Sakura estaba acostada en el mismo campo de entrenamiento donde Kakashi les anunciara que habían pasado la prueba y que eran un equipo, el equipo número siete con Naruto y Sasuke, el primer equipo que lograba superar esa prueba que hiciera famoso a Kakashi, la primera lección que le llevó tanto comprender totalmente. En ese entonces parecía una simpleza, pero cuando ellos estuvieron ahí, cuidándola, ayudándole, se dio cuenta de que el día que Sasuke le ofreció su comida a Naruto, todo comenzó a tomar forma.
Allí estaba Sakura, tendida en ese suelo.
-Levántate, todavía no terminamos- la voz de Tsunade resonó en el campo solitario -Necesitas recuperar tu condición, llevas un año y medio sin entrenar y es evidente, no puedo dejarte ir a misiones con ese nivel.
-Lo sé, sé que ahora soy una desventaja en cualquier equipo, mis habilidades médicas sólo son útiles en el Hospital -la médico se incorporó y aplicó un poco de chakra a un morado que ya se estaba formando. Volvió a sujetarse la melenita rosada que ya estaba considerablemente larga, no la había cortado hacía siete meses, desde que su sensei la visitara en Suna -Estoy lista.
Llevaba tres semanas en el mismo entrenamiento, por la mañanas estaba con la Quinta, por las tardes ella sola. Necesitaría por lo menos dos meses más para tener una posibilidad de salir de Konoha en alguna misión sin que su presencia pusiera en riesgo a su compañeros. No había recibido carta de Naruto, no desde que ella le avisara que estaba de vuelta en la Aldea, y de eso hacía dos semanas. Según la Quinta debía volver en un par de meses más, si Jiraiya lograba convencerlo de terminar su entrenamiento.
Lo extrañaba, extrañaba tanto a su compañero. Durante esas tres semanas se encontró con Ino, hablaron de todo cuanto era posible, se reunían todos los días por la noche, a veces sólo ellas dos, en otras ocasiones con Ten Ten, Kiba, Shikamuru y Shino. Y era imposible negar que pasaba una noche divertida, llena de risas, de todo aquello que no tuvo en Suna. Pero todos tenían a su propio equipo, por eso ella deseaba tanto volver a ver a Naruto, aunque no salieran de misión, tan sólo la sensación de formar parte de un equipo.
Terminaron el entrenamiento justo al medio día. La Quinta se despidió con una sonrisa de satisfacción por los avances de Sakura. El año y medio en Suna no sólo le había servido para sus habilidades médicas, también para obtener disciplina y para obligarse a cumplir sus objetivos. La jovencita mejoraba de forma considerable, eran notorios y constantes sus avances. Se volvió más disciplinada, se esforzaba el doble.
Sakura también abandonó el campo de entrenamiento, volvería a su casa para darse una ducha, comer, descansar un par de horas y después volver y entrenar. Tomó un atajo hasta su casa, aunque ya todos sabían que estaba de regreso, seguía tomando un camino alternativo a casa. Tres semanas sin ver a su sensei, era mejor que siguiera de la misma forma. No podía evitarlo siempre, pero hasta ahora estaba funcionando.
De la misma forma en la que evitaba los caminos principales, también evitaba preguntarse todo lo relacionado con él, si quizá estuviera de misión, o tal vez estaba descansado y las probabilidades de toparse con él eran más altas. Cuando una idea que se asociaba con su sensei vagaba por su mente, ella la desechaba de manera automática.
Parecía tan absurdo cómo se había complicado todo por una simple visita. Si ella no le hubiera pedido que se quedara, si su comportamiento hubiera sido otro, de no mostrarse tan apegada... debieron dormir separados, sin que ella viera su rostro; todo eso fue lo que complicó la situación a tal extremo que ahora llevaban tres semanas sin verse y no solo eso, se evitaban de forma descarada; ambos fingiendo estar en otra parte en donde no estaba el otro.
Esa visita a Suna, en donde no pasó nada, lo estaba complicando todo. Sakura se había sentido indudablemente atraída hacia su sensei, olvidar las fantasías que ocuparon sus pensamientos en aquellos días no era tan fácil, mucho menos cuando creyó que era una atracción mutua.
