Diclaimer: Los personajes de Sakura Cards Captor no me pertenecen. Son propiedad de las Clamp. Sin embargo yo tomé sus hermosísimos personajes y los introducí en esta incoherente historia. Disfruten.

"En el manicomio"

Por Makita.—

Hace rato que intentaba que la melodía le saliera como deseaba, pero algo existía que impedía que la última nota sonara con claridad y armonía. Su espalda se encontraba apoyada en el grueso tronco de un árbol. Era media mañana y aunque el sol era opacado por algunas nubes grisáceas, hacía calor y corría viento.

Su rostro se tornó pensativo y no hallaba la manera de arreglar la melodía para que sonara como él quería. Se exigía demasiado, y eso que recién hace unos meses había retomado el instrumento.

Desde pequeño su padre le enseñó como tocar el violín y aprendió mucho, es verdad. Pero después dejó ese pasatiempo para dedicarse a otras cosas y así fue como el hermoso y fino instrumento desapareció de su habitación.— Pero por los azares del destino, su comandante le regaló el violín que ahora portaba en sus manos, según él, para que no se aburriera tanto en la estadía en el sanatorio.

Lo tomó nuevamente y miró sus cuerdas.—Quizás algo estaba mal puesto, que de repente se desafinaba. Lo miró largo rato, hasta que vio como el reflejo de sus ojos en la madera brillante desaparecía levemente. Levantó la vista, frente a él un montón de arbustos meneándose por la fuerza del viento. Era sutil el sonido de las hojas al chocar contra las otras, por un instante se sintió en la mas profunda soledad, siendo que a unos cuantos pasos de él, estaba lleno de pacientes corriendo por diferentes partes.—

Apoyó la cabeza en el tronco, agotado de no sé qué. Algo le preocupaba, tenía que reconocerlo.— ¿Era acaso que ya habían pasado dos meses y medio y ni rastro de los planos? ¿O era otra cosa? Si era otra cosa, ¿qué era?—

Buscó con sus manos, un colgante que descansaba bajo su uniforme, en su pecho. Era una piedra pequeña enmarcada por un cuadro de plata. La puso sobre la palma de su mano y la observó atentamente.— Recordó con una sonrisa a la ex –dueña de su corazón. Ella le había entregado el colgante el día que partió de Japón, hacia Alemania.—

Siempre supo que era un amor platónico, por el simple hecho que ella era felizmente casada. ¿Pero eso no impide que se le pueda mirar, no? Pero aparte era mucho mayor que él. A pesar de ser casada, igual se despidió de él con un beso, porque era muy "liberal" considerando las normas que imponía la sociedad en este tiempo. Cerró los ojos y recordó su cabello cobrizo, sus ojos color miel.— Pero sus pensamientos fueron opacados por un sutil olor a flores y una cálida mano que se posaba sobre su frente.—

—¿Qué te pasa que te veo tan decaído? ¿No tendrás fiebre?

—No, señorita Sakura, estoy bien.—

—No, no tienes fiebre… ¿te sucede algo? ¿Tienes hambre?

—No.—

—¿Qué sucede entonces?

Él volteó para mirarla y ella estaba arrodillada sobre el césped con una sonrisa en su rostro.—

—Es sólo…que no puedo sacar una melodía…

—¿Qué melodía?

—Pues…la que usted me pidió.—

—Oh, muchas gracias, pero si es problema, no lo hagas.—

—Quiero hacerlo.—

—Haber, déjame ver el violín.—

Se lo pasó sin saber porqué.— ¿Qué podría hacer ella para arreglarlo? ¿Acaso sabía como afinar los instrumentos?—

Sakura lo tomó y movió delicadamente algunas cuerdas, sin siquiera saber que estaba haciendo. Sólo quería que él se quedara tranquilo y que no se angustiara porque la melodía no sonaba como deseaba. En una de esas, lograba sugestionarlo y convencerlo de que no estaba desafinado.—

—Listo.—dijo ella devolviéndoselo.—

—¿Qué hizo?

—Lo afiné para que suene como quieres.—

—¿de verdad?

—Claro.—

Ella se levantó de su puesto y se retiró silenciosamente.— Probó el instrumento y definitivamente estaba arreglado.— ¡la señorita Sakura lo había arreglado! ¿Pero cómo? Miró su caminar, su cabello ondulándose levemente a cada paso. Abrió los ojos como platos sin comprender.— ¿de verdad lo había logrado?—

……………………………….

