Disclaimer: Panem y los personajes que viven en él son propiedad de Suzanne Collins, yo solo me divierto creando nuevas historias a costa de ellos.

Esta historia es parte del Foro "El diente de León" y participa en el reto "Pidiendo Teselas".


Escrito en las estrellas

Katniss POV

– ¡Nuestros tributos para los Septuagésimo Sextos Juegos del Hambre: Ignis Brunne y Kohle Black!- la voz de Effie Trinket, con su afectado acento del Capitolio y su entusiasmo completamente fuera de lugar, por primera vez en mi vida consiguen inyectarme algo de optimismo.

Lo he conseguido. Esta ha sido mi última Cosecha y a pesar de las veintiséis papeletas con mi nombre dentro de la urna, he conseguido librarme.

Intento que el pánico en la carita pálida de Ignis, la niña rubia de catorce años, la edad de Prim, no me afecte. También hago lo posible para ignorar a la chica que se pone a llorar junto a mí sujetándose el estómago mientras ve como Kohle, quien asumo es su hermano o su novio, es escoltado hacia el interior de Edificio de Justicia.

Giro el cuello, buscando a mi hermana en la multitud. Mamá le ha recogido el pelo en cuatro trenzas que se unen en lo alto de su cabeza en un elegante moño. Su cabeza rubia sobresale un poco entre sus compañeras, mucho más pequeñas. Ha pegado un estirón considerable en los últimos dos años hasta alcanzar mi estatura. Desde ahora, resulta evidente que será mucho más alta de lo que soy yo, lo cual me viene bien porque eso significa que mis esfuerzos no han sido en vano y mi pequeño patito está creciendo bien.

La chica a mi lado sigue soltando alaridos, al punto que veo como uno de los agentes de paz se abre paso entre la multitud sosteniendo una jeringa plateada en la mano. Un pequeño pinchazo en el codo y el ataque de histeria se acaba. La chica yace inconsciente en brazos de un hombre de mediana edad con el uniforme reglamentario de color blanco que se la lleva a alguna parte.

Acabado el espectáculo, se nos da permiso de irnos a nuestras casas. Me abro camino entre la gente hasta que consigo llegar hasta mi hermana, que rodea mi cintura con sus esbeltos brazos y dobla las rodillas para apoyar su rostro en mi pecho, del mismo modo en que lo hacía cuando era más pequeña.

–¡Cuánto me alegro, Katniss!- dice con la voz ahogada contra la tela del bonito vestido verde que mi madre ha insistido que use para esta ocasión, una reliquia de la época en que vivía con sus padres como la hija de un boticario y no como la humilde esposa de un minero.

Apoyo la barbilla sobre el cabello, rubio y suave, de mi hermana y suelto un suspiro.

Me he librado. Estoy libre de la Cosecha.

En medio de la plaza en que mis más aterradoras pesadillas toman forma, me permito ser feliz.

Peeta POV

La veo moverse a través de la multitud hasta alcanzar a su hermana. El sol se ha movido en el cielo de tal manera que forma un ángulo curioso con sus cabezas, colocando un halo dorado que hace que ambas, tan diferentes entre sí, luzcan como seres angelicales.

–Eventualmente ella se dará cuenta de que eres un acosador que no deja de mirarla- dice Taxus, uno de mis hermanos, mientras me rodea el cuello con el brazo. Luego flexiona el codo y me atrapa en una llave de la que me desembarazo sin mayor problema mientras lo empujo juguetonamente- ¿Qué se siente saber que te has librado de la Cosecha?

Mi mirada busca a Katniss y a su hermana antes de contestarle y mi hermano suelta una risita.

–Bueno, que tú y tu chica se han librado- rectifica él rodando los ojos mientras examina sus uñas, medias lunas negras debido al polvo del carbón.

Tax ha empezado a trabajar en las minas desde hace unos cuantos meses, cuando resultó evidente que no teníamos suficientes ganancias en la panadería como para poder permitirnos que toda la familia se dedicara únicamente a eso. En consecuencia tanto él como mi otro hermano, Phylus, han tenido que empezar a trabajar en las minas.

En mi caso es diferente: las manos de papá tiemblan demasiado como para poder encargarse del glaseado de las tartas y las galletas, mientras que mi madre no tiene la paciencia ni las ganas de hacerlo ella.

El resultado es que yo sigo siendo el hijo del panadero.

