Holi!
Este capi es un "pre" que necesitaba salir antes y separarse del capítulo que le sigue que ya de por sí es bastante extenso sin éste.
Enjoy!
"Intermedio."
Marzo, 1865
La voz de Kaoru se escuchó en un lejano eco, incluso si aquellas palabras habían sido escritas y no dichas, Kenshin podía dar vida a la voz de ella con tan sólo el recuerdo de ésta...
Ojalá mi deseo pueda ser el mismo que el tuyo…
El samurai se estremeció.
Su cuerpo no se sentía como suyo.
El corazón, que había estado latiendo incontrolablemente apenas instantes atrás, se había estrujado en su pecho con tal fuerza, que había terminado por latir a destiempo… una arritmia que bailaba entre la prisa de la desesperación y la fatiga de la derrota.
Apenas y veía nada.
Difícilmente consciente.
Kenshin levanta la mano derecha dispuesto a tomar el mango de aquella maldita katana, en un movimiento que le causa dolor físico, pero que no proviene únicamente de sus heridas. La sujeta con lentitud, no deseando tener nada que ver con aquella arma, cierra el puño al instante después y es como si la misma le quemara...
El aire entra con dificultad a sus pulmones entonces y el pecho vuelve a oprimírsele con mucha más fuerza que antes; como si el tacto del metal le demostrase burlonamente que aquello era real y no sólo una pesadilla. Kenshin solloza; un jadeo que no llega del todo a ser un lamento… Su mirada sigue desenfocada, dientes apretados.
"No jales la espada", se dice mentalmente, "Si lo haces, la sangre brotará y ya no podrás hacer nada para salvarle la vida", concluye. Y se muerde el labio en un intento casi vano de ahogar aquellos pensamientos, los mismos que antes habrían tenido sentido, si de menos la persona frente a sí siguiera con vida. Y el saber esto es lo que lo está rompiendo realmente.
La noción de que está muerta.
Aprieta los ojos con fuerza cuando finalmente jala la katana con rapidez, el metal le quema, le hiere, le mata en mil y un maneras diferentes… suelta el arma tan pronto ésta se ve libre y cae después al suelo estrepitosamente; un clang, clang que reverbera por encima del silencio. Mas Kenshin apenas registra del todo lo que ocurre a su alrededor, su necesidad de recibir y sostener el cuerpo que ha quedado libre es mucho más urgente e importante; sosteniéndola por la cintura, permite que el rostro ahora inexpresivo de ella halle refugio en su hombro derecho. Habían tenido siempre casi la misma altura, registra una parte de su mente…
Otra más maldice que el aroma no sea el correcto.
Flor de ciruelo blanco por encima de la esencia de jazmines…
La nausea vuelve con más fuerza.
Es otro tipo de dolor, otro tipo de angustia, otro tipo de muerte.
De culpa.
La presencia a su lado izquierdo suelta sinceros lamentos, lágrimas silenciosas que mojan la madera del dojo. A sus espaldas hay otra presencia hundida en la misma tristeza, aunque su llanto es mucho más silencioso. Kenshin está por igual aliviado y angustiado de contar con estas dos presencias; de haber estado solo no habría podido quizá soportar hasta ahora… mas, al mismo tiempo, dichas presencias suman peso a su vergüenza y a su culpa.
No había podido protegerla.
"¿¡Cómo ha podido terminar todo así?!" Reclama otra parte de su mente, mientras el peso del cuerpo en sus brazos se registra.
Con trémulas manos -con la más infinita dulzura- Kenshin gira el cuerpo inerte de la joven kendoka y lo deja resbalar mientras la guía hasta dejarla boca arriba, colocando con cuidado su cabeza en su regazo, y su mirada se topa de lleno con esa expresión ausente.
Hay otro tipo de silencio.
Uno que le grita y retumba en los recovecos que quedan de aquella habitación que había sido sagrada para ella. Uno que sabe le perseguirá hasta que muera.
Es la ausencia de ella…
La falta de su voz, de su risa, de sus palabras de ánimo y de consuelo. Es la falta de brillo en su mirada… Aquellas gemas azules que siempre le envolvían como la infinidad del mismo cielo y a veces del mismo mar, ahora están tan opacas que ya no las reconoce como suyas.
"Está vacía, ella ya no está aquí." Lamenta de nuevo su traicionera mente. "Ya no se siente como ella… Se ha ido."
Después, la cicatriz…
Es un castigo para él, lo sabe. Pero en este punto no puede evitar pensar que había sido ella quien más había sufrido. ¿Qué habrán visto sus ojos aquellos últimos momentos? ¿Se habría resistido de llamarle por su infinita bondad hacia él? ¿Incluso entonces protegiéndolo de sí mismo? Habría dado pelea, sin duda, ¿mas con qué propósito?
¡Cuánto habría sufrido! Lamentó, incapaz ya de retener las lágrimas que volvían ahora con más fuerza que cuando recién la hubo encontrado… reviviendo, no, dibujando el posible escenario de su angustiosa muerte; muriendo él también ante cada herida que ella recibió.
"¡Kaoru!"
Las yemas de sus dedos le acarician el rostro casi sin tocarlo… la vista de aquella cicatriz en forma de cruz sobre su piel de porcelana le hiere…
No puede…
¡Es demasiado!
"¡KAORU!"
