Autora: Eleonora1

Traductoras: Alima 21

Pareja: Severus/Remus

Clasificación: PG-13

Advertencia: Mpreg

Negación: J.K. Rowling los posee a todos. Yo simplemente juego con ellos un rato. Oh, y poseo a Sandrine, Daniela, y alguna otra cosa que no reconozcas de los libros.

Resumen: Luego de una transformación, Remus resulta herido y deja a su hija a cargo de su otro padre: Severus Snape

Ser un padre

Capítulo 3

Callejon Diagon

Unos días más tarde, luego de obtener el permiso de Dumbledore, cosa que no fue muy difícil, Severus y Sandrine fueron al Callejón Diagon. Al ser sábado, encontraron muchas familias con niños pequeños, así que fue fácil para ellos deslizarse entre la multitud. Algunas personas que reconocieron a Severus le lanzaron unas cuantas miradas curiosas, pero su gélida mirada los ahuyentó.

Sandrine se sentía en el cielo. Cualquier cosa que se atrevía a pedir, la obtenía; no que pidiera mucho, no estaba acostumbrada a tener mucho. Pero Severus le compró juguetes nuevos, ropa, y cualquier cosa que supuso podría desear o necesitar una pequeña.

Además compró, sin que Sandrine se enterara, un paquete de marcadores mágicos. Estos brillaban cuando se activaba el encantamiento al golpear la pintura. Después de pagar, deslizó el paquete en su bolsillo justo antes que Sandrine se diera cuenta. Le entregaría el regalo en la noche.

-¿Qué es eso?- preguntó de repente la niña, apuntando una tienda cercana.

Severus siguió su mirada y vio lo que estaba señalando.

-Es la tienda de mascotas- le dijo, ligeramente sorprendido-. ¿Te gustan los animales?

-Sí, pero nunca he podido tener una mascota- le dijo ella-. Mami dice que son muy lindas pero demasiado costosas. Sólo nos podíamos permitir el lujo de tener una lechuza, para decirle a los amigos de mami que él estaba bien.

-Bien, yo tengo mucho dinero- dijo el Maestro de Pociones, sin siquiera darse cuenta de lo que estaba diciendo cuando ya las palabras dejaban su boca-. Puedo comprarte una mascota, si quieres una.

-¿Podrías?- preguntó, sus ojos abiertos por la sorpresa y la excitación.

Severus se encogió de hombros.

-Por supuesto, después de todo, soy tu otro padre. Sólo una cosa…que no sea un sapo. No puedo soportar a los sapos.

Ella rió suavemente.

-No hay problema- contestó-. Yo tampoco los soporto

Entraron en la tienda de mascotas. Sandrine miró alrededor, fijándose en cada detalle como sólo un niño podría hacerlo. Severus la siguió mientras daba vueltas, sin alejarse en ningún momento para que Sandrine pudiera mantenerse asida a su túnica.

-Esa se parece a Cheryl- dijo la niña, señalando un gato leonado que estaba tranquilamente sentado en una esquina de la tienda.

-¿Cheryl?- repirió Severus-. ¿Quién es¿No dijiste que no tenías mascotas.

-Era mi gato de juguete- explicó Snadrine-. Tenía el mismo color que ese- señaló el gato de la esquina-. Mami me la regaló cuando cumplí tres años y era mi juguete favorito.

-Un momento¿qué quieres decir con 'era'¿Ya no juegas con él¿O lo perdiste?- preguntó Severus. No podía evitarlo, sentía curiosidad.

-El lobo lo destrozó hace dos meses- dijo ella calmadamente-. Olvidé llevarlo a mi habitación, que es donde encerramos todo lo que tenemos para resguardarlo del lobo. Estaba demasiado destrozado para ser reparado. Mami estaba realmente apenado, pero dijo que no podíamos darnos el lujo de comprar otro. Y no fue realmente su culpa, después de todo.

