Disclaimer: los personajes y el Universo Panem es propiedad de Suzanne Collins. Yo me limito a escribir sobre ellos.


Capítulo 3

Katniss POV

Me despierto envuelta en una bruma de absoluta felicidad. En el momento en que abro los ojos, los primeros rayos del sol me deslumbran. Los vuelvo a cerrar y espío entre mis pestañas.

Estoy afuera, al aire libre. El sol me da de lleno en la cara y un puñado de mineros que se dirigen a su trabajo bajo tierra me observan curiosos. Me paso la mano por el rostro y noto la piel de las mejillas tensa, a causa de la amplia sonrisa que no parece querer desaparecer.

La puerta se abre tras de mí y estoy a punto de irme hacia atrás.

–¿Katniss?

Es mi madre, que me observa desde arriba con las cejas enarcadas por la sorpresa.

–Buenos días- mascullo mientras me pongo de pie y entro en la casa.

–¿Has pasado toda la noche fuera?

Sacudo la cabeza en una negación automática, aunque no estoy precisamente segura sobre lo que ha pasado durante la noche. Recuerdo estar en el prado esperando, en medio de la noche, a que Peeta cumpliera con nuestro pacto no hablado de espantar mutuamente a nuestras pesadillas. Pero él no llegó. Esperé durante lo que parecieron horas hasta que finalmente me rendí, me hice un ovillo en el suelo y me quedé dormida.

Los recuerdos se tornan borrosos después de eso. Creo que tuve una pesadilla, lo cual explicaría el dolor de muelas que tengo en este momento: desde la muerte de Gale, he tenido pesadillas horribles que posiblemente hacen que apriete los dientes mientras duermo, el dolor al día siguiente es insoportable. Aunque lo cierto es que desde que he empezado con mis excursiones nocturnas a la Pradera, las pesadillas se han mantenido a raya.

–¿En qué momento has salido?

–He… tenido una pesadilla. No he podido volverme a dormir y me he ido a dar un paseo poco después de que saliera el sol. Supongo que me he quedado dormida en la puerta cuando he regresado.

Mi relación con mi madre resulta algo complicada. Aunque ha mejorado un poco después de la muerte de Gale. Supongo que por primera vez llegué a entender a cabalidad lo que era perder a alguien con quien pensaste que contarías por el resto de tu vida, pues a pesar de que yo no era tan pequeña como lo era Prim cuando murió nuestro padre, tampoco tenía idea de la irreversibilidad de lo que había sucedido.

–¡Me has dado un buen susto! Me he despertado y no estabas en la cama.

–Lo siento- mascullo.- ¿Puedo volver a dormir?

Mamá parpadea lentamente y asiente con la cabeza.

Me meto en la cama, vacía porque Prim ha vuelto a meterse en la de mamá, y me arrebujo en las mantas. La sensación de plenitud parece no querer escurrirse de mi cuerpo. Cierro los ojos e intento recordar lo que ha pasado durante las últimas horas, sin embargo me topo con una imagen neblinosa en la que lo único que consigo recordar es la sensación de sentirme completamente a salvo.

Giro sobre mi cuerpo y, con pasmosa facilidad, me quedo dormida.

Consigo dormir durante un par de horas antes de que Prim se levante y me despierte.

Es domingo, el día libre de Gale. El día en que salíamos a cazar juntos. Siento una oleada de tristeza mezclada con nostalgia. Sin embargo no me pongo a llorar. Prim aparece en el portal, ya bañada y vestida.

–¡Buenos días!- saluda con esa alegría que la caracteriza.

–Buenos días, patito.

–¿Cómo te encuentras?- pregunta mientras se sienta en la otra cama, secándose su cabello rubio con una toalla.

–Estoy bien.

Ella examina mi rostro, buscando algo y finalmente me regala una sonrisa.

–Luces bien. Muy bien en realidad.

–¿Tú crees?

–Luces… feliz. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que habías sonreído así- dice ella con una gravedad que no debería existir en una chica de catorce años.

