero el bam bam de su corazón se hacía más intenso conforme ella jugaba detrás suyo.
Kenshin sabía que no tenía pensamientos impuros hacia su amiga, independientemente de lo que sentía por ella no habían despertado aun esos impulso y sinceramente dudaba de que estuviesen despertando. No era algo en particular de ella que él quisiese ver, era más bien un todo, una intimidad que si bien habían compartido antes, ésta había pasado de ser una vibración tranquila a una intensa corriente eléctrica.
"Kuso", volvió a maldecir por dentro. "¡Contrólate!"
-¡Ah! -Gritó Kaoru de pronto.
-¡Kaoru dono! -él giró al instante.
-Falsa alarma -exclamó ella, haciendo equilibrio con un pie y las manos en el aire en distintas direcciones-, je, je, je, estoy bien, enserio, casi me resbalo pero conseguí equilibrarme -rió.
Kenshin suspiró, agradecido en cierta medida de que aquél susto le hubiese mágicamente evaporado la vergüenza y el nerviosismo anterior. Su corazón seguía inquiero pero era un tud tud más tolerable.
-¿No quieres entrar? -inquirió ella después, se había sentado sobre una de las rocas más grandes y tenía el agua hasta las rodillas.
Él negó con la cabeza.
-Quizá después de pescar un poco más.
-Tú te lo pierdes. -Dijo ella soriendo, y luego su mirada divisó una piscina natural, bordeada por rocas más pequeñas, cerca de un árbol joven, su rostro se iluminó levantándose al instante- ¡Oh, mira Kenshin, un estanque!
Kenshin giró en su dirección y el corazón se le fue a los pies, a diferencia de su compañera él pude detectar que no era un estanque corriente.
-¡Kaoru dono, no! -le advirtió corriendo hacia ella, aventando y olvidando la caña con los peces previamente atrapados-, ¡es más hondo de lo que aparenta!
-¡Ah! -gritó ella.
Para su fortuna, justo cuando resbalaba Kenshin había conseguido alcanzarle sosteniéndola por el torso, la sostuvo y levantó para atraerla después dos pasos lejos del pozo.
Un segundo de silencio y luego él suspiró. Kaoru por fin notó que aquello era un pozo que al parecer seguía por debajo del camino que ellos tomaron arriba en la ladera.
-Tienes razón, casi caigo -dijo, algo abochornada. Él la ayudó a erguirse. -No tenías que seguirme.
-Fue una reacción -contestó él, consciente de que el hakama estaba más que salpicado.
-Aún así, me gustaría que pudiéramos darnos un baño -dijo ella de pronto.
A él se le pintó el rostro de rojo y el corazón se le saltó un latido.
-¿Có-cómo dices? -balbuceó.
-Ya sabes, nadar un rato -contestó ella señalando el resto del río con las manos.
La tensión en él se evaporó. Mas no así su vergüenza.
-Ah, nadar. Claro. -Asintió sin ser consciente, emocionando a su compañera.
-¿Eso es un sí?
-¡Oro! -brincó él en respuesta.
Pero ya era tarde, Kaoru había concluido que él la acompañaría, por lo que se acercó tomándole de las manos dispuesta a guiarlo en su camino a buscar un área para nadar.
-En ese caso será mejor que-
-¿Oro?
Tan emocionada había estado y él tan descolocado que ninguno había previsto el pie en falso sobre el suelo de fango -debido a la hierba que quedaba estancada en la zona- que acabaron por resbalar y caer.
-¡Ah!/¡Oro! -Gritaron ambos.
Y habría resultado gracioso y hasta cierto punto impresionante -si alguien más hubiese estado presente para verlo-, Kenshin podría agradecer a esos maravillosos reflejos que Hiko le había obligado a entrenar. Kaoru había resbalado al jalar a Kenshin, su pie resbalando con la piedra llena de lama, la morena pudo haber caído hacia atrás con el pelirrojo encima, mas éste último había reaccionado en el último segundo, frenando como pudo sobre la ropa con los pies y pivotando para levantar a Kaoru al tiempo en que giraba junto con esta, volteando sus posiciones.
