Disclaimer: los personajes y el Universo Panem son propiedad de Suzanne Collins.

Esta historia participa en el reto "Pidiendo Teselas" del foro "El diente de león"


Katniss POV

Hay millones de pensamientos en mi cabeza en este momento, pero ninguno de ellos consigue cristalizarse para formar ni siquiera una sola palabra.

Prim. Mi Prim. Mi patito.

¿Cómo han podido hacerle esto? ¿Qué no ven lo dulce y desvalida qué es? ¿Qué no entienden cómo es el lugar al que la están enviando?

Mi corazón se rompe en un millón de pedazos con ese pensamiento y un gimoteo lastimero sale de mi garganta. En respuesta, Peeta me abraza con más fuerza, aferrándose a mi cuerpo como un náufrago a punto de ahogarse. Solo aquí el náufrago soy yo y Peeta es lo único que evita que me hunda sin remedio.

Estamos tendidos en mi cama. La cama que solía compartir con Prim. Mamá amablemente ha dejado que Peeta se quede a pasar la noche aquí, aunque creo que no le he dejado muchas opciones. Pues cada vez que Peeta intentaba levantarse, en una ocasión solo para ir al baño, yo empezaba a gritar.

Eso es lo único que me convence de que mi voz no se ha ido para siempre. No encuentro mi voz para hablar, pero eso no significa que no pueda gritar.

Al final mi madre ha tenido que pedirle a Peeta que se quede, pues posiblemente teme que los Agentes vengan a sacarme a rastras por disturbios a la calma. La verdad es que no podría importarme menos. Me sentiré igual de miserable en una celda que aquí. Aunque claro, Peeta no iría conmigo a la celda y el tenerlo aquí, sosteniéndome de manera que las piezas que componen mi ser no salgan disparadas en todas direcciones es, sin duda, una ventaja.

Peeta se remueve bajo mi cuerpo. Siento los músculos de su brazo contraerse y estirarse, una y otra vez. Seguramente ha perdido la circulación en esa extremidad. Me enderezo, sin decir una palabra y él libera el brazo, dedicándome una mirada tan cargada de amor que me siento mal de inmediato.

Le he dicho que no quiero tener nunca a sus hijos. Le hecho daño físico hace apenas unas horas. He gritado en su oído hasta que se me ha pasado el ataque histérico y, aun así, él sigue viéndome como si fuera la mejor maldita cosa que hay en el mundo. Como si pudiera pasarse una vida entera limpiándome la nariz y recogiendo mis lágrimas con sus dedos.

¿Qué estoy haciendo con este hombre? ¿Cómo soy capaz de ser tan egoísta como para arrastrarlo conmigo a esta vida de dolor y de amargura?

"Porque lo necesitas", dice una vocecita en mi cabeza, "lo necesitas para seguir viva".

Una pregunta aterradora se presenta entonces en mi cabeza: si Prim muere ¿qué pasará conmigo?

Me estremezco y Peeta se reacomoda para abrazarme de nuevo.

—Intenta dormir un poco— dice con voz suplicante.

Niego vigorosamente con la cabeza.

—Prim aún no ha entrado a la Arena. Por el momento no tienes nada de qué preocuparte, Katniss. Además, necesitas dormir. Y comer— agrega un momento después lanzando una mirada acusadora al plato lleno de panes que Tax ha traído hace un rato. Puede que en otras circunstancias la diversidad de bollos y galletas me habría impresionado, pero ahora lo único en lo que puedo pensar es en que Prim no tendrá nada que comer en tan solo unos días, cuando entre a la Arena.

Si fuera yo, sé que podría conseguirme a mí misma la comida necesaria para sobrevivir, pero Prim se echó a llorar la única ocasión en que la llevé conmigo al bosque a cazar. Rory, por otro lado, sí puede hacerse cargo de conseguir comida para los dos, pero entonces recuerdo que ambos llevan semanas sin hablarse el uno al otro. ¿Y si deciden no aliarse? ¿Y

Vuelvo a negar y él se rinde con un suspiro.

—Al menos hazme caso en lo de dormir ¿quieres?

Lo observo fijamente. Mis dedos se aferran a su camisa, rota a la altura de uno de los hombros y con el cuello desprendido. Yo hice eso. Mis manos desgarraron su ropa. Mis uñas se hundieron en su piel, haciéndolo sangrar.

Me siento asqueada de mi misma. Busco las palabras en mi cabeza, intentado formar una disculpa, pero no logro formarlas con los labios. No consigo que mis cuerdas vocales colaboren conmigo. Así que en su lugar hundo la nariz en su cuello, sintiéndome reconfortada por su olor: eneldo, canela y otras cosas que solo le pertenecen a Peeta.

