Disclaimer: Beyblade le pertenece a Takao Aoki y Hasta el viento tiene miedo fue dirigida por Carlos Enrique Taboada. Yo sólo he hecho esta parodia con fines de diversión.
Hasta Al Viento le da Risa
Por Selesme Cari
Capítulo 3
"El Castigo, la Foto y uno que otro Sustillo"
Medio día, casi todos los alumnos estaban en clases, y digo casi porque, cierto grupito de chicos se encontraba en la dirección de la escuela.
Boris tenía el ceño fruncido, los chicos esperaban temerosos a que su castigo fuese asignado.
─Ninguno de ustedes ignora que existe una prohibición de entrar a ese lugar…─ comenzó Boris con voz fuerte.
─Disculpe… es que fui yo quien animó a los muchachos ─confesó Tyson avergonzado.
─Lo tendré en cuenta, sin embargo cada quien es responsable de sus actos. Por lo que he decidido que permanecerán castigados en el colegio, durante las vacaciones.
─ ¡Pero mis papás van a venir por mí, pasado mañana! ─se quejó Oliver.
─Les explicaré, y ellos sabrán entender ─lo acortó el director.
─ ¡Pero, señor Boris! ─Enrique mostró su desacuerdo.
─ ¡Silencio! No acostumbro a discutir con los alumnos. Regresen a clases.
Todos asintieron en silencio y con resignación comenzaron a salir de la dirección.
─Kai, espere un momento ─ordenó Boris.
Kai obedeció. Boris esperó a que todos los demás abandonaran la dirección, para comenzar a hablar.
─Kai, ¿qué esperaba encontrar en esa buhardilla?
─Nada. Es sólo que estaba abierta y…
─ ¡Eso es imposible! Su puerta siempre está cerrada con candado, sólo hay una llave y la tengo bajo mi poder.
─Aunque parezca extraño, así fue. La puerta estaba abierta, nos dio curiosidad y decidimos entrar. Ya adentro, descubrí que era el lugar que yo había soñado… donde un muchacho está ahorca…
─ ¡BASTA! Conozco la historia perfectamente. Debería emplear esa imaginación para su clase de literatura.
─Yo no estoy inventando nada.
─Le advierto, que si sigue con la manía de inquietar a sus compañeros con "visiones morbosas", tendré que sugerirle a su abuelo que lo ponga bajo la vigilancia de un psiquiatra.
─ ¡Yo no estoy loco! –le gritó enojado.
─Lo sé, no me haga cambiar de opinión.
Una pequeña vocecilla se dejó escuchar en la mente de Kai:
─Tómalo de la camisa y arrójalo por la ventana.
─ ¿Y de qué servirá? Estamos en la planta baja y lo único que conseguiré, será hacerle un moretón –le respondió Kai a la voz dentro de su cabeza.
─En ese caso procura que caiga sobre su trasero… de esa forma el moretón le impedirá sentarse. ¡Sería tan doloroso!
─Si de un moretón en el trasero se trata… mejor hago que unas abejas lo piquen, después de perseguirlo por un largo tiempo –murmuró Kai con malicia.
─ ¡Oye! ¡Eres brillante Kai! –exclamó con entusiasmo aquella voz que pertenecía a su conciencia.
─No tienes porque decirlo… lo sé –sonrió Hiwatari con orgullo.
─ ¡¿Con quién está hablando?! –preguntó irritado Boris.
─ ¿Ah? –Kai cayó en cuenta de que aparentemente hablaba solo.
─ ¿Habla solo? ¡Y eso que no está loco! –le dijo con sarcasmo el agrio director.
─Eh…
─ ¡Dile que eso a él no le importa! ¡Es un metiche! –se ofendió la "conciencia" de Kai.
─Pensé en voz alta, es todo –se excusó Kai.
─ ¡No le des explicaciones! –se quejó la vocecilla.
─No estoy dando explicaciones… ─le aclaró el chico.
─ ¿Qué? ¿Me dijo a mí? –Boris parecía enojarse más.
─No… eh… ¿Ya puedo volver a clases? –Kai no perdía el porte con nada.
─Sí, retírese –le indicó Boris.
Kai salió de la dirección y una vez estando en el pasillo, gritó a todo pulmón:
─ ¡¿POR QUÉ REGRESASTE?! ¡TE PEDÍ QUE TE FUERAS, SÓLO ME METES EN PROBLEMAS!
La conciencia ni se inmutó, sólo le contestó con un: "Que poco aguante".
─ ¡Estoy mejor sin ti! –soltó Kai muy disgustado.
─ ¿Me dices a mí? –esa voz…
"Lo que me faltaba" pensó Kai.
─ ¿Qué quieres, Ivanov? –preguntó con hastío Hiwatari.
─ ¿Qué te ha dicho Boris?
─Nada que te importe…
─ ¡Qué grosero! ─lo recriminó la vocecilla en su interior─ ¡Si bien que te mueres por él!
─ ¡Eso no es cierto! –gritó muy rojo Kai.
─ ¿Qué no es cierto? ¿Qué no me importas? –preguntó Tala algo confundido.
─ ¡No! ¡No hablaba contigo! –Kai comenzaba a perder el porte.
─ ¿Y con quién? No hay nadie más aquí…
─ ¡Fantástico, Kai! ¡Ahora creerá que estás loco! –le "regañó" la conciencia.
─ ¡No estoy loco! –gritó Kai.
─No he dicho que estés loco –le aclaró el pelirrojo.
─ ¡Pero seguramente lo ha pensado! –dijo con cizaña la vocecilla.