Por fin lo estaba dejando atrás, comenzaba a sentirse tranquila, su corazón latía con más normalidad y sonreía con sinceridad. De a poco se iban borrando esos atisbos de atracción que habían permanecido a los meses. Esperaba que dentro de poco pudiera volver a encontrarse con su sensei y volver lo que eran antes, sólo sensei y alumna, sin incomodidad ni extrañeza.
El rodeo que hacía para llegar a su casa, porque eso era, un rodeo y no un atajo, implicaba atravesar parte del bosque, uno de los límites de la Hoja. Caminaba tranquilamente, su cabellera, ahora suelta, bailaba graciosamente con el viento, y su rostro se refrescaba un poco del entrenamiento
-Sakura.
La médico se dio vuelta cuando escuchó que alguien la llamaba, un gesto de extrañeza cubrió su rostro. Allí no había nadie, pero estaba tan segura de haber escuchado que alguien la llamaba, quizá era el viento que soplaba con más fuerza, el susurro de los árboles que de pronto parecía el único ruido. Era mediodía, pero todo estaba oscuro, no tenía sentido. Parpadeó un par de veces hasta que todo volvió a la normalidad, el día era soleado, sin nubes, el brillo del sol no dejaba ni un solo rincón oscuro. Una pizca de miedo latió en su pecho.
-Sakura.
De nuevo su nombre, era como si alguien la estuviera llamando, alguien que se escondía entre los árboles. El viento sopló con más fuerza, casi como un grito de lamento, el cielo se nublaba a una velocidad imposible para ser real. Observaba a todo su alrededor, alguien le estaba jugando una broma, y no caería en ella. Siguió su camino ignorando a quien quiera que la estuviera llamando pero que no se presentaba. Ignoro los truenos que ya resonaban en el cielo y retumbaban a centímetros de sus oídos.
-Creí que ese era tu nombre.
De pronto, y frente a ella apareció un ninja que no esperaba, sobre todo, que no conocía. Su traje de Akatsuki era advertencia suficiente, su máscara naranja era un impedimento absoluto para ver su rostro, solo un orificio pero ni siquiera suficiente para ver uno de sus ojos.
-Lo es- contestó la médico, claro que estaba aterrada, pero eso no le serviría de nada, lo menos que podía hacer era aparentar tanta seguridad como no tenía. Algo ya lo advertía que estaba perdida, que a partir de ese momento nada sería lo mismo, lo advertía en ese tono de voz que era más atemorizante que su propia presencia.
-Eres una de las alumnas de Kakashi- Sakura asintió, no estaba segura de qué era lo que ese ninja deseaba, ni cómo había logrado entrar, mucho menos cómo lograba las ilusiones en las que la había encerrado. Ahora la estaba envolviendo una lluvia de pétalos de sakuras que de ninguna manera podían ser reales, bailaban a su alrededor, jugueteaban con su cabello y acariciaban su rostro de manera graciosa. Segundos antes una paisaje oscuro, atemorizante, ahora algo dulce y delicado; le dio escalofríos -No sé por qué, pero me recuerdas a ella. Es necesario que veas algo.
Las flores desaparecieron, incluso el aire se detuvo y quedó suspendido en medio de un lamento. Era otra ilusión. El paisaje cambió drásticamente, ni siquiera reconocía el lugar donde estaba, corría en medio de un bosque, corría tan rápido como sus piernas se lo permitían, podía sentir el cansancio a cada paso que daba, el corazón ni siquiera parecía estar en su pecho, latía tan rápido que no podía ser suyo; no sólo era un sensación física, algo dentro de ella moría de miedo, estaba asustada como jamás lo estuvo.
