¡Hola! Bueno sé que me tardé mucho con éste capítulo, pero es que he tenido complicaciones. La primera es que estuve enfermita en el hospital. Me sacaron apendicitis y me operaron de urgencia. Como veréis después de eso no tenía demasiado ánimo como para escribir, y menos con una raja de cinco puntos que parecía una cicatriz de pirata (¡Soy la novia de Jack Sparrow!). La segunda es que mis padres me quitaron internet de momento, así que actualizar las historias tengo que hacerlo desde una casa (cosa que he hecho anteriormente) o desde un cíber, lo que me cuesta un ojo de la cara. La tercera es que con las navidades toda la tribu de los Brady se me cuela en casa, y con las tonterías, la comida y las salidas no paro apenas por casa, claro que sigo sin salir por la noche por culpa del médico, que ya podía meterse las indicaciones por donde yo me sé.
Ahora hago una aclaración del anterior capítulo. La leyenda de los vampiros la encontré por casualidad en una web sobre cosas extrañas. Era un párrafo de cinco líneas que por obra y gracia del Espíritu Santo yo convertí en todo un capítulo. La última parte de la leyenda, sin embargo, es mía única y exclusivamente. Es decir, eso de que nacieron gemelos, se acostó Lilith con un licántropo etc, etc.
Pues nada más, solo me queda desearos Feliz 2004 y Feliz Navidad.
¡Besos!
Shashira
**********************************************************************************************
Destino: Capítulo 4
Remus estaba impresionado, de hecho, apenas podía apartar sus ojos dorados de aquel hombre que se movía con total libertad por la habitación de piedra. Conocía a su madre, parte de su pasado en el poblado licántropo y tal vez supiese más de lo que en un principio le había comentado ¿Quién era realmente Ladislay Ram?.
De una mesa situada al fondo, Gorgorov había apartado un paño negro, en apariencia bastante pesado y dejado ver bajo él una tetera de hojalata humeante. La había acercado a dos tazas situadas en una bandeja, al lado de la tetera, y vertió en ellas el líquido oscuro. Dejó una taza frente a Remus, que no se movió durante el ritual, el anciano se había sentado con la otra entre sus delgadas y arrugadas manos, bebiendo en silencio del humeante líquido. Lupin lo observó un momento, y pensó que esas manos se asemejaban a las garras de un águila real, un águila que en su opinión había recorrido bastante camino para llegar donde estaba ahora: Frente al Príncipe de los Lobos.
- Usted sabe lo que me ha traído aquí – dijo – Mi misión.
Ladislay dejó la taza en su plato con un golpe seco, sonriendo bajo su bigote y haciendo más perceptible su cicatriz cercana a la comisura de la boca. Lupin se imaginó que tal vez fuese una marca de guerra, un castigo de algún vampiro que lo había cogido espiando. Luego vio a Ram con veinte años menos, apuesto y elegante, con un abrigo negro como el de Kubrat, y el pelo negro y brillante de la hermosa Súnem, peleando frente a todo un clan de chupasangres. Y es que Gorgorov tuvo que ser, en su tiempo, un verdadero guerrero Nimrod.
- Remus, es un derivado de Remo, el nombre del hermano gemelo muerto de Rómulo, fundador y primer rey de Roma – hizo una pausa que aprovechó para fijar sus ojos castaños en los de Lupin, que permanecía atento a sus explicaciones bajo el rostro frío e indiferente – Los humanos amamantados por una loba. Una mujer loba. Rómulo fue adorado más tarde como un Dios llamado Quirino.
- ¿Qué tiene eso que ver conmigo? – el anciano ladeó la cabeza, como intentando buscar en su interior la lógica de todo aquello. Luego frunció un poco el ceño, respirando pausadamente en cada una de las sílabas.
- Remus es un nombre de Reyes Antiguos. Tu madre te nombró Rey antes de saber siquiera si lo serías, aunque debo de admitir que ella siempre creyó en ti... más que nadie, quizás. – se levantó de su asiento y las telas de la túnica crujieron a su paso, yendo a tocar uno de los blasones antiguos que decoraban la austera habitación - Skayla te puso ese nombre porque decía que naciste bajo la bendición de La Diosa.
