Disclaimer: los personajes y el Universo Panem son propiedad de Suzanne Collins.

Esta historia participa en el reto "Pidiendo Teselas" del foro "El diente de león"


Katniss POV

—¿Así está bien?- pregunta Rory mientras cubre de hojas la trampa que ha estado montando durante los últimos veinte minutos.

Al verlo con la espalda encorvada y el cabello oscuro revuelto y cubierto de hojas me recuerda, inevitablemente, a su hermano.

Rory es mucho más pequeño y enjuto de lo que era Gale a esa edad. Para cuando Gale tenía catorce años ya habíamos pasado cerca de un año cazando juntos, lo que nos daba la posibilidad de mantenernos bien alimentados tanto a nosotros mismos como a nuestras familias. Rory es diferente y me sorprende el darme cuenta de ello hasta ahora.

No solo son diferentes en lo físico, es decir, comparten lo básico: la piel aceitunada, el cabello oscuro y los ojos grises, pero fuera de eso no se parecen demasiado como hermanos. No es que yo pueda opinar mucho al respecto, Prim y yo no parecemos ni siquiera parientes lejanas.

—Sí, así está bien. Ahora prueba con la trampa de lazo- digo mientras le tiendo el rollo de cuerda.

Estudio su cara mientras él la desenrolla y asegura el extremo a una rama. Su nariz es más corta y achatada que la de Gale y sus orejas aún no parecen crecer a la par que el resto de su cuerpo. Sus ojos están ligeramente rasgados hacia abajo y, a diferencia de su hermano mayor, no tiene arruguitas en el entrecejo, pues Rory rara vez frunce el ceño. Tiene un carácter mucho más suave, más cercano al de Prim que al mío o al de Gale.

Sus ojos se estrechan mientras revisan su tarea y comprueba la trampa una vez más antes de mostrármela. Me acuclillo en el suelo, pasando los dedos sobre el nudo y revisando la tensión en la cuerda y el lazo sobre el suelo. Sonrío para darle mi aprobación y su rostro, aun infantil, se ilumina.

En esto sí se parece a Gale: ambos son magos de las trampas.

—¿Quieres probar suerte con el arco hoy?

Su ánimo decae un poco.

—¿Y si mejor usamos los cuchillos?

Me río un poco.

—Ya sabemos que eres muy bueno con los cuchillos, pero el arco tiene un alcance mayor.

—No me va muy bien con el arco.

Me vuelvo a reír.

—Yo tampoco era muy buena al principio.

—No te creo.

Le sonrío.

—Sabes- dice mientras se levanta y sacude las hojas secas de sus pantalones, una prueba inequívoca de la llegada del otoño-, creo que él te hace bien.

Mi boca se seca. No necesita aclararse para que yo sepa exactamente de quién está hablando.

—Oh… ¿gracias?

—Te ves más contenta. Y creo que hasta eres más simpática, no es que antes no lo fueras- dice encogiéndose de hombros- pero creo que estás… bien.

Me siento culpable de inmediato. ¿Qué puede pensar Rory de mí, viéndome tan feliz a sabiendas de que Gale…? ¿Qué puede pensar de que yo esté bien cuando su hermano está muerto?

—No- dice él y me sorprende cuando me rodea con sus brazos- No te pongas triste. A él no le habría gustado.

Rory se dio cuenta de mi relación con Peeta casi por accidente. La primera vez que consiguió cazar algo fue una ardilla, una ardilla particularmente gorda y él estaba absolutamente orgulloso de su hazaña. Fue casi un tiro de suerte: le lanzó un cuchillo y le cortó la cola. El bicho permaneció chillando en el suelo hasta que lo alcanzamos y le dimos una misericordiosa muerte.

Ahora bien, sabía que no era una pieza perfecta, pero quería que le reconocieran el mérito y sabía que la única persona en el distrito que sería lo suficientemente indulgente sería el padre de Peeta.

Había conseguido familiarizarme bastante bien con los horarios de la panadería y ahora sabía qué horas en concreto debía evitar como a la peste a menos que quisiera tener otra agradable charla con su madre.

El día en que ella descubrió que su hijo y yo estábamos más o menos saliendo, su reacción fue exactamente la que había estado esperando. Palabras y frases como "basura", "segunda categoría" y "desperdicio", mezcladas con un lenguaje mucho más florido que el de los mineros, salieron a colación.

