Sakura acariciaba la espalda desnuda de Kakashi, seguía aplicando chakra, era algo que hacía de forma inconsciente; seguramente tardaría un poco en dejar atrás esa costumbre, hasta que se asegurara de que estaba recuperado, que ya no había secuelas de ese accidente. Pero en esos momentos la médico no pensaba en ese día, en el miedo y el terror por ver al ninja tan herido, ahora solo pensaba en lo suave que era la piel del hombre que estaba recostado en su pecho desnudo. Tenía una discreta sonrisa en el rostro, estaba feliz, verdaderamente feliz, plena, satisfecha y enamorada. Había sido un largo camino.
-Pensabas que estaba enamorado del recuerdo de Rin.
Sakura se vio un poco sorprendida por ese comentario, su sensei sin duda era un ninja perspicaz, quizá ella era demasiado obvia.
-Sí.
-Rin era muy importante para mí, voy a recordarla toda mi vida, pero, - y para decir lo siguiente abandonó el pecho desnudo de su alumna para buscar su mirada - Tú, Sakura, eres la mujer de mi vida, en la que voy a pensar todos los días.
Kakashi le ofreció una sonrisa suave y dulce. Era tan imposible la escena que transcurría, un sensei en brazos de su alumna, o viceversa para que suene más escandaloso, una alumna en brazos de su sensei. Pero también era tan evidente que estaban enamorados, que en algún punto sus caminos se cruzaron para que pudieran caminar juntos y entonces Sakura tomó su mano.
La médico debía decirle algo importante, es cierto, acababan de hacer el amor, pero quería decirle que estaba enamorada de él, que por fin esa frase saliera de sus labios y se volviera tan real como ya lo era todo. Pero antes de hablar, el ninja se adelantó.
-Sakura..., lamento no haberte dicho que era mejor que te quedaras en Suna, tomé esa decisión sin consultarte cuando tú eras la principal involucrada. No quiero que pienses que tu talento no fue suficiente, o alguna otra cosa. La verdad es que puse tu entrenamiento y progreso sobre tus propios deseos, y aunque lo hice con la mejor intención, no fue justo. Es solo que no quería distraerte, distraer tu talento y el camino que parecías haber descubierto en Suna. Cuando volviste no supe cómo disculparme y me escudé en la idea de que hice lo mejor para ti, pero eso fue una tontería.
-Gracias por decírmelo, sensei- la jovencita le dedicó una sonrisa, en lo que ella estaba pensando no era en la disculpa. no la necesitaba, era tan evidente que él se preocupaba demasiado, y que, aunque no fuera de la mejor manera, demostraba esa preocupación como mejor sabía. Ahora Suna parecía tan lejana.
En lo que estaba pensando era en sus siguiente palabras, esa confesión que por alguna razón la ponía nerviosa, estaba segura de que cuando le confesara a su sensei que estaba enamorada de él, su rostro enrojecería y se quedaría como tonta esperando alguna respuesta romántica, tan romántica como cuando le dijo que era la mujer de su vida, y, que aunque él no lo notó, su rostro se volvió tan rojo como un tomate, por la emoción, por supuesto. No todos los días alguien le confesaba algo así.
Sonrió antes, una sonrisa para darse valor, y cuando por fin estaba por hablar, Kakashi la besó.
Fue un beso dulce, uno que parecía presagiar tranquilidad entre ellos, a su relación que después de tanto apenas comenzaba. Quizá era eso, que realmente no había comenzado en ese momento sino mucho antes. Si alguno de los dos creía en el destino, podría creer que todo comenzó cuando lo nombraron a él el encargado del equipo siete.
