Otra vez yo xD
Les dije que el capítulo me estaba saliendo exageradamente largo y que por eso tardé muchisisísimo en actualizar. Si no es que me decidía a poder un límite de palabras, probablemente seguiría escribiendo y los 2 capítulos anteriores junto con éste seguirían sin salir... LOL
Anyway, ahora sí después de éste segundo intermedio vendrá ya por fin la tercera y última parte del cap Ya no somos niños. Después del cual tendremos otro salto de tiempo, aunque no tan extenso.
TamashiHimura: Sí, se vienen muchas lágrimas, empezando por éste =_= ¡Pero! También se viene lo emocionante *.* En cuanto a Hiko, a mi parecer es la presencia de Kaoru lo que lo hace actuar diferente en esta línea de tiempo, más que nada porque ésta le remueve la conciencia xD Veremos más de Sanosuke, y comenzarán tmb a aparecer otros tantos queridos por el fandom, entre ellos Yahiko... pero sshhhh, ¡que es secreto!
Disclaimer: Los personajes pertenecen a sus respectivo dueño -Watsuki-.
"Preludio"
Marzo, 1865
Si hubiese tenido su trompo, seguramente éste estaría girando en ese momento, y él estaría perdido en sus rápidos movimientos circulares; consiguiendo distraer la mente por esos breves instantes en los que el juguete giraba. Como eran las cosas, Kenshin únicamente tenía la cinta azul para entretenerse, sorprendido en cierta medida por la cantidad de juegos que podía hacer con ésta.
Una hora atrás -cuando Kaoru había sido llevada a su habitación- había deshecho sin querer el nudo de la cinta en ambas espadas; ahora éstas se sostenían únicamente del obi, caerían sin problemas si no tenía cuidado -no que a él le importara de momento-. Kenshin había enredado y desenredado la cinta en su mano izquierda, mirando sin mirar el movimiento. A ratos, en frustración, había estirado la cinta con fuerza hasta tensarla, luego volvía a hacer nudos con ella, echando furtivas miradas al fusuma de la habitación de Kaoru.
Hiko, que había tenido que lidiar con él tras que el médico comenzara a tratar a la miko, había tenido suficiente.
-Contrólate -le ordenó- No hay nada de qué preocuparse, su situación no es grave -le dijo, la irritación marcada en sus palabras.
Su pupilo no lo escuchó, por supuesto. Y si su maestro supiera de la pesadilla que todavía lo envolvía, quizá dejaría de criticarlo. Luego desechó esa idea, sabiendola absurda.
El doctor salió justo entonces, y Kenshin estuvo frente a él en un parpadeo.
-¿Cómo está? -Preguntó.
El hombre frente a él -el doctor Kimura- tuvo que reponerse del susto que le dio el joven al aparecer tan de repente, antes de poder contestarle.
-Se encuentra estable ahora, simplemente estaba en shock. -Informó-. Por el momento duerme.
Kenshin suspiró en alivio.
-Muchas gracias.
-Te lo dije. -Gruñó su maestro, de pie por detrás de él con los brazos cruzados-. Te preocupas demasiado.
El aludido gruñó en molestia.
-Es normal preocuparse por las personas a quienes queremos -refutó sin mirarle.
Hiko no ocultó su sonrisa.
-¿Estás confesándote ahora mismo? -Tentó.
Su pobre alumno se abochornó a tal grado que hasta las orejas se le pintaron de rojo. Le dedicó a su maestro una mirada llena de recelo por encima del hombro antes de decidirse a partir.
-Tomaré un baño -dijo.
El maestro del Hiten Mitsurugi ryu rió por lo bajo ante el bochorno de su discípulo. Resultaba tan fácil avergonzarlo con cualquier detalle relacionado con la chiquilla del santuario.
Una vez el pelirrojo se hubo alejado lo suficiente, el rostro del moreno se enserió por completo.
-¿Qué tan grave es? -Le preguntó al doctor Kimura.
El médico suspiró.
-Parece ser un episodio postraumático. Bastante común en la era en que vivimos -lamentó. -Aunque no da muestras de tener un problema mental, su cuerpo se vio gravemente afectado. Sin embargo, es de esperarse considerando dónde se encontraba.
-¿De qué forma? -le interrumpió.
-¿Eh? -Exclamó desprevenido, le tomó un segundo entender a lo que Hiko se refería y regresar sobre sus palabras. -Fatiga principalmente, seguido de fiebre y jaquecas. No ha sido capaz de retener nada en su estómago además. Cuando menos no se ha hecho daño a sí misma de forma consciente, aunque no me sorprendería si-
-Es suficiente -le cortó Hiko con voz grave-. Puede retirarse.
