Disclaimer: los personajes y el Universo Panem son propiedad de Suzanne Collins.

Esta historia participa en el reto "Pidiendo Teselas" del foro "El diente de león"


Katniss POV

Mi cara parece arder mientras zigzagueo entre las mesas del Quemador.

Es domingo por la mañana y desde que he despertado, antes de que el sol saliera, me he movido de un lugar a otro con la sensación creciente de que mi sangre hierve.

He entregado dos pavos silvestres a Rooba que me han dado derecho un puñado de monedas plateadas que he podido cambiar por cera, lana y cerillos. Acabo de entregarle a Sae la Grasienta dos ardillas y un perro salvaje, que me ha provisto de dentífrico, que a muchos podría parecerle un lujo, pero en este momento yo considero una necesidad.

Esquivo a los visitantes madrugadores del Quemador mientras observo con nerviosismo el viejo reloj de cuerda que alguien ha colgado sobre una de las paredes. La carátula está llena de hollín y las manecillas se mueven perezosamente. No siempre es confiable, pues a menudo los vendedores se olvidan de darle cuerda. En este momento marca las ocho menos quince. Sumo mentalmente el tiempo que he podido tardar en mi cacería matutina y lo que me ha tomado regatear con Sae y decido darle la razón al viejo aparato. Tengo un cuarto de hora para pasarme por mi casa, cepillarme los dientes, dejar el contenido del saco, tomar mi mochila y llegar a la Pradera.

Me he puesto la que considero mi mejor ropa después de los vestidos que mamá me dejaba usar en la Cosecha. Puede que visto desde fuera no parezca la gran cosa e incluso hace un par de meses esta blusa, de un suave color naranja, no significaba nada para mí, pero…

Pensar en ello hace que mis mejillas se calienten y mi sangre vuelve a entrar en ebullición.

Catorce minutos. Esquivo un par de puestos más y estoy a punto de salir del Quemador cuando uno de los clientes asiduos de Ripper, borracho como una cuba, se levanta del taburete, tumbándome en el suelo. Reprimo una maldición cuando mi trasero hace contacto con la superficie irregular del suelo.

No sé qué es lo que espero. ¿Una disculpa? ¿Una mano extendida para ayudarme a ponerme de pie?

No sucede ninguna de las dos cosas, en su lugar, cuando levanto el rostro, en encuentro con un hombre ligeramente encorvado, con ojos grises y cabello oscuro, las características típicas de la Veta, deformadas por la risa.

—¿Demasiada prisa, preciosa? Deberías prestar más atención.

Mi temperamento estalla. Me levanto de un salto y mi puño se lanza hacia atrás para tomar impulso y luego hacia adelante. Cuando mis nudillos están a punto de conectar con su barbilla, una mano se cierra alrededor de mi muñeca, evitando por los pelos que le atice a Haymitch Abernathy.

—¡Whoa! Katniss…— un estallido de pánico surge en mi vientre cuando mi vista periférica registra el uniforme blanco e impoluto de un Agente de la Paz. Entonces reconozco el tono de voz y me relajo un poco.

—Me ha tirado al suelo— me defiendo de inmediato mientras veo a Darius con el ceño fruncido.

No es mucho mayor que yo, tal vez tiene unos veinte o veintiún años. Una mata de rizos rojizos y unos ojos azules de bebé suavizan su aspecto, aunque también ayuda el hecho de que su boca esté ligeramente curvada en una sonrisa.

—No ha habido heridos— dice él— excepto tal vez ese bonito trasero— bromea—. ¿Necesitas ayuda para sacudirte el polvo?

Lo fulmino con la mirada por un segundo, pero me recuerdo a mí misma que Darius es uno de mis aliados en el distrito y que no me conviene crear mayores problemas. Aún y cuando realmente hubiera salido perjudicada, llevo las de perder cuando se trata de un Vencedor. Y Haymitch es el único de esos que existen por aquí.

Me muerdo la lengua y fuerzo una sonrisa, a todas luces falsa, hacia Darius.

—No. Estoy bien.

—¡Hey Ripper! —brama Haymitch que intenta volver a subirse en el taburete—. ¡Ponle una copa a la chica!

Ripper agita su único brazo, anunciando que vendrá en un momento, pero yo niego con la cabeza.

—Ya llego tarde a una cita— digo observando el reloj, que marca que faltan dos minutos para las ocho.

—Una cita ¿eh? —dice Darius con el ceño fruncido mientras me pasa el saco de arpillera que se me ha caído.

