Disclamer: Los personajes y parte de la trama no me pertenecen a mí, sino a Thomas Astruc y Jeremy Zag. Escribo para divertirme, sin ánimo de lucro y esperando que este fic saque alguna sonrisa entre mis lectores.
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Nota: Este Oneshot es la segunda parte de "Cascabel", otro mini Oneshot romanticón y marichat que tenéis en mi perfil. Aconsejo leerlo antes de "Valentía" para seguir la historia. ¡Gracias!
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Valentía
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Marinette nunca había temido a las tormentas.
Aunque el sonido de los truenos le resultaba desagradable por su violencia, nunca corrió a esconderse en su casa solo porque empezara a llover con fuerza, ni siquiera se molestaba en desconectar sus aparatos electrónicos por miedo a un apagón. No obstante, desde su primer enfrentamiento con Tormentosa sí que sentía un nuevo respeto por la fuerza y el poder destructor de los rayos.
¡Vaya! Pensó, temerosa. Tenía que reconocer que aquella tormenta era aterradora.
Bajo una de las vigas de la torre Eiffel, observaba con expresión preocupada como los nubarrones descargaban su agua furiosamente sobre Paris. Era un espectáculo desolador. El día se había vuelto noche salvo por los estallidos de luz atronadores que hacían temblar al cielo y el agua corría por las aceras inundando alcantarillas y desbordando fuentes.
La mayoría de la gente había huido de las calles, pero ella permanecía en el interior del gran monumento; una diminuta mota de polvo en la enorme cárcel de metal. Y aunque no corría viento, el agua que caía estaba helada y creaba una atmosfera muy desagradable. Marinette se frotaba los brazos intentando que sus dientes no castañearan.
De pronto, sintió un picor en la nariz que acabó en un aparatoso estornudo justo cuando el cielo volvía a iluminarse dibujando las grotescas formas de las nubes.
—¿Estás bien, Marinette?
La voz de su Kwami sonó preocupada, así que la joven se sorbió la nariz y forzó una sonrisa antes de girarse hacia ella.
—¡Sí, claro! —Alzó la voz para que la oyera por encima del golpeteo de las gotas, el cual reverberaba hacia arriba, envolviéndolas a ambas entre las toneladas de metal. Tikki entornó sus ojos; estaba sentada en el suelo, sobre la bufanda que la chica había llevado consigo, con restos de galletas y migas esparcidas a su alrededor—. ¡Tú sigue comiendo y no te preocupes por nada!
—Lo siento…
—¡No seas boba! No ha sido tu culpa.
En realidad la culpa ha sido solo mía.
Por creer que podía pasar horas saltando de aquí para allá siendo Ladybug y que su transformación aguantaría siempre que no usara su Lucky Charm. Mala idea. Los poderes de Tikki tenían un límite y lo había sobrepasado en un alarde de irresponsabilidad que no era, para nada, típico de ella. Ahora las dos estaban atrapadas en lo alto de la torre, acorraladas por una infame tormenta.
¿Por qué he hecho algo así?
Lo único que recordaba antes de pedirle a Tikki que la transformara era esa odiosa sensación de frustración y el incontrolable deseo de escapar de todas las dudas que tenía en la cabeza. Escapar saltando, siendo otra… las dudas y preocupaciones que la atosigaban eran de Marinette, no de Ladybug. La heroína nunca dudaba, sabía lo que tenía que hacer y lo hacía.
Ella, por el contrario, estaba más perdida que nunca.
Aquella noche en la que escuchó esa bonita canción traída por la brisa a través de su trampilla, fue la última en la que oyó el sonido del cascabel. Chat Noir, cansado de su rechazo silencioso, había dejado de ir a su balcón. Lo más probable era que estuviera molesto con ella.
Hacía ya tres noches que no sabía nada de él.
Resopló, haciendo una mueca de disgusto, al pensar en ello y se giró hacía el borde con el ceño fruncido. La capa de lluvia era tan espesa que el delicioso paisaje desde lo alto de la torre era un borrón de siluetas distorsionadas y luces destellantes. Pero le dio igual. No estaba para contemplaciones…
Se arrimó a la pared en un intento de evitar los goterones que caían desde el nivel superior pero en cuanto su brazo rozó el metal, sintió el frío clavándose por todo su cuerpo. Aun así, permaneció muy quieta, dejando que sus pensamientos siguieran esa senda ya tan conocida de recuerdos y razonamientos que la conducían hasta los que, ahora sí, consideraba sus verdaderos sentimientos.
