¡Hola! Ya regresé. Bueno, un poco tarde, lo sé, pero veis al menos que poco a poco voy poniendo al día todos mis fics, incluidos los Ron/Hermione, que por ahí me dejaron un review diciendo que los tengo abandonados. Bueno, aquí tenéis un nuevo capítulo de Sweet Home, esperando que os guste tanto como hasta ahora, y esperando no decepcionaros demasiado. La cosa ahora irá un poco más rápida a partir del capítulo siguiente ¿OK? No me matéis antes de tiempo. Y gracias de nuevo por vuestra fidelidad y por esperar tanto, en serio, no sabéis exactamente lo que todo esto significa para mí. Muchas gracias. Ahora sin más, os dejo con el capítulo ¡BESOS!

Sweet Home: Capítulo 3

Ronald Weasley siempre se había caracterizado en sus años en Hogwarts por ser un pelirrojo que se dejaba llevar por lo que sentía en cada momento, en cada instante. Si algo le molestaba, gritaba; si alguien le insultaba, como por ejemplo Draco Malfoy, le daba una paliza. Era esa extraña explosión de sentimientos lo que le hacía especial a los ojos de cualquiera, al igual que su inocencia o su picardía. Pero si era así ¿por qué al ver a Hermione Granger frente a él, lo único que había hecho era permanecer como un témpano de hielo? No se lo explicaba, pero aún menos entendía cómo ella estaba ahí de nuevo, en su vida, reviviendo momentos que para él estaban más que olvidados, enterrados… porque lo estaban ¿cierto?

Había cambiado, pensó el pelirrojo, aún sin cambiar la expresión de su rostro. Estaba más delgada, con una elegancia diferente, el cabello más largo quizá, y ropa cara de Armani a juego con gafas de Dior. Todo muy cool.

- Vamos Ron, no tengo todo el día – pero seguía siendo la misma Hermione Granger segura de sí misma, sabelotodo y, sobretodo, altanera.

- Tú no deberías de estar aquí, Hermione – dijo el pelirrojo con toda la tranquilidad que pudo reunir después de la impresión inicial. La miró como se mira a un mosquito peligroso, con los ojos azules que parecían dos pequeñas rendijas y el ceño fruncido, haciendo que las pecas de la frente se multiplicaran por mil – Ahora tu sitio está en la llamada "Ciudad de las Luces", con las vistas panorámicas de la Torre Eiffel y el Louvre desde tu apartamento caro y bohemio.

- Sí, ese es mi hogar ahora – admitió, sorprendida de que supiera dónde vivía. ¿Sabría lo de Víktor y ella? Prefería no pensarlo, al menos de momento. Pero ¿por qué le importaba tanto que lo supiera? –. Y seguiría en él sino fuera por tu maldita cabezonería de no darme el maldito divorcio – las últimas palabras las dijo con odio, y Ron se imaginó a una Boa Constrictor escupiendo su veneno mortal. Hermione sacudió los papeles frente al pelirrojo con furia contenida - ¿Sabes la fortuna que tengo que pagar cada vez que le devuelves los documentos a Monsieur Sorrel?

- Bueno, ahora te lo puedes permitir – la evaluó de arriba abajo, y aquello incomodó a Hermione, que desvió un poco la mirada. Ron lo percibió y sonrió con un aire de cinismo que a la muchacha le recordó a Malfoy - ¿Desde cuándo usas gafas de sol de colores y zapatos que yo no podría pagar ni con el sueldo de tres años?

Pero entonces Hermione le señaló el hermoso barco amarrado al pequeño puerto frente a la casa.

- ¿Y tú de dónde sacaste un barco tan lujoso? No recordaba que fueras aficionado a navegar.

Ron se encogió de hombros, pero Hermione percibió que estaba nervioso, pues cambiaba su apoyo de un pie a otro constantemente. El pelirrojo fijó su vista en el yate, serio y sin aquella sonrisa cínica que le había acompañado en lo que llevaban de conversación.

- Las cosas cambian – dijo, sin saber exactamente si se refería al barco o a ella. A lo que fue o lo que es. Y era más de lo que Hermione sabía… o creía saber. La chica miró el reloj impaciente, bufando despectiva y observando a Ron con rabia contenida.

Años.

Habían pasado años desde la última vez que habían hecho el amor, y aún podía sentir en su piel las caricias de Ron, su aliento y sus besos. Los suspiros y aquel "Te Quiero" que se decían acurrucado uno junto al otro, con las sábanas enlazadas a sus piernas y con olor a carne desnuda, a amor y a pasión. A piel surcada por innumerables pecas y a ojos del color del mar más azul jamás imaginado. Y era él, Ron, la que hacía que cada día fuera diferente, una aventura inesperada, un juego de niños.