—¿Quieres que te hable hasta que te duermas?

Lo observo con los ojos muy abiertos.

—Cuando era más pequeño, papá se metía por las noches en nuestra habitación y nos contaba historias. Tenía que hacerlo a escondidas, porque mamá decía que eran tonterías. A mí me encantaba. Podía verlo todo en mi cabeza ¿sabes? Siempre he tenido mucha imaginación. Por eso me gusta encargarme de los pasteles. Puedes darle rienda suelta a la imaginación.

Lentamente, la voz profunda y acompasada de Peeta empieza a hacer efecto.

No es hasta que empieza a hablar sobre los colores que me doy cuenta de que no me está contando un cuento de verdad. Simplemente está dejando que su voz, el sonido más pacífico del mundo, me lleve a un mundo en donde no haya tanto dolor como en este.

—A veces me imagino a mí mismo con un pincel. ¿Alguna vez has visto uno? En la panadería tenemos brochas para barnizar algunos panes, pero no se parecen demasiado a los pinceles que se usan para pintar de verdad, aunque por ahí anda el concepto. ¿Recuerdas cuando íbamos en segundo grado y nos regalaron aquella caja de pinturas? Nunca supimos de donde salió.

Yo si que lo sabía. Papá las hizo con unas grosellas demasiado pasadas, las convirtió en jugo y luego lo revolvió con el aceite que había extraído de una planta en el bosque. Un despilfarro de comida, pero era un hombre lo suficientemente alegre como para pensar en regalar cosas que podían ser bonitas.

—Había púrpura, rojo y azul —continúa diciendo Peeta alegremente—. No teníamos herramientas, pero nos dejaron pintar con los dedos. ¿Recuerdas?

En realidad no. No demasiado. El arte, fuera de la música, no ha sido nunca un tema de mi interés.

—Fue el mejor día en la escuela. Bueno, el segundo mejor.

Levanto los ojos, curiosa.

—¿Estás prestando atención? —dice sonando ligeramente sorprendido. Parpadeo, parpadeo— ¿Qué? ¡Oh! ¿El mejor día? —asiento—. El primer día de clases— dice sin dudar—. El día en que te vi por primera vez.

Froto mi mejilla contra su pecho, apenas moviéndome, como un gato y él me abraza de nuevo.

—Hubo otros días, por supuesto —dice mientras traza pequeños círculos sobre uno de mis hombros—. Tuvimos ese día en que se te cayó el lápiz, yo lo recogí, te lo pasé y me dijiste "gracias". Ese fue un buen día.

Intento sonreírle, porque eso es lo que me provoca su historia, pero parece que los músculos de mis mejillas tienen esa función desactivada hasta que vuelva a tener a Prim sana y salva en mis brazos.

—También tuvimos esa vez en cuarto grado— continúa él y yo suelto un bostezo— en que teníamos que trabajar en equipos para la clase de salud. Inicialmente me había tocado contigo— dice muy serio—. Me puse muy contento cuando dijeron tu nombre, pero ese día no habías ido a clases porque tenías un resfriado y como teníamos que trabajar en clase, a la profesora no le pareció justo. Entonces me emparejaron con Doyle Moille— dice arrugando la nariz—. Y ahora que lo recuerdo estoy bastante seguro de que reprobé ese trabajo.

Pongo una mano sobre su mejilla, que él se apresura a cubrir con la suya, arrastrándola hasta que cubre su boca. Entonces Peeta frunce los labios y me da un beso en la palma.

—Vamos a superar esto juntos— me promete él—. Vamos a encontrar la forma de ayudarla— jura antes de besar mi mano de nuevo—. Duerme un rato, por favor.

Y como creo en su promesa, cierro los ojos y consigo dormirme.

La noche resulta larga y tortuosa. No conseguimos dormir más de una hora seguida porque cada vez que consigo conciliar el sueño, empiezo a tener vívidos sueños de mi hermana muriendo.

Destripada por los mutos, ahogada en un río, tendida en la hierba con la espada de un profesional hundiéndose en su estómago, una chica como Johanna Mason que se hace pasar por una llorica inútil engañándola y clavando un hacha profundamente en su espalda.

Cientos de pequeñas Prims con ojos ciegos apuntando hacia el cielo.

Cerca de las cinco de la mañana Peeta se rinde y se levanta. No dice ni una palabra. Se pone los zapatos y se inclina para darme un beso en la frente.