-Entonces¿te gustaría tener un gato real?- preguntó Severus, en un repentino ramalazo de amor paternal. Podría tener un gato en las mazmorras. En realidad, le gustaban bastante. Así que no sería problema si Sandrine tenía uno.

-No- dijo ella, sin embargo, sacudiendo la cabeza-. Mami dice que no le gustan los gatos. Es algo sobre ser un hombre lobo y la magia oscura. Y no puedo tener una mascota que no le guste a mami¿cierto? Cuando él regrese del hospital, eso podría causar problemas.

El Slytherin tragó. Justo esa mañana, había recibido un mensaje informándole que todavía era imposible decir si Remus sobreviviría. Y ahí estaba Sandrine, sus ojos brillantes, hablando confiada sobre el momento en que él regresara.

¿Cómo podría Severus decirle a esta niña… su hija, su propia carne y sangre… que quizás no volviera a ver a su mami con vida¿Cómo podría romper su pequeño corazón haciendo eso?

-Vale- dijo con una sonrisa forzada-. Entonces, no gatos. ¿Te gustaría alguna otra mascota?

-Ummm…- ella miró alrededor con timidez. Entonces, vacilando, señaló un animal y dijo-¿Podría tener ese¿O es demasiado caro?

Severus miró lo que la pequeña señalaba. Era un enorme cuervo, una fina ave de plumaje negro como la noche, con unos inteligentes ojos. Una buena mascota para un niño, pensaba. Él mismo había tenido uno siendo joven, llamado Mudin.

-Por supuesto que puedes, si te gusta- contestó de inmediato-. Una buena elección. Los cuervos no molestan para nada a los hombres lobo-. se acercó, examinando el ave. Sandrine caminó a su lado, aferrando fuertemente su túnica, pues temía que pudieran separarse de repente.

-¿Puedo ayudarlo?- preguntó repentinamente una voz detrás de ellos. Severus se giró en redondo para encontrarse con el dependiente, cuyos ojos se abrieron cuando vio al tristemente célebre, el aterrador Maestro de Pociones, con una niña.

-Eso creo- contestó Severus, levantando una ceja-. Mi hija quiere comprar este cuervo- señaló al animal.

-¿Su hija?- los ojos del dependiente se abrieron más aún, si es que eso era posible.

-Sí- espetó, ahora muy molesto-. Mi hija, Sandrine Snape. ¿Tengo que deletreárselo? Ella-quiere-comprar-este-cuervo.

-Oh, sí, muy bien. ¿También van a comprar una jaula?

-Y todo lo que el ave necesite- replicó Severus secamente-. Y justo ahora. Debemos regresar a Hogwarts esta noche.

-Ya veo- el hombre tomó el cuervo de su percha, colocándolo luego en una sencilla jaula para aves. Después recogió un par de platos para poner el alimento para el ave, un par de juguetes¿quién habría imaginado que los cuervos jugaban como los canarios, y algo de alimento. Al final, reunió todo lo que había en el mostrador y dijo el precio, que hizo que los ojos de Sandrine casi salieran de sus órbitas, pero que no sacó ni un sonido de Severus. Pagó por la compra, encogió todo menos la jaula y el ave en su interior, y dejó la tienda con Sandrine saltando a su lado, feliz.

-¿Tienes que saltar todo el tiempo?- le preguntó él, intentando mantener la voz calmada-. Es bastante irritante.

-Lo siento, padre- dijo la niña y se detuvo de inmediato-. ¿Todavía tenemos que ir a algún lado?

-Creo que no- contestó él-. A menos que quieras un helado, claro. O caramelos… pero no demasiados, son malos para los dientes.

Los ojos de la niña se abrieron de nuevo, antes de sonreír ampliamente.

-Me encantaría- jadeó.

-Lo imaginé- comentó Severus, sonriendo brevemente-. ¿Vamos entonces?

Comieron sus helados en paz, aunque Severus Snape, acompañado de una niña y con un cuervo en una jaula, se ganaba no pocas miradas curiosas. Luego regresaron a Hogwarts por la red floo, y allí Sandrine pasó la más maravillosa media hora de su vida, curioseando las provisiones de Honeydukes.