Pero PAM PUM.

El hechizo se acabó.

Las siguientes imágenes fueron de Hermione sola, huyendo a París en el primer vuelo de la mañana, y la llegada a un país desconocido, con una lengua que apenas dominaba, la estancia en un motel de la Rue Jarrie, del encuentro con Giork Valentino. De su primera novela editada, y las que le siguieron, además de los premios, sesiones de fotos y entrevistas. El mundo de sofisticación y elegancia del que ahora se rodeaba. De cuando coincidió con Krum en un famoso restaurante, de su primera cita… del beso. De su compromiso.

Y después de tantos años, de lo sufrido y lo dejado atrás, después de intentar olvidar y olvidar para no cometer los mismos errores, aún seguía sintiendo escalofríos cuando Ron la miraba como la miraba ahora. Los ojos azules fijos, sin ningún movimiento, como si el tiempo hubiese hecho clack y no existiera. Tú y yo y nadie más. No digas nada, silencio, que no existe nadie más. Sin embargo había alguien, y se llamaba Krum.

Hermione no podía permitirse el lujo de olvidar todo lo ocurrido, de olvidar a Víktor, que era su prometido.

Prometido. Suyo. Su prometido.

Aquellas palabras la hicieron volver a la realidad, una realidad que la sacudió fuerte, sintiendo cómo su estómago se encogía hasta hacerse minúsculo. Ella estaba con Krum, se iba a casar con él, y Ron solo era el marido herido y desdeñoso del que debía separarse. Porque debía, pero ¿quería? Claro que quiero, se dijo¿quién en su sano juicio iba a estar junto a él toda la vida? Pero antes de que pudiera reaccionar, una parte de su cerebro ya había pronunciado un sorprendente "yo" que la dejó congelada. Sacudió de la cabeza cualquier pensamiento, hundiéndolos en lo más profundo de su ser, e intentó retomar el hilo de la conversación.

- El próximo vuelo a París sale en seis horas – dijo paciente, intentando ver al pelirrojo como un niño pequeño que se había empecinado en desobedecer a su mamá – Firma los papeles, Ron. Fírmalos y juro que no te volveré a molestar jamás.

Jamás, pensó, es mucho tiempo.

- ¿En serio piensas que puedes aparecer aquí, después de años sin saber de ti, para que te conceda un divorcio como aquel que deja un poco de jengibre para una poción¡Por Merlín, Hermione, me abandonaste¿Crees que ahora que tengo la oportunidad de vengarme voy a ponerte las cosas fáciles?

Estaba guapa, se dijo casi sin pensar. Estaba guapa con ropa cara o sin ella, escritora o sabelotodo. Niña o mujer. Siendo mi esposa o no siéndolo. Sonriendo o ceñuda, con las arrugas alrededor de los ojos cuando le daba de lleno el sol o con las casi imperceptibles pecas canelas en el puente de su nariz.

Pero ya no era suya. Ya no. Y aquello, sin saber por qué, le envenenó la sangre que corría por las venas llenas de rabia y rencor. Un rencor guardado demasiado y que ahora había florecido.

Hermione, ajena a todo lo que ocurría en la mente de Ron, pasaba las hojas de los documentos sin demasiada convicción. Sacó una pluma elegante de color negro, y luego le señaló al pelirrojo una flecha azul que señalaba un lugar exacto del documento.

- Mira, te he marcado el lugar de la firma para que ni siquiera tengas que pensar demasiado – Ron la seguía mirando sin convicción, pero la chica ya le había puesto la pluma negra en la mano – Vamos Ron, acabemos con esto cuanto antes.

- Cuanto antes – repitió él.

- Eso es.

Sus ojos azules pasaron de Hermione a los documentos varias veces, antes de dirigirse al porche para sentarse en los escalones con las hojas en la mano. Si lo hacía, si lo firmaba, Hermione y él romperían el único vínculo que ahora les unía. Sus sueños, esperanzas, todo se acabaría igual que en su día se acabó la relación que existía entre ellos. De nuevo miró a Hermione, que esperaba impaciente a pocos metros de él, observando de reojo el Lotus que llevaba en su muñeca como si fuera una fina serpiente de plata.

- Tiempo – dijo Ron de repente, y la muchacha parpadeó varias veces.

