Disclaimer: los personajes y el Universo Panem son propiedad de Suzanne Collins.

Esta historia participa en el reto "Pidiendo Teselas" del foro "El diente de león"


Peeta POV

Nos quedamos un rato sentados, dejando que nuestras palabras calen en lo más profundo del otro. El fantasma de Gale desaparece poco a poco, al menos en mi cabeza y, por primera vez desde que su nombre fue mencionado hoy, consigo sentirme tranquilo.

—¿Vamos a comer aquí?

Ella sonríe.

—No. En realidad quería mostrarte algo, pero aún nos queda un buen trecho por caminar. ¿Estás cansado?

Me levanto, sacudiéndome las hojas secas de los pantalones y niego con la cabeza.

—Estoy bien.

—Podemos comer algo si tienes hambre.

Sonrío mientras recojo la cesta del suelo, me acerco a ella y la beso en la mejilla.

—No es necesario— le digo mientras entrelazo mis dedos con los suyos—. ¿A dónde vamos?

Ella sonríe, traviesa.

—Es una sorpresa.

Me río.

—Vale.

—¿Eso es todo?

—¿Cómo?

—Si fuera yo, me estaría volviendo loca— explica ella—. ¿Sólo te digo que es una sorpresa y te parece bien?

—Creo que el lugar al que vayamos no me importa mucho. Me basta con saber que estaré contigo todo este tiempo y que, cuando lleguemos, te quedarás conmigo.

—¡Oh!

—¿Oh?

—Eso es lindo— dice encogiéndose de hombros—. Siempre pareces saber exactamente lo que hay que decir.

—Me tomaré eso como un halago.

—Lo es— dice ella tirando de mi mano para conducirnos a través de un camino invisible entre los árboles.

—¿Cómo haces para saber hacia dónde ir? —pregunto con curiosidad mientras esquivo ramas y raíces.

—Experiencia, supongo. Al principio no era tan fácil. Cuando empecé a venir sola, me aseguraba de no perder de vista nunca la alambrada. Con papá era mucho más sencillo, para mí, era como venir a un lugar mágico ¿sabes? —comenta alzando la vista, buscando algo entre las copas de los árboles y luego desviándose hacia la derecha.

—Es un lugar bonito— señalo mientras tomo nota del suave manto que cubre el suelo, ahora que la mayor parte de los árboles han perdido sus hojas. El aire tiene un olor fuerte y distintivo que me recuerda a Katniss.

—Lo es— dice con una sonrisa—. Pero supongo que en realidad el punto era que no me sentía tan segura en ningún otro lugar. Veníamos los domingos, el día libre en las minas. Sólo papá y yo. Mamá no aguantaba mucho en el bosque, Prim era muy pequeña… y supongo que tampoco aguantaba mucho en el bosque. Intenté traerla un par de veces, para que ella también aprendiera a cazar, pero se le daba fatal.

—¿Cómo le está yendo a Rory?

—Está aprendiendo— dice ella con una sonrisa orgullosa— seguro que lo trae en la sangre. Lo siento— se excusa de inmediato.

—¿El qué?

—Creo que otra vez estoy hablando de…

—¿Gale?

Ella asiente.

—No pasa nada. Me gusta cuando me cuentas cosas. A veces siento que no sé mucho sobre ti. Y él era… es— me corrijo— una parte importante de ti. Igual que cazar y cantar.

—En realidad ya no canto.

—¿Nunca?

Ella niega con la cabeza.

—Es una lástima.

Ella se sonroja.

—¿No vas a preguntarme por qué?

—Creo que puedo adivinarlo.

—¿En serio? —dice dubitativa mientras ajusta la correa de la mochila y salta por encima de un árbol caído. La imito con menos gracia.

—Pues sí. Aunque tal vez "adivinar" no sea la palabra correcta— digo tirando de la mochila para colgármela yo a la espalda. Curiosamente ella no se queja.

—¿Cuál sería la palabra adecuada?

—¿Saber? —pruebo yo.

—¿Así que lo sabes?

—Dejaste de cantar justo después de la explosión en las minas— señalo.

—Te equivocas— dice con una sonrisa engreída—. Fue mucho antes de eso.

—La primera explosión— corrijo.