─Desgraciado… ─murmuró Kai.
─ ¿Qué? –Tala lo miró con confusión en el semblante.
─ ¡No soy un loco! –volvió a gritar Kai.
─Uyyy, pero Tala seguramente cree lo contrario –insistió la conciencia.
─ ¡Escúchame bien, Tala Ivanov! –Kai lo empujó contra la pared, acorralándolo.
─ ¿Qué demonios te pasa? –Tala lo miró entre asustado y preocupado.
─No estoy loco… ─susurró Kai con debilidad.
─ ¡Sí lo estás! ¡Estás loco por él! –rió la vocecilla de su cabeza.
─ ¡Eso no es cierto! –se sonrojó Kai.
─Kai… ─le llamó Tala.
─ ¡¿Qué?!
Tala tomó el rostro de Kai con ambas manos.
─Necesitas dormir… tus pesadillas comienzan a afectarte –le dijo con notable preocupación, el chico Ivanov.
─Ni que te importará… ─murmuró herido el joven Hiwatari.
─Lo repetiré una vez más… Me importas, Kai. Y me importas mucho.
─ ¡Oh! ─exclamó con entusiasmo la voz en su cabeza─ ¿Escuchaste? ¡Ha dicho que le importas! ¡Ahora dale un besito!
Kai se puso MUY rojo.
─ ¡No pienso darle ningún beso! –gritó a todo pulmón.
─ ¡Si no te estoy pidiendo que me beses! –lo empujó el pelirrojo.
─Ah… ─parpadeó Kai notablemente confundido.
Hiwatari se alejó de ahí, caminando muy nervioso.
─ ¿Qué le está pasando? –preguntó a la nada, Tala.
Las tres de la tarde y todos los alumnos se encuentran en las duchas de la escuela.
Dickenson entró en los baños, y se dirigió a Tyson.
Kinomilla sólo llevaba puesta una toalla y sacaba de su locker, algunas pertenencias.
─ ¿Es cierto qué permanecerán en el colegio, durante las vacaciones? –preguntó afligido el señor Dickenson.
─Sí, ese fue el castigo –Tyson se echaba desodorante.
─No… él no puede hacer eso –murmuró muy angustiado el anciano.
─ ¿Nos va a ayudar? –Max se acercó esperanzado.
─ ¡Tiene que hacerlo! Yo no puedo quedarme aquí, mis papás iban a llevarme a una excursión en Egipto –objetó Oliver.
─ ¡Ay sí! Y yo tengo una cita con una princesa azteca –se burló Enrique.
─ ¡No me importa si no me crees! –se enfadó el chico de cabellera verde.
Dicho esto, Oliver volvió a abrirle a la llave de la regadera. Enrique le hizo gestos, una vez que el francés se volteó. De pronto, una idea maliciosa le cruzó por la mente… ¡La toalla de Oliver al descubierto!
─Pero, ¿si nos va a ayudar, señor Dickenson? –le preguntó tímidamente Max.
─Haré lo posible –concilió el viejillo.
─ ¡Por favor, hágalo! Tengo que ver a Hilary, ya es mucha abstinencia –declaró con notable desfachatez, Tyson.
─ ¡Tyson! ¡No digas esas cosas! –le regañó Dickenson.
─Ay señor, Dickenson… como si usted no supiera de estas cosas –sonrió con picardía el moreno de cabello azul.
─ ¡Claro que lo sé! Y es por eso que te pido que no las repitas.
─ ¡Mire, seño! Esta es su foto… ─de su locker sacó la fotografía de una joven de cabello castaño y corto─ ¿Verdad que es muy linda?
─Tyson, está prohibido tener fotografías, debería quitártela –lo reprendió el profesor.
─ ¡A mí se me hace que ya le gustó! –bromeó Enrique acercándose al grupito formado alrededor de Dickenson.
─Basta. Yo tengo la culpa por tratarlos así… por eso no me respetan –bajó la cabeza el dulce anciano.
─ ¡No diga eso! ─le pidió Max─ A usted es al único a quien podemos contarle nuestras cosas.
─ ¡Lo queremos, seño! ¡Lo queremos! –gritaron al unísono todos los chicos que se encontraban en el baño.
─Gracias, muchachos. Ahora, iré a la oficina del director. Les prometo hacer todo lo posible, por ayudarles.
Dickenson salió de ahí, rumbo a la oficina del director.
─Es un dulce… ¡Ojalá se muera el Ogro y él se quede como director! –exclamó Enrique.
─Je… ese viejo no se va a morir nunca. ¡Está bien correoso! –le contradijo Tyson, abrazando la fotografía de su novia.
─ ¡Mátame las esperanzas! –chilló el italiano.
─ ¿Qué llevas ahí, Enrique? –Max lo miró con curiosidad.
─ ¿Eh? ¿Qué? –Enrique trató de ocultar su nerviosismo.
─ ¿Otra toalla? Pero si ya llevas la tuya puesta… ¿y esta otra? –le señaló la toalla que estaba en la mano derecha del rubio italiano.
─ ¡Es para mi cabeza! Es que se me moja mucho el cabello y luego escurre demasiado–explicó con tranquilidad fingida.
─ ¿Ah sí? –Max parpadeó.
─ ¡Sí! Mejor vamos a vestirnos, antes de que se haga más tarde.
Tyson, Enrique y Max caminaron con sus ropas rumbo a la habitación contigua, que servía para vestirse.
Oliver estaba tan entretenido en su labor de bañarse, que no se percató de que ya nadie quedaba en el baño. Cuando terminó de bañarse y extendió el brazo para tomar su toalla… ¡Hizo un descubrimiento!