ºººººº

Sandrine dormía tranquilamente en su cama. El cuervo, que para gran diversión y deleite de Severus ella había llamado 'Hugin', dormía en su jaula. Dos nuevos animales de peluche, un oso y un perrito, regalos de Vector y Sprout, quien cada vez le caía mejor a Severus, estaban colocados a los pies de la cama, de cara a la niña dormida. Ella abrazaba apretadamente el gastado lobo de peluche, su rostro oculto en el pelo del juguete.

Severus se paró en el umbral, observando todo esto. Un montón de pensamientos poblaban su mente, la mayoría sobre el día que recién terminaba. Después de su viaje de compras, habían pasado toda la noche en sus aposentos. Sandrine había estado muy excitada con sus nuevos marcadores, dibujando pintura tras pintura. Se los pensaba dar a varios miembros del profesorado, que Severus sabía iban a estar tan excitados con los regalos como la niña estaba por dárselos.

Uno de los dibujos, un lobo dorado con grandes ojos ámbar y una plateada luna llena en el fondo, Sandrine se lo había regalado a él.

-Para que recuerdes a mami- le dijo con firmeza.

Severus iba a colgar el dibujo en la pared de su oficina.

Nunca había pensado que sería tan hermoso ser padre. De alguna manera, tener una pequeña tan parecida a él, tan dependiente de él, tocaba algo en el fondo de su corazón… Algo tan profundo que nadie había podido tocar ahí, nadie excepto cierto hombre lobo de ojos dorados y cálida sonrisa.

Apretando los dientes, se dio media vuelta y abandonó la habitación. No tenía tiempo para entretenerse en el pasado. El hoy eran él y Sandrine. Lo que fuera que trajera el mañana sería tratado mañana.

Hasta entonces, sólo podía esperar.

ºººººº

El lunes llegó, trayendo consigo la interrogante de qué hacer con Sandrine. La solución más natural, por supuesto, sería llevarla a las clases de Pociones, donde Severus podría vigilarla. Eso era lo que habían hecho antes, en todo caso.

Sin embargo, fue obvio incluso al comienzo de la mañana, que el día se presentaba cálido y brillante. Aún cuando Severus disfrutaba del aire frío y el encierro de las mazmorras, tenía la firme sospecha de que Sandrine no. Después de todo, ella había pasado la mayor parte del verano al aire libre, con su mami. Severus simplemente no tenía corazón para obligarla a quedarse dentro en un día tan bueno.

Esa fue la razón por la que, impactando a todo el personal en la mesa del desayuno, empezó deliberadamente una conversación con Sprout y Vector. Secretamente, disfrutó las miradas que le dirigieron ambas brujas, así como los rostros de los demás profesores, cuando les agradeció por los peluches que habían comprado a su hija. Sandrine también les dio las gracias, acompañadas de una de sus adorables sonrisas.

Después de intercambiar unos cuantos comentarios, Sproud había aceptado feliz cuidar a Sandrine en los invernaderos. Severus podría haber jurado que Vector la miraba casi con envidia. Sandrine, por su parte, lucía absolutamente encantada con la idea.

Así, después de abandonar el Gran Comedor, Sandrine se separó de su padre y siguió a la Profesora de Herbología al exterior.

Severus despachó su clase previa al almuerzo más temprano de lo habitual. Cuando la clase de Herbología terminó, los estudiantes lanzaron frías miradas a su Profesor de Pociones, quien se había acercado a los invernaderos.

-¡Severus!- exclamó Sproud, mientras él caminaba en su dirección-. Me asustaste. Puedes llegar a ser una visión realmente aterradora.

-Eso es lo que yo he estado diciendo- replicó él, secamente-. ¿Dónde está Sandrine?

-Todavía está ahí- dijo, señalando hacia el invernadero más cercano-. ¿Por qué¿No confías en mis habilidades para cuidar a los chicos?