Me llevo las manos al rostro y me doy cuenta de que sigo sonriendo.

–He dormido bien- digo encogiéndome de hombros.

–Has estado durmiendo mejor desde hace unas cuantas semanas- acepta ella- Me pregunto por qué será.

Siento que mi cara se calienta y aparto rápidamente la mirada, decido cambiar de tema.

–¿Qué quieres que hagamos hoy?

–¿No irás al bosque?

–No. Me ha ido bien en los últimos días y siento que hace mucho que no pasamos tiempo juntas.

–¡Fantástico!- dice ella mientras aplaude. Buttercup aprovecha la alegría contagiosa de mi hermana, se sube en la cama y la golpea con la cabeza, exigiendo su atención. Prim le rasca distraídamente las orejas.

–Iré a lavarme y saldremos. ¿De acuerdo?

Prim asiente y yo me voy a nuestro baño, donde me lavo los dientes y rehago mi trenza.

Observo el espejo que papá usaba para afeitarse, el que Prim limpia religiosamente cada día para evitar que se cubra de polvo de carbón. Tengo los ojos brillantes y las mejillas sonrojadas. ¿Qué me está pasando?

Me lavo la cara y me aparto del espejo.

–¿Estás lista?- pregunto en el umbral de la puerta de la habitación.

–Sí- dice ella levantándose de un salto.

–¿Cuáles son nuestros planes para hoy?- pregunto mientras tomo la vieja chaqueta de papá para colgarla en el respaldar de la desvencijada silla que tenemos en un rincón.

–Quiero ir a observar las tartas en la panadería.

La prenda se resbala entre mis dedos y cae al suelo.

Peeta POV

–Como sigas soñando despierto, terminarás quemando el pan- dice Tax mientras convierte uno de los trapos de cocina en un látigo que utiliza para golpearme en el brazo.

–Eres un idiota.

Él se echa a reír y yo vuelvo a sorprenderme por la tranquilidad con que ha manejado la muerte de Phy.

–Otra vez me estás viendo de esa manera- se queja él.

–¿De qué manera?- pregunto yo mientras hago malabares con las bandejas dentro del horno para evitar que el pan se cocine de manera desigual.

–Del mismo modo en que lo has estado haciendo por las últimas siete semanas. Estoy bien, de vez en cuando tengo malos sueños y por supuesto que extraño a Phy. Era nuestro hermano. Pero estoy bien.

–Creo que el hecho de que tengas la necesidad de decirlo dos veces en una misma oración es prueba suficiente de que no lo estás- digo mientras cierro la compuerta, haciendo que el calor se quede adentro.

–Peeta… empieza a quejarse él, pero se detiene en medio de su frase y su rostro se ilumina con una sonrisa malévola. – ¡Pero mira quien ha venido a visitarte!

Sigo la dirección de su mirada y veo a Primrose Everdeen inclinada sobre el escaparate en que papá coloca las tartas. He glaseado dos esta mañana, justo después de estar con ella. Una está cubierta de margaritas blancas, colocadas sobre una ondulación verdosa que vendría a ser el césped, pero es la segunda la que me hace enrojecer: he hecho un montón de saetas, la planta acuática que le da nombre a Katniss y las he colocado sobre un glaseado de un suave color celeste, como un manto de agua en la que las flores brotan. Son blancas, cada una tiene tres pétalos con el centro amarillo y pequeñas motas de color púrpura.

–A ver qué opina tu novia de tus habilidosas manos- dice Tax mientras sale disparado hacia adelante.

–¡Tax!- siseo entre dientes mientras voy tras él.

Mi hermano tira de la puerta, haciendo sonar la campanilla y lo veo saludar alegremente a ambas chicas. Primrose se endereza de golpe y coloca sus manos detrás de su cintura, como si la hubiesen atrapado en medio de una travesura. Veo a Katniss adelantarse un paso, protectoramente, para colocarse entre su hermana y el mío.

No consigo reunir el valor suficiente para unirme al grupo, a pesar de que siento curiosidad por lo que Tax puede haber dicho para que la pequeña Prim se ría así. Veo como Katniss desvía la mirada y busca algo a través de las ventanas de la panadería.

