-Me alegra tenerte de vuelta, Sakura- la Quinta realmente le ofrecía una sonrisa amistosa, cualquiera hubiera podido averiguar que estaba feliz de ver a su alumna. Ni siquiera se estaba esforzando mucho por ocultar su satisfacción, era más de lo que cualquiera pudiera esperar.
-A mi también me alegra estar de vuelta, Hokage-sama- Sakura se estaba esforzando demasiado por parecer neutral que ni siquiera había reparado en la presencia de Shizune en la oficina. Seguía tan impregnada de la indiferencia de unos minutos antes que su inseguridad por sus habilidades se volvió tan fuerte como sus ganas de disimular que todo estaba en perfecto orden -Puedo comenzar con mi entrenamiento cuando usted lo desee, maestra.
-Es mejor que descanses un poco, durante el último año y medio lo único que has hecho es entrenar. Tómate un descanso, te avisaré cuando retomes tu entrenamiento, pero será pronto, quiero ver tu progreso.
-De acuerdo, maestra. Estaré en casa de mis padres.
Las dos médicos que se quedaron en la habitación compartieron una mirada que delataba su sorpresa por la actitud de la joven médico. Ninguna esperaba un regreso tan silencioso, tan falto de palabras o esa actitud de Sakura, que si bien no era del todo triste, si demostraba más conservadora. Esa jovencita solía ser apasionada y sentimental, la Quinta había utilizado esa desventaja como principal motivación para la fuerza física, y funcionó, solo que ahora no lograba reconocerla. Era justo lo que temía que sucediera, que se hubiera alejado demasiado tiempo de su hogar, de ella misma.
-Puede ser que sea una mejor médico, estoy segura de que lo es- dijo la Quinta a Shizune- Pero me es difícil verla como una médico. No sé por qué, pero su inseguridad ha vuelto.
Tsunade se mordió el labio inferior, estaba molesta porque esa era la manera de mostrar su preocupación. No había nada peor que un ninja inseguro.
Sakura volvió a casa de sus padres, durante todo el camino evitó buscar a cierto ninja entre las calles y entre la multitud, mantuvo la mirada alta, sus ojos no se desviaban del camino, resistió la tentación de buscar con la mirada a su sensei, recorrer y pasear por calles innecesarias para tener una oportunidad más de verlo, aunque fuera a la distancia y consolarse con eso. Todo el camino deseando no verle, y al mismo tiempo esperando que se presentara ante ella con una explicación, una disculpa o por lo menos con un miserable saludo. Cuando llegó a casa de sus padres, su corazón estaba roto de una nueva manera, una nueva fractura, un nuevo rasguño.
Sus padres la recibieron con tanta alegría que la jovencita se sintió culpable por su actitud, obligó a su corazón a sanar. Creyó que lo estaba intentando, pero la verdad es que hacía el mínimo de los esfuerzos por esconder su desilusión. Sus padres, su maestra y sus amigos merecían algo mejor que un débil intento. No podía creer que su sensei fuera el responsable de su estado de ánimo, estaba molesta por la indiferencia del ninja, porque muy en el fondo creyó que cuando la volviera a ver todo se solucionaría, y lo que recibió fue silencio.
La razón para no enfrentarse a la Quinta y hablarle de sus logros era que no se sentía suficiente.
Estaba volviendo a lo mismo otra vez, no tenía caso que siguiera con esa línea porque no habría nada nuevo. La Quinta estaba tan segura de que no había mejorado lo suficiente que la dejó medio año más en Suna, su sensei, Kakashi, fue el principal testigo. Quizá si ella no se hubiera pasado cuatro días soñando con algo tan ridículo, hubiera podido mostrarle sus habilidades, o por lo menos demostrarle que no era tan débil como para que tuvieran que mentirle. Era lo mismo de siempre, los mismos pensamientos de hace seis meses, así que no tenía sentido que siguiera con lo mismo, ya estaba cansada de la propia voz en su cabeza.