- ¿La Diosa? – Ram volvió sus ojos oscuros hacia el licántropo, que en esos momentos lo miraba con aquellos ojos dorados, impasible y con tanta sangre fría que realmente le costaba ver en él algo que lo asemejara con Skayla. Madre e hijo y aún así tan distintos.
- Kar, Diosa de la Luna – explicó – Con ella nació nuestra raza– sus manos descansaron de nuevo una al lado de otra sobre la mesa ricamente tallada, y Remus admiró de nuevo los ropajes que llevaba aquel misterioso hombre que parecía saber tanto de él y de su estirpe – Tienes que saber, joven Príncipe, y para ello, mejor empezar por el principio de todo.
- El comienzo – repuso, a lo que asintió Gorgorov, sirviendo un extraño pan que había aparecido sin que Lupin lo percibiera, y es que realmente ese hombre era el auténtico núcleo de todo el clan Nimrod: La tribu Oscura.
- Los licántropos antiguos eran monstruos todo el tiempo, demonios que no cambiaban con el transcurso de la Luna. Layla, la hija de Lilith, era una de ellos.– partió el pan y pasó un trozo a Remus, mojando el resto en su taza – Layla no tuvo descendencia varón, sino una hija que nació maldita, como castigo por solo adorar a la Luna y no al Sol. La niña de Layla fue humana – respiró profundo y sonrió – No se si sabrás que para los demonios, los humanos no son más que carne, alimento que hay en el mundo, y es lógico que la hija de Layla se viera en peligro frente a toda su manada, así que huyó de su tribu. Su nombre era Seela.
- Seela es un nombre hindú – aclaró Remus, recordando un libro que había ojeado en su niñez – Las lenguas muertas de los licántropos puros lo traducen como Seah – Lahk, es decir, Bañada por el Río de Plata.
- Así es, porque siempre se ha dicho que la luz que desprende la Diosa Kar, la Luna, es como la misma Plata. Así que Seela se podría traducir por Bañada por la Luna ¿bonito verdad? – miró la taza del licántropo, que seguía intacta, al igual que el pan extraño que conservaba entre sus manos – Será mejor que comas, porque el viaje desde Inglaterra ha tenido que ser agotador. – sonrió de nuevo, socarrón - Te aseguro que no tiene veneno.
Asintió Lupin, conservando la calma, aunque notó como su pulso se había acelerado. Sabía demasiadas cosas, dedujo Remus al instante de escuchar la palabra Inglaterra, y ante aquellos acontecimientos debía de estar alerta. Tomó la taza y bebió un poco, obedeciendo reticente a Ladislay y sin apartar sus ojos dorados de los oscuros del anciano. El líquido humeante y oscuro era dulce, muy dulce, y un aroma fuerte a especias le llegó desde el fondo, mareándolo. ¿Qué demonios era eso?
- Es el café típico de los países del Norte de África – hizo una pausa, como si le hubiese leído el pensamiento – Se especula que Seela huyó al continente africano. Tal vez Egipto, o Argelia, quién sabe.
- Pero es un nombre hindú – puntualizó Remus, tomando un poco del pan que, para su sorpresa, tenía un sabor parecido a la cereza – África queda demasiado lejos de la India ¿No le parece?.
- Pero no cuando existía Gaia.
- ¿Gaia?
- Así se llamaba la tierra cuando los continentes no estaban separados entre ellos, cuando las razas no estaban del todo distanciadas y diferenciadas unas de otras. – los ropajes de Ram crujieron, y sus ojos castaños se fijaron en un pequeño pergamino que colgaba tras Lupin. En él se podía ver una tierra con los continentes diferenciados por rayas pero unidos todos entre sí, y en el centro se leía "Gaia" con letras barrocas. Se levantó de su asiento y pudo comprobar como África y la India no quedaban tan lejos como podía parecer en un principio. Pasó sus dedos por el viejo pergamino, que permanecía incrustado tras la puerta por la que había entrado anteriormente, como si de un cuadro decorativo se tratase.