De repente, siento el impulso infantil de meterme debajo del mostrador para esconderme. Pero no lo hago, porque eso me haría quedar como un estúpido. Hago la segunda peor cosa que podría hacer: me quedo en mi lugar, observando cómo Tax habla, haciendo gestos exagerados. En un momento el señala hacia la panadería y…

–¡Oh no!- gimo mientras me paso las manos por el pelo.

Mi hermano empuja la puerta y permite que una alegre Primrose y una Katniss muy seria entren detrás de él.

–¡Peetaaaa!- canturretea mi hermano mientras levanta la tabla que da acceso al interior de la panadería- tal parece que tienes una pequeña fan.

Intento controlar mi expresión y que no se note lo nervioso que me pongo al ver a Katniss fuera de nuestro ya familiar ambiente en la Pradera.

–¿Ah sí?- Tax suelta una risa ronca al ver la forma en que ha conseguido descolocarme.

–La preciosa Primrose aquí- dice mientras le pone la mano en el hombro con familiaridad- parece haberse enamorado de una de tus tartas.

Las palabras parecen haber salido disparadas de mi cabeza, porque todo lo que consigo es hacer un sonido ininteligible que hace que la hermana de Katniss sonría.

–No sabía que eras tú quien se encargaba de las tartas. Siempre hemos creído que era tu padre quien hacía esas cosas tan bonitas. ¿Verdad Katniss?

Cuando su hermana la nombra, ella no tiene más opción que componer una sonrisa e integrarse en la conversación:

–Hummm… sí.

–A Katniss le ha encantado la tarta azul. ¿Verdad que son saetas lo que tiene encima?- continúa ella.

Tax se yergue por detrás de Prim y me mira enarcando una ceja.

–Eso creo- miento mientras tomo un trapo y lo paso por el mostrador.

–Katniss ha dicho que lo son y como ella las ve todo el tiempo en el…- Prim se calla de golpe. Las expediciones de caza no son precisamente un secreto, pero tampoco es algo que se pueda soltar a la ligera por ahí, especialmente en la zona de los comerciantes donde, en cualquier momento, podría escucharla un funcionario del Capitolio, como los agentes de paz.- Es la flor por la que papá nombró a mi hermana- explica ella.

–Creo que han sobrado algunas de esas flores, ¿verdad Peeta?

Alguna queja debe salir de mi garganta en cuanto Tax lo menciona. Me sobraron exactamente dos saetas de azúcar. Están escondidas en el fondo del refrigerador, metidas bajo un cuenco volteado para evitar que alguien llegue a romper los frágiles pétalos por error. Esperaba llevarlas esta noche a la Pradera y compartirlas con Katniss. Aún y cuando parezca tonto, puesto que al final será ella quien se las lleve, me incomoda el hecho de que el único momento que compartimos en el día se verá afectado por este giro en los acontecimientos.

Aun así, resulta difícil negarle algo a Prim, cuya cara, aún infantil, luce anhelante ante la idea de poder probar las delicadas flores. Compongo una sonrisa y, sin decir una palabra, abro el frigorífico y saco las dos flores de su escondite.

Un suspiro se escapa de entre los labios de Prim cuando extiendo la mano para entregarle la suya, pero entonces Katniss interviene:

–No podemos aceptarlas. No tenemos dinero.

–¿Y quién se los ha pedido?- pregunta Tax mientras me quita la flor que estaba a punto de darle a Prim y se la entrega él mismo.

–Tu madre se enfadará- dice Katniss mientras me ve directamente a los ojos.

–Entonces es una bendición que no se encuentre por aquí. ¿No es así?- replica Tax.

–¿Puedo?- pregunta Prim mientras sostiene el dulce entre sus dedos.

La expresión en el rostro de Katniss, una mezcla entre dolor y frustración, me hace daño.

