Disclaimer: los personajes y el Universo Panem son propiedad de Suzanne Collins.

Esta historia participa en el reto "Pidiendo Teselas" del foro "El diente de león".


Capítulo 24

Katniss POV

—No sé que te habrá dicho Peeta, pero no necesito una niñera.

Tax, que hasta ahora ha estado acostado en nuestra cocina, con medio cuerpo metido debajo del mueble de nuestro fregadero, suelta una risa medio estrangulada.

—Ya nunca sé si creerle o no— replica mientras sigue ajustando el tubo de cañería que ha estado, supuestamente, arreglando. La casa, poco acostumbrada a tanta gente, ha empezado a quejarse por el exceso de uso, esta vez, haciendo que se empoce el agua en el fregadero de la cocina, secretamente espero que remueva una pieza que le suelte un chorro de agua turbia en plena cara por negarse a dejarme sola. Mamá se ha ido a ver como prospera el sarampión de los vecinos y Peeta… Peeta no está—. Mira— dice mientras estira el brazo—, aquí tenemos al culpable.

A mi pesar, me inclino para ver que, en la mano, tiene uno de esos toscos muñecos que Gale a veces tallaba para sus hermanos en piezas de madera mientras nos poníamos a pescar en el arroyo, en días en que las presas estaban particularmente reticentes a dejarse ver y era necesario recurrir a la paciencia de ponernos a pescar.

Acepto la figurita que me da y la limpio con mi camiseta, ya de por si demasiado sucia. No tengo idea de lo que Gale planeaba hacer, pero el resultado ha sido una figura de unos cinco centímetros de alto que tiene brazos, un par de piernas unidas y una cabeza que resulta demasiado grande para resultar armoniosa. No llego a reírme, pero sí le sonrío, aunque débilmente, a aquel intento de Gale de ser dulce con sus hermanos. Imagino que conforme han ido creciendo, los niños Hawthorne se han ido pasando unos a otros aquella colección de modestos juguetes que era todo con lo que contaban para quedarse en ese espacio para la niñez que a Gale y a mí nos fue arrebatado demasiado rápido.

—¿La reconoces? —doy un respingo cuando Tax me habla, secándose las manos con un trapo y el interés pintado en sus ojos marrones. Veo, con algo de sorpresa, que el agua ya no está estancada. Finalmente, ha hecho un buen trabajo.

—Es de Posy— replico sin chistar y me guardo la figurita en el bolsillo del pantalón. De alguna manera, no me gusta la idea de compartir esto con Tax. ¿Con Peeta? Vale, no le guardo secretos, aunque tengo la idea, insistente y molesta, de que él me ha estado guardando uno a mí.

Frunzo el entrecejo.

—En serio no sé como mi hermano te soporta— dice Tax y se ríe cuando lo vuelvo a ver con mal gesto.

—Es otro de esos grandes misterios que tiene la humanidad para ofrecer ¿no crees? — replico con una mueca.

—Creo que a mamá se le cayó demasiadas veces cuando estaba pequeño— me confía.

—Claro, claro— digo mientras hago un gesto con la mano—. ¿Terminaste? ¿Te vas?

Tax se ríe y no dejo de sorprenderme de lo sencillo que parece resultarle el pasar la mayor parte del tiempo luciendo feliz. Peeta, a pesar de la expresión afable de su rostro, no parece estar siempre riéndose como lo hace su hermano. Con un suspiro, me doy cuenta de que últimamente, ya ni siquiera lo escucho reír.

Me pregunto si, de no haber estado juntos en este momento, a él le habría afectado tanto la Cosecha de este año.

—Por supuesto que sí, de todas formas sería tu hermana pequeña.

Lo observo, acusadora, hasta que me doy cuenta de que he formulado la pregunta en voz alta.

Me dedico a acomodar un cajón con velas y mechas de repuesto que, gracias a la energía eléctrica que nos dan durante los Juegos, no hemos tenido que usar desde la Cosecha, y lo ignoro.