Volvería a su entrenamiento médico y demostraría cuanto era capaz de mejorar y lograr. Podría ser que no fuera tan talentosa, pero no se daría por vencida. Comenzó a desempacar, en su mayoría era ropa. Estar en su habitación le trajo un poco de calma, era un ambiente conocido, reconocía esas paredes, la cama, las cortinas, todo lo que estaba allí y que se quedó esperando por ella un año y medio. Seguramente su madre había organizado algunas cosas que ella dejó fuera de lugar al pensar que volvería pronto, o por lo menos, que no tardaría tanto. Durante los primeros días en Suna, Sakura no dejaba de pensar en la ropa que se quedó sin guardar, la cama destendida y la ventana abierta; bueno, su madre había guardado su ropa, tendió su cama y cerró la ventana.
Era bueno volver a casa, por primera vez, desde que estuviera en Konoha sonrió mientras abría la ventana para dejar que un poco de aire entrara y refrescara el ambiente. La vista desde su ventana era como la recordaba, el mismo paisaje con el que soñó cuando estuvo en Suna; sus ojos recorrieron las calles buscando a su sensei, sería una costumbre difícil de erradicar. El clima también era diferente, más fresco, incluso tenía un poco de frío. Debía acostumbrarse a Konoha de nuevo, con todo lo que implicaba.
Era consciente de que estaba pensando demasiado en tonterías para no pensar en su sensei, en la incomodidad de verlo, ni siquiera podía pensar en tener una misión a su lado y aun así deseaba verlo. Aunque se negara a admitirlo, además de desilusionada, seguía molesta.
Estaba decidida a quedarse en casa algunos días hasta que la Quinta la requiriera, evitaría hacer público su regreso hasta que no pudiera ocultarlo, porque aunque estaba decidida a mejorar, necesitaba un descanso.
Se dejó caer en la cama y sin desearlo se durmió. Tenía tanto frío.
...
La Quinta sonreía mientras observaba a Sakura trabajar, mientras la jovencita le explicaba algunas de las técnicas que había aprendido. Había pasado una semana desde que ella regresara y el descanso le había caído de maravilla, se le veía tranquila, realmente tranquila, con una ligerísima chispa de optimismo en los ojos jade y una sonrisa en los labios rosas.
Y no, no había visto a su sensei en toda esa semana, quizá por eso estaba tan tranquila. No sabía nada de él y era mejor así, tampoco tenía intenciones de preguntar. Su plan era fingir que no compartían el mismo espacio, y hasta ahora estaba funcionando.
-Has hecho un extraordinario trabajo, Sakura. No podría estar más orgullosa de ti- la médico sonrió tímidamente con la ligera esperanza de que tal vez sí iba por un buen camino -No volverás al Hospital, no por ahora; volveremos a tu entrenamiento físico, ¿de acuerdo? No puedes descuidar tus habilidades de batalla, no si deseas volver a las misiones.
Sakura estaba a punto de responder algo, pero entró Shizune.
-Tsunade-sama, un grupo regresó herido, puedo ir yo misma si usted me lo permite.
-No es necesario, Shizune, necesito que te quedes aquí. Sakura, te encargarás tú- la seguridad con la que habló la Hokage le dejó en claro a Shizune que confiaba en su alumna para atender a los ninjas heridos, y a la propia Sakura, le imprimió la confianza que necesitaba -Ahora vete, no pierdas tiempo. Entrenaremos otro día.
-Sí, maestra.
-Debió impresionarla, Tsunade-sama- comentó Shizune cuando se quedaron solas, los pasos de Sakura pronto dejaron de oírse.
-Tiene un futuro brillante, pero necesita recuperar la confianza, esto le ayudará y por lo que pude comprobar, no es realmente un reto para ella- contestó la Quinta con una sonrisa, una verdadera sonrisa que entusiasmó a la propia Shizune.
Sakura corrió al Hospital, claro que estaba nerviosa, no se sentía preparada pero las palabras de la Quinta la motivaron lo suficiente como para intentarlo y probar que estaba mejorando. Toda esa semana se la pasó en su casa, durmiendo, descansando, no salió ni un solo día, tampoco dejó que nadie se enterara de su presencia, pero ahora que iba al Hospital, su regreso se haría más que evidente.
El Hospital estaba en completa calma, ella esperaba una escena distinta, pero no, las enfermeras caminaban con tranquilidad y algunas charlaban. Era tan diferente a Suna, por lo menos allá veía a alguna cara conocida, ahora no reconocía a nadie, era intimidante. Se acercó a la recepción sin alguna otra idea de a dónde ir.