El doctor -que se había asustado ante la fiera mirada del hombre frente a sí- salió tan rápido como pudo.
Cuando recién habían llegado, Kaoru había sido atendida. Tan pronto se determinó que no tenía heridas graves salvo un par de moretones y rasguños menores, Naoko le había preparado el baño y atendido ella misma. Después había vuelto a la habitación en donde se le ofreció comida, mientras el médico había entrado con ella y terminaba de revisarla, esta vez escuchando de boca de ella cómo se sentía.
Hiko apenas y había tenido tiempo de hablar con ella antes de que todo ese ajetreo comenzara. Pero había sido suficiente para decir lo que debía.
-Los dos son un par de idiotas -declaró a nadie en particular.
Sólo podía esperar que Kaoru, aún con lo similar que era a su estúpido estudiante, tuviera más sentido común que éste último.
…
Kyoto.
-Otra derrota.
Las noticias llegaron antes incluso de que se llevase el segundo asalto planeado aquella noche. El grupo de generales del Shinsengumi tuvo a bien reunirse tras los hechos ocurridos en torno a la rebelión de Mito.
-No parece que el conflicto vaya a terminar pronto. -Señaló Yamanami Keisuke, el actual secretario general del grupo y mano derecha de Kondo Isami, quien fuera el comandante. -Todo parece indicar que hay alguien ayudándolos.
Kondo siguió meditando, el pergamino con las noticias seguía en sus manos.
-¿Qué hay de Edo? -Cuestionó.
Shimada Kai, uno de los principales espías contestó.
-No se ha podido reestablecer el control, cada noche ha habido asesinatos. A pesar de que nuestro grupo gemelo -Shinchogumi- no ha dejado de darles pelea.
El comandante sintió que se le venía una jaqueca.
-Y aún con todo mañana se presentará a la nueva orden -Concluyó Kai.
-Seguro que están temblando ese puñado de idiotas -bufó Kondo.
-Mayor razón para seguir reclutando soldados -resaltó Haisuke-, ¿no le parece, Kondo san?
Su superior lo meditó. Era cierto que lejos de conseguir el apoyo de la gente de Japón, se habían ganado el rechazo tras el miedo que generó el grupo en las intervenciones de hacía un año. Mas no podía aceptar a cualquiera.
-¿Cuántas cuadrillas reunimos? -Le preguntó a Okita.
-Apenas tres grupos -respondió éste-, de los cuales habrá que desechar los que no sirvan.
-¿Kiyosato está entre las filas?
-Lo está.
-Bien. -Asintió, luego giró hacia su espía-. Entonces manda un aviso ahora, mañana temprano antes de la sucesión, probaremos su valor.
-¡Hai!
Se dispuso que de momento sólo podrían concentrarse en aumentar sus filas. Mientras no hubiese una aparente amenaza, no tenía sentido gastar esfuerzos. Kondo dio las órdenes pertinentes y pronto su oficina se vació de sus generales, excepto Hajime Saito.
-No te ves contento Saito -señaló Kondo.
El aludido tenía su clásica expresión despreocupada -una sonrisa a ojos aparentemente cerrados-, la cual era una máscara.
-Simplemente no me gustan las serpientes -dijo Saito-, y tengo el presentimiento de que hay una creciendo entre nosotros.
Kondo afiló la mirada, él también lo había notado.
-Entonces tendremos que hacerla salir -concluyó.
-Como diga comandante -contestó el general, su sonrisa más extensa.
…
Contrario a la noche anterior, el movimiento en la posada se había visto interrumpido y, a pesar de no ser tan tarde, los miembros de ésta dormían. Kaoru suponía que se debía a lo cercano del ataque y al segundo encuentro que debía de estar llevándose en ese momento. Para cuando el doctor se había marchado, los inquilinos de la posada se habían reducido hasta menos de la mitad.
"¿Habrán ido a pelear?", se cuestionó la miko, sintiendo el corazón pesado.
Aunque no había tenido una visión completa sobre el segundo ataque, sabía que éste último sería mucho más sangriento; una batalla en toda norma.
Se estremeció.
Luego la voz de Hiko le invadió la mente.
"Tienes mucho que explicar, niña"
No era que tuviese la necesidad de ocultarles nada, no de momento al menos; no, de nada de lo relacionado con ese viaje que había hecho en solitario. Nada al menos que fuese importante… No, nada que les inmiscuyera.
