Disclaimer: los personajes y el universo Panem le pertenecen a Suzanne Collins.


Katniss POV

Hay un chillido horroroso que hace que se me ericen los vellos de los brazos, como si alguien estuviera frotando dos trozos de cristal entre sí. No es hasta que siento un dolor palpitante en la garganta que me doy cuenta de que quien grita, soy yo.

–¡Peeta!- Lo tomo de la pechera de su camisa y lo sacudo, haciendo que él de un respingo como si llevara durmiendo cinco horas en lugar de cinco segundos.

En el momento en que abre los ojos, el pánico se disipa un poco.

–¿Katniss?- él parpadea lentamente, como si le descolocara verme ahí parada frente a él- ¿Qué pasa?

–¡No puedes dormirte!- le digo tal vez demasiado alto, porque él cierra los ojos como si mi voz lo aturdiera- Es peligroso…- continúo bajando el tono.

–Me duele la cabeza- se queja él como si fuera un niño pequeño.

–Lo sé- digo intentando ser delicada- se te pasará un poco cuando te cierren la herida. No te duermas, si te duermes podrías quedarte dormido por siempre ¿sabes?- digo mientras me giro y arrastro una silla junto a él. Sentada, mi cabeza queda casi a la altura de la suya.- ¿Qué fue lo que te pasó?

Sus cejas se juntan un poco, en un gesto de pura concentración.

–Me caí.

En circunstancias normales podría haberle creído, pero el hecho de que se ría un poco al final, hace que dude de la veracidad de su historia.

–¿Y te golpeaste la cara y la nuca?

–Fue una mala caída- intenta él.

–Ya. – digo apartándome un poco. Su mano se mueve con torpeza en el aire y me roza la mejilla con los dedos.

–No… no te vayas.

–No tiene sentido que me quede si vas a estar mintiéndome- digo ligeramente enfurruñada.

Sus pupilas se encogen un poco y él suelta un suspiro.

–Pero es que sí me caí.

Me echo hacia atrás en la silla y cruzo los brazos sobre mi pecho, lo veo con el ceño fruncido.

–No te creo.

–Me he caído después de que mi hermano me soltara un puñetazo.

–¿En medio de la noche?- pregunto alarmada.

–Estoy bastante seguro de que él creía que estaba soñando- dice Peeta con un suspiro.

–¿Acostumbra él golpearte?- pregunto inclinándome hacia adelante.

Él se echa a reír.

–Se nota que nunca has tenido hermanos varones ¿eh?- dice él mientras curva sus dedos y me acaricia el pómulo con los nudillos. Me quedo congelada en mi lugar, demasiado turbada como para poder moverme.- Respira Katniss– me recuerda él y mi aliento sale en un jadeo de lo más vergonzoso.

Me recuerdo que mi madre lo ha drogado para combatir el dolor, que está luchando contra el sueño y que todo lo que diga no puede ser tomado en serio.

–Entonces…- retomo con voz temblorosa- ¿Acostumbra golpearte?

Él se ríe, con un sonido ronco.

–Pues nos peleamos todo el tiempo, pero ya nos has visto antes. Phy, Tax y yo siempre somos…- y se queda callado. Por un momento pienso que ha vuelto a dormirse, pero tiene los ojos, abiertos y vidriosos, clavados en el techo.

–¿Qué pasa?- pregunto mientras me levanto de mi asiento y me inclino hacia adelante, haciendo que el extremo se mi trenza le roce la barbilla. Él captura el mechón de cabello con sus dedos y clava sus ojos en los míos.

–A veces es muy fácil que se me olvide… A veces no siento que haya pasado nada y entonces digo algo como eso y solo sirve para recordarme que ya Phy no está. Seguro que a ti te pasa también- dice muy serio-. A veces debe pasarte que te encuentras haciendo algo que ustedes dos solían hacer juntos o alguien dice algo que te habría gustado comentar con él y lo buscas y simplemente…

Sus palabras me sientan como una patada en el estómago. Empiezo a jadear y lo único que deseo es hacerme un ovillo bajo mis mantas y olvidarme de todo, pero si lo hago, entonces Peeta se quedará dormido y eso sería fatal, así que simplemente lo freno:

–No hablemos de eso – le digo cerrando los ojos.

–Bien, entonces ¿de qué hablamos?- pregunta animadamente, sin darse cuenta de que me ha afectado en lo más profundo.