Mi cuello se calienta de inmediato. Mantengo mi rostro serio y me encojo de hombros mientras sujeto el saco con una mano.

—¿Con quién?

—Eso no es…

—Debe ser con ese chico, el hijo del panadero— se adelanta Haymich, que se ocupa en meter la lengua dentro de la botella de licor que acaba de vaciar.

—¿Quién? ¿Tax? —pregunta Darius luciendo sorprendido.

Mis ojos vuelan de nuevo hacia el reloj. Un minuto para las ocho.

—No, él otro… —replica Haymitch.

—¿Peeta?

No alcanzo a oír lo que dicen después. Me deslizo entre la marea de gente que se apretuja en los estrechos pasillos hasta que salgo del viejo almacén. El sol me golpea el rostro y me hace tomar nota de las manchas negruzcas que surcan ahora mis pantalones. Suelto un suspiro mientras emprendo una carrera hacia mi casa.

No puedo creer que vaya a llegar tarde.

Peeta POV

Mis dedos se deslizan, una y otra vez, por los mechones aún húmedos de mi cabello. Katniss está llegando tarde y ella nunca lo hace. Mis ojos se dirigen con insistencia hacia el camino que conduce hacia la Veta y siento la tentación de ir a buscarla a su casa, pero aún no consigo aclarar en qué punto se encuentra nuestra relación y, por ello, no estoy seguro de que tan bien se tomaría una visita no anunciada con anterioridad.

Una parte de mí, la que sigue sin creer en mi buena fortuna, se pregunta si se lo ha pensado mejor y ha decidido que no soy lo suficientemente interesante como para pasar un día entero conmigo.

Observo la canasta, llena de comida, que papá ha insistido en preparar para nosotros en cuanto se ha enterado de la naturaleza de los planes que tenía para hoy. Galletas, pastelitos rellenos de crema, rollitos con diminutas salchichas que solo comemos cuando la masa se ha puesto demasiado dura para venderla… No es el caso, todo lo que se oculta dentro de la canasta se encuentra fresco.

Empiezo a tamborilear con los dedos sobre una de mis rodillas.

¿Y si no llega? ¿Me ocultaré aquí hasta que oscurezca para que Tax no se entere de mi fracaso? ¿Me pasaré por la Veta a obsequiar la comida para no tener que ver la cara de decepción de papá al volver con todo intacto?

El crujido de las hojas secas al partirse bajo las pisadas de alguien me pone sobre alerta. Me enderezo, justo a tiempo para ver a Katniss entrar a la Pradera. Algunos mechones rebeldes sobresalen de su trenza y son agitados por el viento. Trae las mejillas sonrojadas y su pecho sube y baja al ritmo de su respiración acelerada.

—Perdona la…— dice poniéndose la mano sobre el pecho— tardanza. Tuve un… contratiem…— no es capaz de terminar su disculpa porque cruzo la distancia que nos separa en dos zancadas y entonces mis labios están sobre los suyos.

Es un beso corto, especialmente por el hecho de que ella se encuentra casi sin aire, pero resulta toda una declaración de intenciones.

—Te perdono— le digo mientras me aparto un poco para verla a los ojos.

Ella sonríe y se pone de puntillas para besarme de nuevo.

—Gracias. ¿Estás listo?

—Por supuesto— digo agachándome para tomar la mochila que ella ha dejado caer por mi animado saludo.

—Yo puedo llevar…— empieza ella, pero niego con la cabeza.

—¿Qué es eso? —pregunta curiosa, inclinando la cabeza para ver la canasta en el suelo.

—Eh… es un regalo de papá.

—¿Un regalo?

—Para los dos —asiento yo mientras me agacho para tomar el asa de la canasta.

Ella la observa con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Te molesta? —pregunto volviendo a su lado y entrelazando mis dedos con los suyos. Sonrío cuando ella no se aparta, sino que le da un ligero apretón a mis dedos.

—No estoy segura— admite ella.

—¿Por qué?

—Porque no estoy acostumbrada a que me regalen cosas— dice con un encogimiento de hombros— ya te lo había dicho.

Le sonrío.

—Ya, pero esto no es solo para ti.

Ella me ve con los ojos entrecerrados.

—Esa es la excusa que usas para todo, no creas que no me doy cuenta.

Me echo a reír.

— ¿Qué no íbamos a ir al…?

— ¡Shhh! —responde ella de inmediato mientras gira la cabeza para asegurarse de que no hay nadie escuchando—. Baja la voz— ordena.