-…Argh -Kaoru se llevó las manos a la cabeza, consciente de las mentiras con las que intentaba convencerse a sí misma. No. Engañar sería más correcto. Sus manos terminaron unidas cubriendo su boca.
"Te daré sólo un día más, después partiremos con o sin ti." Le había dicho Hiko.
Le estaba dando un ultimátum, si bien no la estaba forzando a dar explicaciones sobre lo sucedido. ¡Como si ella pudiese explicarse! Suspiró frustrada. Luego su ánimo volvió a caer. La luna se ocultaba aquella noche, a ratos tras las nubes por lo que no se podía confiar de todo en su luz. La lámpara afuera de la habitación aún estaba encendida, consideró.
Decidiendo que no conseguiría nada de autolamentarse, la miko se puso de pie para salir de la habitación. Bajaría a la cocina por agua y si no encontraba, saldría al patio en donde estaba el pozo.
Descorrió el fusuma, y un samurai cayó de espaldas al suelo.
-¡Oro! / -¡Kenshin! -gritaron al tiempo.
El pelirrojo -que había estado dormido recargado en el fusuma- ahora tenía medio cuerpo dentro de la habitación de la miko, quien lo veía desde arriba con confusa sorpresa.
-Ah. Hola, Kaoru dono -saludó abochornado, su sonrisa insegura.
Ella lo ayudó a levantarse, sentándose ambos sobre el tatami.
-¿Qué haces en la puerta? Deberías estar dormido en tu habitación.
Él tuvo a bien verse avergonzado, no había modo de decirle que quería cumplir con su pacto de guardaespaldas -no hecho realmente, por cierto- de cuando vivieron juntos en el santuario. En su opinión sonaría como un depravado.
-Yo… -comenzó y luego las palabras se negaron a salir.
Kaoru sin embargo, le miró con compasión.
-Estabas preocupado -dijo.
Él suspiró.
-Hai.
Hubo un pequeño silencio, no precisamente incómodo, sino un espacio necesario para que ambos jóvenes controlaran sus respectivas tormentas en sus mentes.
Kaoru fue la primera en recuperarse.
-Iba por agua, ¿te molestaría? -Ofreció.
Él sonrió en respuesta.
-En lo absoluto.
Los dos bajaron a la primera planta. Resultó que la lámpara fuera de la habitación de Kaoru era en realidad de la habitación de Kenshin, él la había llevado consigo cuando había tenido la intención de visitarla. Usaron la tenue luz de ésta para llegar hasta la cocina. Kenshin fue el primero en ubicar la jarra.
-Puedo prepara té si gustas -ofreció.
Ella dudó tan solo un instante.
-Está bien…
Él se puso a trabajar.
Había algo relajante en admirar al joven mientras se movía en la cocina, como si fuese una imagen sacada de algún recuerdo, pensó Kaoru. Sin embargo, sabía que no era así.
Abrumada de nuevo por el peso de su deber, de sus constantes atisbos a futuros inciertos, la joven salió de la cocina rumbo al patio; sosteniéndose del pilar de madera tras salir a la engawa. Al levantar la mirada divisó el pozo, y se dirigió a éste casi como en un trance. Sus manos apretaron la roca con fuerza, como si necesitara de ésta para mantenerse de pie. El reflejo de su rostro se dibujó en la superficie del agua, y encontrarse consigo misma le hizo sentir una opresión en el pecho.
Sintió a Kenshin en cuanto éste la alcanzó.
El joven samurai había estado consciente de que algo afligía a su compañera, sumado a sus propios temores sobre lo que ella pudo haber enfrentado aquel día, durante el enfrentamiento a afueras de la aldea. Había querido por tanto cuidar de ella en la misma medida en la que se habían cuidado el uno al otro, en lo que se sentía había sido una vida atrás, cuando residían en el santuario.
Se sentía tan desconectado de aquella conexión que habían compartido entonces, que no se había atrevido a detenerla cuando ella había corrido al patio. Decidiéndose a seguir preparando el té y salir sólo hasta que estuviera listo.
Él tenía su propia pena anclada en su corazón, y deseaba fervientemente el que pudiesen sincerarse como lo habían hecho una noche atrás. Dejó la charola con las tazas de té sobre la engawa y se dirigió a su compañera tan pronto salió al patio; quedándose a pasos de distancia por detrás de ella.