—Oh…

—Lo noté— digo encogiéndome de hombros y rozando el dorso de su mano con el pulgar—. Supongo que ayudaba el hecho de que pasara tanto tiempo al pendiente de ti.

Ella me da una sonrisa triste.

—¿Qué más notaste?

—Bueno…— dudo yo.

—No es algo agradable, ¿verdad?

Niego con la cabeza.

—Adelante.

—Creo que soy capaz de precisar exactamente cuándo se acabó el dinero en tu casa.

Ella alza la mirada sorprendida.

—¿En serio?

—Lo noté a la hora de almuerzo. Nunca comías mucho.

—Prefería dejarle la mayor parte de la comida a Prim.

—Pero ese día en específico no era solo que llevabas poco, más bien era que no llevabas nada. Excepto un termo, viejo y oxidado.

—Era el termo que papá llevaba a la mina. El día de la explosión lo dejó en casa. Supongo que lo olvidó.

—¿Qué tenía adentro?

Sus mejillas se sonrojan.

—Té.

—¿Té?

—Bueno, supongo que no podía llamarse té realmente, porque estaba frío ya que tampoco teníamos carbón para encender la cocina. Era agua con hojas de menta.

Mi ánimo decae.

—Ese día yo estaba comiendo bollos de queso. Tenía dos. Pensé, durante un largo rato, en levantarme y darte uno, pero estaba seguro de que no te gustaría nada.

—¿Por qué?

—Pues en primer lugar, porque estaban rancios— explico yo—. Tienes que entender que en ese entonces no entendía bien como eran las cosas— digo en voz baja— y me intimidabas muchísimo.

—¿Y en segundo lugar?

—En segundo lugar, me intimidabas muchísimo— repito, riendo un poco— y estaba seguro de que acabaría con el pan metido por la nariz.

Ella se ríe también.

—Seguro. Y luego me habría arrepentido por no guardarlo para Prim.

—Me habría gustado ayudarte.

—Pero ¡me ayudaste!

—Sí, pero casi fue demasiado tarde.

—No. No lo creo. Creo que fue en el momento exacto.

—¿Tú crees? —pregunto casi sin aliento mientras subimos una empinada colina.

—Sí, eso creo—dice ella estirando la mano para ayudarme a subir—. Creo que el pan llegó en el momento perfecto. Había estado parada al borde durante muchísimo tiempo. El día de los panes estaba desesperada. Creo que, de no haber sido por eso, habría terminado muerta. Y Prim también.

Me estremezco.

—Pero tú me salvaste— dice ella cuando llegamos hasta arriba—. Nos salvaste.

—No hice gran cosa.

—Y precisamente por pensar así es que yo te…

—¿Sí?

Ella se sonroja furiosamente.

—Nada. Ya casi llegamos— anuncia dando un salto emocionado.

—¿En serio? —digo tragándome mi decepción y girándome.

—¡Espera! —chilla entonces, mientras me quita la mochila y hurga en su interior.

—¿Qué es eso? —pregunto cuando veo el pedazo de tela roja que cuelga de una de sus manos.

Ella me dedica una sonrisa diabólica:

—¿Confías en mí?

—Por supuesto— respondo sin dudar y ella me sonríe.

—Bien— me dice mientras utiliza la tela para vendarme los ojos.

—¿Qué es esto? —pregunto tocando la venda con las manos.

—Esto es para asegurarme de que pueda ver tu cara cuando lo veas.

—¿Lo? ¿Va a venir alguien más?

Una débil risa llega a mis oídos.

—No. Me refiero al lugar— dice empujándome para que camine.

Doy una paso y luego otro, nervioso por no ver en donde piso.

—Confía en mí— susurra cerca de mi oído—, no voy a dejar que te caigas.

Mi cuerpo se relaja, ella me toma la mano libre y empieza a caminar de espaldas, tirando suavemente de mí.

No sé cuánto tiempo pasa. El entusiasmo de Katniss parece hacer vibrar el aire, como si emitiera zumbidos que reverberan por mi cuerpo también.

—¿Por qué sonríes? —pregunta ella curiosa mientras tira hacia un lado, haciendo que cambiemos de dirección, posiblemente para esquivar algo en el camino.

—No estoy seguro— respondo—. Creo que es por ti.

—¿Por mí?

—Siento que andas particularmente feliz en este momento. Supongo que es contagioso.