- Seela pudo emigrar de la India al Norte de África sin mucha dificultad, quizá oculta en una de las tribus nómadas – se volvió a Ram, que permanecía en silencio - ¿Es eso lo que intenta decirme? – Ladislay no respondió.
- Se dice que Seela fue una mujer hermosa, de piel morena y ojos oscuros que envolvían a la joven en un gran misterio. Nada que ver con su madre, desde luego. – las ropas volvieron a crujir, y Gorgorov se colocó junto a Remus, frente al mapa, viniéndole un aroma a madera y savia – En África se asentó cerca del desierto, con una tribu que guerreaba por placer. Seela era joven, no contaría más de veinte años. Estaba enamorada de un poderoso guerrero llamado Torr, nombre que recibió más tarde el dios del Trueno ¿Casualidad? No lo creo. – Se llevó una mano a la sien, como si recordar le hiciera daño - Torr era un hombre respetado en su clan, de piel oscura y ojos negros, típico de los Kalham, guerreros de las montañas de arena.
- Los guerreros de las tribus antiguas tenían el deber de mantener la estirpe mediante una numerosa descendencia ¿No? Una vez mi madre me comentó algo de eso.
- Sí. Pero ese era el craso error de Seela, error por el que no debía aceptar el amor que Torr también le profesaba: No podía concebir hijos. La maldición del dios Sol, en ese tiempo Solem, llegó hasta esos límites.
Tras ellos se escuchó un golpe y al volverse Remus pudo apreciar el cuerpo esbelto de Súnem. Su traje de terciopelo verde tenía brillos rojizos y anaranjados bajo la luz de las velas de la araña y el cabello largo y negro le enmarcaba aquel rostro ovalado y pálido. No se había fijado que de su cuello colgaba una cadena con una lágrima blanca, tal vez marfil, tan hermosa como ella.
- Phoenix ya llegó, señor – anunció. Ram asintió, acercándose a la mesa y dándole las gracias, tendiéndole sendas tazas a Súnem, que las sostuvo con sus finas manos. ¿Esperaban a alguien más?
- Llévalo a Perestroika, y dile que espere unos minutos, mi querida Súnem – La mujer hizo una reverencia, sosteniendo aún las tazas. Remus observó entonces que sus uñas largas estaban pintadas en un verde parecido al del traje. Al levantar sus ojos dorados chocaron con los oscuros de la chica, que le sonrió de la misma forma que la última vez, desapareciendo una vez más entre las sombras: Era del clan Nimrod.
- ¿Sabes lo que le pasaba antiguamente a las mujeres estériles, Príncipe? – preguntó Ram, volviendo a retomar el hilo de la historia que Súnem había interrumpido. Lupin mantenía puesta la mirada aún donde se había ido la bella mujer.
- Eran condenadas a muerte.
- Veo que has estudiado, joven Rey – soltó una risa profunda que retumbó en la vieja habitación de piedra – El destino de Seela era morir, pero todo cambió... cambió el día en el que decidió convocarla.
Remus frunció el ceño, mirando de hito a hito al jefe del clan Nimrod. Parecía expectante, como si esperase que Lupin preguntara, así que siguiendo el ritual lo hizo.
- ¿Convocar a quién?
- A la diosa Kar, princesa de la Luna, para poder desposarse con Torr.
**********************************************************************************************
La sangre era excitante, pero más que eso, producía adicción. Cuanto más bebía, más profundo me sentía caer, caer dentro de un mar en el que me ahogaba aquel líquido espeso y rojo de inexplicable sabor. Extraña mezcla entre lo que odiaba y lo que amaba. Y lo peor de todo, era que no me importaba sucumbir a aquella tentación roja y oscura. Era un precio caro, pero estaba dispuesto a pagarlo.