Nunca en mi vida he necesitado que alguien me defienda. En la escuela, cuando era más pequeña, me metía en peleas físicas y verbales muy de vez en cuando, sobre todo en la época en que mi madre entró en depresión por la muerte de papá y un par de niños empezaron a llamarla "la loca de la Veta". Creo que en ese entonces, muchos de ellos se enteraron de quien era la que estaba realmente loca.

Había aprendido a resolver mis propios problemas desde entonces, por las buenas o por las malas. Sin embargo ese día, cuando estábamos en medio de una sesión de besos en el cobertizo detrás de la panadería y ella nos encontró, enmudecí por completo, demasiado abochornada como para poder contradecirla o defenderme de cualquier manera. En su lugar me empujé contra la pared, deseando fundirme con las tablas de madera, simplemente esperando a que todo acabara.

Pero creo que definitivamente la sorpresa del día fue Peeta.

Cuando su madre lo envió a la habitación y le prohibió terminantemente volver a verme, yo estaba casi preparada para que todo acabara, mis hombros hundiéndose mientras pensaba un mediocre "¡Vaya! Fue bueno mientras duró…" o al menos así era hasta que Peeta empezó a hablar.

La primera palabra que salió de su boca nos tomó por sorpresa a ambas. Dos letras, una sola sílaba y toda una declaración de intenciones.

"No"

No sé cuál de las dos quedó más aturdida en ese momento, si la señora Mellark o yo, pero el efecto fue aún más impresionante cuando Peeta tomó mi mano entre las suyas, entrelazando nuestros dedos.

"Es Katniss, madre. Sabes lo que he sentido por ella, incluso desde antes de que aprendiera a leer y escribir. No voy a renunciar a ella, ni ahora ni nunca" y mi corazón tartamudeó ante esas palabras.

"Entonces te irás de la casa", sentenció ella.

"Perfecto. ¿Quieres que lo haga ahora o me darás tiempo de recoger mis cosas?"

Estaba a punto de tirar de su brazo para decirle que parara, que no tenía que hacer este tipo de cosas por mí y que, aunque las apreciaba, él no podía sencillamente irse de casa, cuando su padre apareció.

"Peeta no se va"

"Está desafiando las reglas de la casa", respondió su madre "si no puede vivir bajo ellas, tiene que irse".

"Está siguiendo los dictados de su corazón", respondió él con tranquilidad, "está haciendo lo correcto y ningún hijo mío acabará en la calle por estar con quien quiere estar"

Pude haberlo imaginado, pero algo, muy parecido al dolor, cruzó el rostro de la señora Mellark en ese momento.

"Además, lo necesitamos en la panadería y lo sabes. A menos de que repentinamente hayas desarrollado su talento para decorar pasteles y galletas".

La incredulidad se abrió paso en las facciones de la mujer, que entró rápidamente a la casa, azotando la puerta tras ella. En cuanto se fue, Peeta me atrajo hacia su cuerpo, mi mejilla pegándose a su pecho mientras él me besaba en la cabeza.

Yo simplemente me dejé hacer, demasiado asustada por la magnitud de las cosas que estaban sucediendo en ese momento entre nosotros. Cuando nos separamos, el anciano estaba sonriendo.

"Gracias" la palabra salió de mi boca y no de la de Peeta.

Su sonrisa se volvió más amplia, marcando las arrugas de su cara.

"No puedes considerarme precisamente imparcial en este tema. Tengo mis motivos" dijo misteriosamente. "Está empezando a hacer frío, deberías acompañarla a su casa, Peeta".

"Sí, señor"

Cuando nos quedamos solos, él volvió a abrazarme.

"¿Estás bien?"

"No debiste haber dicho esas cosas"

"¿Qué parte en concreto?"

"No quiero que renuncies a tu vida por mí. No vale la…" me silenció con un beso. Y como siempre nos resultaba difícil parar, estuvimos besándonos por un buen rato.

"Ni se te ocurra volver a decir o siquiera a pensar en ello. Tú vales la pena. Siempre" dijo antes de volver a besarme y no se había vuelto a hablar del tema desde entonces.

De cualquier manera, me las había arreglado para que mi relación con Peeta permaneciera más o menos en secreto, no porque me avergonzara de ella, sino porque no me sentaba nada bien andarle presumiendo a la gente mi felicidad cuando el accidente en la mina estaba aún tan fresco.

Lo que no contaba era con que Peeta no estaba precisamente en la misma página que yo.

