Capítulo 4

El viaje en tren duro dos días, iba entre gallinas y personas que tomaban y fumaban para hacer más placentero el viaje, incomodo jamás pensó que tendría que viajar de esa manera, pero su objetivo era claro, llegar a puerto, tomar el barco para ir a Inglaterra.

Llegando bajo del tren, buscando el puerto, escucho a una persona que iba pasando en una carreta y le pidió el favor de llevarla, era todo más fácil cuando estaba vestido de Jack, los hombres no lo veían con lascivia por ir vestida como mujer, salió de muchos problemas por ir vestido como chico, disfrazarse de Jack no era fácil, tenía que envolver con mantas el pecho y la cintura, la cadera le había crecido, daba la impresión de estar un poco llenito, y de baja estatura, aparentaba tener unos 20 años, llegaron a puerto, se dedicó a averiguar el día que saldría el barco para Europa, y así partir a Inglaterra.

La salida del barco seria en dos días, el viernes exactamente, tendría que buscar donde dormir esas dos noches y ver como se colaría como polizón, estuvo dando vueltas por una plaza preguntando si existía algún comedor comunitario, unas personas le dieron informe de uno a algunas calles, por esos dos días estuvo durmiendo ahí de noche y trabajando de día en lo que podía, ayudando a cargar cosas y haciendo mandados, de lo que le daban, el día que el barco partía, ayudo a bajar las maletas de una persona muy importante pensó él.

-Chico ¿Cuál es tu nombre?

-Soy Jack señor.

-Tengo trabajo en el barco que va a Europa, necesito un ayudante de limpieza, te pagare bien, ¿estás dispuesto?

-Claro señor, le agradezco.

-Vamos subamos al barco, ahí te darán tu uniforme.

Candy no lo podía creer, era que la suerte le sonreía, ya estaba dentro del barco, tendría que trabajar, pero no importaba, llegaría pronto a su país, no cabía de felicidad.

Por otro lado, Albert y el duque Andrew llevaban un mes en Chicago, el duque se había rendido, Candy no aparecía y faltaba menos de un año para que se cumpliera el plazo que el rey había impuesto para que apareciera si no la darían por muerta y Eduardo tomaría el ducado de sus amigos.

Albert estaba decepcionado, su futura esposa no aparecía, su padre le había dicho que era la última vez que irían a América a buscarla, era como si la tierra se la hubiera tragado, esperaban un milagro pero no, sufría la tristeza de su padre, le había pedido que ya sentara cabeza, urgía que el contrajera nupcias con una joven, Candy no aparecería y ya no podía estarla esperando, llegando a Inglaterra, debería comprometerse con alguna de las chicas de buena familia que conocía, estaba sumamente abrumado, él quería encontrar el amor verdadero, no casarse solo porque sí.

Se irían en el barco que salía el viernes, su padre había reclutado a un chico que había encontrado, era clásico del duque William, ayudar a los que necesitaban y este chico se veía que necesitaba trabajo, el capitán acepto llevar al chico a cambio de ser el ayudante de limpieza.

El capitán le asigno a un marinero para que se encargara de enseñarle y darle su uniforme, donde dormiría y el recorrido por el barco, empezó a limpiar muy afanosamente, Candy tendría comida y donde dormir por el mes que duraba el viaje hasta Europa.

Unas noches después se sentía mucho frio, Albert estaba en la barandilla del barco pensando cómo iba resolver el dilema de su matrimonio, Candy por su lado estaba viendo hacia el infinito, deseando ver a sus padres, hacia algunos años ella iba viajando hacia América en un barco parecido a ese, llena de ilusiones, acompañada de sus padres, amorosos, bondadosos, pensando como la vida se los llevo, estaba sentada con los pies colgando hacia el mar, el frio empezó a calarle, se abrazó ella misma, sintió una persona, él estaba parado con las manos sobre la barandilla mirando hacia la nada igual que ella, se limpió las lágrimas y siguió limpiando, cuando paso a lado de Albert él la sujeto por el brazo.

-Chico te vi llorar, ¿algo que pueda hacer por ti?