–Adelante- musita finalmente, pero me advierte, con una mirada, que no quiere la otra. No intento insistir. Me limito a sonreírle a Prim, cuya reacción al mordisquear la flor se parece notablemente a la de su hermana cuando probó las galletas por primera vez.

Sin embargo cuando se marchan, veo el velo del resentimiento sobre los ojos de Katniss.

Cuando salgo de mi casa en medio de la noche, lo hago sin mucha convicción. Después de lo que ha pasado hoy, no espero que ella esté en la Pradera.

Por segunda noche consecutiva, ella consigue sorprenderme.

Trae puesto un abrigo de lana y tiene la barbilla apoyada sobre sus rodillas. Su silueta, una sombra recortada en la oscuridad casi absoluta del lugar, luce diminuta.

–Hola- digo con cautela antes de sentarme junto a ella, dejando un espacio prudencial para no incomodarla.

–Hola- responde a un volumen tan bajo que casi creo habérmelo imaginado.

Casi no puedo ver su rostro y las velas son un lujo demasiado grande como para poder traerlas a este lugar, pues no hay forma de que mi madre pase por alto una sustracción de ese tipo. Sin embargo fuerzo la vista para intentar leer las emociones en su rostro.

No sirve de nada, la única forma de saber que está sintiendo es si ella misma me lo dice.

–Por favor… dime que estás pensando- suplico.

Ella da un respingo, como si ni en un millón de años se hubiese esperado eso y voltea a verme, pero no consigo encontrar su rostro entre las sombras.

–¿Por qué quieres saberlo?

–Algo te ha pasado hoy, mientras estabas en la panadería. Me he dado cuenta. Pero no estoy seguro de si te he ofendido o si debo pedirte disculpas por algo.

El silencio que sigue a continuación resulta casi insoportable, pero lo aguanto con los dientes apretados, seguro de que si llego a presionarla, ella se cerrará en banda.

–No has hecho nada malo- dice al cabo de unos minutos-. Solo me he sentido algo frustrada.

–¿Por qué?

–Tú no lo entenderías.

–Pruébame- digo suplicante- Puede que no sea tan tonto como esperas.

Ella se ríe entre dientes y luego calla de nuevo. Cuando habla, lo hace rápidamente, como si temiera arrepentirse a medio camino:

–Desde que papá murió, me he encargado de mi familia, aunque no he conseguido hacerlo bien desde el principio. Mamá… su cabeza… se fue muy lejos después de que papá murió, el salario que nos dieron se evaporó en cuestión de segundos. Se suponía que mi madre tendría tiempo suficiente para llorar su pérdida y entonces conseguirse un empleo… Solo que no lo hizo.

"Recuerdo que en ese entonces yo me iba a la cama y escuchaba a Prim llorar porque tenía hambre. Solía… solía taparme la cabeza con mis mantas, como si eso me metiera en una burbuja en donde no tuviese que vivir esa vida. Pero incluso entonces era incapaz de huir del dolor… no solo por haberlo perdido a él, sino por el hambre. Creo que nunca has vivido algo así, aunque francamente pensaba que todo el tiempo tenías cosas deliciosas para comer, pero sea como sea, posiblemente nunca has sentido ese ácido que te quema desde adentro, no has sabido lo que se siente el saber que la única cura es algo que no puedes conseguir: comida."

Ella hace una pausa para tomar aire. Y yo aprovecho para absorber todo cuanto me ha dicho. Tiene razón, a pesar de que nuestras comidas nunca han sido particularmente deliciosas, al menos teníamos algo para llevarnos a la boca en cada tiempo de comida.

–En cualquier caso, un día me desperté y decidí que no podía seguir así –continúa ella en voz baja. Girando su cuerpo de manera que ya no está viéndome a mí- Rebusqué en nuestro armario y encontré la ropa de bebé de Prim. Era una cosa diminuta, de color amarillo. Recuerdo que el tejido se sentía sumamente suave en mis manos… Me metí en el mercado e intenté venderlo. Pero la gente… todos simplemente pasaban de largo.

