Disclaimer: los personajes y el Universo Panem son propiedad de Suzanne Collins.
Esta historia participa en el reto "Pidiendo Teselas" del foro "El diente de león"
Rory POV
Mantengo el rostro cuidadosamente inexpresivo mientras los periodistas en la estación de trenes disparan una foto tras otra. Algunos nos gritan preguntas, otros se empujan unos a otros tratando de acercarnos un micrófono o pequeñas grabadoras de voz a la cara, pero ni Prim ni yo hemos intentado contestar ninguna.
El tren es una cosa blanca y alargada, una mezcla de metal y cristal que me hace pensar en una serpiente gigantesca.
Resulta extraño, siempre me había imaginado los trenes como criaturas que rugían y traqueteaban y a pesar de que la gente en mi distrito no tiene muchas oportunidades de viajar en tren, a no ser que salgas elegido para los Juegos o… no, creo que es la única opción para poder conocer uno de estos por dentro. Eso o ser un importante hombre de negocios o algo así, pero no tenemos ninguno de esos en el Doce. Creo que ni siquiera los Agentes de Paz salen nunca de nuestro territorio. Aun así, cuando era más joven, soñaba con que me convertía en una persona importante y que hacía un viaje acompañado del traqueteo de las ruedas contra las vías.
Gale una vez me regaló uno, de juguete, claro está, cuando yo era mucho más pequeño. Era del tamaño de mi puño cerrado, tallado en madera. Creo que había sido suyo y que lo había hecho él mismo, pero me lo dio poco después de la muerte de papá, cuando decidió que ya era demasiado mayor para tener juguetes. En realidad no era un tren completo, solo uno de los vagones, pero era uno de mis grandes tesoros. Siempre que jugaba, con Vick o, mucho más adelante, con Posy, yo emitía un sonido con la boca que sonaba, más o menos, como un "chucu-chuchu-chuchu". Posy, en particular, se reía cuando me escuchaba sonar el silbato imaginario del tren. Ella levantaba su pequeño puñito y me imitaba, haciendo que todos, excepto Gale, sonrieran.
Gale no sonreía nunca.
Decido que lo mejor es no pensar en mi familia ahora. Ni en Vick, ni en Posy, ni en mamá ni, mucho menos, en Gale. Pensar en alguien que murió siendo tan joven es definitivamente una mala idea en mis circunstancias.
Effie nos empuja a Prim y a mí para que atravesemos las puertas del tren, aún cerradas. Por un momento pienso que vamos a darnos de bruces contra la superficie de metal, pero un segundo antes de que yo estire los brazos para protegerme la nariz de la inminente colisión, las puertas se abren sin que haya nadie al otro lado.
El interior también es diferente a como lo había imaginado. En mi cabeza el tren solo tenía dos hileras de asientos, separadas por un pasillo estrecho y también pensaba que habría gabinetes sobre nuestras cabezas para guardar nuestras maletas. Aunque claro, ni Prim ni yo llevamos ninguna maleta.
Ahora que veo un tren de verdad desde adentro me doy cuenta de lo errónea que resultaba mi percepción. Una visión demasiado infantil y distorsionada de la realidad.
Hay pulidos suelos de maderas brillantes e incluso una alfombra que debe costar más que mi casa entera. Haymitch desaparece en cuanto entramos en el tren, dejándonos a Prim y a mí con Effie, que se apresura a darnos un tour dentro del monstruo metálico.
Mi ánimo decae más y más con cada vagón que visitamos: la primera parada es el suntuoso salón en que tomaremos la cena, con mesas de madera mezclada con cristal y filas y filas de cubiertos que no tengo idea de cómo usar.
—¿Estamos esperando a más personas? —la pregunta sale disparada de mi boca, haciendo que Prim voltee a verme con curiosidad.
—¿A más personas? —los ojos de Effie, de un color castaño claro, demasiado normales en comparación con el resto de su colorida persona, me observan confundidos—. No, vamos a una velocidad media de 340 km/h. Llegaremos al Capitolio mañana por la mañana ¡y ni siquiera tenemos que pararnos a repostar! —dice alegremente y yo no estoy seguro de cuál es la relación entre eso y lo que acabo de preguntar.
—¿Ya estamos en movimiento?
—¡Y ni siquiera se siente nada! —dice con una sonrisa que deja a la vista una hilera de dientes demasiado blancos—. ¿No te parece maravilloso?
Me encojo de hombros.
—Pensé que estábamos esperando a alguien más.
— ¿Por qué lo dices, cielo?