Ella se ríe en respuesta.

—Nunca he traído a nadie aquí, ni siquiera a Prim… o a Gale— agrega después, como quien cuenta un secreto.

—¿En serio?

No me responde.

—¿Estás listo? —dice parándose de repente.

Sonrío con nerviosismo y luego asiento. Ella se mueve, hasta que queda detrás de mí y la siento desatar el nudo en la parte posterior de mi cabeza. Inhalo profundamente, preparándome para conocer un lugar tan importante para ella que no ha querido compartirlo con nadie más.

Y me quedo sin aliento cuando la tela cae y vuelvo a encontrarme en mis cinco sentidos.

Katniss POV

Me regodeo observando la expresión embelesada que pone Peeta cuando la venda improvisada cae y puede ver el lago en todo su esplendor.

Solo he compartido este lugar con una persona más, la misma persona que me lo mostró por primera vez: papá.

Antes, cuando era mucho más pequeña, incluso cuando Prim aún no había nacido, él y yo salíamos a primera hora de la mañana, dejando a mamá en casa y nos adentrábamos en el bosque más de lo normal, hasta llegar aquí. Papá se enorgullecía del hallazgo que había hecho un día mientras cazaba. Fue aquí en donde me enseñó a nadar, aunque ni siquiera recuerdo esas lecciones. Sólo recuerdo tirarme al agua, hacer volteretas y chapotear por ahí. Recuerdo la sensación del fondo embarrado bajo los dedos de mis pies. El aroma a flores, a vegetación y a humedad. La sensación de flotar boca arriba, mirando el cielo azul mientras los sonidos del bosque se perdían en el aire.

Peeta permanece inusualmente callado por largos minutos y siento como mi ansiedad crece por momentos.

¿Será igual de impresionante para él como resulta para mí? ¿Estará mi admiración por este lugar sesgada por los maravillosos recuerdos que me dio mi padre?

—¿Peeta?

—Aguarda…—susurra con los ojos muy abiertos.

—Vale— respondo mordiéndome el labio, sin estar segura de que es lo que está haciendo.

Él permanece así por unos minutos más, hasta que finalmente parpadea un par de veces, deja la cesta en el piso y se gira hacia mí, atrayéndome hacia sus brazos. En lugar de besarme en la boca, me acerca a su pecho, enterrando mi rostro en su camiseta y salpica mi coronilla de besos, descendiendo por mi frente, pasando por mi sien derecha y siguiendo hacia mi mejilla. Sujeto su rostro, acunando sus mejillas con mis manos para guiar sus labios hacia los míos.

Pasamos así un buen rato, hasta que nos quedamos sin aire. Apoyo la frente en su pecho y suelto un suspiro de pura satisfacción. Cuando estoy segura de que mi voz no va a traicionarme le pregunto:

—Entonces ¿te ha gustado mi sorpresa?

Cuando se ríe, su pecho envía vibraciones a través de mi cuerpo.

—No estoy seguro de contar con las palabras adecuadas para describirlo— dice inclinando la cabeza y apoyando sus labios sobre el nacimiento de mi pelo.

—¿Tú sin palabras? —me burlo yo y siento sus labios tensarse cuando sonríe.

—Usted, señorita Everdeen, parece especializarse en hacer eso. ¿De verdad no habías traído a nadie aquí?

—Bueno… técnicamente no.

—¿Técnicamente?

—He estado aquí con otra persona, pero no lo traje yo. Más bien él me trajo a mí. Ha pasado un buen tiempo desde la última vez que estuve aquí.

Sus brazos se tensan alrededor de mis hombros.

—¿Tu padre?

Asiento.

—Aquí— le digo tomando su mano, haciendo que camine a mi lado— fue el lugar en donde aprendí a nadar. Este es el lado menos hondo, allá— digo haciendo un gesto con una mano— el agua me cubre por completo, pero aquí seguro nos llega a esta altura— digo señalando mi cintura—. Papá cazaba las aves acuáticas que construían sus nidos en la orilla mientras yo buscaba huevos entre la hierba. Luego, los dos excavábamos en la parte poco profunda en busca de katniss la planta acuática a la que llaman saeta. A papá le encantaban, por eso decidió llamarme así.

Él me observa en silencio, tomando nota de mis palabras y estoy segura de que recordará cada detalle.