Candy subió la vista, lo miro a los ojos y supo que era el muchacho de la fotografía que guardaba celosamente entre las telas que le envolvían el cuerpo, su impresión no pudo ser mayor, era el destino que quería que lo volviera a encontrar… Albert por su lado reconoció esos ojos, no era posible, ¿era aquel chico que le había robado la cartera?, no podía tener tanta suerte, esos profundos ojos, verdes como esmeralda, llenos de tristeza en ese momento.

- ¿Jack? Pregunto Albert impresionado, no había dejado de recordar aquel nombre.

-Señor discúlpeme me confunde.

-No puede ser, yo te he visto antes, ¿Por qué llorabas? Decidió ya no interrogarlo, él estaba seguro de que era aquel jovenzuelo con el que había chocado.

-Señor tengo que seguir limpiando por favor disculpe.

Candy se fue y dejo a Albert más confundido que nunca, no podía creer la suerte que tenía al encontrarse con ese príncipe que siempre soñaba, saco la fotografía de sus ropas y la abrazo contra su pecho, soñaba que era el que la rescataba, pero solo habían sido sueños, seguramente él tendría una bella mujer en su vida.

Mas tarde Albert entraba al salón, pedía que le prestaran el piano, necesitaba tocar, despejar la mente, no era posible que ese marinero le moviera tantos sentimientos en su corazón, a él le gustaban las chicas, pero los ojos, esos bellos ojos, tendría que sacárselo de la cabeza, solo estaba confundido.

Empezó a tocar el piano, estaba prácticamente solo en el salón, el marinero que acababa de ver en la cubierta estaba en el filo de la puerta escuchando la bella interpretación que se escuchaba, no podía ver quien tocaba, pero lo hacía tan hermoso, hacía muchos años que no escuchaba nada igual, camino sin pensarlo hasta que estaba detrás del pianista, Albert sintió la presencia de alguien volteo y ahí estaba él.

- ¿Chico te gusta el sonido el piano?

-Es una interpretación hermosa del Pianno no Mori de Chopin, aunque con un sentimiento muy triste… Candy lo dijo sin pensar, como si se transportara a la época en que tenía un maestro de piano.

Albert se sorprendió, ¿cómo era que sabia eso?, ese marinero no era un chico común y corriente, cada vez le intrigaba más, quería saber todo de él.

- ¿Te gustaría que siguiera tocando?

-Si claro, si no te molesta mi presencia… me encantaría seguirte escuchando tocar.

Albert siguió tocando tratando de complacer al muchacho, sus ojos estaban fascinados escuchando lo que Albert le transmitía, de pronto se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se levantó del lugar donde se había sentado a disfrutar de la música.

-Señor discúlpeme el atrevimiento tengo que irme.

Salió Candy despavorida, esa música la llevo a su tierra nuevamente, quería llegar, ese hombre la estaba perturbando, la hizo olvidar todas la penas que estaba cargando, sería mejor que se ocultara de él.

Los dos días siguientes se dedicó a limpiar, procurando no encontrarse a Albert, un día quería darse un baño, los marineros tenían baños comunitarios donde todos se bañaban al mismo tiempo, ella siempre decidía bañarse de madrugada para poderse encerrar en el baño y que nadie la molestara, ese día la ducha de Albert no funcionaba, el capitán le ofreció otro camarote, pero no quiso molestar, solo le pidió que le prestara una regadera y él no tendría que importunar a nadie.

Las regaderas estaban solas Candy entro como cada día a tomar su ducha pero en esa ocasión dejo mal cerrada la puerta sin darse cuenta, se bañó como siempre, se estaba secando el cuerpo, se disponía a vestirse con todas aquellas telas para ocultar su feminidad, Albert entro sin hacer ruido para desvestirse, noto que alguien se cambiaba, cuando vio que era el chico marinero de los ojos verdes se ocultó para no incomodarlo, no aguanto la tentación y lo espió, cuál fue su sorpresa que se dio cuenta que tenía formas femeninas, unos senos grandes y hermosos, una cinturita y unas largas y hermosas piernas, no podía creerlo, era una chica, no un chico, ahora no le sorprendía que le atrajera tanto, era una hermosa mujer, la cabeza siempre la tenía cubierta por una gorra, por eso no sabía de qué largo tenía la cabellera, no salía de su asombro, dejo que Candy se fuera y ahora menos que nunca dejaría a esa chica, ¿Quién era? ¿Por qué el disfraz?