- ¿Perdón? – el pelirrojo se había levantado ya, con los documentos y la pluma en las manos, y abría la puerta de entrada a su casa. La sonrisa divertida y cínica volvía a relucir en su rostro blanco y pecoso. Hermione lo siguió hasta el interior de la casa. Seguía estando igual que la había dejado: los mismos muebles, iguales cuadros, el olor ¿y su dormitorio, el que habían compartido? Sacudió la cabeza para despejar a sus fantasmas del pasado, y entonces Ron se volvió hacia ella. En el rostro de Hermione lo único que se reflejaba era el desconcierto y la confusión de la situación.

- Que necesito tiempo para ver todo esto¿y si me estás estafando y quieres quedarte con todo lo que poseo?

- ¡Por Dios, Ron¡Mírate! – Hermione había estallado de rabia, ahora gritaba como una energúmena procedente de la prehistoria. Estaba harta de sus niñerías, de que le tomara el pelo y se burlara de ella - ¿Crees que querría quitarte ésta casa, el yate, a Pig¡No me hagas reír! – Ron la miró ceñudo, molesto por los comentarios.

- ¿Qué pasa, ahora piensas que eres mejor que yo simplemente porque tus novelas se venden bien?

- ¡No me hace falta escribir novelas y que tengan éxito para demostrar que soy mejor que tú, Ron!

- ¿Ah sí?

- ¡SÍ! – Ron avanzó a zancadas hacia ella. Estaban a pocos centímetros, sentía su aliento y su aroma, sentía el calor de su piel, podía ver las pecas en el puente de su pequeña nariz. Sus labios… a centímetros. De repente se apartó como si quemara¿había pensado por unos instantes en besarla¡Había querido besarla!

Conserva la calma, se dijo, respirando profundamente y contando hasta diez, o veinte, o treinta. La observó de nuevo, como antes, como un ser extraño que viera por primera vez. Y entonces algo se encendió dentro de él, algo que le dio la solución del problema: Mejor cerca que lejos. Y mejor que cuentes hasta cien, amigo.

Pero también había otra cosa, y se llamaba orgullo. No podía permitir que Hermione lo tuviera comiendo de su mano, que lo manejara y dijera el cómo y el cuándo sin importar lo que él opinaba, lo que pensaba. Se había marchado sin decirle nada, había pedido el divorcio sin consultárselo y, ahora, regresaba como si nada hubiera pasado. La esposa perfecta, pensó Ron cínico, tan egocéntrica como siempre lo ha sido y lo será.

Hermione se sentía turbada ante las intensas emociones que acababa de experimentar. No entendía lo que estaba ocurriendo entre ella y Ron. Y estaba en esas cuando sintió el brazo del pelirrojo sujetándola con fuerza, abriendo la puerta de la casa… y dejándola en el porche más sola que la una, con los documentos y la pluma entre sus manos de nuevo. No estaban firmados.

- ¡Vete! – Le gritó Ron cuando ya había cerrado la puerta, y su voz sonó amortiguada - ¡Vete a tu París de dinero, lujos y viajes¡Vete y no regreses más, ni por el divorcio ni por nada! – y escuchó varias maldiciones y hechizos que a la muchacha le eran de sobra conocidos y que servían para proteger la entrada de cualquier intruso a la casa.

Pero lejos de enfadarse, Hermione sonrió. Pobrecito Ron, pensó divertida, echando el primer contrahechizo a la puerta de la casa que antes fue suya.

Ron estaba colérico, rabioso como un perro. No podía creer que él estuviera enamorado de esa persona que esperaba ahí fuera, en el porche. Un momento¿enamorado? bueno, ya no, ahora sólo quería despellejarla poquito a poco, para que sintiera lo que él había sentido sin ella, sin saber nada hasta que un día apareció en el periódico como una gran novelista. Se apoyó en el pasillo, mirando el techo de yeso como si fuera algo interesante y desnudándose por el pasillo se metió en el cuarto de baño. Necesitaba una ducha urgentemente, así aclararía sus ideas.

Cuando sintió el agua caerle por la espalda, el alivio lo recorrió poco a poco desde el pecho a las extremidades. Ahora se sentía bien, tranquilo pero exhausto. Sonrió al recordar cómo había insistido en que hoy sería un día agradable. Ahora no estaba del todo seguro. ¿Cómo podía estarlo, después de todo lo ocurrido ahí fuera? Al salir de la ducha se lió en una toalla, dirigiéndose a su habitación para ponerse una camisa celeste y unos vaqueros oscuros. Luego se fue al salón, mirándose en el espejo que colgaba en una de las paredes. Observó desde sus pecas hasta su cabello. Su camisa, su pantalón. La verdad es que no estaba nada mal, se dijo sonriendo como un campeón (N/A Estoy harta de ver esa sonrisa en alguien muy cercano a mí, creedme), con esa superioridad típica de los hombres.