—Por la noche— continúo contando, ligeramente sorprendida por la facilidad repentina que siento de hablar sobre mí—, cuando llegábamos a casa, mamá fingía que no me reconocía al verme tan limpia y luego preparaba una cena asombrosa de pavo asado y raíces de saeta al horno con salsa— digo con una sonrisa.

Él cierra los ojos y sonríe.

—Puedo imaginarlo sin problema— susurra.

—Dejé de venir después de su muerte. Me ponía muy triste en este lugar.

—¿Por qué decidiste traerme entonces? —pregunta con sorpresa.

Me encojo de hombros, pero él no lo deja pasar.

—Pudiste haberme llevado a cualquier otro lugar en el bosque. ¿Por qué venir precisamente a este lugar?

Decido decirle la verdad:

—Me costó mucho trabajo decidirlo. Lo pensé durante semanas, porque no estaba segura de si soportaría venir aquí, ni siquiera ahora.

—¿Y qué te hizo decidirte?

—En realidad no fue una cosa en concreto. O tal vez sí. Soñé que venía aquí contigo— digo con un encogimiento de hombros.

—¿Por un sueño?

—Creo que no fue tanto el sueño, sino la forma en que me sentí cuando desperté.

—¿Cómo te sentiste?

Dudo por un momento antes de responderle:

—Me sentí como si el mundo pudiera volver a ser un lugar feliz.

Peeta POV

Siento como si un globo se estuviera inflando en el interior de mi pecho. Como si mi cara fuera a partirse en dos en cualquier momento a causa de la sonrisa que tironea de mis labios, haciendo que mis mejillas duelan.

Ella me muestra una pequeña cabaña, de una sola habitación, que se encuentra en uno de los lados del lago, parcialmente oculta entre los árboles.

Adentro hay una mesa con un par de banquitos de madera y un cajón lleno de leña seca, pero no hace tanto frío como para tener que encender la chimenea. Katniss utiliza una escoba hecha de ramitas para sacar las hojas que se han metido dentro de la casita mientras yo me encargo de extender el viejo mantel que papá ha metido dentro de la cesta sobre la mesa para sacar la comida.

Puedo imaginarnos a ambos haciendo esto a diario. No la parte de caminar por el bosque durante horas, sino el compartir un hogar. Tal vez… —mis mejillas se calientan.

—No es mucho, pero a mí me encantaba cuando era pequeña. Esta la hizo papá para mí, para que jugara a la casita— dice mostrándome la escoba.

—Es perfecta. Todo es perfecto.

Ella me sonríe. Sujeto sus muñecas y disfruto profundamente la manera en que sus mejillas se encienden ligeramente.

—Gracias por compartir esto conmigo.

—Gracias por venir— responde.

Apoyo la barbilla sobre la cima de su cabeza y suspiro.

—¿Podemos tener días como este todo el tiempo?

Ella rodea mi cintura con los brazos y aprieta suavemente. Poco a poco ha ido aprendiendo a ser más espontánea con sus muestras de afecto.

—Podría arreglármelas para eso— dice con voz queda.

—Bien— replico y mi estómago escoge ese momento para gruñir en busca de comida.

Ella ríe.

—Bueno, eso se encargó de asesinar el ambiente— bromea ella y yo enrojezco.

—Lo siento.

—Ya debe pasar de medio día y todo eso que has traído tiene una pinta estupenda— alaba ella—. ¿Estás seguro de que está bien que nos lo comamos?

—Estoy seguro de que papá se sentirá muy ofendido si no lo hacemos.

—Tu padre me agrada.

—A él también le agradas tú.

—Seguro que le gusta más Prim.

Niego con la cabeza.

—Creo que aunque no estuviera locamente enamorado de ti, te seguiría queriendo igual. Supongo que se debe en parte a tu madre— digo ligeramente incómodo— pero en su mayoría se debe a que te respeta. Supongo que los hombres Mellark no podemos resistirnos a ti.

—Creo que Tax tendría algo que decir al respecto— responde ella mientras hurga en su mochila y saca un termo con té caliente y una fuente llena de lo que parece ser un guiso.

—Es conejo— dice ella—. Y es completamente comestible porque lo hizo Prim y no yo.

—Se ve fantástico, aunque estoy seguro de que tú también lo harías increíblemente bien.