─ ¡¿Quién se llevó mi toalla?! –gritó muy enfadado el francesito.
Dickenson cumplió su promesa de ir a hablar con Boris.
─Por favor, no los obligue a quedarse.
─Usted tiene demasiadas consideraciones con ellos.
─No es eso… lo que pasa es que tengo una angustia terrible.
─ ¿Angustia ha dicho?
─Sí… de que aquello se repita… ─dijo Dickenson en un hilillo de voz.
─No sucederá, aquello fue un accidente.
─No lo fue. Nosotros lo ocasionamos.
─No siga con lo mismo, mejor vaya a ver si los alumnos ya se acostaron.
─Pero… apenas son las cuatro de la tarde.
─Eh… entonces… ¡Sólo váyase de aquí!
Los inseparables, Tyson, Max y Enrique, caminaban por uno de los jardines.
─ ¿Y en dónde andará Kai? –preguntó Tyson en general.
─Es extraño que no estuviese en los baños… ─meditó Max.
─ ¿No pensará bañarse el día de hoy? –Tyson se rascó la barbilla.
─Jeje… ─rió bajito Enrique.
─ ¿De qué te ríes? –Max lo miró con curiosidad.
─ ¿No se dan cuenta? Tala tampoco estaba en el baño. Quizás, estaban esperando a que se vayan todos… para poder bañarse a gusto, ellos solos.
─Eres un pervertido –soltó Max algo ofendido.
─En otra época tendría sentido lo que dices, Enrique –explicó Tyson─ Pero, Kai y Tala terminaron hace un par de meses.
─ ¿Y eso qué? Lo mejor después de un pleito, es la reconciliación… ¡Muy buena reconciliación han de estar teniendo ahora!
Una almendra fue a estrellarse directamente contra la frente del italiano.
─ ¡¿Quién me arrojó esto?! –tomó la almendra con rudeza.
─Fui yo ─apareció Kai─. Para que no andes diciendo idioteces.
─ ¡Kai! ¿En dónde estabas? –le preguntó el pecoso Max.
─Atendiendo unos asuntos –dijo con simpleza Hiwatari.
─ ¿Con Tala? –el italiano utilizó un tono de voz pícaro.
─ ¡Basta, Enrique! –se enfadó Tyson.
─Sólo bromeaba. ¡Son tan aguados! –el apuesto rubio se encogió de hombros.
De pronto…
─ ¡Enrique…!
Todos voltearon a ver al recién llegado que había llamado al italiano, con voz muy fuerte.
De pie, con la ropa mojada y escurriéndose… se encontraba Oliver Boranzii.
─ ¿Y a ti qué te pasó? ─rió Enrique─ ¿te caíste en el estanque?
El francés a paso muy firme, se acercó hasta Enrique y…
¡PLAFF! ¡Lo abofeteó!
Después, sólo se dio la media vuelta y se alejó de ahí, muy enfadado.
─Je ─gozó Kai, la escena.
─No sé porque lo hizo…. Pero seguramente te lo merecías –murmuró Max.
─ ¿Y ahora qué le hiciste, Enrique? –Le preguntó con tono acusador, Tyson.
Enrique sólo se llevó una mano a la mejilla golpeada y maldijo en voz baja.
La noche llegó, Kai hacía un enorme esfuerzo por dormir. Miró a sus compañeros de cuarto… todos dormían tranquilamente, ¡Que envidia!
─Kai, Kai, Kai… ─la misma voz de todas las noches.
─Aquí vamos otra vez… ─dijo con fastidio Hiwatari.
─ ¡No vayas! –le pidió su conciencia.
─ ¿De nuevo tú? Te pedí que me dejaras en paz –se enojó Kai.
─Quédate en tu cama… ¡Ni se te ocurra salir! –la voz de la conciencia era temblorosa.
─ ¡Cobarde! –le criticó Kai.
─ ¡No lo soy! Y si lo fuera, en ese caso… ¡tú también lo serías!
─Mejor te ignoro… ─el joven se levantó de la cama.
─ ¡Espera! ¡No vayas, Kai!
Kai ignoró a la voz de su subconsciente y salió de la habitación. Comenzó a seguir el sonido de la voz que tan insistentemente le llamaba. ¡Le pondría fin a esas pesadillas de una buena vez!
─¿Qué haces despierto a estas horas? –escuchó que le preguntaban a sus espaldas.
¡Fantástico! Esa voz inconfundible para él… ¿Qué Tala tampoco duerme?
─Eso no es asunto tuyo… Y no me salgas con que "te importo mucho"… ¡Déjame en paz!
─Si Boris te ve despierto mientras todos duermen, estarás en problemas.
─ ¿Y qué? Eso será asunto mío.
─Mejor regresa a tu cuarto.
─No tengo porque obedecerte.
─ ¡Hazlo!
─ ¡No lo haré!
─ ¡No seas terco, Kai!
Los dos chicos se quedaron viendo directamente a los ojos. Ambos con la respiración agitada, a causa de la acalorada discusión. Tala suavizó sus facciones, Kai retrocedió un poco.
En ese momento…
─Kai, Kai, Kai… ─nuevamente aquella voz.
─ ¿Qué fue eso? –palideció el pelirrojo.
─Me están llamando… ─señaló con simpleza el aludido.
─ ¿Y quién?
─No lo sé. Pero voy a averiguarlo –avanzó a paso firme.
─ ¡No! –Tala lo sujetó del brazo─. No lo harás… lo que debes hacer, es irte a dormir.