–No lo sé- digo agitando la cabeza. Pero necesito que él se mantenga bien despierto, así que debo mantenerlo hablando- Ya sé. Cuéntame algo. Algún recuerdo que te haga feliz.

–¿Feliz?- pregunta él mientras parpadea lentamente.- Algún recuerdo que me haga feliz- repite- ¿Ya te he contado del día en que te vi por primera vez?

El tema me toma por sorpresa. Entreabro los labios para responderle, pero no encuentro palabras, así que simplemente niego con la cabeza.

–¡Bien! – dice contento- Te lo contaré entonces. Yo debía tener unos… ¿cinco? ¿seis? ¡No consigo acordarme!- se queja él- Pero era el primer día de escuela. Tax había estado diciéndome toda la noche que era tradición que a los de jardín de niños los niños más grandes les metieran la cabeza en el retrete, que era un acto de iniciación y que los que no participaban se quedaban sin amigos… Recuerdo que estaba algo aterrorizado- dice volviendo a juntar las cejas. -Ahora que lo pienso debí preguntárselo a papá, tal vez entonces habría sido menos terrible el levantarme esa mañana y vestirme. Me sentía como si me estuvieran llevando directo al matadero- él vuelve a reírse, con ese sonido ronco al que empiezo a sentirme acostumbrada y continúa- En cualquier caso ahí estaba yo, afuera de la escuela, metido entre las piernas de mi padre que trataba de convencerme de entrar a la escuela… sin mucho éxito.

Me echo a reír y eso atrae su atención. Clava sus ojos azules en los míos y siento que, aunque lo intentara, no sería capaz de romper el contacto.

–En eso él te apuntó con un dedo y dijo "¿Ves a esa niñita?"- dice fingiendo una voz grave que me hace sonreír- Y ¿cómo no iba a verte? si todo lo que hacías era brincar de un lado al otro. Mientras los otros niños lloraban por pasar por primera vez el día lejos de sus padres, tú parecías francamente encantada de estar ahí. Recuerdo que tenías el cabello recogido en dos trenzas y que te habían puesto un vestido a cuadros de color rojo. "Cuando era joven yo quería casarme con su madre, pero ella huyó con un minero"- dice volviendo a imitar a su padre- Entonces yo le pregunté "¿Un minero? ¿Por qué quería un minero si te tenía a ti?"- resulta una historia de lo más graciosa, porque cuando es el pequeño Peeta el que habla, el finge una voz muy aguda, sin embargo, cuando cuenta la última parte, suena de lo más serio y su mirada azul se ancla en mi rostro, como si no quisiera que dudara de sus palabras:- Y él respondió: "Porque cuando él canta... hasta los pájaros se detienen a escuchar".

Siento el corazón latir tan rápido como el batir de alas de un colibrí. Lo que dice ¿será cierto? ¿Estará alucinando por las hierbas que mi madre le ha dado para el dolor.

–Así que más tarde, cuando la maestra de música preguntó que quién se sabía la canción del Valle, tú levantaste la mano, rápida como una bala. Ella puso un taburete y te hizo cantarla para nosotros. Y yo escuché- dice mientras una amplia sonrisa se instala en su cara- escuché a los pájaros para ver si seguían cantando cuando tú lo hacías y te juro que todos guardaron silencio.

–Venga, ya- repongo yo riéndome.

–Hablo en serio. Y justo cuando terminó la canción, lo supe: estaba perdido, del mismo modo en que lo estaba tu madre. Y después, durante los siguientes…- él se lo piensa- ¿trece años? intenté reunir el valor suficiente para hablar contigo.

Una alegría casi absurda me recorre el cuerpo por un momento, del mismo modo en que la adrenalina me inunda las venas cuando estoy en medio de una cacería. Lo que dice ¿es cierto? Cierro los ojos e intento analizar lo que me ha dicho. La parte sobre mi padre y de cómo los pájaros callaban al escuchar su voz es verdad y también es cierto que canté el primer día de clases aunque ¿cómo recordar la canción? También recuerdo el vestido de cuadros, Prim lo usó hasta que quedó hecho trizas poco después de la muerte de mi padre.

Eso ayudaría también a explicar el motivo por el cual se arriesgó a que le dieran una paliza cuando me dio el pan aquel día… Pero…

–Tienes una… memoria asombrosa- digo con una voz tan delgada que ni siquiera parece la mía.

–Lo recuerdo todo sobre ti- dice mientras juguetea con el extremo de la trenza que ha mantenido sujeto durante toda su historia- Eras la única que no se daba cuenta.