Lo que le dije a Peeta era cierto, ya no sentía aquella animadversión por Tax pero, igual que mi Chico del Pan, este Mellark es tan observador que me hace sentir incómoda. El problema es que, a diferencia de Peeta, que siempre parece predispuesto a darme exactamente lo que necesito, Tax se preocupa poco o nada si me hace sentir incómoda y, en consecuencia…

—A veces— me dice—, me pregunto que habría pasado si las cosas fueran diferentes. Si no hubiera estallado la mina.

La vela que tengo en la mano se me resbala y se cae al suelo, donde se quiebra en dos mitades desiguales unidas por un trozo de mecha.

Lo observo con las cejas casi unidas. No tiene que decirme a qué se refiere. Sé de qué habla. Si Gale no se hubiese ido. Si no hubieran comenzado nuestros encuentros en la Pradera, esos que poco a poco me devolvieron la capacidad de dormir… ¿en dónde estaría ahora?

"No con Peeta", me dice una vocecilla en la parte trasera de la cabeza y ya ni siquiera me sorprendo por el dolor sordo que me produce esa aseveración. En este momento y, probablemente, por el resto de mi vida, la presencia de Peeta en mi vida parece algo tan extremadamente fundamental que ni siquiera lo comparo con la comida. ¿No había sido yo capaz de soportar el hambre después de la muerte de papá? Con Peeta es diferente. Una parte de mí, irracional, lo siente tan necesario como el aire que me meto en los pulmones.

—No tiene sentido pensar en eso— le digo, escapándome y dejándome caer en nuestro desvencijado sofá. Observo con ansiedad, como van pasando de un rostro a otro en la Arena. Prim, por fin, ha sucumbido al sueño, pero no debe ser lo suficientemente interesante en el Capitolio el verla dormir mientras Rory monta guardia. Lo cual es una pena, porque entonces tengo que ver como alternan entre los dos chicos del Nueve, que de nuevo están en pie y caminando, posiblemente para convertirse en el entretenimiento de esta mañana sin saberlo y la manada de profesionales.

Los profesionales han sido una decepción en estos Juegos, palabras de Ceasar y Claudius, no mías; porque se han parapetado en la Cornucopia. Por lo general, suelen irse a cazar en cuanto atienden las heridas que puedan haber sacado del Baño de Sangre y se han llenado la barriga. Pero en esta ocasión, después de revisar la Cornucopia a fondo, se han dado cuenta de que no hay escaleras ni elevadores que les sirvan para regresar.

A Glock, el chico del Dos, se le ocurrió hacer una prueba, lanzando una caja llena de alguna cosa metálica que hace bastante ruido, para ver cuánto tiempo tarda en llegar hasta el final de aquellos tubos que condujeron a todos los demás hacia el resto de la Arena. Como idea, estaba bien, pero rápidamente se ha perdido el sonido que hace la caja al bajar por uno de los tubos y, en consecuencia, se han enterado de que el camino que han recorrido los otros Tributos es largo y han decidido quedarse ahí.

No sé lo que pretenden. Si se tratara de mí, pondría hasta el tope una de las quince mochilas que tienen ahí, casi desocupadas, la llenaría de comida y de medicinas, aunque está claro que Rory ha podido sacar lo mejor que los Vigilantes les dieron en términos curativos y ahora solo quedan rollos de vendas y algunos tubitos con antiséptico y cremas para las quemaduras o algo así. Y me marcharía, de preferencia separada del resto de la manada, porque las alianzas entre profesionales suelen ser sumamente inestables, con tanta gente entrenada para matar, más que para cualquier otra cosa, es de esperarse.

Observo, con algo de asco, el arco que habría tomado para mí si hubiera podido realmente presentarme voluntaria para intercambiar mi lugar con Prim. Aún y con el miedo que me provoca aquella Arena, hecha de piedra y de metal, sigo estando segura de que, en caso de haberlo podido hacer, me habría presentado para ir en lugar de mi hermanita.

¿Y Peeta?

Atraigo las rodillas hacia mi pecho y hundo la nariz en ellas.

Las palabras de Tax hacen eco en mi cabeza.