-Si Dumbledore te ha contratado como profesora, confío en que evitarás que los chicos se maten a si mismos- replicó Severus-. Pero mi única hija, a quien sólo he tenido conmigo por unos pocos días, es muy diferente de los estudiantes en general.

-De hecho- Sproud sonrió. Todavía lucía un tanto nerviosa mientras caminaban hacia el invernadero. Bueno, Severus no podía culparla realmente. Él tenía bien ganada su reputación como hombre difícil.

-¡Sandrine!- llamó Sproud-. Tu padre vino a buscarte para ir a almorzar.

Sandrine levantó sus ojos dorados de lo que estaba examinando.

-¡Hola, padre!- dijo feliz, brincando en su pequeño asiento-. ¿Adivina¡Le eché agua a las plantas!

-¿De veras?- contestó Severus, al tiempo que le lanzaba una dura mirada a Sproud.

La bruja lo miró un tanto intranquila y dijo suavemente:

-Nada peligroso, lo prometo.

Él asintió brevemente antes de girarse hacia Sandrine.

-¿Te portaste bien?- preguntó, aunque su voz carecía de su habitual tono amenazante-. ¿O le has dado problemas a la Profesora Sproud?

-He sido buena- le aseguró la niña-. ¿Verdad?- preguntó, girándose a la profesora.

-Muy buena- confirmó Sproud-. De veras que no ha molestado para nada. Es muy lista- agregó.

-Claro que lo es- Severus sonrió-. Después de todo, es mi hija- notó que Sandrine llegaba a su lado. La pequeña subió su mano y él la tomó sin pensarlo dos veces. No fue sino hasta que notó como Sproud lo miraba divertida cuando notó que inusual era ese comportamiento en él. Se inclinó ligeramente, alejando la sensación de embarazo; no dejaría ir a Sandrine.

i "Remus probablemente la llevaba todo el tiempo de la mano" /i , reflexionó, en un intento de justificar sus acciones. i "Yo sólo estoy ayudando a que se acostumbre al entorno, dándole algo que le resulte familiar" /i

Llevó a Sandrine de regreso al Castillo, dividido entre charlar con Sprout y escuchar el alegre parloteo de su hija. Distraídamente, notó que la niña era bastante más pequeña y liviana que la media entre los niños de su edad. Bueno, Remus siempre había sido pequeño, y él mismo, aunque era alto, tenía una complexión bastante ligera. Además, los hijos de licántropos usualmente eran pequeños, aunque raramente heredaban la licantropía. Así que probablemente no había razones para preocuparse.

Para el momento en que llegaron a las puertas del Gran Comedor, Sprout había prometido, encantada, ocuparse de Sandrine nuevamente después del almuerzo. La niña se veía feliz con la perspectiva, así que Severus volvió a dar su permiso.

La pequeña se paso la hora de almuerzo hablando sobre todo lo que había hecho y visto esa mañana. Severus no pudo evitar maravillarse ante el gran cambio ocurrido desde el sábado.

Sinistra se alejó de ellos, dejando paso a los admiradores de Sandrine. Flitwick y Vector escuchaban ansiosos, sintiendo envidia cada vez que Sandrine hablaba sobre Sprout.

Severus sonrió todo el tiempo. Obviamente, la niña había heredado las habilidades de Remus para complacer a la gente.

Para el término del almuerzo, Flitwick anunció que si el tiempo era bueno al día siguiente, daría sus clases al aire libre. Al mismo tiempo, preguntó si podría tener a Sandrine como invitada a sus clases.

Severus frunció el ceño.

-¿Qué tienes planeado para mañana?- preguntó con recelo. Él se había perdido siete años de la vida de su hija. Definitivamente, no iba a dejar que un Hufflepuff la reventara ahora que finalmente la tenía.

-Oh, nada peligroso- dijo Flitwick rápidamente-, apenas un par de encantamientos de colorantes con los alumnos de segundo y hechizos de organización para los de quinto.