—¿Por qué? No es precisamente un secreto que te la pasas metida en el…

—Ya— dice con una media sonrisa— pero tampoco está bien andarse pavoneando por ahí. ¿Vale?

—Vale— acepto yo con un mohín.

—Por aquí— dice con suavidad, observando con el ceño fruncido la mochila y la canasta que estoy cargando.

Atravesamos la Pradera y ella verifica que no haya nadie a la vista antes de conducirnos hacia la alambrada. La seguimos por unos cuantos metros, hasta que llegamos al punto por el que Katniss quiere hacernos entrar. Inclino hacia atrás la cabeza para ver la alta alambrada metálica, rematada con bucles de alambre de espino. La única separación entre el bosque y el distrito.

En teoría, la alambrada se encuentra electrificada las veinticuatro horas para evitar que los depredadores que viven en los bosques y antes recorrían las calles, como jaurías de perros salvajes, pumas y osos, puedan hacer daño en el poblado. Supongo que no debe ser muy cierto puesto que Katniss parece entrar y salir del bosque a su antojo todos los días, pero de cualquier manera ella sujeta mi mano con fuerza cuando quiero dar un paso más, frenándome:

—Espera— dice en voz baja— y escucha.

Hago lo que me dice. Cierro los ojos y escucho. Puedo oír el murmullo del viento al pasar por los árboles y el revoloteo de las hojas al ser arrancadas de las ramas y arrojadas al suelo.

Permanecemos así por unos segundos antes de que me anime a preguntarle, en un susurro:

— ¿Katniss?

— ¿Hmmm?

— ¿Qué se supone que estoy escuchando?

Ella suelta una risita y menea la cabeza.

—Estábamos cerciorándonos de que la valla esté apagada.

— ¿Y? —pregunto.

— ¿Y qué?

— ¿Lo está?

— ¡Claro que lo está! —me dice como si resultara obvio.

Algo en mi cara debe reflejar lo mal que me ha sentado su reacción porque su expresión se suaviza y ella se ríe un poco para restarle hierro al asunto.

—Perdona. No suelo venir con nadie excepto con Rory… y Gale. Y no tengo que explicarle este tipo de cosas a ninguno de los dos.

Lejos de hacerme sentir mejor, el comentario tiene el mismo resultado que un puñetazo en el estómago.

—Ya— digo soltando su mano y acercándome a la valla.

No sé si espero que ella me pregunte el motivo de mi amargura. Supongo que no, porque la conozco lo suficiente para saber que no es, en lo absoluto, su estilo.

Fiel a ello, Katniss dice:

—En realidad, con suerte tenemos dos o tres horas de electricidad por la noche, así que por lo general no es peligroso tocarla. Pero siempre es buena idea escuchar por un instante para verificar que no esté encendida— dice caminando en paralelo a la valla— si escuchas un zumbido, significa que la valla está cargada, pero ahora es seguro porque está en silencio.

Ella lanza una mirada sobre su hombro y luego se mete detrás de un grupo de arbustos.

Dudo, por un momento, antes de seguirla. El fantasma de Gale sigue en el aire. Sin embargo, cuando ella regresa sobre sus pasos y me toma de la mano, me dejo llevar.

Katniss se tumba boca abajo y se arrastra por debajo de la valla, en un agujero de unos sesenta centímetros. Cuando llega al otro lado se levanta y me ordena que le pase las cosas. Lo hago sin chistar, empujando la canasta y soltando la mochila para pasarla por el agujero en la alambrada.

Ella acomoda todo en el suelo y luego se vuelve hacia mí.

—Bien. Ahora es tu turno. ¿Crees poder hacerlo?

Le dedico una mueca.

—Por supuesto que puedo hacerlo, Katniss. Tal vez no sea Gale, pero eso no me hace un inútil— digo mientras tiro de mis pantalones y me deslizo, con cierta torpeza, por debajo de la banda metálica.

Cuando llego al otro lado, ella tiene su rostro en blanco. No dice nada cuando tomo la cesta, pero cuando busco la mochila noto que ya la lleva colgada de la espalda. No digo nada, mientras ella empieza a caminar por el bosque, empezando a internarse entre los árboles, sin dejarme otra opción más que seguirla.

Katniss POV

Caminamos pisando con fuerza. Yo porque estoy furiosa y él… supongo que también lo está, pero posiblemente se deba más al hecho de que no está acostumbrado a tener que cuidar el volumen con que hace todo, porque los animales tienen un oído muy fino y cualquier paso demasiado fuerte puede ser la diferencia entre tener una buena cena o irte a dormir con el estómago vacío.