Me sonrojo cuando le respondo:
—Por nada. Simplemente me preguntaba para quien eran todos esos cubiertos sobre la mesa.
Effie se echa a reír, como si le hubiera contado una broma muy graciosa.
—¡Qué cosas dices! Solo hay cuatro puestos en la mesa, uno para Haymitch— dice arrugando la nariz, uno para Primrose, uno para ti y uno para mí. Ahora, si me siguen por aquí, podrán ver la sala de televisión en donde veremos en un rato la repetición de la Cosecha. ¡Ambos lo han hecho muy bien hasta ahora! La niña del año pasado era una llorona sin remedio y el chico se enfurruñó de inmediato y ni siquiera quiso hacer el tour. ¿Pueden creerlo? Yo siempre he creído que aún y cuando solo sea por unos días y solo por un rato, es un privilegio para los elegidos el poder ver cosas como esta— dice mientras camina de aquí para allá.
La observo con el ceño fruncido, pero antes de poder decir nada, Prim se adelanta:
—Ignis apenas acababa de cumplir catorce años y tenía una madre muy enferma y Kohle estaba esperando a un bebé, por supuesto que estaba furioso— dice con las mejillas encendidas.
—Todos los tributos tienen familias, Primrose— dice Effie muy tranquila, como si estuviera acostumbrada a que los chicos tuvieran alguna pataleta en el camino hacia el Capitolio.
—Igual que usted, seguramente— replica Prim con una frialdad que me resulta completamente desconocida— pero eso no hace más sencillo tener que despedirse de ellos, posiblemente para siempre.
Effie le dedica una mirada, que dura dos segundos muy largos, antes de encogerse de hombros y seguir caminando a través del tren.
Prim la mira exasperada, pero la sigue de todas formas.
Cada habitación tiene su propio baño, pero igual nos muestra el baño del vagón central, lleno de luces de colores, como si en lugar de usar el sanitario nos dispusiéramos a dar una gran fiesta entre los azulejos de color blanco. El últio vagón está ocupado con las habitaciones: la de Haymitch, la de Effie y, al final, la mía y la de Prim. La suya a la derecha y la mía a la izquierda.
—Pueden refrescarse en sus habitaciones. La cena se servirá en dos horas. Pueden inclusive tomar una siesta, tal vez los ayude con el mal humor— dice Effie casualmente, como si no supiéramos exactamente a quién se está refiriendo y Prim cruza los brazos frente al pecho, pareciéndose mucho a Katniss.
Ambos permanecemos clavados en el pasillo, hasta que el repiqueteo de los tacones de Effie se aleja.
—Creo que empiezo a entender por qué Katniss la odia— dice ella con un suspiro mientras se recarga contra la pared.
Tiene los ojos cansados y el vestido ligeramente arrugado. Me le quedo mirando por más tiempo del que resulta prudente, tomando nota de sus mejillas sonrosadas y de la curva que forma su cuello cuando ella echa el cuello hacia atrás.
Ella alza el rostro, repentinamente consciente de mi escrutinio y yo aparto la mirada azorado.
No siempre ha sido así entre nosotros, pero después de la muerte de Gale o tal vez un poco más tarde, cuando Katniss empezó a enseñarme a cazar, Prim cambió sutilmente su forma de ser conmigo.
Probablemente cualquier otra persona habría pasado por alto la forma en que ella se comportaba, pero tomando en cuenta que teníamos ocho años el día en que decidí que ella se casaría conmigo, podría decirse que me había vuelto bastante observador sobre la forma en la que ella actuaba. Se apartó de mí y no entiendo por qué.
—Voy a hacerle caso a Effie y tomaré una siesta— suelta ella de repente.
—Dijiste que hablaríamos después.
Ella abre sus grandes ojos azules y me mira con pena:
—Justo ahora lo único que quiero es darme un baño y…— su voz se quiebra un poco en esa última palabra y lo comprendo: no ha derramado ni una lágrima desde que sucedió todo y posiblemente empieza a desbordarse.
—¿Después de ver las Cosechas? —sugiero yo, intentando no parecer demasiado ansioso.
Ella asiente.
—Vale, lo prometo.
—Descansa.
—Gracias— dice parándose frente a su puerta, que se abre sola.
Me quedo ahí parado, hasta que, cinco minutos más tarde, me doy cuenta de que me estoy comportando como un idiota y me meto también en mi habitación.
Además del dormitorio, contamos con un vestidor y un baño privado que tiene agua fría y caliente, lo cual resulta todo un lujo, puesto que en casa a menos de que la hirvamos, no tenemos agua caliente.