–No es mi chica- suelto entre dientes-. Ni siquiera sabe que existo- agrego con tristeza.

–Ya. Una lástima que no los hayan cosechado juntos. Así al menos habrías tenido la oportunidad de hablarle.- bromea él.

–No es gracioso, Tax.

Una sonrisa fácil se instala en su cara.

–Sí que lo es. ¡Tú no valoras mi simpatía natural!

Antes de darme cuenta, estoy riéndome. Resulta incorrecto el hacerlo en este ambiente, donde al menos una familia estará de luto en cuestión de una semana, pero el alivio de saber que nunca tendré que pasar por ese infierno que es la Arena y que Katniss tampoco, burbujea en mi interior y me hace sentir dichoso.

Katniss POV

La felicidad no está hecha para durar.

Primero, sobrevienen los resultados de los Juegos: Ignis cae en el baño de sangre, con el hacha del chico del Siete enterrada profundamente en el pecho. Kohle avanza hasta los últimos doce, pero cae en una trampa en la Arena que hace que se hunda en un agujero que cubre su cuerpo de hormigas carnívoras que lo dejan convertido en un amasijo de carne irreconocible.

La chica que tuvo un ataque de histeria durante la cosecha, quien resultó ser su novia, se convierte en una visitante asidua de mi casa. Su madre la lleva para que la mía le recete hierbas que mantengan a raya sus nervios, los cuales la hacen gritar histéricamente pues asegura que el fantasma de Kohle la ha venido a buscar aquí al distrito. Mamá se encarga de mezclar hierbas que la mantengan tranquila, pero que no le hagan daño a la criatura que crece en su interior. Un niño que nunca llegará a conocer a su padre.

Los Juegos llegan y se van. Coronan a una chica del distrito Uno y los demás nos esforzamos por olvidar que una vez más hemos perdido a dos de nuestros chicos. Luchamos por seguir adelante como si la desgracia no hubiese tocado la puerta.

Pero he aquí algo que debes saber sobre las desgracias: nunca parecen venir solas.

Aprendo eso de la peor manera posible. Estoy limpiando a una de mis presas dentro de la carnicería de Rooba, el lugar en donde, en teoría, estoy trabajando ahora que soy mayor de edad y he acabado la escuela. Supongo que podría considerarse cierto. Yo continúo con mis expediciones de caza y le vendo la mayor parte de mis presas a ella. En cualquier caso, me permite mantener a Prim y a mi madre bien provistas de comida y de aquellas cosas que no puedo conseguir en el bosque: velas, ropa y carbón.

Intento cazar más de la cuenta para ayudar a la familia de Gale, que con todo y su horario de seis días a la semana en la mina, ahora lleva menos dinero y comida a su casa de la que conseguía en la época en que ambos nos dedicábamos a cazar.

Acabo de arrancarle la piel a un conejo especialmente gordo cuando lo escucho: las alarmas.

El sonido me devuelve casi siete años en el tiempo. Vuelvo a ser una niña de once años sentada en su pupitre en la escuela que escucha la cosa más terrible que puede llegar a tus oídos en nuestro distrito: las sirenas que anuncian que ha ocurrido un accidente en las minas.

La sangre se hiela en mis venas y me levanto, con pasos tambaleantes, y me asomo por la ventana. Las personas corren por las calles creando una mezcla de gritos, gemidos y llanto que hace que mis peores miedos se vuelvan realidad.

Mis manos apenas si son capaces de encontrar el pomo de la puerta y, antes de terminar de razonar lo que está pasando, estoy corriendo a través de las calles, con una sola palabra rebotando en el interior de mi cabeza: Gale.

Peeta POV

Cuatro botellas de leche se caen de la encimera cuando somos sorprendidos en la panadería por las alarmas que anuncian el accidente en las minas.

Las veo caer en cámara lenta. El cristal se hace añicos contra las tablas del piso y el líquido blanco se derrama por el suelo, mezclándose con la harina que ha volado de la mesa, formando una mezcla pegajosa sobre las tablas de madera. A nadie le importa. Ni siquiera mi madre, con todo y que no se le puede catalogar como una mujer emocional, puede fingir indiferencia ante el pánico que se desata cuando las notas de la alarma colman el aire.

La gente empieza a correr como loca por las calles. No es para menos, nuestra industria depende del carbón y, por ello, todos tenemos al menos a una persona entre nuestras familias o amigos, que trabaja en las minas.