Gale tenía pies de terciopelo. Con todo y la experiencia que he acumulado a lo largo de los años que tengo de venir a cazar aquí, nunca he llegado a volverme casi ingrávida, como parecía lograr él. Peeta pisa ramas y hojas y patea piedrecillas que parecen hacer eco en el silencioso bosque. Si estuviéramos en un viaje de cacería nos iríamos con las manos vacías, cosa que casi nunca me pasaba con…

Capto el motivo de su enojo con vergonzosa lentitud. El problema es que no soy muy dada a disculparme y ni siquiera estoy segura de que deba hacerlo.

Llegamos a una zona en la que las raíces de los árboles sobresalen del suelo y de inmediato me arrepiento de haberlo traído por aquí, porque seguramente el acabará tropezando y cayendo al suelo. Ajusto mi paso, ralentizándolo y pisando con especial cuidado, con la esperanza de que él imite mis movimientos y tenga menos problemas.

Al cabo de unos minutos, él suelta un bufido.

—¿Qué? —suelto parándome, apoyando la espalda sobre el tronco de un árbol.

—No es necesario que hagas eso.

—¿Hacer qué? —pregunto con un tono que incluso a mis oídos resulta falso.

—No voy a retrasarte, Katniss— promete él— soy perfectamente capaz de ver por donde camino, lo prometo— dice con un gruñido.

—Bueno, esto definitivamente es estúpido— digo bajándome de la ligera elevación en la que estoy subida y caminando hacia él—. ¿Vamos a estar así todo el día?

Él sostiene mi mirada sin parpadear.

—Eso depende.

— ¿De qué?

— ¿Tendré que competir con un fantasma durante todo el día?

Parpadeo lentamente.

— ¿Qué?

—Yo no soy él, Katniss— dice con voz engañosamente suave —. Estoy seguro de que Gale era un compañero excepcional para estas excursiones y entiendo que lo extrañes, pero no es justo para mí y lo sabes. No puedo competir con él porque me faltan años y años de experiencia en esto. No puedo hacerlo. No lo haré.

Tomo aire, intentando elegir mis palabras con cuidado:

—Ya sé que no eres él. Yo lo…— las palabras parecen atravesarse en mi garganta.

— ¿Tu lo…? —ayuda él.

—Yo lo…

— ¿Quieres?

— ¿Qué?

Él se encoje de hombros.

—No pasa nada.

— ¡Pero sí pasa! —estallo yo y los pájaros echan a volar por la fuerza de mi grito—. ¿Realmente crees que eso es lo que sucede?

—No sé qué es lo que pasa, Katniss. Puede que a veces lo olvides, pero yo tengo tan poca experiencia en esto como tú. Y posiblemente las cosas me afectan más porque tengo mucho tiempo enamorado de ti. ¿Recuerdas?

—Eso no es justo— digo negando con la cabeza.

Su mirada se suaviza y él levanta su mano libre y recorre mi mejilla con el pulgar.

—No lo estoy diciendo como un reclamo. No te voy a presionar para que me digas que te sientes de cierta manera, porque quiero que, si en determinado caso llegaras a decir que te sientes igual que yo, sea porque realmente es así. Quiero que sea real ¿lo entiendes?

Asiento, intentando tragar el nudo que se ha formado en mi garganta.

—Vale, entonces con eso es suficiente— termina él.

—¿Puedo decir algo?

—Por supuesto— dice él con cautela.

—Era mi mejor amigo— empiezo y la línea de su mandíbula se endurece, él empieza a apartar la mano, pero la mantengo presionada contra mi mejilla, empujando con los dedos. Algo se enciende en sus ojos azules —. Era mi mejor amigo y por supuesto que lo quería, posiblemente más de lo que pensé que lo hacía, cuando aún estaba… ya sabes…— digo bajando la cabeza por un segundo.

—Antes de que muriera— dice él y noto el trabajo que le cuesta mantener su voz bajo control.

—Sí. Pero era… era algo completamente diferente a lo que me pasa contigo— digo esforzándome por hacerle entender lo que pasa por mi cabeza—. No estoy segura de cómo explicarlo— agrego con suavidad—, supongo que en mi mente ya había aceptado que tú eras el bueno con las palabras — digo con un encogimiento de hombros—, pero el hecho de que no lo diga no significa que yo no…

—¿Tú no…?

—No significa que no lo sienta. No eres un reemplazo. Sé que no eres Gale y no espero que te conviertas en él. Sé que eres diferente.