—Soy capaz de traer la comida a casa, pero prepararla se me da muy mal. Por suerte tengo a Prim— sus ojos se iluminan cuando habla de su hermana.

—Por cierto ¿qué se traen ella y Rory?

Su sonrisa desaparece de inmediato de su rostro.

—¡Whoa! ¿tema sensible? —pregunto.

—Creo que sigo en negación. La noche del apagón me enteré de que le gusta ¿puedes creerlo? ¡mi hermanita!

—Bueno, ya no es tan pequeña ¿cierto?

—Siempre será mi hermanita.

—Y Rory es un buen chico. Y Tax cree que será casi tan guapo como su hermano.

Ella no se ríe.

—Lo siento— me disculpo de inmediato, preocupado por la posibilidad de haber cruzado alguna línea imaginaria.

—No. No ha sido tu culpa. A veces pienso que son muy diferentes y otras noto muchas similitudes, pero creo que Rory tiene su propia forma de ser y es muy distinto a lo que era Gale y creo que a Prim le gusta por ser como es.

—¿Y a él le gusta ella?

—¿A quién podría no gustarle Prim?

Me río.

—Bueno, tu hermana es preciosa, pero yo soy hombre de una sola mujer y creo que fui algo precoz al tomar mi decisión. Así que a mi no me gusta Prim.

—Es bueno saberlo— replica ella con una mueca y yo beso su mejilla antes de atraerla a la mesa para que comamos.

—En cualquier caso, creo que si hubiera podido elegir yo misma a alguien para ella, habría elegido a Rory.

—Sí, especialmente porque el pobre chico te ha visto en acción con el arco, sabe que eres capaz de castrarlo a veinte metros de distancia si hace mal las cosas.

—No lo había pensado de esa manera. Pero creo que tienes razón— dice mientras saca un par de tazas de la mochila y las llena generosamente con el guiso. Luego sirve el té en unos pequeños vasos de metal y me pasa la comida. Nos sentamos uno frente al otro para comer.

—Gracias— susurro.

El día avanza demasiado rápido. Almorzamos, charlando de esto y de aquello, aprendiendo un poco más sobre el otro. Guardamos la mayor parte de la comida de la panadería para más tarde y esperamos por un rato para hacer la digestión.

—¿Has traído la muda extra que te dije? —pregunta ella.

—Está al fondo de la cesta. ¿Qué vamos a hacer?

—Te voy a enseñar a nadar.

Katniss POV

Enseñarle a Peeta a nadar resulta divertido en cuanto logro superar el bochorno que siento cuando lo veo vestido solo con su ropa interior.

—Si regreso a casa con la ropa empapada, mamá me matará— explica él mientras camina por la parte menos profunda hasta que el agua le cubre la cintura.

—Tenemos que llegar un poco más profundo si quieres aprender de verdad— digo mientras extiendo una manta sobre el suelo y me quito los pantalones, aprovechando que él se encuentra de espaldas a mí. Me meto en el agua, con la camiseta de algodón aún puesta, y lo alcanzo. Él da un respingo cuando mi mano toca su espalda.

—¿Estás bien?

—Algo nervioso— admite él.

Le sonrío.

—No dejaré que te ahogues. Ni que te coman los bichos acuáticos.

—No sabía que eso era una posibilidad— se queja.

—Ven aquí— le digo metiéndome un poco más en el lago.

Decido enseñarle a flotar primero. Lo llevo a un punto en que aún puede tocar el fondo con los pies y le enseño como debe distribuir su peso sobre el agua, aflojando sus extremidades para encontrar su punto de flotación. Meto mis manos debajo de su cuerpo, recordando con vaguedad la forma en que me enseñó papá y siento mi rostro arder cuando siento la piel desnuda de su espalda y de la mayor parte de sus piernas.

Al principio a él le cuesta trabajo dejarse llevar y de vez en cuando acaba tosiendo y resollando, pero al cabo de un rato lo consigue.

Su rostro se llena de orgullo y yo siento algo cálido en mi interior cuando lo veo. Él flota boca arriba, con los ojos cerrados, disfrutando de los tímidos rayos del sol que logran atravesar el celaje.

Mi piel sigue ardiendo, más viva ahí donde lo estoy tocando y de repente siento un deseo irrefrenable por besarlo.