Era obvio que deseaba llegar a un lugar en específico, y pronto supo a donde, se detuvo en seco. Un ninja atravesaba el pecho de una ninja, era una jovencita de cabello castaño, hermosa, incluso en ese momento. El ninja que acaba de matarla tenía el cabello gris, de un inconfundible gris, una máscara de tela negra que reconocía, el mismo semblante a pesar del paso de los años. Era su sensei, era Kakashi, su mano atravesaba el pecho de esa jovencita ocasionando que un hilo de sangre resbalara por la comisura de sus labios. La mano de Kakashi estaba completamente ensangrentada. Esa imagen la rompió, algo dentro de ella se fracturó, se hizo polvo en ese instante. Sakura parpadeaba constantemente, pero la imagen seguía frente a ella, quería llorar pero sus ojos estaban secos, ni siquiera estaba respirando, no pronunciaba palabra alguna. La sensación de estar viva era tan dolorosa, tan mortalmente amarga que deseó desaparecer.
-Kakashi- dijo esa joven de pelo castaño con una vocecita tan dulce, mientras el hilo de sangre seguía resbalando de su boca, mientras sus ojos perdían el brillo de la vida.
Esa vocecita casi la vuelve loca porque había amor en sus últimas palabras, un amor sincero y puro.
Sakura se cubrió los ojos, de haber sido posible se los hubiera arrancado, era preferible quedarse ciega que seguir viendo. Comenzó a gritar, deseando desahogarse, pero no había aire en sus pulmones, mucho menos voz en su garganta. En su pecho se acumularon tantos pensamientos que también deseo no tener corazón, y ojalá no lo tuviera. Una de sus manos se hundió en su pecho, y como si pudiera hacerlo agarró su corazón palpitante y lo sacó, podía sentir sus últimos latidos, podía ver sus manos llenas de sangre, podía sentir cómo su corazón se secaba y se volvía polvo para después desaparecer. El Hoyo en su pecho no fue suficiente, seguía viendo esa escena, a su sensei, a esa jovencita; sus manos fueron hasta sus ojos y los sacó.
Ahora no veía ni sentía nada. Sonrió como si hubiera perdido la razón.
Gritó hasta que sintió el aire en los pulmones y la voz en su garganta. Se llevó las manos al pecho, pero no había ningún hoyo allí, su corazón latía acelerado; tocó su cara, también estaban sus ojos. Comenzó a gritar con más fuerza, el recuerdo de todo lo que había visto, de lo que sintió, volvía dolorosamente. Estaba aterrada, esa imagen era demasiado vívida, estaba rota por sentir tanto, sus sentimientos iban en tantas direcciones, pero seguía viendo a su sensei atravesando el pecho de esa jovencita, recordaba la cara de ella, la inocencia en ese rostro. Su voz cargada de amor.
Sus ojos permanecían cerrados, estaba segura de que si los abría, vería lo mismo. Sus manos fueron hasta sus ojos, debía arrancarlos otra vez, todas las veces que fuera necesario.
-¡Sakura, detente!- le gritó alguien y detuvo sus manos que ya rasgaban sus ojos con la intención de quedarse ciega. En esta ocasión el dolor era tan real, sentía sus uñas lastimar sus párpados, pero no se detendría. Y no lo habría hecho de no ser porque alguien agarró sus manos -¡Sakura, detente!, está bien, estás a salvo en el Hospital.
-¿Quién eres?
-Soy Tsunade, ¿me recuerdas?
-Sí. ¿De verdad estoy en el Hospital de Konoha?
-Sí- la voz de la Quinta parecía tan real y amable que tranquilizó a Sakura.
-Si abro los ojos, ¿qué veré?
-A mí, a una ventana, las paredes de esta habitación, un ramo de flores que Ino te trajo. Puedes confiar en mí y abrir los ojos- Tsunade no sabía por qué su alumna se negaba a abrir los ojos, pero intentaba ayudarla a vencer ese terror, porque no era un simple miedo, era terror.
Sakura abrió los ojos muy lentamente, veía un poco borroso por los rasguños que ella misma se había hecho. Era cierto todo lo que su maestra le había dicho, estaba en el Hospital de Konoha, y lo mejor de todo es que allí no estaba su sensei, la imagen de su sensei seguía presente, todos los sentimientos estaban en su pecho, sus manos temblaban compulsivamente y debía verse tan vulnerable porque la mirada que le dirigía la Quinta delataba una compasión tan enorme y sincera. Quería cubrirse los ojos y quedarse ciega.