El silencio se extendió hasta tensarse, y luego…
-He de resultarte una hipócrita -soltó ella de pronto, mirando su reflejo en el agua.
Kenshin la miró confundido.
-¿Por qué habría de-?
-Tratando de darte consuelo -le cortó ella con fuerza-, cuando ni siquiera he sido capaz de superar mis propios miedos.
Él la miró incrédulo.
-Kaoru dono.
-Debo de parecer un chiste… -Continuó ella, volviéndolo a cortar, riéndose. Realmente hablaba de sí misma como una burla-. Predicando algo que yo misma no creo por completo.
Él dio un paso al frente.
-Kaoru dono no creo que-
-¡Los veo todos los días! -Lloró.
Afonía.
Kenshin se quedó de pie congelado en su sitio; en ese primer paso que no consiguió dar. Kaoru lloraba por delante de él, manos en puño sobre la fría piedra del pozo.
-¡Todos los días…! -Reclamó otra vez. Luego su voz se apagó-. Sueño sus muertes, una después de otra, y nunca se detiene…-sollozó, se miró sus manos elevadas palmas arriba -Yo también, tengo sangre en mis manos.
Él se escandalizó, casi ofendido.
-¡Tú nunca-!
-Debemos protegerte, es lo que dijeron -Volvía a interrumpirle, elevando la voz por encima de la suya. -Debía haberlo sabido… debía haberlo sabido, pero estaba distraída siendo egoísta…. Y murieron debido a mí…
Su compañero se sintió desfallecer. Comprendiendo por fin que no podía hablar ahora… no cuando era evidente que ella deseaba desahogarse. No cuando él quería con todo su corazón saber qué la lastimaba y cómo ayudarla.
Así que esperó.
Con las manos en puño para contenerse, y el corazón pendiendo de un hilo.
Las lágrimas siguieron cayendo. Kaoru volvió a abrir los ojos tras conseguir un respiro en medio de su ahogo.
-He tratado de ser mejor -dijo, mirando su reflejo como si su propia alma le estuviese respondiendo. Luego las palabras salieron cual vómito… su voz subiendo en timbre más y más…-. He estado estudiando; indagando, revisando cada particularidad del actual gobierno y la gente de Japón. He estado tratando de escucharlos, todas sus voces, sin importar su clase. Me hice cargo del santuario cuando Yumi sama se fue, puse en orden todo lo que tenía relación con el clero y los daimyos. He trabajado constantemente sin detenerme.
Se detuvo, la necesidad de respirar y de controlar al menos un poco, el dolor del nudo que volvía atarse en su garganta. El labio inferior le tembló en la misma medida en la que lo hizo el resto de su cuerpo. Sus manos volvieron a caer sobre la roca, su cuerpo se dobló hacia el frente.
-¡Pero no puedo hacer que se vayan! -Gritó.
Llorando a boca abierta… mientras Kenshin la miraba igualmente con lágrimas en sus ojos… Lágrimas que a ratos caían silenciosas.
Su corazón sufría lo mismo que el de ella.
- …¿¡Por qué no me dejan en paz?! -Volvió a reclamar, y ahora había un tinte de enojo en su voz. -He hecho de todo para apaciguarlos …Cada día me despierto y me digo que no voy a estar triste, que tengo que seguir, hay tanto porqué seguir y no me puedo rendir…
"Pero ¡estoy triste y enojada!"
"Todo lo que te dije… son palabras con las que trato de convencerme a mí misma. Porque a pesar de todo, no he conseguido cambiar nada… Todo permanece igual, no tengo poder ni fuerza… ¡sigo siendo una inútil niña mirando un futuro que ni siquiera sé cómo cambiar…! No soy un milagro… Soy un fracaso…"
"Y lo lamento… -su voz era ahora apenas un susurro-. Lamento no ser nada más que una mentira…"
…
No hay palabras que puedan describir aquél momento suspendido en el tiempo. El vacío que se había apoderado de ellos.
Kaoru seguía de pie por delante de él, inclinada sobre el poso, aferrándose a fuerza con las manos, mientras lloraba sin consuelo.
Y Kenshin…
Kenshin era consciente de su propia respiración; forzada -su sonido por encima de los ruidos a su alrededor-… Había estado llorando también. Sobrecogido por el dolor que dominaba el corazón de su amiga; avergonzado incluso por no haber considerado siquiera, el daño que ella habría sufrido tras el ataque al santuario. Lo mucho que éste la había afectado.
