Changeling: El Ensueño es propiedad de sus respectivos autores
Entonces llegaron los gritos mudos contra los cristales de la galería decorada con altas columnas de mármol blanco decoradas con mujeres fantasmales que esgrimían instrumentos en lugar de espadas. El viento trajo consigo el rumor de caballos y jinetes furiosos que devoraban el camino a su paso, pero yo los ignoré. Mi hermano Ian era feliz mientras danzaba tímido abrazando la fina cintura de Mirella, que le sonreía con la benevolencia de una diosa desconocida. Seria cruel destruir el momento por el simple presentimiento de la regente que contemplaba el baile solitaria apoyada contra la barandilla que daba al Jardín detrás de la galería.
El ruido de una tormenta terrible se escucho en la sala cuando cayeron las altas puertas, dejando ver un ejército vestido con cotas negras y las tizonas bañadas en sangre. Los arqueros que se escondían entre los robles guardando la senda, habían muerto bajo su filo, y su sangre bañaba la tierra, del mismo modo que cuando docenas de hermanos se enfrentaron en la absurda Guerra del Tratado.
Y como un arrogante señor, Shield, el más bravo guerrero que formo parte de la noble Casa Gwydion, dirigía la hueste. Sus ojos resplandecían como dos teas doradas, y ya no me parecieron hermosos, sino temibles. Los cabellos cortos se enredaban con el viento, y se habían tornado en blancos. La boca se curvaba en una sonrisa furiosa y ansiosa. Sus manos desnudas sostenían una Espada, con la empuñadura negra y el filo, como si hubiera estuviera fabricado de azabache: negra y brillante.
La confusión hizo mella en el lugar, y desenfundado la espada, añorando a Kithain que reposaba junto a mi armadura, trate de hacerme paso hacia Shield, derribando a cuantos enemigos trataban de interponerse entre nosotros. Pero Ian fue mucho mas rápido que yo, y se encaro con el, haciendo que el Sidhe retrocediera ante sus furiosas embestidas. Shield no estaba empleando ni la mitad de sus habilidades contra el Troll. Las palabras que nacían de su boca eran burlonas y de desprecio.
"¿Eso es lo mejor que sabes hacer? ¡Me sorprende que hayas vivido tanto tiempo, niño! ¡Pero eso lo arreglaremos pronto!"
Conseguía estar tan cerca que pude oír la voz de odio de Shield, y encontrarme inútil para evitar que la Espada negra se clavara en el cuerpo de Ian cuando este intentaba descargar toda la fuerza de su hacha en el Sidhe. El arma le atravesó sin piedad, y mi grito de dolor le acompaño mientras caía, con la marca del asombro dibujada en piel. Sentía aquel mandoble de terror en mi piel como mío, y el corazón se me rompió al sostener a mi hermano que moría entre mis brazos.
No hubo lágrimas en su nombre en mis ojos, ni entonces ni después. Mirella las derramo por las dos.
Me alce, sin sobreponerme del dolor, y la furia nublando mi vista y la razón, descargue mi desazón en Shield, que ni se molestaba en pararlas con su Espada, tan solo las esquivaba con su cuerpo, riéndose de mis torpes intentos. Hasta que caí al suelo, presa del sufrimiento y la pena.
"Eres la deshonra de la Casa Gwydion, chiquilla inútil"
Arrogante monto un caballo tordo y se alejo al trote de la Colina de las Luciérnagas ahora en ruinas. Aquello había dolido mas que cualquier herida, y tras recoger mi armadura, olvidándome de mi valiosa Kithain, fui detrás de el, sin importarme que sucedería después. La furia era una dueña cruel, y sentí por vez primera la fuerza de mi Legado Oscuro, devorándome lentamente. Bebí de Soñadores sin preocuparme del dolor y del terror que traía conmigo, y pronto me convertí en un cuento atroz que cuentan las madres para prevenir a la carne de su carne de cuidarse de la noche. Deje de ser la Luz de Arcadia, anegada por la Furia.
Recorrí Europa, palmo a palmo, cada ciudad cada aldea, a donde me llevan mis pies, y gentes asustadas que juraban haber visto pasar a un caballo de piel negra y blanca. Conocí el nombre de su Espada, Riuel, y sin embargo, no creí las historias que aseguraban que su filo era de Hierro Frío, que arrancaba el alma del Ensueño... Llegue a América, hasta la fronteras del Reino de Concordia, y allí volví a encontrar a Shield. Durante una noche y un día nuestras espadas cantaron entrelazadas, y en el imperio de los hombres se oía el rumor de nuestra danza. Todo concluyo cuando Shield me atravesó con su espada, desbastando la piel, deleitándose en el dolor de ascender con su espada en la tierra de mi vientre
Y vamos llegando al final de la aventura de Aelsan Diente de Dragón….
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