-¿Qué es lo último que recuerdas?
-Terminé de entrenar con usted, solo eso.
Y era la verdad, Sakura no recordaba su encuentro con ese Akatsuki misterioso, no recodaba que en realidad había caído en una ilusión, tan sólo esa visión de su sensei con esa jovencita muerta entre sus manos, el dolor y un resentimiento puro y sólido, pero no recordaba por qué, o dónde había visto esa imagen, por qué la tenía consigo. Sólo sabía que era la verdad, que no lo ponía en duda, era una verdad tan universal como que necesitaba aire para respirar. No se trataba de una ilusión, era un recuerdo que por alguna razón olvido y ahora volvía a ella.
-¿Segura que eso es lo último que recuerdas?
-Recuerdo otra cosa, no como algo reciente, sino como un recuerdo antiguo que ha aparecido de pronto. De la misma manera en que he olvidado dónde dejé el listón azul que solía usar, pero si me esfuerzo lo suficiente, lo recordaré. Es lo mismo con esto.
-¿De qué se trata? -Sakura se quedó callada, recordarlo inundó sus ojos de lágrimas, su boca tembló de horror y de ira al mismo tiempo. Un grito se quedó atorado en su garganta- Te dejaré sola para que puedas dormir.
-¡No!, ¡No me deje sola, por favor, y no permita que me duerma!
-De acuerdo, me quedaré aquí.
-¿Tsunade-sama?
-Dime.
-No permita que nadie más entre a mi habitación.
-No lo haré.
Como prometió, Tsunade se quedó al lado de su alumna. Observó cada una de sus acciones, sus manos inquietas que en ocasiones se acercaban peligrosamente a sus ojos pero se detenían a medio camino sin atreverse a continuar. Seguía aterrada, sus ojos vagaban de un lugar a otro pero no permanecían cerrados a menos que fuera para parpadear, y lo hacía tan rápido que ya estaban visiblemente enrojecidos. Algo horrible estaba pasando por su cabeza que la hacía sobresaltarse con el más lejano ruido de pasos. Quería evitar un recuerdo, pero había intentado arrancarse los ojos como si la oscuridad fuera la solución.
La había encontrado uno de los guardias de Konoha, desplomada en el césped, en el bosque solitario sin rastro de nadie más cerca. La llevó al Hospital cuando se dio cuenta de que no respondía y de que era evidente que algo no andaba bien. Tsunade no tenía idea de lo que sucedió, no tenía signos de algún ataque, ni siquiera un rasguño. Lo que sea que hubiera pasado, era grave y especialmente peligroso, ¿un recuerdo? ¿cómo un recuerdo podía lastimarla tanto?
Sakura se negaría a dormir, a cerrar los ojos; pero la Quinta estaba segura de que necesitaba descansar así que con el pretexto de revisar las heridas en sus ojos que ella misma se había hecho, aplicó chakra suficiente en sus sienes para dormirla. Y funcionó, la médico cayó en un profundo sueño.
-¿Qué le sucede, Tsunade-sama?- preguntó Shizune que vigilaba desde la puerta y que entró apenas la jovencita se quedó dormida.
-No lo sé.
Sakura comenzó a gritar de nuevo, gritó con fuerza, con miedo y con ira, con una clara impotencia, y antes de que la Quinta pudiera detenerla, rasgó sus párpados con tanta fuerza que una línea de sangre apareció inmediatamente, y después su pecho, a la altura del corazón. Las dos médicos acudieron rápidamente, Shizune detuvo las manos de Sakura, mientras, Tsunade aplicó chakra en su cabeza hasta que la jovencita cayó en un sueño libre de pesadillas, o eso creía ella.
-Tsunade-sama.
-Sí, es un Genjustsu. O por lo menos es la única explicación.
Eso traía más preguntas que respuestas, explicaba el temor de Sakura, las ilusiones llegaban a confundirse con la realidad de una forma aterradora; pero quién podría haberlo hecho, no había muchos ninjas que las dominaran, mucho menos hasta tal extremo que la médico no pudiera recordarlo en absoluto. ¿Qué ilusión podría atormentarla hasta el punto de desear arrancarse los ojos?