- La verdad es que estás muy guapo – le dijo su propio reflejo y sonrió, como un jovencito de quince años, sintiéndose más que halagado.

- Dime Ronnie¿cuánto le pagas al espejo para que te diga eso cada vez que te miras en él?

- ¿Hermione? – Sí, era ella, de nuevo con ese bolso enorme de piel, y el vestido y las gafas azules - ¿Qué haces aún aquí¿Co…cómo has entrado? – permanecía sentada en una de las sillas altas de la cocina, con total libertad. Como si estuviera en su casa la señorita, pensó Ron, enfadado.

- Sino fueras tan olvidadizo recordarías que fui yo la que puso los hechizos y las maldiciones de seguridad en la puerta – se encogió de hombros con total despreocupación –. Fue fácil encontrar los contrahechizos necesarios – se llevó un dedo al mentón, pensativa –. Lo que no entiendo es cómo no caíste en la cuenta de cambiarlos.

- Porque pensé que jamás regresarías.

- Ah.

Se hizo un silencio incómodo en la sala, evadiendo uno la mirada del otro. De repente Hermione se dio cuenta de cómo iba vestido, del cabello pelirrojo húmedo aún por la ducha. Del aroma tan singular que siempre lo envolvía. Olor a piel moteada de canela que en otro tiempo había acariciado, a sudor nunca olvidado pero pronto reemplazado. Sacó de nuevo los documentos del bolso, y Ron volvió a fruncir el ceño, obstinado como siempre.

- Nunca te das por vencida ¿eh?

- Ya me conoces – respondió ella, divertida y triunfante.

- Creía conocerte. Ahora ya no lo sé – de nuevo un silencio, y ella aprovechó para extenderle los documentos y la pluma.

- Hazlo ya, Ron. Hazlo y no nos volveremos a ver en lo que nos queda de vida – al decir esto su estómago sintió una sacudida. ¿No estaba siendo demasiado dura manejando la situación? Tal vez, pero iba a casarse con Víktor, un hombre que la amaba y haría todo por ella ¿Qué mas daba si no volvía a sentir el aliento de Ron rozando su piel, sus labios o sus caricias¿Qué más daba olvidar aquellos ojos azules que la observaban evaluadores?

- ¿Es lo que deseas, Hermione? – preguntó por última vez, dándose ya por vencido si ella le decía que sí - ¿En serio quieres romper cualquier vínculo conmigo?

Algo dentro de ella se negaba a decir que sí, al igual que el sentido común le negaba el responder que no. Y ahí se quedaba de nuevo la estancia en silencio, con las respiraciones de ambos sonando pausadas, en aparente tranquilidad. Una tranquilidad que a ambos les incomodaba, un silencio que querían romper a toda costa, que debían romper.

Hermione hizo que Ron cogiera los documentos y él se sentó en el sofá de la acogedora salita. Sueños rotos, pensó el pelirrojo con melancolía, todo se perdía en aquellos instantes. Miró el paisaje por la ventana, su jardín cuidado, las flores de colores, los pájaros y su pequeño embarcadero con el Sweet Home anclado allí. Era grande, blanco e inmaculadamente limpio. Y fue en ese instante cuando algo dentro de él dijo que no, que no todo estaba acabado. Que Hermione Granger debía de sufrir un poquito más.

-¿Qué hora es? – preguntó entonces Ron, de forma casual. Hermione miró de nuevo su Lotus plateado y elegante, desesperada.

- Casi la hora de comer – respondió, mirando de nuevo los papeles - ¿Ya los has firmado?

Pero Ron ya no estaba sentado apaciblemente en el sofá, sino que cogía del perchero de la entrada una chaqueta oscura, sin ponérsela, echando un vistazo a la casa una última vez y cogiendo la varita a la vez.

- ¡Bueno, tengo que irme! – exclamó cordial, sonriendo de oreja a oreja. La muchacha no daba crédito a la cara tan dura que podía llegar a tener Ronald Weasley – Ha sido un placer verte, Hermione, aunque fuera tan poco tiempo.

- Ron…

- La próxima vez que nos veamos – dijo abriendo la puerta de entrada, mirando a Hermione fijamente – Espero que seas una dulce y simpática esposa…

- ¡RON…!

- Hasta entonces – logró articular el pelirrojo por encima de las maldiciones y los gritos que ya daba la chica -. ¡Au Revoir!

- ¡RON, NO! – pero no le dio tiempo a detenerle, ni siquiera a asesinarlo, porque ya Ronald Weasley había desaparecido con un sonoro crack.