Aquello habría sido suficiente si acaso su compañera hubiese tenido los mismo reflejos y el área en la que hubiese aterrizado fuera tierra firme, cosa que no era… Tan cerca de la pendiente del recién encontrado pozo, la joven volvió a resbalar obligando a su compañero a seguirla en su trastabillar al no querer ninguno de los dos soltar al otro de las manos. De lejos bien podría haber sido una danza. Con Kenshin haciendo lo posible por acercarse a la orilla y agradeciendo el haberse quitado el hakama o de lo contrario el peso y el estorbo de las ropas ya le habría hundido.
Habían estado tan cerca de alcanzar la base del tronco del árbol cerca al pozo, pero ni siquiera el Hiten Mitsurugi -por muy celestial que fuera- podía vencer las reglas de la física, especialmente tras haber perdido tanto momentum.
Así que tras varios increíbles giros con su compañera, finalmente la corriente los atrapó y cayeron abrazados -acto que Kenshin había hecho tan pronto entendió su destino- directo al pozo, con un último grito que se elevó por los aires.
Mismo que Hiko escuchó desde su posición de descanso bajo el sauce.
-Idiotas. -Dijo, y luego sorbió su segunda copa de sake.
…
-¡Ah!
Los dos salieron a la superficie respirando una bocanada de aire.
-¡Kaoru dono! -Kenshin fue el primero en reponerse.
Nadó hasta ella y la guió hasta la orilla, donde las rocas se erguían más firmes y la hendidura de la tierra se terminaba. Él la ayudó a subir primero sosteniéndose de las rocas que bordeaban el pozo, cerca de la base del árbol donde sus raíces se hundían en el río. Kenshin la siguió tan pronto ella consiguió salir. Subieron al árbol apoyándose de las raíces y sentándose en éstas tan pronto consiguieron salir del todo del agua.
Kaoru abrazaba el tronco, mientras que Kenshin se sentó a su lado de frente al árbol, sosteniéndose a su vez sobre éste con un brazo, por encima de ella.
-Lo siento Kenshin -se disculó cuando el aliento por fin le había regresado-, ¿estás…bien?
Aquella pregunta había salido en un susurro. Tras haber girado para hacerle frente a su compañero se había percatado al fin de la cercanía del mismo. Kaoru tuvo una sensación de deja vú, el recuerdo de una mañana en la que había despertado en la cercanía de aquél pecho, aunque quizá entonces había habido más tela tapándolo. El amarre del obi se había aflojado y el pecho del muchacho había quedado descubierto donde el kimono debía estar cerrado.
Kenshin, que hasta entonces había tenido los ojos cerrados mientras recuperaba el aliento, levantó el rostro al fin.
-Lo estoy, tú…
Y volvió a quedarse sin aliento.
Ella no lo estaba mirando a él, sin embargo, pero desde su posición él podía ver la expresión sonrojada de su rostro; una de las manos de ella había hallado refugio en su pecho, como si la joven estuviese intentando aplacar a su propio corazón pues la palma estaba extendida a la altura de éste.
Él tuvo la necesidad de levantarle el rostro. Quería verla, sentirla.
Ella por su parte se sentía en una especie de trance, sentía frío en todo el cuerpo y aunque sabía que se debía al pequeño chapuzón que habían tenido, estaba consciente de que aquella sensación helada venía desde su centro y se plantaba en su pecho para empezar a descender hacia su vientre.
Insegura y lentamente, Kaoru levantó la mano que seguía sobre su corazón y la guió hasta el pecho de su compañero.
Kenshin se estremeció, respirando con dificultad. Kaoru extendió la palma de su mano y sintió bajo su piel el golpeteo del corazón de su compañero, el cual marcaba el mismo ritmo que el suyo.