Se sentía pesado… La opresión en su pecho parecía querer aplastarle hasta reventarlo. No sabía qué decir ni qué hacer… Se sentía tan derrumbado y derrotado como ella; desesperado.
Pero…
…
"Kenshin, tú eres bueno."
…
¡Pero…!
…
"Y yo quiero que vivas."
…
Una determinación, motivada por el amor y admiración que sentía por ella, comenzó a abrirse paso en su centro. Él sabía mejor que nadie, mejor incluso que ella misma, cuán grande era el corazón de la joven sacerdotisa.
Aquellas palabras de consuelo, una noche atrás, no habían sido una mentira. Y, contrario a los temores de ella, Kenshin la admiró aún más por ser capaz de preocuparse por él y darle ánimo, a pesar del dolor que embargaba su propio corazón.
Se limpió las lágrimas entonces. Y avanzó hasta ella.
-Kaoru dono… -Se detuvo. Sacudió la cabeza, como recriminándose a sí mismo y avanzó hasta quedar de pie a un lado de ella. -Tú salvaste mi vida, Kaoru. -Declaró, saboreando su nombre sin el keigo, y disfrutando la sorpresa en su compañera. -No sé nada sobre el futuro que te atormenta, pero sé consciente de esto: ya has cambiado el mío.
La Luna se despejó en ese momento, y el reflejo de ambos se descubrió sobre el agua del pozo; parecía una pintura a acuarela. Él esperó.
¡A centímetros de distancia…!
Él esperó.
Finalmente, Kaoru levantó la vista, mirando el reflejo de ambos en la superficie del agua.
-…Y, ¿ha sido bueno?
El corazón del samurai se expandió.
-Ha sido maravilloso -dijo, descubriendo que sus labios dibujaban una sonrisa.
Kaoru le dedicó una mirada.
-¿Te burlas de mí?
-No. -Contestó él al instante, prácticamente riendo. -No. -Repitió, y se giró para mirarla de frente. -Jamás podría.
La miko le miró un instante, insegura todavía; no confiando plenamente, buscó en los ojos de él -los cuales la veían con la más infinita ternura- cualquier atisbo de mentira, de lástima… mas no halló ninguna.
Y aún así, no era fácil… Volvió a desviar la vista al pozo, Kenshin la detuvo.
-No soy bueno con palabras. -Le dijo, sosteniéndole el rostro por la barbilla en apenas una caricia, y agradeciendo el que ella no desviara la mirada-. E incluso si tú has demostrado tener la habilidad para hacerme hablar más que de costumbre, no sé cómo ordenar mis pensamientos para darte la respuesta que necesitas. Sólo puedo hacerte una promesa.
-¿Sobre qué? -Preguntó antes de poder controlarse.
-Sobre que no voy a morir por ti. -Le dijo, ella lo miró sin entender, y él sonrió. -Kaoru, juro que viviré por ti.
-¡Ah!
Los ojos de ella se abrieron en asombro… Una solitaria mejilla resbaló por su mejilla, pero la emoción era mil veces diferente a la anterior.
Estaba genuinamente conmovida.
-Es lo mucho que creo en ti -siguió él-. Jamás me has decepcionado.
-¿Ni siquiera un año atrás? -Cuestionó insegura, casi temblando.
Él sonrió.
-Especialmente un año atrás. -Le dijo. Luego tomó las manos de ella en las suyas propias -Kaoru… si no fuera por ti, habría saltado ya a una lucha sin sentido. Habría abandonado a mi maestro, y me habría perdido a mí mismo en la guerra.
Ella negó con la cabeza y su voz salió cansada.
-Pero aún quieres pelear.
-No voy a negarlo -soltó cortándole-. Todavía tengo algo molestándome en mi cabeza. -Confesó, peleando con las palabras-. Pero… no estaba consciente antes. No puedo decir que esté preparado ahora, pero estoy entendiendo mi papel y lo que deseo lograr. Y no habría aclarado mi mente de no ser por ti.
Ella seguía aún temblando, mas no le rehuyó la mirada. Ambos estaban conectados a los ojos del otro. Ambos tratando de convenir un mensaje. Uno intentando confortar. La otra buscando consuelo. Era el primero el que tenía la tarea más difícil, consciente por primera vez de la fragilidad del corazón de su compañera.
¡Y cuán precioso éste era!
