3º LA LLEGADA


Los siguientes días para Harry, Ron y para mi, fueron de lo más normales, con las complicadas clases, solo que con una montaña de deberes alarmantes para Harry y Ron y yo les ayudaba de vez en cuando. Harry actuaba como si nada hubiera pasado, hasta me hizo creer algunas veces que solo había sido un sueño, pero era imposible, lo sabía.
Pero, por otro lado, no todo iba del todo bien, como siempre, en todo lugar siempre hay algo o alguien que arruina la felicidad, o la tranquilidad.

Voldemort seguía por ahí, escondido como siempre, con más seguidores que nunca y ahora entiendo por que les decían los tiempos obscuros. La historia se repetía, por todos lados había gente en la que no sabíamos si confiar o no. Dumbledore tenía constantes pláticas con Harry, por que si alguien debía ser informado era él. Él era nuestra última y única esperanza de tener un día de paz. Por otra parte, las personas que dormían tranquilas por que los Mortífagos estaban en Azkaban, ya no podían hacerlo, desde la huida de Sirius y de los otros Mortífagos, se habían escapado otros, y habían corrido con su Señor.

Era peor que hacia 16 años, según relataban algunos. Una noche, a principios de Octubre, Dumbledore se presentó en la Sala Común de Gryffindor, mientras Ron terminaba una redacción, Harry leía sobre Herbologia, y yo revisaba que sus deberes de Transformaciones estuvieran bien hechos. Al verlo llegar, casi todos dejaron lo que estaban haciendo y posaron su mirada sobre el director, nosotros también lo hicimos. Rara vez se presentaba la Profesora McGonagall, debía ser una ocasión muy importante para que Dumbledore estuviera allí. Para sorpresa nuestra y de los demás, Dumbledore se aproximó a la mesa en la que nos encontrábamos.

Harry, Ron y Hermione, quisiera hablar con ustedes –nos dijo en casi un susurro. Recuerdo su mirada. Era profunda triste y con algo de miedo, nunca lo había visto de aquella manera.

Los tres asentimos y lo seguimos fuera de la Sala Común. Subimos unas cuantas escaleras y llegamos al corredor iluminado por los últimos rayos del Sol de aquel día, donde se encontraba la gárgola que se abría para llegar al despacho de Dumbledore.

Plumas de Azúcar –dijo dirigiéndose a la gárgola. Ésta se abrió, dando paso a unas escaleras de caracol, de mármol. Los cuatro subimos por ellas hasta llegar al despacho, donde las paredes estaban cubiertas por libreros repletos de pesados y misteriosos libros. Mesas repletas de artefactos llenos de artículos de plata, muy extraños que emitían sonidos delicados y misteriosos, o echaban humo plateado por pequeños orificios.

Dumbledore no dijo nada hasta que se sentó en su larga silla detrás de su escritorio.
No hizo una seña para que tomáramos asiento. Asi lo hicimos. Esperamos con nerviosismo las palabras del director. Nos observó detenidamente con su mirada de tristeza. Y por fin habló:

Tenemos problemas. Andrew Jason son ha traicionado –dijo muy seriamente. Andrew Jason era uno de los mejores espías que estaban de nuestra parte, para que nos dijera los planes que Voldemort iba tramando. Gracias a él habíamos evitado varias muertes. –Le dijo a Voldemort nuestra última jugada y ha muerto Michael Taylor –continuo melancólicamente. -Profesor –comenzó a decir Harry.- le hemos dicho que cuenta con nuestro apoyo, en lo que necesite.

Eso es precisamente lo que quiero. Necesito su ayuda. Necesito que se unan a la Orden del Fénix cuanto antes.
Nos miramos sorprendidos y asustados. Ser parte de la Orden del Fénix significaba una gran responsabilidad, sin mencionar poner en riesgo nuestras vidas. Aunque no voy a negar que si se lo habíamos propuesto anteriormente, nunca nos tomaba en serio.

Nuestro primer instinto fue aceptar.
Dumbledore nos dio las gracias infinitamente y nos aseguró que nos haría llamar para ponernos al tanto y nos encargaría algo de trabajo de la Orden. Salimos del despacho, dejando a Dumbledore con sus pensamientos.
En el corredor, ahora obscuro nos detuvimos y nos miramos asustados.

¿Qué vamos a hacer? –preguntó Ron con nerviosismo -Lo que Dumbledore nos diga, esperaremos instrucciones –dijo Harry muy seguro de si mismo.

¿Sabes lo que acabamos de hacer¡Tenemos 17 años, Harry es muy peligroso! -Lo se, pero sobrevivimos el año pasado contra él, y ahora contamos con el apoyo de la Orden. Necesitamos confiar en Dumbledore, Ron.
Nunca había visto a Harry tan decidido y a la vez tan preocupado. Yo no tenía palabras para decir algo. Caminamos en silencio a la Sala Común, tratando de olvidar todo, aunque, claro, no pudimos.

Dumbledore no nos había vuelto a llamar, y yo me alegraba por eso, y Ron pensaba lo mismo, pero Harry más bien, estaba preocupado por ello. A pesar de todo, el director había comunicado a todo el colegio, la noche del 30 de Octubre que los alumnos de Beauxbatons y Durmstrang iban a llegar al día siguiente como en la última ocasión. Asi que los tres, como el resto del Colegio esperamos el día siguiente con entusiasmo y nerviosismo. Todo fue igual, los elfos domésticos hacían su trabajo con más empeño de lo habitual, Filch se enojaba si había la mínima mancha en cualquier piso, cuadro o armadura y los profesores eran muy estrictos por como llevábamos el uniforme.

