Changeling: El Ensueño es propiedad de sus respectivos autores

De los años que pasaron después tan solo recuerdo a Ian.

Fue en una noche de luna nueva sin estrellas y un viento helado se llevaba las últimas hojas doradas del otoño. Nadie cruzaba las calles por donde un grupo de mendigos para los ojos mortales, con capas de colores oscuros y raídas que ocultaban armaduras y ropajes llenos de luz.

La sombra negra del antiguo hospital donado a los huérfanos era terrible. La vaga forma grotesca parecía seguir los pasos de quien osara a acercarse a su fortaleza, el orfanato. Y nosotros íbamos directamente hacia el. Sentí escalofríos, pero no permití que Eyrekr o los otros se dieran cuenta de mi titubeo.

El plan era muy sencillo. Eyrekr me alzaría hasta los conductos del aire acondicionado, y mientras el Pooka y el Boggan entretendrían a la poca gente que pasara por allí. La peor parte es que tendría que conseguir encontrar la habitación donde debía de estar el Changeling. Un Sluagh que a veces se decidía a ayudarnos a encontrarlos casi siempre a cambio de algo si no eran de su mismo Linaje...

Yo me sentía insignificante en aquel grupo. Eyrekr era fuerte y un maestro con el hacha que llevaba colgada a la espalda. Y el resto eran expertos hechiceros, versados en las Artes. Yo era solo una niña que jugaba a ser caballero...

- Ahora todo depende de ti, cría- dijo despectivamente alzándome hasta los casi mas de 2 metros que separan los conductos del suelo.

La primera misión importante. Temía hacerlo mal. Ellos me miraban confiados. No habían encontrado ninguna cota de mallas hecha a mi medida, era demasiado bajita y ninguna tenía aberturas para las alas. Había aprendido muchas cosas, las Artes, Reinos pero mi especialidad era la espada. La sentía como extensión de mi mano, y Kithain cantaba sin voz cuando yo la blandía.

Un ruido metálico resonó repitiendo su eco. Me asuste. ¿De donde venia ese sonido? ¿Era probable que con solo recorridos unos metros a gatas ya me hubieran descubierto?

El colgante de mi cintura había dado contra una de las paredes. Cuando desperté de mi Crisálida, el cinturón de plata estaba ahí, e intentado docenas de veces encontrar un modo de quitármelo. No tiene ninguna abertura, y ningún porque a su existencia.

Tras un par de metros encontré una rejilla. Con muchísimo cuidado la levante, y me asome con la cabeza hacia abajo. Acerté.

Un chico muy delgado de ojos oscuros se apretaba contra un rincón mirando asustado a una muchacha que surgió de la nada colgando boca abajo. Era una habitación austera, con una cama demasiado pequeña para alguien tan alto. Un armario viejo y una mesa a punto de caerse si alguien se apoyaba en ella. La única ventana era demasiado pequeña, y la puerta tenía cerradura.

"Mi nombre es Aelsan, y vengo a sacarte de aquí. ¿Como te llamas?"

La voz me salio atropelladamente debido a los nervios, y el me siguió mirando recelosamente. Vaya forma de presentarme.

"Soy Santiago." dijo secamente

"Tienes que venir conmigo" replique orgullosa

"¿Porque tendría que seguir a alguien que viene como un ladrón hasta aquí?"

Las cosas se iban poniendo mas difíciles

"No puedo pasarme toda la noche colgada sabes? Es un tanto incomodo. ¿No es verdad que te has despertado en plena noche sintiendo que eras otra persona? ¿Que a veces cuando nadie miraba podías ver cosas extrañas y maravillosas?"

El tal Santiago pareció meditar mis preguntas. Me estaba empezando a doler el cuerpo, y tiempo se estaba agotando, y me sentía cada vez mas nerviosa

"Si"

Comentarios, criticas, preguntas, todo será bienvenido