─ ¿Estás loco? No pienso dejar que esa voz me siga molestando… ─el joven Hiwatari estaba muy decidido.
─ ¿Lo dices por mí? –le preguntó su conciencia.
─ ¡Me refiero a la otra voz! –aclaró Kai.
─Regresa a tu cuarto –eso pareció una orden por parte de Tala.
─ ¡No tengo porque hacer lo que tú digas! –se enojó Kai.
─Por favor, Kai ─Tala lo miró suplicante─. No quiero que nada malo te pase…
Kai sintió mayor presión en su brazo, al decir aquello Tala. ¿Lo había sujetado con más fuerza? ¿Lo estaba… tratando de proteger?
─Buenas noches… ─Kai tragó saliva.
Se soltó del agarre del pelirrojo y se fue rumbo a su habitación. Ya adentro, fue derechito a su cama.
─Que vergüenza, Kai ─le recriminó la conciencia─. ¡Ese chico Ivanov si que te tiene "mensito" digo, "mansito"!
─Sólo cállate… ─dijo tapándose con la gruesa sabana.
La mañana del sábado, llegó. Tala Ivanov se encontraba en una de las habitaciones, viendo por la ventana: Los alumnos del colegio se marchaban en compañía de sus padres, las vacaciones habían llegado y no soportaban estar encerrados ni un minuto más.
Tala suspiró, Boris no había suspendido el castigo. Él y los demás chicos permanecerían en el colegio, durante las vacaciones.
─ ¿Se fueron todos? –le preguntó tímidamente Kenny, entrando a la habitación.
─Sí, ya todos se han marchado –respondió secamente, sin apartar la mirada de la ventana.
─Nos quedamos solos… ─murmuró nostálgico el niño de extrañas gafas.
─ ¿Y tú por qué? No estás castigado.
─Yo siempre me quedo en el colegio. Mi único pariente es un tío algo viejo y prefiero no frecuentarlo.
─ ¿No te sientes solo?
─Un poco… pero, al menos el señor Boris me trata bien.
─Pues eres al único a quien trata bien.
Los demás castigados, entraron a la habitación. Estaban muy enojados.
Oliver se arrojó sobre la cama en un berrinche.
─ ¡No me dejó ni verlos! –lloriqueó sobre la cama.
─El señor Dickenson dijo que mi abuelo estaba muy desilusionado… ─murmuró con preocupación, Kinomilla.
─Mi mamá debe estar enfadada… ─suspiró el pecoso Max.
─ ¡Quien sabe que les habrá dicho ese maldito ogro! –dijo con aspereza el apuesto Enrique.
─ ¿Saben qué? No importa que esté castigado… ¡Ya verán como yo sí veo a Hilary! –exclamó triunfal Tyson.
─ ¿No estabas preocupado por tu abuelo? –a Max le salió una gotota en la cabeza.
─ ¡Pero ya lo superé! Además, mi abuelo me perdonará… me castigará, es cierto. ¡Pero luego será asunto olvidado! –sonrió triunfante el moreno de cabello azul.
─Te ves muy confiado… ─murmuró Kai, cruzado de brazos.
─ ¡Y lo estoy! Por lo tanto, ahora lo único importante…. ¡Es que veré a mi "pastelito de chocolate"! –Tyson abrazó una fotografía de Hilary.
─ ¿Y cómo piensas hacerlo? –Oliver se secó las lágrimas, sentía curiosidad por lo que Tyson decía.
─Después les digo… luego que se haya ido el gestapo –Tyson fulminó con la mirada a Kenny.
Kenny solo torció la boca y salió de la habitación muy aprisa.
─Pobre, no lo molestes –Le recriminó Tala.
─ ¿Y por qué lo defiendes? –arqueó las cejas, Kinomilla.
─Es que… no tiene familia –explicó el pelirrojo.
─ ¡Claro que no! Los culebrones nacen de huevo –soltó con malicia, Tyson.
Tala lanzó un suspiro de resignación, Kai trató de analizarlo con la mirada… ¿Por qué defendía a Kenny?
─ ¡No me digas que te has puesto celoso! –Oh no… la conciencia volvió.
─ ¡No lo estoy! –gritó repentinamente, Kai.
Todos los chicos en el cuarto, lo miraron extrañados.
─Eh…. –Kai bajó la cabeza.
La puerta del cuarto se abrió y el señor Dickenson entró.
─Vuelvan a ponerse el uniforme –les indicó Dickenson.
─ ¡Pero si nos lo acabamos de quitar! –se quejó Enrique.
─Es orden del señor Boris. Tendrán un curso de verano.
─ ¿Curso? ¿Es decir qué tendremos clases? ¡Pero si son vacaciones!
─Lo sé, pero esas son las órdenes del señor Boris – Dickenson se mostró apenado.
─ ¿No se han ido todos los maestros? –preguntó Max con la esperanza de que hubiese algún cambio en la orden.
─Sí, pero las clases de verano serán dadas por el señor Boris y yo –les explicó el anciano─. Ahora, cámbiense y bajen a su primera clase.
Dickenson abandonó la habitación.
─ ¡Clases! ¡Sólo eso nos faltaba!
─Kai, Kai, Kai…. –esa voz…
Kai se levantó, se bajó de la cama y caminó rumbo a la puerta. El chico no se percató de que dos de sus compañeros lo han visto salir de la habitación.
─ ¿Y eso? –preguntó Max confundido.
─Vamos a ver a donde va… ─sugirió Tyson.
Kai caminó hasta afuera del jardín, iba siguiendo a la voz. Quedó frente a la vieja "bodega prohibida".