- Estás preciosa – Había repetido indefinidas veces Víktor, observando con cierta morbosidad cómo iba "eliminando" una a una a mis víctimas, que se dejaban hacer sin lamentaciones, dispuestos y resignados a sufrir aquel destino que la vida les tenía preparado. Porque no había otro camino, o en el fondo, quizá sabían que no tenían otra salida.
A mi nombramiento de Emperatriz de los Condenados (como los vampiros se llamaban a ellos mismos, los condenados a vivir la eternidad) aún no me había acostumbrado, ni siquiera había reparado en que los presentes me trataban de manera especial, parecida a la de un Dios omnipotente. Los vampiros estaban continuamente atentos cuando mi copa de sangre quedaba vacía, pues el vino que ellos tomaban, algo naranja y viscoso que llamaban Rowën, tenía un sabor especialmente amargo y que acabé odiando con solo el primer trago. Las víctimas que me parecieron desde un principio apetecibles (como el joven Míjail) quedaron a mi entera disposición y apartadas del grupo al igual que las de Víktor una vez se hubieron recuperado.
- Jugar con ellos te está permitido, pero solo puedes extraer una vez al día su sangre – explicaba Víktor, después de que él saciara su sed con una chica rubia y de pálido rostro, que en esos momentos estaba grisáceo. Con esa llevaba tres. – Si abusas demasiado acabas matándolos, es por eso que en cierto modo los mantenemos como un tesoro.
Me gustaba aquel ambiente en el que me estaba moviendo, aunque percibí durante toda la fiesta la mirada inquisidora de Alikma, que vigilaba desde uno de los ventanales mis movimientos y los de Krum. Y sabía porqué me miraba de esa manera: Estaba enamorada de Víktor. No es que fuera adivina, de hecho, mi fuerte nunca había sido la clarividencia (la última vez que asistí a una fue en mi tercer año en Hogwarts, y resultó ser un verdadero fracaso) pero aún latía en mí una extraña mezcla entre humanidad y vampirismo, una mezcla que me dejaba al descubierto el alma profunda de Alikma. Sentía. Y la sentía, y no sabía si era bueno o malo, aunque tardaría poco en descubrirlo.
Podía ver su pasado junto a Krum, la pasión desbocada con la que ambos se habían deseado durante un tiempo, escuché palabras como "Profecía" y "Lilith" salir entre las imágenes que se sucedían en mi mente, y luego escuché un "Te Quiero" desgarrador de los labios de Alikma la última vez que estuvo con Víktor, antes de que yo llegara y ocupara lo que, en teoría, un día le pertenecería: El Trono de los Vampiros. Pero no me odiaba, y eso era algo que, en su lugar, yo hubiera hecho. Sin saber porqué sabía que era leal, y que si yo se lo pedía correría a mi ayuda.
Una vez terminada la fiesta, Víktor había insistido en acompañarme a mis aposentos, pero justo cuando nos dirigíamos por los pasillos en penumbra de la mansión una voz de la nada hizo que me sobresaltara.
- ¡Víktor! – al volvernos pude ver con claridad los ojos pardos de Alikma, donde se reflejaba las pequeñas llamas de las velas de las paredes con frescos – Tenemos que hablar.
- Ahora no – le respondió el hombre con sequedad, y yo sentí cómo su cuerpo se tensaba mientras me agarraba por la cintura y continuábamos el camino hacia mi habitación. Pero la voz de Alikma volvió a sonar en los pasillos, retumbando en las paredes de mármol blanco.
- ¡Sé lo que escondes Príncipe Krum, y dará la luz al menos que me acompañes! – Sentí como Víktor giraba sobre sus talones, y observaba a Alikma con una mirada de incredulidad en su hosco rostro.
- No serás capaz
- Pruébame, Víktor. Pruébame y te juro que te arrepentirás eternamente – la mano que descansaba en mi cintura me aferró con fuerza, haciéndome daño, y al levantar mi mirada y observar aquellos ojos oscuros como pozos profundos pude ver algo que no había visto nunca, y que ciertamente había dudado en ver algún día: Víktor Krum tenía miedo. Miró de nuevo a Alikma, y dándome un último beso en los labios me susurró un "Espérame en la habitación" cerca de mi oído, marchándose después por el camino contrario al mío.