-¿Qué opinas, Sandrine?- preguntó Severus, girándose hacia su hija-. ¿Te gustaría ir con el Profesor Flitwick mañana?

La pequeña lo pensó por un momento, luego asintió feliz.

-Me gustaría- gorjeó. El pequeño mago resplandeció y Severus pudo ver como Vector maldecía por lo bajo por no haber tenido esa idea primero.

-Entonces, está bien- Severus se encogió de hombros-, en tanto no regrese coloreada.

-No lo hará- prometió Flitwick, una radiante sonrisa adornando su pequeño rostro. Severus resopló y continuó comiendo.

Cuando fue nuevamente a buscar a Sandrine, luego de la última clase, la niña lo estaba esperando con una maceta en sus manos.

-¡Padre, mira esto!- exclamó, sosteniendo la maceta en alto-. ¿Puedo guardarlo en mi habitación?

-No lo sé- contestó Severus, dudando-. No hay muchas plantas capaces de sobrevivir en las mazmorras.

-¡Esta sí puede!- argumentó Sandrine.

Sprout asintió.

-Esa planta es una 'Soga Plateada', más conocida como Estrella de la Noche. Prefiere la oscuridad a la luz, no requiere luz solar en absoluto. Ante una luz demasiado brillante o un ambiente seco, muere, pero en un hábitat adecuado, el cual es casi exactamente igual al que presentan las mazmorras, florece con flores plateadas y blancas, semejantes a estrellas.

Severus lo pensó por un momento, luego asintió lentamente

-Si quieres, claro que sí. Pero ahora la tengo que encoger y la llevaremos a la habitación después de cenar-

-¡Vale!- exclamó Sandrine, observando fascinada como Severus encogía la maceta y la colocaba cuidadosamente en su bolsillo.

La cena transcurrió con Sandrine parloteando alegre sobre su día. Sprout le había enseñado algunas de las plantas menos peligrosas, dejando que las regara y les cortara las hojas.

Dumbledore insistió nuevamente en que fueran a la sala de profesores. Severus no estaba demasiado deseoso, pero a Sandrine parecía gustarle la idea, así que estuvo de acuerdo en ir después de dejar la planta de la niña en las mazmorras.

Sandrine fue una vez más el centro de atención. Su sonrisa cálida y feliz parecía tener encantados a la mitad de los profesores. Severus no pudo evitar recordar como Remus siempre pareció arreglárselas con la mayoría de las personas. Realmente estaba agradecido de que Sandrine hubiera heredado las habilidades del hombre lobo para granjearse la amistad de la gente. Si hubiera poseído el carácter antisocial de Severus, lograr que su hija estuviera cerca hubiera sido imposible.

Él se quedó en su esquina habitual, luciendo tan amenazante que nadie se atrevió a acercarse. Eso se mantuvo hasta que Sandrine, deteniendo repentinamente su feliz conversación con sus admiradores, corrió hacia Severus y lo miró con sus grandes ojos de cervatillo.

-Dame un abrazo- le ordenó.

Severus parpadeó sorprendido. Sin embargo, luego se inclinó hacia delante para alzar a la niña, ignorando con determinación las miradas del resto de los profesores. Le dio un abrazo cálido y paternal, antes de bajarla de nuevo al piso. Ella sonrió feliz, antes de correr de regreso a su anterior posición.

Después de un momento, escuchó que alguien llegaba al asiento a su lado. Ni siquiera se molestó en dar la vuelta, sabiendo que sólo había una persona, aparte de Dumbledore o Sandrine, que se atrevería a acercarse a él justo en ese momento.

-La amas- observó Minerva suavemente.

-Así es- admitió Severus, dándose cuenta en ese momento que en verdad lo hacía.

-Me preguntó por qué- dijo la animaga-. Puedes proclamar tu paternidad sobre ella, pero considero que tres días es un tiempo demasiado breve para eso, ya que ella tiene siete años.

Severus reflexionó por un momento. Entonces contestó con sinceridad.