Ni siquiera nos molestamos en cerrar la puerta. Simplemente corremos hacia las minas, seguros de que todos estarán tan descolocados como lo estamos nosotros. Los bomberos y los auxiliares de salud aparecen junto con las familias desesperadas que intentan meterse a la fuerza a las minas en un vano intento por rescatar a los familiares perdidos.

En medio de la conmoción, veo la figura, pequeña y delgada, de Katniss. Se abre paso a empujones y codazos hasta que consigue colocarse en la fila delantera, se aferra con las manos al grueso mecate que han colocado como una improvisada línea de seguridad. Sus nudillos se tornan blancos por la fuerza que está ejerciendo, como si el hueso quisiera abrirse camino a través de la piel olivácea de sus delicadas manos.

Me muevo entre la gente, dividido entre la preocupación por mis hermanos y la necesidad de comprobar que ella se encuentre bien. Mi memoria viaja en el tiempo y logro recordarla hace unos siete años, en un accidente distinto. Su mano aferrada a la de su hermana mientras su madre lloraba desconsoladamente por la pérdida que acababa de sufrir. Me muerdo el interior de la mejilla. ¿A quién busca Katniss ahora?

La pregunta se me antoja estúpida en el momento exacto en que llego a formularla, pues existe una sola respuesta: a Gale.

Estoy a punto de acercarme a hablarle, aún y cuando no tengo idea de qué puedo decirle. ¿Qué se puede decir en un momento así? En cualquier caso, el momento se pierde en el instante en que se abre el ascensor y sale la primera ronda de mineros rescatados.

Veo un destello de cabello rubio y entonces Tax está de rodillas en el suelo ennegrecido, con arcadas y el rostro drenado de cualquier color. El alivio me recorre el cuerpo. "Uno menos" pienso mientras veo como uno de los socorristas lo ayuda a levantarse y le coloca una mascarilla de oxígeno para ayudarlo a limpiar su cuerpo del aire malo que ha inhalado.

Gale Hawthorne no es parte de ese grupo. Tampoco lo es Phy.

Mi padre se acerca al rincón en que están tratando a mi hermano mientras mi madre empieza a murmurar cosas sobre lo que podría estar haciendo la gente con la panadería ahora que la hemos dejado sola. No hay compasión en sus palabras para la gente que empieza a llorar desconsolada que aún no encuentra a su familia cuando aparece un segundo ascensor con otros diez mineros. Phy sigue sin aparecer… tampoco lo hace Gale.

La multitud empieza a disolverse conforme algunos van encontrando a sus familiares. Me muevo hasta quedar justo al lado de Katniss, que observa sin parpadear la abertura en la que aparecen los ascensores.

El ascensor se abre, revelando a otros tres mineros. Solo tres. Siempre el último ascensor en subir es el que tiene menos gente adentro. Tres personas. Tres sobrevivientes. Y ninguno de ellos es uno de los que espero.

Siento mi estómago encogerse en el interior de mi vientre en el momento en que el último minero es atendido. Mis oídos parecen bloquear los sonidos a mí alrededor y no soy consciente de nada. Escucho con vaguedad el llanto que se abre paso por gargantas ajenas. Un eco lejano del dolor que estoy sintiendo yo mismo.

Mi hermano Phy y Gale…. Resulta obvio que la lista es mucho más extensa, pero en este momento no tengo cabeza para contabilizar ninguna otra muerte. La cabeza me da vueltas y siento un grito atrapado en el fondo de mi garganta que no sé cómo ayudar a salir.

En medio de mi desconcierto, veo como el cuerpo de Katniss parece girar sobre sí mismo.

Es una cuestión de instinto el extender los brazos hacia el frente y atraparla antes de que caiga. Sus ojos se encuentran con los míos por un segundo antes de que ella pierda el conocimiento. Un gris inundado de una tristeza idéntica a la mía.

En el instante en que ella se desvanece, hago lo único que puede hacerme sentir mejor en este momento: la abrazo.

Katniss POV

Es como si el tiempo no hubiera pasado. Vuelvo a ser esa niña que gritaba advertencias en medio de sus sueños para un padre que no llegaría a escucharlas nunca. Del mismo modo, intento advertirle a Gale, pero las palabras se atoran en mi lengua y no consiguen llegar afuera.