-Kenshin… -susurró, y aquello fue como una orden para él.
El muchacho le levantó el rostro por la barbilla, con la mano libre y la obligó a mirarlo. Fue el turno de ella de estremecerse.
Era un instinto primitivo, si podía llamarle de alguna manera. Ninguno de los dos tenía idea exacta de lo que estaban haciendo, de lo que estaba ocurriendo, simplemente sentían un jalón, un fuerte tirón en dirección del otro. Un llamado tan antiguo como el sol mismo.
La joven no perdió detalle del escrutinio que hacían los ojos de él sobre su propio rostro, cómo la admiraba parte por parte hasta llegar a sus labios. Había un deseo en sus pupilas que de a poco se habían ido oscureciendo y Kaoru tembló por segunda vez.
Para él ella era un poema, el cabello mojado se le pegaba al rostro; el rojo de sus mejillas resaltaba con la blancura de su rostro y el brillo azulado de sus ojos. Y sus labios… húmedos debido a la caída, eran una invitación abierta para su alma.
Kenshin se sintió descender sobre ella, comenzando a cerrar los ojos. Kaoru ya tenía ambas manos sobre el pecho de su compañero y sus orbes azules habían comenzado a cerrarse igualmente. A menos de un centímetro de distancia, compartieron el aliento por un breve instante, alargando el encuentro, saboreando la cercanía y cada una de las corrientes eléctricas que despertaban y vibraban en sus cuerpos. Kenshin inclinó el rostro hasta acariciar su mejilla con la de ella, respirándola, en este punto ambos con los ojos cerrados. Sus manos, ávidas, habían ido a parar en la cintura de ella, con el deseo de atraerla hacia sí y encajar su cuerpo con el suyo propio.
Deslizó con lentitud sus labios por el largo del cuello de Kaoru... Cuando Kenshin se dispuso a levantar el rostro de nuevo, con la firme intención de esta vez sellar sus labios sobre los de ella, Kaoru abrió los ojos por un breve instante, mas al hacerlo una visión la invadió.
La mirada de unos ojos de oro derretido. El recuerdo de una espada atravesándole el pecho.
-¡Ah! -gritó.
Terminó alejando a Kenshin de ella con un fuerte empujón.
Y si bien él consiguió sostenerse para no volver a caer, confundido por el rechazo, bastó la expresión asustada de su compañera para bajarlo del cielo y plantarlo de golpe en la tierra.
Su ser se lleno de vergüenza.
-¡Kaoru dono…! -Comenzó, sin saber siquiera por dónde empezar a disculparse. -Lo siento.
Kaoru se levantó y caminó hasta la orilla, necesitaba sacudirse la imagen que había visto, Kenshin horrorizado consigo mismo la siguió con el rostro agachado.
-Lo lamento Kaoru dono, no fue mi intención -dijo apresuradamente lamentando la ofensa que había hecho, horrorizándose aún más de lo que pudo llegar a ser -Lo siento tanto -dijo y al instante siguiente estaba de rodillas sobre el suelo.
-¡Kenshin! -Kaoru finalmente salió de su estupor al escucharle caer sobre la tierra. Corrió hasta él y se apresuró a hincarse delante de este. -Kenshin, mírame por favor -rogó cuando el pelirrojo se negaba a levantar la cara.
El muchacho temblaba, completamente avergonzado de sí mismo. A Kaoru el corazón se le encogió.
-Kenshin, no estoy molesta. De verdad -declaró, tomándolo por los hombros y obligándolo a verla.
Tras un instante de duda él finalmente cedió. Había verdadera pena en el rostro de él, pero por más que Kenshin buscó en los ojos de su compañera no encontró ningún reclamo ni molestia en éstos, ni cualquier indicio de que ella se hubiese sentido ultrajada.
-No debí-
-No lo digas -volvió a interrumpirle -por favor, no lo digas.