Si yo hubiera ido, podría ver a Peeta presentándose voluntario para ir conmigo y devolverme a salvo. Si no hubiera reaccionado a tiempo y ambos hubiéramos estado en edad de ir, él se habría presentado voluntario para ir con Prim. Para devolvérmela. Porque me ama.

El hecho de que yo le quiera tanto que me duela, parece ser un intercambio demasiado pobre para compensarlo.

Tax, la voz de mi consciencia, se deja caer descuidadamente en el sofá, a mi lado.

—¿En serio no tienes nada que hacer? —le suelto con un tono muy poco amable.

—Los precios de la comida están por las nubes. Papá insistió en hacerse cargo él solo de la panadería porque, de todas formas, muy poca gente puede permitirse ir a comprar pan.

La aseveración me hace enarcar las cejas. ¿Ha dicho solo?

Me trago el nudo en la garganta y me esfuerzo por sonar casual.

—Tu padre es un buen hombre. No entiendo como acabó casado con tu madre.

Tax, que está jugando distraído con Buttercup, que de nuevo demuestra el bicho raro que es, adorándolo ahora que Prim no está, me responde:

—Ni tú ni nadie, creo que es bastante difícil de comprender. No son muy compatibles, no sé como se las han arreglado para seguir casados veintiún años después. Aunque nunca lo han dicho abiertamente, tengo entendido que fue una de las condiciones de mi abuelo para heredar la panadería. No quería que el apellido de la familia se perdiera. Y dado que a papá se le había escapado el amor de su vida— dice rodando los ojos—, supongo que era elegir el menor de dos males.

Ignoro lo turbada que me hace pensar que, cuando era joven, el padre de Peeta estuvo enamorado de mi madre, supongo que las cosas no habrían podido ser de otra forma. Si la de ellos dos hubiera sido una historia de amor correspondido, ni Peeta ni yo estaríamos aquí ahora.

—De todas formas, estar casado con tu madre, debe parecerle ahora el más grande de los males— replico yo.

Él se ríe en respuesta.

—Bueno, bueno, Katniss. No deberías quejarte tanto. Después de todo, fue la mitad de su genética la que creó a Peeta. ¿No crees? —pregunta con inocencia.

—Peeta siempre sería Peeta. A todo esto ¿en dónde está?

—Se ha ido de nuevo a la Aldea.

Aldea.

No "pueblo". Aldea.

El corazón me late rápido en la garganta.

—Ah… sí… Ya me lo habías dicho.

Debo decir algo incorrecto, porque entonces la alarma hace que algo atraviese sus ojos castaños.

—Perdón, he querido decir al Mercado. Papá necesitaba colorantes y Peeta siempre prefiere encargarse él mismo de elegirlos.

Me gustaría el poder mentir con esa facilidad. Tax suena tan inocente, como si no estuviera diciendo más que la verdad, pero la palabra "aldea" hace que me resuenen todas las alarmas. Así que decido no creerle. Parece improbable que Peeta insistiera en algo tan nimio como ir a elegir colorantes para los glaseados que de todas formas no va a usar los próximos días en lugar de quedarse aquí conmigo.

Me ocultan algo.

—Sí, claro. Es mejor que Peeta se haga cargo de las cosas que son importantes para él.

Cambio de posición y me inclino. La Arena está tan tranquila que han dividido la pantalla para mostrar a los 17 tributos que quedan con vida. Hay un recuadro, más grande, arriba, en donde muestran a la chica del Ocho y a la del Siete, que andan con otra más que no logro identificar, y que están tratando de conseguir comida en medio de aquel páramo de metal en que están encerrados todos. No parecen tener mucha suerte.

El recuadro de Rory y de Prim está hacia abajo, a la derecha, y muestra a mi hermana hecha un ovillo mientras sus pestañas aletean un poco bajo sus ojos cerrados. Ya han cesado los gritos de hace un rato, esos que anunciaban las pesadillas con que me despertó en su primera Cosecha. Los que me muestran el terror que le provocan los Juegos.