El mundo empieza a girar a mí alrededor y yo pierdo el control sobre mi cuerpo. Mis rodillas fallan y me precipito hacia el suelo. No consigo reunir la fuerza de voluntad necesaria para interponer mis manos, evitando el impacto directo de mi rostro contra la superficie llena de pedruscos que rodea la mina. Me limito a cerrar los ojos, a la espera de un golpe que no llega.

Unos brazos fuertes se enroscan alrededor de los míos y me acunan contra un pecho cálido y musculoso. Parpadeo rápidamente, intentando reconocer a la persona que me ha salvado de caer, pero no soy capaz de despegar los ojos de su mirada azul para estudiar el resto de sus rasgos.

Me sumo en la nada.

Azul.

Me encuentro envuelta en un manto de ese color. Brillante, infinito y, curiosamente, cálido.

No consigo sacarme el color de la cabeza y a pesar de que como sueño no dice mucho, resulta extrañamente reconfortante. Me dejo envolver en una bruma de color azul que me anestesia, convirtiendo mi dolor en un eco distante. En consecuencia, consigo mantenerme entera. Como si alguien hubiese untado con cola los pedazos de mí que quedaron después de sufrir otra pérdida impensable.

Sin embargo el sueño no dura para siempre y, antes de lo que me habría gustado, me encuentro regresando, de manera lenta y pausada al principio y luego de golpe, a mi realidad.

No existe el consuelo para mí de pensar que se ha tratado de un mal sueño. En el instante en que recupero la conciencia y despierto tumbada en la cama que comparto con Prim en nuestra casita en la Veta, recuerdo con claridad el horror: el accidente, la alarma y su muerte.

Gale.

Me hago un ovillo entre las mantas que alguien, seguramente Prim, ha dejado sobre mi cuerpo. La lana, vieja y desgastada, no hace nada por aliviar el frío de mi cuerpo. No tiene importancia, porque el problema no se encuentra afuera. No es solo mi piel la que no consigue entrar en calor…

Cierro los ojos y pienso en el día en que conocí a Gale. Yo tenía doce años y él unos catorce. Encontré una de sus trampas en el bosque y me puse a inspeccionar su trabajo. Hice un trato con él ese día: si él me enseñaba lo que sabía sobre armas, yo le instruiría en el sutil arte de la cacería con arco.

No pasó mucho tiempo para que nos volviéramos inseparables y, aún ahora, aprovechábamos cada minuto libre que teníamos para cazar juntos.

"Pero nunca más" pienso con amargura mientras me cubro la cabeza con las mantas. ¿Lo di por sentado todo este tiempo?

Me doy cuenta de que he sido una ilusa al pensar que el final de los Juegos para él y para mí era un sinónimo de que habíamos conseguido nuestra seguridad. Que el haber pasado más de una tercera parte de nuestras vidas aterrorizados por la posibilidad de que nos seleccionaran se encargaría, de alguna manera, de garantizar que viviríamos con tranquilidad el resto de nuestros días, preocupándonos simplemente por el destino de nuestros hermanos pequeños.

Pienso en papá y en el vacío que dejó su muerte. Pienso en mi madre, que se convirtió en un cascarón vacío después de que él se fue para siempre. En ese entonces, me resistí a ceder a la infinita tristeza que me embargaba, por el bien de Prim. Porque me rehusaba a que mi hermanita y yo acabásemos en el orfanato por culpa de la falta de fuerza y voluntad que había exhibido mi madre. Me esforcé por hacer que las cosas marcharan mejor y lo conseguí. Pero ¿ahora? Si me dejo ir… si me marcho a la deriva y me sumo en mi propia tristeza ¿qué pasaría entonces?

–¡Has despertado!- la voz de mi hermana me llega desde muy lejos. Apenas si soy consciente de sus bracitos, delgados y blancos, envolviéndose a mi alrededor -¡Oh, Katniss! Lo siento tanto, tanto…

Ni siquiera me doy cuenta de que estoy llorando. Al principio creo que la humedad que cubre mis mejillas proviene de los ojos de Prim, pero ella me observa con gravedad y se limita a apretarme con más fuerza.

En la oscuridad de la habitación, protegida por los brazos de mi hermana, me permito llorar.