-Pero-
-¡Kenshin!
Kaoru le tomó ambas manos y las puso a la altura de su pecho. Él iba a refutar nuevamente pero ella volvió a callarlo, apretando su agarre en él.
-No hiciste nada que no tenga reparo -le dijo, él la miró confuso y sobrecogido. -Honestamente, creo que incluso ha sido menos que lo que hemos compartido antes.
El corazón de Kenshin se estrujó, consciente de que el frío que sentía tenía que ver más con la implicación en las palabras de ella. No estaban en la misma página después de todo y se rió internamente de sí mismo por haber esperado algo más.
Asintió porque no podría hacer o decir nada más, y tras unos minutos de incómodo silencio, volvieron a la tarea que se les había dado en un inicio. Afortunadamente aquél día el sol brillaba con fuerza y sus ropas no tardaron en secarse tras el intenso calor.
Hiko no mencionó nada cuando ambos regresaron al sauce y comenzaron a preparar la fogata para asar los peces, mas sus ojos no perdieron detalle de la interacción entre ambos jóvenes.
…
Tras terminar el almuerzo, habían comenzado a recoger y limpiar el área en la que habían preparado la comida. Habían decidido descansar una media hora más antes de dirigirse a la siguiente posada.
-Igualmente, sigue siendo una decepción que no te enseñaran a cocinar -declaró Hiko.
-Lo intentaron -murmuró Kenshin por lo bajo.
Kaoru le dio un codazo al estómago y eso sirvió para callarlo de momento.
-Quizá no sepa cocinar, pero sé cómo hacer algo mil veces mejor -dijo ella.
Hiko enarcó una ceja.
-¿Y qué es?
Kaoru rebuscó en su morral y al dar con la jarra la sacó victoriosa.
-¡Sake!
Las comisuras de los labios de Hiko se elevaron en una sonrisa.
-Ciertamente mucho más útil que mi estúpido estudiante -declaró, aceptando la copa que ella le ofrecía.
-¡Oi! -Reclamó Kenshin, todavía sobándose el vientre.
Hiko lo ignoró.
-Dime algo, ¿planeabas viajar sola hasta Kyoto?
Kaoru negó con la cabeza.
-Planeaba encontrar a Kenshin y eventualmente regresar al santuario en su compañía.
El aludido se ruborizó.
-¿Qué si no lo hubieses encontrado?
-No era una opción. -Declaró ella firme. -Tenía que encontrarlo y lo encontré. Es como la filosofía de su espada Hiko san, morir no es una opción o de lo contrario la persona a la que se protege quedará a su suerte. De igual forma, para mí, no encontrar a Kenshin no era una opción.
Hiko rió por lo bajo.
-Ahora entiendo porque mi baka deshii está tan obsesionado contigo.
Kenshin se escandalizó.
-¡Shishou!
La joven rió un instante, hasta que Hiko le ofreció entonces una copa.
-Bebe -le indicó, aunque había sonado más como una orden.
Kenshin fue el primero en oponerse.
-No creo que sea correcto.
-Tonterías. -Le interrumpió su maestro. -Como alguien del santuario debe tener mucha más resistencia que tú y un mayor derecho a disfrutar del sake.
Kaoru aceptó la copa.
-Gracias.
-Kaoru dono, quizá no deberías -pidió su compañero con preocupación.
Ella le sonrió.
-Estoy bien Kenshin, en serio. -Le dijo. -Justo como dice Hiko sama estoy acostumbrada al sake, después de todo lo preparamos en el templo -rió.
Kenshin tembló, con un mal presentimiento.
...
Mismo que se cumplió tan pronto Kaoru se bebió la primera copa.
…
-Esto es totalmente su culpa -gruñó Kenshin, mientras ajustaba su agarre en su compañera.
Kaoru era una mala bebedora, que se enardecía como chispa y pasaba de una emoción a la otra sin previo aviso.