-Estoy aquí para atender a un grupo que llegó herido.
-En realidad estamos esperando a Shizune- dijo la enfermera con tanta calma y con una sonrisa que irritó completo a Sakura. Esos ninjas estaban heridos y ella se atrevía a tomárselo con calma.
-Tsunade-sama me envió a mí, así que a menos que quieras enfrentarte a ella, te sugiero que me digas dónde está el grupo de ninjas. Ahora.
La enfermera pareció sorprenderse de la actitud de Sakura, un sonrojo de vergüenza invadió su cara y sólo logró pronunciar el número de la habitación con una vocecita tímida. La médico corrió hasta la habitación sin arrepentirse de mostrarse gruñona. La escena que la esperaba era muy diferente, varias enfermeras en varias camas que no notaron cuando la puerta se abrió, ni siquiera notaron su presencia, estaban concentradas en tratar de ayudar.
La médico analizó la situación, había cuatro camas, una de ellas era la más ocupada, cinco enfermeras la rodeaban, eran demasiadas.
-Sólo necesito a dos enfermeras aquí, no más. El resto vaya y apoye a las otras enfermeras, pero no estorben. Necesito que quiten las armaduras y descubran las heridas, deben limpiarlas, cuando termine aquí, las apoyaré, pero deben evaluar cuál es el siguiente por orden de prioridad.
Las enfermeras no se quedaron a analizar la presencia de Sakura en esa habitación, comparadas con aquella enfermera de la recepción, ese grupo se movió de inmediato con rapidez. La dejaron con dos enfermeras más y el resto se dedicó a obedecer sus instrucciones con tanta eficiencia como pudieron.
El ninja que estaba acostado en la cama había sido despojado de su armadura, pero todavía no podían verse con claridad sus heridas, la cantidad de sangre, aunque era alarmante, podría deberse más al trayecto de regreso hasta la Hoja que a una herida mortal. Lo mejor era mantener la calma.
-Necesito que corten la camisa y limpien la sangre- las enfermeras lo hicieron tan rápido como pudieron, la herida era evidente, no estaba en su abdomen, sino en su pecho y se extendía hasta el hombro izquierdo. Atravesaba su pecho, y era profunda.
-No es la única- advirtió una enfermera con voz preocupada -Tiene otra en la espalda.
-Entiendo, sólo necesito a una más, la otra apoye al resto y evalúe el orden de prioridad.
La médico no perdió tiempo, sintió como el chakra fluía a través de su manos para transformarse en un resplandor verde al que ya estaba acostumbrada. Debía ser muy cuidadosa, era una herida profunda y no podía desperdiciar chakra. Repasó cada uno de los siguientes pasos, aplicar chakra en la medida perfecta, concentrarse en, primero detener el sangrado, y segundo en cerrar la herida. Sus manos se deslizaban a todo lo largo de la herida sin llegar a tocarla, distribuían el chakra en cantidades justas, cualquier pequeño error y podría dañarlo más que ayudarlo. Era una de las primeras lecciones pero la más importante.
-Limpia la sangre- cuando la enfermera lo hizo, la herida no volvió a sangrar, pero aún se veía punzante- Es increíble.
-Todavía no, llama a alguien más, que te ayude a darle vuelta, limpia la herida y avísame cuando esté preparado. No podemos perder tiempo, está muy débil y no puede perder más sangre.
-Este es el siguiente- anunció una de las enfermeras.
-De acuerdo. Tira las vendas y gasas sucias, despeja toda el área.
La heridas de ese ninja eran más numerosas, pero no tan profundas, estaba boca abajo y su espalda mostraba tres cortes limpios y profundos. Sakura trabajó de inmediato, el mismo esfuerzo, la misma concentración para hacerlo de la mejor manera. Eran heridas profundas pero no tan grandes, lo más importante era detener la hemorragia.
-El otro ninja está preparado.
Sakura terminaba de cerrar la segunda herida, le encomendó a una de las enfermeras que limpiara la sangre y se asegurara de que sólo una de las heridas seguía abierta, cuando se aseguró que los otros dos ninjas que aún no atendía podían esperar, entonces volvió a su prioridad.