El día en que llevé a Rory a la panadería para que negociáramos con el panadero, una semana después de que mamá retirara los hilos de la cabeza de Peeta, fue él quien abrió la puerta. Sus ojos se iluminaron en cuanto me vio y estoy razonablemente segura de que no se dio cuenta de que yo traía compañía.

Siempre he tenido buenos reflejos, más que necesarios cuando te ganas la vida cazando animales salvajes que saben que la regla número uno para sobrevivir en el bosque es "te mueves o te mueres", pero no contaba con la reacción de Peeta, que me rodeó las mejillas con sus manos y tiró con suavidad de mi rostro para besarme. Ni pude ni quise apartarme.

Seguía sin poder pensar con claridad cuando él me besaba y a pesar de que una parte de mi cabeza estaba gritándome improperios por estar protagonizando aquella escena frente al hermano de Gale, una parte, la mayor y más fuerte, lo mandó todo al demonio y simplemente se dedicó a disfrutar del beso.

Rory no se lo tomó a mal, pero eso no evitó que una exclamación sorprendida saliera de su boca y pusiera a Peeta sobre aviso. Mis mejillas se calentaron cuando él se apartó de mí, deseando que la tierra me tragara. Esto, el estar con estas personas, era como intentar unir dos partes de mi, dos partes que sabía que nunca congeniarían realmente.

La sonrisa que le dedicó a Rory fue completamente franca, como casi todo en él.

"Disculpa", dijo Peeta mientras sus dedos se entrelazaban con los míos. "No estoy muy acostumbrado a que mi novia venga a visitarme en horario de trabajo"

En ese momento no supe si quería golpearlo o besarlo, posiblemente quería hacer ambas. Rory le dedicó una sonrisa vacilante y se encogió de hombros.

"No hay problema"

"Asumo que no has venido a verme porque me extrañabas" me dijo Peeta y yo no podía estar segura, pero me pareció notar un ligero matiz de resentimiento en su voz.

"En realidad he venido a buscar a tu padre"

"No sabía que te gustaban mayores. Y llegas como veinte años tarde, ya está casado"

Le di un golpe juguetón en el brazo y él se rio. Rory permaneció ahí, silencioso y desgarbado. Parecía un cachorro que había crecido demasiado rápido. Me aclaré la garganta:

"Rory cazó su primera ardilla hoy. Una ardilla muy grande. Pensamos que tu padre podría estar interesado"

"Está descansando, pero puedo entrar y preguntarle"

"Por favor"

"Me deberás una" dijo burlón y yo lo miré con los ojos entrecerrados cuando él se inclinó hacia mí y me susurró "y creo que ya sé cómo voy a cobrármelo"

La forma en que lo dijo, más que sus palabras, me hicieron sonrojar.

Peeta volvió cinco minutos más tarde con una bolsa con tres barras de pan y de inmediato supe que Rory no estaba obteniendo un trato justo por su ardilla. Un par de bollos, vale. Una galleta, de acuerdo. Aunque aún así podría decirse que era muy generoso. Pero la cantidad de pan, aún caliente, que Peeta le estaba entregando, resultaba exorbitante. Estaba a punto de abrir la boca para replicar cuando Rory soltó un chillido entusiasmado.

Gale jamás habría aceptado un pago excesivo por sus presas, pero Rory era inexperto y no sabía cuánto costaban las cosas.

"¿Puedo llevarlo a casa, Katniss?" preguntó él y mientras veía sus ojos grises resplandecer por el orgullo y la alegría, no tuve el valor para decirle que lo que le íbamos a dar a Peeta no valía ni siquiera una de esas barras.

"Claro" dije en su lugar "pero primero deberías entregarle a Peeta lo que ha comprado"

Peeta aceptó el saco y tuvo la presencia de ánimo de abrirlo y soltar un silbido admirado.

"Haremos un buen estofado con esto. Gracias"

"Puedo cazar más", replicó Rory mientras abrazaba la bolsa con los panes "estoy mejorando".

"Si Katniss se encarga de entrenarte, estoy seguro de que lo harás. Haremos negocios entonces"

"Lo haré", juró él. "¿Nos vemos mañana?" preguntó girándose hacia mí.

"Por supuesto" asentí, "a la misma hora que hoy."

Ni siquiera se despidió. Salió corriendo en dirección a su casa, aferrado al pan. Me recordó dolorosamente a mí misma, el día en que Peeta me arrojó los panes.

"¿En qué estás pensando?" preguntó Peeta mientras me envolvía entre sus brazos.