Sabía cuál era el último punto de la ruta: Chat Noir.
Pero, ¿y el primero?
Tal vez el punto de partida estaba mucho más atrás, pero para ella todo había comenzado con Oblivio, con aquel beso que, sin poder recordarlo, lo había cambiado todo. Renegó de él, maldijo la fotografía que se hizo viral por internet gracias a Alya y Ladybug prohibió a su compañero que lo mencionara de nuevo. No obstante, y esto era lo más muy curioso, algo de ese beso se quedó enterrado en la mente de Marinette. Y a partir de entonces, se había estado manifestando de manera sutil, aunque constante en los acontecimientos que fueron ocurriendo tanto en su vida como civil, como en la de heroína.
¿Era porque cada vez parecía más evidente que no tendría oportunidad alguna de ganarse el amor de Adrien? ¿Por la ocurrencia que tuvo Chat de empezar a visitarla algunas noches en su habitación? ¿Por qué a pesar de que se quejara y tratara de echarle al principio, esas visitas la divertían y la hacían un poco… feliz?
No pudo (o no quiso) ser consciente de la importancia de este hecho hasta la primera vez que el sonido del cascabel le aceleró de verdad el corazón. Pero no solo fue eso. De repente, Marinette se sorprendía mirando el reloj durante la cena con sus padres, pensando tan solo en subir a su habitación y esperar la llegada del chico. Era también el cosquilleo que traía con su presencia, las risas, las palabras susurradas y las miradas que se alargaban bajo el tenue resplandor de la lámpara.
Entonces buscó la fotografía.
Y no solo eso, sino que dedicó muchas horas a analizarla, con el inconfesable deseo de adivinar cómo habrían sido los momentos anteriores que la habían empujado hasta ese instante. Pero siempre se topaba con el vacío en su memoria que la frustraba y entristecía cada vez más, y… ahí supo que algo no iba bien.
Bajo la lluvia y con el corazón herido por la incertidumbre, se preguntaba si no fueron esos sentimientos novedosos y extraños los que la impulsaron, de manera precipitada, a confiarle el prodigio de la serpiente a Adrien. En su lucha contra Desperada le pareció la mejor idea, estaba segura de que el modelo lo haría genial.
¡Era Adrien Agreste!
La idea de pelear a su lado, como compañeros, se le antojó entonces la más maravillosa del mundo. Una oportunidad que no podía desaprovechar porque al fin, él la vería como alguien habilidosa, astuta, capaz de todo. Por desgracia, resultó ser un desastre y aunque nunca lo admitió en voz alta, solo volvió a sentirse Ladybug de verdad cuando su gatito apareció por fin para ocupar el lugar que le correspondía a su lado. Nunca creyó posible que se daría una situación en que preferiría a Chat antes que a Adrien, pero ocurrió.
Tras ese suceso, no importaba cuanto intentara luchar contra sus sentimientos. Estos se revelaban ante ella cada vez más claros.
¿Por qué se puso tan nerviosa, tan ansiosa, ante la perspectiva de que Chat Noir fuera uno de sus compañeros de instituto durante la batalla contra Cazakwamis? ¿Por qué pasó tanto miedo ante la repentina marcha del maestro Fu, huyendo de Festín, sino porque la pérdida de su prodigo implicaba, a su vez, la pérdida de su compañero? ¿Por qué le habían emocionado tanto las palabras que Chat le dedicó tras enfrentarse a Gamer por segunda vez?
Se le ocurrían miles de falsas respuestas para esas preguntas, pero la verdad siempre le conducía hasta él.
Chat Noir.
Entonces llegó su segundo encuentro con Tormentosa y más que nunca, Marinette fue consciente de hasta qué punto se había estrechado el lazo con su compañero; lo bien que se conocían, como se sincronizaban a la perfección en todas las situaciones para pelear codo con codo y siempre vencían a sus enemigos. Eran un verdadero equipo, pero el vínculo que compartían iba mucho más allá.
Ese fue el día en que, de verdad, descubrió y aceptó cuáles eran sus sentimientos reales por el héroe. Y no le costó tanto asumirlo, de hecho, resultó una verdad de lo más natural. No obstante, su mente se plagó de nuevas y acuciantes dudas. ¿Eran los sentimientos de Ladybug o los de Marinette los que habían cambiado? ¿Si Ladybug hablaba con Chat, él ya no visitaría más a Marinette? ¿Y si era ella quien daba un paso al frente… sería rechazada?