Hay un armario enorme que cubre una de las paredes de la habitación y está lleno con tanta ropa que estoy seguro de que sería suficiente para vestirnos a mis hermanos y a mí durante años.
Observo con el ceño fruncido la ropa que mamá ha elegido para mí hoy: unos pantalones que en un principio eran negros pero se han vuelto de un gris deslavado y la camisa que usó Gale en su última Cosecha, de un amarillo claro que él odiaba.
Me quito la ropa como si de repente me empezara a quemar, porque resulta casi doloroso el saber que estas mismas prendas cubrieron el cuerpo de mi hermano, un cuerpo que ni siquiera pudimos enterrar.
Cuando me he desnudado por completo, me meto en el cubículo de cristal que hace de ducha y abro la regadera.
No me había dado cuenta de lo frío que estaba hasta que siento como la calidez del agua me devuelve, poco a poco, el calor corporal. Me quedo bajo la cascada hasta que mis dedos se arrugan y el baño se inunda con el vapor.
Cuando salgo y paso una mano para limpiar el cristal, mi reflejo me devuelve la mirada desde un ornamentado espejo que cuelga sobre el lavatorio.
—Estoy en un tren hacia el Capitolio. Voy hacia los Juegos del Hambre. Me presenté voluntario para ir a los Juegos— mi voz suena extraña, pero continúo hablando porque decir las cosas en voz alta hacen que empiecen a parecer reales, y justo ahora eso es lo que necesito—. No tengo pensado ganar los Juegos del Hambre. En un par de semanas, estaré muerto.
Mi cara ni siquiera cambia de expresión cuando lo digo.
…
El rostro de Prim sigue luciendo tan fresco como esas flores que le dan nombre. Ha soltado su cabello, que le cae en desordenados rizos hasta la mitad de la espalda e igual que yo se ha bañado y ha tomado ropa de esa fuente inagotable que cada uno tiene en su habitación, pero sus ojos no están rojos y sus párpados no están hinchados. Trae puesto un vestido verde botella que se aferra a su estrecha cintura y luego se abre como una campana. El color del vestido se refleja en sus ojos claros, haciéndolos cambiar de color. Destacando el hecho de que ella parece estar más tranquila de lo que esperaba.
No soy el único que lo nota. A pesar del evidente estado de ebriedad, Haymitch Abernathy alza su copa hacia Prim, tal vez apuntando unos cincuenta centímetros demasiado hacia la derecha, pero le guiña un ojo.
—Apostaba a que serías una llorica, Preciosa.
Las mejillas de Prim se encienden ligeramente, pero alza la barbilla y niega con la cabeza.
—Pues espero que no hayas metido demasiado dinero en el sobre, porque has fallado.
Haymitch se echa a reír ruidosamente haciendo que Effie, que ha estado dándole vueltas a una aceituna dentro de un vaso relleno con un líquido ligeramente rosado, frunza el ceño.
—En realidad no se permite que los equipos de los Juegos apuesten. Mentores, escoltas, estilistas… Todos tenemos prohibido apostar.
—A nadie le importa, Effie. ¿Van a empezar a traer la comida o qué?
Ella lo ignora mientras bebe un sorbo de su bebida rosa.
Nos sirven la cena: crema de calabaza, ensalada con un montón de vegetales que no conozco, un pavo gigantesco, finas lonchas de cerdo que un chico de cabello dorado parte directamente en nuestro plato, zanahorias en miniatura nadando en una espesa salsa de mantequilla.
Ni siquiera sé por dónde empezar. Si bien es cierto hace mucho tiempo que mi familia no pasa hambre realmente, ver tanta comida junta me abre un agujero en el estómago.
Prim toma la iniciativa tomando la fuente de las zanahorias y sirviéndose un poco con un cucharón. Toma un bollito de pan del tamaño del puño de un bebé y lo sumerge en la cremosa salsa. Un suspiro de satisfacción escapa de sus labios cuando prueba el primer bocado.
Empieza a servirse un poco de cada cosa en plato, cuidándose de no llenarlo demasiado.
—Creo que es el momento de ponernos gordos— bromeo yo—. Después de todo, unos cuantos kilos extra nos serán de mucha ayuda en la Arena ¿no crees?
Ella niega con la cabeza.
—No comas demasiado — me advierte en un susurro y yo la veo con el ceño fruncido.
—¿Por qué?