Sakura pudo sentir como ese beso se profundizaba con el paso de los segundos, su lengua lo acariciaba tímidamente, sus manos que estaban en sus brazos pasaron hasta su espalda y la delinearon. Sentía sus músculos bien trabajados, un peso delicioso sobre ella y un calor que, además de alejarla del frío, la encendía por dentro. Y su aroma, un aroma que la embriagaba. Y como si eso no fuera suficiente, el ninja acariciaba su cuerpo con una seguridad que la hacía temblar, una sola tarde juntos y ya conocía su cuerpo, los puntos más sensibles, los lugares que le arrancaban jadeos e instalaban un sonrojo permanente en su rostro.
Jadeaba sin siquiera proponérselo, poco a poco su cuerpo experimentaba una clase de cosquilleo placentero que confundía sus ideas El último pensamiento coherente que logró armar fue preguntarse si el ninja tenía una ligera idea de lo que ocasionaba en ella.
La médico estaba consciente de lo que sucedería, sabía a dónde encaminaba ese largo y húmedo beso, y realmente lo esperaba y lo deseaba, incluso se atrevía a intentar seducirlo, a mover su cuerpo de forma provocativa, lo acariciaba de una forma íntima, satisfecha de la reacción del ninja. De sólo recordar el placer anterior su piel se erizó, los dos orgasmos que disfrutó tanto que no tuvo tiempo de avergonzarse por la situación, por estar completamente desnuda, por los movimientos instintivos o los jadeos, porque todo eso había quedado sepultado en el placer de los orgasmos y habría que estar loca para no desear volver a repetirlos. Así que se dejó llevar, disfrutó de cada caricia, del contacto entre la piel desnuda, del calor que se estaba creando, de las manos que recorrían su cuerpo, de las caricias en su senos que bajaban provocativamente y ocasionaban que se moviera inquieta y un nuevo toque más íntimo se creara. Los besos que no cesaban, en los labios, en las mejillas, en el cuello, en el pecho; las caricias juguetonas y eróticas; y sobretodo, las miradas que delataban confianza en el otro, placer y deseo, amor. Compromiso.
Sakuro disfrutó de cada momento, de la reacción de su cuerpo, se sentía húmeda, su cadera se movía de manera instintiva, buscando placer. No era necesaria ninguna otra caricia, el contacto que anhelaba era mucho más profundo. Ambos lo necesitaban, no tenía sentido seguir retrasando ese momento. Sakura abrió las piernas y se aferró con ellas a la cadera del ninja. Cerró momentáneamente los ojos para disfrutar completamente del miembro duro, húmedo y caliente que se deslizaba dentro de ella. No pudo evitar gemir, un sonido que ni siquiera ella reconocía, por el placer que delataba, escapó de su garganta y llenó la habitación entera. A ese gemido le siguieron otros igual de sonoros.
Cuando abrió los ojos, el rostro de su sensei estaba sobre ella, algunas gotas de sudor se habían acumulado en su frente y mechones rebeldes caían sobre ella, el ninja tenía la mandíbula apretada, resistiendo el impulso de moverse hasta asegurarse de que ella se lo permitía. Su mirada era oscura, llena de deseo. Saber el placer que despertaba en él era más excitante de lo que había imaginado, tan excitante que la hizo dar el primer paso. Su cadera comenzó a moverse. Ahora fue el turno de Kakashi de gemir, al principio pareció sorprendido de su iniciativa, pero un segundo después, una mirada cómplice le advirtió que había disfrutado de ese momento y que quería más.
La tomó de la cintura y de un movimiento, que Sakura no estaba segura de cómo había sucedido, la colocó sobre él. La médico se sorprendió de ese movimiento, de estar arriba, pensó que se sentiría expuesta, pero la intensa mirada del ninja, más el placer que experimentó con el más ligero movimiento, la incitó a continuar. Su cadera comenzó a moverse, sentía el miembro de Kakashi deslizarse suavemente, moverse en su interior, al ritmo que ella marcaba.