Pero, ¿quién era la que más necesitaba la dulce y reconfortante compañía del chico? Porque obviamente Chat no podría estar con las dos. ¿Quién se merecía más su amor después de todo lo que había pasado? ¿Y si… ya no lo merecía ninguna?
Tantas cuestiones la aturullaron y por eso, esa misma noche cerró su trampilla e ignoró por primera vez la llamada del chico cuando este apareció, alegre y gentil, como solía hacer. Necesitaba distanciarse un poco de él para aclararse de verdad y como Ladybug no podía hacerlo. La consecuencia que esta decisión tuvo fue, que casi desde esa noche, Marinette descubrió lo mucho que le echaba de menos. Y es que esa relación de amistad y complicidad, sin la tensión de tener que salvar el mundo, era de lo más especial. Y se había gestado ahí, al cobijo de su dormitorio. Le pertenecía a ella, no a Ladybug.
Eso era lo que quería conservar por todos los medios. Lo tuvo claro. Debía ser sincera con él siendo ella misma. Pero como había estado posponiendo esa conversación durante más de una semana, Chat Noir se había cansado de esperarla.
Ya no iba a verla y ella se sentía fatal.
¡No quiero volver a ser una cobarde!
¿No lo había pasado bastante mal con Adrien? ¿Por qué volvía a caer en lo mismo una y otra vez? Una idea malévola rondaba su cabeza esos días y aunque no quisiera hacerle mucho caso, no se iba. Se preguntaba si tan poco valor le daba a sus sentimientos como para no atreverse a expresarlos nunca. ¿Tan horribles eran? ¿Tan insignificantes? Quizás eso era lo que la frenaba… Le daba miedo dejarlos salir y que estos no llegaran a ningún lado, que nadie quisiera tomarlos.
¿Por qué no puedo dejar de pensar en eso? Se preguntó, deprimida. Se frotó la cara con las manos y cuando enfocó de nuevo, un borrón negro surgido de la nada cruzó el aire ante ella.
¡¿Qué?!
El corazón se le aceleró de golpe y estuvo a punto de retroceder y ocultarse, pero el borrón se detuvo casi en el acto y dos ojos verdes la encontraron a través del agua.
—¡Oh, no!
—¿Qué ocurre?
Marinette volvió el rostro.
—¡Es Chat Noir! —exclamó. Tikki se agitó, aún con la boca llena de galleta—. ¡¿Qué hago?! ¡¿Cómo le explico mi presencia aquí?!
—¡¿Marinette?! —Su voz llegó clara a pesar del ruido de la lluvia. La chica corrió a asomarse para evitar que él subiera. El agua cayó sobre su rostro y su pelo, sintió un escalofrío pero entonces le vio, posado sobre sus patas un par de vigas más abajo—. ¡¿Qué haces ahí arriba?!
—¡Ah… yo… pues…! —Echó un nuevo vistazo sobre su hombro. Tikki había engullido los últimos trozos de galleta y soplaba apartando las migas restantes. Marinette le hizo un gesto con la cabeza y la Kwami se puso a enrollar la bufanda para meterla en el bolsito.
—¡Subo a ayudarte!
—¡No! —chilló la chica sin pensar.
—¡¿Cómo qué no?! —El chico meneó la cabeza, intentando quitar humedad de sus cabellos—. ¡Debemos irnos de aquí! ¡¿No sabes que los gatos odiamos el agua?!
¿Y qué haces de paseo bajo una tormenta?
Volvió a mirar tras ella. Tikki había guardado la bufanda y ella misma asomaba su cabecita por la abertura del bolsito.
—¡Está bien! —Marinette retrocedió para cogerlo. Se pasó la tira por la cabeza y escuchó tras ella el chasquido metálico del bastón de su amigo sobre el suelo. Y el cascabel. Tembló ligeramente y se dio la vuelta sin saber qué cara poner.
—¿Cómo has llegado hasta aquí arriba tú sola?
—Yo… —No se le ocurrió ninguna genialidad, tenía el cerebro abotargado y el cuerpo entumecido por el frío, así que bajó la mirada sin más.
Esos nervios suyos, tan inútiles como irritantes, amenazaban con engullirla y arrastrarla a ese abismo de torpeza y rara estupidez que había arruinado uno a uno todos los momentos con Adrien. Así que Marinette se concentró en rechazarlos, apartarlos de sí.
¡Solo es Chat Noir! Se recordó. Su compañero, su mejor amigo… los nervios no pintaban nada en ese momento.
