¡Hola! Bueno, aquí estoy de nuevo, aunque más de uno se creyó que no continuaría (Meiko está a mi lado y asiente, comentando que ella se incluye en ese extenso grupo). Ya que estamos, aprovecho para decir que pienso seguir con TODOS y repito: TODOS mis fics. El capítulo de Sweet Home está escrito y revisado PERO se encuentra en el ordenador de mi prima, ordenador al que le falla la puta disketera y por lo tanto no puedo grabar, y el internet no le va de momento, así que al menos hasta dentro de una semana no podré publicarlo. A Dímelo le queda tan solo un capítulo que está pensado y no escrito (aquí Meiko asiente con cara de circunstancia y se ríe de forma extraña, como diciendo: Te voy a matar si no lo sigues YA), lo mismo le pasa al último de Todo, que por cierto vaya paranoia de final que me ha salido (aquí Meiko vuelve a reírse, aunque a ella no le gustan los Draco/Ginny). A Veneno también le queda un único capítulo, que creo que va a ser bastante largo, (Meiko dice que mejor). Olvidarte será el próximo que publique con Sweet Home, que el capítulo lo voy a escribir ahora mismo (Meiko está pensando SIIIIIIIIII) y Mar Caribe junto a Ronald & Harry de Hogwarts serán los últimos en dar la luz junto con Indra, los dos primeros porque me van a salir los capítulos kilométricos, y el último porque ahora mismo ando medio estancada con él.
Ahora dar gracias a todos por ser MUY MUY MUY pacientes (Meiko dice que habréis captado la idea) y nada, que aunque sé que no es muy largo y tampoco es demasiado bueno (Meiko dice: Tú eres gilipollas, a mí me gusta) espero que disfrutéis al menos. El siguiente capítulo lo publicaré en breve, porque ya está más que pensado, no lo metí en éste porque ya eran demasiadas cosas y no os quería marear tampoco, que sé lo que pasa, con solo mirar a Meiko lo compruebo.
Mi E – mail es , agregadme quién tenga alguna duda, os diría que me mandarais un mail, pero la cuenta anda casi siempre saturada, así que mejor me lo decís en el review o me agregáis. Ahora sí que os dejo, que me he extendido demasiado. ¡Besos!
Destino: Capítulo 5
Cuando se está desesperado y sin saber exactamente qué hacer o cómo reaccionar, a los humanos les da por correr. Fue eso lo que acabé haciendo después de escuchar la conversación entre Víktor y Alikma, correr por los oscuros pasillos de aquella mansión sin nombre ubicada en algún lugar perdido de Bulgaria. No entendía nada de lo que estaba pasando, y mucho menos comprendía por qué debería de traer la muerte a alguien que prácticamente me entregó todo. Krum, el hombre que me había dado poder, que me convirtió en un vampiro y en Princesa legítima de ellos, iba a acabar su reinado muriendo en manos de su heredera.
"Mis manos" pensé, y me estremecí.
Me detuve un segundo para respirar profundamente y averiguar en qué ala de la casa estaba. Se trataba de un pasillo largo y estrecho, más estrecho de lo habitual en aquella mansión, y en el que los típicos frescos eran cambiados por una tosca pared de piedra oscura y rugosa. Del lado derecho, por unas puertas ventanas enormes, entraban rayos de luna que daban al lugar un halo de misterio y secretismo. A través de los cristales pude ver un cielo parcialmente despejado, cuajado de estrellas brillantes y una luna blanca y hermosa que parecía una perla suspendida en el firmamento. Toqué con mis manos el cristal frío de la puerta ventana, fijándome en aquella muchacha que me devolvía la mirada tras el vidrio. Se me hacía difícil ver a la Hermione Granger que yo conocía ahí, con los ropajes negros y el pelo castaño cayendo en cascada por la espalda.
- Estás cambiada, Hermione – dije en alto, más como un regaño al reflejo que me devolvía la mirada que como un halago – Estás muy cambiada…
- Bueno, Princesa, es que el poder resalta la belleza de uno.
Se trataba de una voz profunda, una voz procedente de la figura envuelta en una capa que esperaba a cierta distancia de la puerta ventana, apoyada en la pared. Por un minuto se me pasó por la cabeza que pudiera tratarse de un fantasma, pero los espectros no hacían ruido al andar, y mucho menos reían de la forma que aquel ser lo hacía: Fría, cruel y despiadada como puñales.
- No puedes estar aquí – hablé con el mayor aplomo que pude. La figura se deslizó con gracia y elegancia hasta quedar justo a mi lado. En ese instante la capa se abrió, dejando ver a un hombre alto, que vestía una camisa blanca y unos pantalones oscuros. Sus ojos claros se clavaron en los míos y tragué saliva, sin poder evitar el imaginar cuántas mujeres se habrían perdido por esa mirada que enturbiaba los sentidos, una mirada que podría pertenecer al mismísimo Lucifer.