Afuera lo escucho hablar en susurros con mamá. Aun no entiendo cómo es que ella sigue en pie, pero supongo que como yo me he venido abajo le toca ser la fuerte esta vez.

Cuando escucho la puerta cerrarse mis ojos se llenan de lágrimas.

Se ha ido. Me ha dejado. Se ha dado cuenta de que no vale la pena seguir conmigo. Sin Peeta aquí ¿cómo me mantendré a flote?

En lugar de doblarme a llorar, como es mi deseo, me levanto de la cama y doblo las mantas. Suelto mi trenza y la vuelvo a hacer, solo porque resulta un poco más llevadero el tener las manos ocupadas. Limpio el viejo espejo de papá, cubierto con una fina pátina de polvo de carbón, porque es lo que Prim haría si estuviera aquí. Ordeno sus listones para el cabello, enrollándolos alrededor de dos de mis dedos y luego haciendo un pequeño nudo. Saco la ropa del armario empotrado en la pared, la sacudo y la doblo… Pequeñas tareas que me ayudan a mantenerme cuerda.

—¿Qué estás haciendo? —giro la cabeza y veo a mamá parada en la puerta. Me encojo de hombros y continúo doblando ropa.

—Si lo que quieres es hacer algo, podrías ir al bosque.

Niego con la cabeza y escucho un sonido extraño procedente de la cocina. Ladeo la cabeza como hace Buttercup cuando escucha algo extraño.

—Están instalando el proyector— dice mi madre y me doy cuenta de que ella y Peeta de alguna manera han conseguido interpretar todos mis gestos ante mi repentino mutismo. Esta revelación en particular me hace fruncir el ceño.

El proyector. Cuando llegan los Juegos, el Capitolio instala tres sistemas para la transmisión en el distrito. El primero y más grande se coloca utilizando como zona de proyección una lona lisa que instalan frente al Edificio de Justicia. Ese es para que todo el distrito pueda ir y presenciar los Juegos en directo, pues solo algunos de los comerciantes son capaces de pagarse un sistema de televisión. Los otros dos son para las familias de quienes han sido cosechados. Este año, han ido a parar a dos casas en la Veta.

Salgo de la habitación y observo a los dos hombres trabajando rápida y metódicamente. Se suponía que el proyector se instalaría ayer, pero al parecer el técnico del Capitolio se negó a entrar a la casa en donde estaba la chica desquiciada. Uno de los sujetos, con unas gruesas gafas con una montura color burdeos, me lanza una mirada cauta, la cual devuelvo con el ceño fruncido.

"Eso está bien" pienso furiosa, "espero que tengas tanto miedo y que esta noche cuando vayas a dormir, mojes la cama como un niño pequeño. Piensa en la Katniss loca que irá a buscarte para matarte por formar parte de esto".

Cuando la transmisión logra conectarse me encuentro con la cabeza flotante de Caesar Flickerman, hablando animadamente con Claudius sobre como ya han empezado a aumentar las ofertas de patrocinio por los tributos profesionales. Los favoritos son el Dos, el Uno y el Cuatro, en ese orden. Todos están deseando que comiencen los entrenamientos para que se establezcan las alianzas.

Ignoro la mayor parte del parloteo hasta que un nombre familiar sale a relucir, lo que hace que deje la rama de romero con la que había estado jugueteando y voltee a ver la pared en la que se está transmitiendo:

—… Hawthorne. ¿Sabías que han pasado veintinueve años desde la última vez que el Doce tuvo un voluntario, Caesar? La última vez fue la adorable Mayflower Dust, aunque las malas lenguas dicen que estaba algo mal de la cabeza y que no entendió muy bien lo que estaba haciendo. Fue una de las muertes más rápidas en la historia de los Juegos, también. Duró veintisiete segundos antes de que le clavaran una lanza en la garganta.

Una imagen de Prim con una lanza atravesando su delicado cuello hace que me entren ganas de vomitar.

—Ya, pero dudo mucho que la historia vaya a repetirse con Rory ¿no te parece? Hasta donde hemos visto, el chico es seguro de sí mismo y debes admitir que se ve en mucha mejor forma que la mayoría de sus compañeros de distrito ¿no te parece?

—Podría ser una de las grandes sorpresas de los Juegos. ¿Qué me dices de Primrose Everdeen?

—Parece tan encantadora como una de esas flores que le da nombre— dice Caesar mientras una fotografía de Prim aparece en la proyección. Un segundo más tarde la foto se desplaza hacia un lado y un ramillete de prímulas acompaña el rostro de mi hermana.