—Hazme caso— dice antes de continuar comiendo, usando delicadamente los cubiertos. Ignoro las piezas plateadas que se alinean a ambos lados del plato y tomo una cuchara, con la que empiezo a servir generosas porciones de cada fuente.
—¡Bravo! —dice Effie Trinket mientras aplaude —. Habían pasado un par de años desde que veía a un tributo usar correctamente un juego de cubiertos.
Por supuesto no se refiere a mí, pero siento su mirada clavada en la cuchara que sostengo frente a mi boca. La comida que he estado masticando se convierte en una piedra que me cuesta trabajo tragar.
—¿Quién te ha enseñado a comportarte en la mesa, Primrose?
—Prim— la corrije ella suavemente—. Mi madre nos educó a mi hermana y a mí del mismo modo en que la criaron a ella. Tenemos un juego de cubiertos como estos. No tan bonitos, por supuesto, pero aprendí a usarlos.
¿Prim le está haciendo la pelota a Effie?
—Una lástima que no todos se preocupen por darle una crianza adecuada a sus hijos— dice Effie con un suspiro exagerado.
—En el Doce no es tan sencillo— dice Prim viéndome de reojo—. Esos cubiertos son toda una reliquia. Si no me equivoco eran de mi abuela materna. Mamá los mantiene escondidos porque sabe que Katniss no valora ese tipo de cosas, así que probablemente los habría vendido hace mucho tiempo. Pocas personas pueden permitirse tener objetos como esos. Bonitos, pero no funcionales. A mí siempre me han encantado.
Effie y yo la vemos con idéntico horror, aunque los motivos detrás de cada uno de nosotros no podrían ser más diferentes.
Effie y Prim se dedican a parlotear sin parar durante la cena. Nos sirven una esponjosa tarta de chocolate coronada con fresas demasiado perfectas para crecer en algún lugar que no sea uno de esos invernaderos que he visto en algún momento en las transmisiones de otros distritos. Recuerdo las fresas que Katniss y yo recogíamos en el bosque y de repente me siento ridículo por haberlas juzgado hermosas.
Cuando, finalmente, Effie anuncia que es hora de ir a la otra habitación para ir a ver las Cosechas, me siento físicamente enfermo.
—¿Estás bien? —pregunta Prim cuando se sienta a mi lado—. Estás un poco verde.
—Después de oírte hablando así con Effie ¿qué esperabas?
—¿Disculpa?
—Nada— digo hundiéndome más en el sillón y tomando uno de los mullidos almohadones para apretarlo entre mis dedos.
—Alguno de los dos debe ser accesible— dice ella reclinándose y cruzando sus esbeltos brazos frente a su pecho—. Y para que lo sepas, te sientes enfermo porque has comido más de lo que deberíamos. Tu cuerpo no está acostumbrado a comer ese tipo de alimentos y en esas cantidades. Y yo te lo he advertido, así que no tienes derecho a echarme la culpa.
No le contesto, porque en ese momento empieza el himno de Panem como preludio de las Cosechas.
Lo que estamos a punto de ver es un resumen de todas las Cosechas. El Capitolio las programa de manera que se distribuyan a lo largo del día, de manera que empiezan con el Uno a las ocho y treinta de la mañana y acaban con el Doce, a las dos de la tarde, dejando intervalos de media hora entre distrito y distrito. Mi madre y mis hermanos deben estar viendo este mismo resumen en casa o tal vez han ido a la transmisión pública, lo cual sería lo mejor porque así no tendrían que enfrentarse solos a verme subir al escenario por segunda vez en un día.
Prim se pone rígida cuando empieza la Cosecha del Uno. Ambos chicos son voluntarios, lo cual no es novedad. El Uno, el Dos y el Cuatro siempre tienen voluntarios que llegan muy lejos en los Juegos. Son, con diferencia, los distritos que tienen más victorias acumuladas en la historia de los Juegos del Hambre.
Rosetta Gold y Onyx Schwarz. Ambos tributos del Uno lucen terroríficos, listos para acabar con lo que sea. Ella con sus rizos dorados, delicadamente peinados formando un halo alrededor de su cabeza. Él con el cabello cayendo en ondas sobre su frente, cubriendo unos ojos plateados que me hacen pensar en la nieve sucia. Ambos lucen fuertes y en forma. Una amenaza.
En el Dos hay un chico llamado Glock, con el cabello cortado a rape y una chica llamada Steel con una larga melena cobriza que ella ha apartado de su cara con una docena de apretadas trenzas que le dan un aspecto severo. Los tributos del Tres son cosechados, el chico me hace pensar, con su nariz pequeña y puntiaguda, en un ratón de campo. Los tributos del Cuatro son voluntarios, una chica llamada Welle, muy bronceada y un chico con la cabeza rapada y brillantes ojos verdes, Velius St. Regis.
