Hola, este es una pequeña explicación sobre mi primer ficc El Capitán y la Dama Blanca. Hay una larga historia tras estos personajes que afecta directamente a los protas de mi ficc: Sirius Black y Arya Válanar, un personaje de mi creación, aunque en esta historia los fundadores de Hogwarts son los protagonistas, junto con un romance olvidado entre los primeros elegidos por el León y la Serpiente. El primer capítulo está dedicado a Godric Gryffindor.
Sólo desearos que os guste y que me dejeis vuestra opinión, y sino también.
Besos
Daynes
Declaración: nada es mio, todo es suyo y lo que ya sabéis...
El León Herido
Estaba sentado, con la simple luz de algunas antorchas, esperando. Sabía que ella vendría. Su lugarteniente. Su más fiel seguidora. El único amor de su vida. Sus manos se crisparon entre sus largos cabellos rubios.
La gran puerta se abrió sin apenas hacer ruido y allí estaba ella. Aura Válanar. La Dama Blanca. Aquellos rizos oscuros sobre la blanca armadura. La mujer que nunca quiso llevar un vestido, iba vestida ahora con unos simples ropajes marrones y grises bajo su capa negra. Un leve murmullo la seguía. Su tez estaba macilenta, revelando un profundo cansancio y a pesar de todo había venido. Entonces se dio cuenta. La curva de su vientre. Una criatura que debió de haber sido suya.
- Godric... - aquel susurro triste ya no se parecía a la dulce voz que antaño llenaba sus oídos. Apenas se dio cuenta de cuando se le acercó, posando una de sus manos en su mejilla, sucia y sudorosa -... mi señor, debéis volver. Os necesitan más que nunca - apartó la mano de la mujer de su cara como si le quemara.
- ¿Y que hay de lo que yo necesito! - rugió mientras se erguía en toda su estatura - ¿Acaso se han parado a pensar siquiera lo que yo necesito¿Dónde estabais cuando yo os necesitaba! - la mujer permaneció impasible ante la imponente figura del mago.
- Siempre he estado aquí, Godric. Nunca quise apartarme de vos - su voz serena no hizo más que avivar el fuego que le corroía las entrañas.
- Pero lo hicisteis, os fuisteis. Me dejasteis solo - Ella negó con la cabeza y apoyó una de sus manos sobre el león bordado en el pecho del hombre, justo donde palpitaba su corazón.
- Siempre he estado aquí - repitió -, donde reside vuestra magia y vuestro valor. - el hombre miró aquella pequeña mano que bajaba y subía en su pecho. Una de sus manos la acarició. Sus manos, más perecidas a las de un guerrero que a las de un mago. Cerró los ojos, evocando momentos felices que se iban extinguiendo sin que pudiera hacer nada.
- Volved conmigo, Aura. Volved como mi esposa - con mucha delicadeza atrajo su mano a su cara, depositando un tierno beso en su palma. Y con la misma delicadeza ella la apartó, depositándola sobre su abultado vientre, con la mirada perdida en algún punto de la sala.
- No. Sabéis que no puedo. Siempre os he querido, pero no como vos merecéis - sus manos agarraron por los hombros a la mujer. Se oyó un tenue chirrido metálico que no le pasó desapercibido.
- Él nunca podrá haceros su esposa. Tiene una familia a la que vos no podéis pertenecer - ella seguía sin mirarle a la cara - Vuestro hijo será un bastardo. Yo le daré mi nombre como si fuera mi propio hijo.
- Mi hija... - dijo tranquilamente - ya tiene un padre. Ha renunciado a su casa... - Sorprendido, Godric la soltó. No se esperaba eso de Theron Black. Salazar Slytherin acababa de perder su más fiel aliado, el Capitán de su clan. El rostro de la mujer comenzó a ser surcado por tímidas lágrimas - ... a su nombre, a su familia, por mí. Nunca podrá volver - el susurro de una tela al caer al suelo hizo que Godric elevara la mirada por encima de la mujer, encontrándose con un par de ojos grises que conocía muy bien.
- Tampoco yo querría volver - era casi tan alto como el rubio. Su largo pelo negro estaba enmarañado en una cola. Su armadura, antes el orgullo del slytherin, estaba ahora aboyada por multitud de sitios. Apenas se podía llamar capa a lo que pendía sobre sus hombros. El pomo de su espada estaba partido. ¿Tanto habían cambiado las cosas desde que él se había ido? El moreno se acercó a la mujer, cogiendo posesivamente una de sus manos. Una sonrisa se asomó en su rostro mal afeitado - Con este aspecto ni me reconocerían. No me miréis así, Gryffindor. Sabéis mejor que nosotros que en estos tiempos es mejor no llamar la atención. No puedo permitir que nos encuentren - miró en vientre de la mujer - ahora no.