Rory está acomodando nuevos cuchillos en su cinturón de armas mientras, entre movimiento y movimiento, revisa lo que hay a su alrededor, un bosque de árboles de metal.

Puedes ver exactamente cuándo está analizando el entorno y cuando chequea a Prim porque intercambia las miradas feroces con las dulces, esas que solo mi hermana puede inspirar.

Decido que el movimiento de la alianza del Nueve es, posiblemente, el siguiente punto de interés en los Juegos. Se han alejado mucho del grupo de tributos más cercano, nos lo muestran en un mapa simulado en la Arena, en algún momento mientras Claudius comenta algo sobre que al parecer ningún equipo o tributo ha conseguido encontrar una fuente de agua ajena a la Cornucopia. Todos están tan enfocados en hidratarse que, hasta ahora, nadie ha propiciado un enfrentamiento, y eso significa que los Vigilantes pronto los harán replegarse o protagonizar otra muerte sangrienta.

Entonces le anuncio a Tax que iré a lavarme la cara y a usar el baño.

—¿A menos que tus tareas como niñero incluyan mirar? —agrego con inocencia.

Tiene la decencia de sonrojarse un poco.

—Sírvete— dice él, arrellanándose en el sillón—. Haz lo que quieras— masculla.

Eso es justamente lo que pienso hacer.

Me dirijo al baño, le lanzo una mirada y lo veo concentrado en Buttercup así que, en el último momento, cambio de dirección y me dirijo hacia el cuarto. La ventana es estrecha, pero yo soy pequeña y ágil. Me deslizo, como una ardilla, y consigo salir de mi casa sin usar la puerta principal.

Antes de que el hermano de Peeta consiga darse cuenta, voy corriendo, sin detenerme, con un rumbo fijo.

Necesito saber que es lo que está haciendo Peeta en la Aldea de los Vencedores.

Rory POV

El frío se cuela a través del traje. El chaleco acolchado ayuda un poco a mantener calientes mis órganos internos, pero hace poco o nada por evitar que mis uñas adquieran un matiz azulado y la nariz me escueza al quemarse por con el viento.

Prim está dormida. Afortunadamente, los gritos aterrados ya se acabaron. Me debatí por un momento mientras ella gritaba sobre si debía o no despertarla, preocupado por la posibilidad de que atrajera a otro tributo. Pero luce tan cansada y me costó tanto trabajo convencerla de que debía dormir, que al final, he hecho lo que he podido para acallarla. He subido su cabeza a mi regazo y he acariciado su frente.

Me gustaría poder decir que eso ayudó, pero lo cierto es que no lo hizo.

En momentos como este, me gustaría poder darle la seguridad silenciosa que Katniss parece transmitirle siempre. O, al menos, tener esa tranquilidad sosegada que tenía mi hermano. Esa que hacía que pensaras que todo iba a estar bien, aún cuando las cosas estaban mal.

Frunzo el ceño, pensando en lo que diría Gale si me hubiera visto presentándome voluntario. Voluntario para el entretenimiento, voluntario para divertir a todas esas personas raras que colman el Capitolio.

Nos llaman "Tributos", pero creo que "Sacrificios" nos vendría mejor. ¿Qué otra explicación hay para que de veinticuatro, solo uno pueda salir de aquí para seguir viviendo.

Prim, ahora hecha un ovillo en el suelo, con la mochila por almohada, suelta un quejido quedo y yo observo todo a mi alrededor antes de permitirme fijar mi atención en ella.

Es tan bonita, que casi resulta doloroso. Se ve agotada y dudo que este sueño inquieto la ayude mucho, pero dormir es una necesidad de todo ser vivo y, justo ahora, tengo que encargarme de que mantenga lleno ese depósito de energía. Sé que lo necesitaremos más tarde.

¿Qué pensaría Gale de que no planee ganar los Juegos?

Me doy cuenta, con cierta sorpresa, de que si las cosas hubieran sido de otra manera. Si Katniss hubiera ido a los Juegos, mi hermano no se habría presentado voluntario, no importa cuánto le doliera.