—¿Podemos irnos? —preguntó él, entendiendo por el gesto que no obtendría una respuesta. Ella asintió y con pasitos cortos se acercó a él. Cuando estuvieron frente a frente y se atrevió a mirarle, el chico le sonreía—. Ha pasado un tiempo sin vernos, ¿verdad?
Eso podría haber sido un reproche velado; después de todo, ella era quien llevaba semanas evitándole y los dos lo sabían. Pero su sonrisa afable era sincera, sus ojos demostraban el mismo afecto de siempre… no era un reproche, solo un comentario para aliviar la tensión que, de nuevo, era culpa de ella.
Se le hizo un nudo en el pecho.
¿Tenía que ser hoy cuando le viera… bajo otra tormenta?
Prefirió no pensar en ello.
Chat extendió su bastón hasta rozar el suelo y le ofreció un brazo.
—Vamos, princesa —Le dijo—. Te llevaré a casa antes de que pesques un resfriado.
Marinette observó la mano abierta ante ella, el brazo estirado, el bastón por encima de su cabeza; y la tormenta que seguía rugiendo a sus espaldas. Se puso histérica y quiso apartar de su mente el recuerdo de una situación parecida que no le auguraba nada bueno.
—¿Qué ocurre? ¿Te da miedo? ¡Es cien por cien seguro! —Con absoluta naturalidad, la mano extendida tomó la cintura de la chica, atrayéndola hacia él y el gatito le mostró una sonrisa arrebatadora—. No te preocupes, no te caerás. Sujétate a mi bastón con una mano y a mí con la otra.
. Confía en mí, Marinette.
Sintió una llamarada en su rostro, producto de un dolor en el pecho igual de intenso. Ahogó un gemido y olvidándose por completo del bastón, enrolló sus brazos en torno al cuello del chico, ocultando su cara de él.
¡Seguro que Chat podía notar lo rápido que le iba el corazón! Pero… quizás pensaría que estaba asustada por la tormenta. Intentó no temblar, pero el frío le había llegado hasta los huesos, por otro lado… ese contacto apaciguó un poco la ansiedad que la llevaba devorando semanas; en especial, cuando sintió el brazo del chico estrechar su cintura.
Cerró los ojos y suspiró sin querer.
—Bien —Le oyó decir—. ¡Pues, vámonos!
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Marinette no supo cuándo dejó de llover. Estaba tan empapada que apenas notó la falta de la lluvia. Su mente, frenética, se debatía en cuestiones más serias que eso.
Una parte de ella estaba muy ocupada disfrutando de aquel breve paseo. Centrada al máximo en percibir la sensación del brazo que la sostenía, del cuerpo que la rodeaba, del olor que inundaba su nariz… Esos detalles hacían palpitar su corazón y espantaban el frío de sus articulaciones. Pero otra parte no dejaba de pensar en qué le diría a Chat cuando este empezara a hacerle preguntas.
¿Qué hacías ahí arriba en medio de una tormenta? ¿Cómo llegaste hasta ahí tu sola? ¿Por qué me has estado evitando todos estos días? Solo eran algunas de las que se le ocurrían en esos instantes, mientras sobrevolaban el cielo encapotado de Paris.
No tenía respuesta para ninguna.
Una tercera porción de su cabeza se empeñaba en evidenciar que quizás esa sería una buena ocasión para sincerarse con su amigo de una vez por todas.
¿Lo es?
Marinette tenía claros sus sentimientos, así que… si seguía evitando hacerlo le ocurriría lo mismo que con Adrien. Y por nada del mundo quería que la historia se repitiera.
Aunque las circunstancias no podían ser más distintas… ¡Sabía que Chat Noir estaba enamorado de otra persona! Bueno, no de otra. De ella. Solo que no sabía que era ella y… Sí, desde esa perspectiva, tenía más sentido que fuera Ladybug la que le revelara su nuevo sentir…
Tengo mis razones se recordó, tozuda. Había tomado una decisión y no podía echarse para atrás. Aunque puede que resulten ser… un poco tontas.
Finalmente, ambos cayeron sobre un suelo encharcado y entonces sí, notó que había dejado de llover.
—¿Marinette? —Le oyó decir—. Ya hemos… llegado.
Entonces… ¿el momento había llegado también?
No podré… se lamentó ella aferrándose, sin darse cuenta, con más fuerza a los hombros del chico. Tembló una vez más y suspiró.