¿Qué puedo replicar a eso? Él se queda en silencio, esperando a que yo diga algo, pero las palabras se rehúsan a formar oraciones en mi cabeza.

–No pasa nada, Katniss- dice él mientras cierra los ojos- Después de todo, ambos estamos soñando.

No sé cómo responder a eso. ¿Debería sacarlo de su error? ¿Lo mortificaría más a él o a mí? Por fortuna, mi madre entra en ese momento por la puerta.

–¿Va todo bien?- pregunta ella mientras me aparta para revisar las heridas de Peeta.

–Todo va perfectamente- responde Peeta mientras mueve la cabeza- Excepto tal vez mi cabeza- dice mientras reprime un quejido- ¿Ya me he portado lo suficientemente bien como para que podamos arreglarla?

Cuando se mueve me doy cuenta de que mamá ha doblado toallas viejas y las ha colocado bajo la nunca de Peeta para que él pueda recostarse sin apoyar su peso sobre la herida.

Mi madre le dedica una suave sonrisa y asiente.

–Vamos a ponerte algo de anestesia y nos encargaremos de coserte ¿de acuerdo?

Peeta POV

Me termino de convencer de que todo esto es un sueño porque Katniss me toma de la mano sin que su madre tenga que pedírselo en cuanto ella hace que me siente sobre la mesa para empezar a coser la herida.

La señora Everdeen se encarga de lavar la sangre que se ha apelmazado sobre mi cabello y yo aprieto los dientes para no empezar a gritar como una niñita porque, esté soñando o no, no es precisamente el tipo de papel en que me gustaría que Katniss me viera.

Cuando se convence de que estoy lo suficientemente limpio de sangre, ella examina la herida con ojo clínico y empieza a echar diferentes hierbas en un cuenco, hasta que forma una plasta verdosa que luego esparce sobre la herida. Aprieto el agarre alrededor de los dedos de Katniss y siento como ella me devuelve el apretón, lo cual unido a la forma en que la mezcla se lleva el dolor, me hace soltar un suspiro de alivio.

–Vamos a esperar un minuto para asegurarnos que te haga efecto y entonces nos encargaremos. ¿Vale?

–Gracias- asiento yo.

Mantengo los ojos clavados en el punto en que mi mano se une a la de Katniss. ¿De verdad tengo que despertar después de esto?

–Puede que sientas un cosquilleo- advierte la señora Everdeen y veo a Katniss apartar la mirada en el mismo instante en que algo, una aguja, se introduce en mi cuero cabelludo.

Nueve puntos más tarde, estoy bien remendado. La herida- explica la señora Everdeen- solo ha desgarrado la piel, pero no hay señas de que haya alcanzado el hueso, lo cual es positivo. La madre de Katniss revisa mi mejilla y decide que la herida es superficial, así que no necesito puntos en la cara.

–Creo que ya podrías volver a casa ¿quieres probar a ponerte de pie?

Me inclino hacia adelante, de manera que mis piernas resbalen por el borde de la mesa y mis pies caen sobre el suelo. El mundo da una vuelta, pero recupero el equilibrio y me sujeto del borde de la mesa. Siento la mano de Katniss enroscarse alrededor de mi codo, ayudándome a sostener mi cuerpo que de repente parece muy pesado.

–Gracias- susurro volteando a verla, pero ella aparta la mirada de inmediato.

–¿Van a venir por él?- pregunta ella a su madre.

–No lo creo. Su padre está… ocupado con otras cosas. ¿Puedes caminar, Peeta?

Doy un paso vacilante.

–Si voy lento, puedo hacerlo.- digo en cuanto compruebo que no voy a caerme encima de Katniss y, mucho menos, a vomitarle encima.

–No irás a mandarlo solo ¿o sí?- salta Katniss mientras apoya una mano distraídamente sobre mi pecho, ayudándome a enderezarme.

–Claro que no. Tu irás con él ¿no es así?- pregunta mi madre abriendo con inocencia sus ojos azules.

Katniss abre y cierra la boca, pero finalmente asiente.

–Ya casi amanece- dice ella- pero puedes llevarte la linterna si la necesitas, me sorprende que tengan una que funcione, las baterías son un lujo casi inaccesible.

–No gracias- dice mientras se acomoda mejor, metiendo su hombro bajo mi brazo y distribuyendo mí peso. Por un momento, siento pánico ante la posibilidad de aplastarla, pero Katniss es fuerte y a pesar de que es pequeña, se las arregla para ayudarme a avanzar.