Detrás de él, Max y Tyson lo miraban intrigados.
─ ¿Por qué ha venido hasta acá? –preguntó Max.
─Tal vez está sonámbulo…
─Va a pescar una pulmonía… hay mucho frío.
─¡Y yo también la pescaré! –se quejó Kinomilla.
─Hay que despertarlo.
─Pero con cuidado… dicen que si despiertas muy bruscamente a un sonámbulo, puede morirse.
─Kai, Kai, Kai… ─era lo único que Hiwatari oía, aquella voz que repetía una y otra vez su nombre.
De repente….
─ ¡KAI! –le gritaron al oído y con un altavoz.
─ ¡AHHHH! –gritó Kai asustado.
Fue todo… Kai cayó al suelo, inconsciente.
─ ¡Oh no! ¡Kai! –se alarmó Max.
─ ¿Qué le pasó? –Tyson apartó el altavoz de sus labios.
─ ¡Te dije que lo hiciéramos con cuidado! –el pecoso estaba asustadísimo.
─ ¡Mentiroso! ¡Yo fui quien dijo que lo despertáramos con cuidado!
─ ¿Y eso qué? ¿Acaso lo hiciste? ¡No! ─el rubio estaba muy alterado─¡Y ahora Kai está…! –palideció…
─ ¿Muerto? –parpadeó Kinomilla.
─ ¡No lo digas! –gritó Max.
─ ¿Por qué no? Yo creo que lo está.
─ ¡Ay no! ¿Nos hemos vuelto unos asesinos? –el terror se había apoderado de él.
─Eh… veamos… ─se acercó al cuerpo inconsciente.
─ ¿Qué vas a hacer? –le dijo en un hilo de voz.
─Ver si está muerto… ─le explicó con simpleza al rubio.
─ ¡¿Y cómo?!
─Shhh… baja la voz, me estás alterando.
Tyson dio un pequeño empujoncito con el pie, al cuerpo de Kai.
─ ¿Eh, Tyson? –Max lo miró confundido.
─Kai… ¿estás muerto? –volvió a patearlo.
─Tyson… ¿está muerto?
─No lo sé… ¡No me ha querido responder!
Max se fue de espaldas.
─ ¡Oh, Kai! ¡Deja de bromear! ¡Estás asustando a Max! –pateó con más brusquedad al pobre chico Hiwatari.
─Tyson… no se mueve… ─los nervios de Max estaban a su limite.
─ ¡Kai, despierta de una buena vez! ¡Ya no asustes a Max! –Tyson se inclinó y comenzó a zarandear al "muertito".
─ ¡Tyson! ¡Somos unos asesinos! –Max estaba a punto de llorar por la impresión y el miedo.
─Lo mejor será… regresar al dormitorio y fingir que nada pasó. Ya mañana, alguien encontrara a Kai aquí… y ese "alguien" será quien deba dar explicaciones, nosotros no.
─ ¡Pero, Tyson!
─ ¡Nada de "peros", Max! ¿O acaso encuentras otra solución?
─Podríamos… buscar ayuda.
─ ¿Ayuda? ¿Y a quién?
─No lo sé… ─murmuró Max.
─ ¡Oh! ¿Qué te parece si vamos con el señor Boris? ─dijo con sarcasmo─ "Señor Boris, seguimos a Kai y lo matamos de un susto" ¿Sabes lo qué nos hará? En primer lugar… ¡Nos va a regañar por no estar en el dormitorio durmiendo! ¡Luego nos mandará a la cárcel! ¿Quieres qué eso pase, Max?
─No… pero… ¿Y si le pedimos ayuda a alguien más? ¿A alguno de los muchachos?
─ ¿Y quién va a querer ser nuestro "cómplice"? ¡Dime, quién!
─ ¡No lo sé, Tyson! ¡Estoy muy asustado! ¿Cómo pudimos hacerle esto a Kai?
─ ¡Oh! ¡Tengo una mejor idea! ¡Pidámosle ayuda al chismoso que nos está viendo desde el torreón! –señaló Tyson
─ ¿Eh? ¿El chismoso qué nos está viendo desde el torreón? –Max se puso más pálido.
─Sí… ese chico de ahí… ─Tyson también palideció.
Ambos miraron hacía la ventana del torreón: Un chico de larga cabellera negra y semblante triste los miraba desde ahí.
─Es… es…
─Un…un….
─ ¡FANTASMA! –gritaron los dos amigos (y cómplices del "asesinato" de Kai) al unísono.
Ambos arrancaron a correr, olvidando por completo a… ¡Cielos, Kai!
Tuvieron que regresar por el chico Hiwatari, entre los dos se lo llevaron arrastrado.
Y una vez en el dormitorio, muy agitados despertaron a todos los demás:
─ ¿Qué les pasa? –les preguntó Enrique, molesto porque lo despertaron.
─ ¡Parece que vieron a un muerto! –exclamó Oliver.
─ ¿Y qué le pasó a Kai? –Tala miró con preocupación al cuerpo inerte de Hiwatari.
─AH… ah… ah… ─Tyson trataba de que su respiración volviera a la normalidad.
─Vimos a… vimos a… ¡Un chico en el torreón! –Max estaba atemorizado.
─ ¡Nos miró y desapareció! –explicó Tyson.
─Eh… no desapareció… bueno, no nos quedamos a ver si desaparecía –Max no lograba tranquilizarse.
─ ¿Y qué le pasó a Kai? –insistió el pelirrojo Tala.
─ ¡Se desmayó por el susto! –soltó Max angustiado.