Lo bueno es que solo duró un día. Al atardecer, los profesores nos guiaron hacia los terrenos para dar la bienvenida a los invitados. Primero llegaron los de Durmstrang, por el lago. Por una puerta salió un hombre, el director, que era joven pero decidido, llevaba una túnica color vino y un sombrero del mismo color. Detrás de él salieron unos 20 estudiantes más, hombres y mujeres de 17 o 18 años de edad. Dumbledore saludó al director diciendo unas palabras que no alcancé a oír.

Cincominutos después, mientras los estudiantes de Hogwarts aguardábamos temblando de frío, llegó la gigantesca carroza, guiada por sus caballos blancos y enormes. Dumbledore salió a saludar a Madame Maxime que se bajaba de la carroza seguida por sus alumnos y alumnas, también estaban entre 16, 17 y 18 años de edad. Dumbledore saludó alegremente a Madame Maxime, pero ésta no estaba muy feliz por su llegada. La profesora McGonagall, el profesor Snape, el profesor Flitwick y la profesora Sprout, nos guiaron hacia el Gran Comedor, donde los invitados estaban sentados ocupando asientos de diferentes mesas. Harry, Ron y yo nos sentamos en nuestro lugar acostumbrado. En frente de nosotros se encontraba un tipo de Durmstrang que observaba fascinado la decoración del Gran Comedor con las acostumbradas calabazas con velas en su interior y el techo mostrando el cielo exterior.
Tenía el cabello castaño claro, que le caía sobre sus ojos miel, debo aceptar que muy bonitos y perecía ser alto… casi como Ron. Sin pensarlo, le sonreí cuando me volteo a ver, y él me devolvió la sonrisa. No aparté mis ojos de los suyos hasta que el profesor Dumbledore se puso de pie y llamaba la atención a los presentes.

Bienvenidos y bienvenidas a todos ustedes a Hogwarts. Esperamos que su estancia aquí sea de su agrado. Voy a tener que informarles que tomarán sus clases, como si estuvieran en sus colegios, no queremos que pierdan un año. Sus respectivos directores se encargarán de decirles con que casas las tomaran. Por el momento, eso es todo, pueden comenzar a cenar.

Inmediatamente, después de las últimas palabras del director, las cinco mesas se llenaron de espléndidos y deliciosos platillos, lo ya conocidos y extranjeros.
Comenzamos a cenar en silencio cuando el muchacho castaño rompió el silencio.

Ho... me llamo Matthew… -dijo no vi seguro de si mismo, queriendo, claro, iniciar una conversación Harry, Ron y yo intercambiamos miradas, pues no pensábamos que nos fuera hablar nunca.

Yo soy Hermione –dije presentándome rápidamente dedicándole una sonrisa tímida. Este la devolvió de nuevo. Harry y Ron me miraron con reproche. Entendía la razón de Harry… pero ¿Ron? No dije nada, claro, pero me quede con ese pensamiento toda la cena.

Después de que mis amigos se presentaran, comenzamos a hablar de cosas sobre su colegio y el nuestro. Él iba en Durmstrang y, contó que sus padres eran de Inglaterra, por ello hablaba perfectamente bien el ingles.
Después de media hora o más, los platos, vasos y cubiertos quedaron limpios como al principio y Dumbledore nos dio las buenas noches.

Me sorprendí mucho cuando Harry le dijo a Matthew:

Puedes quedarte en nuestro dormitorio… -dijo, luego dudando agregó: -claro, si quieres… -Me encantaría, muchas gracias –respondio éste haciendo un gesto de agradecimiento

Los cuatro nos fuimos caminando, conversando animadamente, hasta la Sala Común, que estaba repleta de estudiantes platicando o que ya se iban a dormir.
Nosotros hicimos lo mismo. Al entrar al dormitorio de las chicas e encontré a Parvati y a Lavander conversando con una joven de cabello negro, largo y lacio, con ojos azules resplandecientes y de complexión delgada, era un poco alta.

Hermione, te presento a Morgana –me dijo Lavander en cuanto me vio entrar. –Morgana, ella es Hermione, comparte el dormitorio con nosotras.

Hola-saludó ella, tenia la voz fría pero alegre. No me gustó mucho su mirada pero de igual forma le sonreí al mismo tiempo que la saludaba. No me quede conversando con ellas, e inmediatamente después, me puse el pijama, cerré las cortinas de dosel de mi cama y me dispuse a dormir. Quería pensar que haría con el asunto de Harry. Cada noche lo intentaba, pero el sueño me ganaba, pero aquella noche no tenia sueño. No podía evadir el tema a Harry porque sabia que cada vez que él me veía lo recordaba. Sin embargo, no puede dejar de fijar mis pensamientos en Matthew, era guapo, claro, pero era el típico amigo lindo, bueno, eso pensaba.

Me dormí con aquellos pensamientos, todavía escuchando a lo lejos los susurros de Lavander, Parvati y Morgana, que se reían de vez en cuando…