Vi las dos figuras negras andar con paso apresurado, Víktor sujetando el codo de Alikma con fiereza, y los seguí unos metros, quedándome escondida tras una de las columnas de mármol que decoraban el pasillo. Entraron en una habitación con puertas de madera oscura, donde se podía leer "Que me odien si con ello me respetan". Me quedé mirando las enormes puertas, y después de una lucha interna que duró apenas dos segundos, decidí mirar por la pequeña abertura que Alikma había dejado cuando entró en la estancia.
Era una pequeña habitación, de paredes tapizadas en papel oscuro y con una gran chimenea de madera negra. De las paredes colgaban cuadros hermosos de dragones y demonios, y una daga de plata en una urna descansaba en una mesa de escritorio en la que se apoyaba Víktor, de espaldas a la puerta. Alikma estaba sentada en un sofá beige, con cojines de piel oscuros y miraba con sus ojos pardos a Krum. La situación se veía tensa, y ninguno de los dos parecía querer dar el primer paso.
- Habla – aquella era la voz profunda de Víktor, y estaba realmente molesto.
- Sé lo que es Hermione, y lo que ello significa. Lo he olido, Víktor, y sé lo que pretendes hacer – Krum se volvió, sonriendo con malicia. Vi como un colmillo despuntaba cerca de la comisura de la boca.
- ¿Ah si? – preguntó escéptico, borrando el dibujo malicioso de sus labios – No te metas Alikma, porque puedes salir dañada. – la miró de arriba a bajo, como evaluándola, y la última frase salió como puñales con veneno – Más dañada de lo que ya has salido.
- ¡Escúchame! – la mujer se levantó del sofá y lo sujetó por el brazo, clavándole las uñas largas y bien cuidadas. Aunque estaba a distancia pude ver como sus ojos pardos pasaban a un verde claro con rapidez a causa de la furia – Ella traerá la luz ¿No lo entiendes? Es una bomba de relojería. Un peligro. ¡Vendrá la Profecía, tu derrocamiento! – ante el silencio del hombre volvió a hablar, y su tono sonó desesperado – Víktor ¿Es que no lo ves? ¡Te matará!
Sentí un estremecimiento al escuchar todo aquello de los labios de Alikma, pero más aún cuando vi como una nueva sonrisa se dibujaba en aquel rostro hosco de Víktor, con sus cejas espesas y su cabello oscuro que lo hacía tan atractivo. Levantó una mano fuerte y gruesa, que dejó descansar en el rostro fino de Alikma, y depositó un largo beso en sus labios haciendo gemir a la chica.
- Si tengo que morir por ella – pude escuchar cuando Víktor se apartó unos centímetros, con los labios aún cerca de los de Alikma – Que así sea.
**********************************************************************************************
Dos figuras se internaban en la noche a través de los árboles por el bosque sumido en la mas profunda oscuridad. Se miraban de vez en cuando, bajo la tenue luz de sus varitas, solo por el hecho de sentirse más seguros y tener el suficiente valor para seguir el camino que tenían trazado de antemano. A su alrededor los búhos hacían su ronda nocturna cazando de vez en cuando algún ratón, y los graznidos de alguna que otra ave autóctona los sobresaltaba cuando cruzaban un matorral espeso lleno de espinas.
- Las estrellas están alineadas – dijo la figura más adelantada, que llevaba una capa plateada que contrastaba sorprendentemente con la negra de la otra persona, que se estremeció – Ya llega.
- Esto es una locura y lo sabes – respondió temblorosa – No hay salida, ella va a morir a manos del Rey cuando la descubran, y Krum correrá la misma suerte. Es una condena.
- Te equivocas – sonrió con melancolía – Es un riesgo que no debemos correr. No ahora que hemos llegado tan lejos.