─ ¡Por el susto de ver a un muertito! –mintió Tyson.
─ ¿Un muertito? ¿Y si era un vagabundo que se refugió en el colegio? –sugirió el francés Oliver.
─ ¡No tenía facha de ser un vagabundo! –dijo con brusquedad Tyson.
─Debe ser un alma en pena… ─murmuró Kenny─ ¡Hay que decirle al director!
─ ¡No se te ocurren más que chismes! –le reprochó Enrique.
─Yo lo decía para que hiciera echar agua bendita… ─aclaró Kenny, con pena.
─ ¿Y qué hacemos con Kai? –preguntó Max.
─Hay que esperar a que despierte… ─sugirió Enrique.
─Yo digo que los despertemos nosotros… hay que comprobar que se encuentra bien –opinó Oliver.
─ ¡Se ve bien! Del susto no pasó, mejor vamos a dormir –exclamó Enrique.
─ ¡Hay que comprobarlo! –le espetó el francés.
─Ay no… por favor, no empiecen a pelear. Ya tuve suficiente presión por hoy –pidió Kinomilla.
─Es culpa del francesito, siempre tiene que contradecirme.
─ ¿Mi culpa? ─se ofendió Oliver─ ¡Tú eres quien siempre me está molestando!
─ ¡Ya no peleen más! –rogó Max.
Oliver y Enrique se encogieron de hombros con resignación, luego se quedaron mirando uno al otro. Sin razón aparente, Oliver se sonrojó.
─ ¿Y a ti qué te pasa? –parpadeó el italiano.
─ ¿Siempre duermes con eso? –le señaló su vestimenta, Oliver.
─ ¿Eh? –Enrique se miró a sí mismo.
El atrevido italiano, sólo llevaba puesto unos calzoncillos de lycra.
─Sí, ¿algún problema? –puso sus manos en la cintura.
─No… ─se sonrojó más el pobre francés–. Era una simple pregunta.
─Permíteme a Kai… ─pidió Tala a Tyson.
─ ¿Qué?
─Hay que acostarlo en su cama, ¿no? –dijo con simpleza el pelirrojo–. Deja que lo haga.
Tyson dudó un poco, miró con desconfianza al ruso, pero finalmente accedió a que el pelirrojo recostara a Kai.
─Kai… despierta –pidió con preocupación Ivanov.
─Muestras demasiado interés en él… ─Tyson lo seguía mirando con desconfianza.
─Eso no es asunto tuyo–le soltó con desganó Tala.
─ ¡Lo es! ¡Kai es mi amigo!–se indignó Tyson.
─ ¡No empiecen a pelear ustedes también! –pidió el pecoso Max.
Repentinamente, Kai comenzó a abrir los ojos.
─ ¡Está despertando! –sonrió con alegría Max.
─ ¡No está muerto! –soltó con alivio Tyson.
─ ¿Muerto? –Tala lo miró con desconfianza.
─Eh… ya sabes lo que una fuerte impresión puede ocasionar–explicó algo nervioso, Tyson.
─ ¿En dónde estoy? ¿Qué pasó? –Kai se llevó una mano a la cabeza.
─Te desmayaste… ─Max estaba avergonzado─ Por que…
─ ¡Vimos a un fantasma! ¡Al chico del torreón! –se apresuró en decir Tyson.
─ ¿En serio? No lo recuerdo… ─Kai estaba confundido.
─ ¿Qué es lo que recuerdas? –Tala lo miraba con atención.
─Una voz me llamaba, decía mi nombre… y de pronto… ¡Un fuerte grito!
─ ¡Ese fue Max! Gritó cuando vio al fantasmita –mintió Tyson.
─Mi cabeza… ─Kai se encorvó, llevándose ambas manos a la cabeza─. Me duele…
La puerta de la habitación se abrió.
─ ¿Qué hacen despiertos? –preguntó con enojo Boris.
Todos los chicos se levantaron de golpe.
─Lo que pasa es que… ─empezó Tyson, buscando que decir.
─Tuve otra pesadilla –se apresuró en hablar Kai.
─ ¡Sí! Gritó y nos despertó a todos –Max trataba de aparentar que decía la verdad.
─Nos acercamos a él, para ver si le podíamos ayudar –Oliver también se unió a la mentira.
─Vuelvan a la cama inmediatamente –les ordenó el director.
Los siete chicos obedecieron, cada quien fue a su cama… Al dispersase el grupito alrededor de Kai, Enrique quedó al descubierto para Boris.
─ ¡Enrique! ─gritó muy enfadado, el director─ ¿Por qué no usa usted la misma ropa de dormir que sus compañeros?
─Es que… hacía calor y… ─el italiano trataba de excusarse.
─Ningún motivo es suficiente para usar esa prenda… indecente ─Boris se mostró ofendido─. Que no vuelva a ocurrir.
Dickenson aprovechó que el director estaba entretenido regañando a Enrique, para acercarse a Kai.
─ ¿Fue la misma pesadilla de antes? –preguntó Dickenson con ternura.
─No… ─Kai miró a Boris─ Fue otra cosa…
─Descansé, Kai–le dijo Boris a lo lejos.
El director apagó la luz y salió de la habitación en compañía de Dickenson.
El gran comedor estaba siendo ocupado por un grupo de chicos castigados. Era la hora de la comida y tanto los chicos, como Boris y el señor Dickenson, comían tranquilamente.
Tyson le hablaba a Max acerca de su novia, mostrándole la fotografía en secreto.
PERO… ¡Boris se dio cuenta!
─ ¡Tyson! –gritó el director irritado.