Peeta POV

Catorce muertos. Un equipo de trabajo de diez y cuatro miembros de otro que no consiguieron salir lo suficientemente rápido cuando su canario dejó de cantar y terminaron envenenándose con el aire malo de las minas… o tal vez aún vivían cuando sobrevino la explosión. No nos queda nadie capaz de decírnoslo…

El alcalde, siguiendo órdenes del Capitolio, decreta que se realizará un funeral conjunto para todas las víctimas. De haber tenido restos que enterrar, tendríamos catorce ataúdes. En su lugar, hay catorce familias que recibimos, por turnos, medallas plateadas de manos del alcalde como una muestra de respeto. Katniss se encuentra junto a la familia de Gale, dos familias hacia la izquierda de la mía. Tiene los ojos hinchados y enrojecidos y la cara terriblemente pálida. Sus mejillas se ven ligeramente hundidas como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que ha comido algo.

La imagen me recuerda dolorosamente a una noche, hace años, en que la vi con la misma desolación en el jardín de mi casa, justo después de que mi madre la amenazara con echarle a los agentes de paz si continuaba rebuscando en nuestra basura. Recuerdo mi necesidad de hacer algo por ella. Del momento exacto en que moví la bandeja que se encontraba en el horno para hacer caer los panes, dorados y perfectos, que mi madre había colocado ahí unos minutos atrás. Recuerdo el dolor ardiente en el costado de mi cara cuando mi madre usó el mango de la paleta que utilizábamos para sacar las bandejas calientes del horno para golpearme. Por último, recuerdo su mirada plateada, cargada de desolación y la chispa de esperanza que brilló en sus ojos en el segundo en que me permití observarla cuando le arrojé los panes.

–Estamos en el funeral de nuestro hermano- me advierte Tax- ¡deja de mirarla! – sisea cerca de mi oído.

Aparto la mirada avergonzado, pero no soy lo suficientemente rápido. Su mirada se encuentra con la mía por un instante.

Katniss POV

Me siento absolutamente turbada en el momento en que la mirada de Peeta Mellark se encuentra con la mía y no es hasta que él aparta los ojos que siento que puedo volver a respirar.

Reparo, por primera vez, en que su familia se encuentra aquí. No me había dado cuenta de que alguno de sus hermanos había empezado a trabajar también en las minas. No he tenido cabeza para nadie más que para Gale, pero sin duda todos los que estamos aquí hoy hemos perdido a alguien.

La primera vez que vi a Gale en mi vida, fue en una reunión idéntica a esta, a la espera de que el Alcalde Undersee repartiese las medallas que el buen Capitolio tanto se esmera en preparar como compensación de nuestras pérdidas.

Cuando llaman a la familia de Gale, Rory, quien ahora es el hijo mayor, avanza hacia el escenario pretendiendo lucir fuerte, pero veo sus manos temblar cuando reciben la cajita negra con una placa redonda con el nombre de su hermano grabado en ella. No significa nada para mí, porque es como intentar cubrir una herida de bala con un bandita. El otro gran regalo del Capitolio es un mes de salario para Hazelle y su familia, con la esperanza de que un mes sea suficiente para que ellos vivan su duelo y puedan salir adelante.

Observo el rostro de Hazelle y siento alivio al notar que no tiene la misma mirada perdida que tenía el de mi madre cuando éramos nosotras quienes estábamos en esta situación. Me pregunto si sentirá todo esto como una broma cruel del destino o una especie de déjà vu. Perdió a su esposo en las minas y ahora, ni siquiera una década más tarde, ha perdido a su hijo mayor también.

Me muerdo el labio, en un intento de no empezar a gritar. Mi atención es atraída hacia el escenario cuando Phylus Mellark es llamado. Veo a Peeta subir los escalones con paso lentos. Los rizos rubios caen en ondas sobre su frente y a pesar del dolor que veo en su mirada, parece curiosamente entero. Me doy cuenta de que lo envidio, porque de alguna forma ha salido victorioso ahí donde yo no. Ha conseguido mantenerse firme a pesar de su pérdida.

No me doy cuenta de que he estado observando fijamente a Peeta Mellark hasta que él regresa con su familia y noto la mirada de su otro hermano sobre mí. Tiene los ojos de un color café claro y, cuando nuestras miradas se encuentran, él se permite sonreír.

Peeta POV

Antes de darnos cuenta, ha pasado casi un mes desde la muerte de Phy.

Papá utiliza una camisa vieja para hacer un lazo negro que cuelga de la puerta de la panadería y se sumerge de lleno en el trabajo. Mi madre descarga su propia frustración volviéndose más irascible que de costumbre y papá le pide a Tax que deje de trabajar en las minas y regrese a la panadería. Él intenta negarse, porque sabe que seguimos necesitando el dinero, sin embargo el argumento de mi padre es infalible: si él muere también, entonces perderemos mucho más que lo que podría estar aportando con su salario. Ante eso, mi hermano acaba cediendo.