–Ten cuidado- dice su madre mientras cierra la puerta tras nosotros.

Empezamos a caminar, tan despacio que espero que ella empiece a impacientarse, pero no pronuncia ni una sola queja. Lentamente siento como el entumecimiento sobre la herida desaparece, devolviendo poco a poco el dolor.

–Gracias- digo al cabo de unos cuantos minutos de caminata- Lamento que te hayan tendido una emboscada para que me acompañaras.

Ella alza la cabeza y gracias a las primeras luces del alba, soy capaz de ver sus ojos grises.

–Mi madre nunca ha podido obligarme a hacer algo que no quiero ¿por qué crees que nos llevamos tan mal?

La frase en sí no dice mucho, pero algo se agita en mi interior cuando pienso en las implicaciones. Ella debe hacer lo mismo, porque aparta la mirada y veo sus mejillas sonrojarse.

–En fin, espero que tu hermano no vuelva a molestarse contigo, no podemos tenerte machacado en mi cocina cada día ¿no crees?

Me río un poco.

–Si así consigo verte cada noche, creo me apuntaría. En cualquier caso, seguramente papá debe estarse encargando de Tax. Me extrañaba el hecho de que se estuviera tomando tan… bien la muerte de Phy.

–Pero tú también perdiste a tu hermano y no andas repartiendo puñetazos por ahí ¿no?

–Puede ser, pero en primer lugar, yo no estuve en el mismo accidente que mató a mi hermano y Tax sí. Además, he estado haciendo trampa últimamente.

–¿Trampa?- pregunta ella mientras se detiene y reacomoda nuestra posición, inclinándose frente a mí. Su aroma, a bosque y a humo, inunda mi nariz.

–Ajá- respondo distraído- Después de todo, he podido pasar dieciséis noches contigo. Así no hay quien sufra. ¿No crees?

Ambos nos paramos en seco. Siento su mano temblar ligeramente cuando vuelve a meterse debajo de mi brazo. No dice nada y yo tampoco la presiono para que lo haga.

Ella da un paso y yo la imito.

–Discúlpame- digo cuando ya no soporto el silencio- No quería molestarte.

–No me has molestado- responde de manera automática, lo que me dice que claramente está mintiendo.- Me has tomado por sorpresa, es todo- añade después.

–Y… ¿tienes algo que decir?

Ella da un respingo, pero niega con la cabeza.

–Me lo dices cuando lo sepas. ¿De acuerdo?

–De acuerdo- dice ella mientras me doy cuenta, sorprendido, que ya hemos llegado.

Katniss golpea insegura la puerta con los nudillos mientas yo me sostengo de la pared, sintiéndome ligeramente mareado, solo que no consigo decir si se debe a la cercanía de Katniss o al golpe.

La puerta la abre Tax y, en cuanto lo hace, Katniss le dedica una mirada fulminante, que se suaviza un poco cuando nota lo enrojecidos que tiene los ojos.

–¿Cómo estás?- pregunta mi hermano con una voz extraña.

–Estoy bien- digo dándole una significativa mirada a la chica que se apoya contra la puerta, a la espera de que mi padre se acerque para que ella le explique las instrucciones que ha dado su madre.

–¿Quieres…? ¿Necesitas ayuda para entrar?- pregunta Tax mientras avanza un paso.

–Ya lo hago yo- dice Katniss mientras vuelve a meterse debajo de mi costado- Lo he traído todo el camino hacia acá, no me moriré por otros diez metros- dice mientras papá sostiene la puerta y ella entra, por primera vez, a mi casa.

Los hornos ya deben estar encendidos, porque en cuanto atravieso el umbral una ola cálida me golpea la cara.

–¿A dónde lo llevo?- pregunta Katniss con rostro serio.

Debe ser una estampa graciosa, la pequeña chica obstinada que se niega a darse por menos mientras carga al chico que bien podría doblar su peso. Veo los labios de papá temblar en una sonrisa mal disimulada.

–Arriba a su habitación estaría bien.

–Puedo ayudar en la panadería- protesto de inmediato- Hay tartas que glasear y…

–Y no puedes hacerlo- completa mi padre- No te preocupes, hemos sobrevivido antes de conocer tu talento ¿por qué no podríamos hacerlo durante un par de días?

–¿A tu habitación entonces?- pregunta Katniss.

Asiento con la cabeza y señalo las escaleras. Ella no parece amedrentarse ante los diecisiete escalones que tiene en frente.