Llegaron a una bifurcación donde el bosque se abría en dos caminos. Uno llevaba a los Pantanos de Herz, el otros a una niebla donde no se distinguía nada llamada Jezabel.
- ¿Y ahora? – preguntó la figura de atrás, secándose el sudor nervioso de la frente, temblando..
- Ahora toca esperar – dijo la persona de la capa plateada, que se volvió a su acompañante y le tendió la mano, para acabar sentadas las dos figuras en una gran piedra del camino – Vendrán, no te preocupes.
- ¿Por qué sigues creyendo en toda esa historia? Tiene mil años ¿por qué aún así crees que ella vivirá? ¿Qué vendrá la luz?
La figura suspiró cansada, mirándolo con seriedad tras aquellos ojos cristalizados.
- Porque es lo único que les queda. La última pieza del ajedrez. Y pienso destruirla auque sea lo último que haga.
**********************************************************************************************
Aquella historia sobre su estirpe no sabía de dónde demonios salía, pero desde luego no estaba escrita en los libros antiguos. Skayla, su madre, había insistido desde pequeño en que Remus estudiara lenguas y costumbres sobre los licántropos hoy en día perdidas. Nunca había sabido la causa, pero ahora la comprendía: Lo estaba preparando para ese día, ese encuentro con Ladislay Ram, llamado también Gorgorov. ¿Qué más escondería?
- Se decía que si convocabas a la Diosa Kar durante las noches precedentes a la luna llena ella despertaba de su sueño eterno, concediéndole un regalo a aquel que le dejaba ver una vez más la hermosura de Gaia. – el anciano sonreía bajo su bigote, y Remus se preguntó cómo se habría hecho aquella cicatriz de la comisura de la boca – Después de que Seela danzase durante toda la noche para ella, Kar habló desde el cielo. Ella sabía que era la hija maldita de Layla, y por la lealtad de su madre y ella le concedería el deseo que pedía... a cambio de un tributo.
- ¿Un tributo?
- Kar exigió el primogénito que Torr le engendrara – miró a Remus llevándose una mano a su cabello, abundante y blanco – Porque se dice que, la Luna, tenía el oculto deseo de ser madre.
- Pero ella no podía engendrar, porque los dioses lo tenían prohibido, y no era mujer.
- Exacto, mi querido Remus – rió alegre – Veo que Skayla hizo un buen trabajo con tu educación – hubo un silencio, roto cuando Gorgorov de nuevo habló – Poco después de que Seela y Torr se casaron, ella quedó encinta, dando a luz a un niño. Pero era un niño muy... por decirlo de alguna manera, especial.
- ¿Especial en qué sentido?
- Tenía la piel blanca, los ojos grises y el pelo rubio, muy rubio, tanto que en cierto modo parecía blanco.
- Niño albino de Luna – Pronunció Remus en un pequeño susurro y Ladislay sonrió, asintiendo dos veces seguidas en señal de complicidad.
- Torr montó en cólera, creyendo que su esposa le había traicionado con otro hombre. Con su espada de guerrero la mató en presencia de su hijo, un varón llamado Shaín que, en la lengua antigua de la estirpe de los guerreros, como ya sabrás, significa "Hijo de la Luna" – luego guardó silencio, yendo a una mesa para abrir un cajón. Remus pudo ver al anciano coger un pergamino. Era un manuscrito antiguo, liado con delicadeza alrededor con una cinta negra bordada en plata que tenía símbolos extraños y desconocidos para Lupin.
- ¿Qué paso con el niño? – preguntó intrigado, dejando ver un interés que pocas veces se hacía partícipe en él. Aún no perdía de vista el manuscrito, que todavía permanecía enrollado - ¿Qué ocurrió con Shaín?
- Torr lo abandonó a kilómetros de su poblado, en un desierto donde las temperaturas bajaban en la noche y volvían a subir en el día hasta llegar a matarte. Lo quería muerto, porque consideraba a Shaín una deshonra, un hijo bastardo. – suspiró cansado, y Remus calculó que ya llevaba al menos dos horas charlando con el misterioso Gorgorov – Entonces Kar lo recogió y lo nombró su hijo, aunque en cierto modo ya lo era.