Su sensei la veía de forma bastante descarada, estaba completamente desnuda sobre él, mostrando sus senos, moviéndose cada vez más rápido; Sakura disfrutó de esa mirada oscura, llena de deseo y placer por lo que sucedía, por tenerla sobre él y verla de esa forma, tan entregada. No se sintió avergonzada de su posición o de su propia desnudez, tan solo se entregó a la excitación y al placer, a los instintos que la provocaban a ir más rápido, a no detenerse.
Y fue así como aumentó el ritmo, las manos del ninja que estaban en sus piernas, subieron hasta su cintura y la tomó con fuerza mientras gemía cuando ella lograba un movimiento más íntimo. Pero sus manos no se detuvieron allí, subieron, acariciando su espalda, su vientre hasta llegar a sus senos. Sakura pudo sentir ese toque tan placentero, al principio delicado, las yemas de los dedos que delineaban cada contorno. La médico no detuvo sus movimientos, por el contrario, ese toque tan estimulante la hizo acelerar el ritmo y cuando su sensei la sintió más hondo una de sus manos se cerró en torno a su seno.
Por momentos lograba a su sensei, sus reacciones, escuchaba sus gemidos, sentía sus manos inquietas que ya no sabían qué tocar por el placer que no lo dejaba pensar con claridad. En ocasiones el ninja echaba la cabeza hacia atrás y se dedicaba a disfrutar de la sensación que provocaba cuando ella se movía inquieta y con el solo propósito de provocarlo.
De pronto fue como si todo el placer se concentrara en un solo lugar, como si sólo pudiera sentir el miembro de su sensei deslizarse dentro de ella al ritmo que imponía, en la que su cadera se balanceaba y marcaba un vaivén fuerte y seguro, uno que delataba el placer que sentía y que deseaba. No se detendría, ni siquiera cuando los repetidos gemidos escapan de su boca y secaban su garganta, y no se detuvo cuando sintió los primeros espasmos del orgasmo, cuando un placer cosquilleaba en su vientre y ponía en su mente en blanco. Sonrió de manera instintiva por esa descarga que tanto había esperado, aceleró el ritmo tanto como pudo buscando repetir esa sensación, y lo obtuvo. Esas descargas eran cada vez más frecuentes, como también sus jadeos sonoros y entrecortados. El placer dejó de ser espasmódico para convertirse en una línea larga que pareció deliciosamente eterna. Sakura no fue capaz de controlar los movimientos de su cadera que seguía balanceándose, buscando que el placer se alargara, y realmente lo consiguió. Fue como si su cuerpo entero se estremeciera sobre el ninja que llegaba a su propio final, se aferró a su cadera con fuerza como si quisiera sentirla completamente antes de llenarla de su esencia.
Algunas gotas de sudor resbalaban por su espalda, y cuando fue capaz de recuperar la conciencia, entonces abrió los ojos y se encontró con que su sensei jadeaba intentando recuperar el aliento. Sonrió, se veía tan atractivo. Con mucho pesar abandonó el cuerpo de Kakashi, sus muslos estaban tibios y húmedos, todavía llenos de una mezcla de sudor y fluidos. Se recostó al lado del ninja y no pasó más que un par de segundos hasta que su sensei la abrazó para recostarla sobre su pecho.
Ya era bastante tarde, Sakura había evitado pensar en eso, pero era momento de ir a su casa antes de que sus padres se preocuparan. Y como si Kakashi pudiera leer sus mente comentó con tranquilidad:
-Te acompañaré a casa, ¿de acuerdo?
-Gracias, sensei.
Se quedaron unos minutos más en silencio antes que reunieran la energía suficiente para levantarse y comenzar a vestirse. Kakashi fue el primero en levantarse, completamente desnudo, y para variar, como si Sakura no recordara lo que acababan de hacer, enrojeció violentamente y desvió la vista. Quería levantarse y también vestirse, pero no se atrevía a dejar su cuerpo completamente expuesto, antes el deseo y el placer le evitaron sentir vergüenza o pena, pero ahora no podía controlar el sonrojo. Se sentía bastante tonta.