-No hay nada malo en divertirse de vez en cuando -refutó el hombre, quien secretamente había disfruta del espectáculo que la joven había dado tan solo porque quien lo había sufrido había sido su baka deshii.
Acababan de llegar a la posada en la que descansarían la noche. Kenshin llevaba cargando a Kaoru en sus espaldas, la pobre se había quedado dormida tras el cuarto trago.
-¡Su diversión es a expensas de otros! -Le acusó molesto.
Hiko apenas y le escuchó.
-Ken…sin -susurró Kaoru en sueños.
-Llévala a descansar -indicó su maestro, alejándose al instante después desentendiéndose de los dos.
Kenshin le miró con irritación.
-Un día de estos, juro que… grrr… -Gruñó. Obligándose a seguir a la joven tendera que los guiaba hasta su habitación.
Esta vez Hiko había pedido una habitación para Kaoru, la cual estaba contigua a la de ellos dos. El futón ya estaba dispuesto y Kenshin no tuvo problema para acomodar a su compañera en éste, obligándola a beber agua en el pequeño instante en el que ella pareció recobrar la conciencia.
-Gira, gira, sin parar… -murmuró cuando Kenshin volvía a acostarla.
-Hai, hai. -Asintió éste, sonriente.
Luego apagó la lámpara y se dispuso a marcharse tras asegurarse de que la joven miko estuviese bien arropada. Incluso si había sido un día caluroso, las noches eran bastante frescas en aquella región.
-Kenshin -susurró Kaoru sosteniéndole del gi, tan pronto como él se disponía a irse. Él se volvió y la miró fijamente -Quédate… onegai…
No estaban en la misma página, se recordó.
-Sólo hasta que te duermas -le dijo.
Ella asintió, volviendo a cerrar los ojos. El se quedó sentado a su lado, la mirada en dirección de la ventana. Había luna llena aquella noche.
-Ne, Kenshin -le habló de pronto aunque sin romper la calma que se ha cernido sobre ellos.
-¿Mm?
-¿Lo decías en serio? -Preguntó a voz queda tras un breve silencio-. ¿De verdad, planeabas llevarme contigo?
El corazón de Kenshin se saltó un latido.
-Hai. -Asintió, todavía capaz de saborear aquél recuerdo, y luego decidiendo que debía decir aquello de frente volvió la vista a ella. -La razón por la que no pude responder antes, fue porque deseaba tener la certeza de que podía ofrecerte la vida que deseabas. Tenía la intención de que una vez arreglado mi plan, te lo contaría y te dejaría decidir si estabas de acuerdo o si deseabas otra cosa.
Bajo la luz de la luna, los ojos de Kaoru brillaban como dos estrellas, de momento había confusión en sus orbes azules.
-¿Por qué desearía algo más? -Cuestionó, -Yo quería estar contigo.
Kenshin sonrió.
-Lo sé. Pero definir el cómo era el verdadero reto.
Kaoru lo pensó.
-Supongo que tienes razón -aceptó-. Pero no habría molestado estar contigo y tu maestro, me ha gustado bastante hasta ahora.
La sonrisa de Kenshin se llenó de pena.
-No siempre es así -confesó.
-Dijiste que querías decirme algo importante -empezó ella al notar la angustia que se había apoderado de su compañero.
Kenshin desvió la mirada.
-Presumo que ya lo sabes -dijo en voz queda.
-¿Es cierto entonces? -Inquirió ella, lamentando el sopor del alcohol que no le permitía levantarse. Kenshin permaneció en silencio y esa fue toda la afirmación que necesitó para entenderlo. -No quería creerlo al inicio. Mas cuando desperté sin tu compañía una parte de mí entendió. Sufrí por ti aquella noche.