Primero, porque posiblemente confiaba muchísimo en el instinto y capacidad de supervivencia de Katniss. Pero… ¿sería ese el motivo principal?

Gale era un estratega. Seguro que, antes de ofrecerse voluntario, habría hecho las matemáticas y se habría dado cuenta de que solo uno de los dos chicos de nuestro distrito podría volver.

Si Katniss iba y ganaba, podrían haber retomado su relación ahí donde la habían dejado. Pero si él se presentaba voluntario para protegerla, tal y como yo había hecho con Prim…

Sé que no saldré vivo de aquí. Prim era… es… demasiado importante para mí como para poder sentarme a ver, desde la plaza o desde la casa de las Everdeen, como la asesinaban en la tele. Pero, por primera vez, me doy cuenta, con horror, que cualquier aporte que hubiera podido hacer en casa con mis nuevas habilidades de cazador, se ha esfumado.

Aaaaay…

Hasta ahora, no se me había ocurrido que mi madre, que tuvo que decirle adiós a mi padre y a Gale a causa de un accidente, ahora está siendo obligada a ver, día a día, de una manera más cruel, más pausada, como me voy muriendo.

Porque eso es lo que estoy haciendo ¿no? No me estoy muriendo de hambre ni de sed, aún no, pero ¿no estoy esperando pacientemente a morir en el momento correcto? Ese que le permita a Prim convertirse en Vencedora.

—Lo que sea en lo que estés pensando, no pienses en eso.

Doy un respingo cuando escucho su voz.

—¿No?

Prim se endereza y se frota los ojos. Las marcas azules son un poco más tenues, aunque no luce particularmente descansada.

—No— dice ella, meneando la cabeza—. No nos hace bien el pensar en cosas que no podemos solucionar. ¿Quieres dormir?

Niego con la cabeza, porque se que, si me echo ahora, pasará una de dos cosas. O me pondré a pensar con más intensidad en lo que le he hecho a mi pobre madre, o empezaré a tener pesadillas, tal vez con Gale reclamándome por mi falta de juicio.

Ella se levanta y se pone la mochila.

—Entonces deberíamos movernos. Lo he pensado antes de dormirme y creo que lo mejor será encontrar una fuente de agua— ella se lleva una botella a la boca y bebe un trago corto. Me la pasa y la imito—. Nos queda esta y una más. Estoy segura de que tenemos patrocinadores, pero será mejor que Haymitch use los fondos para cuando los necesitemos más. ¿No crees? Tiene que haber una forma de conseguir agua en alguna parte.

Asiento, porque no sé que más decir.

—No hemos visto ríos, lagos ni nada que se le parezca en lo que hemos recorrido hasta ahora— continúa ella, llenando metódicamente los silencios con información de utilidad—. No significa que no existan, pero seguramente, habrá alguna otra forma de conseguir agua.

—Me gustaría poder cazar algo.

Ella me sonríe con amabilidad.

—Sí, sería muy útil no tener que racionar nuestra comida, pero es lo más inteligente por ahora ¿no? Si todos los animales en la Arena son como el muto ese, no parece que la carne fresca vaya a estar en el menú.

Suelto un suspiro, me acomodo mi mochila y le ofrezco mi mano. Me animo un poco cuando ella envuelve mis dedos con los suyos, sin dudar.

—Agua— repito.

—Agua— coincide.

La Arena que en algún momento me había parecido que abarcaba kilómetros y kilómetros, de diámetro, resulta terriblemente monótona hasta que, cuando a Prim se le cae la botella que hemos vaciado y esta empieza a rodar rápidamente por el suelo, nos damos cuenta de algo.

Bueno, Prim se da cuenta de algo.

—Es un cono— dice ella.

—¿Hum?

—Un cono. La Cornucopia debe estar en la parte superior, los tubos nos deben haber dejado en algún punto en medio, pero estamos yendo no hacia los lados ni hacia el frente, sino hacia abajo.

La botella se enreda entre unas zarzas metálicas y detiene su avance. Prim la alcanza y la acuna contra su pecho, como si aquel objeto inanimado le hubiese dado un regalo por el cuál sentirse agradecida.