Mis manos suplican por tomar una de las suyas, pues aún y cuando sé que el sufrimiento al que está haciendo referencia ya es agua pasada, quiero hacerle sentir que estoy ahí, aunque solo sea rozando sus dedos…

Pero sé que no hay forma en que ella pueda aceptar eso, así que entrelazo una mano con la otra y continúo escuchándola.

–Empezó a llover, caminé por el pueblo, intentando, cada vez más desesperada, que alguien me prestara atención. Cayó un rayo y solté la ropa, que aterrizó con suavidad sobre un montón de lodo. Ni siquiera tuve la fuerza de voluntad para agacharme y recogerla. Sabía que, si lo hacía, jamás podría ponerme de pie de nuevo. Regresar a casa con las manos vacías no era una opción. ¿Cómo enfrentarme a la carita de Prim, con sus mejillas hundidas y los ojos llenos de lágrimas? Se me ocurrió que podía buscar en la basura. Encontrar algo que estuviera demasiado viejo o en mal estado para que nadie, excepto mi familia y yo en nuestra necesidad, se pudiese comer. Pero supongo que los recolectores habían pasado ese mismo día, porque estaban completamente vacíos- dice mientras suelta una triste carcajada.- No me di cuenta de que me encontraba justo afuera de la panadería hasta que la puerta se abrió. Había… había una luz amarilla. Una promesa del aire cálido que debía respirarse ahí dentro, pero cuando la mujer salió… - ella se detiene y supongo que busca mis ojos, como si no se atreviera a hablar de mi madre frente a mí.

–Cuando ella salió… - repito yo, animándola a continuar.

–Cuando ella salió, no había nada cálido en sus gritos, nada en su mirada revelaba que sentía compasión por mí… - su voz se apaga lentamente.

"Continúa, por favor" pienso, desesperado por terminar de conocer la forma en que ella vivió ese día.

–Pero entonces estabas tú- dice ella y mi estómago da una voltereta- No tenía idea de quién eras y en ese entonces apenas si llegas a la altura del codo de tu madre. Recuerdo que mis ojos se encontraron con los tuyos, solo por un segundo. Y yo estaba… tan cansada. La puerta se cerró y yo me apoyé en el manzano que crecía en el jardín y me dejé resbalar hacia abajo. Sentía que empezaría a caerme a pedazos en ese mismo lugar. Y entonces oí un gran jaleo en el interior de la panadería y luego vinieron los gritos.

Cierro los ojos y recuerdo la escena. Los panes cayendo en el fuego, los gritos de mi madre y el golpe en el rostro.

–Volviste a salir. Los cerdos emitían horribles gruñidos en el corral. Arrancaste una esquina ennegrecida y la arrojaste directo a los cerdos y la puerta se cerró detrás de tu madre, llevándose la luz… Y entonces…

–Y entonces te arrojé el pan – completo yo y me cubro el rostro con las manos, demasiado abochornado por mi comportamiento de ese día.

–Fue la primera y única vez que alguien me ayudó sin pedir nada a cambio. Esos panes… esos panes me salvaron la vida.

Abro los ojos, sorprendido por la forma en que ella ha podido interpretar ese acontecimiento en concreto.

–¿Qué?

No necesito la luz para imaginar su ceño fruncido, pero ella no dice nada.

–¿Cómo… cómo puedes verlo de esa manera?- pregunto con la voz entrecortada.

Hay un claro desafío en su voz cuando me pregunta:

–¿Y entonces cómo lo ves tú?

Katniss POV

Siento las mejillas arder y el pecho me sube y me baja, producto de lo rápido que me va el corazón. En silencio, agradezco que no haya luna esta noche, porque así él no puede verme la cara.

No sé qué clase de locura pasajera me ha poseído para que yo decidiera, por iniciativa propia, el contarle a él esa historia, ese pedazo tan íntimo de lo que soy hoy y de cómo me hizo sentir. Supongo que aún estoy demasiado frustrada por lo que ha pasado esta mañana en la panadería.

Por volver a deberle algo al Chico del Pan.