─ ¡Aguas! –le advirtió Max, asustado.
Tyson escondió de bajo de una servilleta la fotografía de Hilary. Boris se levantó de su asiento y caminó rumbo al lugar de Tyson.
─ ¿Quiere darme eso que guarda bajo la servilleta? –le preguntó con gentileza fingida.
─No hay nada… ¡De veras, de veritas, que no hay nada! –Tyson trató de mentirle.
─ ¿Prefiere usted, qué lo tome yo? –le amenazó Boris.
Tyson no tuvo más remedio que darle la atesorada fotografía de su amada noviecita.
─Je… es bastante fea –exclamó Boris al ver a la chica de la foto.
Al terminar la comida, los alumnos salieron del comedor. Tyson iba en compañía de Max.
─ ¡Maldito viejo, me dieron ganas de romperle la cara! ¡¿Y cómo se atreve a decirle fea a mi Hilary?! –Tyson estaba muy irritado.
Tala y Oliver se le acercaron.
─ ¡Oye, que buena agarrada te dieron! –exclamó Max.
─ ¿Agarrada? ¡Pero si nadie lo tocó! –dijo confundido, Oliver.
─ ¡Es un decir! –explicó Mizuhara.
─Creí que no se la darías… ─comentó Tala.
─No tuve otra opción. Pero no importa… no la tendrá por mucho tiempo.
─ ¿Ah no? ¿Y qué piensas hacer? –se mostró interesado el francés.
─Iré por ella. Sé que la guardará en su escritorio, así que cuando él salga… ¡la recuperaré! –explicó Tyson.
─ ¿Al despacho del ogro? ¡No manches! –se alarmó Max.
─No, no mancharé nada… así que él no se dará cuenta –sonrió Tyson.
─Eh… no me refería a eso… ─le salió una gota en la cabeza al rubio.
─A ver, dime… ¿a qué hora iras por la fotito? –preguntó incrédulo, Oliver.
─A media noche –dijo muy decidido Kinomilla.
─ ¡Mira nada más! ¡A la hora de la Cenicienta! –sonrió burlón Oliver.
─ ¿Eh? ¡Oye! Eso no era lo que tenías que decir… ─Tyson puso las manos en la cintura.
─Ya lo sé… pero, es que… luego tú me ibas a decir: "Para tener la seguridad de que estés despierto" y pues… ¡Qué me digas "Cenicienta" no me ofende! –declaró el de cabellera verde.
─ ¡Apégate al libreto! –le dio un coscorrón Kinomilla.
─ ¡Auch! Está bien… ─se sobó el francesito.
La noche llegó, media noche… Los chicos en la habitación trataban de hacer cambiar de opinión a Tyson.
─ ¡No vayas, Tyson! –le pidió Max.
─Nada de lo que digan me hará cambiar de opinión… ─Tyson estaba muy decidido.
─Tyson… él está en todas partes, mejor no vayas –le aconsejó Hiwatari.
─ ¡Je! A mí no me asustan tan fácilmente… ─sonrió Tyson.
─ ¡Tyson! –insistió el pecoso.
─Me voy… ¿Alguien quiere acompañarme? –los miró Tyson
Nadie se ofreció.
─ ¡Cobardes! No importa… ─se encogió de hombros Kinomilla─. Mejor cuídense hasta mi regreso. ¡No les vaya a pasar algo! –sonrió burlón.
Tyson salió de la habitación. Una vez afuera, tembló… ¡en buen lío que se había metido! ¿Y si se le aparecía el muertito? ¡O peor! ¿Y si Boris lo descubría?
Tragó saliva y se encaminó rumbo a la oficina del director.
En la habitación, los chicos esperaban temerosos a que Tyson volviera:
─No debimos dejarlo ir… ─soltó Kai.
─Nada de lo que dijéramos lo haría cambiar de parecer –señaló Enrique.
─ ¿Lo dices, por qué él estaba muy decidido? –le preguntó Max.
─No… lo digo, porque él lo dijo: Nada de lo que digan me hará cambiar de opinión –Enrique imitó la voz de Tyson.
─Tyson es muy valiente… ─murmuró Kenny.
─Yo creo que está muy enamorado –suspiró Oliver.
─ ¡Nada de eso! ¡Sólo quiere robar cámara! –dijo con simpleza Enrique.
─ ¿Cámara? ¿Qué no iba por una foto? –parpadeó Max.
─ ¡Como sea! Yo no iría, ¡ni por una foto de Ninel Conde! –exclamó Enrique.
Todos lo miraron con asco:
─ ¡¿Te gusta Ninel Conde?! ¡Que horror! –dijeron todos los demás al mismo tiempo.
Tyson había llegado a la oficina del director. La puerta fue fácil de abrir: Entró y comenzó a revisar los cajones del escritorio. Había un cajón en especial, que estaba cerrado con llave.
─ ¡Qué bueno que esto es una historia! Gracias a eso, puedo andar un desarmador sin que haya una explicación razonable –pensó Tyson con alegría.
Con ayuda de un desarmador, abriría el cajón.
¡Listo! ¡El cajón se abrió! Tyson Kinomilla comenzó a revisarlo…
Papeles, papeles, más papeles… ¡Sí! ¡La foto de Hilary ahí estaba! Tyson la tomó y besó con alegría.
Tal vez fue la curiosidad lo que lo impulsó a ver que más había en aquel cajón…
Había otra fotografía: La de un chico de larga cabellera… Tyson sintió que lo conocía, de alguna parte… ¡Es cierto! La noche anterior lo había visto… ¡¿Qué! Tyson tragó en seco… tomó las dos fotos, cerró el cajón y salió de la oficina.