—Estamos bajando en espiral— continúa ella—. Eso significa que si quisiéramos volver, no podríamos completar una vuelta, sino que tendríamos que regresar sobre nuestros pasos. Lo que significa, a su vez, que si encontráramos un buen refugio, tendríamos que asegurarnos de poder acceder a él siempre por el mismo camino ¿no?

—Supongo— le digo. Resulta molesto el hecho de que mis recién adquiridas habilidades en el bosque no aporten nada de nada en este lugar. Las capacidades que me hicieron confiar en que podía proteger a Prim de alguna forma acá dentro, no sirven de nada.

—Es una buena noticia, Rory— me promete Prim volviendo a tomarme de la mano—. La información es poder.

—¿De qué nos sirve saber que vamos hacia abajo?

—Para empezar, nos dice que no llegaremos ni por error de nuevo a la Cornucopia. No sé si habrán activado alguna clase de escalera o algo para poder ascender, pero lo dudo. Lo cuál nos dice que los Profesionales tendrán que dejar ese lugar eventualmente para venir a por los demás o matarse entre ellos para avanzar en los Juegos.

—Vale— le digo—. También nos dice que las provisiones que hemos sacado es todo con lo que podemos contar ¿no?

—Por ahora— asiente ella—. Pero entonces, tienen que haber fuentes de comida aquí, solo que estamos tan empecinados en buscar algo que resulte familiar que aún no nos hemos dado a la tarea de pensarlo. Ven por aquí— dice tirando de mi mano. Caminamos por unos minutos hasta que el camino de engranajes reaparece en nuestro campo de visión.

—Mantenernos dentro del camino parece una forma de dejarnos al descubierto ¿no? Los árboles metálicos al menos nos daban algo de cobertura.

—El camino debe estar conformado por curvas que se irán haciendo más estrechas conforme más descendamos. En algún momento, el mismo camino nos va a servir como escondite. Tengo otra teoría— dice ella—. Seguro que los tres tubos de salida daban a diferentes zonas de la Arena. Así que, a menos que por casualidad los diecisiete eligiéramos el mismo, lo más probable es que, por ahora, estemos diseminados por todas partes.

—Los primeros días, dejando de lado la cacería de los profesionales, los tributos no andan matándose entre ellos.

—¡Exacto! Así que, la mayoría, estará apenas familiarizándose con este lugar.

Entiendo por dónde va.

—Lo que nos da un poco más de tiempo antes de que tengamos que apresurarnos.

—No tenemos forma de saber si en todos los niveles hay agua.

—Y la ausencia de luz natural no nos permite saber cuánto tiempo ha pasado desde que entramos. ¿Estamos en el tercer día ya?

—No— dice ella—. Aún no hemos tenido el corte de los caídos, no después del Baño de Sangre. Así que debe ser por la noche del segundo día. No debe faltar mucho para que empiece el himno.

Asiento.

—Es un método tan bueno como cualquier otro para mantener control sobre el tiempo.

—¿Agua?

—Agua— acepto yo.


No puedo creer que la última vez que actualicé esta historia fue en 2017. Ustedes, igual que yo, seguro que no se esperaban que volviera.

Tengo una razón excelente para una desaparición de 4 años y algo y es que mi capacidad de escribir se ha quedado bloqueada desde hace dos.

No obstante, lo estoy intentando. Y mi mejor intento ha sido este capítulo. Si pueden creerlo, lo empecé apenas antier y ya tengo al mitad del que sigue escrito.

No sé si queda alguien allá afuera dispuesto a seguir leyendo esta historia o si, como yo, tendrán que releerla completa para saber de que iba (yo ya lo hice tres veces para recuperar los hilos de todos los personajes) y tengo, más o menos, una idea de lo que quiero hacer. No estoy segura de muchas cosas, pero si lo estoy de que amo a Peeta, a Katniss y al universo de Panem, de ahí que decidiera seguir adelante.

Si te queda algo de afecto por mi y me quieres motivar, los reviews son más que bienvenidos, deseados.

Un abrazo, E.