-Dices que eres un fracaso. Pero puedo recordar un regordete bebé que consiguió nacer gracias a ti. Todavía puedo dibujarte con aquel niño en brazos -dijo, cerrando los ojos para dibujar en su mente aquél recuerdo-. Magnífica… -Exclamó sonriendo. Las mejillas de la joven se tiñeron de rojo. Si él no la estuviese sujetando de las manos, ella ya se habría cubierto el rostro abochornada. Kenshin rio dentro de sí al sentir la fluctuación de su ki. Volvió a mirarla. -Tu corazón es tan amable, que sientes con mayor intensidad que otros. Y esa misma amabilidad es la que nos motiva a seguirte. Mientras viví en el santuario, e incluso ahora, he sido testigo de tu bondad.
Kaoru abrió la boca, dejando escapar la tormenta de emociones de su pecho a través de cortos suspiros. Su rostro se inclinó, al no ser capaz de pronto de seguir mirando a su compañero a los ojos, y soportar aquella emoción en éstos. Las lágrimas volvían a juntarse en las cuencas de sus ojos, pero ella hizo el esfuerzo por no llorar.
Él no la presionó esta vez, mas no estaba dispuesto a dejarla hundirse de nuevo en la tristeza y el dolor de inseguridades nacidas de viejos recuerdos.
-Puede que no seas un milagro, pero en definitiva no eres un fracaso. -Declaró. Ella tembló, incapaz de contener el sentimiento que se iba abriendo paso con fuerza. -Eres esperanza, Kaoru. Y eso es mil veces más grandioso que un milagro.
Ésa fue la última cinta en romperse.
-¡Kenshin!
Kaoru se abalanzó a él, y lo abrazó con fuerza; aferrada con las manos a la tela de sus ropas, refugiada en su pecho…
Y lloró…
Lloró hasta desahogar todo el dolor y el miedo que había contenido durante un año. Todas las inseguridades y todo el arrepentimiento que había cargado. Todo el peso del castigo que sentía merecía. Lo mucho que había lamentado el tener que dejarlo ir…
…
Momentos después -cuando el corazón de la joven se había vaciado de emociones hasta entumecerse-, Kenshin y Kaoru permanecieron sentados contra el pozo, el primero sosteniendo a la segunda, quien seguía recargada en él. Las lágrimas secas, y la tranquilidad de saber que lo peor ha pasado, ha superado la tormenta.
-¿Los has visitado? -Preguntó Kenshin entonces, tras aquél silencio.
-Fui durante el último festival de las luces -contestó ella.
-Ya veo. -Asintió. Los dos miraban hacia puntos lejanos del cielo. -Ellos no te habrían culpado, Kaoru dono. Sé que lo sabes -le dijo.
-…Lo sé. -Contestó, tras un momento de silencio-. Pensé que, el haber visto tanto, me habría preparado de alguna manera. Pero…-suspiró, irguiéndose al fin, separándose lo justo para verlo de frente -…Vivirlo en serio… todavía tengo miedo Kenshin.
Algo en el pecho de él se oprimió, él conocía aquel sentimiento y hubiese dado cualquier cosa porque ella no tuviese que experimentarlo.
-Yo también -dijo, ojos en los de su compañera.
-¿Alguna vez terminará?
Él sonrió con angustia.
-Espero que sí -Porque ¿qué más podía decirle? Él había rezado por lo mismo.
Kaoru asintió con una emoción similar y volvió a recargarse en la piedra. Su mirada viajó hasta la mano derecha de su compañero. Había una pulsera de cuencas negras con kanjis dorados adornando su muñeca.
-Llevas las cuencas de sus nombres contigo -señaló ella.
Él levantó la mano.
-¿Lo notaste? -Sonrió, y admiró igualmente la joya. -Sasaki san y Sato san las juntaron para mí, aunque les costó bastante convencerme de llevarlas. -Confesó.
-Eran tus amigos también -dijo ella algo confundida sobre por qué él tendría problema en llevarla.
-Los conocí gracias a ti -explicó él, entendiendo su pregunta.
La morena frunció el gesto.
-Eran tus amigos también -repitió con más fuerza. Y él no pudo contradecirla.
-Aa… Lo eran…
Vuelven entonces a quedarse en silencio, recargados sobre la fría piedra del pozo. Un cómodo silencio dentro del que pueden descansar. Ahora que el nudo en su pecho se ha deshecho -que toda la opresión en este se desvaneció- Kaoru puedo por fin entender su desahogo y pedalear de regreso sobre sus palabras.
Hay cosas que debe aclarar, se dice.