En la habitación, los chicos le habían dado una buena pamba a Enrique… ¡Quién lo manda a confesar su gusto por Ninel Conde!
La puerta de la habitación se abrió, y Tyson entró.
─ ¡Tyson! ¿La encontraste? – los chicos lo rodearon, impacientes.
─Sí, y también otra cosa… ─Tyson los miró con suspicacia.
Tyson se acercó a Kai y le extendió la foto:
─ ¿Has visto antes esta cara? –le preguntó Tyson haciéndose el misterioso.
─ ¡Pues claro! Siempre la andas mostrando a todos… ─soltó con simpleza Kai.
─ ¿Eh? –Tyson vio que se equivocó de foto, le había mostrado la de Hilary ─ ¡Esa no!
Tyson hizo a un lado la fotografía de su novia y sacó la otra.
─Esta… ¿Lo has visto antes?
Kai palideció…. Aquella foto… aquel chico en la fotografía… ¡Era el muchacho ahorcado en el torreón!
Continuará...
N/A: ¡Hola! ¿Tardé mucho en actualizar? Sí, ¿verdad? ¡DISCULPENME, POR FAVOR! Estoy muy avergonzada… Pero es que estos últimos ¿meses, he tenido que atender ciertos asuntos…
¿Cómo vieron este capí? Yo creo que le voy a tener que cambiar el título a la historia, porque por más que me esfuerzo… ¡No me ha salido tan cómico como en un principio me lo imaginé! Es que tengo un sentido del humor, bastante extraño… ¿Qué opinan? ¿Debo cambiar o no el nombre del fanfic? ¡Toda sugerencia es valida para mí! Este capítulo me ha quedado mucho más largo que los anteriores… ¡es que me pique agregándole tantas cosas! Je… debo, confesar que me divierto mucho escribiéndolo! (Como dije antes, tengo un sentido del humor bastante raro)… ¡Tal vez me divierto más yo escribiéndolo, que ustedes leyéndolo! SNIF!
NINEL CONDE –para los que no la conozcan─ Es una "actriz" y "cantante" aquí en México… que, ¡vende más imagen que talento! En mi humilde opinión… ¡Es tan sólo un cuerpo de plástico! Para quienes la han oído "cantar" o visto "actuar", sabrán que no estoy mintiendo. Son más las operaciones que se ha hecho, que el talento que tiene. Si la mencioné en el fanfic, fue para molestar a mi hermano! xD, (es que a él le encanta esa tipa… ¡la defiende a capa y espada! Jeje, y yo gozo criticándosela).
Todavía no tengo preparado el siguiente capítulo, pero en cuanto pueda me pondré a trabajar en él.
Ahorita no se me ocurre nada más que comentar… ¡mejor paso a contestar sus chulisimos reviews!
Dani Hiwatari: ¡Gracias por lo de comiquísimo! Ando preocupada por que a veces siento que no me sale tan bien las escenas cómicas, como quisiera. Jeje, que bueno que ya empieces a comprender el porque de que no me desmayaría al ver a cierto ahorcadito de cabello largo y negro, jujuju.
Aika Mizaki: ¡Muchas gracias! Pues, eso de si habrá una relación con Ray… jeje, todavía lo ando pensando. Lamento la larga espera. ¡Gracias por tus buenos deseos para con mis exámenes! Pues… la libré, jeje, felizmente pasé al otro semestre. YUPI! ¿Y a ti cómo te fue? Ojala este capí sea de tu gusto!
Alexa Hiwatari: ¡Gracias por leer y por dejarme review!
Marean L. Wolff: ¡Muchísimas gracias! Notarás que en este capí cambie casi por completo las cosas… eh, ni tanto! Sigue la trama original, pero ahora hay una que otra cosilla nueva, jujuju. ¡Me alegra mucho que te haya gustado! No dejes de leer, porfa!
Ann Saotomo: Que dicha que te guste este raro fanfic! Jujuju, aquí tienes el tercer capítulo… ¡Ojala también sea de tu agrado! Me siento muy culpable por hacerte esperar tanto, ojala que la espera haya valido la pena.
Señorita Luna: ¡Lo sé! ¡El rating recae cada que no actualizo! Pero no puedo evitarlo! BUAH, BUAH, BUAH! Estoy haciendo todo lo posible por apurarme con mis actualizaciones… ¡De veras que sí! Y en parte, es porque estoy muy agradecida con que lectores como tú, aún sigan la historia… a pesar, de lo lenta que soy a la hora de subir capítulos. ¡GRACIAS!
Tailime─Hiwatari: ¡Gracias por tu review! Pos, aquí estoy… ¡siguiendo la historia! Ojala y tú sigas leyéndola.
Yoko Hiwatari Kon: Muchas gracias a ¿los tres? Por leer y dejar review! ¿Ray el chico del sueño de Kai? Juju, pues… ya se verá más adelante (de hecho, en el siguiente capí, xD), solo es cuestión de esperar! Sobre Tala, bueno… ¡el chico tendrá sus motivos! ¿Tú crees qué realmente haya jugado con Kai? Habrá que ver lo que pasa, pa' saberlo!
Muchas gracias por brindarme su apoyo en la elaboración de este extraño fanfic. Este es uno de mis fanfics que más respuesta ha tenido, lo cuál me pone muy alegre! Espero no desilusionarlos, ni decepcionar a nadie. ¡Pondré todo de mi parte para apurarme en las actualizaciones! Los quiero mucho!
HASTA EL PRÓXIMO CAPÍTULO!