–Katniss- dice él lentamente- Katniss yo…- pero yo no quiero escucharlo. No quiero que me diga que ha sentido lástima por mí en ese entonces y que ha vuelto a sentirla ahora. Giro sobre mi cuerpo, me pongo de rodillas y le tapo la boca con una de mis manos. Sus labios se sienten calientes bajo mi palma y me encuentro a mí misma tratando de imaginar la expresión de sus ojos en este momento.

Agito la cabeza con fuerza.

–Yo no…- empiezo, pero no encuentro las palabras correctas.

¿Qué puedo decirle? ¿Le confesaré lo débil que me hace sentir? Espero que él intente desembarazarse de la mordaza en que se ha convertido mi mano o que al menos demuestre su incomodidad, pero Peeta se congela en su sitio y, a pesar de la oscuridad, siento su mirada sobre mi rostro. Termino retirando la mano sin que él llegue a pedírmelo, demasiado turbada como para seguir frente a él pero, en el momento en que mi piel deja de estar contra sus labios, él me sorprende sujetándome por la muñeca.

Tiene manos grandes y su piel se siente muy caliente, aunque también podría ser yo la que me encuentro helada. Su mano parece engullir la mía por completo cuando él me sujeta.

–¿Qué estás…?- empiezo yo y él me suelta de inmediato, como si lo hubiera golpeado en el estómago y yo siento de inmediato su ausencia, pero retengo el calor. Los dedos me hormiguean cuando lo veo levantarse.

–Lo siento- dice antes de salir corriendo. Dejándome sola y confundida.

Peeta POV

"Soy un idiota" pienso mientras el aire nocturno me mueve el pelo, haciendo que los mechones más largos se metan en mis ojos. "Soy un idiota"

No paro en ningún momento, corro durante los cinco kilómetros que separa la Pradera de la panadería hasta que consigo abrir la puerta trasera. Me recargo en la madera desgastada y me dejo resbalar hasta el suelo, con mi cuerpo quejándose por la forma repentina en que he frenado la carrera. Empiezo a ver puntos de colores frente a mis ojos y siento como el aire se incrusta entre mis costillas, generando un dolor punzante en mi costado.

– ¿Qué he hecho? – pregunto en voz baja a la nada mientras la cabeza me da vueltas por el desorden en la oxigenación de mi organismo.

Nunca, hasta ahora, Katniss me había tocado por voluntad propia. La he tenido dos veces en mis brazos, pero en ambas ha estado inconsciente. La primera vez desmayada por el impacto de saber lo que había sucedido con Gale. La segunda cuando se quedó dormida en la Pradera y la llevé a su casa. Nuestros dedos se han rozado un par de veces en las noches cuando le llevo lo que consigo robar de la panadería. Pero hoy ella ha puesto su mano sobre mi rostro y mi cabeza ha parecido explotar. Mi mente se ha ido de paseo a un lugar en el que los sueños se cumplen.

Siento los labios arder y tengo pegado su aroma, a humo y bosque, pegado a la nariz.

El momento ha durado demasiado poco y en cuanto la he sentido apartarse, me he empecinado en extenderlo y, en el proceso, lo he arruinado todo.

Katniss no es precisamente el tipo de persona que acepta el afecto con los brazos abiertos. Y sé que el error de esta noche me ha costado caro. ¿Cómo explicarme? ¿Cómo hacerle entender que de alguna manera me he vuelto adicto a ella?

Escucho movimiento en el piso de arriba y me encojo al pensar que mi madre podría bajar en cualquier momento y encontrarme aquí en esta comprometedora posición junto a la puerta. Oigo los pasos en la escalera y ruego porque la oscuridad sea suficiente para esconderme, pero cuando la figura aparece en la habitación, no se trata de mi madre: es Tax.

Su rostro queda apenas iluminado por los rescoldos del fuego, apenas si me da una insinuación de sus rasgos, pero hay algo extraño en la posición de sus ojos.

Me levanto de mi lugar y camino hacia él.

–¿Tax?