-Ven, déjame ayudarte- Kakashi estaba sentado frente a ella con su ropa, y con una sonrisa tranquila, una que le aseguraba que entendía la situación. Todavía no terminaba de vestirse, le faltaba la camisa y la máscara, así que Sakura pudo deleitarse durante un par de minutos más -Eres la mujer más hermosa, Sakura... - dijo acariciando sus mejillas rojas -Sé que tardarás un poco en acostumbrarte a mí, a mostrarte así, completamente desnuda, pero espero que nunca dudes de tu propia belleza.
-Gracias, sensei - Sakura quería decirle muchas otras cosas, explicarte todo, darle un largo discurso sobre todo lo que estaba pasando por su cabeza, lo que sintió cuando hacían el amor, declararle cada sentimiento que tenía en el pecho y que se mezclaba con una ternura tan profunda por ese último, por ayudarla a vestirse y ofrecerse acompañarla a casa. Quería decirle tantas cosas, pero sólo atinó a agradecer sin decirle que ese "gracias" era por tantas cosas que no podía ni imaginar, por quererla como lo hacía, por mostrarle un amor tan dedicado que distaba mucho de los anteriores.
-Mañana hablaré con Tsunade-sama - dijo su sensei.
-¿Con Tsunade-sama? - repitió ella como tonta porque estaba embobada viendo a su sensei que terminaba de vestirse.
-Sí, debo reportarle que nuestra relación no es sólo profesional. Debo saber cuáles son sus instrucciones y, sobre todo hablarle de nuestra relación como algo público, no quiero escondernos, no es justo
-Tampoco quiero eso - Sakura se levantó de la cama y abrazó a su sensei, no esperaba esa disposición por lo que no pudo reprimir una sonrisa de satisfacción de alegría y de ilusión. Le parecía imposible que todo estuviera sucediendo de esa forma, como si llegar a ese punto hubiera sido tan fácil.
-Entonces está decidido. Ahora vamos.
La tomó de la mano y salieron de la casa de su sensei, era bastante noche y confiaban en que nadie los viera. De todos modos su relación no tardaría en hacerse pública, así que no tenía mucho sentido esconderse y tomarse todas las precauciones. Sakura pudo notar que con cada paso que daban el semblante de su sensei se volvía un poco menos optimista, no insegura o dudosa, era más como cierto velo de tristeza.
-¿Qué sucede, sensei?
-Me gustó tenerte conmigo en casa.
-Kakashi-sensei, le importaría quedarse conmigo esta noche. Podría subir cuando mis padres se vayan a dormir si no es que ya están dormidos, irse en la mañana... sé que quizá... quiero tenerlo cerca.
-Por supuesto.
Hubo un cambio en el semblante del ninja, Sakura no tenía idea de la soledad a la que estaba acostumbrado, en la que había vivido durante tantos años, pero ya había sido suficiente. Y no lo hacía por él, no le estaba haciendo ningún favor, era por ambos, porque era lo que querían.
La médico no se imaginaba la vida tan solitaria del ex ANBU, desde que su padre muriera, y después todo su equipo, la compañía fue algo relacionado con él como ninja. El regreso de las misiones era algo solitario, nadie que lo recibiera, que se preocupara por su regreso, la cama y todas las habitaciones vacías.
Caminaron por las calles en un tranquilo silencio, seguro que ambos estaban asimilando lo que estaba sucediendo, se encontraron con algunas personas, pero ninguna de ella era un ninja así que verlos tomados de las manos no despertó ninguna curiosidad, quizá estaban acostumbrados a las parejas formadas entre ninjas.
-Iré a darme una ducha, volveré pronto - prometió Kakashi besando su frente.
-De acuerdo, lo estaré esperando.