Newton entró decidido al comedor, para acaparar la atención de sus "admiradores". Les había explicado con lujo de detalles, la ley de gravedad, la ley de inercia, y la típica fórmula Fmx .a. ¡Que lata!— Pero de cierta manera le agradaba que lo elogiaran por sus extensos conocimientos.—

Desgraciadamente la atención de su público estaba en otra persona. Se acercó para curiosear y un hombre alto, de ojos color miel y cabellos grises, les contaba algo sobre los cuerpos celestes. Los presentes escuchaban atentos sus explicaciones y comentaban entre ellos lo genial que era Copérnico.

—¿Copérnico?—se preguntó Eriol.

Cómo fuese, a ese tipo no lo había visto antes en el sanatorio ¿Dónde estaba? ¿Quién era en verdad? ¿Sería el dueño de los planos que tanto buscaba? Sus ojos mostraron desconfianza y retrocedió un par de pasos. Lo analizó detalladamente, y le llamó mucho la atención que no parecía un loco de verdad. ¿Cómo un loco hablaría tantas coherencias y actuaría tan calmadamente?

Después se paró y los demás lo siguieron. Eriol no le quitó la vista de encima. Vio como su enfermera le servía un plato de comida y se sentaba educadamente en la mesa para almorzar. Incluso rezó un par de oraciones. No le agradaba que tuviera cara de buena persona.— ¿sería él el físico que ha permanecido oculto hace 15 largos años?

Decidió hacerse su amigo, era la única forma de aclarar sus dudas.

—Hola, soy Newton.—

El hombre que comía desaforadamente levantó la vista para ver al tipo que lo saludaba.—

—Soy Copérnico.—

—Ajá— Me gustaría mucho platicar contigo las leyes que he inventado.—

—Bien…no tengo problema.—

Eriol se asustó un poco, al verlo comer de esa manera. Podía atorarse. Estuvo a punto de llamar a una enfermera para advertirle, pero después se retractó ya que ese acto era de una persona "cuerda". ¿Pero si moría como averiguaría el paradero de los planos? ¿Y si era él el físico?

Un escalofrío recorrió su espalda, al notar la presencia de Einstein cerca. No sabía porqué, pero de daba la impresión que él también tenía algo que ver en esto ¿Cómo saberlo? –aunque descartó inmediatamente esa opción, ya que con sólo mirarlo, uno de podía dar cuenta que de verdad estaba loco.— De todas formas, algo le impedía ignorar a ese hombre de cabellos castaños. Una fuerza extraña lo ligaba a él, aunque no quisiera.— ¿sería porque tocaba el violín y él era aficionado a ese tipo de música?—

—¿la señorita Meiling?—preguntó de repente—

—¡Está conmigo!—saltó Hulk desde el otro extremo del comedor.—

—Ahhh bien.— respondió de mala gana Newton.—

Una enfermera se acercó hasta quedar de pie justo a su lado, con una bandeja en la mano.—

Volteo sin interés para ver a la persona y se dio cuenta que era la misma muchacha que había caído del árbol…Pero ahora estaba vestida de ¿enfermera?—

—Buenas tardes, Newton.—saludó firmemente.—

—Buenas tardes.—contestó él algo nervioso

—Aquí tienes tu almuerzo.—

—Ahhh gracias señorita…

—Daidouji.—

—Daidouji…—dijo fingiendo una sonrisa

Ella depositó la bandeja en la mesa, frente a él y se sentó a su lado, y esperó pacientemente hasta que acabó todo su almuerzo.—

—¡Gracias por la comida!—chilló Copérnico ante el cuarto plato de comida que comenzaba a devorar.—

—Si.—afirmó Eriol satisfecho, apartando el plato de comida.—

—¿Ehh? ¡Aún te queda en ese plato! ¡Acábalo todo!

—Pero ya no puedo más…

—Nada de excusas… ¡come!

Eriol se levantó enfadado y no la tomó en cuenta. Notó que ella se levantaba también y salió corriendo del comedor y se ocultó en el patio. Tomoyo estaba frustrada.—

—¡Señorita Daidouji! Usted tiene que tratar a sus pacientes con respeto…—le aconsejó la enfermera Diestrish.—

—¡Pero no me hace caso!

—Mire, cuando un paciente no desea comer más, usted debe convencerlo por las buenas, y si no, le retira el plato.—

—Está bien.—musitó desganada.—

—De a poco aprenderá a tratar a los pacientes, pero no debe ser tan ruda.— Dijo la colorina retirándose.