La herida del ninja era tan profunda como la de su pecho, pero mucho más grande, prácticamente toda la longitud de la espalda. Durante todo ese tiempo no había querido asimilar que atendía un grupo ANBU, ignoró ese hecho desde que entró a la habitación, ignoró que conocía esa máscara, que le era perfectamente familiar, sabía a quién atendía. No le dijeron que se trataba de ANBU. Sus manos temblaron unos segundos, no porque la vida de él peligrara, estaba a salvo, era porque no importara lo molesta que estuviera, no soportaba verlo sufrir.
Ni siquiera fue consciente del paso del tiempo, fue de ninja en ninja, atendiendo a cada uno, pero su mente siempre estaba en aquel ninja boca arriba, inconsciente. Ayudó tanto como pudo, hasta que al final las heridas de todos estaban casi cerradas, era evidente que necesitaban más atención y algunas semanas de recuperación, pero las hemorragias se detuvieron y las vendas limpias cubrieron heridas que ya no sangraban.
-Creo que debe descansar, estoy segura de que él ya está bien- le sugirió una enfermera. La médico seguía curando la herida en el pecho de su sensei, intentando cerrarla completamente.
-Gracias por todo su apoyo- dijo Sakura deteniéndose. no quería admitirlo, pero estaba exhausta, estaba mareada por el esfuerzo físico, y por la situación -Por favor venda sus heridas, también la de la espalda y llévalo a una habitación.
La médico se quedó ahí parada cuando todas se fueron, cuando los pacientes fueron llevados a sus respectivas habitaciones, quedaban las camas machadas de sangres, el olor a sangre, la sensación de pesadez que acompaña a esas situaciones. Se dejó caer en el suelo y se sentó.
Estaba lista para volver.
...
Kakashi despertó como si hubiera dormido sobre una cama de clavos, recordaba lo que sucedió en su última misión, reconocía el dolor por las heridas. Estaba y estaría bien, pero estaba entumecido y la cabeza le punzaba con saña, las heridas latían haciendo notar su presencia. Lo mejor era no levantarse, esperaría hasta que alguien lo visitara y le informara sobre su situación. Ya estaba acostumbrado al procedimiento hospitalario y sabía que de nada le serviría intentar levantarse y averiguar algo por su cuenta. Lo mejor era esperar, descansar y recuperar un poco de energía.
Debió dormir un par de horas más hasta que lo despertó un ruido en la habitación, abrió los ojos y vio una mancha rosa, parpadeó y ya no estaba.
-Espera- quiso decir, pero de su garganta sólo salió un ruido sin sentido. Estaba seguro de que esa había sido Sakura, esa mancha rosa era su cabello o su ropa, pero cuando logró incorporarse un poco, estaba solo. Un sueño, una ilusión, el deseo reprimido de volver a verla. Claro que contempló la idea de levantarse y averiguar si realmente había sido una ilusión, pero su cuerpo le advirtió que no llegaría muy lejos, un par de pasos si utilizaba toda la energía. Ni siquiera fue capaz de hablar.
Ese manchón rosa, que imaginó era la cabellera de su alumna, fue lo más cerca que estuvo de ella. Pasó cuatro días en el Hospital por orden de la Quinta que le explicó personalmente la situación, sus heridas no eran graves, pero si deseaba volver pronto a las misiones, entonces se quedaría en el Hospital el tiempo que fuera necesario. Cuatro días en el Hospital sin más visitas que la de las enfermeras, luchando contra ese pequeño sentimiento de desilusión cuando la puerta se abría y la que entraba no era Sakura.
Antes de la misión donde resultara herido, estaba determinado a no ver a su alumna a menos que fuera inevitable; pero ahora tan sólo deseaba verla, aunque fuera de lejos, aunque fueran algunos segundos.
-Has estado muy callado- dijo la Quinta mientras retiraba las vendas que dejaban al descubierto una herida en su pecho que ya no sangraba, era apenas una línea roja. No dolía, la de la espalda debía estar igual. Sabía que Tsunade lo atendería, y su última esperanza estaba en que Sakura presente, cuando la Sannin apreció sola, la decepción fue tan amarga como grande su deseo de verla -Acabo de decirte que estás muy callado, y te quedas callado ¿Hay algo que deba saber?