Fuera de los profesionales, me llama la atención una chica delgada, con una mata de cabello negro muy bien peinado a la que cosechan en el ocho y que camina hacia el escenario subida en unos tacones tan altos que no tienen nada que envidiarle a los de Effie. El chico del Nueve tiene espaldas anchas y aunque no es demasiado alto, luce en forma. Tiene el cabello muy corto y los ojos de un café tan claro que casi parece dorado, en contraste con su piel tostada. Se llama Cyrus Blake. Su compañera tiene una cicatriz que le recorre el lado izquierdo de la cara, pero no consigo poner atención al momento en que dicen su nombre, distraída por un comentario de Effie sobre las pestañas postizas de la escolta.
Los chicos del Once son jóvenes: trece y catorce años. Ambos lucen pálidos bajo su piel oscura y la niña se pone a llorar en el escenario antes de que corten la toma.
Luego venimos Prim y yo. Me siento orgulloso al verla a ella caminar muy derecha hacia el escenario, pero la Prim de carne y hueso a mi lado empalidece cuando, al fondo, se escuchan los gritos desesperados de su hermana. Luego viene la cosecha de los varones y me veo a mí mismo presentándome voluntario.
Luzco mucho más tranquilo de lo que me sentía, lo cual hace que el nudo en mi estómago se afloje un poco. Pasan una toma del alcalde de algún distrito que no es el Doce leyendo el Tratado de la Traición, el himno y la pantalla pasa a negro antes de dejar a Caesar Flickerman comentando las Cosechas con Claudius.
Me siento aliviado al ver que el hecho de que me presentara voluntario y me viera tan tranquilo es una buena señal.
Nadie sabe por qué lo he hecho, pero supongo que deben pensar que lo hago por el mismo motivo que los profesionales: fama y fortuna.
Nos quedamos otros diez minutos, hasta que Prim suelta un bostezo y pregunta si puede ir a acostarse.
Effie le sonríe dulcemente y le agradece por ser tan considerada. Al parecer no muchos tributos son educados con ella. Me levanto y la sigo, sin pedir permiso, posiblemente perdiendo más puntos con Effie y ambos caminamos a través de los vagones hasta llegar al de los dormitorios.
Suelto un bostezo.
—¿Charlaremos en tu habitación o en la mía?
Mi bostezo se corta por la mitad cuando ella suelta eso.
La veo de arriba abajo y empiezo a sentir miedo, porque la Prim que vi hace unos minutos en la mesa no es la misma chica que recordaba. ¿Y si resulta que ella ha cambiado hasta resultar irreconocible? ¿Y si he cometido un error al hacer esto?
La sangre late atronadora en mis oídos.
Niego con la cabeza.
—Ya hablaremos mañana— le digo entrando en mi habitación, dejándola con la palabra en la boca.
Hola! Esta vez no me tardé tanto (y eso que estoy en finales!). Y ayer tuve mi graduación de licenciatura (YEEEI!)
Aquí tienen el nuevo capítulo. En un principio iba a ser de Rory y de Katniss, pero al final se alargó tanto que decidí partirlos en dos. En lo positivo, ya el siguiente capítulo está listo, solo me falta hacerle la nota de autor, así que si me mandan amor en forma de review, yo les devuelvo el amor en forma de actualización.
¿Qué les ha parecido Rory? Era un personaje que estaba demasiado verde en la saga original así que he hecho lo que me ha dado la gana con su personalidad. Prim ha tenido un giro interesante (o eso espero) en este capítulo, porque si lo notan la disposición de los personajes está invertida con respecto a Peeta y Katniss. ¿Qué creen que pase en el siguiente capítulo? ¿Cómo creen que está gestionando Katniss sus emociones?
Para saber esto y más, denle review a este capítulo. XD
Saludos y agradecimientos a: Darkmatter Black, marizpe, Lightscales15, Lucy N. Mellark Eaton, Ana B, Stelle Targaryen, wenyaz, Alphabetta, sofitkm, Gabita565, Bremere, HikariCaelum, Saori-Primlover, pilarz, IamPeterPan y los Guest que no me dejaron su nombre.
Especial agradecimiento a Saori-chan que me dejó un review en cada capítulo ¿no te gustaría hacerte una cuenta oficial para poder participar más activamente?
Saludines, E.