Decidí decirle la verdad a medias.

"Le diste demasiado".

Él ni siquiera intentó negarlo:

"Es un buen chico y a papá le preocupan sus hermanos pequeños. Supongo que andaba generoso".

"La próxima vez que haga un trato se sentirá decepcionado"

"Pues tomando en cuenta que se pasa la mitad del día contigo, no entiendo cómo puede sentirse mal. Definitivamente yo no lo haría".

"Eso me recuerda ¿así que ahora soy tu novia?"

Él tuvo el sentido común de sonrojarse. Su mano se dirigió a la parte trasera de su cabeza, frotando su cabello mientras sus mejillas se volvían rojas.

"Uh… tal vez debí preguntártelo antes"

"¿Tal vez?"

Él dejó un suave beso sobre mi sien.

"Un hombre puede soñar. Sea como sea, creo que Rory se merecía una barra de pan solo por conseguir traerte hasta aquí"

"Estuve aquí ayer", le recordé.

"No es suficiente. Podría verte todos los días del resto de mi vida y aun así no sería suficiente"

Como no sabía qué decir ante eso, hice la segunda mejor cosa que podría hacer: lo besé.

Él soltó un suspiro cuando mis labios se encontraron con los suyos y luego hundió los dedos en mi cabello.

Cuando nos separamos, mi respiración estaba agitada.

"Y Peeta…"

"¿Hmmm?"

"Sí te echaba de menos"

Tenemos tres cuchillos, uno lo he sacado yo de mi casa y los otros dos los había conseguido Gale. Rory los toma uno a uno y los arroja hacia el blanco que hemos dibujado con el zumo de unas moras silvestres sobre el tronco de un árbol.

Solo uno se clava en el centro, los otros dos se insertan a uno o dos centímetros del borde exterior del círculo, aunque siempre dentro del área permitida. A grandes rasgos, eso significa que conseguirá herir a la presa, pero no matarla de un solo golpe.

Le paso el arco y él me dedica una mueca.

Cuando estira la cuerda, debo pararme a su lado y corregir la postura de su codo.

—Puedes utilizar tu boca como ancla— le recuerdo y veo sus hombros temblar.

—Lo intento— dice corrigiendo su posición, rozándose los labios con los nudillos de su mano derecha. No calcula bien la rapidez con que debe soltar la cuerda para dejar volar la flecha y veo como ésta cae con una floritura a apenas medio metro de distancia.

—¡Vaya! — dice él dejándose caer en el suelo con las piernas cruzadas— realmente apesto en esto.

—Apenas han pasado un par de semanas.

—Cuatro… y media — me corrige él.

Me río.

—Nadie nace aprendido. Ya irás mejorando. ¿Quieres ir a revisar las trampas que dejamos ayer?

Él asiente, devolviéndome el arco y recogiendo los cuchillos del suelo.

Caminamos en silencio. Aún no es tan silencioso como su hermano, que caminaba sobre las hojas secas como si lo hiciera sobre terciopelo, pero creo que Rory conseguirá igualarlo algún día.

—Crees que… - empieza él de repente.

—¿Sí?

—Olvídalo.

—¿Qué pasa?

—¿Crees que, si me cosecharan, todo esto podría ayudarme?

Tropiezo con unas raíces, raspándome las palmas de las manos.

—¡Katniss! ¿Estás bien? – en un segundo él está a mi lado, ayudándome a levantarme.

—Sí- respondo en un murmullo.

—Te he molestado- adivina él- Lo siento. No era mi intención.

Agito la cabeza, aunque la verdad es que sí lo ha hecho. El pensar en la Cosecha me hace pensar en Prim. Por muy grande que pueda parecerme a veces, ella no está a salvo. No aún.

—Entonces… ¿lo crees?

Intento componer una sonrisa cuando le digo.

—Creo que Gale habría estado orgulloso de ti.

No es una respuesta, pero sus ojos grises se iluminan y él sonríe.

Peeta POV

—Tal vez no venga hoy.

—Dijo que vendría.

—Pero tal vez no lo haga.

—Dijo que vendría- repito.

—Te ves realmente patético así, contemplando fijamente la puerta.

—Cállate.

—Solo digo lo que veo.

—Nadie te lo preguntó.

Tax me observa con la diversión brillando en sus ojos castaños.

—Tal vez decidió conseguirse un modelo más joven. Ha estado pasado mucho tiempo con el pequeño Hawthorne ¿no?