-Kenshin… -Volvió a llamarle, él la miró inclinando su rostro hacia ella. Ella se armó de valor -Sonaré contradictoria ahora, pero… sí creo que eres bueno, y quiero que vivas. Y estoy feliz de haberte conocido, y de que salvaras mi vida.
Él lo había sabido por supuesto. Él sabría siempre que ella sería incapaz de mentirle, de decirle aquellas palabras sin sentirlas.
Y a pesar de esto, no puede evitar sentir que el corazón vuelve a crecer en su pecho, un alivio ante una pena que ni siquiera estaba consciente de que tenía.
-¿Eres real…? -Cuestionó.
Ella, confundida por tal pregunta, le mira con el ceño fruncido.
-Por supuesto que soy real -contesta, estirándole las mejillas a su compañero-, ¿de qué estás hablando?
-Gomen. -Dijo éste, las sílabas extendidas tras el agravio a su rostro. Ella finalmente lo soltó. -Tuve un mal sueño anoche -Confiesa, su voz se vuelve un susurro casi inaudible entonces, mientras el frío le recorre el cuerpo-. Una horrible pesadilla en realidad.
Kaoru lo mira preocupada. Hay fantasmas en esos ojos, tan reales como sus pesadillas.
-¿Quieres hablar?
-…No.
Silencio.
-Sostén mi mano entonces. -Dice ella de pronto, sin esperar a que él responda y le toma la mano en la suya propia. -Hasta que te convenzas de que soy de carne y hueso.
Kenshin siente ganas de llorar. ¡Qué fácil sería interpretar sus palabras a su conveniencia! Se dice, recriminándose después y obligándose a alejar tales pensamientos.
-¿Sólo hasta entonces? -Tienta, con una sonrisa ladina.
Kaoru le suelta un golpe en el hombre con la mano libre.
-¡No abuses, Kenshin! -Le regaña, y él ríe a carcajada abierta. Un instante después, todavía con las manos enlazadas, la joven confiesa con las mejillas sonrojas y la mirada hacia otra parte, lejos de él. -Aunque, no me molestaría.
El samurai sonríe.
-Arigatou. -Dice y aprieta la mano de ella en la suya. Es tarde y la luna ha vuelto a ocultarse. -Deberíamos volver dentro.
Ella asiente, mas no se mueve de donde está.
-Mm… sólo un poco más… -Pide, recargada en él.
Él vuelve a reír.
-Aa. -Contesta. Luego deposita un beso en la sien de ella, descansando la mejilla después sobre esta.
Uno al lado del otro, permanecen así, con las manos enlazadas.
Es bastante temprano cuando finalmente regresan a dormir.
...
Al día siguiente, Kaoru tiene problemas para despertar y más aún para mantenerse despierta. Naoko -bendita su alma- ha tenido a bien a ayudarla a vestirse y arreglar sus cosas para que pueda bajar a tiempo a desayunar; sobra decir que la castaña sigue algo abochornada de no haber reconocido a la miko, y Kaoru por su parte está demasiado cansada para negar sus atenciones.
El corazón de Kenshin se enternece al verla comer con los ojos cerrados la mayor parte del tiempo, y le recuerda a su maestro que habían acordado retrasar su viaje un día más; y, por increíble que parezca, Hiko cede por vez primera ante una petición de su estudiante.
Es medio día cuando finalmente se disponen a partir.
-Espero que tengan todo listo -les dice Hiko.
-Hai -asienten ambos.
El mayor regresa a la posada para recibir una bolsa llena de provisiones, un pequeño agradecimiento por la ayuda prestada y una disculpa a la vez por no haber podido hacer nada más en respuesta.
Kenshin y Kaoru esperan a Hiko sobre el camino que los llevará a Kioto, cuando a la distancia se puede escuchar a un joven llamándola.
-¡Jouchan!
La aludida brinca en reconocimiento, igual que lo hizo su corazón en su pecho, y se separa de Kenshin.
Éste la mira con curiosidad, mientras ella camina en dirección opuesta de a donde deben ir.
-¿Qué sucede? -le pregunta.
Ella levanta un dedo en su dirección, convenientemente a la altura de sus labios, pidiéndole tiempo para escuchar.
-¡Jouchan! -Vuelve a llamar la voz, esta vez más cerca.
-¿Jouchan? -Pregunta Kenshin.
Y entonces, finalmente lo ven.
-¡Sanosuke!
Kaoru corre hacia él.
-Ah, menos mal que te alcancé -dice éste, descansando un instante con las manos sobre sus rodillas, aunque todavía de pie.