- En la fiesta no nos presentaron – hizo una reverencia, y el cabello liso y rubio cayó a mechones hasta cubrirle el rostro – Mi nombre es Draco Malfoy, y pertenezco al clan Samarah. Bienvenida a nuestra familia… Princesa
- Esto es un error – fue lo primero que Remus Lupin pudo pronunciar después de la impresión inicial.
Estaba sentado en una mesa, con un pergamino que reflejaba el árbol genealógico de la estirpe más importante de los licántropos y un anciano a su lado, Ladislay Ram, que decía que el propio Remus era el último descendiente de tan respetada familia. Pero el viejo Gorgorov no parecía en absoluto impresionado. Al contrario que el joven Príncipe, Ram se encontraba tranquilo, sereno, y observaba a Remus con un gesto que al licántropo se le antojó paternal. Sonreía ampliamente, y una vez más Lupin se preguntó, posando sus ojos dorados en el anciano, cuál sería la causa de tan extraña cicatriz en la comisura de la boca.
- No hay ningún error, joven Príncipe – señaló el pergamino con su dedo huesudo – Phoenix y Súnem me ayudaron en las investigaciones, y han sido años de trabajo, créeme. Si te digo que eres el descendiente de Shaín, es simplemente la verdad.
Remus se levantó de su asiento, pasándose una mano por su cabello castaño. Si él pertenecía a la familia de Seela todo encajaba a la perfección: Su extraño nombramiento como Príncipe de los Licántropos, su visita a Gorgorov… la misión de matar al Rey de los Vampiros, de acabar con el inmortal Víktor Krum. Se volvió hacia Ram y como si éste le leyera el pensamiento asintió levemente, sin borrar por un instante aquella misteriosa sonrisa de su boca adornada por la cicatriz en la comisura.
- Skayla siempre predijo que serías Rey, Remus, nunca dudó por un instante de la historia que llevas corriendo por tus venas – el anciano suspiró, desviando un instante sus ojos hacia el blasón de la pared – Ella sabía de la profecía y de tu papel en todo esto, que te tocaría matar a Krum tarde o temprano.
- No lo entiendo – Remus daba vueltas como un animal enjaulado, pasando sus ojos dorados del árbol genealógico al anciano – Yo no soy un licántropo puro, yo… mi padre…
Gorgorov alzó una mano para interrumpirlo.
- Tu padre es humano, un mago, eso ya lo sé – su mirada se encontró con la de Lupin, unos ojos limpios, sinceros y llenos de sabiduría - ¿pero nunca has pensado, Remus, por qué eres el único de nosotros que puede transformarse a placer en lobo? – el aludido abrió la boca para responder, pero Ladislay continuó preguntando – Mejor aún ¿Por qué eres el único licántropo, desde Shaín capaz de hacer un Samir? – Remus se giró, mirándolo atónito.
- ¿Cómo…?
- ¿…Lo sé? – Ram suspiró – Bueno Remus, sé muchas cosas que aún no te he llegado a contar y que, en su momento, te diré.
El Príncipe lo observaba entre admirado y sorprendido.
Remus Lupin había sido especial, y de eso siempre había tenido plena conciencia. Su padre era humano, un mago, mientras que su madre había sido una de las mujeres licántropos mas respetadas de su poblado. Nunca había conocido a su familia paterna, ni siquiera a su progenitor, y Skayla lo había llevado nada más nacer al poblado, sin darle la oportunidad de tener una vida humana que no tuviera nada que ver con la licantropía. Fue así como se crió como uno más, aún sin ser exactamente de su especie, de su clan. A los seis años, cuando todos los niños de su edad se habían transformado en lobo por primera vez, Remus aún no podía, aunque eso no era algo que le preocupase. Nunca había querido ser lobo, jamás, porque sentía admiración por los humanos y quería ser como ellos. Solo una noche en la que se enfadó con su madre, fue capaz de transformarse, consiguiéndolo después de desearlo fervientemente para así escapar sigilosamente del poblado. Descubrió de ese modo, casi por casualidad, que solo podía ser lobo cuando lo deseaba, dando igual si era Luna llena o menguante: Remus, un licántropo impuro, podía hacerlo a placer.
Lo de Daia fue completamente diferente. Se trataba de un Samir, un espíritu que reflejaba su parte demoníaca, su licantropía, y que protegía con su vida a la persona que perteneciera. Que Remus lo pudiera hacer o ver era algo inverosímil, puesto que los Samir se consideraban leyendas, cuentos que se leían a la hora de dormir para que los niños no tuvieran pesadillas, Skayla le había explicado que los humanos tenían algo parecido y que llamaban "Ángel de la Guarda". Aún recordaba Lupin la cara de su madre cuando le dijo que hablaba con una loba llamada Daia y que él mismo la invocaba. Un día, Remus llegó llorando porque los niños del poblado no creían la existencia de Daia, y Skayla le explicó que la misteriosa loba era su Samir, que estaba ahí para protegerlo y que estaría toda la vida hasta que muriera, pero que solo podía ser vista por él. Desde ese día Remus no volvió a pronunciar la existencia del Samir a nadie.