—No es gracioso, Tax.

—Se va a parecer a Gale. Una versión menos atractiva de Gale, pero se le parecerá.

—No sabía que pateabas para el otro lado- bromeo yo.

—Ja, ja. Hasta tu deberías reconocer que era un cabrón atractivo, tuviste suerte de que él se…

Las bromas acaban.

—No ha sido gracioso- espeto.

—Lo sé.

—Nunca será gracioso.

—Lo siento- dice con sus hombros hundiéndose.

La conversación se ve interrumpida por el sonido de la campanilla de la puerta. Mis ojos se dirigen ansiosos, pero no es Katniss.

—Yo me encargo- dice Tax levantándose para atender a la mujer.

Pienso en lo que mi hermano acaba de decir.

Tuve suerte. Tuve suerte de que Gale muriera porque, de haber formado parte él de la ecuación, Katniss jamás se habría acercado a mí.

Es un pensamiento que ha estado matándome desde que ella y yo empezamos a estar más o menos juntos. Si Gale no hubiera muerto y Phy tampoco ¿nos habríamos acercado alguna vez? ¿Habría tenido una oportunidad yo?

Una punzada de celos se dispara en mi interior.

No es justo y lo sé. Gale era su mejor amigo y compartieron muchas cosas. Contrario a lo que podría llegar a parecer, no me alegro por su muerte tampoco. En primer lugar, porque eso sería como alegrarme por el dolor de Katniss y, por otro lado, porque yo perdí a Phy, así que sé lo que se siente.

Aun así, resulta difícil. Estoy peleando contra un fantasma y ni siquiera es porque Katniss lo saque a colación. Soy yo. Soy yo quién le está poniendo a mis propias inseguridades el rostro de Gale.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por el toque tímido en la puerta trasera.

Me levanto tan rápido que termino tumbando el banquillo, haciendo que Tax me dedique una mirada socarrona. Mi corazón empieza a ir muy rápido cuando abro la puerta.

Es Katniss.

—Estaba empezando a preguntarme si ibas a…— su boca se estrella contra la mía con tanto ímpetu que me echa hacia atrás, haciendo que mi cabeza golpee el marco de la puerta.

Nos separamos.

—Whoa, Katniss… ¿Estás…? — ella se empuja de nuevo hacia mí y hay fiereza en el beso. Mis dedos se hunden en su cabello y empujo su cuello con los dedos, haciendo que su cabeza se mueva hacia atrás. Mis pulgares pasan sobre sus mejillas y se humedecen.

Eso consigue arrancarme de la bruma que usualmente me envuelve cuando ella me besa.

—¿Estás llorando?

—N-no— dice mientras vuelve a presionar sus labios contra los míos. La sujeto con suavidad del cuello y la aparto.

Veo el dolor en sus ojos grises, gruesos lagrimones bajando por sus mejillas, repentinamente pálidas.

—¿Qué ha pasado? — pregunto mientras mis pulgares se deslizan suavemente sobre la suave piel de su rostro.

—Nada.

—Katniss…

—Es una tontería- dice sorbiendo su nariz.

—Por supuesto que no lo es. No te pondrías así por una tontería.

Nuevas lágrimas se deslizan por sus mejillas y esta vez, cuando se aproxima, ella no intenta besarme. En su lugar hunde el rostro en mi pecho, frotándose contra mí como si fuera un gato.

—Odio pedirte esto, pero podrías… podrías simplemente… — no necesito que termine esa frase, la rodeo con los brazos y la atraigo más cerca mientras su cuerpo se sacude por sus sollozos.

He visto a Katniss llorar dos veces en mi vida y una de ellas fue cuando, en el jardín de niños, se cayó sobre la gravilla y se desolló las rodillas, así que supongo que esa no cuenta realmente.

Estiro el brazo por detrás de mí y cierro la puerta, no vaya a ser que Tax decida entrometerse y la vea así. Sé que a ella no le gusta parecer débil. La abrazo con más fuerza y sus sollozos aumentan también.

Sus dedos se hunden en mi camiseta, sus uñas marcándose contra la piel entre mis costillas. Y no me importa.

—No sé cuál es el motivo de tu llanto- susurro apoyando mi barbilla contra lo alto de su cabeza- Pero sea como sea… gracias.

Ella se remueve débilmente contra mí.

—Gracias por confiar en mí para estar contigo- intento explicarle- Nunca me sentará bien el verte triste- digo con suavidad y ella se estremece- pero me gustaría pensar que, a partir de ahora, siempre puedo estar ahí para ti.