—¿Diferente a qué?

—A él. A mí —digo levantando la mirada.

—No lo entiendo— dice finalmente.

—Gale y yo éramos muy parecidos —digo deslizándome en el suelo para quedar sentada sobre una de las raíces —. Y tú eres completamente diferente a ambos.

— ¿Y eso es bueno o malo? —pregunta él dejando la cesta sobre el suelo y sentándose, con poca gracia, en el suelo.

—Creo que es bueno. Nunca vi a Gale de esa forma ¿sabes? Nunca lo vi de la manera en que… —trago— en que te veo a ti.

— ¿Nunca lo consideraste? —pregunta ladeando la cabeza.

—Era algo así como mi hermano ¿un primo tal vez? No sé si alguna vez él consideró que las cosas fueran diferentes entre nosotros…

—Por supuesto que lo hizo— me interrumpe él y yo lo veo con una ceja enarcada.

—¿Por qué lo dices?

—Bastaba mirarlo— responde él—. Sé reconocer esa mirada. Es la misma forma en la que yo te veía a ti.

Me sonrojo.

—No lo creo. Dudo que alguien más me haya visto así alguna vez— espeto y el rubor se vuelve más profundo. Él me sonríe con calidez.

—Bueno, podría decirse que tengo experiencia en ello.

Me río.

—No lo entendía ¿sabes? —dice él.

— ¿El qué?

— No entendía cómo era posible que nunca hubieras estado con nadie.

Su declaración me hace sentir incómoda.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque más o menos la mitad de los chicos que conozco quieren o han querido estar contigo.

—¡Calla!

—No, en serio. No lo estoy inventando.

Agito la cabeza.

—Y ahí estaba yo, orgulloso de haber sido posiblemente el primero en haberte notado, cuando ni siquiera tenía edad para andarme fijando en chicas— dice de repente azorado— y al mismo tiempo era el único que parecía patológicamente incapaz de hablarte.

—Siempre he sentido curiosidad por eso— digo poniendo las manos sobre mis rodillas—. Todo el tiempo estabas rodeado de gente, muchos de ellos chicas. ¿Qué tenía yo que…?

— ¿Te volviera tan intimidante?

— Supongo.

—Pues en primer lugar, no estaba enamorado como un cachorro de toda esa gente de la que me rodeaba. Supongo que el hecho de que ninguna me gustara hacía más fácil el hablarles.

—Así que has pasado ¿cuánto? ¿trece años —pregunto y él asiente— sin fijarte en otras chicas?

—Me fijaba en casi todas— responde con franqueza— pero tú eras la única que dejaba huella.

—¿Por qué yo?

Su sonrisa es cálida, como la luz del sol que se cuela entre las ramas de los árboles cuando me responde:

—Porque nunca podría haber nadie más.


Holaaa! ¿Pensaron que no iba a regresar? ¡Pues estaban equivocadas! A ver si aún quedan lectoras de esta historia por aquí. Espero de verdad que sí, porque había olvidado lo adictivo que resultaba escribir sobre esta historia y resulta que el capítulo se me hizo taaan largo que al final tuve que cortar aquí, pero estoy deseando publicar para ver que aceptación tiene para seguir cuanto antes con el otro, porque la idea ya está suuuuper clara en mi cabeza.

Muchas gracias por la paciencia, empecé una segunda carrera este año y de paso estaba terminando la tesis para graduarme como licenciada en la primera, así que se pueden imaginar lo limitado que estaba resultando mi tiempo. Espero que la espera valiera la pena.

Como siempre, gracias a las personas maravillosas que se toman el tiempo de dejarme un review. Agradecimientos especiales a quienes comentaron el capítulo 9 (36 reviews!): Lily Montero, Coraline T, Nina Berry, AnaB, Lizairy Cullen, Lenna0813, Ires, Gpe 77, Imagine Madness, Wen, Amber Swan, Arjuy, Jacque Kari, MelisaMellark, Catnip1, EmmaJonesMellark2, natiiigmb, miausy bia, Alphabetta, Darkmatter Black, marizpe, julia, Camkia, Pao THG, 3, Ale MellarkH, Lightscales15, La Frinne566, tita, Samy, Saab chan, Stephanie AE17 y los Guest's.

Dicho esto ¿qué les ha parecido el capítulo? ¿Qué creen que pase ahora con ellos dos? ¿Ven cerca el final del fic?

Espero ansiosa sus comentarios, mientras más comenten, más rápido escribo (y estoy de vacaciones, así que no bromeo!)

Un abrazo, E.