- No entiendo aún qué tiene eso que ver con mi raza, es decir, eso pasó hace años ¿no? – estaba ansioso por conocer el final, ese misterio que poco a poco, como un cuentagotas, Ladislay iba desentrañando. Sentía su corazón palpitar desbocado, y la sangre correr con rapidez por sus propias venas.
- Los dioses descubrieron al hijo de Kar, un humano huérfano de madre maldecida y que su verdadero padre despreciaba. Toda esa desdicha por el capricho de Kar, porque descubrieron que utilizó a Seela para el firme propósito de ser madre a toda costa. Y la castigaron por ello.
- ¿Cómo?
- Shaín sería mitad demonio, por parte de madre, y mitad humano, por parte de padre. Durante las noches de luna llena sería convertido en animal, en un lobo, ser que representaría su parte demoniaca. Cuando no fuera luna llena, Shaín permanecería dormido o llorando sus penas, menguando Kar, la luna, para hacerle una cuna y calmar su tristeza. Tristeza de la cual ella era culpable.
- Y así fue como...
- Como vio la luz nuestra raza: mitad humanos, mitad demonios. – hizo una pausa y añadió- Pero hay más. Una profecía hecha por los dioses.
- ¿Profecía?¿Qué profecía? No conozco ninguna – se extrañó Remus.
- Se dice que con la sangre del último descendiente vivo de Shaín, contando mil años después, el círculo maldito se cerrará. Vendrá la luz – fue entonces cuando Ram desató el lazo negro, y el pergamino de desenrolló sin problemas ocupando toda la mesa. Remus lo observó atónito, pasando una mano por cada una de las ramificaciones que contenía el pergamino. Eran nombres que no reconocía y que apenas se podían leer porque estaban borrosos por el tiempo, entrelazados unos con otros de tal manera que conseguía marearte después de estar admirándolo un tiempo.
- ¡Es un árbol genealógico! – Gorgorov sonrió de nuevo bajo aquel bigote canoso, y señaló el nombre que encabezaba la lista. Lupin tuvo que acercar su rostro hasta tocar la nariz el pergamino para poder leer.
- Han sido años de investigación, investigación que pude realizar gracias a mis ayudantes: Phoenix, que conocerás ahora, y Súnem, que ya has tenido el placer de conocer.
- ¿Qué representa? – preguntó impaciente Remus, sin apartar sus ojos dorados del pergamino. Tenía una magia extraña y poderosa que hacía que brillara con luz propia. Fascinaba. Embaucaba. - ¿Todas las razas? – Ram negó con lentitud.
- Es la familia de Shaín, de su estirpe, permanente generación tras generación... hasta hoy. Hasta nuestros días.
- ¿Descubriste el último descendiente de Shaín? ¿El que cumplirá la profecía? – asintió Ram, tranquilo y sereno. Su dedo largo y huesudo, como una garra de águila, bajaba por todo el papel, que al tacto era suave y frágil, parándose en el último nombre borroso de la lista.
- Sí, lo descubrí – Ladislay suspiró, mirando a Remus con ternura - Mi querido Príncipe. Eres tú.
**********************************************************************************************
Bueno pues el capítulo se queda aquí. La leyenda de los licántropos me la he inventado con la ayuda de una canción de mi grupo favorito, Mecano, llamada la "Hijo de la Luna". Si por algún casual podéis bajárosla, porque realmente vale la pena. Lo malo es que el grupo es de hace muchos años y ya casi nadie los conoce, más aún porque se separaron (eran dos hermanos y una chica, que es la que cantaba).
De nuevo perdón por la tardanza.
¡Dejad opiniones!
Besos: Shashira
PD: No respondo reviews porque el internet no lo tengo en mi casa, y desde un ciber responder te lleva como una hora larga, así que lo siento mucho.