-Me recuerda a su madre.

Era cierto. Cada vez que veía los ojos ámbar de la niña, recordaba a Remus, los ojos ámbar del hombre lobo brillaban con el mismo amor. Su risa, su sonrisa, su voz, sus palabras… Todo lo de ella le recordaba constantemente a Remus y el amor que habían compartido.

-Ya veo- Minerva se quedó un momento callada, antes de agregar-: Sabes, hoy revisé los archivos escolares- hizo otra pausa-. Él último registro bajo el nombre de Snape es el tuyo.- no pudo ocultar el tono curioso en su voz.

-Ella no está registrada como Snape- dijo, encogiéndose de hombros.

-¿Entonces está bajo el apellido de la madre?- continuó cuestionándolo la Subdirectora. Él sacudió la cabeza.

-Su apellido materno va primero.

-Ya veo- dijo ella de nuevo. Luego miró alrededor con expresión pensativa.

Severus frunció el ceño, preguntándose si había hecho lo correcto al contarle eso. Luego decidió que en realidad no importaba. Más pronto o más tarde escudriñaría los listados y encontraría a Sandrine, era una gata muy curiosa.

Él dirigió sus ojos a Sandrine una vez más, observándola sonreír y reír. Algo en su pecho se sintió cálido, recordándole que de hecho tenía un corazón como el resto de los humanos.

ºººººº

Otro día, otra noche. Otra reunión del club de fans de Sandrine en la Sala de Profesores de Hogwarts.

Esta vez, sin embargo, el centro de atención no estaba presente. Había partido con la Profesora Vector para un rápido viaje a Hogsmeade, un privilegio que los estudiantes ni siquiera soñaban alcanzar excepto los fines de semana de salida especial. Pero a la consentida de los profesores se le concedía.

De repente, Minerva McGonagall entró al salón como una tromba. Lucía medio impactada, medio divertida.

-¡Lo descubrí!- anunció al resto del profesorado.

-¿Qué descubriste?- preguntó Hooch, curiosa. Era muy inusual ver a la Profesora de Transformaciones tan excitada. Por lo tanto, debía ser algo grande.

-El nombre del otro padre de Sandrine, por supuesto- lanzó a Severus una aguda mirada y el Slytherin palideció aún más de lo habitual. Los demás profesores, por supuesto, lo notaron, haciendo que su curiosidad aumentara.

-¿Quién es?- preguntó Sinistra, ansiosa, la familiar expresión calculadora cubriendo su rostro-. ¿Y cómo fue que lo descubriste?

-Busqué en el libro correspondiente a su edad- explicó McGonagall-. Sólo hay una niña con el nombre de Sandrine- hizo una ligera pausa antes de continuar-. Para ser exactos, Sandrine Lupin Snape.

De entrada, todo el mundo quedó en silencio. Luego, todos los profesores comenzaron a hablar al mismo tiempo, interrogando tanto a McGonagall como a Severus.

Después de un momento, Severus se hartó de todo eso.

-¡Silencio!- rugió, levantándose. Todos lo miraron con atención, esperando.

Minerva tiene razón- dijo fríamente el Maestro de Pociones-. Su apellido real es de hecho Lupin Snape. Sí, su otro padre es Remus Lupin, con quien estuve involucrado románticamente por cuatro años, hasta dos días antes de la caída del Señor Oscuro. Y si alguien hace algún comentario negativo sobre él delante de Sandrine o de mí sufrirá las consecuencias.

Al final, alguien rompió el pasmado silencio.

-Ella…ella es…- empezó Flitwick, incapaz de terminar la oración.

-¿Una licántropa? No. Sandrine es una niña completamente humana, inteligente y sensible, que adora a su 'Mami'. Así que si la disgustan, juro que los mataré- miró a cada uno de sus colegas por turno, desafiándolos a que dijeran algo desagradable sobre Remus-. ¿Comprendido?- espetó.

En ese momento la puerta se abrió y la niña en cuestión entró, seguida de cerca por la Profesora Vector.