Cuando volvió a la realidad, Ladislay Ram se encontraba a su lado. Tenía las manos cruzadas a la espalda, y su larga túnica reflejaba la luz brillante de la lámpara de araña de la estancia.
- Víktor Krum vive en uno de los bosques más escondidos de Bulgaria – abrió la puerta por la que Remus había venido con Súnem y Kubrat, saliendo a la oscuridad del pasillo sin mirar atrás, Lupin lo siguió – Phoenix, mi hombre de confianza, te llevará hasta el lugar… y allí lo matarás. La profecía dice que será así cómo llegue la luz – llegaron a la cortina franqueada por el hombre malhumorado, y cuando éste vio a Gorgorov hizo una reverencia, el anciano le sonrió amigablemente.
A pesar del tiempo transcurrido en la habitación, el ambiente del bar "Perestroika" no había cambiado ni un ápice. El grupo que tocaba cuando Remus había entrado seguía con sus melodías eslavas mientras otras mujeres cantaban y bailaban alrededor. Una chica pelirroja de largo cabello recogido en una cola se les acercó para ofrecerles una copa que ambos aceptaron.
- Gracias, Ginny – dijo Ram, acariciando el rostro pecoso de la joven y bebiendo de su copa. Era un líquido transparente, fuerte al gusto y que Remus asemejó de inmediato al sabor del vodka.
- Phoenix le espera, Maestro – respondió la chica, señalando una mesa situada en un rincón escondido del lugar. Remus reconoció enseguida el cabello largo, negro y asimétrico de Súnem, así como el vestido verde que llevaba. Ambos hombres se acercaron hasta la chica, que charlaba animadamente con un chico alto, delgado y vestido con ropas de viaje. Cuando vieron a Gorgorov se levantaron, haciendo una leve inclinación de cabeza que Ram respondió.
- Espero que traigas buenas noticias, querido Phoenix – dijo Ladislay estrechándolo entre sus brazos, el joven asintió.
- Sí, Maestro.
- Bien, bien – se llevó una mano huesuda al mentón, acariciando la cicatriz de la comisura de la boca, como si pensase. Remus permanecía callado, mientras que Súnem le sonreía desde el otro lado de la mesa. Sus ojos se encontraron a mitad de camino, y Remus le correspondió la sonrisa, a la vez que Phoenix tosía con fuerza, rompiendo así el encanto del momento. Lupin volvió sus ojos a él, comprobando así que tenía el ceño fruncido.
- Ah, disculpadme, no os he presentado – dijo Gorgorov saliendo de su ensoñación y señalando al chico alto – Remus Lupin, te presento a Ronald Weasley, más conocido en el clan Nimrod por el sobrenombre de Phoenix.
Draco Malfoy tenía una elegancia casi natural que, sino fuera porque se trataba de un vampiro, diría que lo llevaba en la sangre. Su melena era rubia, lisa, y le caía a mechones sobre su tez blanca y que se me antojaba suave al tacto. Pero eran sus ojos claros, grises como dos témpanos de hielo, los que verdaderamente te daban desconfianza. Eran unos ojos que escondían algo, algo que, tarde o temprano, daría la luz… y mi interior me decía que sería muy peligroso tenerlo entonces como enemigo.
- En… en la fiesta Víktor no nos presentó – dije eso por decir, intentando que no notara mi incomodidad ante su presencia. Malfoy posó una de sus manos blancas en el cristal a la vez que una nube aislada ocultaba la Luna por unos segundos. Cuando volvió a aparecer, el vampiro ya había apartado su mano del cristal y observaba distraído el techo del pasillo.
- Krum puede llegar a ser muy egoísta cuando de compañías femeninas se trata – sonrió de lado, una sonrisa cruel, que dejaba al descubierto un colmillo blanco y afilado – Digamos que un Rey puede permitirse el lujo de ser maleducado – sus ojos se volvieron a posar en mí, esta vez evaluadores, escudriñando cada centímetro de tela, de piel – Las princesitas no corren por los pasillos sin motivo aparente ¿verdad?
Más que una pregunta parecía una afirmación, y el interrogatorio no entraba, exactamente, dentro de la conversación que querría mantener con un vampiro como Draco Malfoy, jefe del clan Samarah. Víktor me había hablado de él en la fiesta, y cuando se presentó supe enseguida que se trataba del vampiro que había mencionado Krum.