–Vale- dice mientras da un paso en su dirección. Nos tambaleamos un poco, pero ella reajusta mi peso y empezamos a subir lentamente los escalones.

–Sería más fácil si pudiera cargar contigo- se queja ella.

–Definitivamente sería una imagen graciosa, tú cargando conmigo en tus brazos. Seguro que Tax se desternillaría.

Ella aprieta los labios cuando menciono a mi hermano.

–No te enfades con Tax- digo yo- Ya viste lo mal que está. Además, le caes bien de verdad.

–Ya- dice ella mientras llegamos a la segunda planta. ¿Ahora hacia dónde?

–La primera puerta a la derecha.

Ella me conduce hasta mi habitación y yo uso mi mano libre para empujar la puerta.

–¿Cuál es tu cama?

–La de la izquierda.

Katniss mueve las mantas y me ayuda a tumbarme.

–Aún no es seguro que te duermas. Debes esperar unas cuantas horas más.

Hago una mueca y ella se ríe un poco.

–Así está mejor- le digo mientras veo su rostro, dulcificado por su risa- Te ves mucho más bonita cuando sonríes ¿te vas a quedar conmigo?

Ella niega con la cabeza.

–Oh- digo sin poder disimular mi desilusión.

–Pasaré a verte más tarde. ¿Tu madre sale alguna vez?

Me río.

–Hacia las tres. Se va a conseguir frutos secos y esas cosas en el mercado.

–Entonces estaré aquí a las tres- dice ella.

–¿Lo prometes?

–Lo prometo. ¿Quieres que te traiga algo?

–Con que vengas tú es más que suficiente.

Ella mueve la cabeza con falsa indignación.

–¿Muy pronto para bromear sobre mi eterna devoción?- pregunto entrecerrando los ojos.

Ella no responde a mi pregunta.

–Trata de no moverte demasiado- dice y hace un gesto como si fuera a apartar el cabello que ha caído sobre mis ojos, pero deja caer la mano.

–Hasta más tarde, Katniss.

Katniss POV

Espero encontrar a mi madre acostada, aprovechando las últimas horas de sueño antes de empezar sus labores diarias, pero cuando empujo la puerta ella está sentada frente a la mesa en que Peeta ha estado recostado, sosteniendo una taza de té. En el lado opuesto de la mesa, encuentro una taza idéntica, incluso colocada sobre uno de los delicados platitos a los que yo no les encuentro un uso verdaderamente práctico, una de las pocas cosas que se trajo de su antigua vida como comerciante.

–¿Me acompañas?- pregunta ella como si me estuviera dejando alguna opción.

–Claro- digo encogiéndome de hombros después de lanzarle una mirada de añoranza a la habitación que compartimos las tres. Muevo la silla con cuidado para no despertar a Prim, pues aún es demasiado temprano para que se levante para ir a la escuela.

La veo rellenar la taza, en cuyo fondo hay un montón de aromáticas hierbas y luego echa un par de azucarillos en el agua hirviendo, los pequeños cubos se disuelven con rapidez y tomo la jarra para calentarme las manos.

Espero pacientemente a que mi madre me diga algo, pero ella se mantiene en silencio, observándome con atención, hasta que me llevo la taza a los labios.

El líquido está tan caliente que siento como me quema la punta de la lengua.

–No sabía que eras amiga de Peeta Mellark– empieza ella.

Estoy a punto de tirar el té al suelo.

–No soy su… -pero entonces me doy cuenta de que tal vez si lo seamos ¿no llevamos un tiempo viéndonos? Dieciséis días, ha dicho él. Y luego están todas las cosas que me ha dicho hoy y como hace unas cuantas horas yo me abrí y le conté todo lo que había significado para mí ese pan. ¿Eso nos convierte en amigos? Sé que la relación que tengo con él es algo completamente distinto a lo que tenía con Gale. Y esa es otra cosa: Gale. No puedo evitar sentirme culpable cuando estoy con Peeta. Por él. – Es complicado- termino diciendo.

–¿Hace cuánto se conocen?- pregunta mi madre tranquila.

–Un par de semanas. Aunque hemos estado juntos en unos cuantos cursos en la escuela.

–Dos semanas- repite ella- Desde entonces has estado durmiendo mejor.

Levanto la mirada. No lo había pensado de esa manera. ¿Es eso? ¿Es su cercanía lo que me ayuda a dormir mejor desde la muerte de Gale?