Se despidieron y Sakura entró a su casa, sus padres ya debían estar dormidos, la única luz provenía de una vela que estaba sobre una pequeña mesa y que la jovencita apagó para subir hasta su habitación. Durante todo el tiempo mantuvo una sonrisa discreta, intentando dominar su felicidad, tranquilizarse para no mostrarse como una verdadera niña. Se metió al baño, ella también se daría una ducha. Sentir el agua caliente la ayudó a relajarse, a asimilar lo que había sucedido, que su sensei, sí, su sensei, volvería para dormir con ella.
En ese momento parecía más imposible que nunca la situación en la que estaban, después de tanto, de los reencuentros y separaciones, de los ataques, de las ilusiones, de los silencios, de las dudas, de los malos entendidos, por fin se abría un ligero panorama en el que ambos estaban juntos.
Un flechazo de incertidumbre arruinó el momento, todavía no terminaba, algo le advertía que deberían mantenerse alerta, como ninjas y como pareja. No podía ser tan fácil.
Salió de la ducha intentando librarse de ese presentimiento, su sensei todavía no había llegado. Sakura se sentó en la cama, había una mesa a su lado en donde estaba la fotografía del equipo siete. Era extraño verse, ver lo que solían ser. Sonrió, habían vivido tantas cosas, tantas situaciones, había sido muy afortunada. Tener a Naruto y a Sasuke la obligó a abrir los ojos ante una soledad que siempre había ignorado, a dejar de ser la niña ingenua y superficial. Y tener a su sensei le ofreció seguridad, sentirse a salvo en cada misión. Ahora que lo pensaba, ellos tres representaban la soledad de distintas maneras, Naruto siempre había estado solo, y de a poco comenzó a ganarse el amor de todos, en especial el de ella; su sensei perdió a todos, a su equipo entero cuando ya estaba solo, pero por fin había estaban juntos, ya no volvería a estar solo. Y Sasuke, él era el único que nunca pudo afrontar la soledad a la que se vio reducido, la compañía que le fue arrebatada.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-¿Todo está bien?- su sensei la observaba desde la ventana.
-Trato de encontrar el momento, el punto, el lugar o cualquier otra cosa que me diga en qué momento me enamoré de usted, sensei. En qué momento dejé de verlo como mi sensei, un ninja que siempre llegaba tarde, que leía durante las misiones - Sakura soltó una risita - Y lo sigue siendo, pero ahora, además, estoy enamorada de usted.
El ninja que había entrado por su ventana, se sentó a su lado y también observó la fotografía. Sakura tomó su mano, y en lugar de ver la fotografía mejor vio sus manos entrelazadas.
-¿Realmente estás enamorada de mí? - preguntó el ninja abrazándola. Necesitaba escucharlo aunque la Quinta ya se lo hubiera asegurado, aunque Sakura se hubiera entregado a él, quería oírlo, y se lo hubiera preguntado antes pero prefirió esperar a que saliera de sus labios voluntariamente.
-Por supuesto, sensei. Estoy muy enamorada de usted. Profundamente enamorada de usted.
Kakashi besó su frente, su cabello todavía seguía mojado por la reciente ducha, su piel fresca y hasta un poco húmeda. Sakura disfrutó tanto de ese momento, disfrutó cuando ambos se recostaron en la pequeña cama y él la abrazó con fuerza antes de darle un beso de buenas noches.
La fotografía se quedó allí, casi como si estuviera observando a esa extraña pareja que primero había sido un equipo. Esa pequeña Sakura observaba a la jovencita en la que se había convertido, la que un día estuvo enamorada de su compañero, ahora lo estaba de su sensei. Ahora estaba en sus brazos, durmiendo tranquilamente después de haber hecho el amor. Una vez había puesto su destino en manos de su sensei cuando le pidió que decidiera si debía quedarse en Suna, bueno, ahora lo volvía hacer pero de una forma distinta porque lo estaba entrelazando al propio destino del ninja. Y esa sensación la hizo sonreír antes de quedarse dormida en los brazos de su sensei.
Lo amaba, esa declaración también estaba esperando salir de su labios.