-No. Sólo quiero descansar.
-¿Descansar? Antes de esta misión me pedías otra incluso antes de que terminaras esta. Es evidente que algo sucede. Creí que el regreso de Sakura haría que dejaras ANBU, estaba segura de que me pedirías alguna misión a su lado y durante el último mes pensé en misiones adecuadas para los dos.
-¿Sakura quiere tener una misión conmigo?
-No- la franqueza de Tsunade fue tan inesperada como dolorosa -Ni tú quieres una, ni ella. Sakura dice que no saldrá de Konoha hasta que vuelva Naruto. ¿Qué está pasando?
-Nada, esperamos a Naruto.
La Hokage se quedó callada y terminó su trabajo en silencio. Era tan evidente que algo estaba sucediendo y que ninguno hablaría. Cuando Kakashi se quedó solo en la habitación se levantó para vestirse, ya podía irse a casa. En esa habitación no había mucho, la cama y una silla, nada más, agarró la silla y la estrelló contra una de las paredes. No estaba seguro de haber escuchado el ruido de la silla al estrellarse, al caer hecha pedazos, no escuchaba nada que no fuera el ruido de su corazón latiendo con saña, sentía la sangre en los oídos así que estaba aturdido.
No tenía idea de que la Quinta había escuchado ese golpe y que detuvo a una enfermera que ya se dirigía a la habitación para averiguar qué era lo había sucedido.
Se acercó a la cama con la misma intención, pero un segundo antes de aventarla contra la ventana, porque iría en esa dirección, se detuvo. La sangre seguía en sus oídos, sólo escuchaba un silbido que lo enfurecía todavía más. Estaba frustrado, cansado y la culpa se desbordaba en todas sus acciones, más que culpa, arrepentimiento. Debió actuar diferente cuando se encontró con Sakura el día que regresó. En aquel pasillo, si la hubiera detenido y explicado todo, una disculpa por ocultarle la verdad, intentar redimir sus errores.
Pero sólo se quedó callado, pasó como un fantasma que habitaba otra dimensión, silencioso como si no tuviera aire en los pulmones.
Se pasó las manos por la cara, por la cabellera y reprimió el deseo de destruir la cama. En su lugar, suspiró mientras se vestía. La camisa elástica, la otra camisa, pero no el chaleco, no ahora que era más ANBU que sensei, los pantaloncillos y las sandalias. Estaba obteniendo lo que merecía, así que era imposible quejarse.
Salió por la puerta observando a todos lados, caminaba entre los pasillos que nada tenían que ver con la salida, paseaba con el único propósito de toparse con su alumna, de divisar una cabellera rosa, un rostro familiar. Pero no, por más que demoró su salida, no la encontró, quizás ni siquiera estaba allí, podría ser su día de descanso, o estaba atendiendo a algún paciente.
Llegó a su casa y se fue directo a la cama para dormir un poco más. No podía seguir en las misiones, no cuando estaba así de distraído porque era una debilidad.
Creyó que tarde o temprano vería a Sakura, pero no. Su alumna parecía esconderse a la perfección, sus paseos por el Hospital con el pretexto de revisar su herida no tuvieron fruto, reportarse con la Quinta tampoco; los paseos por la Aldea menos. Era como si hubiera desaparecido de Konoha, no había manera de volver a verla, ni siquiera había conversaciones que le hablaran de su alumna.
-¿Ella está aquí?
-¿De quién estás hablando, Kakashi?- preguntó la Quinta sin levantar la vista de un pergamino.
-Sakura, ¿ella está aquí?
Entonces la Sannin levantó la vista, su mirada era dura, pero con un toque de compresión por la pregunta, por su tono. Después volvió a centrar la vista en el pergamino.
-Sí, Sakura está en la Aldea.
Escucharlo fue la confirmación de que ella no quería verlo. Lo evitaba o simplemente sus caminos no estaban destinados a cruzarse. Quizá era de esos caminos que se encuentran una sola vez durante todo el trayecto. Era sus sensei, su camino era paralelo al de su alumna, y en Suna se tocaron, pero tal vez por primera y única vez.