Ha perdido la liga de su trenza y su cabello empieza a soltarse. Hundo los dedos entre las hebras oscuras, separándolo en un montón de ondas salvajes.

—Siempre voy a estar ahí. Aún y cuando lo único que pueda hacer sea abrazarte y prometerte que las cosas irán mejor.

—Pero no lo sabes- dice débilmente, separando un poco su rostro de mi camiseta, empapada por sus lágrimas- No sabes si las cosas estarán bien.

—¿Cómo podrían no estarlo?- murmuro mientras beso lo alto de su cabeza- Sea lo que sea que pase, estaremos juntos. Lo prometo.

—Hay cosas de las que no podemos protegernos. No podemos… No…

Alzo su rostro, empujando su barbilla con la punta de mis dedos. Sus ojos están rojos y tiene las mejillas empapadas con sus propias lágrimas. Dejo un reguero de besos sobre sus mejillas, secándolas con mis labios y ella cierra los ojos. Beso sus párpados con suavidad, sus pestañas húmedas revolotean como mariposas.

—Tengo miedo- admite ella abriendo los ojos y sus pupilas están tan dilatadas que solo queda un pequeño anillo gris rodándolos.

—¿De qué tienes miedo?- pregunto en un susurro.

—La última vez que me sentí así de feliz- explica ella y yo siento mi corazón saltar al saber que yo, y nadie más, soy el motivo de su felicidad- fue cuando salí de la Cosecha. No duró mucho- admite mientras se limpia la nariz con la manga de su camisa- Gale murió apenas unas semanas después.

—No te sigo.

—La felicidad no dura- dice ella mientras se presiona contra mí- y tengo miedo de que se nos está acabando el tiempo.

Pienso en decirle que está siendo absurda, que no es posible que tengamos tan poco tiempo para ser felices, que no habría justicia en eso porque he esperado trece años para poder estar así, con ella.

No lo hago.

Me limito a abrazarla con más fuerza. Inclino su cabeza hacia atrás y la beso, diciéndole con eso todo lo que no puedo poner en palabras.

Que cualquier cosa que suceda fuera de nosotros dos, fuera de nuestra pequeña burbuja personal, resulta insignificante.


Cuarenta y cuatro reviews. CUARENTA Y CUATRO! De verdad, no tengo palabras para agradecer el que subieran mi autoestima en las últimas semanas a nivel superhéroe (ojo, super héroe que se ama a sí mismo, tipo Iron Man, no los depresivos). ¡Ya más de 200 reviews en tan solo siete capítulos!

En serio, no se que decirles excepto GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS! Ha sido sencillamente un placer y una bendición él poder estar compartiendo esta historia con todos ustedes, conocer sus opiniones y leer cada hermoso comentario que han sacado el tiempo para dejarme.

La lista está larga, espero que mis ojitos no me engañen y se me vaya a pasar algún bello nombre por alto, si llegara a ser el caso, culpo a la emoción con la que estoy escribiendo esta nota de autor.

Gracias para:

Lenna0813, MyaFanfiction, jacque-kari, Yessi, Darkmatter Black, ELI.J2, Patrynachys, k.m, chcluz, Readers Forever, Daphne, Jhosann92, Megera123, Naty Mu, JackyWeasleyMellark, Yazzita, Wen, ElizabethMKJO, ctlmasobliviate, Bayita Sis (Nina Berry), Sheenaggp11, Coraline T, Catnip1, Claudia, Tabata Weasley, Gpe77, leedani, HikariCaelum, ImagineMadness, LaChicaSinNombre, Yamila, katnisspeetax100pre, Anna13, THGkarlamayorga, Mariana Regalado, thesunishere, misaki uzumaki, paula. bana . 1, Alphabetta, Everllark13 y todos los guests que no firmaron el review.

Bueno, ya aquí empecé a introducir la nube negra que Katniss tiene sobre su cabeza. ¿Han oído hablar sobre la ley de la atracción? Creo que Katniss no :( Espero que el capítulo les haya gustado.

Nos leemos en el próximo. ¿Quieren hacerme sentir como Spiderman (a.k.a mi superhéroe favorito)? ¿Quieren ver su nombre en la bella lista del próximo capítulo? Si su respuesta es sí a cualquiera de las dos preguntas, llenen la bella cajita de abajo (o denle review a su celular)

Amor, paz y felicidad les desea, Elenear28.