Él no se voltea, como si no me oyera o me estuviera ignorando. Lo tomo del hombro y entonces sucede: ni siquiera lo veo venir, un segundo estoy sujetándolo y al siguiente estoy yéndome de espaldas sobre el armario en que guardamos las especias.

Su puño me da de lleno sobre el pómulo izquierdo y de no ser porque estoy acostumbrado a pelear físicamente contra él, habría terminado rompiéndome el hueso. En su lugar, siento como la sangre mana del corte que ha hecho con uno de sus nudillos en la piel de la cara. Siento algo cálido empapándome el cuello de la camiseta y cuando palpo mi cuello con los dedos descubro que uno de los cristales del armario se ha clavado en mi cabeza y me ha cortado por encima de la nuca. El líquido que moja mi ropa es mi propia sangre.

Veo una sombra moverse sobre mí y apenas consigo girar mi cuerpo antes de que mi hermano descargue su cuerpo contra mí. Mi mano busca por instinto su tobillo y tiro de él, haciéndolo perder el equilibrio y tumbándolo de espaldas.

Una luz se enciende y veo a mis padres bajar por la escalera. Papá sostiene una vela en lo alto y su rostro se ve pálido y fantasmal bajo su luz.

No es hasta que la cálida luz amarilla cae sobre la cara de mi hermano que reparo en que él se encuentra profundamente dormido.

Katniss POV

No sé cuánto tiempo me quedo en la Pradera esperando… ¿el qué? ¿Qué Peeta vuelva y se explique? ¿Qué mi mano deje de arder?

En cualquier caso, regreso a casa con la idea de meterme en la cama y esperar a que llegue un nuevo día. Sin embargo cuando llego a la Veta descubro, con horror, que hay luces brillando a través de las ventanas de nuestra casita.

Empujo la puerta, olvidando que nadie sabe que me he escabullido por las noches, movida por el pánico de lo que puedo encontrar ahí a estas horas de la madrugada. ¿Le ha pasado algo a Prim? ¿Ha ocurrido algún accidente? Recuerdo una vez, cuando tenía siete años, en que trajeron a un hombre al que habían apuñalado durante una pelea de borrachos en lo más cercano que tenemos a un bar en nuestro distrito: la barra llena de taburetes desiguales que Ripper ha instalado en el Quemador.

Me levanté en medio de la noche a beber agua y me encontré con el horrible espectáculo de mi padre tratando de sostener a un hombre contra una mesa mientras mamá hacía lo posible por devolverle los intestinos al lugar correcto.

Ahora, cuando la luz de las velas revela al nuevo paciente, no llego a sentir arcadas como lo hice en esa ocasión, sin embargo la sangre parece congelarse en mis venas cuando veo el cuerpo de Peeta tendido sobre nuestra mesa.

Mamá ha colocado tela esterilizada blanca sobre la superficie de madera, pero algo terrible le ha sucedido porque una mancha de color rojo se extiende a ambos lados de su cabeza.

Me muevo por inercia mientras el grito me destroza la garganta:

–¡PEETA!

Mi exabrupto hace que mi madre, concentrada en mezclar hierbas en un mortero, de un respingo.

–¡Katniss!- no consigo reunir la fuerza de voluntad para apartar la mirada del rostro pálido de Peeta, que abre los ojos cuando lo llamo, para responder a mi nombre en los labios de mi madre.

–¿Qué ha… qué ha sucedido?- pregunto mientras me muevo alrededor de la mesa para ir a pararme al lado de la mesa. Mis manos se mueven frenéticas en el aire, tratando de encontrar alguna manera de ayudarle, pero lo cierto es que soy pésima como sanadora. Al final, noto la sangre que mana de un pequeño corte sobre su pómulo y tomo una venda del montón que tiene mi madre y la humedezco en un cuenco. Empiezo a limpiar la sangre que ha empezado a coagularse, intentando ser delicada.

Siento su mirada azul revoloteando sobre mi rostro como si fuera una mariposa.

–¿Puedes quedarte un momento con él, Katniss? Debo salir a traer agua.