Papá guarda el dinero que el gobierno nos ha dado como indemnización por la muerte de Phy en una lata que mete en el almacén y parece decidido a olvidarse de él, aún y cuando mi madre le grita durante horas por atribuirse a sí mismo esa decisión.

Veo a Katniss pasar frente a la panadería cargando un paquete tan grande para su reducida talla que, aún y con su fuerza, hace que su espalda se arquee hacia adelante.

–Podrías ir a ayudarla… – doy un respingo al oír la voz de Tax.

–No la estaba viendo- intento defenderme sin mucho afán.

Tax suelta una risa triste.

–Claro que la veías. Y lo más importante es que ella parece haberte visto a ti también.

–¿A qué te refieres?- pregunto interesado.

–Hagamos un trato, si le ayudas a cargar eso hasta la carnicería, puede que te lo cuente- dice apuntándola con un dedo.

–Tax…-digo con un suspiro- no puedo.

–Eres un pequeño cobarde- dice mientras pasa sus nudillos sobre mi cabeza.

Ambos nos congelamos, porque ese era el método de tortura favorito de Phy. Había clamado exclusividad en su uso por ser el mayor de los tres.

–Otro día será- dice mi hermano con tristeza mientras ambos vemos a Katniss desaparecer por el camino.

No consigo conciliar el sueño por las noches y, las pocas horas que consigo dormir, se ven interrumpidas por las pesadillas que atenazan mi garganta y me hacen despertar, inmóvil y empapado en sudor, sobre mi cama.

Me levanto y contemplo a Tax en su propia cama, moviéndose sin parar. Él también sufre de pesadillas. ¿Verá a Phy muriendo, una y otra vez del mismo modo en que lo hago yo? Echo un vistazo al pequeño reloj colocado sobre un banco de madera. Son las dos de la mañana. En un par de horas tendré que levantarme para encender los hornos. Observo la cama con el ceño fruncido, decidiendo si debo intentar volver a dormirme o si será mejor intentar otra cosa.

Me levanto, me calzo mis zapatos y bajo por las escaleras sin hacer ruido.

Salgo por la puerta trasera para evitar el sonido agudo que emite la campanilla que tiene incorporada la principal, la que anuncia la llegada de los clientes, y el aire de una noche de verano inunda mis pulmones. Camino por la calle, sin rumbo fijo, hasta que me encuentro a mí mismo en la Pradera.

Y mi mundo se tambalea cuando me doy cuenta de que no estoy solo. Ella también está aquí.


¡Hola! Aquí le yo con una nueva historia. Espero que les guste.

Les cuento un poco del contexto: estoy manejando, con unas amigas de fanfiction un nuevo foro llamado "El diente de león" (si les interesa pueden pasarse por mi perfil, donde encontrarán el enlace) y una de las secciones sirve para dejar ideas de historias (retos) para que, por voluntad propia, otra persona las escriba.

En un principio, cuando AlwaysEverlark dejó la idea de este reto, intenté resistirme porque tengo varias historias en curso y mi trabajo no me deja tanto tiempo para escribir como me gustaría. Sin embargo me llamaba como el canto de una sirena y, al final, no fui capaz de resistirme, segura de que podría sacarlo adelante en un oneshot y listo.

El reto concreto era lograr que Katniss y Peeta se enamoraran uno del otro aún sin ser llevados juntos a los Juegos y, por ende, sin que llegara la revolución, lo cual les da una idea aproximada de por donde puede andar la historia en general.

El punto es que empecé a escribir y las ideas no dejaban de fluir. Pensaba hacerlo en una sola entrega pero, para cuando me di cuenta, ya llevaba doce mil palabras escritas y no me sentía ni siquiera remotamente cerca de terminar. De ahí que decidiera hacerlo en capítulos.

Aún no termino de escribir la historia, pero tengo otros dos capítulos listos. Espero que les guste mi visión de cómo pudieron ser las cosas en ese contexto.

¡Sus reviews me motivan a escribir más! Tanto si les ha gustado como si no, por favor déjenme su opinión, les tomará dos minutos y ayudará a que mi semana sea maravillosa.

Saludos, E.