El muchacho apretó las manos, las imágenes sucediéndose por breves instantes en su mente, los gritos, la sangre, el silencio que hubo después…
-La verdad es que no sé cómo explicarlo. -Explicó. -Estaba furioso. Enojado… decepcionado. Sentí que se me había hecho una grave ofensa y quería retribución. No voy a tratar de encubrir lo que sucedió, Kaoru dono. Aún no decido, no del todo al menos, si me arrepiento o no.
Incluso si había llorado delante de su maestro, a los pies de éste incluso, cuando volvía a pensar en lo ocurrido en los días siguientes se encontró a sí mismo aceptando que volvería a hacerlo de ser necesario, a pesar de la pena que lo embargara después.
-Me aseguré de que fuesen personas malas. Me dije a mí mismo que estaría impartiendo justicia. Pero…
Kenshin se detiene un instante, golpeado por el recuerdo de aquella noche, su corazón tiembla. Kaoru le mira en silencio, compartiendo su pena.
-…Cuando entré en aquella sala llevaba el corazón roto -Confiesa al fin-. Y quizá sea eso lo que no me permite dejarlo ir.
Kaoru siente su propio corazón estrujarse y no puedo seguir mirándolo entonces, afuera los sonidos del comedor reverberan por las paredes de la posada, un contraste colorido con lo pesado del entorno en el que se encuentran.
-Constantemente me pregunté si ¿de haber sido los hechos diferentes, si nuestros planes no se hubiesen visto afectados, habría igualmente tomado sus vidas?
Kaoru vuelve a mirarle, la alarma evidente en su rostro y hace lo posible por erguirse.
-Si hubiese ocurrido después de que tú y yo… ¿me culparías?
-¡Kenshin…! -Se exalta, consiguiendo sostenerse de lado pero no del todo sentada.
-Sé que no, sé bien que te culparías a ti misma… -Se apresura él a responder su propia pregunta, con una sonrisa triste ni siquiera es capaz de mirarle. -He incluso de haber sido diferente, ¿cómo podría saberlo? No puedo cambiar el pasado. -Se lamentó-. Lo cierto es que aquél acto adelantó hechos y detuvo otros. No sé si causé más bien que daño, incluso si hubo quien no paró de agradecérmelo, pero yo sólo podía pensar en que días antes me habías rogado detenerme… ¿Me mirarías igual?
Mutismo.
Kaoru siente que no podrá contener más las lágrimas, el labio le tiembla al igual que el resto del cuerpo.
-Jamás dudé de que serías incapaz de rechazarme, mas entendía que eso no significaba el que mis actos te hiciesen daño.
-Kenshin -solloza, quiere alcanzarle pero él sigue con las murallas levantadas, todavía tiene más que confesar.
-No quisiera que me tuvieses más compasión de la que merezco, si es que merezco alguna, tuve el tiempo suficiente para decidir aceptar o rehusarme. Confieso además que el dolor que sentía dominó por completo mi decisión. -Concluyó, mirándose después las palmas de sus manos. -Estas manos ahora, están manchadas de sangre.
Kaoru ya no lo resiste y se lanza hacia él.
-Kenshin, jamás podría juzgarte.
-Lo sé -asiente él con angustia.
-No Kenshin, no lo entiendes. -Reclama, tomándole el rostro con sus manos. -Aquel día del asedio, entendí mucho más sobre la vida y la muerte, sobre el honor y el destino de un guerrero. Kenshin, puede que yo me haya salvado de tener que tomar una vida, pero fui partícipe de cada acto que sirvió para sesgarlas.
-No tenías opción.
-Tampoco tú. -Le recordó. -Me salvaste. No estaría de pie aquí si no fuera por ti. -Los ojos de él se abren en asombro, como si de verdad no hubiese considerado aquella verdad en el juicio que hacía de sí mismo. -No sólo yo, Hikari y Sato están vivos gracias a ti. Kenshin, yo deseo proteger la vida, deseo defender en lugar de atacar; y creo que es posible una era en la que la espada proteja en lugar de matar… Pero soy consciente también, de que ahora ese sueño es imposible en ciertas circunstancias; ante todo buscamos vivir, y yo quiero que tú vivas.