…
Kenshin despierta con un sobresalto.
-Ah, ha, ah, ha, ah, ha -respira por la boca. Siente que el aire le es insuficiente, se descubre sentado sobre el futón, mas no recuerda cómo llegó ahí.
¡Pánico!
Siente que no respira, hay una opresión terrible en su pecho que le aplasta hasta herirle las costillas.
La oscuridad lo absorbe. La habitación le resulta extraña y peligrosa. No sabe dónde está. Su piel está bañada en sudor y sus ojos apenas y registran lo que tienen por delante. Debe pararse, debe salir, ¡debe hacer algo! Hay un miedo irracional que lo domina, mientras siente cómo el calor le abandona el cuerpo con prisa y las puntas de los dedos le hormiguean. Siente la opresión en sus muñecas y en sus talones, y apenas y puede resistir el impulso de retorcerlos; las piernas le pesan. Se sostiene la frente con una mano, mientras la otra toca a tientas el suelo intentando sin conseguirlo el ponerse de pie; las lágrimas se liberan y el llanto que había estado atorado en su garganta comienza a subir obstruyendo aún más la entrada de aire. La cabeza le punza como si fuera a reventar.
¡Desesperación!
Hunde los dedos en sus cabellos, aprieta, jala; los ojos desorbitados y la boca abierta en un claro gesto de angustia. Alguien. Algo, Alguien, que lo ayude. ¡Alguien!
-¡Kenshin!
De pronto su maestro está ahí, el rugido de su voz le parte como un rayo consiguiendo atraer su atención, más la ansiedad y el miedo siguen dominándolo. Se siente como un náufrago, buscando a ciegas la luz del faro en medio de una tormenta.
Hiko lo sostiene por los hombros con fuerza, agitándolo en un firme movimiento para conseguir que vuelva a erguirse. En respuesta, el muchacho se sostiene a él por inercia, apretando con fuerza con los dedos los brazos de su maestro, como si se le fuera la vida en ello. Su mirada sigue desenfocada. En medio del mar ha encontrado algo a lo qué aferrarse, pero aún no es suficiente, las olas amenazan con volver a sumergirle.
-¡Mírame, Kenshin! ¡Mírame! -Ordena.
Kenshin lo mira al fin. El fuerte ki de su maestro le aplasta hasta dejarlo inmóvil. Su respiración sigue siendo acelerada, sin embargo. El mayor no pierde el tiempo en dominarle. No es la primera vez que esto pasa después de todo, se dice sintiendo aún los temblores del cuerpo de su pupilo.
-Respira, Kenshin -ordena con voz firme, obligando al menor a imitar sus gestos. -Respira conmigo, hazlo lento y profundamente.
Hiko inspira, Kenshin le imita.
Hiko exhala, Kenshin vuelve a imitarle.
Inhala, exhala.
El labio inferior del muchacho tiembla al dejar salir el aire -un sollozo atorado aún en su garganta-, las lágrimas vuelven a caer más se obliga a seguir la instrucción de su maestro.
-Respira -insiste Hiko con la mirada clavada en la de su estudiante- Respira.
Inhala, exhala.
Kenshin aprieta los párpados tras varias exhalaciones… ha conseguido recuperar algo del dominio de sí mismo y se obliga a concentrarse en su respiración, sabe que aún sigue presa del miedo de aquel sueño tras seguir notando el acelerado palpitar de su corazón.
Inhala, exhala.
Finalmente, el pánico termina por abandonarle con una última temblorosa exhalación, el corazón recobra su usual tum tum, el pulso se desacelera. Al fin, aquel nudo se deshace…
Lo que queda después es sólo llanto.
Y una inconmensurable tristeza.
Hiko suspira, consciente de que lo peor ha pasado, se limita a permanecer quieto y en silencio hasta que el llanto de Kenshin se ve reducido a pequeños suspiros.
-¿Qué fue esta vez? -Pregunta el mayor tras dejar el silencio pertinente.
El menor permanece callado, sin embargo. El moreno no pierde detalle del cambio en el ki del pelirrojo, cómo éste brincó un breve instante tras la pregunta, como si le hiriera el tener que recordarlo.
Si tan sólo supiera cuán acertado estaba… Aquella horrible imagen…
Kenshin tiembla, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo. Incapaz de hablar, termina negando con la cabeza.
No puede… No aún… No quiere tener que hablar de aquella horrible pesadilla. Porque fue una pesadilla, se convence.
Sólo una pesadilla.
Hiko no presiona más sobre el asunto, permanece como una presencia segura al lado de su pupilo, hasta que éste consigue serenarse. Incluso cuando vuelve a la cama, su maestro se queda despierto, sentado a cierta distancia de su futón.
Es una imagen conocida ya para Kenshin desde que tenía ocho años, cuando su maestro lo había acogido. Cuando las pesadillas le habían atormentado sin falta cada noche hasta los once años. En cierta forma se sigue sintiendo como ese mismo niño pequeño, y termina agradeciendo el que aquel gesto del hombre a su lado, permanezca aún ahora.
Cuando el sueño por fin vuelve a envolver a su estudiante, Hiko se sirve una copa de sake y arruga el gesto tras beberlo.
Tiene un mal sabor.
…
A/N: so far... I'm working on how to turn this into a doujinshi, any ideas?