Hermione Granger se quedó paralizada, con los puños cerrados, y entonces dio un enorme grito, dándole un golpe a la mesa y tirando todos los papeles y documentos que se encontraban en ella al suelo (incluido el mando a distancia de la televisión). No podía creer lo que Ron le había hecho. ¡Todo para nada! El viaje, las dudas, París, los documentos… se dejó caer en el sofá, abatida.

BIP - BIP

El móvil estaba sonando en su bolso, pero no quería cogerlo.

BIP - BIP

Quizá fuera Víktor¿qué le diría entonces¿Le contaría la verdad sobre Ron, sobre ella, sobre su huida¿Cómo explicarle que no podían casarse porque ella ya estaba casada?

BIP - BIP

Observó el vacío y luego al bolso. Bueno, se dijo con cansancio, sacando el teléfono de la bolsa y pulsando el botón verde para responder, lo que tenga que venir, vendrá.

- ¿Sí?

- ¿CÓMO PUEDES DARME UN DISGUSTO COMO ESE POR TELÉFONO¡¿SABES CUÁNTO ME LLEVARÁ MI ESTETICIEN PARA QUITARME TODAS LAS OJERAS QUE ME HAN SALIDO POR TU CAUSA, HERMIONE! Tardaré siglos en encontrar el corrector adecuado, por Christian Dior.

- Hola, Giork.

- ¿Hola¿Es lo único que se te ocurre después del soponcio que me diste hace tan solo varias horas?

- Lo siento – respondió desganada. La verdad es que Giork Valentino era puro dramatismo, de un grano de arena hacía toda una playa. ¿Pero qué decía, playa¡Un desierto más grande que el mismísimo Sáhara!

- Querida, creo que no me repondré de ésta en años – hizo una pausa, y Hermione supo que bebía su inseparable taza de Capuchino, como buen italiano que era –. Pero cuéntame¿ya tienes el divorcio de ese tal Wislly?

- Weasley.

- Lo que sea.

- Pues no – Hermione comenzó a recoger los papeles que había tirado hacía unos instantes del suelo, mientras seguía charlando con Giork – He intentado que lo hiciese pero… digamos que me ha dado esquinazo.

- Bueno, mi pequeña florecilla de la Polinesia¿qué piensas hacer ahora? Digo, tienes un pedrusco enorme en tu dedo por el que yo casi lloraría de emoción y a un hombre apuesto esperándote en una iglesia de Bulgaria para decir eso de "Sí quiero"

- Lo sé, lo sé – seguía recogiendo papeles inútiles, cuando algo la hizo sonreír - ¡Oh, Dios Mío!

- ¿Qué¿Qué ocurre?

- Giork, tengo que colgarte.

- Pero…pero ¿por qué?

- Debo ir a arreglarme.

- ¿Arreglarte para qué? No me digas que vas a ir a una fiesta.

- Sí.

- ¡Pero si estás en crisis! – Exclamó el italiano, escandalizado- ¡Ni yo sería tan frío como para asistir a una reunión social si supiera que mi futuro matrimonio está a punto de irse por la borda!

- Oh, mi querido Giork, ésta no es una fiesta cualquiera. Está organizada por el Ministerio.

- ¡Vaya! – Gritó irónico por el auricular – Voy a ponerme mi mejor traje de Armani.

- Giork, irá Ron.

- ¿Ron¿Tú marido?

- Y futuro exmarido – Hermione puso mucho énfasis en eso de ser "EX".

- Bueno¿tienes algo pensado para la ocasión? La venganza, mi petit rose se sirve en plato frío… y en pequeñas dosis. Así se sufre más, créeme – suspiró con dramatismo – Bueno ¿Ya pensaste en tu venganza?

- Oh sí – respondió Hermione, y una sonrisa le iluminó el rostro - Ronnie siempre se ha quejado de que no era una buena esposa¿no? Bien, creo que es hora de demostrar lo maravillosa y repelente que puedo llegar a ser.

Y antes de que a Giork Valentino le diera tiempo a responder, Hermione había colgado el teléfono, se había hecho dueña de las invitaciones encontradas, y desaparecido como un torbellino por la puerta para regresar a Londres.

Ronald Weasley no sabía la sorpresa que le esperaba esa misma noche en la fiesta del Ministerio de Magia.

Pues no hay más hasta nueva orden. A este fic le queda todavía un poco para terminar¿eh? Además no quiero hacerlo exactamente como en la película, quiere introducir cosas mías, más personajes creados por mi mente maligna y ante todo acción y líos entre los personajes. Por cierto¿imagináis la cara de los Weasley cuando vean por primera vez a Hermione después de tantos años¿Y de Ron? Bueno, espero que os haya gustado. ¡Besos!