- Tenéis mucho valor para presentaros así en mi presencia, Capitán - dijo haciendo notar todo su desprecio.
- Yo también me alegro de veros, Gryffindor. Me encantaría satisfacer vuestras ansias de venganza pero hay asuntos más urgentes en este momento.
- ¿Y por qué debería creeros?
- Por qué sé como acabar con él.
- ¿Habéis olvidado que era mi amigo?
- Vos lo habéis dicho era. Vuestra amistad ya no significa nada para él. Apenas le queda alma que desperdiciar en sentimentalismos como hacéis vos - había cinismo en cada una de sus palabras - Prefiere aprovecharla para mantenerse vivo.
- Sé lo de los Horcruxes.
- ¡Entonces me gustaría saber que demonios hacéis aquí, cuando tanta gente, magos y muggles por igual, muere por todo el país¡Lameros las heridas como un perro no os ayudará! - en un instante Godric sacó su varita apuntándole directamente al corazón. Aura se interpuso entre los dos.
- ¡Apartaos!
- No, mi señor. Por mucho que os duela, él tiene razón y lo sabéis - Sí, Godric Gryffindor lo sabía. Pero aquel hombre le había quitado lo que más quería, su mayor apoyo, y eso es algo que no podía olvidar fácilmente. - Sé que os he causado un gran dolor que ninguna palabra que diga podrá apaciguar, pero, por favor, escuchadme. Volved por la gente de este país - El moreno bajo la cabeza y poco a poco apartó a la mujer de su lado. Y, para sorpresa del león, se arrodilló ante él, humillándose.
- Nunca pensé que algún día os diría esto: Sois el mejor mago, el mejor hombre que jamás he conocido. Debéis volver o todo estará perdido. Sois el único capaz de vencerle. La escuela no aguantará sin vos al frente. Os lo ruego, no por mi honor, ya que estoy seguro de que no me creeréis - una triste sonrisa se cruzó en su rostro cansado -, sino por toda la gente que os quiere y que os echa de menos - y sus ojos grises se volvieron con una ternura tan infinita hacia la mujer, que Godric tuvo la certeza que la amaba profundamente. Nunca antes había visto tal muestra de sinceridad en aquellos ojos siempre fríos como el hielo. Ira, furia, desprecio, arrogancia, crueldad, odio, pero nunca amor.
Lentamente, bajó su varita. Miró a Aura en el momento en que ésta apartó los ojos brillantes del hombre que amaba y se volvía a mirarle. Ella siempre había estado allí, siempre le había querido, como a un padre, como a un maestro, como a un amigo. Ella seguía siendo La Dama Blanca, su Dama Blanca, el orgullo de su corazón. Posó una de sus manos en los hombros del Capitán, el que había sido uno de sus mayores detractores, el que había odiado a esa mujer desde la primera vez que la vio. No, se dijo a si mismo, estaba seguro de que, en el fondo, siempre la había amado.
- Tenéis razón, señor. Estaba ofuscado por mi propio miedo - poco a poco Theron Black se fue levantado - La autocompasión no es buena compañera. Os doy las gracias a los dos por abrirme los ojos, pero antes que nada quiero hablar con Salazar. No voy a utilizar nada en su contra si aun tengo una oportunidad para hacerle volver a ser el amigo que conocí.
- Respeto vuestra decisión aunque no la comparta - dijo Black recogiendo la capa caida mientras Aura se le acercaba y tomaba su mano entre las suyas.
- Sabéis que podéis contar con nosotros, mi señor - Godric se preguntó por qué había dudado de ella.
- Me alegro de tener tan buenos aliados. Volvamos a Hogwarts, la Orden ha de ser reunida de nuevo - El moreno miró por un instante al mago, el frío había desaparecido definitabamente de sus ojos y lo miraba con respeto. Abrazó a la mujer y depositandole un dulce beso en la frente, ambos desaparecieron de la vista del león.
Sabía que su herida nunca sanaría del todo pero ya no le importaba tanto. Había mucho que hacer y enmendar. Apagó las tenues luces que aun alumbraban el lugar. Cerró los ojos y pensó en el que había sido su verdadero hogar. La sala quedó vacía cuando el amanecer comenzó a surgir en el horizonte.