Mi mirada se desliza hacia la cocina. No siempre tenemos electricidad, lo cual explica el uso de las velas, pero últimamente también estamos teniendo problemas con el suministro de agua. El verano ha sido tan seco que el rio se ha secado casi por completo, lo que nos deja con la única opción de ir a sacar agua al pozo.

Asiento con la cabeza.

–No puedes dejar que se duerma- advierte mi madre mientras toma un barreño de la cocina y lo apoya contra su cadera- Se ha llevado el golpe en la cabeza. Podría ser…

–Peligroso, lo sé. No te preocupes.

Mi madre estudia mi cara, como decidiendo si puede fiarse de mi palabra, pero como no tiene otra opción, termina saliendo por la puerta. En cuanto ésta se cierra tras ella, Peeta empieza a hablar:

–Así que… ¿esto es lo que tengo que hacer para conseguir tu atención? – pregunta con una voz extraña.

Cuando estudio sus ojos, noto lo dilatadas que tiene las pupilas.

–Tienes mejor aspecto cuando duermes ¿sabes?- continúa él- Tu rostro se relaja y dejas de fruncir el ceño.

Y en respuesta a su afirmación yo, como no, termino frunciendo el ceño, haciendo que él se eche a reír. Cuando la piel de su mejilla se tensa, él vuelve a sangrar.

–Shhh- digo mientras vuelvo a pasar la venda húmeda sobre su piel- Como sigas así, vas a terminar desangrándote.

Él suelta una risita y entrecierra los ojos, como si le costara enfocarme el rostro, entonces reparo en el pequeño frasquito de cristal sobre la mesa auxiliar de mamá y todo cobra sentido.

–Te ha dado su cosa para el dolor, ¿verdad?

Peeta se ríe de nuevo.

–Si el golpe no hubiera sido en mi cabeza me habría dado jarabe, pero ha dicho que no puedo dormirme, así que me ha dado otra cosa- dice volviendo a reírse- Pero en cualquier caso estábamos hablando de ti. De ti y de esos bonitos ojos grises- agrega un segundo después- suena de una manera muy similar a como lo hacen los borrachos en el Quemador. Decido que no me gusta nada verlo así, la forma en que arrastra las palabras no se parece en nada a él- Katniss, Katniss, Katniss…- dice él cantando- ¿por qué siempre es tan difícil decirte a ti las cosas?

Su aseveración me hace levantar la cara. Siento como el calor de mi cuerpo se agolpa en mis mejillas. Respiro por la boca, dividida entre la curiosidad y la posibilidad de escuchar algo que tal vez no quiera oír.

Cuando estoy a punto de hacer la pregunta, Peeta suelta un ronquido.


Aquí me tienen con un capítulo nuevo.

Empiezo dándole las gracias a las *revisa que no le están fallando las matemáticas* ¡28 personas! que tuvieron el maravilloso detalle de dejarme un review en el capítulo 2, infinitas gracias. Me han hecho la semana y les juro que no puedo evitar sonreír al ver sus hermosos comentarios adornando la bandeja de entrada de mi correo. ¿Sabían que los reviews hacen que mejore la circulación de la sangre en mi cerebro y que, por lo tanto, escribo más y más rápido? Ok, explicación científica inventada, pero ya saben lo que quiero decir.

Gracias a: Naty Mu, Nina Berry, GirlonFire, Always Everlark, yessi, Nai1987, JackyWeasleyMellark, TrisJackson, Darkmatter Black, ImagineMadness, HikariCaelum, katnisspeetax100pre, Gabs, Catnip1, Patrynachys, jacque-kari, Luna Potter Granger, karoSwan, Alphabetta, 123, arabullet, Gpe 77, paula . bana . 1, gabi98 y los que solo se registraron como Guest por sus maravillosos comentarios.

¿A quién le ha sorprendido lo de Tax? Que alce la mano ahora! Ha sido un giro inesperado para mí, pero me ha dado pie para cosas que, espero, les gusten. El siguiente capítulo ya está escrito y lo estaré publicando en una semana.

Un abrazo y gracias por leer (y más si comentan!)

Saludos, E.