Siento mis entrañas contraerse y agradezco no haber comido nada, porque estoy segura de que ya lo habría devuelto todo.

—¿Crees que resulte tan intrigante como su compañero de distrito?

—A primera vista no lo parece— señala Caesar—. Sin embargo si algo me han enseñado estos treinta años de trabajo es que no se puede juzgar a un libro por su portada o, en este caso, a un tributo por su cosecha. Primrose bien podría ser la gran revelación de los Juegos.

—Yo solo sé que estaré esperando lo que el distrito Doce tenga para ofrecer esta noche en el desfile.

En cuanto terminan de hablar de mi hermana mis oídos bloquean el ruido y yo dejo de prestar atención. Me deslizo suavemente hacia el suelo y me quedo ahí, observando la nada, mientras las imágenes en la pantalla se mueven de aquí para allá.

¿Cómo mantenerme entera ahora?

La transmisión del desfile empieza a las ocho en punto.

Peeta y su familia —exceptuando a su madre, por supuesto— llegan media hora antes con una canasta llena de panes. El señor me abraza y me susurra al oído que están buscando la forma de ayudar a "la pequeña".

Peeta se detiene en la puerta y habla en susurros con mi madre. Me siento en el suelo, frente al sofá y Tax me revuelve el cabello como si fuera un hermano mayor y se sienta a mi lado. Nuestras caderas rozándose mientras yo abrazo mis rodillas para acercarlas a mi pecho.

—¿Cómo lo llevas?

Lo observo, las palabras aún perdidas en mi cabeza.

—Así de bien, ¿eh?

Me encojo de hombros como diciéndole "¿qué esperabas?"

—Me has dejado admirado ¿sabes? Aun cuando fue una locura y una estupidez, ofrecerse voluntaria por tu hermana ha sido bastante impresionante. Lo que me lleva a pensar que, de haber estado en edad de ir a los Juegos, sería mi hermano el que estaría ahora en shock. O tal vez no… Tal vez se habría presentado voluntario también solo para encargarse de salvarte a ti. O tal vez si no hubieses salido de tu estupor tan rápido y no hubieras conseguido ir en lugar de Prim, él se habría ofrecido para cuidar de ella.

Me estremezco.

¿Prim y Peeta en los Juegos? Ya es lo suficientemente horrible saber que Rory también estará jugándose el cuello en unos cuantos días. Pero ¿Peeta?

—¿Qué demonios le estás diciendo?

Ambos levantamos la mirada al mismo tiempo, sorprendidos por el tono furioso de Peeta.

—Solo quería mostrarle que las cosas siempre pueden ser peores— dice haciéndose hacia un lado para darle su espacio a Peeta.

—Pues no intentes ayudar, ya lo has hecho peor — dice rodeándome con un brazo y atrayéndome hacia su cuerpo.

No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que Peeta limpia las lágrimas traidoras que me han mojado las mejillas.

—Lo siento, Kat. No era mi intención hacerte llorar.

Me encojo de hombros con el ceño fruncido y me seco los restos de lágrimas a manotazos.

—¿Has comido algo?

Niego con la cabeza.

Sin decir nada, Peeta me pasa un bollo de queso, mi favorito.

—Come— dice él y ya no hay rastro de su usual dulzura. Es una orden en toda forma. Lo observo con el ceño fruncido— No has comido nada desde ayer por la mañana, Katniss. Cómete el bollo o te juro que no respondo. Además, si te desmayas, te perderás de ver a Prim ¿recuerdas?

De manera automática me llevo el bollo a la boca y le doy un mordisco. Mastico y trago con dificultad la bola de pan, dura como una roca por lo seca que tengo la boca.

—Iré a traerte un té.

Me aferro a él con una mano que más parece una garra, dejando que el pan ruede por el suelo.

Tax lo recoge, me lo pasa y se ofrece para ir por el té.

—Gracias— dice su hermano sin mirarlo.

Alguien le sube el volumen a la transmisión que hasta el momento había sido un resumen de la llegada de los tributos al Capitolio. Prim y Rory han estado entre los últimos en llegar y me sorprende la efusividad con que los reciben. Rory se ha vuelto muy popular por su voluntariado y al parecer los comentarios sobre la dulce belleza de Prim han jugado a su favor. En la multitud veo a algunas chicas con el mismo peinado que mamá hizo para ella e inclusive copias, mucho más suntuosas, del vestido que llevó a la Cosecha.