Esta vez las lágrimas se resbalan por el rostro de Kenshin, el joven toma las manos de su compañera las cuales todavía le sostienen el rostro.
-Te lo dije antes… -Siguió ella, sonriendo entre las lágrimas. -No hay personas malas Kenshin, todos estamos obligados a cometer errores, lo que importa es lo que hacemos después y cómo vivimos el ahora. Entiendo lo que hiciste y por qué lo hiciste, y jamás podría culparte. No eres un hombre malo. Incluso ahora vives atormentado por lo que hiciste en vez de regodearte en el poder que tuviste sobre sus vidas. Kenshi… tú eres bueno.
Él por fin sonríe, aunque la sonrisa no alcanza del todo sus ojos y la misma tiembla ante la emoción de su angustia.
-¿Es esa una consideración que das para todos, o es acaso un privilegio para mí?
Kaoru sonríe.
-Ambos. -Confiesa. -Kenshin. No tengo las palabras correctas, pero sé que me entiendes.
La emoción se desborda en el corazón del joven samurai.
-¡Kaoru dono…! -Exclama mientras la envuelve en sus brazos.
Porque él la entiende.
E incluso si no es propio, por aquél instante se abrazan.
Porque aquél lazo que comparten sigue vivo y palpita incluso cuando no están cerca. Porque a pesar del tiempo y la distancia, el amor que sienten sólo ha conseguido hacerse más grande.
Kaoru le recibe dispuesta, aferrándose a él con sus manos alrededor de su cuello.
-Yo estaré aquí por siempre, Kenshin… Yo siempre estaré aquí.
Kenshin la estrecha con más fuerza contra sí, dispuesto a no soltarla jamás.
…
Una hora más tarde, Kenshin llega donde su maestro. El movimiento en el comedor se ha reducido hasta quedar unas pocas personas sentadas a las mesas.
Hiko bebe como es su costumbre, y no se interrumpe por la llegada de su pupilo, sino que por el contrario pide una segunda copa a la joven que los atiende. El mayor observa al muchacho frente a sí, hay una paz que no había estado allí antes además de una emoción y un brillo extra en su mirada que no consigue definir del todo qué es, pero puede darse una idea de la razón.
-Sé que dije que te daría un día, pero no esperé que causaras tantos problemas -Refutó.
-Fue algo inevitable -contestó el muchacho sonriendo.
-Hablaste con ella. -Declaró.
-Lo hice. -Asintió el pelirrojo, la sonrisa parece será permanente deduce Hiko.
Si tan solo supiera lo que había transpirado entre los dos jóvenes quizá tendría una opinión diferente, pero de momento no importa, se dice Kenshin, consciente de que la única razón por la que había terminado por abandonar la habitación de su compañera fue porque la misma se había quedado dormida en su abrazo.
Tras aquello, él no había tenido el corazón de incomodarla más. La había vuelto a recostar sobre el futón y besado la frente antes de partir.
-Bien. -Murmura su maestro.
Entonces la joven que los atiende vuelve entonces y le entrega la segunda copa junto con otra botellita. Hiko le sive a Kenshin. -Bebe. -Le ordena.
Kenshin acepta de buena gana y bebe el líquido de un solo trago, tras lo que vuelve a saborear la bebida pasando la lengua por sus labios.
Su maestro enarca una ceja.
-¿Y bien?
-Tiene un sabor diferente -responde -uno bueno.
Su maestro sonríe de lleno al fin.
-Eso está bien.
Aquella noche, Kenshin permanece largo rato sin dormir recostado en el futón, manos detrás de su nuca, mientras sueño con la respuesta a una pregunta.
"¿Cómo sería besar a Kaoru dono?"
A/N: Yes, nuevo capítulo y nuevo fanart *.*
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