Se estiró para alcanzar el suelo y oyó una salpicadura. Se había formado un charco en mitad del balcón. Algunas de sus plantas estaban aplastadas bajo la fuerza del agua y las macetas habían desbordado; los cojines olvidados sobre la tumbona estaban destrozados a causa del chaparrón. Hizo una mueca al verlos.
—¿Princesa?
La chica se giró hacia él dando un respingo.
—¡Gra-gracias, Chat Noir! —Le dijo. No te pongas nerviosa, por favor—. Por traerme hasta aquí.
. Habrá sido una molestia para ti…
—Claro que no. Ha sido un placer —respondió él con una sutil reverencia. Quiso sonreír ante el gesto pero no fue capaz—. ¿Va todo bien?
—¡Sí! —respondió ella de inmediato. Se mordió el labio inferior y desvió la mirada—. Ahm… sobre lo de estas noches… yo de verdad que lo siento.
. Es que no me sentía muy bien y…
—¡Ah! No, tranquila —La cortó él. Al mirarle se percató de que sus cabellos mojados estaban aplastados sobre su cabeza y sus orejas no estaban erguidas del todo—. Mientras no estés enfadada conmigo por algo…
—¿Enfadada? ¿Por qué lo estaría?
—Como he estado viniendo por aquí más a menudo a charlar, pues… igual te molestaba, ya sabes; por venir tan tarde y eso…
—¡No, claro que no! ¡No es nada de eso! —Marinette se sintió aún peor que antes y tuvo que resoplar—. Ha sido mi culpa. Lo siento, Chat Noir.
Aguantó la respiración unos segundos pero alzó los ojos para mirarle. El chico le mostraba una de sus sonrisillas juguetonas y eso le dio ánimos.
—Bueno, los gatos no guardamos rencor, princesa —le dijo. Se agitó apartando la humedad de su cabello y Marinette retrocedió con una sonrisa de guasa. El chico apoyó su bastón en el suelo y se balanceó sobre él—. Pero si quieres ofrecerme algo como agradecimiento…
—¿Agradecimiento por qué?
—Por traerte a casa.
—¿No eres un héroe y eso significa que ayudas a los demás por nada?
—Normalmente sí —respondió él dando un paso adelante—. Pero… ¿cuántas veces van ya que tengo que acudir en tu ayuda? ¡Siempre andas metida en líos!
—¡¿Yo?!
—Eres la persona a la que más veces he salvado —Estiró su mano y le mostró sus dedos—. ¡Tantas que no puedo ni contarlas!
—Exagerado... —Marinette se cruzó de brazos, divertida—. Pero está bien. ¿Qué es lo que quiere el gatito?
Chat Noir hizo como que se lo pensaba, aunque no durante mucho tiempo.
—Solo el pago justo por haber rescatado a esta princesa de lo alto de la más alta torre de Paris —contestó. Dicho así sonaba casi como si fuera un cuento de verdad y Marinette estuvo a punto de echarse a reír.
Sin embargo, una idea loca cruzó por su cabeza acelerando de nuevo su corazón. Era el momento preciso para hacer algo, ¿verdad? Se había disculpado, de modo que quizás Chat volvería a visitarla como antes y ella ya no podría ignorarle, así que debía ser sincera.
Ser valiente.
Respiró hondo con una mano en el pecho y alzó la cabeza. Chat sonreía. No sabía qué era lo que él esperaba como premio, pero entonces, sin pensarlo más de una vez, Marinette dio un paso hacia el chico, levantó los brazos para atraparle y le besó.
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¡Hola!
¿Qué tal habéis estado sin mí todo este tiempo?
Llevaba ya un tiempito sin escribir nada de miraculous, pero después de ver Glaciator 2 me entraron las ganas de nuevo y estuve revisando mis escritos antiguos y me di cuenta de que tenía este sin publicar.
¿Recordáis "Cascabel"? Nació de una palabra que tomé prestada de la lista para el reto marichat may de 2020 (en el que no pude participar); lo cierto es que tomé algunas palabras más que me gustaron y con tres de ellas, escribí esta pequeña trilogía marichat.
Eso significa que en unos días me pasaré para subir la tercera y última parte. Por ahora, espero que hayáis disfrutado de este Oneshot marichat que nos lleva a temporadas pasadas, cuando todo era más fácil entre los protagonistas
Me encantará leer vuestra opinión. Espero que al menos os saque una sonrisa y os distraiga de las preocupaciones del día por un rato.
¡Besotes para todos y todas!
Nos vemos pronto con la última parte ^^
EroLady.