El desfile es un recorrido de cerca de tres kilómetros que culmina en el centro de la Ciudad frente a la Mansión Presidencial. Los tributos viajan en carruajes tirados por caballos usando trajes que simbolizan a sus distritos. Los del Siete suelen ser árboles y los del Cuarto esas criaturas mitológicas con colas de pez. Nosotros, por lo general, terminamos vistiendo monos de minero y maquillaje que representa el polvo del carbón.

El desfile comienza y Caesar y Claudius lanzan un comentario tras otro sobre los trajes y el porte de los tributos y yo paso por alto a todo y a todos hasta que aparecen Rory y Prim.

En principio lo único que veo es la carita de mi hermana. Me embebo de ella. Tomo nota de cada uno de sus rasgos y no me doy cuenta de que me he levantado de mi lugar y me he acercado a gatas a la proyección para poner la mano sobre el lugar hasta que mi propia sombra ocupada su cara.

Me echo hacia atrás y entonces veo como le prenden llamas a mi hermana en la televisión.

La primera palabra que sale de mi boca es el nombre de Prim, bajo la forma de un grito estrangulado.


Hola, hola!

Perdón por la tardanza, pero he estado trabajando de voluntaria en un proyecto y llegando a mi casa muerta del cansancio y me quedaba editar el capítulo para agregarle la nota de autor.

Pero aquí vamos! Muchas gracias a La chica del pelo rojo, marizpe, wenyaz, Coraline T, IamPeterPan, misaki uzumaki, Sofitkm, Lighscales15, titasha, Sheenaggp11, Blue-eyed, Alphabetta, Darkmatter Black, pilarz y mis adorados "Guests" a los que no puedo llamar por su nombre.

Este capítulo ha sido solo sobre Katniss, que fue la que hizo que el capítulo inicial se me extendiera.

Dos avisos:

El primero y que les concierne a todos es que seguramente no habrá actualización de esta historia hasta el 2016 (que es ahorita, así que mucha paz!) porque tengo que hacer historias que tienen fecha de entrega para un par de intercambios de regalos y otra para un reto en el foro en que soy moderadora. Así que ¡Feliz Navidad! y ¡Feliz Año Nuevo! para todos y mil gracias por haber compartido conmigo como mis lectores. Nos vemos en un mes, espero.

Un segundo comentario en esta nota nació a raíz de un review que señaló que mi historia "había perdido el norte" y se había vuelto "decepcionante". A pesar de ser uno entre cientos, me tomo el tiempo para responderte por aquí porque lamentablemente no tienes cuenta y no te puedo mandar un PM: empiezo por el final y te diré que primero, lamento mucho que mi historia no resulte de tu agrado, te invito a visitar la lista de historias, muy extensa, con que cuenta fanfiction para el fandom de THG en español. Seguro que encuentras alguna por ahí que no te decepcione, no hay mucho que yo pueda hacer al respecto porque ni te conozco ni se cuáles son tus gustos.

Sin embargo si me referiré al otro punto que mencionas y es que "esta historia ha perdido el norte". Resulta que tengo un par de testigos que son HikariCaelum y Alphabetta, a quienes creo que puedes contactar perfectamente por PM, que pueden decirte que esto de repartir el reflector entre Katniss-Peeta y Prim-Rory no ha sido antojadizo. No fue que un día simplemente me aburrí del Everlark y decidí cambiar a mis protagonistas porque ellos siempre han estado presentes en esta historia. Sin embargo creo que la vida, y principalmente la vida de ellos dos, va más allá de darse unos cuantos besos y tener sexo. Como Katniss y Peeta no fueron a los Juegos, no ha habido revolución, ni guerra y, por lo tanto, ellos siguen viviendo en el mismo mundo represivo con que inicia la saga. Una vida de conformismo con esas circunstancias no me parece muy in character para estos personajes y para lograr un cambio necesitaba un catalizador, en este caso, que alguien cercano a ambos se hiciera relevante.

No te estoy pidiendo permiso ni me estoy justificando. Creo que tantos años en FanFiction me han ganado el derecho de decidir que camino utilizar para narrar mis historias y esta en particular siempre ha tenido un norte muy bien establecido.

Sin más que agregar al tema, lo doy por cerrado con estas palabras.

A quienes se han tomado el tiempo de dejarme unas líneas en estos 16 capítulos ¡mil gracias! De verdad me emociona y les agradezco tanto afecto.

Espero que este capítulo les haya gustado. ¿Qué se imaginan que está sucediendo con Rory y Prim en el Capitolio? ¿Qué creen que ha estado haciendo Peeta mientras Katniss estaba en shock?

¡Espero leer sus teorías y opiniones!

Un abrazo, E.