-¡Padre!- exclamó feliz-, yo…-se detuvo en su camino, mirando con recelo a su alrededor-. ¿Por qué todos están mirándome?- preguntó suavemente, luciendo insegura.

Severus suspiró y caminó hacia su hija, consciente de que todos los ojos estaban fijos en ellos. Levantó a Sandrine y se giró hacia la Profesora Vector, obligándose a permanecer calmado.

-Quiero presentarte- dijo, levantando una ceja-. Ésta es Sandrine Lupin Snape, hija mía y de Remus Lupin.

La mandíbula de la Profesora de Aritmancia cayó con asombro.

-Pero…cómo- consiguió tartamudear. Entonces sacudió la cabeza, luciendo como si tratara de tranquilizarse-. Oh, sí- suspiró-. Debería haberme esperado algo así. Después de todo, dudo que algo menor pudiera haber compensado los genes Snape.

El resto de los profesores la miraron con horror, medio esperando que Severus la destrozara.

Severus, sin embargo, apenas alzó una ceja.

-Esa es tu opinión- dijo secamente-. Aunque creo que los genes de Remus podrían compensar cualquier cosa menor a Voldemort- agregó con una ligera sonrisa, lanzando a Sandrine una mirada de adoración que hizo que la niña riera feliz.

Escucharon un golpe seco. Mientras todos se giraban a mirar, observaron como Flitwick y Trelawney se habían desmayado.

-¿Qué les pasó?- preguntó Severus, irritado.

-Debió ser la impresión- insinuó Minerva. Como él le lanzó una mirada interrogante, continuó-: Te diste cuenta que acabas de sonreír¿cierto?

-Claro- replicó él-. ¿Qué con eso?

La Profesora de Transformaciones suspiró.

-Severus, has enseñado aquí por nueve años- explicó-. Y durante ese tiempo nunca, y en realidad digo nunca, te he visto sonreír.

-¿No?- preguntó Severus, levantando las cejas-. Entonces supongo que ya era hora.

Luego, ignorando decidido las miradas dirigidas hacia él, tomó a Sandrine de la mano y abandonó la habitación.

ºººººº

-Cómete los vegetales, Sandrine- ordenó Severus, estricto-. Son buenos para tu salud.

-No me gustan- protestó la pequeña-. ¿Por qué debo comerlos¡No estoy enferma!

Severus reflexionó por un momento. La respuesta obvia: 'porque te enfermarás si no los comes' no funcionaría con Sandrine, era muy inteligente para caer con eso. Mientras pensaba, sintió la intensa mirada de la niña sobre si mismo, así como la de varios de los profesores.

Entonces, repentinamente, le llegó la idea.

-Si te comes tus vegetales por, digamos, nueve comidas, te llevaré a ver a tu Mami- le prometió tranquilamente. La niña abrió los ojos y empezó a comer obedientemente, sin volver a quejarse por las desagradables cosas que había en su plato.

-¿Por qué nueve?- susurró Sprout con curiosidad, inclinándose hacia Severus.

-De todas maneras pensaba llevarla a San Mungo el lunes después del almuerzo- murmuró Severus a su vez-. Faltan nueve comidas para eso, y estoy seguro que ella no dejará ni un guisante hasta entonces.

La bruja le sonrió.

-Siempre la astucia Slytherin, por lo que veo- bromeó.

Severus le devolvió una ligera sonrisa. No pudo evitar maravillarse eternamente. Sólo un mes antes, Sprout nunca hubiera empezado una conversación con él, y mucho menos se hubiera atrevido a bromear, ni siquiera ligeramente. Tal diferencia la había logrado una pequeña en sólo un mes. No que a él le importara…. al menos no mucho.

Continuará…….

Muchisimas gracias a dore malfoy, Carly McKinnon, Bishoujo Hentai y Mariet Malfoy Snape por sus comentarios. Las queremos.

Carly, si puedes haz los comentarios con long in para poder contestarte directamente ..