No le había dicho a Sakura que antes de despertar durmió cuatro días, cuatro días desde que la encontraran inconsciente en el bosque. El Genjutsu distorsionaba la noción del tiempo, seguro que la jovencita ni siquiera se dio cuenta de que habían pasado días desde que ellas entrenaran. Durante cuatro días Sakura quedó atrapada en la misma ilusión, una y otra vez, repitiéndose sin pausa, sin descanso, sin darle un minuto de paz. La única forma de afrontarlo era aceptar que no fue real, que se trataba de una ilusión, y eso, aunque sonara fácil, no lo era. Incluso los ninjas más fuertes y capacitados necesitaban un tiempo para sobrellevar algo así.
Tsunade observó a su alumna dormir. ¿Había sido un ataque premeditado?
-Es mejor darle tiempo- dijo Tsunade, esa sugerencia no iba dirigida a Shizune, sino a Kakashi que se negaba a entrar en la habitación, no había entrado ni un solo día desde que supiera lo que sucedía con su alumna. Él se quedaba en la puerta esperando alguna noticia, pero era como si no quisiera verla y Tsunade estaba llegando a su límite con esa situación. Kakashi no podía seguir escondiendo su preocupación, escondiéndose en los rincones como si no tuviera derecho a estar allí.
Y cuando la Quinta estaba a punto de enfrentarlo de nuevo desapareció.
...
Era el tercer día que Sakura dormía, era mejor no despertarla, necesitaba descansar después de la ilusión, suponiendo que se tratara de una porque no había testigos, y Sakura no recordaba. La Quinta revisaba algunos pergaminos, pero la verdad era que pensaba en las mismas preguntas de siempre.
-¿Qué quieres, Kakashi?
-Una misión, hace un mes que estoy inactivo.
-Creí que dada la situación, preferirías quedarte- el ninja se quedó callado, ese silencio también era una respuesta -De acuerdo, pero tardarás algunos meses en volver.
-Dígame cuándo debo partir.
-Estaba revisando justo esta petición, leela, y si aceptas, podrás irte esta misma noche.
-Comenzaré a empacar.
El ex ANBU desapareció.
El regreso de Sakura no había unido al equipo siete. En realidad parecía que cada uno siguió su propio camino, que la separación que se prometía temporal se extendió hasta que se alejaron demasiado. No podía culpar a ninguno, no era su deber permanecer siempre unidos. Quizá cuando Naruto volviera, él y Sakura podrían formar una dupla para las misiones porque Kakashi ya caminaba por un rumbo bien distinto. Estaba consciente de que no eran los mismos de un par de años atrás, antes de que se despidieran por un año y medio más, pero ¿acaso eran tan distintos que no podían reconocerse? ¿tan diferentes para que Kakashi no quisiera quedarse?
Sabía que las razones del ex ANBU no iban por ese rumbo, no era desapego o desinterés, era que no soportaba la idea de no poder ayudar a su alumna, de no haber podido evitar su situación. Kakashi destilaba una culpa impuesta. Así era él, cuando alguien a quien debía proteger salía herido, la culpa lo invadía por completo, ese era un viejo hábito. Hasta cierto punto era comprensible, el ninja sufrió lo de dos vidas, y ahora parecía que lo de una tercera también.
-Tsunade-sama- Shizune había entrado y ella ni siquiera se dio cuenta de que estaba frente a ella -Sakura ya despertó.
Encontraron a la jovencita sentada en la cama, se le veía ligerísimamente más resignada, pero no lo suficiente, miraba a su alrededor, sus manos temblaban y sus ojos delataban un cúmulo de emoción que era demasiada carga para una joven.
-¿Sigues soñando lo mismo?- preguntó la Quinta cuidadosamente.
-Sí- la médico dejó que una lágrima escapara, pero después una sombra de rencor ensombreció su semblante -Es la misma imagen una y otra vez, las mismas emociones, he memorizado cada segundo de ese recuerdo, me he acostumbrado a él.