Mi madre extiende su mano y toma la mía.

–Supongo que ahora los dos tienen mucho en común. Han tenido que aprender cómo sobrevivir sin personas que eran importantes para ustedes.

–Supongo…

–Ahora quiero hablarte del otro chico de los Mellark.

Levanto la mirada y me encuentro con sus ojos azules, tan parecidos a los de Prim.

–¿Qué quieres decirme sobre él?- pregunto a la defensiva.

–Asumo, por tu tono, que Peeta te contó lo que pasó.

–Fue su culpa que él terminara herido.

Mamá menea la cabeza.

–Eso no necesariamente es cierto. Atendí a Tax mientras esperaba a que la inflamación en la cabeza de Peeta se redujera un poco- explica ella-. Ha empezado a caminar dormido y está teniendo problemas para conciliar el sueño.

–Yo también he tenido problemas para dormir y no me has visto rajarle la cabeza a nadie por eso.

–Es cierto. Y también es cierto que perdiste a alguien importante en las minas. Dos veces- dice ella y veo como una sombra pasa a través de sus ojos claros y siento miedo, miedo de que ella vuelva a irse a la deriva por su sufrimiento- pero tú no estuviste ahí dentro. No sentiste el aire malo metiéndose en tu organismo y no escuchaste la detonación que mató a tu hermano mientras tú subías en el elevador. Y Tax si lo hizo- explica ella.- Lo que está pasando no es precisamente sencillo, lo llamamos "culpa del sobreviviente".

No le respondo, así que ella continúa hablando.

–Quiero que cierres los ojos por un momento e imagines que trabajas en nuestras minas- dice en voz baja.- Piensa en el largo viaje hacia abajo, la forma en que el aire se siente pesado y viejo… Imagínate a ti misma trabajado cuando, de repente, el canario deja de cantar – aprieto los dientes y el pulso en mi cuello se dispara. No hay peor señal que el hecho de que el canario detenga su canto en medio de la mina- Ahora imagínate evacuando. El elevador se cierra frente a tus narices y alguien querido queda afuera, junto con otras personas, a la espera de que llegue uno nuevo. Imagina que escuchas la explosión mientras vas metida en la pequeña cárcel de metal y la gente a tu alrededor empieza a llorar porque un hermano, un amigo o un vecino, se ha quedado abajo. ¿Puedes imaginarlo, Katniss?

De repente, ya no siento la misma furia visceral hacia Tax. Aunque no llego a perdonarlo del todo por lo que le ha hecho a su hermano.

–Trata de ser un poco más amable con él la próxima vez que lo veas- dice mi madre dándome una palmadita sobre la mano.

–¿Cómo sabes que no he sido amable hoy?

Mi madre me sonríe.

–Por lo preocupada que has estado por Peeta- dice ella enarcando las cejas, como si la pregunta le sorprendiera- Me dio la impresión de que, si llegabas a enterarte, no perdonarías al responsable. Eres bastante feroz a la hora de proteger a la gente que te importa – dice antes de reprimir un bostezo-. Espero que vuelvas aunque sea un rato a la cama. A ambas nos vendrá bien descansar un poco.

–Iré en un minuto- le digo y ella asiente. Me termino mi taza de té mientras me repito mentalmente lo que mi madre acaba de afirmar. Que Peeta Mellark me importa.


Hola! Aquí me tienen con la actualización de esta semana. Espero que el capítulo les haya gustado. Yo por mi parte estoy que no aguanto la contentera por la cantidad de reviews que me han llegado con esta historia. Desde el fondo de mi corazón: GRACIAS!

Aprovecho para avisarles que el siguiente capítulo podría tardarse porque solo llevo escrito un POV, el de Peeta y no he tenido tiempo esta semana para adelantarlo y me voy de vacaciones por unos días sin el ordenador, así que tampoco podré avanzarla en los próximos días. Pero prometo otra actualización antes de que acabe el año.

Como siempre, agradezco cada review que se han tomado el tiempo de dejar: Darkmatter Black, Lau Cullen Swan, Arjuy, Jacque-Kari, Dominique Mont, Nina Berry, Gpe 77, patrynachys, Micaela, Alphabetta, AlwaysEverlark, Imagine Madness, solr713, Claudia, Bluehat, Nai1987, Catnip1, thg-onfire, HikariCaelum, Lenna0813, paula. bana. 1, Luna Potter Granger y lee dani.

Muero por leer sus apreciaciones de este capítulo.

Un abrazo, E.