Apoyo la palma de mi mano en la mitad de su espalda y lo ayudo a enderezarse lentamente. Peeta parpadea para sacar el agua que se ha colado entre sus pestañas y me sonríe ampliamente. Utilizo la ingravidez que me proporciona el agua y me impulso hacia arriba, de manera que a pesar de que es un poco más alto que yo, nuestros rostros quedan a la misma altura.

No soy particularmente buena en tomar la iniciativa. No es que no me guste besarlo, porque lo cierto es que no se me ocurren muchas cosas mejores que esa, sino que siempre me siento torpe cuando intento ser seductora, cosa que a él no parece molestarle.

Tal vez se deba a la mágica esencia del lago, o a que estamos construyendo juntos nuevos recuerdos que me ayuden a olvidar el dolor y la tristeza que hasta ahora asociaba a este lugar.

Tal vez se deba únicamente a que se trata de Peeta y que nunca parezco tener suficiente de él. Pero cuando me sujeto de mis hombros y muevo mi cabeza hacia arriba me siento hermosa y sexy y perfecta, porque esa es la manera en que él me ve.

Mi boca se encuentra con la suya sin problema. Como si fuéramos dos imanes con cargas opuestas y, cuando nuestros labios entran en contacto, siento un hormigueo cálido extenderse desde ahí hasta el resto de mi anatomía, calentando cada célula de mi cuerpo.

Él jadea, genuinamente sorprendido, pero me sujeta por la cintura, acercándome más a él y sus labios se mueven con entusiasmo contra los míos. Mi boca se abre cuando la punta de su lengua roza mi labio inferior, pidiendo permiso. Mis huesos parecen derretirse, convirtiéndose en algo parecido a la gelatina. Me siento dúctil y maleable, como si fuera arcilla y él se encargara de darme forma con sus habilidosas manos.

El beso termina y me siento intrépida cuando, al apartarse él para tomar aire, mis labios encuentran el camino a su garganta.

—Katniss —dice él con un susurro que acaba convertido en un gemido y un sonido, ronco y profundo, que envía un estremecimiento a través de mi columna vertebral, sale de su garganta.

No es la primera vez que nos pasa. No es la primera vez que siento esta nueva clase de hambre.

Pero es la primera vez que sabemos que nadie va a interrumpirnos.

—Katniss—dice él y detecto un tono afilando en su voz cuando una de mis piernas cobra vida propia y se enrosca alrededor de su cintura.

—¿Qué? —consigo decir mientras él empieza a besar mi clavícula.

—Deberías pedirme que pare ahora— susurra él y, cuando se aparta, me doy cuenta de que sus ojos azules se han vuelto casi negros.

Me pierdo en la profundidad de sus ojos y me devano los sesos intentando encontrar un solo motivo por el cual parar sea una buena idea.

Fallo estrepitosamente.

—¿Qué pasa si no quiero que lo hagas?


Bueno, pues aquí tienen la siguiente entrega. En primer lugar estoy contentísima porque no se hayan olvidado ni de mí ni de esta historia. Estoy realmente muy agradecida por las muestras de cariño en forma de reviews que he recibido.

Sobre el capítulo:

¿Ha sido inesperada la forma en la que se están dando las cosas? ¿Qué opinan? ¿Van a seguir hasta el final o van a parar? Por aquello, recuerden que en esta versión de la historia Katniss y Peeta están cerca de cumplir los 19, así que ya no son niños, en lo absoluto. El siguiente capítulo aún NO está empezado, así que déjenme un review con su opinión y trataré de seguir lo que diga la mayoría. ¿Eh? Porfaaaa! Los reviews son mi adicción y he tenido un inicio de semana algo complicado, así que sean lindas y ayúdenme a animarme.

Gracias a las maravillosas personas que han comentado el capítulo anterior: Gpe77, Lucy N Mellark Eaton, Brida, Katyms13, ElizabethMKJP, millordhs, tita, wen (por cierto, leí tu review y me interesa esa historia de la que hablas, mándame un PM), Darkmatter Black, Imagine Madness, Naty Mu, marizpe, catnip1, lixs, Doremi, Monito03, jessimellark, IamPeterPan, Alphabeta, carolblue, MCMB, Saab chan, jacque-kari, sheenaggp11, yazzita, ForeverMellark

Un abrazo, E.