-Dime qué es lo que recuerdas, porque eso no es una memoria, es una ilusión, cuando lo cuentes podré decirte que eso que ves no es real- Sakura parpadeó un par de veces con un toque de esperanza -Shizune, déjanos solas.
-Estoy corriendo por el bosque, corro tan deprisa que me duelen las piernas, me duele la garganta por intentar respirar más aire del que tengo en los pulmones. Pero ese no es el dolor más grande, sé que hay alguien en peligro y si me detengo, entonces todo será mucho peor. Debo llegar hasta ellos, hasta ella para poderla ayudar y salvar. Me duele el pecho de solo saber el peligro en el que se encuentra, y por eso sigo corriendo a pesar de todo, de mi propio cansancio y el miedo. Ni siquiera estoy segura de cuánto tiempo corro, la distancia que nos separa, solo sé que es demasiada. Ojalá pudiera volar, o no llegar nunca, pero lo hago. Ahora desearía seguir corriendo, prefiero la incertidumbre que el dolor.
Es tan fácil saber que es muy tarde porque ella está muerta, porque él la ha matado. Veo su mano atravesando su pecho, veo cómo su vida se extingue mientras susurra su nombre. La ha matado.
-¿Quién?
-Kakashi, kakashi mató a una jovencita de cabello castaño. Yo estoy ahí, puedo verlo. Desearía no haber llegado, estar ciega. Ahora dígame que lo que veo no es real, que no es un recuerdo sino una ilusión. Y si no es así, déjame ciega o permítame seguir en esa ilusión donde ya no siento nada, aquí todo es más doloroso.
La Quinta se puso de pie con un semblante completamente descompuesto. No podía mentirle a su alumna, eso era real; pero no era todo. Quería vomitar. ¿Quién querría hacerle eso a Kakashi?
Se acercó a la puerta y buscó a Shizune que estaba recargada en una de las paredes, Tsunade debía verse tan pálida, tan desencajada.
-Trae inmediatamente a Kakashi, Ahora- su voz era un susurro no porque pretendiera decirlo como un secreto, sino porque no tenía fuerza para más -No vuelvas hasta que lo encuentres.
Cuando volvió a la habitación, Sakura la esperaba con una mirada tan extraña, ella realmente creía en lo que había visto una y otra vez sin parar. Y no sólo eso, había un sincero rencor hacia Kakashi.
-Estás equivocada, Sakura- pero no podía culparla, cualquiera que hubiera visto esa escena particularmente habría llegado a la misma conclusión, a los mismos sentimientos -Pero debemos esperar a Shizune.
Se quedaron en silencio hasta entonces. La Quinta seguía tan pálida como al principio, y quizá hasta un poco más. Esa escena era un completo secreto, casi nada había sobrevivido en ese día, sólo Kakashi y todavía no lograba superarlo. Mostrarle esa escena a su alumna tenía el único propósito de hacerla odiar a su sensei.
Eso no era una ilusión, pero tampoco toda la verdad. La verdad era demasiado dolorosa, mucho más cruda que esa imagen, más desgarradora. Tsunade tenía lágrimas apresadas en los ojos de sólo recordar todo lo que él había atravesado. Quería decirle todo a Sakura, pero no era su historia ni sus recuerdos, no le pertenecían, era mejor esperar a Kakashi.
Cuando alguien tocó a la puerta, pensó que todo se solucionaría. Pero resultó que ella volvió con las manos vacías.
-Se ha marchado, Tsunade-sama.
La Quinta se giró para observar a su alumna. Estaba segura que no podría llegar a odiar a su sensei, ni siquiera esa imagen borraría los recuerdos que tenía de él, los buenos, durante las misiones, cuando la protegió y cuidó siempre que hizo falta. Ni siquiera verlo matar a Rin era suficiente para que lo odiara, estaba absolutamente segura.
Pero el dolor que estaba sintiendo la jovencita era demasiado amargo, demasiado repetitivo e innecesario. Imaginar que veía al primer hombre que creía en ella, que la impulsó a mejorar y que le prometió que siempre la cuidaría, verlo a él atravesar el pecho de Rin, era y debía ser insoportable. Rompió el corazón de Sakura.
¿Qué se supone que haría ahora?