-Sanosuke -vuelve a presionar ella.
El muchacho se endereza, y le mira con una amplia sonrisa, orgulloso de sí mismo. Luego le extiende un paquete envuelto en una tela rosa.
-Aquí, un detalle de Katsu y mío -dice-, en nombre de todo el Kiheitai también.
Kaoru toma el presente por inercia, pero recordando justo en ese momento al compañero de Sano, Katsu, que se había expuesto para que ellos pudiesen escapar de vuelta al campamento, y su corazón se recrimina por no haberlo recordado.
-¿Cómo está? -Pregunta con verdadera preocupación.
Mas Sano desecha su sentir con un gesto de su mano, sin dejar de sonreír.
-Un desastre como siempre, pero bien, no tienes de qué preocuparte -Le asegura-. Menos con todo lo que pasó. -Dice, y luego nota por fin a Kenshin, y lo saluda -Yo!
-¿Oro? -Suelta éste, de pronto siendo consciente también de su propia presencia dentro de aquel encuentro.
Kaoru se golpea mentalmente.
-Ah Kenshin, él es Sanosuke un miembro del Kihetai -le informa-. Él fue quien me protegió durante el encuentro de ayer.
Y es entonces que el semblante del samurai cambia, hay respeto y un profundo agradecimiento hacia el joven castaño, en su corazón.
-Te estoy eternamente agradecido -le dice, con una pronunciada reverencia.
Sano se sobresalta, algo incómodo ante el gesto.
-wah!, no hace falta tanto formalismo -asegura.
Kaoru sonríe.
-Sanosuke, él es Himura Kenshin, mi más preciado amigo -su pecho se expande-. Y el mejor.
-Un gusto.
-Lo mismo digo.
Es entonces cuando por fin regresa el maestro de Kenshin, Kaoru -que por fin se ha librado de la culpa de la noche anterior, le tienta.
-Y a Hiko san ya lo conoces -dice, sin presentarlo realmente.
Por toda respuesta, el hombre gruñe antes de recriminarles.
-Estás gastando mi tiempo, debemos irnos.
Sano lo mira con una vena en la frente.
-Geez, qué carácter -se queja, mas su enojo se desvanece con las siguientes palabras de Kaoru.
-Gracias por venir a despedirme, realmente me hizo feliz.
Sanosuke sonríe, contento de que el encuentro haya resultado así.
-Era lo menos que podía hacer después de que nos salvaras la vida dos veces -dice.
Kaoru lo mira confundida.
-¿Eh?
Ella únicamente estuvo con él una vez, el mediodía anterior, y a su parecer fue él quien la salvó a ella; por lo que no puede entender a lo que se refiere el chico frente a sí.
Él se da cuenta, y se apresura a explicar.
-Ayer, tan pronto como te fuiste le informé al capitán Sagara sobre lo que me dijiste del asalto nocturno. Sobra decir que ganamos. -Declaró, manos en la cintura y una sonrisa simplona y quizá hasta arrogante. -Y no te preocupes, no hubo verdaderas bajas.
No va a llorar, se dice.
No puede llorar, se reclama.
No cuando lo que debe sentir es felicidad ante tan buena nueva.
"No llores" Se ordena, aún cuando las lágrimas ya han hecho acto de presencia.
Su labio inferior tiembla, y termina mordiéndolo para contener si acaso un poco del gran alivio que la invade.
-Gracias al cielo -susurra, una mano cubriendo su rostro, la otra sostiene con fuerza el presente dado.
Kenshin la mira sonriendo, él y Sano intercambian una mirada significativa -ambos igualmente sonriendo, agradecidos de que la sacerdotisa esté contenta- antes de despedirse.
Los tres avanzan entonces, de vuelta a emprender el viaje de regreso a Kioto, por detrás de ellos, los miembros de la posada les despiden, la voz de Sanosuke por encima del resto.
-¡Ven a visitarnos pronto, Jouchan!
…
Y Kaoru está feliz.
…
Tanto, que termina por buscar la mano de Kenshin. Éste se sobresalta al sentirla, mas no la rechaza, y la mira con una pregunta en los ojos.
-Yo también… -Dice ella, mejillas sonrosadas. -Yo también quiero asegurarme de que eres real.
…
Y Kenshin está feliz también.
…
Si tan solo, aquella felicidad hubiese podido durar…
A/N: PLEASE! ¡Déjenme saber qué piensan que va a ocurrir ahora!