Samarah era uno de los clanes más antiguos del mundo vampírico y se trataba, sin lugar a dudas, del más selectivo a la hora de elegir sus componentes. Sólo pertenecían al clan los que tuvieran una estirpe vampírica tan extensa que no pudieran albergar en su interior ningún resquicio de humanidad. Amor, amistad, tristeza o compasión no eran cosas que experimentara un Samarah. Vivían para ellos y morirían por ellos, creyendo que el afán de poder y la lucha por conseguirlo te llevan a formar parte del escalafón más alto dentro de su jerarquía. De hecho, el propio Malfoy pertenecía a "Los Cinco", un grupo formado por los vampiros más poderosos: Igor, del clan Assaiet; Sirtak, de los Numerhai; Malfoy, de los Samarah; Kisha, de los Persites y Víktor Krum de la dinastía y clan Lanrek. "Los Cinco" gobernaban al resto, y sus palabras, leyes y acciones eran la ley, lo que para los humanos sería Dios. Aunque este Dios tenía demasiadas caras ocultas.
- Las princesas buenas no corren – volvió a repetir Draco Malfoy, acercándose poco a poco hasta donde estaba, como si estuviera suspendido en el aire.
Una de sus manos tocó mi rostro y sentí el contacto frío e inerte de la carne muerta, de unas venas por las cuales no corre sangre, sino algo más parecido al veneno, a la maldad. Lo miré a los ojos, esos ojos grises que te inspiraban nada más que desconfianza, y brillaron con tal intensidad que no pude evitar el desviar mis ojos hacia la puerta ventana, hacia nuestros reflejos. Y entonces me estremecí: Allí solo estaba yo. Malfoy siguió mi mirada y al verme reflejada en el cristal todo cambió. Su rostro pálido y puntiagudo se contorsionó en una mueca de asco y sus manos blancas y frías se convirtieron en garras afiladas que me empujaron, haciéndome caer al suelo.
- Tú… - susurró con desprecio, sujetándome por el brazo para levantarme y ponerme de nuevo frente al cristal – Eres humana ¡aún tienes reflejo!
- ¡No, no! – grité a la desesperada, intentando zafarme de aquel brazo que me agarraba con fuerza, con violencia - ¡Yo soy un vampiro! ¡Víktor me convirtió en vampiro!
- ¡MIENTES! – rugió Malfoy, y las paredes de la mansión temblaron, al igual que los cristales de las puertas ventanas. Estaba furioso, sus ojos grises comenzaban a inyectarse en sangre y pude comprobar como su fuerza aumentaba con cada ola de pánico que sacudía mi cuerpo. Los vampiros olían el miedo, yo lo tenía. Y eso, para un vampiro perteneciente al clan Samarah, era algo que solo una persona humana podía experimentar.
- Víktor me convirtió – repetí con la voz apagada, y Draco me acercó más a él y con la mano libre me apartó el cabello castaño, dejando el cuello descubierto. Ahí había una cicatriz de dos colmillos, dos puntos rojos que poco a poco iban desapareciendo debido a que los vampiros tienen la habilidad de curarse las heridas.
Los ojos inyectados en sangre de Malfoy me miraron evaluadores, y su ceño se frunció con fiereza.
- La Profecía… contigo vendrá la Profecía – algo en mi cuerpo se paralizó al escuchar aquellas palabras en los labios de Draco Malfoy. Sabía de aquella Profecía, de lo que traería consigo, del derrocamiento del Rey de los Vampiros… de la muerte de Víktor. Sus manos agarraron entonces mi cuello, apretándolo hasta casi no poder respirar.
- Yo… - susurré casi sin aire, sintiendo como poco a poco se me nublaba la vista. Lo único que podía ver eran esos ojos grises inyectados en sangre, unos ojos claros en los que veía la muerte. Mi muerte.
- No puedes vivir… – negó fervientemente, apretando con más fuerza – No puedes vivir…
Pero cuando ya daba todo por perdido, cuando había dejado de forcejear para dejarme matar por el vampiro, algo ocurrió. Una sombra emergió desde la oscuridad, chocando contra Draco y haciendo que éste me soltara. Caí al suelo y a pesar de que estaba aturdida, pude distinguir la figura de un hombre alto y fornido frente a la esbelta y delgada de Malfoy.
- Si quieres acabar con ella, antes tendrás que acabar conmigo.
Draco Malfoy rió estruendosamente, de una forma tan fría que sentí el miedo recorrer cada parte de mi cuerpo. El vampiro se cruzó de brazos y la luz de la luna se reflejó en su cabello rubio y lacio.
- Empecemos pues… Víktor.
Pues se acabó, en el siguiente tendréis el desenlace de todo el embrollo de la Profecía, saldrán nuevos personajes (puede que aparezca el Señor Potter) y habrá nuevas aventuras. Hasta entonces me despido. ¡Besos!
Shashira