Tomoyo se cruzó de brazos y miró por la ventana. Newton había desaparecido sin dejar rastro. Tendría que explicarle que de ahora en adelante ella iba a ser su enfermera…aunque él se opusiera.—

……………………………

Descansó y pudo recuperar el aliento. Se encontraba sobre una rama de un árbol, oculto entre sus frondosas hojas. Si que había pasado un susto.— ¿desde cuando la señorita Daidouji era enfermera? ¡Y más encima SU enfermera!...tendría que soportarla. ¿Y porqué no le advirtieron nada? Él tenía derecho a opinar, o al menos eso creía.—

A pesar de su belleza, igual le causaba cierto temor esa mujer, ya que era muy estricta, al igual que su tía.

Comí demasiado.—se quejó sobando su estómago.—

Cerró sus ojos azules para sentir con sus otros sentidos, la música. Era Einstein quien tocaba el violín nuevamente. La composición que escapaba de sus notas era fabulosa y creyó haberla escuchado antes en algún otro lugar. Pero ¿Dónde estaba? Miró detenidamente el sector, buscándolo. Se encontraba unos cuantos metros mas a la derecha, sentado sobre el césped, con las piernas totalmente estiradas, la espalda apoyada contra un pequeño árbol, los ojos cerrados y muy concentrado en su tarea.— Si que tocaba hermoso, melodías que lograban sobrecogerle el alma.—

Se fijó en el rostro de él, era sereno, tranquilo, inspiraba paz. Luego se fijó en sus manos, estaban limpias y tomaban con seguridad el instrumento. El cabello castaño que caía sobre su frente se ondulaba lentamente, golpeando sus ojos cerrados.

De pronto, sus ojos se abrieron y miraron hacia el frente.—Eriol lo observaba silencioso y curioso desde la rama del árbol. Lanzó un suspiro y dejó el instrumento de lado. Llevo sus manos a la cabeza.—

Eriol estaba a punto de pegar un brinco, bajar, llegar hasta él, sentarse frente a él y preguntarle que demonios le sucedía. ¿Porqué no continuaba tocando?— Pero no lo hizo. Porque no sabía porqué le importaba lo que le sucediera a ese paciente… ¿ese trabajo es de las enfermeras, no? ¿Entonces porqué se preocupaba?...tantos porqués y ninguna respuesta…

Entonces saltó. Ya no soportaba las dudas que acosaban su cabeza, quería preguntarle si estaba bien, si tenía algún problema, aunque fuera un simple loco en este sanatorio. No, no era un simple loco, era uno muy especial, ya que era el único capaz de tocar tal instrumento tan bellamente y con tal estilo.

Avanzó paso por paso, mirando su cuerpo lacio, sus ojos entrecerrados, aún fijos en el frente, sus manos descansando inertes sobre el césped y el violín a su costado.

Solo unos metros faltaban para llegar hasta él, cuando fue interrumpido por un grito. Del susto sólo atinó a esconderse atrás de unos matorrales y atisbar la situación.—

—¡Einstein! ¡Ven a jugar!—gritaba Max Planck.—

—¿Ehh? No, no quiero…

—Di que si…o sino les contaré a todos nuestro secreto.—

Li se levantó de golpe y tomó el violín. Lo cargó en su hombro, con resignación y avanzó donde su amigo.—

—¿y a qué quieren jugar?—preguntó el castaño.—

—¡A las escondidas!

—¡No pienso jugar a eso!

—Recuerda nuestro secreto…

—Cuéntalo si quieres…dudo mucho que alguien te crea Max…

—¡Pero no te enojes conmigo!—dijo Planck aferrándose a los pies de Li.—

—Sólo digo que ni sueñes a que jugaré a las escondidas contigo y menos soportaré que me chantajees.—

—¿Qué es chantajear?

—Bueno, es…—Una gotita cayó por la nuca de Li.—

—¡Es una cosa que se le echa a la comida!—gritó un amigo de Planck.—

—¡No es una cosa que brilla en la oscuridad!

Finalmente todos se largaron caminando, mientras discutían sobre lo que significaba "chantajear". Eriol suspiró detrás de su escondite, mirando fijamente a Li.—

¿Qué secreto ocultaba?

Continúa.

Perdón. Perdón. Lo siento, gomen!. El retraso fue atroz y lo sé. Lo lamento, mis queridos lectores de esta historia loca. Espero que este capítulo compense su espera.

No se imaginan como saltaba de alegría cuando encontré el disquete extraviado, en donde tenía el resto de los capítulos. Así que he aquí el noveno capítulo, y la próxima semana subiré el décimo, porque tengo que arreglar unos pequeños detallitos.

Muchos besos a todos aquellos que todavía tenían las esperanzas puestas en mí y en este fic.

Bye bye! Se despide su fiel servidora...¡Madonna!

No, please. Otra loca más?

Makita.-